No se puede seguir jugando con los destinos de la nación. Los tuyos y los míos. Por encima de ellos, no hay otros superiores. El Estado se debe a los individuos no los individuos al Estado. Este fue concebido por las sociedades civilizadas como un instrumento sistémico para vivir, progresar y desarrollarse en paz y en armonía.
Para garantizar el equilibrio y la transparencia de reglas de convivencia social, donde todos los ciudadanos han de ser tratados igual ante la ley. Para administrar esas responsabilidades, es la razón por la cual las sociedades demócratas eligen cada cierto tiempo gobiernos locales, regionales y nacionales. No hay otra misión distinta. Ir contra ella es saltar principios y derechos humanos universales.
Los venezolanos se encuentran hoy en día confundidos y conceptualmente desnaturalizados, bajo una incesante presión ideológica para aceptar una forma de vida política desigual, excluyente y desmoralizadora. Pareciera responder a una estrategia planificada con la mala intención de golpear los más íntimos sentimientos y principios familiares, morales y éticos de los venezolanos con la finalidad de bajar la autoestima individual y colectiva y, así, facilitar la implantación de un sistema de sujeción bajo dos signos, el económico y el ideológico. Con el primero se conduce a la pérdida de la identidad e independencia política y cultural. Y con el segundo, el ideológico, se invade todas las estructuras de poder, para ponerlas bajo las égidas del poder central totalitario haciendo perder, junto con la independencia política, la libertad económica.
Hagamos, entonces, compatriotas, un alto en el camino de esa confusión para revisar apoyos condicionales o incondicionales otorgados al gobierno de manera interesada o desinteresada. La elevación de la autoestima hasta un nivel que nos permita como nación apreciar de una manera más objetiva, seria y franca la realidad que nos envuelve e impide avanzar como sociedad, una necesidad imprescindible e impostergable. Llegó la hora para detectar e identificar trabas y problemas pero lo más importante oportunidades para una toma de decisiones acertada, correcta y oportuna en beneficio de un proyecto país más próspero, unido, libre y seguro.
Para ello, y a título de ejercicio, se recomienda valorar y cotejar conceptos, acciones y conductas presentes en la actual relación gobernantes-gobernados.
Que nos conviene ¿Una economía productiva o una economía improductiva?
¿Una economía capitalista mixta (con participación del sector público y el sector privado con sentido y alcance social) o una economía capitalista de Estado?
¿Una economía exportadora o una economía importadora o de puertos?
¿Un Estado concentrado fundamentalmente en la solución y satisfacción de las necesidades de educación, salud y seguridad natural y jurídica de la gente o un Estado propietario de medios de producción?
¿Un Estado descentralizado en sus funciones y competencia o un Estado centralizado, omnipotente dueño y supervisor de todo?
¿Un Estado promotor de inversiones para acometer proyectos nacionales estratégicos de desarrollo nacional o un Estado desmotivador y ahuyentador de inversiones por temor a la libertad y a la competencia?
¿Un Estado con poderes públicos sólidos, libres, autónomos e independientes o un Estado con poderes públicos sometidos, intervenidos y sumisos al gobierno central, al poder ejecutivo?
¿Un Estado preservado y garantizado por una Fuerza Armada autónoma e independiente o un Estado con una Fuerza Armada intervenida, politizada y desequilibrada en su estructura y competencia operacional?
¿Un Estado funcional garante del sistema de libertades y de la justicia o un Estado disfuncional parcializado que no garantiza la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley?
¿Un Estado con un sistema de partidos y pensamiento plural o un Estado con un partido y pensamiento único?...
¿Qué nos interesa? ¿Moral y luces o inmoralidad y mediocridad? ¿Eficiencia o corrupción? ¿Perjurio o mentira? ¿Paz o violencia? ¿República o monarquía? ¿Lealtad inteligente o lealtad incondicional? ¿Progreso o atraso social? ¿Prosperidad o miseria?
Llegó la hora de los venezolanos demócratas pronunciándose civilizadamente en las próximas elecciones del 26 de septiembre, evento propicio para restaurar el estado de derecho a fin de cumplir y hacer cumplir la constitución del 99; por ende, el restablecimiento pleno de los derechos democráticos y del sistema de libertades. Ya basta de que el régimen siga evadiendo e ignorando las responsabilidades de nuestra Carta Magna y continúe echando la culpa a otros por su notorio desorden administrativo, por la galopante corrupción, por el alto endeudamiento interno y externo, por la baja productividad, por el fracaso de la economía de puertos, por la inseguridad natural y jurídica.
Esta emboscada sin escrúpulos para sacarnos del progreso y desarrollo nacional, bajo la promesa de un futuro edén similar a la que hizo Fidel Castro a los cubanos cuando llegó al poder, hay que abortarla participando masivamente el 26S con votos suficientes para imponer una asamblea plural y de mayoría democrática. Esta oportunidad no se debe desperdiciar, tal vez no exista otra mejor en el corto plazo.
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