* RAMÓN BARREIRO ESCRIBIÓ PARA LA FUNDACIÓN LIBERTAD: LA CALIDAD DEMOCRÁTICA.
15/09/2008
Fundación Libertad de Panamá
La democracia, más que un sistema político, es un método de toma de decisiones. A pesar de esta sencilla observación de sentido común, entendemos por democracia algo más. Leemos el término con mayúscula, Democracia, como sistema político; en verdad un estilo de vida político. Fuera de este elogio al sentimiento democrático, se impone matizar qué características mínimas debe poseer un sistema político para ser considerado como democrático. Sobre esto se ha escrito mucho, desde distintas ópticas y con diversos grados de precisión, llegando incluso algunas voces a intercambiar Democracia por otros términos como poliarquía o sistema político abierto.
Un sistema político puede incluir procesos democráticos sin llegar a ser efectivamente una Democracia; por ejemplo, se pueden celebrar elecciones periódicas –un proceso democrático–, sin que el sistema político sea en verdad una Democracia. La manipulación de la opinión pública, de forma que se presente como democrático un régimen político que usa de bandera algún proceso aislado de naturaleza democrática, es muy frecuente en la historia reciente de Latinoamérica y de nuestro país. Incluso, regímenes autoritarios pretenden presentarse como sistemas democráticos, incorporando algún adjetivo a la palabra democracia, y apelando así a una democracia diferente, o incluso más pura; basta pensar en el régimen cubano que se llama a sí mismo Democracia Popular.
La Democracia, para que sea en verdad un sistema político, debe atravesar transversalmente como procedimiento toda la política de un país. Aquí debemos entender por política, no sólo la contienda entre facciones políticas opositoras, sino el mismo orden social y económico de un país. Como comportamiento político, la democracia maximiza la capacidad de cada persona para escoger. Por ello no es democrático un sistema en el que, si bien se permite a las personas escoger a sus líderes, se espera que los líderes políticos asuman la mayor parte de las decisiones que afectan las vidas de dichas personas.
Hablemos de algunas características específicas de una Democracia. Se necesitan líderes, y hay que escogerlos, pero también deben someterse a la posibilidad real de ser reemplazados. La competencia entre líderes debe ser completamente abierta; no podemos tolerar cárteles de organizaciones políticas que perpetúan la misma oferta electoral, y por ello, los umbrales para inscribir organizaciones políticas deben ser bajos, y se deben permitir, con posibilidades razonables de inscripción, la participación de candidatos independientes.
La Asamblea de diputados debe respetarse como el centro de discusión de las políticas públicas nacionales. La discusión de nuevas políticas públicas en una arena pública como la Asamblea es una garantía de transparencia, simplemente por el hecho de encontrarse completamente expuesta a la crítica constante de la opinión pública. No se pueden delegar en otros órganos del Estado las facultades legislativas de la Asamblea.
La libertad de expresión es un valor esencial de la Democracia. Debemos presumir que toda la información es valiosa para un proceso de toma de decisiones democrático, porque sin opiniones discordantes no hay debate posible, y sin debate no hay ejercicio de escoger. El Mercado, libre y competitivo es también una institución democrática fundamental, porque es el único espacio público en el que la decisión de cada persona tiene un peso determinante en la calidad de los servicios que se brindan.
Al final, hemos de recordar un principio administrativo olvidado, la subsidiariedad en los servicios públicos. Verdadera guía de la descentralización política, la subsidiariedad garantiza la proximidad de cada ciudadano al funcionario responsable de un servicio público, en el entendimiento de que esa cercanía garantiza una mayor responsabilidad y transparencia en el manejo de los recursos y espacios públicos; básicamente se trata de que lo que pueda hacer una autoridad local –educación elemental, servicios de desagües, mantenimiento de vías públicas, por mencionar ejemplos– no debe ser de la competencia de una autoridad política nacional.
Es nuestro deseo, que en este día internacional de la Democracia, se reflexione sobre la verdadera naturaleza del ser democrático para que éste sea algo más que la aceptación de un juego electoral.
15/09/2008
Fundación Libertad de Panamá
La democracia, más que un sistema político, es un método de toma de decisiones. A pesar de esta sencilla observación de sentido común, entendemos por democracia algo más. Leemos el término con mayúscula, Democracia, como sistema político; en verdad un estilo de vida político. Fuera de este elogio al sentimiento democrático, se impone matizar qué características mínimas debe poseer un sistema político para ser considerado como democrático. Sobre esto se ha escrito mucho, desde distintas ópticas y con diversos grados de precisión, llegando incluso algunas voces a intercambiar Democracia por otros términos como poliarquía o sistema político abierto.
Un sistema político puede incluir procesos democráticos sin llegar a ser efectivamente una Democracia; por ejemplo, se pueden celebrar elecciones periódicas –un proceso democrático–, sin que el sistema político sea en verdad una Democracia. La manipulación de la opinión pública, de forma que se presente como democrático un régimen político que usa de bandera algún proceso aislado de naturaleza democrática, es muy frecuente en la historia reciente de Latinoamérica y de nuestro país. Incluso, regímenes autoritarios pretenden presentarse como sistemas democráticos, incorporando algún adjetivo a la palabra democracia, y apelando así a una democracia diferente, o incluso más pura; basta pensar en el régimen cubano que se llama a sí mismo Democracia Popular.
La Democracia, para que sea en verdad un sistema político, debe atravesar transversalmente como procedimiento toda la política de un país. Aquí debemos entender por política, no sólo la contienda entre facciones políticas opositoras, sino el mismo orden social y económico de un país. Como comportamiento político, la democracia maximiza la capacidad de cada persona para escoger. Por ello no es democrático un sistema en el que, si bien se permite a las personas escoger a sus líderes, se espera que los líderes políticos asuman la mayor parte de las decisiones que afectan las vidas de dichas personas.
Hablemos de algunas características específicas de una Democracia. Se necesitan líderes, y hay que escogerlos, pero también deben someterse a la posibilidad real de ser reemplazados. La competencia entre líderes debe ser completamente abierta; no podemos tolerar cárteles de organizaciones políticas que perpetúan la misma oferta electoral, y por ello, los umbrales para inscribir organizaciones políticas deben ser bajos, y se deben permitir, con posibilidades razonables de inscripción, la participación de candidatos independientes.
La Asamblea de diputados debe respetarse como el centro de discusión de las políticas públicas nacionales. La discusión de nuevas políticas públicas en una arena pública como la Asamblea es una garantía de transparencia, simplemente por el hecho de encontrarse completamente expuesta a la crítica constante de la opinión pública. No se pueden delegar en otros órganos del Estado las facultades legislativas de la Asamblea.
La libertad de expresión es un valor esencial de la Democracia. Debemos presumir que toda la información es valiosa para un proceso de toma de decisiones democrático, porque sin opiniones discordantes no hay debate posible, y sin debate no hay ejercicio de escoger. El Mercado, libre y competitivo es también una institución democrática fundamental, porque es el único espacio público en el que la decisión de cada persona tiene un peso determinante en la calidad de los servicios que se brindan.
Al final, hemos de recordar un principio administrativo olvidado, la subsidiariedad en los servicios públicos. Verdadera guía de la descentralización política, la subsidiariedad garantiza la proximidad de cada ciudadano al funcionario responsable de un servicio público, en el entendimiento de que esa cercanía garantiza una mayor responsabilidad y transparencia en el manejo de los recursos y espacios públicos; básicamente se trata de que lo que pueda hacer una autoridad local –educación elemental, servicios de desagües, mantenimiento de vías públicas, por mencionar ejemplos– no debe ser de la competencia de una autoridad política nacional.
Es nuestro deseo, que en este día internacional de la Democracia, se reflexione sobre la verdadera naturaleza del ser democrático para que éste sea algo más que la aceptación de un juego electoral.
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