El continuismo, el querer quedarse a la macha en el poder en Venezuela, no es ninguna novedad. Lo hicieron Páez, los Monagas, Andueza Palacio, Crespo, Gómez y Pérez Jiménez, y con la excepción de Gómez, todos no solamente fracasaron, sino que generaron contiendas civiles que le hicieron un gran daño a Venezuela.
De modo que no hay que alarmarse: el teniente coronel Chávez Frías no le llega ni a los tobillos al general Juan Vicente Gómez, y es inferior a casi todos los demás, excepto Andueza Palacio, que fue casi tan mal gobernante como Chávez Frías. Su caso (el de Andueza Palacio) nos puede resultar hasta familiar. Fue elegido Presidente de la República para suceder a Juan Pablo Rojas Paúl, y tomó posesión en marzo de 1890. A pesar de que le tocó un período de bonanza, su obra de gobierno fue nula. Usó la bonanza para sus planes políticos. Desde el comienzo de su bienio empezó a repartir dádivas y subvenciones para buscar su reelección, que no era permitida por la Constitución. Necesitaba, por lo menos, dos tercios del congreso para modificar la Constitución luego de llamar a una Asamblea Constituyente. Y a pesar de los regalos y las maniobras, no logró la mayoría. Se dejó ver las intenciones y el país, tal como el congreso, se dividió en “continuistas", que apoyaban a Andueza, y “legalistas", que lo adversaban. El 14 de marzo de 1992, al ver que no podía lograr que se modificara la Constitución, lanzó un manifiesto en el que afirmaba que se quedaría en la silla para enfrentar una conspiración de oligarcas (¡uf!) que querían hacer daño a los verdaderos liberales. Y sin mayor disimulo, como tiempo antes que él lo hiciera Páez, Andueza dio un golpe de estado. Joaquín Crespo, que estaba a la espera en su hato de El Totumo, en Guárico, al saber que Andueza no entregó el poder el 20 de febrero de 1892, le declaró la guerra. Y como dice R. A. Rondón Márquez en su libro Crespo y la revolución legalista: “henos aquí ante una de las más divertidas paradojas de nuestra paradojal historia: una revolución ‘legalista’ ante un gobierno ‘revolucionario’.” Así empezó la Revolución Legalista, el come back de Joaquín Crespo. Quizá lo más importante que de ello salió fue la música de los legalistas, que produjeron estupendas canciones. Entre ellas se destaca la que debe haber sido su himno, cuyo texto tiene rima interior y un juego de formas bastante interesante, y que hoy vuelve a tener vigencia. Se trata de la que dice:
Ya Venezuela no quiere guerra / porque esta tierra se va a arruinar / generales / coroneles / y bribones / que no quieren trabajar. // Bandera tricolor que en Venezuela está, / abajo el continuismo, viva la legalidad…
Es un texto que refleja el rechazo social a la violencia, al abuso militar, a los robos en nombre de la “revolución”, al militarismo y a la guerra en general. Poco después, Andueza debió dejar el país a toda carrera, rumbo a Martinica, convertido en un paria político.
Por fortuna, parecería que hoy no va a ser necesaria una guerra civil como la que apartó a Andueza del poder, sino que será suficiente con que el 15 de febrero de 2009 la gran mayoría de los venezolanos le digamos al aspirante a Andueza que NO es NO
De modo que no hay que alarmarse: el teniente coronel Chávez Frías no le llega ni a los tobillos al general Juan Vicente Gómez, y es inferior a casi todos los demás, excepto Andueza Palacio, que fue casi tan mal gobernante como Chávez Frías. Su caso (el de Andueza Palacio) nos puede resultar hasta familiar. Fue elegido Presidente de la República para suceder a Juan Pablo Rojas Paúl, y tomó posesión en marzo de 1890. A pesar de que le tocó un período de bonanza, su obra de gobierno fue nula. Usó la bonanza para sus planes políticos. Desde el comienzo de su bienio empezó a repartir dádivas y subvenciones para buscar su reelección, que no era permitida por la Constitución. Necesitaba, por lo menos, dos tercios del congreso para modificar la Constitución luego de llamar a una Asamblea Constituyente. Y a pesar de los regalos y las maniobras, no logró la mayoría. Se dejó ver las intenciones y el país, tal como el congreso, se dividió en “continuistas", que apoyaban a Andueza, y “legalistas", que lo adversaban. El 14 de marzo de 1992, al ver que no podía lograr que se modificara la Constitución, lanzó un manifiesto en el que afirmaba que se quedaría en la silla para enfrentar una conspiración de oligarcas (¡uf!) que querían hacer daño a los verdaderos liberales. Y sin mayor disimulo, como tiempo antes que él lo hiciera Páez, Andueza dio un golpe de estado. Joaquín Crespo, que estaba a la espera en su hato de El Totumo, en Guárico, al saber que Andueza no entregó el poder el 20 de febrero de 1892, le declaró la guerra. Y como dice R. A. Rondón Márquez en su libro Crespo y la revolución legalista: “henos aquí ante una de las más divertidas paradojas de nuestra paradojal historia: una revolución ‘legalista’ ante un gobierno ‘revolucionario’.” Así empezó la Revolución Legalista, el come back de Joaquín Crespo. Quizá lo más importante que de ello salió fue la música de los legalistas, que produjeron estupendas canciones. Entre ellas se destaca la que debe haber sido su himno, cuyo texto tiene rima interior y un juego de formas bastante interesante, y que hoy vuelve a tener vigencia. Se trata de la que dice:
Ya Venezuela no quiere guerra / porque esta tierra se va a arruinar / generales / coroneles / y bribones / que no quieren trabajar. // Bandera tricolor que en Venezuela está, / abajo el continuismo, viva la legalidad…
Es un texto que refleja el rechazo social a la violencia, al abuso militar, a los robos en nombre de la “revolución”, al militarismo y a la guerra en general. Poco después, Andueza debió dejar el país a toda carrera, rumbo a Martinica, convertido en un paria político.
Por fortuna, parecería que hoy no va a ser necesaria una guerra civil como la que apartó a Andueza del poder, sino que será suficiente con que el 15 de febrero de 2009 la gran mayoría de los venezolanos le digamos al aspirante a Andueza que NO es NO