Hace cien años, al inicio de la segunda
década del siglo 20, el mundo se convulsionaba ante los estertores de la
primera guerra mundial la cual tendería pesadas cadenas a la humanidad, la
revolución bolchevique devoraría a Rusia, la revolución mexicana condenaba al
país ante la dictadura perfecta. Toda América Latina se ahogaba entre el
caciquismo militar y el mercantilismo. Se dibujaba ante nosotros el horizonte
de un siglo de guerras y sufrimientos, pero, en estos cien años ¿Hemos
aprendido algo para lidiar con los siguientes?
El Siglo XX nos ha heredado una serie de
lecciones que deberíamos estudiar profundamente para enfrentar los retos del
tercer milenio. La desintegración de la Unión Soviética, la depresión que ha
envuelto a Japón por décadas, la transformación de China al capitalismo, las
recesiones y recuperación de los tigres asiáticos, el saboteo constante del
programa reformista para llevar a México hacia una economía abierta y democrática,
la consolidación y emergencia de los graves problemas del mercado común
europeo, la globalización del mercado de capitales, el fantasma de Hugo Chávez
cabalgando con su mortal guadaña por todo el continente instalando su
“democracia socialista”, todas, son señales que tenemos que analizar.
El gran reto de las naciones en este Siglo
XXI estará en cinco áreas; Tecnología, comercio internacional, demografía,
política y finanzas. Sin embargo, el tema común para individuos, corporaciones
y economías será prosperar, siempre y cuando entiendan que los dramáticos
cambios que estaremos viviendo son las grandes oportunidades, no grandes
amenazas. Estos cambios se estarán presentando a velocidades difíciles de
describir. Pero esas oportunidades no podrán ser aprovechadas si las naciones
no portan algo especial y muy escaso: Capital humano.
Las nuevas tecnologías están arribando a
mercados más amplios y mucho más rápido. En los EU el plazo desde la primera
demostración de una nueva tecnología y después el uso de la misma, por lo menos
de un cuarto de la población, fue de 55 años para el automóvil, 26 para la
televisión, 13 años para el teléfono celular, y 7 para el internet. Otro
elemento que va a caracterizar este siglo es esa velocidad de los
acontecimientos, de los conocimientos, de la información, de la toma de
decisiones. El mercado de capitales en el espacio cibernético está ya a
disposición del mundo, lo están aprovechando los que tienen la información.
Nos encontramos en estos momentos ante el
inicio de una nueva revolución aun sin nombre, la cuarta, pero esta será basada
en la dramática reducción en el costo de almacenamiento, el reciclaje,
procesamiento, transmisión de la información a la que tenemos acceso y la cual
ha sido posible obtener gracias a la tecnología digital. En esta nueva
revolución el poder será transferido a los propietarios de la información y con
ella acumularán el capital y el poder político, pero esa información estará al
alcance de todos, es decir, el poder será administrado democráticamente para
todos, cuando menos para los que quieran hacer el esfuerzo para participar.
Entonces; el poder tiende a democratizarse.
En el lugar de trabajo las organizaciones se
harán mucho más delgadas y, por lo mismo, más ágiles y productivas. El Internet
y otras redes de organizaciones especiales reducirán el número de mandos medios
y posiciones gerenciales. Por algún tiempo, tal vez por una generación, los
ingresos y la influencia de los especialistas en computación se incrementarán
dramáticamente. Cada día más empleados circularán en el espacio cibernético,
mas tratos de negocios se cerrarán en ese mismo espacio. Las organizaciones
cada día subcontratarán mas tareas en otros países, y los productos de las
mismas se trasmitirán a través del espacio cibernético.
Una de las viejas reglas cobrará aun más
importancia: Información será poder para individuos actuando solos, y también
para aquellos que son parte de las organizaciones. A medida que más información
se siga generando y se haga disponible, las ineficiencias, irresponsabilidades
y los fracasos serán expuestos mucho más rápido en los negocios, en actividades
sociales, en la política, dándole así una gran importancia al papel de sistemas
de administración y control basados en resultados muy medibles, al escrutinio
de los accionistas, de los ciudadanos. Esto será el fin de las excusas, el
mercado laboral será mucho más competitivo y, sobre todo, productivo, el
capital humano será el activo más valioso y se estará apreciando
permanentemente.
El efecto en los mercados de estas nuevas
tendencias será la reducción de agentes intermediarios: agentes inmobiliarios,
de seguros, agentes de comercio en general. Los vendedores encontrarán nuevos
caminos para comunicarse directamente con los compradores potenciales sin que
alguien más actúe como el enlace. Los consumidores hallarán nuevas fórmulas
para llevar a cabo sus compras explorando el Internet, para después pedir
cotizaciones e iniciar una negociación electrónica. Esto nos llevará a lograr
precios más uniformes y más bajos, porque se estará reduciendo el costo de
ventas y de inventarios, la inflación pasará a ser parte de la historia. La
eliminación del efecto de la distancia en los costos de comunicación, acelerará
la globalización del comercio y de la política.
Las fronteras económicas desaparecerán
totalmente, la competencia será feroz y a nivel mundial, en todas las áreas, en
todas las actividades, en todas las regiones del mundo. Compradores y
vendedores de todo tipo de productos y servicio se encontrarán en el espacio
cibernético sin importar credo, raza, nacionalidad, continente. Las
constructoras Italianas estarán presentando sus ofertas en México, los Bancos
Alemanes estarán operando en Pekín, los money manager de los EU licitarán en
Chile, los agricultores mexicanos vendiendo sus productos en Europa, los
capitales internacionales estarán invadiendo los países sin que los gobiernos
“nacionalistas” lo puedan evitar. Los proveedores de información serán los
ganadores en este nuevo escenario en el que no habrá lugar para los ineptos,
por más apoyo gubernamental que traigan a la mesa.
El hogar, en contraste con la corporación,
será menos especializado, servirá como el lugar en donde se llevarán a cabo una
serie de actividades que antes se realizaban en otras partes. Mas adultos
estarán trabajando desde su casa; mas estudiantes lo harán también desde su
hogar, sus compañeros de carrera serán de todo el mundo y lo harán con acceso a
instrucciones de primera en el internet, tendrán las mejores bibliotecas del
mundo a su disposición, los mejores profesores. También una gran variedad de
diversiones estarán disponibles en casa a elección del usuario.
Los obsoletos gobiernos resistirán estas
tendencias.
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