Los
liberales también tenemos nuestros vicios. La mayoría son extensibles a los
demás movimientos ideológicos, pero adquieren en el caso del liberalismo una
forma específica. Son vicios de los que he participado (al menos cuando no
tenía consciencia de ellos) y que, aun hoy, resultan esporádicamente
tentadores. Son vicios de distinta condición, que dañan la causa del
liberalismo en varios frentes y que están tan vigentes como arraigados en la
naturaleza humana, lo cual sugiere que no es fácil erradicarlos. El primer
paso, de todos modos, es identificarlos.
1.
Furia. Tratamos a los socialistas, sobre todo a los que defienden sus ideas con
la misma pasión que nosotros, como si fueran enemigos en el campo de batalla.
Les atribuimos sentimientos viles y descargamos sobre ellos insultos y
desprecios. Esta actitud de "hooligan" no contribuye a difundir las
ideas liberales. Si los tratamos como enemigos se comportarán como tales, y el
liberalismo no se materializará cuando la mitad del país se imponga a la otra,
sino cuando la sociedad en general haga suyos esos principios. Si esta actitud
de "hooligan" atrae a tantos como aliena, el resultado es un clima
ideológico más radicalizado, no más liberal.
2.
Guerracivilismo. Los liberales no solo cabemos en un autobús, además intentamos
tirar a nuestros compañeros por la ventanilla. Parece que nos interese más
etiquetar a la gente que debatir sobre sus ideas. El anonimato de internet
convierte en una agresiva pelea una discusión que se resolvería amigablemente
en un café. La falta de comprensión y el "hooliganismo" (Furia)
tampoco ayudan. Como señala Roderick Long en referencia a las tensiones entre
el Mises Institute y el Cato Institute, "cada bando tiende a exagerar los
defectos de la otra parte y a minimizar sus propios defectos". Da igual
que cada uno crea que su bando es la víctima y es el otro el que exagera, la
moraleja es que debemos hacer un esfuerzo de empatía y evitar caer en la
descalificación gratuita. Red Liberal es la prueba de que la coexistencia es
posible entre liberales de muy distinto pelaje, y de que su fricción puede ser
fuente de jugosos debates. Este Instituto tiene una composición más radical
pero alberga también varias tendencias y opiniones diversas sin que corra la
sangre. Que cundan estos ejemplos.
3.
Dramatismo. Nos gusta exagerar. Leyendo algunos comentarios cualquiera diría
que estamos a dos pasos del Gulag o que el mundo se acaba mañana. Es bueno distanciarse
de vez en cuando, salir al "exterior" de este mundo liberal en el que
nos recluimos y observar la realidad con más perspectiva. Nos daremos cuenta de
que las cosas van tirando, y en muchos casos van mejor que antes. No es
cuestión de conformarse pero tampoco hay que dramatizar más de la cuenta. Gente
que viene "de fuera", con la mente abierta, y lee nuestras exaltadas
y catastrofistas opiniones puede pensar que vivimos en un mundo distinto al
suyo.
4.
Impaciencia. El triunfo de la libertad es un proyecto a largo plazo y la
impaciencia puede llevarnos a perseguir estrategias cortoplacistas
improductivas. Si esperamos cambios inmediatos lo único que conseguiremos es
frustrarnos. Hay que aprender a convivir con aquello que estamos combatiendo.
Un optimismo largoplacista y nuestra pequeña aportación a una estrategia
igualmente largoplacista es lo más productivo, tanto desde el punto de vista de
nuestra tranquilidad personal como desde el punto de vista de lo que es
necesario para que una sociedad libre emerja algún día.
5.
Fe. O esperanza, en la política y en los políticos. Vemos políticos liberales
en cada esquina. Merkel era liberal, Sarkozy era liberal. Parece que hay una
revolución reaganiana cerca que nunca llega (la revolución que tampoco fue, por
cierto). La necesidad genera ilusiones. Es la otra cara de la moneda del
Dramatismo y es en buena medida un producto de la Impaciencia. Esta fe o
esperanza no es inocua: depositamos confianza en un sistema y en unos políticos
que ganan legitimidad a expensas de nuestro desengaño.
6.
Anti-izquierdismo. Cuando es instintivo. Con frecuencia rechazamos de forma
mecánica ciertas posiciones por estar asociadas a la izquierda (la Furia nubla
nuestra razón). Basta que la izquierda las abuchee para que las veamos con
buenos ojos (Bush, la guerra, el PP, las multinacionales), y basta que la
izquierda las apoye para que las critiquemos (independentismo, calentamiento
global, inmigración, multiculturalismo). Debemos definir nuestras posiciones
autónomamente, atendiendo a nuestros principios, no como reacción a la
izquierda. Este vicio es similar a otro que destacaba Donald Boudreaux: el
contrarianismo. Hasta cierto punto es una virtud, porque nos hace receptivos a
nuevas ideas, pero a veces queremos ser tan políticamente incorrectos que nos
pasamos de frenada.
7.
Dogmatismo. No todo empieza y acaba con La ética de la libertad. Rothbard es a
menudo un punto de partida más que un punto de llegada. En el otro extremo,
algunos quieren continuamente reinventar la rueda en lugar de hacer los deberes
examinando lo que han escrito otros autores sobre un tema determinado. También
hay vida más allá de la escuela austriaca, no toda la escuela neoclásica cae en
el simplismo que a veces le atribuimos (aunque las malas lenguas dirán que eso
es por las influencias austriacas...). El radicalismo, por lo demás, no es
necesariamente una muestra de dogmatismo, puede ser el resultado de una
exploración racional e informada. También se puede ser dogmáticamente
anti-radical. En cualquier caso, el dogmatismo es un obstáculo en la búsqueda
de la verdad y pone en duda nuestra honestidad intelectual.
El
que esté libre de culpa que tire la primera piedra. ¿Se os ocurren más vicios
liberales?EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA