Sólo un acuerdo de todos los factores democráticos (Partidos Políticos y disidentes) puede cambiar el curso del avance comunista-militarista. La tragedia de Venezuela es aterradora, tenemos problemas de toda índole: endeudamiento, inflación de 638 % acumulada, una atrofia del aparato productivo, los peores servicios públicos del mundo occidental y de algunos países africanos, la pobreza creciendo en zonas donde no la había y la delincuencia matando y secuestrando a diario. ¿Cómo es posible estos resultados nefastos? Hasta hace una década producíamos el 80 % de lo que consumíamos en alimentos y un 70 % en otros rubros como calzado, ropa, lencería, textiles, etc. Había buenos parques industriales y un número aceptable de agroindustrias que estaban exportando; si bien es cierto que la “Polar” era (y es) una especia de grupo bandera o primer productor y generador de muchos empleos, inversiones e ingresos al fisco, también habían otras industrias en el mismo ramo, compitiendo sanamente y se desarrollaban, generando riqueza, trabajo, divisas y valor agregado para el país. La sociedad civil (pueblo e instituciones) había logrado -de hecho- un pacto social equilibrado, que posibilitaba negociación colectiva, gremialismo, alternabilidad democrática, pluralismo, opinión libre, separación de poderes, descentralización y una libertad emprendedora estimulante. Lo cual servía de freno y contrapesos primario a la corrupción e injusticias; en varios institutos y empresas del Estado se tenía un sistema meritrocrático aceptable y en la administración pública habíamos puesto a funcionar una Ley de Carrera Administrativa impulsora y modeladora de valores y principios de comportamiento y proceder muy aceptable; todo apuntaba a ser perfectible y factible de mejorarse con hombres y mujeres que asumieran y actuaran con más apego a valores y principios de comprometidos basados en la moral cristiana y la ética humanista.
¿Qué nos pasó? De la noche a la mañana nos pusimos codiciosos y a inventar, se exacerbaron los intereses de grupos, los partidos políticos abandonaron la formación de sus cuadros y se dedicaron a propiciar el clientelismo, el consumismo, la sumisión y la mediocridad. Ello trajo y dispararon las corruptelas y los barraganatos, apartando a muchos ciudadanos y a las instituciones fundamentales de su misión constitucional, con ello se abandonó o hubo desviación de las finalidades éticas esenciales. La confusión era evidente en todos los sentidos y muy especialmente en lo ideológico y doctrinario: gente que tenía apego por conceptos, teorías, tesis y modelos de gobiernos progresistas, cristianos y evolutivos, sucumbieron y enterraron la ortodoxia de los preceptos morales, para anteponer los intereses ideológicos pragmáticos y corruptores, por encima de los intereses nacionales y morales, lo cual es una traición a la patria ¿Por qué? La patria es de todos y en ella se admiten –las ideologías- con concepciones y fuentes variadas o plurales; por lo tanto no nos pueden someter o imponer una visión hegemónica y totalitaria. Sólo la Constitución y las leyes aprobadas, con la participación de minorías y distintas visiones democráticas y sociales, nos dan derechos, nos comprometen y norman a todos por igual. Lograda esta igualdad de condiciones, garantías, derechos, responsabilidades y oportunidades para el bien común y el bienestar de ciudadanos, le toca -por lo tanto- al gobernante demócrata, respetar a la disidencia, a los opositores y aceptar las críticas “por amargas que sean”, como elementos naturales de contrapesos democráticos, además de los poderes autónomos, que prevén las constituciones democráticas.
Sólo los dictadores o emperadores le impone su capricho a sectores o conglomerados de conciudadanos que los adversan; eso de pretender sumisión a intereses ideológicos específicos, por encima de la Constitución y de los derechos civiles y políticos, que ésta consagra, es traicionar los principios y valores que la sustentan, y eso es sin lugar a dudas “pérdida de legitimidad y traición a la patria”.
Sólo los dictadores o emperadores le impone su capricho a sectores o conglomerados de conciudadanos que los adversan
¿Qué nos pasó? De la noche a la mañana nos pusimos codiciosos y a inventar, se exacerbaron los intereses de grupos, los partidos políticos abandonaron la formación de sus cuadros y se dedicaron a propiciar el clientelismo, el consumismo, la sumisión y la mediocridad. Ello trajo y dispararon las corruptelas y los barraganatos, apartando a muchos ciudadanos y a las instituciones fundamentales de su misión constitucional, con ello se abandonó o hubo desviación de las finalidades éticas esenciales. La confusión era evidente en todos los sentidos y muy especialmente en lo ideológico y doctrinario: gente que tenía apego por conceptos, teorías, tesis y modelos de gobiernos progresistas, cristianos y evolutivos, sucumbieron y enterraron la ortodoxia de los preceptos morales, para anteponer los intereses ideológicos pragmáticos y corruptores, por encima de los intereses nacionales y morales, lo cual es una traición a la patria ¿Por qué? La patria es de todos y en ella se admiten –las ideologías- con concepciones y fuentes variadas o plurales; por lo tanto no nos pueden someter o imponer una visión hegemónica y totalitaria. Sólo la Constitución y las leyes aprobadas, con la participación de minorías y distintas visiones democráticas y sociales, nos dan derechos, nos comprometen y norman a todos por igual. Lograda esta igualdad de condiciones, garantías, derechos, responsabilidades y oportunidades para el bien común y el bienestar de ciudadanos, le toca -por lo tanto- al gobernante demócrata, respetar a la disidencia, a los opositores y aceptar las críticas “por amargas que sean”, como elementos naturales de contrapesos democráticos, además de los poderes autónomos, que prevén las constituciones democráticas.
Sólo los dictadores o emperadores le impone su capricho a sectores o conglomerados de conciudadanos que los adversan; eso de pretender sumisión a intereses ideológicos específicos, por encima de la Constitución y de los derechos civiles y políticos, que ésta consagra, es traicionar los principios y valores que la sustentan, y eso es sin lugar a dudas “pérdida de legitimidad y traición a la patria”.
Sólo los dictadores o emperadores le impone su capricho a sectores o conglomerados de conciudadanos que los adversan
Para vencer esta desgracia política, económica y social, que nos impone el socialismo del siglo XXI, a través del mal gobierno de Chávez, se requiere de que la gente pierda el miedo, le renazca la esperanza y la voluntad de resistencia y lucha democrática en todos los terrenos, y creemos que la mejor fórmula es repitiendo el acuerdo patriótico de 1958 “El Pacto de Punto Fijo” y para que el PACTO DE PUNTOFIJO II (vamos a llamarlo por ahora así) tenga pegada, valor y adhesión de todos los venezolanos, es necesario arribar a él, sin arrogancias, codicia, mezquindades, falta de solidaridad, intereses personalistas y manipulaciones inmorales.
El mismo tiene que ser un acuerdo político y social, basado en un evolutivo proyecto unitario, con tres pilares fundamentales: acuerdo político a 20 años, donde se alterne el gobierno, sin reelecciones y se refunde la república; acuerdo de país, para desterrar la pobreza e injusticia, impulsando una sociedad fructificadora de propietarios, con cogobiernos sociales descentralizados y federales; acuerdo electoral, con alianza perfecta, en la que tengan cabida los mejores hombres y mujeres del presente, sin distingo de partidos, amiguismos, poder económico y pactos secretos, que destrozan la confianza, la equidad, el pluralismo y a las minorías sin recursos. Este pacto unitario reoxigenaría a la “mesa unitaria” y a la disidencia democrática, ello haría compatible todos los intereses nacionales para defendernos del comunismo y nos daría la vitalidad y coherencia para liberarnos del marasmo destructor en que nos encontramos hoy.
Juan de Dios Rivas Velásquez
rvjuandedios@gmail.com
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