¿POR QUÉ SE RADICALIZA?. TRINO MÁRQUEZ
La respuesta del comandante frente al revés sufrido el 26-S es desconcertante. Vista desde el plano estrictamente racional, da la impresión de que en algún lugar de su veloz y atormentado cerebro se produjo un corto circuito que fundió todo el sistema.
En 2006 le ganó por amplio margen a Manuel Rosales. 7.300.000 personas votaron por él, 63% del REP. Esa ha sido la votación más alta que ha obtenido en toda su historia (por cierto, muy alejada de aquellos 10.000.000 que les iba a meter por el buche a sus opositores). Un año más tarde, el 2-D, perdió el referendo de la reforma constitucional. En esa ocasión sacó 4.300.000 sufragios; es decir, en apenas un año perdió 3 millones de adeptos. Luego vino el otro referendo aprobatorio –el del 15-F- en el que realizó una nueva consulta sobre la reelección presidencial, moción ya derrotada el 2-D. En esa oportunidad logró la victoria con 5.500.000 papeletas; o sea, recuperó la mitad de las que había perdido un año antes. Ahora, el 26-S –cuando esa consulta fue convertida por él en un plebiscito en torno a su figura- consiguió alrededor de 5.500.000; por lo tanto, apenas pudo conservar el caudal del 15-F, quedando muy lejos del tope logrado en 2006.
¿Qué deberían indicarle esos datos? Que hay una franja muy amplia de venezolanos que simpatizaron con él hasta 2006, pero que cuatro años más tarde están desencantados y hastiados de sus devaneos comunistas, de su incitación a la violencia, de los ataques a la propiedad privada, de su militarismo, de su arrogancia, de su talante hegemónico, sectario y excluyente. Ese vasto sector se cansó de Chávez porque habla más de la cuenta, porque es inepto y preside un régimen corrupto e incompetente para resolver los graves y numerosos problemas del país. La mayoría de esos venezolanos que lo abandonaron, el 26-S no votaron por la alternativa democrática porque aún esta no representa una opción atractiva para ellos.
Lo racional sería que Hugo Chávez intentara reconectarse con esa capa de compatriotas situados en el espacio del centro político. Lo sensato sería que asumiera que la mayoría de los venezolanos, entre quienes se encuentra una sólida proporción de quienes estuvieron con él hasta hace poco, no quieren la cubanización del país. Lo lógico sería que –con base en los resultados del 26-S- se produjera un giro significativo en su estilo, en su discurso y en sus prácticas. Sin embargo, lo que ocurre es todo lo contrario: agrede con furia ciega a los diputados electos de la oposición; arremete con bríos renovados contra la propiedad privada, poniendo aún en mayor peligro el abastecimiento alimenticio de la nación; amenaza con seguir armando a la milicia, integrada por unos humildes venezolanos que deberían estar cumpliendo una labor más digna y útil para el país; utiliza a sus sargentos para descartar toda posibilidad de diálogo dentro de la nueva Asamblea Nacional que comenzará a funcionar a partir del próximo 5 de enero y para amenazar con una nueva ley habilitante, con el nombramiento de los magistrados de TSJ que deben ser reemplazados y con la aprobación de leyes orgánicas en la venidera legislatura, a pesar de que no cuenta con los dos tercios de diputados exigidos por la Constitución. Además, las cadenas de radio y televisión continúan.
No se percibe -a pesar de haber perdido la mayoría y de estar urgido de volver a contar con ella- ningún propósito de enmienda, ninguna rectificación, que lo reenganche con esos vagones repletos de exsimpatizantes y con esa inmensa franja del país que quiere una tregua, que votó por la concordia y que espera que los venezolanos nos reencontremos en un proyecto común. El personaje parece un Savonarola tropical o, si se quiere, un niño malcriado que continúa con su rabieta luego del justo regaño de su madre.
¿Por qué la radicalización en un momento en el que el país se pronunció por la moderación? ¿Por qué las agresiones cuando los venezolanos optaron por la concordia? Creo que la respuesta no se encuentra en el campo de la racionalidad, sino en esa zona opaca del fanatismo, de las ideologías atrasadas y de la arrogancia psicótica que acompaña a los caudillos, a la cual la teoría política convencional no puede llegar.
La apuesta de Chávez es peligrosa. Su cálculo es errado. Se equivoca si cree que va a recuperar la mayoría a partir del terrorismo de Estado, la violencia y el miedo. Venezuela lo sustituirá con los mecanismos que prevé la Constitución y recuperará la democracia sin derramar sangre. Se lo demostraremos en 2012.
¿QUÉ SABE, QUÉ TIENE HUGO CHÁVEZ?. HERMANN TERTSCH
Me perdonarán algunos esta pregunta maliciosa. Pero ando angustiado buscando una explicación a la conducta de nuestro Gobierno en cuestiones venezolanas y ya no se me ocurre otra cosa. No me creo ya que todo sea mera desidia o falta de dignidad. O temor a represalias contra intereses españoles.
La respuesta del comandante frente al revés sufrido el 26-S es desconcertante. Vista desde el plano estrictamente racional, da la impresión de que en algún lugar de su veloz y atormentado cerebro se produjo un corto circuito que fundió todo el sistema.
En 2006 le ganó por amplio margen a Manuel Rosales. 7.300.000 personas votaron por él, 63% del REP. Esa ha sido la votación más alta que ha obtenido en toda su historia (por cierto, muy alejada de aquellos 10.000.000 que les iba a meter por el buche a sus opositores). Un año más tarde, el 2-D, perdió el referendo de la reforma constitucional. En esa ocasión sacó 4.300.000 sufragios; es decir, en apenas un año perdió 3 millones de adeptos. Luego vino el otro referendo aprobatorio –el del 15-F- en el que realizó una nueva consulta sobre la reelección presidencial, moción ya derrotada el 2-D. En esa oportunidad logró la victoria con 5.500.000 papeletas; o sea, recuperó la mitad de las que había perdido un año antes. Ahora, el 26-S –cuando esa consulta fue convertida por él en un plebiscito en torno a su figura- consiguió alrededor de 5.500.000; por lo tanto, apenas pudo conservar el caudal del 15-F, quedando muy lejos del tope logrado en 2006.
¿Qué deberían indicarle esos datos? Que hay una franja muy amplia de venezolanos que simpatizaron con él hasta 2006, pero que cuatro años más tarde están desencantados y hastiados de sus devaneos comunistas, de su incitación a la violencia, de los ataques a la propiedad privada, de su militarismo, de su arrogancia, de su talante hegemónico, sectario y excluyente. Ese vasto sector se cansó de Chávez porque habla más de la cuenta, porque es inepto y preside un régimen corrupto e incompetente para resolver los graves y numerosos problemas del país. La mayoría de esos venezolanos que lo abandonaron, el 26-S no votaron por la alternativa democrática porque aún esta no representa una opción atractiva para ellos.
Lo racional sería que Hugo Chávez intentara reconectarse con esa capa de compatriotas situados en el espacio del centro político. Lo sensato sería que asumiera que la mayoría de los venezolanos, entre quienes se encuentra una sólida proporción de quienes estuvieron con él hasta hace poco, no quieren la cubanización del país. Lo lógico sería que –con base en los resultados del 26-S- se produjera un giro significativo en su estilo, en su discurso y en sus prácticas. Sin embargo, lo que ocurre es todo lo contrario: agrede con furia ciega a los diputados electos de la oposición; arremete con bríos renovados contra la propiedad privada, poniendo aún en mayor peligro el abastecimiento alimenticio de la nación; amenaza con seguir armando a la milicia, integrada por unos humildes venezolanos que deberían estar cumpliendo una labor más digna y útil para el país; utiliza a sus sargentos para descartar toda posibilidad de diálogo dentro de la nueva Asamblea Nacional que comenzará a funcionar a partir del próximo 5 de enero y para amenazar con una nueva ley habilitante, con el nombramiento de los magistrados de TSJ que deben ser reemplazados y con la aprobación de leyes orgánicas en la venidera legislatura, a pesar de que no cuenta con los dos tercios de diputados exigidos por la Constitución. Además, las cadenas de radio y televisión continúan.
No se percibe -a pesar de haber perdido la mayoría y de estar urgido de volver a contar con ella- ningún propósito de enmienda, ninguna rectificación, que lo reenganche con esos vagones repletos de exsimpatizantes y con esa inmensa franja del país que quiere una tregua, que votó por la concordia y que espera que los venezolanos nos reencontremos en un proyecto común. El personaje parece un Savonarola tropical o, si se quiere, un niño malcriado que continúa con su rabieta luego del justo regaño de su madre.
¿Por qué la radicalización en un momento en el que el país se pronunció por la moderación? ¿Por qué las agresiones cuando los venezolanos optaron por la concordia? Creo que la respuesta no se encuentra en el campo de la racionalidad, sino en esa zona opaca del fanatismo, de las ideologías atrasadas y de la arrogancia psicótica que acompaña a los caudillos, a la cual la teoría política convencional no puede llegar.
La apuesta de Chávez es peligrosa. Su cálculo es errado. Se equivoca si cree que va a recuperar la mayoría a partir del terrorismo de Estado, la violencia y el miedo. Venezuela lo sustituirá con los mecanismos que prevé la Constitución y recuperará la democracia sin derramar sangre. Se lo demostraremos en 2012.
¿QUÉ SABE, QUÉ TIENE HUGO CHÁVEZ?. HERMANN TERTSCH
Me perdonarán algunos esta pregunta maliciosa. Pero ando angustiado buscando una explicación a la conducta de nuestro Gobierno en cuestiones venezolanas y ya no se me ocurre otra cosa. No me creo ya que todo sea mera desidia o falta de dignidad. O temor a represalias contra intereses españoles.
El principal interés de España es la vida de los españoles. Por encima de todos los demás. Y son vidas de españoles las que están en juego cuando grupos de etarras reciben adiestramiento para matar. ¿Qué no está probado porque Hugo Chávez lo niega o porque no nos han invitado a grabar un documental sobre la confraternización entre terroristas colombianos y españoles y quizás asesores venezolanos y cubanos? Cierto. ¿Qué eso explica la absoluta inactividad durante años de los ministerios de Interior y Exteriores? Bueno, pues esperamos a que Chávez reconozca ésta y todas las villanías que perpetra en Venezuela y fuera de allí. O esperamos a que la Guardia Civil detenga al jefe del Estado mayor del ejército venezolano entrando encapuchado en un bar en Hernani. Lo dicho, no hay explicación a la actitud del Gobierno español salvo el miedo a que de un conflicto diplomático —que en buena lógica debía ser inevitable—, surjan informaciones que puedan hacer mucho daño aquí. Más daño que la indignación que la actitud del Gobierno genera entre los españoles.
Resulta que tenemos ya la certeza de que al menos dos etarras se entrenaron hace tan sólo dos años en Venezuela. Recibieron adiestramiento militar para volver a España o Francia preparados para matar más y mejor. Presumiblemente a españoles. Sabemos que su contacto en Venezuela fue Arturo Cubillo, un etarra al que Hugo Chávez dio la nacionalidad venezolana para evitar su extradición. Cubillo trabaja en el Ministerio de Agricultura, dedicado a hostigar a los españoles propietarios de tierras. Vive allí con su mujer Goizeder Odriozola, portavoz del Ministerio, colaboradora del diario Gara y ex jefa del gabinete del propio Chávez. Los etarras han dado cifras, datos, nombres, fechas y horas. Jueces y policía están de acuerdo en que dicen la verdad. El Ministerio del Interior tenía datos desde hace años. También había recibido pruebas a través de Colombia de reuniones de las FARC con ETA para colaborar en atentados contra dos presidentes colombianos, Andrés Pastrana y Álvaro Uribe, contra el actual vicepresidente, Pacho Santos que vivía en Madrid y contra la entonces embajadora Noemí Sanin. Miembros de las FARC ha declarado haber entrenado con etarras.
En fin, no les voy a aburrir más. Todos los datos son abrumadores y eran motivo suficiente para una iniciativa global de denuncia contra el régimen chavista por parte del Gobierno español. Sin escatimar recursos como intervenciones ante las Naciones Unidas y alianzas con otros países latinoamericanos para ejercer presión sobre Venezuela. Nada se ha hecho. Aparte de lloriquearle al caudillo que se porte bien dándonos la información que quiera. Que el Gobierno crea que así salva algo la cara revela hasta qué punto se ha convertido ya en un club de muertos vivientes. Ya está dicho todo. Quedan en el aire las preguntas. ¿Qué poder tiene Hugo Chávez sobre este Gobierno? ¿Qué es lo que sabe o tiene Hugo Chávez para que el Gobierno español no se atreva siquiera a salvar su propia cara ante la atónita opinión pública española? Algún día lo sabremos.
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