«¿Quién quemó los cuadernos? / Fuenteovejuna, Señor /
¿Quién es Fuenteovejuna? / Todo el pueblo, Señor».
Comenzó
el combate. Un combate atípico porque uno sólo de los contrincantes quiere
pelear.
En
esta esquina: El Comendador. El superhéroe de comiquita que expropió, se robó,
todos los poderes. El que tiene a la mentira y a la violencia como sus armas
más eficaces. Para él, todo es un combate, una batalla, una confrontación. No
cree en el diálogo porque sabe que hasta una mosca lo zarandea en este terreno.
Grita, vocifera, manda, amenaza, porque tiene que esconder el gran miedo que lo
carcome. Ese miedo que siempre ha sido y hoy es, más que nunca, su gran
debilidad.
En
la otra esquina: El Conciliador. Tiene el poder que le conferimos más de tres
millones de moscas que juntas generamos un zumbido aterrador que no deja dormir
al águila ni a sus también atemorizados aguiluchos. No quiere confrontar sino
armonizar. No quiere dividir, sino unir. No quiere vociferar, sino escuchar. No
quiere prometer sino resolver. No quiere expropiar sino proveer. No quiere
involucionar sino evolucionar, y eso si es una revolución.
El
combate tendrá tantos rounds como quiera el Comendador porque ese es su
ambiente natural. Es asombrosa su capacidad de atacar, de mentir, de generar
violencia. Sin embargo, el Conciliador será quien decida si hay combate o no
porque él sabe que quien pelea sólo puede quedar en ridículo, lidiando contra
su propia sombra, y en ese terreno el Comendador es muy, pero muy débil, porque
él mismo es su peor enemigo.
El
primer round fue un ejemplo claro de lo que puede pasar en adelante. Apenas se
escuchó el sonoro campanazo del 12 de
febrero, el Comendador salió como una tromba y ordenó a uno de sus poderes, el
que tendría que estar ocupado de la justicia, que mandara a arrodillar y a
atemorizar a tres millones de moscas, para así acallar el ensordecedor zumbido
que lo atormenta. Él pensaba que el Conciliador iba a traicionar la confianza
que se ha ganado en buena lid. Sin embargo, fueron las moscas, Fuenteovejuna,
quienes le salieron al paso. Los cuadernos los quemamos todos y todos somos
responsables de esas cenizas que impiden la creación de otra lista de la
infamia. Cada uno de nosotros, con su mente, si no con sus manos, quemó su
cuota de cuadernos y le dijo al Comendador que no nos vamos a arrodillar, que
se vaya a amedrentar a otros porque nosotros no nos vamos a dejar.
Lo
que pasó el de 14 de febrero fue heroico
y debe sentar un precedente para lo que viene. Yo estoy seguro que muchos de
los que no fueron a votar hoy se arrepienten de no haberlo hecho, y ya no somos
tres millones sino muchos más, y esta cifra crecerá día a día, siempre y cuando
no nos arrodillemos y, bajo el liderazgo del Conciliador y el apoyo de ese
cuarteto de valiosos venezolanos que sacaron menos votos que él, le enviemos
mensajes claros y contundentes a quienes pretenden humillarnos.
En
el clásico de Lope de Vega, el pueblo finalmente se impuso sobre el Comendador
con la fuerza de la unión. Hoy, Venezuela es Fuenteovejuna. No queda otro
camino.
gyepesp@gmail.com
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