El
desarrollo es el resultado de las acciones ejercidas por la sociedad. Todos los
sectores promueven el desarrollo y en la medida que sean exitosos en su actividad,
contribuyen con su producto o servicio a la satisfacción de las necesidades de
sus accionistas o el desarrollo social, o ambos. El Estado lleva la mayor
carga, y sus accionistas son la gente; el conglomerado social para con el cual
debe actuar, para proveer las condiciones que hagan viable el logro de su
desarrollo integral. Si entendemos que el Desarrollo Humano, en sus
dimensiones, es la verdadera medida del progreso de una sociedad y, si
aceptamos que individual y colectivamente tenemos la responsabilidad y la
obligación de conducir el país hacia su desarrollo, debemos comprometernos con
un proceso en el cual contribuyamos al desarrollo del país siendo actores
principales de ese proceso.
Nuestro país
ha intentado todos los caminos con planteamientos desde los extremos de
izquierda y de derecha, con un vaivén y una mezcla insólitas, sin que se haya
logrado el desarrollo continuado y progresivo de nuestra sociedad. Solo se ha
logrado el distanciamiento entre la mayoría más pobre y una minoría más rica. Y
todo eso ha sucedido con inmensos recursos que habrían permitido convertir a
nuestro país en una potencia económica internacional de calidad de Primer
Mundo, de mundo desarrollado. Y nosotros mismos somos los culpables de esa
realidad, a pesar de la eterna excusa que culpa a otros. No hemos sido capaces
de incorporarnos colectivamente a un enfoque en nuestra forma de pensar y de
actuar, de ser miembros del mundo globalizado. Solo en pocas actividades hemos
logrado destacarnos y formar parte de ese mundo globalizado. Una de ellas fue
la industria petrolera del siglo XX, que formó parte destacada de ese Primer
Mundo.
Hemos
llegado al momento en que ya no podemos justificar nuestros resultados en
materia de desarrollo, de Desarrollo Humano y lo que pudiéramos razonar como un
objetivo ya no podemos dejar de llamarlo una obligación: Nuestra Obligación.
¿Y QUE HAY QUE HACER?
Continuamos
con las mismas promesas de siempre: la industria petrolera seguirá siendo
propiedad de la nación; vamos a mejorar la educación; vamos a dejar de regalar
lo que es de todos; nos ocuparemos de la gente; les daremos seguridad social,
jurídica y personal. En fin, lo que todos necesitamos y que ha sido la oferta
permanente no convertida en realidad. Por el contrario, cada día hace falta
más. Queremos y tenemos que ocuparnos de la gente, pero no hemos encontrado el
camino para que esa gente crea y sienta que ella es nuestro objetivo y que vea,
a través de los resultados, evaluados por ellos mismos, que sus condiciones, su
Desarrollo Humano, en términos de sus dimensiones, hayan mejorado y sigan en
proceso de mejoramiento. ¿Por qué? Porque lo que ofrecemos no es producto de
las necesidades y prioridades determinadas por y para la gente, obtenidas
directamente de ellos y en cuya ejecución ellos participen.
Un nuevo
proceso de este tipo requiere un profundo cambio de enfoque basado en una
ideología orientada a beneficiar a la gente. Una ideología basada en un enfoque
democrático que incorpore a la gente como miembro activo de su propio desarrollo,
haciéndole entender que tiene que involucrarse en su propio desarrollo, en su
Desarrollo Humano.
odoardolp@gmail.com
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