A FREDDY Y EMILIO
Antes de entrar en el tema de fondo que propones, querido Freddy, debo hacer algunas puntualizaciones. No siendo proclive a las afirmaciones tajantes, no me reconozco en esa exultancia por Falcón que me atribuyes, ni me ha pasado por la cabeza arremeter contra un tan excelente amigo como Emilio. Tampoco en mis “desordenados” comentarios sobre el editorial no pude manifestar –por lo menos a conciencia- animus irónico alguno. De mis adláteres ¿qué te digo? En mi independencia política sería raro que los tuviera.
Parto de lo que está en la fabla de todos. Hay un deterioro del campo oficialista que no fluye masivamente hacia la oposición. Si un 53% no confía en Chávez y 20 se ubica de este lado, queda un 33% que, disintiendo del régimen, no se reconoce opositor. Puede ser injusto, puede provenir de la vieja mala prensa que tenemos los políticos, pero está a la vista como un enigma que debe resolverse y es preferible hacerlo antes del histórico 26 de septiembre.
Si el objetivo es alcanzar la mayoría parlamentaria es absolutamente necesario incorporar al complicado universo disidente. Toda la oposición es disidente, sí, pero no toda la disidencia es de oposición. Y el reto, creo, es conectarse con esa mayoría -disidente u opositora- que coincide en lo básico, sin por eso negar lo que cada uno sea. Frente al inmenso y proteico mundo que disiente con distintos niveles de compromiso, deberíamos enfatizar lo que une, no cuidarnos del falso adversario pregonando enérgicamente lo que irrevocablemente somos. Claro que se puede ganar gente para este lado, como ya está ocurriendo, pero exigirle a los descontentos -cual postulan muchos- que se declaren inmaculados opositores (sin contar que ni eso les valdría para calmar a los irredentos de esta acera) como premisa para marchar juntos, me parece un mayúsculo error.
Siendo tan profunda la tensión actual, gran parte de los moderados puede ser empujada a mayores compromisos. Es absurdo recibir con hostilidad a los relegados por el gobierno (y esto no va con Emilio, por Dios) por creer que Arias Cárdenas es una fatalidad. Jagua ha puesto a los azules, mal que le pese a algunos, de patitas en la calle. Habrá quien se devuelva, pero así como Falcón demostró más entereza de la esperada, otros podrían seguirlo. Por cierto, creo que es la más aguda manifestación de la crisis del chavismo pero estoy abierto a otros criterios. Prefiero entonces tender puentes que prejuzgar o llenarme de paralizantes prevenciones. Alguien me llamó cándido (nada que ver con Analítica) por no creer que las rupturas del oficialismo sean trampas montadas por Chávez, el omnisciente.
Creer que el hecho de que hable más de disidencia que de oposición responde –como piensa mi probado amigo Freddy- al temor de “perder gente” o de “aislarme”, no tiene el menor sentido para quien haya leído lo escrito arriba. Porque aunque no comparta lo que digo, tendría que reconocer que me esfuerzo por guardar la coherencia en mis argumentos. Además, respaldo con toda mi fuerza a la MUD como centro que es de la unidad en esta complicada coyuntura. Su trabajo será finalmente reconocido hasta por los coléricos honestos. Pero por dirigir el momento es ella la que corre los indicados riesgos. Yo personalmente no tengo gente que perder o aislamiento al que rehuir. En mi condición podría ponerme a alardear sobre las primarias en todas partes o la insobornable oposición, sin arriesgar nada. Me sería muy fácil hablar con la dura retórica usual de quienes se sienten desplazados o algo así, que no es mi caso ni por supuesto el tuyo.
Lo de la izquierda es otra cosa. No frecuento ese término porque le huya a las definiciones o porque me asalte un extraño miedo, sino porque nada es más indefinido que ese vocablo. Chávez es de izquierda, Müller lo rebate desde la izquierda y el PCV, dueño del concepto, los mira con conmiseración. Son círculos concéntricos terriblemente subjetivos. Cada izquierdista tiene quien lo condene por traicionar a la izquierda. Tú y yo somos de derecha, Freddy, para legiones de socialistas. Y no es que sea un término maléfico sino que se ha alejado de referencias precisas. Durante la guerra fría era más fácil. De izquierda, los amigos en distintos grados del leninismo y la URSS, y de derecha sus adversarios en distintos grados también. Esa postrera certidumbre cayó con el Muro.
¿Qué queda entonces?
Descifrar las nuevas realidades, buscar respuestas profundas y originales. Por cierto, Marx no hablaba de izquierda y derecha, sino de clase obrera y burguesía. Muy anacrónico, sin duda, pero no lo es su aversión a las abstracciones no severamente fundadas. Los lectores no tienen por qué buscar si en mis trabajos hablo de izquierda o no, como les recomienda Freddy. Yo les ahorro el esfuerzo. No me valgo de ese concepto porque no creo que sirva para mayor cosa.
En fin, con mi invariable amistad, les dejo estas sinceras reflexiones.
amermart@yahoo.com
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