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domingo, 27 de septiembre de 2015

JESÚS ANTONIO PETIT DA COSTA, EL ERROR ESTRATÉGICO DEL VATICANO EN LOS COMIENZOS DEL COMUNISMO EN AMÉRICA

Para 1998 todos los países cristianos de Europa se habían liberado del comunismo. Fue una gran victoria del Vaticano, que demostró el acierto estratégico de elegir un Papa polaco, el primero de la historia (Juan Pablo II), quien había vivido bajo el comunismo y, en consecuencia, lo conocía perfectamente, así como la idiosincrasia de los eslavos de la Europa Central y Oriental como él. Liberada Europa del comunismo, quedaba un solo país cristiano con gobierno comunista. Era Cuba en América.

En 1998 Cuba se hundía en el colapso total, perdido su sostén que fue la Unión Soviética. Se esperaba la implosión del sistema político-económico como sucedió con el imperio soviético. Y que surgiera un Gorbachov que iniciara la apertura, ya que no había una oposición con la fortaleza que tuvo el Sindicato Solidaridad en Polonia comunista. De allí  la exhortación de Juan Pablo II a la apertura o transición político-económica: “Que Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba”.
Lo que se esperaba no ocurrió especialmente por dos motivos:
I) Un agente cubano asumió la presidencia de Venezuela y puso la renta petrolera al servicio de Cuba, no sólo para evitar su implosión, como en efecto la impidió, sino para financiar la expansión del comunismo en América.
II) El comunismo mutó en América. El laboratorio para la mutación fue Venezuela. Consistió en el cambio del modelo soviético por otro autóctono, simulador de democracia, cuyo ensayo estuvo a cargo del agente cubano infiltrado en la FAN que había llegado a la presidencia, quien lo ejecutó así: 1) Llegar al poder por elecciones; 2) Demoler las instituciones democráticas con una Constituyente (forma sofisticada del golpe de Estado); 3) Simular que sigue habiendo democracia, valiéndose de una oposición de comparsa, adaptación tropical del colaboracionismo francés en la II Guerra Mundial; 4) Convertir a la FAN, desde adentro, en Ejército Rojo; 5) Ceder espontáneamente la soberanía a Cuba, transformándose el gobierno en títere; y, 6) Bajo la dirección de Cuba (el Moscú de América, a la cabeza del nuevo Komintern o Foro de Sao Paulo-Internacional Comunista de América), ir implantando progresivamente el comunismo como doctrina de Estado y como sistema económico en cada uno de los países cristianos de América, comenzando por Venezuela.
El Vaticano fue confundido por esta mutación. Juan Pablo II evaluaba los sistemas político-económicos por su experiencia europea en el modelo soviético. Y lo que sucedía en América no le parecía comunismo, porque no encajaba en lo que había vivido. Por eso no atendió las advertencias que le hicieron dos cardenales venezolanos: Castillo Lara y Velasco. No entendió nunca que el comunismo había mutado en América. A este error de apreciación suyo, junto con el cometido por Estados Unidos, se debe que el comunismo se haya expandido en América sin contrapeso internacional cuando había sido derrotado en Europa. En cambio, Castillo Lara y Velasco sí estuvieron claros desde el principio. Eran venezolanos y por su mentalidad latinoamericana vieron la trampa comunista. Angustiados por la experiencia europea, donde el imperio soviético duró muchos años (73 desde la toma del poder en Rusia y 45 desde el fin de la Segunda Guerra Mundial), consideraron que al comunismo había combatirlo en su inicio antes de que se expandiera. Eso explica sus sermones y sobre todo sus actitudes, incluyendo su apoyo a la rebelión popular de 2002. Para desgracia de Venezuela y del Vaticano ambos murieron muy temprano. Han hecho mucha falta. Y más aún ahora cuando el Vaticano ha rectificado su política en América.
Jesus A. Petitt Da Costa
petitdacosta@gmail.com
@petitdacosta

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domingo, 12 de abril de 2015

ALBERTO JIMÉNEZ URE, CONCILIÁBULOS DE EXTERMINADORES DE LAS DEMOCRACIAS EN LAS AMÉRICAS

«Nadie dirá que fui convidado a la Suprema Congregación de Estados Americanos para inferir estupideces: por ello advierto que no soy un paria sino la patria amenazada por jerarcas de una codiciosa potencia mundial, aun cuando ellos finjan no hacerlo pagándome el combustible de mi país con su prócer impreso imperial para que yo disfrute de aduladores y lujos»

Llamo «diplomafia» (de la raíz indoeuropea «plex» e italiano «mia cosa» o «di tutti capi nostro») al perverso y tangible recurso de negociadores del Funcionariado del Crimen Político Latinoamericano, mujeres y hombres que propician el exterminio conceptual de la Doctrina Democrática. La integran representantes jurídicos de estados que interactúan con prácticas que para ellos dejaron de ser delictivas: la «extorsión», el «encubrimiento», «conspiración para cometer», «enriquecimiento súbito e inexplicable» y «aprovechamiento de dineros provenientes de la malversación de tesoros nacionales o privados».

La partida de nacimiento de la «diplomafia» fue certificada y apostillada cuando patriarcas de aborrecibles conductas -que durante décadas estuvieron rezagados en Las Américas- sin esfuerzos sedujeron a militares y civiles con prontuarios criminales («infaustamente sobreseídos») pero que fueron elegidos para administrar una de las mayores reservas de combustible fósil en el Mundo: y, con mercenarias o sicarios, tiranizar a los idiotas que les confirieron un inconcebible mandato.

No son concilios de personas santas sino conciliábulos de rufianes los convocados por esos patéticos personajes de Las Américas, hace tiempo con sus llagas abiertas. Emperatrices y faraones de ridícula propaganda a las y los cuales sólo motivan lucros o privilegios conforme a cualquier «capo di tutti capi de nación»: ese para el cual la «Omerta Fundacional» sustituye (bota miliciana mediante) a regímenes respetuosos de los principios fundamentales de la Democracia. Sus convites son para platicar estupideces, nunca para anunciar que dimitirán porque no han podido desarrollar a los territorios que gobiernan. Unos a otros, se calificarán ultra patriotas y corajudos frente a un invasor presunto. A la Patria Grande Latinoamericana no arrodillará ninguna potencia mundial, salvo Rusia y China.

A los capitalistas de roja procedencia nadie mirará con sorna: sus intenciones no son indecorosas. No conceden préstamos con propósitos de obtener ganancias, la «plus valía» y «desigualdad entre sus ciudadanos» fue socialistamente abolida. Los comunistas originarios ya no les hablan de esos bodrios académicos a los sudacas, sino de pertrechos bélicos que están dispuestos a venderles con sobreprecios para que fomenten la paz. Ningún Hombre Nuevo «fellare» de rodillas a imperialistas. Siempre lo está, pero en campo rojizo con un Fusil A-Caca 47 veces: cuchillo o pistola. Los exhibe cual rata lo haría, con orgullo de asesina.

Nunca se entendieron ni perdonaron naciones enemigas que se pelearon en una guerra mundial porque las consecuencias persisten, todas son todavía muy peligrosas y muestran sus fauces. Pero: están comercial e inevitablemente relacionadas por cuanto sobre promontorios de cadáveres se pueden hacer negocios. El exterminio de las democracias en Las Américas fortalecerá el siguiente axioma de la «diplomafia»: si alguien inventó el poder fue para disfrutarlo en cofradías, que no para ejercerlo al modo que lo haría el filántropo interruptus de las utopías.

Alberto Jimenez Ure
jimenezure@hotmail.com
@jurescritor

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martes, 30 de diciembre de 2014

PAULINA GAMUS, "RELATOS SALVAJES",

PAULINA GAMUS
EL ÉXITO DE UNA PELÍCULA QUE TIENE LA VIOLENCIA COMO HILO CONDUCTOR

Ha sido hasta ahora la película más taquillera en la historia del cine argentino. Aclamada en el Festival de Cannes es también candidata al Oscar como mejor película en lengua no inglesa. La revista Time la ha seleccionado como una de las diez mejores películas de 2014. ¿Por qué tanto éxito de una película que tiene la violencia como hilo conductor en sus distintas historias? Quizá porque logra tratar con humor, aunque sea negrísimo, la rabia y su consecuencia inmediata: la venganza, dos sentimientos que están presentes en todo ser humano y que depende de cada quien y de sus circunstancias saber manejar.

Relatos Salvajes ha llegado al público cinéfilo en un año signado por el horror y la impiedad. De algún lugar del infierno llegó un grupo de fanáticos llamado EI o IS, según se trate de español o inglés, que se solaza en filmar y difundir sus decapitaciones y asesinatos colectivos. Antes de eso y ya desde atrás, la guerra civil en Siria con sus más de 200.000 muertos e incontables desplazados, el fanatismo yihadista en Pakistán que causa la muerte de más de 100 niños de una escuela y los actos terroristas en Afganistán e Irak también con su secuela de civiles masacrados.

México fue y sigue siendo una noticia que avergüenza: 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, en Iguala, Estado de Guerrero, fueron asesinados por un acto de complicidad entre policías y bandas de narcotraficantes. Y no es el único crimen masivo que ocurre en ese país en circunstancias similares.

En Venezuela, en el mes de abril, 42 personas murieron asesinadas a balazos por militares y grupos paramilitares afectos al gobierno por manifestarse en contra del régimen de Nicolás Maduro. En noviembre más de 50 presos de la cárcel de Uribana en el estado Lara murieron envenenados muy probablemente por los guardianes del penal. La verdad nunca se sabrá, al menos mientras gobierne el chavomadurismo. Poco importa la vida de unos presos, por lo general pobres, en un país que en 2013 registró 25.000 asesinatos, en su mayoría impunes. Se estima que al cierre de 2014 se supere esta cifra macabra bajo el mismo signo de la impunidad. 

Tiene que haber mucho odio, mucho resentimiento social o la irracionalidad de todo fanatismo para que segar vidas sea algo banal y mecánico. Y ver morir algo rutinario, parte del paisaje. Es difícil sin ser psiquiatra o psicólogo, saber qué pasa por la mente de un delincuente o lo que hay en su historia personal, para asaltar a una mujer a todas luces pobre y arrebatarle la muñeca a su hijita de cuatro años. ¿Cómo drenar la rabia que producen esos hechos que se van acumulando sin que sus perpetradores sufran algún castigo? Allí radica la popularidad de Relatos Salvajes: cada uno de los personajes que ha sido atropellado, ofendido, abusado, engañado, tiene la posibilidad de cobrar la afrenta y hacerlo con creces. Es el placer de la revancha, ese manjar que según decía Walter Scott, es el más sabroso y se prepara en el infierno.

La película argentina ha tenido un enorme éxito en su país, pero no sé si equiparable al que aún tiene en Venezuela después de muchas semanas en cartelera. Ese dulce placer de la venganza ante la injusticia y la violencia impune que vivimos a diario lo disfrutamos por intermedio de cada uno de los vengadores de Relatos Salvajes. No podría asegurar que la película sea tan exitosa en países en los que la justicia funciona, en donde hay policías que cumplen con su deber de perseguir y apresar a los delincuentes y jueces independientes y honestos que se encargan de imponerles las penas que establece la ley. Es la diferencia abismal entre países con leyes para ser acatadas y países con leyes para ser violadas, especialmente por sus gobernantes.

Siempre me asombró, en mi trato con sobrevivientes del Holocausto, que en esas personas que habían sufrido las más atroces torturas y los más indescriptibles vejámenes, no hubiese un ápice de resentimiento y que en su mayoría hubiesen reconstruido sus vidas, formado familias y, en muchos casos, tuvieran un excelente sentido del humor y ejercercieran de manera activa la solidaridad. Pienso que su venganza, su revancha, fue la derrota del nazismo, su aplastamiento, su desaparición como régimen genocida y perverso. En ese caso, aunque por otras vías, también hubo justicia. Esa que cojea en muchos países de la América latina y que en Venezuela tiene brazos y piernas amputados.

Paulina Gamus
gamus.paulina@gmail.com
@Paugamus

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jueves, 28 de agosto de 2014

PAULINA GAMUS, CÓMO SER CUBA SIN SER CUBA

La revolución chavista, bolivariana y socialista del Siglo XXI ha llevado a que Venezuela inspire lástima

En diciembre de 1998, pocos días después del primer triunfo electoral de Hugo Chávez, viajé con mi familia a Miami. Los amigos cubanos con los que siempre nos reuníamos para cenar y divertirnos estaban extrañamente parcos y hasta sombríos. Por fin uno de ellos habló: “a ustedes les va a pasar con Chávez lo mismo que a nosotros con Fidel”. Mi reacción fue casi de rabia: eso jamás sucedería en Venezuela, teníamos una tradición democrática de cuarenta años. Por otra parte, era imposible que en esta época un presidente de Latinoamérica aplicara el paredón y las distintas formas de represión que provocaron el exilio cubano. Tampoco existía la URSS para ser tutora de un régimen comunista como el de Castro. Cuando volvimos a reunirnos, en enero de 2003, en Venezuela se daba una de las acciones más ridículas y de más alto costo para la continuidad democrática: el paro cívico-petrolero que comenzó en diciembre de 2002. La comunidad cubana de Miami organizó una marcha de solidaridad con la Venezuela democrática, la que se suponía estaba padeciendo hambre y un sinfín de dificultades por el fulano Paro. Esa noche las televisoras latinas reportaban noticias del suceso y sentí que se me caía la cara de vergüenza cuando apareció en pantalla un gentío aposentado en una de las principales arterias viales de Caracas, la autopista Francisco Fajardo, y unas jóvenes con llamativos atuendos deportivos practicando bailoterapia.

Cada vez que oigo decir -y ocurre con frecuencia- que la única manera de salir de Maduro y su pandilla es un paro nacional, recuerdo aquella ficción de diciembre 2002 a febrero 2003, cuando los residentes del este de Caracas y de otras zonas de clase media y alta, iban al oeste de la ciudad para proveerse de gasolina y alimentos. Era pues un semi paro o un paro a medias que dio lugar a un verdadero genocidio laboral: más de 20.000 gerentes, técnicos y empleados petroleros calificados, fueron arrojados de sus puestos de trabajo y de sus viviendas. Sin indemnización, sin la liquidación de sus ahorros y sin seguro médico. No sé si alguien habrá contabilizado los suicidios y la aparición de enfermedades cardíacas, de cáncer y de otras dolencias causadas por la desesperación. Quienes lograron sobreponerse a la catástrofe, hoy son expertos petroleros del mejor nivel en Canadá, Rusia, países del golfo pérsico, Noruega, México y Colombia entre otros. Esta última, unida a nosotros por la vecindad, la historia y la convivencia, ha sido la más beneficiada al acoger a los expulsados de Petróleos de Venezuela (Pdvsa). No hubo entonces un paredón de fusilamiento como en Cuba, pero el crimen cometido contra más de 20.000 familias venezolanas fue en muchos casos bastante cercano.

Chávez viajaba a Cuba cada vez con mayor frecuencia. Comenzaron a aparecer banderas cubanas que ondeaban en plan mellizal con las venezolanas. Los afiches con el rostro del dictador cubano y del Che Guevara se fueron haciendo decoración obligada en oficinas públicas y en grafitis. Apareció el socialismo del Siglo XXI y con él llegaron las expropiaciones y confiscación de fincas en plena producción y la nacionalización de empresas de servicios. El mismo Chávez se dedicó, con el grito "¡exprópiese!" a despojar de sus bienes a centenares de pequeños comerciantes. Ya había razones para creer que nos estábamos acercando al modelo cubano, pero aún podíamos recibir dólares viajeros -aunque cada vez fuesen menos- y era posible viajar a donde uno quisiera y por el tiempo deseado. Los alimentos y medicinas se adquirían sin problemas, los centros comerciales bullían de compradores reales y de vitrina. Además, a diferencia de lo que sucedía en Cuba, la oposición logró un triunfo electoral en diciembre de 2007, nada menos que derrotar a Chávez en su propósito de reformar la Constitución. Aquello fue, como se dice en criollo, alegría de tísico porque meses después Chávez implantó la reforma mediante un atajo inconstitucional.

Ya enfermo -mejor dicho- moribundo, el teniente coronel quiso asegurar la continuidad de su obra postulándose para su tercera reelección en octubre de 2012. Habría que esperar casi dos años para enterarnos por boca de su eterno ministro de Planificación, Jorge Giordani, que los miles de millones invertidos en esa campaña fueron uno de los empujones que faltaban para la ruina del país. El definitivo correspondió a Nicolás Maduro cuando en noviembre de 2013 ordenó el saqueo de las tiendas de electrodomésticos y luego el vaciamiento de los negocios de toda índole. Logró que su partido ganara la mayoría de las alcaldías en las elecciones de ese diciembre, pero Venezuela no volvería a ser la misma, era tierra arrasada.

Hoy la gente se pelea en las colas de los supermercados y bodegas por un kilo de leche en polvo. La Guardia Nacional debe usar gases lacrimógenos para disuadir a compradores furiosos dispuestos a saquear un megamercado. Twitter se ha convertido en el vehículo para buscar medicinas que han desaparecido. Uno de los cantautores más queridos de Venezuela no pudo contener el llanto en una entrevista televisiva en la cadena CNN, porque tiene cáncer y no consigue los medicamentos indicados. Se han contabilizado cerca de mil amputaciones de miembros fracturados por no haber recursos para las intervenciones quirúrgicas. En un avión de una línea aérea venezolana, las azafatas ofrecen vasos de cartón a los pasajeros para que orinen porque los baños están fuera de servicio. La gente sigue volando en esa y en otras desastrosas empresas nacionales porque las líneas aéreas internacionales han suspendido o reducido al máximo sus vuelos al país. El gobierno les debe más de 4.000 millones de dólares y no manifiesta interés en pagarles porque “quienes viajan son los ricos”. Es cierto, los muy ricos viajan en sus aviones privados y la nomenclatura en los oficiales, pero los no tan ricos y la clase media están presos en el país. Por el mismo camino de morosidad van las deudas con proveedores de alimentos, medicinas, repuestos para automóviles y toda clase de insumos. La respuesta del gobierno de Maduro ante este caos son amenazas y represión. Ese fue el ucase de Fidel Castro desde La Habana a donde Maduro acudió hace algunos días para recibir órdenes.

Me costó, pero al fin entendí lo que más me indignaba del vaticinio de los amigos cubanos exiliados en Miami: inspirar lástima. Es algo humillante, pero a eso nos ha conducido la revolución chavista, bolivariana y socialista del Siglo XXI, a la inopia del Siglo XIX.

Paulina Gamus
gamus.paulina@gmail.com
@Paugamus

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viernes, 8 de agosto de 2014

PEDRO CORZO, AMÉRICA. ENTRE LA INGOBERNABILIDAD Y LA REFUNDACIÓN

América es pródiga. Su naturaleza voluptuosa y de fertilidad proverbial  ha posibilitado la gestación  de un nuevo tipo de “Caudillo” que viste su autoridad con parodias de Asambleas Constituyentes que aunque reconocen la clásica  separación de poderes, procuran otros nuevos dominios legales que tienen supuestamente el objetivo de aumentar las garantías de  soberanía popular.

El Guía en la lucha por el poder y aun después de acceder al mismo, inicia una intensa campaña de desprestigio que inocula en la mayoría  ciudadana  sentimientos de fracasos, frustración y desencanto con el pasado, en particular hacia  las personas que hayan estado relacionadas con la gestión pública.

Simultáneamente procura promover a sus partidarios, desacreditar  a los adversarios y desestabilizar  las instituciones del estado y de la sociedad civil.

Los conductores de este modelo tienden a  poseer un magnetismo personal  de características excepcionales. Gustan bañarse de multitudes. Establecer un dialogo directo con sus partidarios.

Son capacez de generar pasiones contradictorias, pero en particular una de confianza, entrega y subordinación, que seduce a un número considerable de la población que se transforma en el escudo del núcleo   de militantes  necesarios para iniciar los cambios que conducen a lo que gustan calificar de Refundación de la Nación.

Para “Refundar” es imprescindible recurrir a la ingobernabilidad. Generar en la sociedad  todo tipo de inseguridades, incluyendo la pública.

Manifestaciones. Multitudes que no cesan con sus gritos de ungir a un salvador y atemorizar a los no conversos. Un núcleo duro capaz de cumplir  las amenazas. Internacionalizar los conflictos internos, favorecer lo autóctono,  auspiciar el nacionalismo, denostar de la globalización a la vez que se intenta influenciar y determinar la actuación de los países vecinos.

Destruir el pasado. Arrasar con la historia y los valores heredados de las anteriores generaciones es fundamental. Los que hayan dirigido el país son execrados. Los comicios en los que fueron elegidos calificados de fraudulentos, manipulados y corruptos. También les imputan robos, malversaciones y crímenes.

Los legisladores corren igual suerte. Una intensa campaña pone en duda la legitimidad de su elección. Les acusan de representar intereses mezquinos, de venderse a intereses económicos y una frase muy en boga: responder a intereses especiales.

El poder Judicial es cuestionado en su totalidad, sindicado de representar  facciones políticas nacionales y de actuar de acuerdo a compromisos.

Todo esto lleva a los Refundadores, muy ajustados a derecho, a demandar una constituyente de carácter primario que posibilite a partir de la nueva Carta Magna, la creación de un nuevo orden en el que la reestructuración del Estado permita ungir de plenos poderes al caudillo y a sus colaboradores más próximos.

Mientras se intenta destruir las instituciones del estado se ataca a la sociedad civil. Se promete una sociedad sustentada  en la virtud y el sacrificio, bajo la conducción y la capacidad de redención de el Salvador.

La prensa toma partido. Se atrinchera en una de las vertientes. La supuesta objetividad se va por la alcantarilla. La que favorece el discurso es bendecida,  la que le adversa está vendida a intereses económicos, nacionales o extranjeros. Los periodistas críticos son mercenarios.

Los  liderazgos de los gremios, colegios profesionales  y sindicatos  son atacados y culpado de corrupción y de haber manipulado a sus  partidarios. La iglesia sufre igual destino. Su jerarquía enfrenta acoso y acusaciones sin sustentación,  los feligreses  son vilipendiados y abusados por los fanáticos de la secta en el poder, porque también buscan “refundar” la Iglesia en lo que respecta al Mesías que deben adorar y seguir.

Los Partidos Políticos no representan ideas ni propuestas, solo intereses, por lo tanto deben desaparecer y constituirse  en una fuerza política inspirada en la  nueva realidad que es interpretada magistralmente por los nuevos líderes.

En consecuencia el político apesta en la nueva sociedad. Ser revolucionario, compañero, camarada, hasta llegar a la condición de militante, es la nueva realidad nacional.

Después de cumplir todas las estaciones que conducen al Mundo Feliz surge la propuesta de “Refundar la Nación”. Propuesta muy amplia porque abarca la política, lo social, económico y hasta religioso. Los que lo promueven pretenden  viajar a la raíz de la nación para en una especie de cirugía  cultural  amputar los miembros que consideren gangrenados para así estimular el crecimiento de células puras, en los aspectos éticos y físico. El hombre nuevo está a la vista.

Es la visión salvadora de Alguien que tiene solución para todos los problemas. Es fundamental cambiarlo todo. Crear un nuevo estado y ciudadanos que asuman las nuevas metas con ciega obediencia. Es una vuelta a las prácticas ancestrales de los  brujos de tribu que afirmaban que con el sacrificio de uno, que mas tarde serán otros,  se garantiza la vida entera de todos.

Pedro Corzo
pedroc1943@msn.com
@PedroCorzo43

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miércoles, 9 de julio de 2014

MARUJA TARRE DE LARA, VENEZUELA, ENFERMA GRAVE

No hay un hospital público en toda Venezuela que esté funcionando adecuadamente

En Venezuela todos experimentamos, de una forma u otra, la crisis sanitaria. Largas filas para tomar un ascensor (cuando sirven), horas esperando para ser atendida por un médico, remedios que no se consiguen, exámenes que hay que posponer porque los instrumentos estáan averiados. Esos “inconvenientes” son tan frecuentes en la época bolivariana, que uno se acostumbra a ellos.

Pero a veces, toca ver de cerca un caso complicado y entonces es inevitable darse cuenta de la gravedad de la crisis. Recientemente una persona cercana buscaba con urgencia un medicamento anticonvulsivo. Preocupada por la gravedad del caso, empecé a investigar en los diferentes sitios donde los enfermos venezolanos y sus familiares acuden desesperados en búsqueda de medicamentos que no se consiguen en el país porque no se fabrican más, no hay dólares para importarlos o cualquier extraña razón, de las que abundan en la República Bolivariana. 

Me encontré con padres tratando de localizar medicamentos para sus hijos con cáncer, familiares de enfermos terminales que no consiguen un calmante para aliviarles el dolor, médicos que no pueden operar porque no tienen anestesia. La cantidad de casos es patética y la variedad de padecimientos sin alivio, causa horror. Como es posible que en un país petrolero no haya dinero para importar los remedios más esenciales? Como se explica que un gobierno que ha engañado al mundo con los supuestos avances en sanidad y asistencia social tenga una población que se está muriendo desamparada?

Venezuela tenía una tradición de excelentes médicos, iniciándose con reformadores de la enseñanza de la medicina como el Dr. Vargas en el siglo XIX y el Doctor Luis Razetti al iniciarse el siglo XX. La Escuela Vargas de Medicina de la Universidad Central ha contado con grandes profesores como los doctores Pepe Izquierdo, Pifano, Martin Vegas, Pastor Oropeza. Jacinto Convit revolucionó el tratamiento contra la lepra y leishmaniasis. En los años 40, un gran esfuerzo sanitario permitió erradicar la malaria (que hoy en día ha vuelto). El Dr. José Maria Bengoa emigró después de la Guerra Civil española y realizó trabajos sobre nutrición en Venezuela que tuvieron repercusiones mundiales. A una buena formación de nuestros médicos, se le añadía un calor humano que no se encuentra en muchos países desarrollados. La mayor parte de estos profesionales de la medicina, formados en las universidades locales podían luego, gracias a buenos sistemas de becas, completar sus postgrados en el exterior. Contrariamente a la propaganda gubernamental muchísimos de los doctores que tuve el privilegio de conocer, además de su práctica privada donaban horas de su trabajo profesional en hospitales públicos. Todos los graduados de medicina, al terminar sus estudios en la universidad tenían que pasar tiempo en barrios o lugares recónditos del interior, ejerciendo su “año de rural” en los sitios más pobres del país. 

Todo esto fue borrado, ignorado, ridiculizado, cuando llegó Chávez. Para justificar la entrada al país de miles de cubanos, se dedicó a calumniar a los médicos venezolanos, obstaculizando su desarrollo profesional y pagando salarios de miseria. A Fidel Castro en cambio, se le paga su “asistencia” con la módica suma de 100.000 barriles diarios de petróleo, o sea $ 1.265.924 por año. Los módulos de Barrio Adentro, programa que se creó para que ejercieran los paramédicos cubanos, hoy en día están cerrados en un 80% y los restantes funcionan en las más precarias condiciones. 50% de los médicos cubanos han desertado y de los 16 hospitales que Chávez prometió construir, solo hizo uno.

Muchísimos médicos venezolanos han emigrado. Algunos, de religión judía, por el antisemitismo militante del régimen y otros por las mismas razones que centenares de miles de personas se están yendo del país: imposibilidad de progresar, deterioro del nivel de vida, inseguridad. Este último punto es particularmente dramático en el gremio de la salud, donde se ha visto que bandas armadas entran a un quirófano a ultimar un paciente y de paso arremeten contra médicos y enfermeras. No hay un hospital público en toda Venezuela que esté funcionando adecuadamente y las clínicas privadas se deterioran aceleradamente por falta de insumos. 

La escasez (que alcanza según las estadísticas un 70% en los medicamentos de alta rotación y 80% en el material médico quirúrgico), además de todas las fallas estructurales, es el punto que más desesperación causa entre los pacientes. Faltan desde los antipiréticos más elementales hasta las medicinas sofisticadas para los pacientes con cáncer. En este momento, 50.000 pacientes esperan turno para ser operados porque no existen los materiales necesarios. En Venezuela ya no se fabrica nada y el gobierno, que todo lo controla, no otorga los dólares necesarios para importar.

Para culminar su política de destrucción de la tradición sanitaria que existía en épocas anteriores, el gobierno ha creado un sistema paralelo para graduar a miles de “médicos”. No se exige un examen de admisión en dichas escuelas, que tienen un programa que es mucho adoctrinamiento político y poco conocimiento científico. Los médicos que han tenido que trabajar con esos graduados, que en realidad son víctimas del engaño del gobierno, afirman que se les tienen que enseñar las bases más elementales de la carrera médica. Esta es la triste situación de la salud pública en el país con las más grandes reservas petroleras del mundo y que ha sido asesorado en la materia por los hermanos Castro.

Maruja Tarre Briceño
marul@yahoo.com
@marujatarre

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jueves, 15 de mayo de 2014

PAULINA GAMUS, BOLÍVAR DECONSTRUÍDO

Muere Chávez y queda Maduro, mucho más sumiso en su entrega a los dictadores cubanos
Con mucha razón se llama Culto a la devoción natural, inducida u obligatoria de los venezolanos por Simón Bolívar. La cosa comenzó con el general José Antonio Páez ya erigido en dictador, cuando decide repatriar los restos mortales de El Libertador en 1842. Ordenó que los empleados públicos llevasen luto por ocho días y que se colocaran estatuas del héroe en diferentes sitios públicos. Lo curioso del asunto es que fue el mismo Páez quien lideró La Cosiata, movimiento separatista de la Gran Colombia, lo que se asumió como una traición a Bolívar. Según algunos historiadores, el motivo real de tanto homenaje fue un temor profundamente religioso al castigo divino por destruir el sueño del hombre que, a lomo de caballo, liberó cinco naciones del yugo español. El temor al parecer subsiste y es mucho más marcado en los dictadores que en los gobernantes democráticos.

A partir de aquel diciembre de 1842, el nombre de Bolívar y su presencia nos inunda. Se llama así nuestra moneda que para afrenta al Padre de la Patria, es cada vez de valor más escaso. Quienes mayor culto han rendido al epónimo, son los mismos que la han ido devaluando hasta transformarla en una partícula del dólar americano y en un microorganismo del euro. El centro de todas las ciudades y pueblos de Venezuela se reconoce porque hay una estatua ecuestre de Bolívar y si el pueblo es pequeño y pobre, entonces un busto de bronce colocado sobre un pedestal de piedra. La plaza, obviamente, se llama Bolívar. El país está lleno de avenidas, calles, liceos, escuelas y hospitales que llevan el apellido Bolívar a secas o acompañado del nombre de pila Simón. Hay un Estado suroriental llamado Bolívar bastante rico en hierro, diamantes, oro, energía hidráulica y otros dones de la naturaleza y de su aprovechamiento por el hombre. Así fue hasta que los gobernantes más bolivarianos de todos los tiempos, lo hundieron en una ruina similar a la del resto del país. Una de las mejores universidades de Venezuela es la Simón Bolívar que a duras penas sobrevive al odio que la revolución bolivariana siente por la autonomía universitaria y por los institutos de educación superior, en general. En las últimas semanas los colectivos o bandas armadas del gobierno de Nicolás Maduro, han incendiado 18 universidades y han incursionado varias veces en la más importante del país, la Central, en Caracas, destruyendo bibliotecas, aulas e instrumentos de enseñanza. Como Chávez no pudo soportar el rechazo mayoritario que los estudiantes y el profesorado de todas las universidades del país le manifestaban, creó una universidad, no faltaba más ¡Bolivariana!. La orden del caudillo supra planetario e inmortal, fue que esa universidad graduara médicos, abogados y otros profesionales en solo tres años. Es muy probable que un abogado ignorante e inepto haga encerrar a su cliente pero un mal médico sin lugar a dudas lo entierra. Uno de mis seguidores en Facebook escribe en su perfil: "egresado de la Universidad BOLIBARIANA". ¿Qué más podríamos agregar?

Cuando Hugo Chávez se reveló como el más bolivariano de todos los gobernantes del país, incluido José Antonio Páez, dio el primer paso de su paroxismo cambiándole el nombre a Venezuela por República Bolivariana. Pero había algo, una piedra en el zapato que lo atormentaba. Simón Bolívar no era solo Simón Bolívar, era Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Ponte Palacios y Blanco. Cuatro apellidos y todos de abolengo en un país en el que probablemente la mitad de sus habitantes apenas tiene uno. ¿Como podría un gobierno revolucionario que derrumbó las estatuas de Cristóbal Colón porque su llegada a la América causó el genocidio indígena, aceptar que Simón Bolívar era de ascendencia absolutamente española y además criollo y mantuano, lo que significaba que era de la elite dominante y blanca? ¿Cómo digerir en un país donde según la conseja popular, quien no lanza flechas toca tambor en alusión a la mezcla étnica que se produjo con la llegada de los esclavos africanos, que la familia Bolívar exhibía lo que en esos tiempos se llamaba pureza de sangre? Chávez era, como el mismo lo pregonaba, de origen zambo, es decir, mezcla de indio y negro pero en su caso con un toque de blanco. Y al mismo tiempo Chávez era hijo (aunque putativo) de Bolívar y estaba a punto de convertirse en Bolívar mismo. Se presentaba pues una complicación con los orígenes del héroe libertador.

Entonces procedieron a lo que bien podríamos llamar la deconstrucción del Simón Bolívar histórico. Ya no habría nacido en Caracas, en el centro de la ciudad y en una casona que milagrosamente sobrevive a la locura urbanística que destruyó toda nuestra herencia arquitectónica. Bolívar nació en Barlovento, tierra emblemática de la negritud venezolana. Nadie explica qué hacía la señora Palacios y Blanco de Bolívar y Ponte, una dama de salud precaria y además embarazada, en tierras de sol ardiente y sin aire acondicionado. El hecho es que para la revolución que no podía ser otra cosa que bolivariana, doña Concepción no tuvo más remedio que parir allá. Ese extraño acontecimiento podría sugerir que la mamá del futuro Libertador dio un mal paso y que quizá el papá del niño Simón no era don Juan Vicente Bolívar y Ponte, sino algún esclavo de la familia. Nadie lo dijo pero ese posible adulterio habría sido la venganza de doña Concepción contra su marido, un obseso sexual que fue expulsado del pueblo de San Mateo en el Estado Aragua, por haber violado a cuanta niña aparecía ante sus ojos. Una vez planteada esta duda subliminal sobre la paternidad de don Juan Vicente Bolívar, vino otro paso: cambiar la imagen de El Libertador plasmada en infinidad de pinturas de su época y copiada en retratos, estatuas y en lo más cotidiano y manoseado por el colectivo, la moneda. Entonces una misión con disfraces de astronautas encabezada por el mismo Chávez, procedió a remover los restos mortales del prócer y a reconstruir por medios digitales su “verdadera imagen” . El resultado fue un señor de facciones más cercanas al hombre de Cromagnon que a las de un mestizo de estas tierras. Enseguida devino la obligatoriedad de cambiar los retratos de El Libertador imprescindibles en toda dependencia oficial, por los que representan a ese Bolívar de dudosa filiación.

Muere Chávez y queda Maduro, mucho más sumiso en su entrega a los dictadores cubanos. A él le correspondió colocar la guinda que le faltaba a la torta histórica: justificar la presencia hegemónica de Fidel y Raúl Castro en Venezuela. Según los nuevos libros de historia hechos en socialismo, una nodriza cubana amiga de doña Concepción, se encargó de darle de mamar al recién nacido Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Ponte Palacios y Blanco. No se explica como la aristocrática mamá del futuro héroe tenía amistad con nodrizas y menos cubanas. ¿Cómo y cuándo llegó esa señora con sus pechos cargados de leche a Caracas o a Barlovento, según el cuento que se quiera creer? ¿Cuánto duraba la travesía de la isla antillana a Venezuela para que la nodriza llegara a tiempo de cumplir su cometido? O bien, ¿qué hacía una nodriza cubana en Caracas cuando aún no existía Fidel Castro y no se había producido la anexión de Venezuela a Cuba? Para no desairar al sector afrodescendiente del pueblo venezolano, la cubana le dio de sus pechos al niño Simón por unos días y luego dejó encargada de la misión láctea a la Negra Hipólita, la nodriza que todos conocemos. Todos es un decir, porque si este batiburrillo de revolución bolivariana continúa, los niños que hoy estudian la primaria en las escuelas del país saldrán imbuidos de esa patraña oficialista que se ha tragado la verdadera historia, la genuina, la de siempre, la nuestra.

Paulina Gamus
gamus.paulina@gmail.com
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martes, 6 de mayo de 2014

PAULINA GAMUS, LA MUERTE LES SIENTA BIEN

La revoluciones tienen como objetivo trastocar el orden anterior, ponerlo patas arriba y de ser posible desaparecerlo. Casi siempre van acompañadas de violencia porque es la única manera del quítate tú para ponerme yo cuando ese cambio no ocurre por la vía electoral. Justamente allí radica buena parte de la singularidad de la llamada revolución bolivariana que preferimos denominar chavofidelista. Fue propuesta y emprendida por un personaje que la única vez que intentó hacerse del poder por la fuerza, causó más de 100 muertes y fracasó rotundamente. Alcanzó el poder mediante los votos en una elección absolutamente democrática y luego se propuso liquidar el sistema que se lo permitió.

Otro aspecto original de esa revolución que se apropió del nombre del Libertador de cinco naciones suramericanas, fue la pretensión de su artífice de aparecer como un demócrata cabal en la medida en que se iba transformado en autócrata. Hacía una elección cada año y el mundo entero se tragaba el cuento de que en Venezuela había un exceso de democracia, como dijo Lula Da Silva en elogio a la gestión de su entrañable amigo Hugo Chávez. En lo que éste resultó absolutamente fiel a la receta de todos los dictadores, fue en dividir a la población en dos grupos irreconciliables: los míos y la nada. Así se produjo el fenómeno de la polarización con odio. Hago esta salvedad porque en los cuarenta años de vida civil y democrática que comenzaron el 23 de enero de 1958 y concluyeron en febrero de 1999, Venezuela fue un país polarizado entre el socialdemócrata Acción Democrática y el socialcristiano Copei, los dos grandes partidos que se alternaron en el poder en esas cuatro décadas. Pero fue una polarización respetuosa del otro, democrática y civilizada.

En esos cuarenta años, cuando moría algún líder o dirigente político de uno de esos dos grandes partidos, es posible que sus compañeros de ruta se alegraran más que los contrarios por causa de las luchas intestinas. Pero había unas maneras, un modo por hipócrita que fuera, que obligaba a propios y extraños a manifestar sus condolencias y rendirle al difunto los honores funerarios dignos de su rango o trayectoria. Moría un adeco y los copeyanos acudían al sepelio y viceversa. Si el viajero a mejor vida era alguien que se había distinguido por sus méritos o había ocupado la presidencia de la República o del Congreso, era factible que también acudiesen a expresar sus condolencias, los miembros de los eternos opositores partidos de la Izquierda. Eso es pasado y está a punto de transformarse en historia.

El primer muerto significativo dentro de las filas chavistas fue un joven fiscal del ministerio público (así con minúsculas, como lo merece) llamado Danilo Anderson. Se había hecho célebre en una cacería de brujas de empresarios y banqueros y según las malas lenguas, que suelen ser las mejor informadas, practicaba de tal manera la extorsión que su nivel de vida se había elevado rápidamente desde la modestia casi lindante con la pobreza, hasta la de un metrosexual que exhibía con desparpajo, costosos trajes de marca y relojes que encandilaban. Tenía además una camioneta todo terreno último modelo que un mal o buen día -según cada quien lo asuma- de octubre de 2004, voló por los aires con su propietario adentro, debido a la explosión de una bomba activada a control remoto con un teléfono móvil. La cursilería propia del militarismo, elevada al cubo cuando se cubre de estalinismo cubanoide, transformó aquella muerte y el sepelio en un despliegue de plañideras entre las que se destacó el jefe del occiso, el fiscal general y bardo Isaías Rodríguez, quien para vergüenza nacional fue después Embajador en España. El gobierno hizo apresar a unos expolicías, los Guevara, por el testimonio de un farsante a sueldo que luego confesó sus mentiras. En aquella locura de policías ineptos y gatillos alegres, fue asesinado el joven abogado Antonio López Acosta, que nada tenía que ver con el crimen de Anderson. De nuevo las bien informadas malas lenguas apuntaron hacia un alto funcionario chavista, beneficiario de todos los gobiernos democráticos de los cuarenta años, como autor intelectual del asesinato. Lo hizo por su amistad jamás gratuita, con los banqueros y empresarios que Anderson investigaba y extorsionaba. Nada más se supo del caso salvo que los hermanos Guevara, condenados a 27 años de prisión, y su primo Juan Bautista Guevara a 30 años, continúan en la cárcel.

La polarización con odio produjo el primer resultado: mientras el chavismo o una parte del mismo lloraba la trágica muerte de Danilo Anderson, el país opositor la celebraba y fue hasta motivo de chistes. Luego murieron dos expresidentes de la república y varias personalidades que ocuparon altos cargos en los Congresos de la democracia. Ni una palabra de pésame, ni un obituario de pocas líneas en algún periódico, nada. El silencio oficial se rompió cuando murió el dos veces presidente Carlos Andrés Pérez, las palabras de Chávez fueron: “Yo no pateo perro muerto….No habrá luto nacional porque hoy murió un corrupto, un dictador…”. 

En octubre de 2007 murió el cardenal venezolano Rosalio Castillo Lara, el latinoamericano que ocupó los más altos cargos en El Vaticano antes de la elección del Papa Francisco. Dijo Chávez: “Me alegra que haya muerto ese demonio vestido de sotana, ojalá se esté pudriendo en el infierno como se merece, sé que se retorcerá eternamente viendo avanzar la revolución…”. Y cuando murió tras una prolongada huelga de hambre, el productor agrícola Franklin Brito, el saludo del ministro de comunicación Andrés Izarra fue: “Franklin Brito huele a formol”.

Por alguna extraña razón o quizá habría que creer que la justicia divina está en el sector que repudia la revolución chavofidelista, son más los muertos célebres, aunque sea tristemente, de ese bando que los opositores. Algunos murieron casi en cadena por lo que en un país que se ha hecho adicto a la brujería, predicciones astrológicas, videntes, profetas, babalaos, prácticas del vudú y demás esoterismos, se popularizó la especie de que la maldición de Bolívar había alcanzado a todos aquellos que estuvieron presentes en el hurgamiento de sus restos mortales. El supuesto objetivo de la profanación era saber si algún antepasado del presidente colombiano Álvaro Uribe Vélez, lo había envenenado. Verdad o no, el más importante de los alcanzados por la hipotética maldición bolivariana fue el presidente, caudillo y dueño absoluto de Venezuela, Hugo Chávez Frías. Mientras decenas de miles de venezolanos desfilaban llorosos, tras largas horas de espera, para darle una miradita al supuesto cadáver, otras decenas de miles celebraban con champaña, whisky o ron y parrilladas, según sus bolsillos, el feliz acontecimiento.

El muerto chavista más reciente ha sido el excapitán Eliécer Otaiza quien participó en la asonada militar del 27-N-92 y ocupó distintos cargos en estos quince años de hegemonía chavista. Fue asesinado a tiros y su cadáver estuvo 48 horas en la morgue sin que lo identificaran. Los tuits o trinos se dispararon. Mientras una ministra de prisiones, famosa por sus ataques de furia y su parecido con la actriz Linda Blair en El Exorcista, tuiteaba: “Eliécer camarada, tu muerte será vengada”, decenas de tuiteros expresaban júbilo y hacían bromas sobre el finado. A esto nos ha conducido un proceso político que se ha empeñado en excluir a la mitad del país, en maltratarla con insultos y atropellarla con los hechos. No es de extrañar la actitud indiferente, casi de hábito, ante las muertes violentas de 200.000 venezolanos desde que comenzó el gobierno de Chávez, un 400% más que en los 40 años anteriores. En 2013 los asesinatos alcanzaron la cifra record de 25.000, mucho más que en Colombia donde existe la narcoguerrilla terrorista de las FARC o las causadas por la mafias del narcotráfico en México o por el fanatismo religioso en Irak. 

De los 200.000 homicidios, apenas el 2% fue resuelto. Así funciona la justicia revolucionaria y de esa manera nos ha transformado en una sociedad que mira la muerte de reojo y sin piedad. Una vez dijo Jorge Luis Borges que hay que tener cuidado al elegir los enemigos porque tarde o temprano uno termina pareciéndose a ellos. Justo lo que nos pasa.

Paulina Gamus
gamus.paulina@gmail.com
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MARIO VARGAS LLOSA , LOS ESTUDIANTES


La más importante batalla por la libertad se está dando en las calles de Venezuela y no es justo que los jóvenes, que la lideran, no obtengan el apoyo de Gobiernos y organizaciones democráticas

Las palabras también se gastan con el uso. Libertad, democracia, derechos humanos, solidaridad, vienen a nuestros labios a menudo y no quieren decir ya casi nada porque las utilizamos para decir tantas cosas o tan pocas que se desvalorizan y afantasman al extremo de convertirse en meros ruidos. Pero, de pronto, unas circunstancias sociales y políticas las recargan de contenido y de verdad, las impregnan de sentimiento y de razón y es como si resucitaran y expresaran de nuevo el sentir de todo un pueblo.

Es lo que vivo en estos días, en Venezuela, escuchando a dirigentes estudiantiles y líderes de oposición, a hombres y mujeres comunes y corrientes que nunca antes hicieron política y ahora la hacen, jugándose los trabajos, la tranquilidad, la libertad y hasta la vida, impelidos por la conciencia de que, si no hay un sobresalto nacional democrático que lo despierte y movilice, su país se va a la ruina, a una dictadura totalitaria y a la peor catástrofe económica de toda su historia.

Aunque el proceso viene de atrás —las últimas elecciones han visto crecer de manera gradual la oposición al régimen chavista—, el cambio cualitativo tuvo lugar a comienzos de febrero de este año, en San Cristóbal, Estado de Táchira, cuando un intento de violación de una joven en la Universidad de los Andes llevó a los estudiantes a convocar una gran marcha contra la inseguridad, la falta de alimentos, los secuestros, los desmanes de los sicarios y la sistemática restricción de las libertades ciudadanas. El régimen decidió aplicar la mano dura. La Guardia Nacional y las fuerzas paramilitares —individuos armados con pistolas, cuchillos y garrotes, montados en motos y con las caras cubiertas— atacaron a los estudiantes, los golpearon y abalearon, matando a varios de ellos. A las decenas de detenidos los llevaron a cuarteles alejados donde fueron torturados con picanas eléctricas, golpes, sodomizados con palos y fusiles y las muchachas violadas.

La ferocidad represiva resultó contraproducente. La movilización estudiantil se extendió por todo el país y en todas las ciudades y pueblos de Venezuela gigantescas manifestaciones populares expresaron su repudio del régimen y su solidaridad con las víctimas. Por doquier se levantaron barricadas y el país entero pareció vivir un despertar libertario. Los 500 abogados voluntarios que han constituido el Foro Penal Venezolano, para defender a los detenidos y denunciar los asesinatos, desapariciones y torturas, han elaborado un informe que documenta con lujo de detalles el salvajismo con que los herederos del comandante Chávez tratan de hacer frente a esta formidable movilización que ha cambiado la correlación de fuerzas en Venezuela, atrayendo a las filas de la oposición a una inequívoca mayoría de venezolanos.

Maduro fracasará si intenta aplastar el movimiento estudiantil con un baño de sangre
Mi impresión es que este movimiento es indetenible y que, incluso si Maduro y sus cómplices tratan de aplastarlo con un baño de sangre, fracasarán y la matanza solo servirá para acelerar su caída. La libertad ha ganado las calles de la tierra del verdadero Bolívar (no la caricatura que hizo de él el chavismo) y el pregonado “socialismo del siglo veintiuno” está herido de muerte.

Mientras más pronto se vaya, será mejor para Venezuela y para América Latina. La manera como el régimen, en su empeño frenético de colectivizar y estatizar la nación, ha empobrecido y destruido a uno de los países potencialmente más ricos del mundo, quedará como un caso emblemático de los desvaríos a que puede conducir la ceguera ideológica en nuestro tiempo. Además de tener la inflación más alta del mundo, Venezuela es el país de menor crecimiento en todo el continente, el más violento, y en el que la asfixia burocrática se reproduce más rápido al extremo de mantener en la parálisis casi total a la administración pública. El régimen de controles, precios “justos”, intervencionismo estatal, ha vaciado todos los almacenes y mercados de productos, y el mercado negro y el contrabando han alcanzado extremos de vértigo. La corrupción es el único rubro en el que el país progresa a pasos de gigante.

Desconcertado por la movilización popular encabezada por los estudiantes que no consigue aplastar mediante la represión, el Gobierno de Maduro, con la complicidad de los países del Alba, trata de ganar tiempo, abriendo unos diálogos de paz. La oposición ha hecho bien acudiendo a ellos, pero sin desmovilizarse y exigiendo, en prueba de buena fe gubernamental, por lo menos la liberación de los presos políticos, empezando por la de Leopoldo López, a quien, encarcelándolo, ha convertido, según todas las últimas encuestas, junto con María Corina Machado, en el líder político más popular de Venezuela. He conocido a su madre y a su esposa, dos mujeres admirables, que enfrentan con coraje fuera de lo común el hostigamiento de que son víctimas por estar en la vanguardia de la batalla pacífica que da la oposición por impedir la desaparición de los últimos resquicios de libertad que aún quedan en Venezuela.

Pero quisiera subrayar una vez más el papel principalísimo que juegan los estudiantes en la gran gesta libertaria que vive Venezuela. La chavista debe ser la única revolución en su historia que se las arregló para, desde el principio, merecer la hostilidad casi generalizada de los intelectuales, escritores y artistas, así como la de los estudiantes, que, en este caso, dieron mucha más muestra de lucidez y olfato político que, en el pasado, sus congéneres latinoamericanos.

Encarcelar a Leopoldo López le ha convertido en el líder político más popular del país
Es estimulante y rejuvenecedor ver que el idealismo, la generosidad, el desprendimiento, el amor a la verdad, el coraje están tan vivos entre la juventud venezolana. Quienes, frustrados por la inanidad de las luchas políticas en sus países de democracia adocenada y rutinaria, se vuelven cínicos, desprecian la política y optan por la filosofía de “lo peor es lo mejor”, deberían darse una vuelta por las guarimbas venezolanas, por ejemplo, aquella de la avenida Francisco de Miranda, en el centro de Caracas, donde muchachos y muchachas conviven ya desde hace varias semanas, organizando conferencias, debates, seminarios, explicando a los transeúntes sus proyectos y anhelos para la futura Venezuela, cuando la libertad y la legalidad retornen y el país despierte de la pesadilla que vive hace quince años.

Quienes han llegado a la deprimente conclusión de que la política es un quehacer inmundo, de mediocres y ladrones, y que por lo tanto hay que darle la espalda, vengan a Venezuela y, hablando, oyendo y aprendiendo de estos jóvenes, comprobarán que la acción política puede ser también noble y altruista, una manera de enfrentarse a la barbarie y derrotarla, de trabajar por la paz, la convivencia, la justicia y la libertad, sin pegar tiros ni poner bombas, con razones y palabras, como hacen los filósofos y los poetas, y creando cada día gestos, espectáculos, ideas, como hacen los artistas, que conmuevan y eduquen a los otros y los embarquen en la empresa libertaria. Cientos de miles, millones de jóvenes venezolanos están dando en estos días a América Latina y al mundo entero un ejemplo de que nadie debe renunciar a la esperanza, de que un país, no importa cuán profundo sea el abismo en el que la demagogia y la ideología lo han precipitado, siempre puede salir de esa trampa y redimirse.

Algunos de estos jóvenes han pasado ya por la cárcel y sufrido torturas, y algunos de ellos pueden morir, como los cerca de cincuenta compañeros que han perdido ya la vida en manos de los asesinos con capuchas con que pretende acallarlos Maduro. No los silenciarán, pero no es justo que estén tan solos, que los Gobiernos y las organizaciones democráticas no los apoyen y más bien, a veces, hagan causa común con sus verdugos. Porque la más importante batalla por la libertad de nuestros días se da en las calles de Venezuela y tiene un rostro juvenil.

© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, SL, 2014.

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martes, 29 de abril de 2014

PAULINA GAMUS, SEGÚN EL COLOR DEL CRISTAL

Para el chavismo cualquier fotografía o vídeo que muestre una realidad distinta a sus conveniencias carece de valor. Mejor aún, no existe.

No es que todo tiempo pasado fuese mejor pero hay muchas cosas que alimentan la nostalgia por la certeza de que se han ido para siempre. Una de ellas, los carnavales en la Caracas de los cincuenta y sesenta del pasado siglo. La ciudad recibía a las más famosas orquestas desde la Sonora Matancera con la inmortal Celia Cruz como cantante estrella, hasta la de Xavier Cugat, el catalán que conquistó Hollywood. Hago un alto aquí para que los menores de 50 años acudan a Google y sepan de quién hablo. Tuve la suerte de bailar al ritmo de esa orquesta en el Hotel Tamanaco y de ver muy cercanos, en la pista de baile, a John Wayne con su esposa.

Esa era la Caracas de los prodigios a la que venían artistas y otros personajes famosos, sin miedo a ser asaltados o a destinos peores. Allí, en el Tamanaco, se concentraba la gente decente para llamar de algún modo a los señores que iban con sus esposas y los disfraces imaginativos, de lujo y por consiguiente costosos. La Sonora Matancera actuaba en el Club Casablanca (donde está hoy la Hermandad Gallega) considerado un antro de perdición. En este lugar los asistentes eran hombres solteros o casados pero decididos a echar una o varias canas al aire y mujeres disfrazadas de negritas, lo que las hacía irreconocibles. Por consiguiente podían ser de cualquier estado civil, porque no se crea que ese destape o derrape carnavalesco era exclusivamente masculino.

Un médico amigo de la familia utilizó el pretexto de una guardia nocturna en un lunes de carnaval, para irse de rumba al Casablanca. Llegó a su casa al amanecer del martes, bastante ebrio y se echó a dormir. La esposa registró sus bolsillos y encontró una foto en la que la “guardia” del marido era un disfraz de negrita con la que aparecía de lo más amartelado. Se produjo el escándalo de rigor y el médico no encontró otro argumento más convincente que decirle a la enfurecida cónyuge: ¿le vas a creer a una foto más que a mi?.

Esta introducción viene al caso porque la autodefensa del amigo médico, una especie de reducción al absurdo, ha sido práctica cotidiana del denominado socialismo del siglo XXI, revolución bolivariana o simplemente chavismo. Para el régimen instaurado en Venezuela hace cinco pesados y tormentosos lustros, cualquier fotografía o video que muestre una realidad distinta a sus conveniencias carece de valor. Mejor aún, no existe. El más patente y patético ejemplo fue el asesinato a mansalva de diecinueve pacíficos manifestantes que marchaban con destino al Palacio de Miraflores, sede de la presidencia de la República, el 11 de abril de 2002. Numerosas fotografías y videos mostraron a los pistoleros que disparaban desde el Puente Llaguno, en el centro de la capital, contra la multitud. Todos fueron identificados como militantes del partido de gobierno, uno de ellos era un delincuente que pagó varios años de cárcel por el asesinato de una anciana para robar en su vivienda. A pesar de ese prontuario fue postulado por el partido de gobierno para concejal de Caracas y ejercía ese cargo cuando atacó a tiros a la manifestación opositora.

Richard Peñalver, que así se llama el sujeto, y los otros pistoleros fueron liberados al tiempo que el gobierno decidía la imputación y condena a 30 años de prisión, la pena máxima en Venezuela, de los comisarios Iván Simonovis, Henry Vivas, Lázaro Forero y de los policías Erasmo Bolívar, Julio Ramón Rodríguez y Luis Enrique Molina. Los agentes policiales Arube Salazar y Marcos Hurtado recibieron condenas de 17 y 16 años de prisión. No hubo una sola fotografía, un video o la más remota evidencia que mostrara a estos funcionarios policiales de la Alcaldía Metropolitana de Caracas, cuyo titular era opositor al gobierno de Chávez, disparando contra los manifestantes. Sobraron los testimonios de personas que dijeron haber sido auxiliadas y protegidas por los imputados. Pero la verdad oficial era otra y los condenados siguen en prisión con especial ensañamiento contra el Comisario Iván Simonovis. Las infinitas acciones emprendidas para lograr su liberación por razones humanitarias, en vista de su precaria salud, han sido inútiles.

El argumento de “le vas a creer a una foto mas que a mí” no se ha limitado al caso de los asesinatos del 11-A-2002, su empleo más cínico ocurre en el ámbito de la catástrofe económica del país. Desde el comienzo de su gobierno, Hugo Chávez se dedicó sistemáticamente a destruir la industria nacional para sustituirla por la llamada economía de puertos. Expropió centenares de fábricas de todo tipo, entre ellas las productoras de alimentos, y fincas ganaderas que abastecían de carne y leche a todo el país. Las nacionalizó y al cabo de poco tiempo la productividad de las mismas se redujo a cero. Eso que está a la vista de los treinta millones de venezolanos y del mundo entero, ha sido según la versión del gobierno, el resultado de una guerra económica desatada contra su gestión por el Imperio yanqui y por la burguesía apátrida. La respuesta insólita del médico pescado en su mentira por la iracunda esposa, se torna pálida ante lo dicho en cadena nacional a todo el país y buena parte de televidentes de otras naciones, por el zar imperial de la petrolera venezolana PDVSA y dueño absoluto de la economía nacional, Rafael Ramírez, al inicio del llamado diálogo entre el gobierno y la dirigencia opositora, el pasado jueves 10 de abril. Para el susodicho, el modelo económico socialista ha sido profundamente exitoso. No son sólo fotos y videos innumerables, sino la mirada diaria de millones de habitantes del país, lo que da cuenta de la escasez de alimentos imprescindibles en la dieta de los venezolanos y de las kilométricas filas para adquirirlos cuando aparecen. Las autoridades del área alimentaria han debido acudir a la tarjeta de racionamiento para paliar, sin éxito, la angustiante situación. La inflación del 60% es una de las más elevadas del mundo y el país que obtuvo en los últimos quince años, los mayores ingresos en toda su historia de exportador petrolero, hoy le debe una vela a cada santo y es incapaz de honrar sus compromisos porque la corrupción y el pésimo manejo de la economía, vaciaron las arcas de la nación. En ese mismo encuentro, el psiquiatra Jorge Rodríguez, alcalde de Caracas, acusó a la oposición de ser generadora de la violencia que ha ensangrentado las calles de distintas ciudades venezolanas. Por el mundo han circulado innumerables testimonios gráficos y audiovisuales de asesinatos a sangre fría, ya son más de cuarenta, y de la brutal represión que la Guardia Nacional Bolivariana, la policía también bolivariana (para un doble insulto a la memoria de El Libertador) y los delincuentes adscritos a la nómina oficial, han desatado contra las manifestaciones de estudiantes y vecinos. De nuevo la foto es la que miente.

¿Logró convencer a su esposa el médico de la cana al aire aquel lunes de carnaval, de que su palabra era más verdad que la foto en la que aparecía abrazado al disfraz de negrita? Seguramente no, como ya jamás podrá hacer creer Nicolás Maduro a nadie sobre esta tierra, que su gobierno es democrático y respetuoso de la Constitución, las leyes y los derechos humanos. Esa es la foto que rueda por el mundo y la que todos, salvo los beneficiarios del poder y los envenenados por la propaganda oficialista, saben que es la cruda y dolorosa verdad.

Paulina Gamus
gamus.paulina@gmail.com
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lunes, 7 de abril de 2014

HÉCTOR E. SCHAMIS, (AUTO) GOLPE Y AISLAMIENTO INTERNACIONAL

Es el propio presidente Nicolás Maduro quien instala en América Latina la noción de que su régimen es autoritario

Maduro tenía razón, al final era cierto lo del golpe. Sólo que omitió decir que se trataba de un autogolpe, como el de Fujimori en abril de 1992, cuando disolvió el Congreso y tomó control del Poder Judicial. Aquello se llamó Fujimorato, un régimen de origen electoral, pero con todo el poder del Estado en manos del presidente y ejercido a través del accionar ilegal de los servicios de inteligencia. Se observa un innegable aire de familia.

Maduro no necesitó tomar control del Poder Judicial, porque éste funciona como apéndice del Ejecutivo desde hace tiempo, ni tampoco disolvió la Asamblea Nacional. No obstante, el desafuero de María Corina Machado, en tiempo récord y precisamente con la expedita certificación del Tribunal Supremo, es un autogolpe. El número de diputados removidos de sus curules es lo que menos importa. Uno o todos, en ese acto se institucionaliza el avasallamiento del Parlamento, se oficializa que la suma del poder público está concentrada en el Ejecutivo. Sin separación de poderes ni contrapesos no hay democracia—las migajas que quedaban, dirían los venezolanos desde las calles.

En una decisión ilógica para su propia supervivencia, sin embargo, con la destitución de María Corina Machado es el propio Maduro quien instala en el resto de América Latina la noción de que su régimen es autoritario. Para reafirmarlo, Machado viajó primero a Lima y luego a Brasilia, y Williams Dávila viajará a México la semana próxima. Ya existe además una invitación del Congreso paraguayo y gestiones de diputados de oposición argentinos para recibirlos en Buenos Aires. Serán más y la razón es muy simple: empatía y solidaridad de colegas. Si Maduro supiera cómo funciona la democracia, lo habría previsto.

Ahora es estéril el blindaje que intentó la OEA. Tampoco importa que los Gobiernos continúen desmemoriados, que Dilma calle por conveniencia, que Cristina Kirchner hable demasiado y que Peña Nieto opte por el argumento de la no interferencia. Los parlamentarios de la región saben que tienen que evitar que ese ejemplo pueda imitarse. Ellos también son víctimas - ocasionales o habituales - de la intimidación de sus superpresidentes, esa recurrente patología latinoamericana. Hoy es una diputada despojada de su investidura en Venezuela, mañana pueden ser otros en cualquier país de la región y con cualquier otro pretexto. De todas las líneas que Maduro cruzó, esta es la más inexplicable de todas. Autoinfligida, Maduro acaba así con la relativa neutralidad de América Latina.

Esta manifiesta irracionalidad coincide con un creciente aislamiento externo. De hecho, el contexto internacional ha cambiado en las últimas semanas. Primero fue Cuba, a fin de marzo, con una ley de inversión extranjera amplia y atractiva. Esa ley puede leerse como la admisión implícita que los recursos venezolanos están llegando a su fin. La “solidaridad revolucionara” de los Castro también podría descender en proporción directa a la caída de esos recursos. El agotamiento de la petrodiplomacia también se confirma en Nicaragua, donde la cooperación se ha reducido considerablemente desde la muerte de Chávez. Los observadores esperan cortes más pronunciados este año, así como una fuerte caída de las exportaciones a Venezuela, hasta hoy el segundo mercado de los productos nicaragüenses.

A la evolución negativa de los flujos fiscales y comerciales debe agregarse el más que negativo flujo normativo, el de los valores y derechos. Primero fue Amnistía Internacional, con un informe concluyente que documenta los abusos y torturas, con números precisos e identificando a las víctimas. Luego llegó el documento de la Conferencia Episcopal Venezolana, que en un lenguaje sin ambigüedades denuncia que la crisis es consecuencia del llamado “Plan de Patria” escrito por Chávez. La Iglesia usa el término “totalitarismo”—nada menos—para caracterizar el orden político que el Gobierno intenta imponer.

En este contexto de aislamiento y desconcierto se puede interpretar también la columna de Maduro en el New York Times, deseoso de intercambiar embajadores y apelando a la buena voluntad de Obama y de todo aquel que quiera “contribuir al dialogo y la paz”. Aunque sea pura retórica—y la retórica es la materia prima de la política—si ese gesto perteneciera a la sección boxeo de un periódico, el título de la crónica sería Maduro arroja la toalla.

A diferencia de Fujimori, cuyo poder estaba en alza en el momento del autogolpe, el de Maduro está en descenso. El desafuero de Machado aparece como un error que por sí mismo podría estar señalando un punto de inflexión. La democracia no necesariamente está a la vuelta de la esquina, pero el frente externo parece estar abriéndose para los demócratas venezolanos. El régimen comienza a aislarse y ese es un cambio que no puede pasarse por alto. En muchas transiciones, así fue el primer paso.

Héctor E. Schamis
hes8@georgetown.edu
@hectorschamis

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