“La
desintegración de la dictadura es, por supuesto, causa de gran celebración. La
gente que por tanto tiempo ha sufrido y que ha pagado un precio tan alto,
merece un tiempo de gozoso relajamiento y reconocimiento. Debe sentirse
orgullosa de sí misma y de todos los que con ella lucharon para ganar la
libertad política. No todos habrán vivido para celebrar este día. Vivos y
muertos serán recordados como héroes que ayudaron a moldear la historia de la
libertad en su país.”
Sin embargo, no será ésta ocasión para bajar
la guardia y reducir la vigilancia. Es tan sólo un comienzo y, como tal, no es
de suponer que el enemigo derrotado vaya a quedarse tranquilo y pasivo, puede
ser todo lo contrario. En el caso de nuestra Venezuela, no es ocioso recordar
los primeros días posteriores a la caída de Marcos Pérez Jiménez después del 23
de enero de 1958. En la propia Junta Militar de gobierno que se constituyó ese
día, habían sido incluidos dos conocidos militares que apoyaban al régimen
recién derrocado.
Es por ello, precisamente que “se deben tomar
muchas precauciones para impedir que surja un nuevo régimen opresivo durante la
confusión que acompaña el derrumbamiento del viejo.” En razón de eso, apunta
Gene Sharp, “Nadie debe creer que con la caída de la dictadura inmediatamente
va a aparecer una sociedad ideal. La desintegración de la dictadura simplemente
facilita el punto de partida, en condiciones de una libertad revalorada, para
realizar esfuerzos a largo plazo por mejorar la sociedad y responder más
adecuadamente a las necesidades humanas.” Y continúa: “Los serios problemas
políticos, económicos y sociales seguirán durante años, y hará falta la
cooperación de muchas personas y grupos para buscarles solución. El nuevo
sistema político debe dar una oportunidad para que las personas con puntos de
vista diferentes y medidas que lo favorezcan continúen el trabajo constructivo
y el desarrollo de las políticas orientadas a encarar los problemas del
futuro.”
Amenazas de una nueva dictadura.
En esta parte del último capítulo de su obra
que hemos venido sintetizando, nuestro autor nos recuerda circunstancias que
históricamente se han presentado para sustituir una dictadura derrocada por
otra: “en Francia (los jacobinos y Napoleón), en Rusia (los bolcheviques), en
Irán (el Ayatollah), en Birmania (SLORC), y en otras partes en que algunas
personas o grupos consideraron el derrumbamiento de un régimen opresivo
meramente como la oportunidad de convertirse en los nuevos amos. Sus motivos
podrán variar, pero los resultados son a menudo muy similares. La nueva
dictadura puede ser aún más cruel que la anterior y ejercer un control más
asfixiante.”… “Aún antes del desplome de la dictadura, miembros del pasado
régimen pueden intentar acortar el proceso de la lucha desafiante por la
democracia dando un golpe de Estado a fin de escamotear la victoria que
lograría la resistencia popular. Pueden proclamar que han expulsado a la
dictadura, pero de hecho buscan sólo imponer un modelo más o menos renovado de
la anterior.”
Cerrándoles el paso a los golpes de Estado.
Es posible derrotar golpes de Estado
intentados contra una Nación recientemente liberada. A veces basta un
conocimiento previo de esa capacidad de defenderse para impedir el intento. La
preparación intelectual puede prevenirlos. Puesto en marcha el golpe, los
golpistas tienen que legitimarse, valga decir, que el país acepte que poseen
algún derecho político y moral para poder gobernar. Entonces, lo primero que se
debe esgrimir para rechazarlos es negarles la legitimidad. Para que los
golpistas tengan éxito en sus aventuras necesitaran que los líderes civiles y
la población los apoye, o que estén confundidos, o que se mantengan pasivos. No
se debe olvidar que los golpistas necesitarán la colaboración de la mayor parte
de la población y la asistencia de consejeros, burócratas y funcionarios
gubernamentales, y que las instituciones sociales, la economía, las policías y
las fuerzas militares se les sometan pasivamente y, esto, no lo podrán lograr
si esos sectores se han identificado profundamente con el nuevo gobierno
constituido.
También, los golpistas, van a tener que
confrontarse con la no colaboración y el desafío político que fueron factores
fundamentales para el derrocamiento de la anterior dictadura.
“Esencialmente --dice Sharp-- los mismos medios de lucha que se usaron
contra la dictadura se pueden emplear ante la nueva amenaza, siempre que se
apliquen inmediatamente. Si se les niega tanto la legitimidad como la
cooperación, el golpe puede morir de inanición política, y se habrá restaurado
la oportunidad de construir una democracia.”
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