Nunca
los gobiernos de cualquier parte del mundo han reconocido la existencia de
presos políticos. Los regímenes de talante totalitario siempre han tenido una
excusa para justificar el encarcelamiento o persecución de líderes políticos,
argumentando que son terroristas o subversivos, y que atentan contra la
sociedad. Eso es una constante. Revisen la historia de todos los países y se
darán cuenta de que los dictadores se niegan a reconocer que en las cárceles
hay presos políticos. Aquí en Venezuela son más cínicos e invierten las
palabras, pues al referirse a los presos políticos dicen que no son presos
políticos, sino políticos presos.
Para
discutir sobre este tema es indispensable recurrir a la doctrina y ver cuál es
el significado de la expresión “preso político”. Se dice que “es cualquier
persona física a la que se mantenga en la cárcel o detenida de otra forma, por
ejemplo bajo arresto, porque sus ideas supongan un desafío o una amenaza para
el sistema político establecido, sea este de la naturaleza que sea”. Desde
luego para entender este concepto es necesario conocer el fundamento de la
detención y los supuestos delitos por los cuales se persigue o se encarcela.
Pero no solamente conocer el supuesto delito sino también hay que estudiar e
identificar los pormenores del juicio.
Empezando
por el juez que conoció la causa y todas los demás elementos que conforman el
debido proceso. Derecho a la defensa, presunción de inocencia, beneficios
procesales y una garantía constitucional muy importante en el sistema
penitenciario y que ha venido siendo soslayada, la cual está contemplada en el
artículo 272 de la Carta Magna, la cual establece que “las fórmulas de
cumplimiento de pena no privativas de libertad se aplicarán con preferencia a
las medidas de naturaleza reclusoria”. Solo para citar un caso que corrobora lo
que escribo, lo tenemos con Enzo Scarano. Díganme ustedes si es o no un preso
político. Que me expliquen con argumentos jurídicos cuál es la razón para
mantenerlo tras las rejas y bien lejos de su residencia. No hay explicación
lógica posible.
La MUD y el futuro
La
semana pasada recibimos la buena noticia (con sinceridad lo digo, me contentó)
de que la MUD había nombrado como nuevo secretario general a Jesús “Chúo”
Torrealba, quien refrescará la imagen que en los últimos meses tuvo la Mesa de
la Unidad Democrática. Quiero que se entienda: Ramón Guillermo Aveledo lo hizo
muy bien. Pero es sano que en toda organización periódicamente se deban
refrescar imágenes.
Para el
amigo “Chúo” es un gran reto. Esperemos que salga bien parado después del
cataclismo que indefectiblemente provocarán las elecciones parlamentarias. Las
ambiciones de los partidos políticos y demás representantes de la sociedad
civil, pronto se harán sentir. En todos los estados del país hay evidencias de
división en la oposición. Por cierto, es común escuchar hablar de unidad (de
hecho la MUD conlleva esa palabra) en momentos de la proximidad electoral, pero
no se distingue si la unidad es en torno a las personas o al propósito de
conquistar la democracia. Ojo con esta distinción, porque suele chantajearse al
pueblo con la palabra unidad para favorecer parcelas políticas.
¿Habrá diálogo?
He
manifestado muchas veces mi posición con respecto al diálogo, y siempre he
concluido que con ese fulano diálogo lo que se busca es oxigenar al régimen, y
también “acomodar” a algunos disfraces de opositores. Sin embargo, hay quienes
de buena fe lo promueven y por lo tanto no debemos satanizarlos.
Espero
que la MUD no vuelva a cometer la torpeza de sentarse a la misma mesa para
conversar con el régimen sin que antes el país no obtenga del mismo
demostraciones inequívocas de respeto a la Constitución. Y esto comienza con
vaciar las cárceles de los presos políticos y el sobreseimiento de las causas
de todos los perseguidos por las mismas razones.
Reconocer los pecados
Iré un
poco más allá. Es necesario que haya sinceridad, al menos de forma aparente,
por parte del régimen, en querer evitar un desenlace no deseado. Me refiero a
un estallido social, que sin temor a equivocarme, lo tenemos más cerca de lo
que podamos imaginar. Las causas de ese estallido están a la vista de todos:
inseguridad, escasez, inflación, desempleo, malos servicios, corrupción
descarada, y muchísimas más que golpean a la vista y a los sentimientos de
quienes otrora daban la vida por el “comandante supremo”. Con preocupación lo
digo: la situación en Venezuela está color de hormiga. Aquí nadie se salvará de
cualquier convulsión social. Pues bien, quien tiene en sus manos garantizar la
paz y evitar lo que ni tirios ni troyanos quieren, es el Gobierno, más nadie.
Los gobernantes deben entender que el pueblo no puede estar sometido a fuerza
de mentiras y que será imposible perseguir y encarcelar a todos los dirigentes
opositores. La disidencia se multiplica cada día. El miedo surte efectos o
tranquiliza a la oposición temporalmente, pero jamás de manera definitiva.
Confieso que no creo que el régimen desee el mal para los ciudadanos en
general, aunque sí estoy convencido de que erróneamente se imagina que
ocasionándole daño a individualidades de manera selectiva logrará su
permanencia en el poder o el bienestar colectivo. Falso: eso fomenta que se
despierten pasiones y emerjan nuevos liderazgos en defensa de los derechos
humanos.
Les
decía que es el Alto Gobierno el que puede detener lo que sería inevitable si
todo continúa igual. No hablo de adelantar las elecciones parlamentarias, en lo
cual cada vez se insiste más. Hablo de algo mucho más serio: el Gobierno debe
reconocer que no hay separación de poderes, pero que asumirá el compromiso de
facilitar se retome el sendero democrático, y en consecuencia, en ese diálogo
se deben incorporar el Tribunal Supremo de Justicia, la Fiscalía General de la
República y el Alto Mando Militar. Lo repito: solo así el diálogo traerá buenos
resultados, se oxigenaría todo el mundo e inclusive la economía.
No creo
que alguien pueda estar interesado en “tumbar” al Gobierno para caer al vacío.
Y si existe esa idea, la misma solo podría partir de sectores que estén muy
bien con la Fuerza Armada, o sea, de nadie de la oposición.
Mientras
el régimen siga empeñado en negar su talante antidemocrático es imposible
solucionar la crisis.
La Universidad y la crisis nacional
Esto lo
escribo como manifestación sincera de lo que siento. Expreso mi deber
ciudadano. No abrigo ninguna otra intención que no sea la de convivir en sana
paz, en democracia, donde exista justicia y en libertad. Lo digo como
ciudadano, pero hay algo más que me obliga a alertar de esta terrible
situación, y es mi condición de profesor de Derecho e integrante de una
institución centenaria como lo es la Universidad de Carabobo. A la universidad
corresponde colaborar en la orientación de la vida del país mediante su
contribución doctrinaria en el esclarecimiento de los problemas nacionales.
Para mí es un deber ineludible hacer estas consideraciones.
Sobre
Venezuela hay una oscura nube que puede desencadenar en peligrosas tempestades.
En nosotros está amainar ese peligro.
Las
universidades en la Venezuela de todos los tiempos han sido pieza clave para el
desarrollo de la nación. Pero hoy, tienen la obligación de comportarse con
arrojo, sin miedo, y de hablar de cara al país. Esto no quiere decir que se
sacrifique la institucionalidad. Lo que quiero significar es que debemos
comportarnos como aquellos ciudadanos de quienes la república espera mucho más.
Y si acaso nos invade el temor, les ruego saberlo vencer. Porque la libertad,
la paz, la justicia y la democracia priman sobre nuestra propia libertad.
La
universidad venezolana también debe llamar al diálogo e integrar las mesas de
negociaciones. Por qué no. Pero bajo las condiciones aquí expuestas. O sea, que
el Gobierno asuma el compromiso de facilitar enrumbar la nación por el sendero
democrático.
Pablo Aure
pabloaure@gmail.com
@pabloaure
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