De haberse celebrado las primarias a comienzos de este año habría tiempo para curar las heridas, provocadas por el enfrentamiento entre precandidatos. Ahora, quedan pocos meses después de febrero hasta las elecciones presidenciales. Esta es una razón adicional para que los debates eviten la verdadera confrontación, aun a costa de que pierdan dramatismo, disminuya eventualmente el rating. Para derrotar a Chávez en octubre harán falta los radicales, los comeflor, los politicastros, los ambiciosos.
Antes de que abriera la boca el primer precandidato las cartas estaban echadas. El país prefiere la unidad sobre todas las cosas. Después de febrero el candidato de la MUD buscará votos hasta en el chavismo para forjar una nueva mayoría.
María Corina dejó de ser la mejor, o el mejor, diputado de la Asamblea para emprender una misión imposible, imponerse como independiente; aunque buena parte de los venezolanos no apoye a ningún partido, también los considera imprescindibles para derrotar a Chávez. Si ella y Leopoldo hubieran llegado a un acuerdo otra sería la historia, pero ya es demasiado tarde para lograrlo y pronto lo será también para retirarse. Invocar a los independientes les sirvió en el pasado a los candidatos antipartidos, respaldados por los que condenaban la política, pero tampoco llegaron lejos, terminaron como apóstoles de la antipolítica. María Corina busca ahora el voto duro, apuesta por que los radicales serán decisivos en las primarias, por que votarán en masa. Se expresa con más energía que un hombre, ya no habla de mujer a mujer.
Capriles y Pablo Pérez representan las candidaturas creíbles porque están apoyados por las organizaciones políticas. Capriles lleva la ventaja decisiva de haber sido apoyado unánimemente dentro de Primero Justicia, y administrar con sabiduría su posición en las encuestas. Sólo un debate que alimentara a La Hojilla le restaría popularidad.
Cada vez que los chavistas agreden físicamente a los líderes de la oposición, aumenta el deseo unitario en la oposición.
La gente en la calle no preguntó sobre el caso Makled o sobre la amistad de Chávez con Cuba, hablaban de seguridad, salud, desempleo, lo que toca de cerca a 90% de los venezolanos; otras hubieran sido las preguntas si se hubieran hecho en la plaza Altamira.
Todavía ninguna encuesta refleja con exactitud la opinión pública, porque aún la oposición no cuenta con un candidato unitario. Tan pronto concluya el proceso de las elecciones primarias, y en bloque los líderes opositores apoyen al ganador, al candidato de la MUD, mejorará la oposición en la opinión pública.
Esa unidad debería trascender el mundo político, abarcar a todos los sectores de la sociedad, desde trabajadores a rectores universitarios, escritores, científicos, porque al final las elecciones del próximo octubre no enfrentan únicamente a dos fuerzas políticas, sino también dos visiones de la sociedad en la que una, la que está en el poder, pretende borrar del mapa a la otra.
Con una enfermedad terminal como el cáncer Chávez no baja la guardia, la oposición enfrenta a un adversario terrible. ¿O ya olvidamos a quién enfrentará el país el próximo año? La unidad, la verdadera unidad, necesita hasta fantasmas del pasado, los enemigos a muerte, antiguos aliados de Chávez, radicales y conservadores, ateos y cristianos. Todos, pues.
Fausto.maso@gmail.com
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