La democracia liberal es una forma de gobierno que consiste en una democracia representativa donde la capacidad de los representantes electos para la toma de decisiones políticas se encuentra sujeta al Estado de Derecho y normalmente moderada por una Constitución que regula la protección de los derechos y libertades individuales y colectivas, estableciendo restricciones tanto a los líderes como a la ejecución de la voluntad de una determinada mayoría.
Los derechos y libertades garantizados por las constituciones de las democracias liberales son variados, pero normalmente incluyen gran parte de los siguientes derechos: a un debido proceso, a la intimidad, a la propiedad privada y a la igualdad ante la ley, así como las libertades de expresión, asociación y culto. En las democracias liberales esos derechos (a veces conocidos como "derechos fundamentales") suelen estar regulados bien constitucionalmente o bien mediante ley. Además generalmente existen instituciones civiles con la capacidad de administrar o reforzar dichos derechos.
Las democracias liberales se suelen caracterizar por la tolerancia y el pluralismo; las ideas sociales y políticas diferenciadas, incluso las más extremas, pueden coexistir y competir por el poder político siempre sobre una base democrática. Las democracias liberales celebran periódicamente elecciones donde los distintos grupos políticos tienen la oportunidad de alcanzar el poder. En la práctica, estas elecciones las ganan los grupos que defienden la democracia liberal, de modo que el sistema se perpetua a sí mismo.
El término "liberal" dentro de la expresión "democracia liberal" no implica que el gobierno de una democracia de este tipo deba seguir estrictamente la ideología política del liberalismo, si bien el concepto puro de "democracia liberal" nace de la corriente del liberalismo politico.
Existen varias naciones y territorios que afirman ser los primeros en establecer elsufragio universal. El Gran Ducado de Finlandia tenía sufragio universal completo en 1906.
Las democracias liberales actuales suelen basarse en el sufragio universal, concediendo a todos los ciudadanos adultos el derecho al voto sin tener en cuenta su etnia, sexo o riqueza. Sin embargo, y en especial históricamente, algunos países considerados democracias liberales han tenido un sufragio limitado. En algunos lugares es necesario registrarse para poder votar. Las decisiones tomadas mediante procesos electorales no son tomadas por todos los ciudadanos, sino sólo por aquellos que se han decidido a votar.
Las elecciones deberían ser libres y justas y el proceso político, competitivo. El pluralismo político se suele definir como la presencia de varios partidos políticos.
Toda Constitución democrática liberal define el carácter democrático del Estado. El objetivo de una Constitución es frecuentemente el de fijar límites en la autoridad del gobierno. La tradición política americana enfatiza la separación de poderes, la judicatura independiente y un sistema de observación y control entre los distintos poderes. Muchas de las democracias europeas se centran más en la importancia de constituirse en un Estado de Derecho. La autoridad gubernamental es ejercida de forma legítima solamente en armonía con las leyes escritas y promulgadas de acuerdo con los procedimientos establecidos. Muchas democracias utilizan el federalismo (también conocido como separación vertical de poderes) o versiones endulzadas como el Estado de las Autonomías español para prevenir posibles abusos e incrementar la participación ciudadana repartiendo el poder entre los gobiernos municipales, regionales (provinciales o estadales) y nacionales.
Derechos y libertades
Los criterios más frecuentes para distinguir las democracias liberales toman la forma de derechos y libertades específicos. Los más claros ejemplos son:
Derecho a la vida y a la integridad de la persona.
Libertad contra la esclavitud.
Libertad de movimiento por el país.
Igualdad ante la ley y derecho al debido proceso bajo el Estado de Derecho.
Libertad de expresión.
Libertad de prensa y acceso a fuentes alternativas de información.
Libertad de reunión y asociación
Libertad de enseñanza.
Libertad de culto.
Independencia judicial.
Derecho a la propiedad privada y a la compraventa, uno de los puntos más controvertidos.
En la práctica, las libertades democráticas están limitadas. Hay limitaciones legales como el copyright o las leyes contra la difamación. Hay también limitaciones a los discursos antidemocráticos, contra los derechos humanos o aquellos que hacen apología del terrorismo. En los Estados Unidos, durante la Guerra Fría, restricciones de este tipo fueron aplicadas a los simpatizantes del comunismo. Actualmente esto se aplica a las organizaciones que promueven el terrorismo o la incitación al odio racial o religioso. Ejemplos de ello son las leyes antiterroristas, la ilegalización de ciertos partidos políticos o la clausura de las emisiones por satélite de Hezbolá. Los críticos claman en contra de estas limitaciones pues opinan que pueden ir demasiado lejos y provocar que los procesos judiciales dejen de ser justos y correctos.
La justificación común para estos límites es que es necesario garantizar la existencia de la democracia, o la existencia de las libertades por sí mismas. Por ejemplo, el permitir la libertad de expresión para los defensores del genocidio mina el derecho a la vida y la seguridad. Existe división de opiniones en relación a hasta cuanto se puede extender la democracia, en incluir en ella a sus enemigos. Si los grupos que se excluyen por estas razones representan una parte relativamente pequeña de la población, ese país puede seguir siendo considerado una democracia liberal. Algunos argumentan que esto no difiere mucho de los regímenes personales en que se persigue a la oposición, si bien estas restricciones no son tan severas y afectan a un número reducido de personas. Otros remarcan que las democracias son diferentes. Al menos en teoría, también los opositores a la democracia tienen derecho al debido proceso. En principio, las democracias permiten críticas y cambios en los líderes de la política y la economía; lo que está prohibido es realizarlos de forma violenta o promover alcanzarlos de ese modo.
Precondiciones
Aunque no son partes del gobierno como tales, la presencia de una clase media y de una tolerante y floreciente sociedad civil suelen ser vistas como precondiciones para la democracia liberal.
En países sin una fuerte tradición democrática, la simple introducción de las elecciones libres raramente ha bastado para alcanzar la transición de la dictadura a la democracia; es necesario un cambio mucho mayor en la cultura política así como la formación gradual de las instituciones democráticas. Hay varios ejemplos, como en América Latina, de países que sólo pudieron mantener la democracia de forma temporal o limitada hasta que sucedieron cambios culturales mayores que permitieron aplicar la voluntad de la mayoría.
Uno de los aspectos clave de la cultura democrática es el concepto de "oposición leal". Éste es un cambio cultural especialmente complicado de alcanzar en naciones donde las transiciones de poder se han hecho históricamente mediante la violencia. La expresión viene a significar que todas las partes comparten unos mismos valores democráticos, de manera que un grupo político puede no estar de acuerdo con otro, pero debe siempre tolerar sus ideas y nunca intentar imponerlas por la fuerza. Las reglas de juego de la sociedad deben animar a la tolerancia y civismo en los debates públicos. En una sociedad así, los perdedores aceptan la decisión de los votantes una vez finalizadas las elecciones, y permiten una transferencia pacífica de poder.
Los perdedores están seguros de que no perderán ni su vida ni su libertad, y que podrán continuar participando en la vida pública. No son leales a la política específica del gobierno, pero sí lo son a la legitimidad fundamental del estado y al proceso democrático.
Los orígenes de la democracia liberal
La democracia liberal toma sus orígenes (y su nombre) de la época de la Ilustración europea. En aquel momento casi todos los estados de Europa eran monarquías, con el poder político ostentado por el rey o por la aristocracia. La posibilidad de la democracia no había sido considerada de forma seria por la teoría política desde la época grecorromana, y la creencia inherente a ella era la de la inestabilidad y el caos debido a los caprichos de la gente. Más adelante llegó a creerse que la democracia era algo antinatural, pues los humanos eran vistos como malvados por naturaleza, violentos y necesitados de un líder fuerte que reprimiera sus impulsos destructivos. Muchos de los reyes europeos mantenían que su poder había sído inspirado por Dios, y que cuestionarlo era prácticamente una blasfemia.
Estas ideas convencionales fueron desafiadas en un primer momento por un pequeño grupo de intelecuales ilustrados, quienes creían que los problemas humanos deberían ser guiados por la razón y los principios de libertad e igualdad. Argumentaban que todos los hombres habían sido creados iguales y por tanto la autoridad política no podía justificarse basándose en la "sangre azul", una supuesta conexión privilegiada con Dios, o cualquier otra característica que fuese alegada para hacer a una persona superior a otras. Finalmente pensaban que el gobierno estaba para servir al pueblo y no al revés, y que las leyes habían de ser aplicadas tanto a quienes gobiernan como a los gobernados (Estado de Derecho).
Libertad, Igualdad y Fraternidad
A finales del Siglo XVIII, estas ideas inspiraron la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos y la Revolución francesa, que dieron a luz a la ideología del liberalismo e instituyeron formas de gobierno que intentaron llevar a la práctica los principios de los filósofos ilustrados. Ninguna de estas formas de gobierno era precisamente la que hoy llamamos democracia liberal (la diferencia más significativa es que el derecho a voto estaba restringido a una minoría de la población) pero eran una especie de prototipos de la democracia liberal actual. Desde que los simpatizantes de estas formas de gobierno fuesen conocidos como liberales, los propios gobiernos comenzaron a ser llamados "democracias liberales".
Cuando fueron fundadas las primeras democracias liberales, sus simpatizantes eran vistos como un grupo extremista y peligroso que amenazaba la paz y estabilidad internacional. Los absolutistas que se oponían al liberalismo y a la democracia se consideraban los defensores de los valores tradicionales y del orden natural de las cosas, y su crítica a la democracia parecía justificada cuando Napoleón Bonaparte tomó el control de la joven Primera República Francesa, reorganizada como el Primer Imperio Francés y comenzó su proceso de conquista de Europa. Napoleón fue finalmente derrocado y se formó la Santa Alianza como medio de prevención de cualquer intento posterior de instaurar el liberalismo o la democracia en Europa. Sin embargo, los ideales liberales democráticos pronto se extenderían entre la población, y hacia el Siglo XIX la monarquía tradicional entró en un estado de defensa continuada. Las reformas y revoluciones ayudaron a que la mayoría de los países europeos se acercasen a la democracia liberal. El liberalismo dejó de ser una opción extrema y pasó a ser la corriente dominante en política. Al mismo tiempo, aparecieron ciertas ideologías no liberales que tomaron el concepto de democracia liberal y lo reformaron a su manera. El espectro político cambió: la monarquía tradicional se fue convirtiendo en una idea extremista mientras la democracia liberal fue calando en la gente hasta ocupar la posición dominante en la política. A finales del Siglo XIX, la democracia liberal ya no era solamente una idea "liberal", sino que era apoyada por diferentes ideologías. Tras la Primera Guerra Mundial y especialmente después de la Segunda, la democracia liberal alcanzó una posición dominante entre las teorías de gobierno y hoy en día es apoyada por la inmensa mayoría del espectro político.