Érase una vez en la que nuestros iconos en la derecha política eran visionarios metropolitanos y creadores de instituciones – ejemplos hay: William F.Buckley Jr., Irving Kristol, todos muertos ahora. Hoy, lo que más caracteriza a la “derecha” en España y en EEUU es la proliferación de “emprendedores boquisucios” como, en el caso español, Losantos (como ya hemos dicho miles de veces) y gentuza como Andrew Breitbart, muy popular en el “tea party” en el caso estadounidense. Su página web tiene millones de lectores. En su último éxito relevante, Breitbart logró convencer al “Departamento de Agricultura” a despedir a una negra tras editar de forma manipuladora y descarada un vídeo en el que ella supuestamente defiende el racismo contra las personas de raza blanca. Días después, la negra pudo recuperar su puesto de trabajo.
¿Qué demonios ha pasado con nuestro movimiento y nuestras ideas? Hay que analizar qué es lo que nos ha traído hasta aquí — y que fue lo que nos hizo ser “de derechas”.
El National Review de Buckley sigue siendo una web interesantísima y vital, como ha sido siempre. Pero no es la protagonista de nuestras ideas señores. Hoy en día tenemos un liderazgo de derechas que se han hecho “famosos” a través de la tele, la radio y la red, y cuyos protagonistas ganan millones agitando miedos y resentimientos antiguos. Desde la defensa de teorías conspiranoicas y una creciente vulgaridad y odio, el movimiento liberal en España, conocido en EEUU como “conservative” (allí liberalismo es conservadurismo pero en España los liberales clásicos defendemos lo mismo que los conservadores clásicos anglosajones) y en EEUU cada vez más aumenta en demagogia y bandolerismo. Ya todos conocemos la polémica agria entre “neocons” y “paleocons” – aquí la hemos tenido muchas veces. Pero sencillamente hoy lo que tenemos son “loco-cons.”
Cada vez más, los derechistas “conocidos” parecen más taberneros de carajillo que derechistas clásicos. Si por algo nos distinguimos en la derecha durante décadas era precisamente por el motivo de que NO nos parecíamos a los demás – éramos distintos, más “finos”, más educados, más formados. Normalmente, en EEUU, los que votaban demócrata eran gente sin mucha formación educativa y gente muy pobre.
En España la cosa es más espantosa si cabe: el PP se ha convertido en un partido de resentidos de todo tipo, de conspiranoicos, de gente que odia la ciencia, y odia que se les canten estas verdades. Suelo utilizar mucho el ejemplo de mi abuela pero se debe a que era absolutamente una dama de derechas “clásica” y me asombra ver lo que hoy pasa por derecha en la mente popular de los jóvenes. Por ejemplo, si por algo se caracterizaba mi abuela, era el hecho de que JAMÁS gritaba ni vociferaba sus convicciones de la manera en la que hoy la derecha lo hace en España y EEUU. Mucho antes de que el liberalismo se conociera en el mundo hispánico a nivel “popular”, mi abuela ya lo era: pro-americana, atlantista, pro-OTAN, protestante, y un comportamiento propio de una “Dama de Hierro”. De hecho, mucha gente se lo decía: “esta señora si tuviése poder sería igualita que la Thatcher.” Para mí es un orgullo poder haberla conocida en sus tiempos de participación o discusión política. Si mi abuela fuera una mujer consciente de la realidad hoy, estaría escandalizada con la “derecha liberal” actual. En su casa, jamás se berreó y jamás se utilizaron frases tipo “putos rojos”, o actitudes guerra-civilistas (a pesar de que nació en 1923 y la vivió). Cierto que, al ser una mujer de otros tiempos, también era algo más autoritaria que yo y creía en un orden público robusto y fuerte. Mis abuelos leían la Biblia, filosofía griega, y revistas serias. A nivel personal-moral: ni una gota de alcohol jamás en su casa, ni tabaco (no lo digo porque yo defienda ese puritanismo tan recto), lo digo para contextualizar lo que me fue forjando en mi juventud y me convirtió en lo que hoy soy. Cuando mi abuelo sintonizaba alguna emisora “losantiana” (ya comenzaban a emitir cosas parecidas a principios de los 90), mi abuela le decía: “quíta ese ruido, por favor.” Lejos de la típica actitud autoritaria del marido en muchos hogares católicos de gente de esa edad, en la casa de mis abuelos había un respeto mutuo increíble.
Esto no quiere decir, en absoluto, que no debe haber tensión y crispación y división: la crispación parlamentaria y la división por motivos ideológicos es propio de una sociedad democrática.
Señores: yo no soy liberal porque quiero “unir” a los españoles – soy liberal porque tengo un mensaje político muy claro y concreto, y un plan de austeridad que de llevarlo a cabo, sin dudas podría dividir el país en dos. Yo siempre he dicho “los nuestros” cuando me refiero a la derecha mi mensaje político es, efectivamente, “para los nuestros” y el sitio para discutir y discutir es precisamente el PARLAMENTO avalado por las urnas. A mí mucha gente me dice que mi ideario dividiría muchísimo a España aunque se equivocan un poco: los que más dividen a España son los que no aceptan el método democrático ni quieren discutir sobre las ideas. Pero hoy mi mensaje tiene más que ver con “qué es ser de derechas” más que con dividir o no.
Hasta bien entrada la década de los 80, trabajar en National Review no era para cualquiera. Te fijaban una mirada y te hacían una pregunta que sería más parecida a una pregunta “religiosa” que política: ¿cómo fue que te hiciste de derechas?
Los cristianos evangélicos a veces preguntan algo parecido: “¿cuándo aceptaste a Cristo?” Muchos liberales llegaron al liberalismo gracias a su fe cristiana protestante (aunque no todos, ojo). En mi caso, fue más bien por una mezcla entre mis convicciones bíblicas de origen reformado y la inspiración que me daba ver lo que era la “derecha” anglosajona en mi niñez.
El liberalismo o conservadurismo no era sólo un plan político, o un conjunto de quejas partidistas o un equipo de fútbol buscando marcar goles y ganar en el campo electoral. Por encima de todo, era una crítica bastante sofisticada contra la cultura moderna materialista, que aportaba ideas y señalaba una salida de esa crisis de valores.
Hay muchas definiciones de lo que es el liberalismo-conservador, pero nada mejor que la que nos dio el filósofo Richard Weaver en un libro que, más que ningún otro, dio luz al movimiento liberal-conservador clásico moderno. Publicado en 1948, el libro se titula “Las ideas tienen consecuencias”.
Weaver comparó su función a la de un médico diagnosticando una enfermedad. No basta querer tratar los síntomas – en este caso, de nuestra cultura desmoralizada, y desanimada. Usted debe entender el génesis de la enfermedad.
Weaver describe el curso de la revolución en el pensamiento que condujo a un debate filosófico aparentemente casi inexistente la Edad Media hacia la teoría de Darwin y hasta llegar a las teorías deterministas de clase basada en la economía y en adelante al relativismo progresista contemporáneo.
En el proceso de desintegración había una idea antigua, compartida sobre lo que es o era el mundo y nuestro lugar en él. Una vez, la cultura occidental tenía un “sueño metafísico”, que vemos ilustrado en la frase de los Salmos, acerca de que los hombres somos “algo menos que los ángeles.” Ahora los seres humanos fueron reducidos a ser sencillamente unas bestias.
Weaver señaló: “Si consideramos que la creación divina no expresa un fin, es imposible encontrar una autorización para darle un sentido a nuestras vidas.” Lo más probable es que una vida sin sentido real sea ansiosa, inquieta, más dada a la amargura y a la desconfianza. El objetivo del conservadurismo anglosajón (liberalismo clásico en España) era la restauración de un sueño metafísico que da un sentido y propósito a nuestra existencia.
La idea de propósito y sentido de misión en el cosmos era fundamental para la visión conservadora. Otro icono de la derecha, Whittaker Chambers, en su libro de memorias escrito en 1952, “Testigo”, nos hablaba del momento en el que despertó de su comunismo anterior: Fue al mirar de cerca un día la oreja de su hija joven. Tomando nota de su diseño perfecto, cambió de postulados teóricos. Nunca podría volver a suscribirse al sueño plenamente materialista de la vida.
Cuando yo decidí autodenominarme liberal democrático y clásico, algo así es lo que tenía en mente: una visión profunda y transcendente de la importancia que tiene la vida cívica y pública y la esperanza que también nos da la vida privada en libertad. Mi objetivo no era solamente derrotar a la izquierda o humillar a los teóricos marxistas. Fue, y sigue siendo, junto con los que me entienden, preservar nuestra civilización y sus instituciones más preciadas: la democracia representativa, la división de poderes, la libertad confesional, la libertad económica bajo la ley, un sentido sano (pero no fanático) de patriotismo, y educación, formación perpetua y la búsqueda de la verdad.
http://liberalismodemocratico.wordpress.com/
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