Capriles ha logrado empalmar las dos campañas
electorales en logro de ascenso y continuidad
El lugar común se ha convertido casi en
inamovible matriz de opinión: montado sobre la ola del mito Chávez, Nicolás
Maduro saldrá triunfante en las elecciones del 14 de abril. Los argumentos
abundan: sería muy estrecho el margen de acción del cual dispondría Henrique
Capriles para liberarse de esa especie de ley de hierro, asentada sobre el
concepto, acuñado por Luis Vicente León, del "velorio como campaña".
Las cosas están definidas de manera que todas las ventajas están a favor de
Maduro, cuyo origen de clase media baja y su leyenda de chofer de Metrobús,
trocado en estadista por obra y gracia del designio presidencial pre mortem, lo
convierten en la inescapable encarnación del líder eterno.
Se añade, además, razones como el obvio
ventajismo oficialista, cuyo pilar central son los poderes de Maduro, devenido,
como su maestro y progenitor político, en presidente y candidato a la vez. Otro
factor citado son los tiempos: por muy inepto que pueda ser Maduro en el
ejercicio de gobierno y por muy flagrante que se muestre la brecha abierta
entre su liderazgo balbuceante y el de Chávez, el brevísimo lapso concedido por
la ley al desarrollo de la campaña electoral será insuficiente para poner de
bulto sus inconsistencias y limitaciones.
También se da como un hecho la transferencia
automática de votos y se considera que Maduro es el dueño absoluto de la
voluntad de los 8 millones de venezolanos que sufragaron por Chávez el 7-O y
eso implica considerar, a más de la mitad de los votantes, como un masa ciega y
carente de todo sentido crítico lo cual, evidentemente, no es así.
Pero las cosas se definen en el terreno y ya
se comienza a vislumbrar como Capriles ha logrado empalmar el espíritu dinámico
y envolvente de los últimos días de la campaña del 2012 con esta brevísima y
atípica del 2013. Así, parece estar intacto un hilo de continuidad que se ha
mantenido durante estos cinco meses, de manera que Capriles aparece como
trabajando para una suerte de segunda vuelta, no ya en la conquista del voto
obtenido, sino en procura de aquel que se le hizo esquivo para el primer
episodio.
Frente a un candidato presidente que
teóricamente parte de cero, Capriles lo hace desde una base de 6 millones y
medio de votos. Pero, además de eso, el sorprendente inicio de su actividad,
con actos de masas imprevistos, que superan con mucho las expectativas de los
organizadores, contrastan con los de un candidato presidente desmovilizado,
concentrado en actividades burocráticas y montado sobre una campaña virtual que
depende de las cadenas, actos oficiales y el ritornelo, ya rancio, de la
herencia y el legado. Así están las cosas y el período de un mes escaso, hasta
el día de las elecciones, promete ser intenso, cambiante, duro y rudo.
ragiusti@eluniversal.com
@rgiustia
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