El uso de la totuma como mecanismo para reducir el consumo de agua en el país tiene otras lecturas más allá del cuestionamiento a la conveniencia que abriga como propuesta. De entrada, se ve difícil proveer con una totuma a las seis millones de familias venezolanas. Primero, porque habiendo desaparecido hace apenas unos años el banco de germoplasma de la familia Bignoniaceae que existía en Maracay, no parece factible que en unos meses se pueda elevar el cultivo del fruto del árbol Crescentia cujete, también conocido como güira, jícaro o tapara, de un nivel de monte a uno semi-industrial. En segundo lugar, porque el déficit en la producción nacional no podría ser subsanado mediante la bolivariana treta de pedirle a Cuba que sirva de puente para que importe todo lo que aquí se necesita. Y es que la naturaleza dispuso que la mata de tapara creciera principalmente en esta tierra de gracia y, por ende, no figura como rubro agrícola dentro de los predios del Alba, Mercosur, Irán o Bielorusia.
No es la primera vez que para mitigar algún serio problema que nos agobia como nación, el Presidente nos imponga condiciones de vida más que cuestionables, obligándonos a adoptar recetas obsoletas, plagadas de un pasado atiborrado de ineficiencia. Basta recordar que no hace mucho y en cadena nacional, el Presidente ordenó a una maestra que tomara sus libros y a lomo de burro se pusiera a recorrer el país para dar clases en cualquier morichal. Aunque así solía hacerse después de la muerte del Benemérito, ello fue superado durante la segunda mitad del siglo pasado cuando la educación venezolana vivió su momento de mayor gloria.
La totuma como símil ejemplifica la adopción como política pública de una ristra de soluciones de muy baja tecnología como medio para mitigar complejísimos problemas de orden nacional. Adentrados en lo que bien podría ser descrito como sujetos de la Misión Totuma, ya estarían los sectores salud y educación. Ellos han servido como campo de ensayo a las ocurrencias del líder del proceso, habiéndoseles aplicando una serie de recetas que han terminado por cambiar hospitales por módulos y ciudades universitarias por aldeas.
La novedad estaría en llevar la Misión Totuma y sus soluciones mágicas y endógenas a otros sectores del quehacer nacional. Por ejemplo, en telecomunicaciones en vez de celulares el paradigma entaparado sería recurrir a las señales de humo o volver a los tambores de la selva. En el sector defensa, nuestros militares podrían adoptar la venerable china como arma de reglamento de las milicias, reservando el más mortífero arco y flecha para los cuerpos élites de la bolivariana Fuerza Armada Nacional.
En la conducción del Estado el Presidente, como arquetipo y buen pater familias, está obligado a transitar al frente de su pueblo el camino que tiene a bien señalar. Por ello se esperaría el cambio de los carros blindados de su caravana por el más económico y popular carrito de Lola o el de San Fernando. Así mismo, en sus viajes al exterior en vez de tener que recurrir a los airbuses de Fidel, el Presidente podría darle algún uso a los globos aerostáticos comprados por el antiguo alcalde mayor. Finalmente, podría cambiar su anillo de seguridad facturado en dólares por el G2 cubano, por un collar de cuentas por pagar al pueblo de Venezuela sin aviso y sin protesto.
JAIME REQUENA
conciencia.talcual@gmail.com
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ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, MOVIMIENTO REPUBLICANO MR, REPUBLICANO, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO,POLÍTICA, INTERNACIONAL,
No es la primera vez que para mitigar algún serio problema que nos agobia como nación, el Presidente nos imponga condiciones de vida más que cuestionables, obligándonos a adoptar recetas obsoletas, plagadas de un pasado atiborrado de ineficiencia. Basta recordar que no hace mucho y en cadena nacional, el Presidente ordenó a una maestra que tomara sus libros y a lomo de burro se pusiera a recorrer el país para dar clases en cualquier morichal. Aunque así solía hacerse después de la muerte del Benemérito, ello fue superado durante la segunda mitad del siglo pasado cuando la educación venezolana vivió su momento de mayor gloria.
La totuma como símil ejemplifica la adopción como política pública de una ristra de soluciones de muy baja tecnología como medio para mitigar complejísimos problemas de orden nacional. Adentrados en lo que bien podría ser descrito como sujetos de la Misión Totuma, ya estarían los sectores salud y educación. Ellos han servido como campo de ensayo a las ocurrencias del líder del proceso, habiéndoseles aplicando una serie de recetas que han terminado por cambiar hospitales por módulos y ciudades universitarias por aldeas.
La novedad estaría en llevar la Misión Totuma y sus soluciones mágicas y endógenas a otros sectores del quehacer nacional. Por ejemplo, en telecomunicaciones en vez de celulares el paradigma entaparado sería recurrir a las señales de humo o volver a los tambores de la selva. En el sector defensa, nuestros militares podrían adoptar la venerable china como arma de reglamento de las milicias, reservando el más mortífero arco y flecha para los cuerpos élites de la bolivariana Fuerza Armada Nacional.
En la conducción del Estado el Presidente, como arquetipo y buen pater familias, está obligado a transitar al frente de su pueblo el camino que tiene a bien señalar. Por ello se esperaría el cambio de los carros blindados de su caravana por el más económico y popular carrito de Lola o el de San Fernando. Así mismo, en sus viajes al exterior en vez de tener que recurrir a los airbuses de Fidel, el Presidente podría darle algún uso a los globos aerostáticos comprados por el antiguo alcalde mayor. Finalmente, podría cambiar su anillo de seguridad facturado en dólares por el G2 cubano, por un collar de cuentas por pagar al pueblo de Venezuela sin aviso y sin protesto.
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