Esta semana, un año después del saludo en el estadio, Obama y Castro han anunciado la normalización de las relaciones. Washington y La Habana intercambiarán embajadores. EE UU retirará a Cuba de la lista de Estados que patrocinan el terrorismo, y facilitará el comercio y los viajes.
http://internacional.elpais.com/internacional/2014/12/19/actualidad/1419028417_881255.html
Un
consejero de Obama y un diplomático hispano de EE UU fraguaron con los
negociadores cubanos en nueve reuniones el acercamiento entre ambos países
EL
PAÍS 20 DIC 2014 - 03:12 CET301
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en: Barack Obama Alan Gross Raúl Castro Diplomacia Cuba Caribe Relaciones
internacionales Norteamérica Latinoamérica América Relaciones exteriores
Barack
Obama habla con Raúl Castro en el despacho Oval, en presencia de Ben Rhodes y
Ricardo Zúñiga, entre otros. / CASA BLANCA
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Barack
Obama se acercó a Raúl Castro. Se saludaron. Castro sonrió. El encuentro
ocurrió en diciembre de 2013, en el funeral de Nelson Mandela en Johannesburgo
(Sudáfrica). Fue breve: seis segundos.
La
cordialidad entre los presidentes de Estados Unidos y de Cuba sorprendió al
mundo. Ambos llevaban medio año embarcados en un proyecto secreto: el deshielo
en las relaciones entre dos países enfrentados durante más de medio siglo.
La
caída del último muro de la Guerra Fría en América es el resultado de un
esfuerzo que empezó en 2009
Esta
semana, un año después del saludo en el estadio, Obama y Castro han anunciado
la normalización de las relaciones. Washington y La Habana intercambiarán
embajadores. EE UU retirará a Cuba de la lista de Estados que patrocinan el
terrorismo, y facilitará el comercio y los viajes.
La
caída del último muro de la Guerra Fría en América es el resultado de un
esfuerzo que empezó en 2009. Ese año Obama —un senador novato que, con una
retórica ilusionante, prometía hablar con los enemigos de su país y arreglar el
mundo— llegó a la Casa Blanca. Pero no fue hasta la primavera de 2013 cuando el
presidente de EE UU, en su segundo y último mandato, autorizó el inicio de unas
negociaciones en las que, además de emisarios de los Gobiernos estadounidense y
cubano, han participado el Vaticano, como mediador, y Canadá y el propio
Vaticano como anfitriones de la mayoría de las reuniones. “Hoy América decide
liberarse de las cadenas del pasado para alcanzar un futuro mejor”, dijo Obama
el miércoles en la Casa Blanca.
Obama
y Castro en el funeral de Nelson Mandela. / REUTERS
Las
negociaciones comenzaron en junio de 2013 en Canadá
Esta
es una primera aproximación, elaborada a partir de entrevistas y declaraciones
de protagonistas y observadores, de esta negociación. Sus protagonistas son
jóvenes asesores de la Casa Blanca —personajes que se parecen más a actores
secundarios de la serie El Ala Oeste que a negociadores de la Guerra Fría—,
veteranos emisarios del aparato diplomático más antiguo de la tierra, el
Vaticano, y representantes de uno de los últimos regímenes comunistas del
mundo. Incluye varios espías curtidos y un cooperante, Alan Gross, detenido en
La Habana en diciembre de 2009 y liberado el pasado miércoles en el marco del
canje de presos —tres espías cubanos detenidos en EE UU por un espía de EE UU
detenido en Cuba— que ha logrado el deshielo entre EE UU y Cuba.
Las
negociaciones comenzaron en junio de 2013 en Canadá, pero la prehistoria de la
negociación comenzó casi un año y medio antes. El senador demócrata Patrick
Leahy, que voló con Gross a bordo del avión que devolvió al contratista a EE
UU, y su asesor Tim Rieser conocían bien a los Castro desde los años noventa. Y
a ambos les preocupaba la detención de Gross.
A
principios de 2012, Leahy y Rieser abordaron el caso con las autoridades
cubanas, incluido con el presidente Raúl Castro, y “cómo podía llevar a algo
más grande”, recuerda Rieser. Se lo comunicaron a la Casa Blanca.
“Leahy
sintió que este era el momento, con Obama en la Casa Blanca, de intentar mover
nuestra relación con Cuba hacia otro lugar y sabíamos que eso iba a requerir
traer a Gross de vuelta”, explica el asesor del senador, con experiencia en
otros casos de presos en el extranjero.
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Pero
advirtieron a la Administración de que pedir únicamente la liberación de Gross
era “una estrategia sin posibilidades de éxito”. “Cualquiera que sepa algo de
los Castro sabe que no responden bien a los ultimátums. Los cubanos dejaron
claro que estaban ansiosos por hablar con EE UU pero que no estaban preparados
para hacer concesiones unilateralmente”, añade Rieser.
Obama
adoptó, tras llegar a la Casa Blanca, algunas medidas para flexibilizar el
envío de remesas a Cuba y los viajes de cubanoamericanos a la isla. Pero tuvo
que sufrir una pequeña humillación en la Cumbre de la Américas que se celebró
en Colombia en abril de 2012, y ver cómo Cuba iniciaba una tímida
liberalización, para decidirse a apretar el acelerador.
En
la cumbre, Obama escuchó el clamor del resto de socios —incluidos aliados como
Colombia y México— contra el embargo de EE UU a Cuba y en favor de invitar a
este país a la próxima cumbre. Tras salir reelegido en las presidenciales de
2012, sin ruido ni publicidad, el mandatario situó Cuba como una de las
prioridades de su política exterior. Tras el fiasco de la cumbre, el presidente
cambió de consejero en asuntos latinoamericanos. Sustituyó a Dan Restrepo por
Ricardo Zúñiga con el objetivo de impulsar el contacto con La Habana.
En
la primavera de 2013, el presidente de EE UU autorizó “discusiones
exploratorias” con funcionarios cubanos. Los primeros intercambios de mensajes
fueron a través de la Sección de Intereses de EE UU en La Habana, que hace
funciones de embajada desde el fin de las relaciones diplomáticas, en 1961, y a
través de las delegaciones de ambos países en la ONU, en Nueva York.
Obama
designó a dos emisarios atípicos: su escritor de discursos y consejero
predilecto en política exterior, y un diplomático nacido en Honduras con
experiencia en asuntos cubanos.
Tras
el fiasco de la Cumbre de las Américas de 2012, EE UU cambió de consejero en
asuntos latinoamericanos para impulsar el contacto con La Habana
Ben
Rhodes, nacido en 1977, y Zúñiga, nacido en 1970 y emigrado a EE UU cuatro años
después, forman una extraña pareja: poco conocidos fuera de los círculos
diplomáticos y políticos de Washington y sin el caché de otros negociadores del
pasado, como Henry Kissinger o Zbigniew Brzezinski.
Pocas
personas gozan de la confianza del presidente como Rhodes. El alambicado nombre
de su cargo —asistente del presidente y viceconsejero de Seguridad Nacional
para Comunicaciones Estratégicas y Escritura de Discursos— no refleja su
influencia real. Rhodes era un aspirante a novelista hasta que los atentados
del 11 de septiembre de 2001 en su ciudad, Nueva York, le cambiaron la vida.
Empezó a escribir discuros para el congresista Lee Hamilton. En 2008 se unió al
equipo de campaña del entonces senador Obama. Su victoria le llevó a la Casa
Blanca, donde sus poderes no han dejado de crecer. El de Cuba no es el primer
acuerdo con un país rival que ayuda a negociar. En 2011 contribuyó a la
apertura a Birmania y las negociaciones con el régimen militar del país
asiático.
En
el Vaticano se destaca el papel de Pietro Parolin, quien de 2009 a 2013 ejerció
como nuncio en Venezuela
La
trayectoria de Zúñiga, hijo de un diplomático hondureño y una ciudadana de EE
UU, es distinta. No proviene de la política, como Rhodes, sino del servicio
diplomático. Director para el Hemisferio Occidental en el Consejo de Seguridad
Nacional desde 2012, Zúñiga ejerció antes como consejero político en la
Embajada de EE UU en Brasilia, dirigió la Oficina de Asuntos Cubanos en el
Departamento de Estado y estuvo destinado en la Sección de Intereses de EE UU
en La Habana.
Seguidor
de la serie de intriga política House of Cards y lector de Mario Vargas Llosa,
el diplomático fue viceconsejero
político de la Embajada de EE UU en Madrid entre 2004 y 2007, donde se ocupó de
la cooperación antiterrorista entre EE UU y España.
En
el Vaticano se destaca el papel del siempre discreto Pietro Parolin, el actual
secretario de Estado, quien desde 2009 hasta 2013 ejerció como nuncio en
Venezuela.
Los
intentos de obtener la identidad de los negociadores cubanos han resultado
infructuosos.
Canadá
ejerció de anfitrión, no de mediador, en siete sesiones negociadoras
Canadá
ejerció de anfitrión —no de mediador— en, como mínimo, siete de las nueve
sesiones negociadoras. Seis reuniones se celebraron en la capital, Ottawa, y
una en Toronto, la ciudad más poblada del país. Rhodes y Zúñiga volaban en vuelos
comerciales, sin despertar sospechas ni alterar sus agendas en la Casa Blanca.
La distancia de La Habana es mayor: cinco horas.
No
es casualidad que Canadá fuese el país elegido. Aliado estrecho de EE UU y
miembro de la OTAN, también ha sido durante décadas uno de los países
occidentales más cercanos a Cuba. Canadá era campo neutral, un papel comparable
al de Austria o Finlandia en la Guerra Fría. Canadá jamás rompió relaciones
diplomáticas con Cuba.
En
la primavera de 2014, las negociaciones lograron un impulso decisivo. Primero,
tras la reunión del papa Francisco con Obama, el 27 de marzo en el Vaticano.
Después, cuando EE UU recurrió a una táctica habitual en la Guerra Fría y se
sacó una carta oculta en la negociación por el intercambio de presos: un cubano
que había espiado para EE UU y estaba preso en Cuba desde hacía casi veinte
años.
Benedicto
XVI con Fidel Castro en 2012. / OSSERVATORE ROMANO
Como
Canadá, la Santa Sede nunca interrumpió las relaciones diplomáticas con Cuba
La
nueva carta permitía a EE UU plantear la negociación como un intercambio de
espías, puesto que Gross era para Washington sólo un cooperante y así lo ha
mantenido hasta el final.
Rieser,
el asesor del senador Leahy, siguió participando en el diálogo, con un
“contacto cercano” con Zúñiga. Su objetivo era apoyar y asesorar a Obama y a
Zúñiga en las discusiones.
En
verano, el Papa envió sendas cartas a Obama y a Castro. En ese momento, según
Rieser, las posibilidades de un acuerdo Washington-La Habana eran "muy
buenas". Pero también se sabía que podían saltar por los aires en
cualquier momento: si la salud de Gross empeoraba, todo descarrilaría y el
deshielo podría quedar aplazado años o décadas.
En
la Cuba de hoy, la presencia de la Iglesia de Roma es todavía muy debil, en
comparación con el papel que jugó en la transición de países como Chile y
Polonia
Cuba
era consciente de ello. En cuatro llamadas telefónicas durante el pasado
verano, el secretario de Estado de EE UU, John Kerry, advirtió a su homólogo
cubano, Bruno Rodríguez Parrilla -al que conocía de su etapa como presidente
del Comité de Exteriores del Senado-, que si le pasaba algo a Gross "nunca
habría una mejor relación con Estados Unidos", según revela un funcionario
del Departamento de Estado que pide el anonimato.
El
papel del Vaticano ha sido central. Durante los últimos meses las reuniones
internas en el Vaticano han sido numerosas. Como Canadá, la Santa Sede nunca
interrumpió las relaciones diplomáticas con Cuba. Ya desde Juan XXIII, la
derecha más ultramontana ponía en circulación el rumor de que Fidel Castro iba
a ser excomulgado. “No sé de donde salió esa historia”, explica ahora el
secretario particular de Juan XXIII, el cardenal Loris Capovilla, quien acaba
de cumplir 99 años, “pero es solo una leyenda. Ni se le pasó jamás por la
cabeza al papa Juan ni a sus sucesores”.
El
milagro es que nada se supiese ni filtrase hasta este miércoles
Juan
XXIII se enfadó mucho cuando se enteró de que, nada más estallar la revolución
de Fidel Castro, los curas y las monjas católicas estaban saliendo de Cuba a
toda prisa: “¡No pueden escapar, la Iglesia no se escapa nunca, es necesario
que se queden allí!”. Aquel enfado del papa Roncalli es recordado ahora por el
que ya entonces era su secretario particular, Capovilla. “No podré olvidar
nunca el dolor y la decepción del papa Juan por la fuga del clero local tras la
llegada al poder de Castro".
Aquella
tarde el Papa estaba furioso y no paraba de repetir: "¡Las relaciones
diplomáticas no se interrumpen nunca!”. Aquel enfado se tradujo durante las
décadas siguientes en un acercamiento constante, silencioso, difícil muchas
veces, pero tan firme que dos papas considerados muy conservadores, Juan Pablo II
y Benedicto XVI, apoyaron las relaciones diplomáticas visitando la isla.
En
la Cuba de hoy, la presencia de la Iglesia de Roma es todavía muy débil —en
comparación con el papel que jugó en la transición de países como Chile y
Polonia—."Y sin embargo, la Iglesia es hoy la única entidad que recibe
apoyo del exterior en Cuba y no es criticada por ello por el régimen
castrista”, declara Eusebio Mujal-León, profesor en la Universidad jesuita de
Georgetown, en Washington, y autor de varios libros sobre Cuba y América
Latina.
Con
estas negociaciones, termina una etapa en la diplomacia y en la presidencia de
Barack Obama
No
cabe duda de que el Vaticano desea penetrar en la isla. Si se abren iglesias y
se destinan curas a Cuba se da el primer paso para acceder a la eduación en las
escuelas y entrar en la televisión, por ejemplo, como camino para una nueva
evangelización postcastrista.
Fue
en el Vaticano donde, el pasado octubre, se selló el acuerdo sobre el
intercambio de presos y los primeros pasos hacia la normalización. En
noviembre, en la última de las reuniones, los negociadores acabaron de perfilar
los detalles técnicos en Canadá.
El
milagro es que nada se supiese ni filtrase hasta este miércoles por la mañana,
cuando la Casa Blanca anunció el acuerdo.
"Tenía
que hacerse así para mantenerlo en secreto y para que funcionase”, dice Peter
Kornbluh, director del Proyecto de Documentación de Cuba y coautor de Back
channel to Cuba (Canal oculto a Cuba), unas historia de los contactos secretos
entre Washington y La Habana desde la revolución de 1959. “Es posible que sea
el último gran episodio de diplomacia por canales ocultos entre Estados Unidos
y Cuba", añade Kornbluh.
Con
estas negociaciones, termina una etapa en la diplomacia y en la presidencia de
Barack Obama. En julio de 2007, cuando Obama le disputaba a la experimentada
Hillary Clinton la candidatura demócrata a la Casa Blanca, un ciudadano les
preguntó en un debate si estaban dispuestos a reunirse con el líder de Cuba sin
condiciones previas.
“Sí”,
respondió Obama.
Clinton
respondió que no.
Ahora
Obama, que se ha declarado abierto a viajar a La Habana en el futuro, puede
cumplir aquel vaticinio.
Esta
información ha sido elaborada por Yolanda Monge, Joan Faus y Marc Bassets en
Washington y Pablo Ordaz en Roma.
Eviado
a nuestro correos por
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