En Octubre de 1993 me
encontraba en La Jolla, Cal, visitando al maestro Art Laffer, el famoso jefe de
asesores económicos del Presiente Reagan y padre del Supply—Side economics.
Como sucede a finales de cada sexenio, la plática se desarrolló alrededor de la
sucesión presidencial mexicana que ya se cocinaba agresivamente. El maestro me
pregunta: “¿Quien es el bueno?” sin vacilaciones le respondo; Pedro Aspe.
“¿Pedro?” Exclama Art con cierta sorpresa. “No lo creo” me dice. “Aspe es el
que más le conviene a México en estos momentos, pero no creo que sea el que les
conviene a los intereses del establishment que se han visto afectados por
Salinas y que ya contraatacan”.
En seguida me muestra
un documento en el cual su despacho hacía una clasificación, no en cuanto a sus
posibilidades de los presuntos, sino, en su opinión, los que más le convenían
al país entre los diferentes aspirantes. En primerísimo lugar estaba Pedro
Aspe, pero lo que llamó profundamente mi atención, fue el que en segundo lugar
el maestro colocaba a Ernesto Zedillo. En los siguientes lugares de la
clasificación estaban bien posicionados Ángel Gurria, Guillermo Ortiz etc., y
muy al final Colosio y Manuel Camacho Solís.
En esos momentos se
une a la conversación Víctor Canto, economista dominicano, discípulo consentido
de Milton Friedman, socio del maestro y gran conocedor de los problemas
latinoamericanos. Me dice Víctor, “sé que no vas a preguntar el por qué Aspe
está en el primer lugar de la lista, pues es el precandidato de tus simpatías”.
Sí le respondo, pero también el que urgentemente necesita México. “De acuerdo”
asiste el maestro, “Pedro es sin duda el hombre que debe de profundizar las reformas y, sobre todo, traer honestidad
a la administración pública en tu país. Aspe es un hombre incorruptible,
brillante, gran economista y Supply—Sider.”
Me sorprenden dos
cosas de su lista les afirmo: Primero, que tengan a Colosio y a Camacho Solís
tan mal clasificados. Segundo, que tengan a Zedillo tan bien ubicado, ¿por qué?
Casi al unísono ambos responden: “Zedillo es un hombre brillante, honesto,
valiente, de una gran visión, gran economista y, sobre todo, es el más liberal
de ellos. Es un hombre que cree profundamente en los mercados, la apertura del
país, en la grandeza de México.” Recibí el mensaje con escepticismo.
Después de una larga
reunión me despedí haciendo el compromiso de platicar una vez más cuando se
corriera el velo del elegido. Escasamente al mes, “las fuerzas democráticas del
partido seleccionan a Luis Donaldo Colosio”. De inmediato llamo al maestro para
recoger sus impresiones. Me dicen: “Mal augurio para México, Colosio no tiene
intención de seguir con las reformas liberatorias.” De acuerdo contigo Art, le
respondo, yo conozco a Colosio desde los tiempos del Tec. De Monterrey, y
pienso no tiene el corte liberal que México requiere en estos momentos.
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Ernesto Zedillo
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En Marzo de 1994,
luego de semanas de amargos enfrentamientos entre los decepcionados por no
haber sido los ungidos por el dedo de Salinas, Colosio cae asesinado en una
barriada de Tijuana. Después de unos días de gran tensión, ahora la democracia
priista se decide por Ernesto Zedillo. De inmediato contacto al maestro para
recoger su reacción. Me dice sin rodeos: “Es muy triste que Zedillo haya
llegado a su candidatura de esta forma, pero es lo mejor para México. La muerte
de Colosio es una tragedia, pero te aseguro que Zedillo será un gran
presidente.” A partir de esos momentos me convertí en el Zedillista más
comprometido de todo México.
Antes de despedirnos,
me dice Art con gran seriedad: “Se ha declarado una guerra sucia en las más
altas esferas del poder mexicano. Los próximos meses serán definitivos para
salvar o perder las reformas que se han iniciado. Salinas y Zedillo se tienen
que armar hasta los dientes para defender lo avanzado y, sobre todo, se tienen
que coordinar, si no lo hacen, los saboteadores los van a devorar y regresan al
país al estatismo de Echeverría. O peor, me afirma, el país puede caer en las
garras del narcotráfico.”
En los días
posteriores a la selección, ese saboteo que para México había iniciado el 1 de
Enero con la guerrilla de Chiapas, empieza a cobrar gran intensidad con la fuga
de capitales que ya en esos momentos se acercaba a los $20,000 millones de
dólares, una caída de la Bolsa de un 50%, y los papeles mexicanos en los
mercados mundiales perdían el 70% de su valor. En el mes de Septiembre sucumbe
ahora asesinado en las calles de la ciudad de México, el Secretario General del
PRI José Francisco Ruiz Massieu, lo que provoca que en los siguientes días
abandonen el país otros 10,000 millones de dólares, y pone las reservas
internacionales del Banco de México en una situación ya desesperada.
En ese entorno había
sido elegido Ernesto Zedillo y tomaba posesión como presidente el 1 de
Diciembre en medio ya de una grave crisis. A escasos días de su arribo al
poder, se provoca una devaluación del peso para iniciar una de las peores
crisis en la historia moderna de nuestro país. Muy consciente yo que el saboteo
había ya deteriorado gravemente la situación de México durante todo el año de
1994, también estaba seguro que la devaluación se podía haber evitado, y con
ella todos los graves problemas posteriores. Pero lo que más me decepcionó, fue
el manejo de la crisis que hizo Zedillo durante los primeros meses de 1995. En
esos momentos me convertí en el crítico más acérrimo del nuevo presidente.
Sin embargo, a partir
del segundo año del gobierno Zedillista, empecé a notar algo singular; el
presidente no se había ido por las soluciones baratas y fáciles. Con valor y
determinación afrontaba la ya muy grave crisis, pero con su bandera liberal en
alto. No sucumbía ante los populistas que clamaban cambiar el rumbo.
Independientemente de quién hubiera provocado la seria problemática, él la
atacaba con recetas liberales ante las críticas de la mayoría de los
“intelectuales” mexicanos y los otros partidos.
A doce años del
traumático sexenio es hora de calificar a Zedillo. Hay dos cosas que sin duda
harán que este hombre pase con la frente en alto a los libros de la historia:
El manejo tan genial que hizo de la crisis económica que se le presentó al
inicio de su administración, que le permitieron al final rendir cuentas no solo
aceptables, sino “admirables.” Pero tal vez la más importante, el camino
inequívoco que abrió a las fuerzas democráticas y al arribo de la oposición a
la presidencia de la República. Zedillo había sacado a los mercaderes del
templo al tiempo que se desmarcaba del priismo.
Para lograr esto se
requería a un hombre visionario, valiente, honesto y patriota. Pero más que
otra cosa se requería a un hombre con ideas liberales arraigadas en el fondo de
su corazón, creyendo en la grandeza de México y su gente. En esos momentos
recordé que esa era precisamente la descripción que el maestro Laffer había
hecho de Zedillo en Octubre de 1993.
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