La
Tercera Vía Latinoamericana es un nuevo modelo económico que se construye con
base a las condiciones propias del crecimiento, estabilidad y equidad de ese
continente; y nace en respuesta al fracaso del Neoliberalismo y del Socialismo
del Siglo XXI.
Como
si fuera una nave sin brújula, cuyo timonel ignora en qué dirección se
encuentra su puerto de destino, en las últimas décadas América Latina ha
permanecido navegando a la deriva en las aguas de un sinuoso proceso que ha
tenido dos fases: la primera se inició con la crisis financiera de 1982 bajo el
nombre de Neoliberalismo; y, la segunda fase, surgió en Venezuela a fines del
siglo veinte bajo el nombre de Socialismo del Siglo XXI.
Las
dos fases forman parte de un mismo proceso, por cuanto la segunda nace como
consecuencia directa de los errores cometidos en la primera. Hasta antes de que
ese proceso se inicie, nuestros países habían intentado encontrar una puerta
para escapar del subdesarrollo. Pero esa búsqueda fue abandonada por la
urgencia de pagar la deuda externa primero y cubrir el déficit fiscal después.
Hoy,
cuando ya ha transcurrido más de una década en el siglo XXI, América Latina
permanece aprisionada en ese proceso; porque ni el Neoliberalismo -que
consiguió mantener un monopólico poder a nivel gubernamental por cerca de
veinte años- ni el Socialismo del Siglo XXI -que ya lo ha reemplazado en varios
países- han logrado abrir alguna puerta que nos permita escapar del
subdesarrollo.
La
Tercera Vía Latinoamericana –cuyas bases teóricas se encuentran detalladas en
el libro “Una brújula para América Latina”- enfrenta ese reto y propone
construir un camino alternativo que nos conduzca hacia el desarrollo económico.
En ese escenario, el ‘desarrollo’ no es un concepto, como asumen las doctrinas
tradicionales, sino que es un proceso que empieza a gestarse cuando en un país
coinciden -como si fueran las columnas de un trípode- las siguientes tres
condiciones: crecimiento, sustentabilidad y equidad.
Desde
luego, como en cualquier trípode, ninguna de sus columnas puede ser más pequeña
o menos solida que las otras dos; porque entonces todo el trípode tambalea. Lo
anterior significa que la política económica jamás debe sacrificar la fortaleza
de una de esas columnas en beneficio de cualquiera de las otras dos. Por lo
tanto, La Tercera Vía deberá ser construida de manera continua, simultánea y
gradual.
Crecimiento
Económico
En
los textos de economía -la mayoría de los cuales han sido escritos en y para el
primer mundo- el crecimiento de un país se establece en base al mayor o menor
valor que tengan los bienes y servicios que en un año hayan sido producidos en
ese país. Ese valor usualmente se designa con el nombre de Producto Interno
Bruto: PIB. No obstante, debe señalarse que en América Latina existen seis
realidades que invalidan equiparar el crecimiento de un país con el valor de su
PIB; incluyendo aquella cruel paradoja gestada por los emigrantes que huyen del
desempleo, pero cuyos envíos de remesas a sus familias, ciertamente hacen
crecer el PIB del país que huyen.
La
Tercera Vía enfrenta esa realidad y resuelve esa paradoja al utilizar el nivel
de empleo como el verdadero parámetro que determina el crecimiento de una
economía. Desde luego, como se demuestra en el mencionado libro, determinar el
nivel de empleo no debe limitarse a calcular el número de gente que trabaja,
sino que el análisis también debe incorporar los aspectos relevantes a la
eficiencia y productividad laboral; así como las políticas de generación de
trabajo y empleo, que se adapten en la práctica a las condiciones concretas de
cada país.
Esas
condiciones, en América Latina, suelen presentarse en el lado opuesto de
aquellas que caracterizan al primer mundo. Así, mientras en el mundo
industrializado se tiende a crear grandes empresas o fábricas, invirtiendo en
ellas una gran proporción de bienes de capital a ser operados por el mínimo
número de empleados que sea posible; en nuestros países predomina la situación
inversa.
Como
lógico resultado, las empresas del primer mundo alcanzan una muy alta
productividad en relación al número de sus trabajadores; no en relación a su
abundante capital. Es esa productividad relativa la que se refleja en su
estructura de precios; en la cual un alto nivel de sueldos y salarios, se
complementa con un reducido costo del capital y con bajas tasas de interés.
En
contraste, en Latino América, la carencia de capital y la abundancia de mano de
obra, generan una baja productividad de sus trabajadores y un paupérrimo nivel
salarios.
Para
tratar de revertir esa visible realidad, tanto el neoliberalismo latino como el
socialismo del siglo XXI, abogan por el proteccionismo del Estado: los
neoliberales, para que los gobiernos emitan concesiones que incentiven la
inversión de capital y así aumente la productividad de los trabajadores y el
nivel de sus salarios; y, los socialistas, para que ese incremento de salarios
se produzca de manera directa, por intermedio de un decreto presidencial o
emitiendo bonos y subsidios.
Pero
La Tercera Vía considera que ninguna de esas dos doctrinas, donde ambas abogan
por un gobierno filantrópico e intervencionista, puede generar fuentes de
empleo de manera sustentable, no obstante de que ambas ya han tenido
oportunidad de ser gobierno.
Y
es que, ni el Neoliberalismo ni el Socialismo del Siglo XXI, acogen la realidad
económica de nuestros países; realidad que se fundamenta en una estructura
productiva que funciona de manera independiente al gran capital y a la acción
de sus gobiernos. Esa realidad, además, se refleja en los millones de obreros y
artesanos que, con una inversión mínima, fabrican sus productos trabajando de
manera individual o agrupados en pequeñas unidades; que logran crear redes
comerciales y sistemas de organización productiva, en niveles más eficientes y
flexibles que el de los sistemas industrializados; que casi sin tener contacto
con la burocracia local o nacional, logran comerciar con eficiencia sus
productos; y, que su decisión de cuanto, cuando, donde y que producir, no se
basa en algún conocimiento teórico del mercado, sino en la percepción directa
de las necesidades de su entorno.
Ante
esa realidad, la propuesta de La Tercera Vía a favor de la creación de empleo,
se sintetiza en la apertura de un mercado en el cual el Estado no limite ni
penalice, el funcionamiento formal o informal de todas esas medianas, pequeñas
y micro empresas que sin dádivas, pero con autonomía y eficiencia, logran
generar más de las cuatro quintas partes del empleo total.
Sustentabilidad
Económica
La
sustentabilidad es un concepto que aún no ha sido definido en la economía
convencional; pero en el contexto de La Tercera Vía, para que un país tenga una
economía sustentable debe cumplir por lo menos dos requisitos: el primero es
que las variables que obedecen a las políticas monetaria, fiscal, financiera y
cambiaria –es decir, el nivel de precios, déficits, tasas de interés y tipos de
cambio- no sobrepasen un determinado nivel; el segundo requisito es que, esos
índices y esas tasas, logren mantenerse por debajo de su nivel máximo en el
largo plazo. Para lo cual, a su vez, se requiere mantener una adecuada
expansión del mercado.
Estos
dos requisitos –la estabilidad de los índices macroeconómicos y la expansión
del mercado- se cumplirían casi automáticamente si se logra crear una moneda
común: el Peso Latino. Este aserto se basa en el hecho de que –como se
demuestra en el citado libro- si varios países adoptan una moneda común y un
único banco central, ya no podrían imprimir dinero sin respaldo y, por lo
tanto, tendrían que sepultar las políticas inflacionarias y devaluatorias que
han sido tan burdamente utilizadas por la mayoría de nuestros gobernantes. Por
otro lado, la creación del Peso Latino, aseguraría la formación de un sólido y
expansivo mercado latinoamericano; sin que sea necesario negociar ningún
acuerdo de integración comercial, como aquellos publicitados en las pomposas y
estériles cumbres presidenciales convocadas en el último medio siglo a lo largo
y ancho de nuestro continente.
Así,
crear el Peso Latino garantizaría la sustentabilidad económica de América
Latina. Pero para crearlo, La Tercera
Vía propone construir un atajo más corto que el que, por más de medio siglo,
tuvo que transitar Europa antes de crear el euro. Este atajo, cuya maqueta ya
está ensamblada en capítulo 16 del mencionado libro, consiste en lograr que
algunos países -además de Panamá, Ecuador y El Salvador, que ya lo han hecho-
adopten temporalmente al dólar como su moneda oficial; para luego de unos años,
cuando sus economías ya se hayan acoplado, substituir en conjunto ese dólar por
el Peso Latino.
Gran
parte de ese atajo, desde luego, ya ha sido recorrido por la mayoría de los
países latinoamericanos que utilizan dólares para pagar su deuda externa; para
preservar sus divisas; para recibir la
inversión externa; para pagar importaciones y cobrar exportaciones; para
contabilizar los contratos de largo plazo, externos e internos; y, para viajar por el mundo, por negocios o
por placer.
Desde
luego, la creación del Peso Latino, no se limita a posibilitar la
sustentabilidad económica como una de las columnas que sostienen al desarrollo
económico propuesto por La Tercera Vía; sino que también lograría fecundar la
unión y unidad de América Latina.
Equidad
Económica
La
equidad económica es la tercera columna que sostiene el proceso del desarrollo
y es la que más claramente refleja el abismo conceptual que separa a La Tercera
Vía del pensamiento económico tradicional.
En
efecto, la principal controversia que persiste entre las diversas escuelas del
pensamiento económico convencional, es la que trata de dilucidar cuales son las
actividades y grupos humanos que ameritan absorber los beneficios de la
política económica. Para el capitalismo
-ya sea en su versión clásica, liberal o neoliberal- esas actividades son las
que están orientadas a lograr un mayor nivel de producción y productividad.
Así, el objetivo de la política económica, es el de incentivar al hombre en su
condición de empresario y de productor.
Pero para el socialismo –ya sea en la versión
comunista del siglo XX o socialista del siglo XXI- las actividades que ameritan
tener una mayor atención o preferencia por parte del Estado, son aquellas
destinadas a satisfacer la demanda de bienes y servicios de la sociedad. Así,
el objetivo de la política económica, se reduce a tratar de satisfacer al ser
humano en su condición de consumidor.
La
Tercera Vía no interviene en esa controversia porque –tal como el citado libro
lo demuestra- para esta nueva filosofía económica, el ser humano es un ente
único e indivisible; dentro del cual no pueden separarse sus funciones ni sus
instintos de producir y consumir.
En
ese contexto, entonces, tanto el Neoliberalismo como el Socialismo del Siglo
XXI, son igualmente inequitativos, por cuanto ambos tratan de mutilar una de
esas dos funciones del ser humano. Asimismo, como ambas doctrinas intentan
beneficiar solo una de esas funciones a expensas de la otra; en ambos casos sus
políticas atentan contra la equidad y el desarrollo económico; desarrollo que,
para La Tercera Vía, también constituye un proceso único, aunque deba ser
observado y analizado desde diferentes ángulos e, incluso, a la luz de
diferentes circunstancias.
alfredovergara1@yahoo.com
Vergara:
"La Tercera Vía Latinoamericana", en Observatorio de la Economía
Latinoamericana, Nº 166, 2012. Texto completo en
http://www.eumed.net/cursecon/ecolat/la/12
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