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LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA

jueves, 1 de marzo de 2012

ZENAIR BRITO CABALLERO: “EN VENEZUELA EDUCAMOS PARA EL TRABAJO O EDUCAMOS PARA LA VIDA”

El mundo está cambiando vertiginosamente, pero dicho cambio debe tener una dirección deseable. Corresponde a la Universidad, la instancia universal por excelencia, la responsabilidad de señalar destinos, sentidos, rutas y formas de andar. Y su misión, no puede seguir siendo la de formar exclusivamente para el empleo profesional.

Las Universidades, Institutos y Colegios Universitarios y los Centros de Investigación, deben convertirse en el espacio donde deben debatirse e integrarse toda la variedad de saberes que se producen en una sociedad, y no sólo aquellos que hasta este momento reconoce como suyos, es decir, aquellos producidos dentro de su seno o que cumplen con el rigor que ella establece.

La democratización de la Educación Superior en Venezuela, en tanto que institución, ha consistido en abrir cupos a través de la prueba de aptitud académica a una demanda creciente de bachilleres o a la creación de la misión Sucre y de la Universidad Bolivariana, pero no en abrirse campo a las demandas de la comunidad, bien sea tanto para dispensar las soluciones que se le solicitan, como para asimilar las soluciones que la propia comunidad ha ingeniado.

Aunque algo se ha avanzado en esta materia, la comunicación es todavía insuficiente y no es tan directa. Las Universidades han venido realizando notables esfuerzos por comprender y superar las dificultades pedagógicas de sus estudiantes, y una muestra de ello la tenemos en las bibliotecas, que están bien nutridas de estudios e investigaciones sobre este tema ( tesis de grado, trabajos de ascenso, ponencias, etc.), sin embargo, no se encuentran en la misma cantidad descripciones y explicaciones sobre el fracaso de los pueblos en vencer los obstáculos que se le presentan y en superar sus limitaciones.

Aunque parezca paradójico, los venezolanos y las venezolanas hemos sido eficientes en fracasar y en justificarnos: “la vinotinto ha sido descalificada para la obtención de la Copa Libertadores, pero jugamos bien….estamos mal, pero vamos bien”.

La educación formal tradicional, y en gran parte también la moderna, ha estado orientada fundamentalmente hacia dos direcciones: 1) hacia la adquisición de destrezas y técnicas para entrar en el mundo del trabajo, y 2) hacia la acumulación de conocimientos. Este ha sido el modelo social que ha servido de referencia a la educación en general, y de ello no escapa la Educación Superior. Con base en dicho modelo se diseña el currículo, se elaboran los planes de estudio y los programas de asignaturas, se incorporan los contenidos, se deciden las prioridades, etc. Por supuesto, no negamos la importancia de esta función: LAS UNIVERSIDADES DEBEN FORMAR LOS FUTUROS PROFESIONALES, pero ellas deben también FORMAR AL CIUDADANO.  Por esto, se hace necesaria la modificación de las políticas y estrategias de la Educación Superior, porque en nuestro sistema socio-educativo se observa, que el trabajo aparece concebido como una actividad económica, y como tal se lo relaciona con un balance de utilidad, de rendimiento o de productividad, y/o con la desutilidad, los costos o las pérdidas.

Lo cierto es, que por fuerza de la importancia que le atribuimos a la riqueza material y al consumismo, hemos terminado por convertirlo en un fin, en un mal necesario. En nuestra cultura, y en el fondo de nuestra conciencia, el trabajo significa más o menos, la sanción impuesta a Adán cuando Dios lo expulsó del Paraíso: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente” Así, cuando preguntamos a los estudiantes universitarios respecto a la función de la Universidad, la gran mayoría responde que se trata, ante todo, de un establecimiento que prepara “PARA CONSEGUIR UN BUEN TRABAJO” aunque no faltan consideraciones en torno a que ello no siempre es posible.

Habría que indagar más acerca de si se está entendiendo “BUEN TRABAJO” como “CANONJÌA “o empleo fácil y bien pagado. De todos modos, la tendencia es pensar que la Universidad sigue siendo un canal de movilidad social vertical, y creer además que la formación que ella prodiga tiene el poder de hacer realidad el sueño. No obstante, a veces nos planteamos que en Venezuela pareciera ocurrir todo lo contrario, es decir, que un mejor nivel de formación puede ser una traba para lograr la inserción laboral: nos cansamos de escuchar: “me gradué de INGENIERO DE SISTEMAS pero no lo refiero en mi currículum porque estoy metiendo mis papeles para ver si consigo unas horas como docente en un Tecnológico”.

Los empleos que aparecen en los periódicos o que se están creando actualmente son, o de muy baja o de muy alta calificación y en la gran mayoría dependen del amiguismo, del partidismo o del jalajala a los Jefes. De ahí la proliferación de contrataciones con pago de honorarios profesionales por horas trabajadas, a destajo o por tiempo parcial como retribución a la genuflexión patronal.

Por otra parte, la explosión demográfica universitaria que ha venido caracterizando a nuestro país, no guarda correspondencia con la estructura del empleo ni con las posibilidades de absorción de todo este contingente profesional, porque el número de graduados aumenta más rápidamente que el número de empleos correspondientes.

Tal situación significa un gran sacrificio para la nación en un momento de enormes dificultades; por una parte se trata de la inversión pública en la educación, pero por otra parte, del gasto que ello representa para el interesado. Es un esfuerzo que no siempre se traduce en utilidad, al menos en el plano profesional Como podemos constatar, esta realidad nos enfrenta con una cuestión de fondo: aprender….sí, pero ¿aprender para hacer qué? Si bien esta interrogante no es nueva, en las circunstancias que estamos viviendo ella representa un   verdadero reto: “O EDUCAMOS PARA EL TRABAJO O EDUCAMOS PARA LA VIDA”

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ANDRÉS OPPENHEIMER: SE ENSANCHA LA BRECHA TECNOLÓGICA

Los presidentes latinoamericanos deberían prestar atención a las últimas estadísticas mundiales de innovación tecnológica: revelan que, pese al progreso realizado por varios países de la región, la brecha entre los países asiáticos y los latinoamericanos sigue ensanchándose.


Las nuevas cifras de la Oficina de Patentes y Marcas de Estados Unidos muestran que los países asiáticos aumentaron el número de patentes registradas en un 73% en los últimos 10 años, mientras que los países latinoamericanos lo hicieron tan sólo en un 34 por ciento. En números totales, el abismo es escalofriante: en 2011, los países asiáticos registraron un total de 76.000 patentes de nuevos productos en los Estados Unidos, mientras que todos los países latinoamericanos juntos registraron solamente 500.

Corea del Sur, un país que hace cinco décadas era más pobre que prácticamente todos los países latinoamericanos, registró 13.000 patentes el año pasado, comparado con sólo 230 de Brasil, 115 de México y 50 de la Argentina, según la Oficina de Patentes y Marcas. Estados Unidos encabezó la lista, con más de 120.000 patentes.

Estas cifras son consideradas un indicador clave, porque suelen coincidir con las tendencias de patentes extranjeras en Europa, Japón y los demás mercados más grandes del mundo. "Las diferencias son abismales", me dijo Gustavo Crespi, un especialista en tecnología e innovación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). "América latina está avanzando, pero los países asiáticos se están moviendo mucho más rápido que nosotros."

Afortunadamente, algunos países latinoamericanos se están poniendo las pilas. Brasil, la Argentina y Chile aumentaron recientemente sus inversiones en investigación y desarrollo, y están ofreciendo cada vez más apoyo público a sus científicos.

Los expertos afirman que hay cinco razones principales por las que los países asiáticos están avanzando más rápido, lo que hace que sus economías crezcan más y sus tasas de pobreza se reduzcan con mayor celeridad. Primero, los países asiáticos invierten más en investigación y desarrollo de nuevos productos. Mientras que Japón y Corea del Sur gastan alrededor del 3,5% de su producto bruto interno (PBI) en investigación y desarrollo, Brasil gasta el 1,2%; la Argentina, el 0,6%; México, el 0,4%, y la mayoría de los demás países de la región menos, según el BID.

En segundo lugar, en Asia la mayor parte de la investigación y el desarrollo está en manos de empresas privadas, mientras que en América latina gran parte de esa actividad está a cargo del Estado. Mientras que el 75% de la investigación y el desarrollo en China procede de las empresas privadas, en Brasil sólo lo hace el 45 por ciento. Eso es importante, porque las empresas privadas están más cerca del mercado e inventan productos más comercializables.

En tercer lugar, las universidades asiáticas están produciendo más ingenieros y científicos, mientras que las universidades latinoamericanas producen mayormente graduados en ciencias sociales y humanidades. La última vez que hice la cuenta, la gigantesca Universidad de Buenos Aires tenía el triple de estudiantes de psicología que de ingeniería. Corea del Sur tiene unos 10 investigadores científicos por cada 1000 trabajadores, mientras que la Argentina tiene un promedio de 2,2 investigadores por cada 1000 trabajadores, Chile tiene 2 y Brasil tiene 1,1, según el BID.

En cuarto término, los países asiáticos ofrecen más incentivos para que las empresas inviertan en investigación y desarrollo, y más recompensas para los investigadores que patentan invenciones. "Necesitamos un sistema que recompense a los investigadores no sólo cuando publican algo, sino también cuando registran una patente", dice Mario Cimoli, director de la división tecnología de la Comisión Económica para Latinoamérica y el Caribe de las Naciones Unidas.

En quinto lugar, las universidades asiáticas están más internacionalizadas que las latinoamericanas. Países como China y Corea del Sur tienen más programas de titulación binacionales, más profesores visitantes y más graduados en las mejores universidades del Primer Mundo.

Mi opinión: la razón de fondo por la que los países asiáticos están avanzando más rápido es que sus sociedades tienen una obsesión con la educación (Comentario: Cuando aiáticos van al exterior a aprender inglés, mayoritariamente ya lo leen y hablan. Su meta es perfeccionar y hablarlo como un occidental)   que todavía no es palpable en la mayoría de los países latinoamericanos. Los estudiantes asiáticos pasan más tiempo en la escuela -el año escolar de Japón tiene 243 días, mientras que en muchos países latinoamericanos no llega a los 160 días-, los gobiernos asiáticos están más obsesionados con producir científicos e ingenieros, y los padres asiáticos son más exigentes con las tareas de sus hijos en matemática y ciencias.
Algunos países latinoamericanos, como Brasil, se están empezando a mover en la dirección correcta. Pero las cifras de la Oficina de Patentes de Estados Unidos revelan que hay que avanzar más rápido, porque la brecha con los países desarrollados y con las naciones emergentes de Asia sigue creciendo.

 © La Nacion

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MARIO VARGAS LLOSA: ECUADOR, EL HONOR DEL MANDATARIO (DESDE ESPAÑA EN EL PAIS.ES)

EL PRESIDENTE DE Ecuador, Rafael Correa, acaba de ganar una importante batalla legal contra la libertad de prensa en su país y ha dado un paso más en la conversión de su gobierno en un régimen autoritario. La Corte Nacional de Justicia, máxima instancia de la magistratura, ha condenado al diario El Universo, decano de la prensa ecuatoriana con más de 90 años de existencia, por injurias al mandatario, con una sentencia severísima: 40 millones de dólares y tres años de cárcel a los principales responsables del diario, los hermanos Carlos, César y Nicolás Pérez.

Emilio Palacio,
El proceso contra El Universo se inició hace poco menos de un año, con motivo de un artículo del periodista Emilio Palacio, quien, comentando la actuación del presidente en una confusa revuelta policial de septiembre de 2010 en la que se vio implicado, afirmaba: El dictador debería recordar, por último, y esto es muy importante, que con el indulto, en el futuro, un nuevo presidente, quizás enemigo suyo, podría llevarlo ante una corte penal por haber ordenado fuego a discreción y sin previo aviso contra un hospital lleno de civiles y gente inocente. Rafael Correa consideró esta frase lesiva para su honor.

Celebrando el fallo del Tribunal, mientras sus partidarios quemaban en la calle ejemplares del diario incriminado, el jefe de Estado del Ecuador dijo que con aquel fallo se habían logrado tres objetivos: que El Universo mintió, que se puede juzgar no a los payasitos, sino a los dueños del circo, y que los ciudadanos pueden reaccionar frente a los abusos de la prensa.

No dijo si sentía que había sido desagraviado en su maltratado honor, y por una razón muy sencilla: porque es ahora, precisamente, cuando ese honor además de su nombre y su gobierno ha quedado por las patas de los caballos, desprestigiado internacionalmente por una operación legal que toda la prensa libre del mundo, las organizaciones de periodistas, de derechos humanos, y los partidos y gobiernos democráticos consideran un atropello cínico y desorbitado contra la libertad de expresión que puede tener consecuencias trágicas para su país. Sobre todo, teniendo en cuenta que no es el primero ni será el último. Hace unos días, otros dos periodistas ecuatorianos, Juan Carlos Calderón y Christian Zurita, fueron condenados a pagar dos millones de dólares por supuestos daños morales que habrían causado al presidente en un libro describiendo los negociados de su familia.

Ni qué decir tiene que la sentencia de la Corte Nacional de Justicia del Ecuador instala una espada de Damocles sobre todos los medios de comunicación y los adversarios del gobierno, advirtiéndoles que cualquier crítica al poder puede acarrearles represalias tan feroces como ésta, que, en la práctica, equivale a la clausura del órgano de prensa (pues la multa supera en exceso el patrimonio del periódico), y largas penas de prisión para los periodistas indóciles.

El amedrentamiento y la amenaza para instalar la autocensura en el mundo de la información, obligando a los periodistas e informadores a convertirse en censores de sí mismos y a escribir mirando a hurtadillas a su alrededor, es un método que todos los dictadores modernos practican el ejemplo más conspicuo en América Latina, después del caso obvio de Cuba, es el del comandante Hugo Chávez en Venezuela, seguido por su aventajada discípula argentina, la señora Cristina Kirchner, más hipócrita pero también más efectivo que el de la anacrónica censura previa o la mera clausura policial de los medios indomesticables y reacios al servilismo político. La desaparición de un periodismo libre y su reemplazo por unos medios neutralizados e incapaces de ejercer la crítica es el sueño, también, de las seudo democracias demagógicas y devastadas por el populismo, de las que es eximio representante el gobierno de Rafael Correa.

Su involución hacia el populismo demagógico y la retórica truculenta y ramplona que ahora practica verlo perorar, mirando al cielo, con las venas hinchadas del cuello y embriagado de admiración por sí mismo, constituye un espectáculo impagable es por desgracia una deriva no infrecuente en los políticos latinoamericanos. Y, en su caso particular, bastante triste. Porque la verdad es que, cuando comenzó a figurar en la vida política de su país, en abril de 2005, en plena crisis constitucional, este economista católico, con títulos en las Universidades de Lovaina e Illinois y una distinguida carrera académica, alentó muchas esperanzas. Parecía movido por sentimientos generosos e idealistas y se pensaba que su gestión gubernamental serviría para reforzar las instituciones democráticas, la justicia social y la modernización del Ecuador.

Ha sido exactamente al revés. Mareado por el poder y la obsesión continuista, peón de brega de los delirios socialistas y bolivarianos del comandante Chávez junto al boliviano Evo Morales y el nicaragüense Daniel Ortega, el gobierno de Rafael Correa, con sus políticas cortoplacistas, de irresponsabilidad fiscal y corrupción multiplicada, su hostilidad hacia la empresa privada, las inversiones extranjeras y su izquierdismo trasnochado, ha empobrecido y desquiciado a la sociedad ecuatoriana, enconándola y crispándola. Por eso, su impopularidad ha ido creciendo de manera sistemática en los últimos tiempos. Los movimientos indigenistas, que en un principio lo apoyaron, están ahora entre los críticos más tenaces de su gobierno.

Éste es el contexto que explica los golpes desesperados contra la libertad de expresión del presidente Correa de los últimos meses y la brutalidad de esta sentencia contra El Universo. Con ella, el jefe de Estado y su gobierno se despojan de una de las pocas credenciales democráticas que todavía podían exhibir y asumen, sin veladuras, el sistema autoritario chavista que tuvieron siempre por modelo.

Dicho esto, nadie puede negar que el periodismo, tanto en Ecuador como en el resto de América Latina, está lejos de ser siempre un dechado de probidad, templanza y objetividad. Desde luego que a veces sucumbe en el amarillismo, es decir, la exageración, la injuria y el libelo, y que un sistema judicial probo e independiente debería amparar a los ciudadanos contra estos excesos. Pero la decapitación no es el remedio más adecuado contra las neuralgias. La sanción contra El Universo de la Corte Nacional del Ecuador escandaliza, entre otras cosas, por su desproporción con la supuesta ofensa, y ese carácter desorbitado que luce es la mejor demostración de que no persigue desfacer un entuerto de que haya sido víctima una persona, sino que se trata de un acto político, encaminado a acabar de una vez por todas con esos pilares de la democracia que son la libertad de expresión y el derecho de crítica.

De todas maneras, ésta es una victoria pírrica de Rafael Correa. Su impopularidad seguirá creciendo, y todavía más si logra su propósito de amordazar del todo a la prensa de su país, lo que, a pesar de todo, no parece nada fácil. Lo ocurrido ha servido para mostrar, por una parte, lo poco confiables que son los tribunales ecuatorianos en materia de justicia por lo enfeudados que están al poder político, y, de otra, el coraje y la consecuencia de los dueños y periodistas de El Universo y los muchos colegas ecuatorianos que se han solidarizado con ellos. Los desenfrenados esfuerzos del gobierno para dividirlos y quebrarlos han sido inútiles. Han luchado todos, empresarios, periodistas, empleados y gráficos, sin hacer concesión alguna, defendiendo con soberbia consecuencia su postura independiente, por lo que se han ganado la admiración del mundo entero y convertido en el símbolo mismo de la resistencia del pueblo del Ecuador contra la noche autoritaria que les ha caído encima.

Es seguro que, a la corta o a la larga, son ellos y no el aprendiz de dictador ni los jueces prevaricadores los que dirán la última palabra. Éste es uno más de los muchos traspiés que le ha deparado la historia a este viejo periódico y no cabe duda de que El Universo sobrevivirá una vez más a la dura prueba y volverá pronto a retomar su puesto de vanguardia en la lucha por la civilización y en contra de la barbarie. Para entonces, Rafael Correa será ya una borrosa silueta medio desvanecida entre el tumulto de caudillitos y politicastros que jalonan la peor tradición de América Latina.

Fuente: El Pais (Spain)

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NICOLÁS MÁRQUEZ (*):LA DAMA DE HIERRO (DESDE ARGENTINA)

Nuestros escritos no se caracterizan por analizar o apelar a la cinematografía, pero el flamante filme sobre Margaret Thatcher (protagonizado por la actriz “oscarizada” Meryl  Streep “The Iron Lady” -La Dama de Hierro-) reavivó polémicas y merece que hagamos la siguiente notícula, no desde la óptica de la crítica actoral (no es nuestro métier) sino desde la perspectiva de lo que ha significado la persona de Thatcher. 

Meryl  Streep 
Hace mucho tiempo había leído el emblemático libro “Los Años de Downing Street”[1], y al ver el flamante filme, se me vino al recuerdo muchos aspectos de la vida y obra de esta notable y controversial estadista.

Fue nuestra enemiga en 1982, y bajo su conducción las tropas británicas acabaron con la vida de algo de mas de 600 argentinos en la guerra de Malvinas, de modo que Thatcher bien nos puede  inspirar un legítimo rechazo emocional, pero también hay sobrados motivos para que nos inspire una profunda admiración racional.

Nacida el 13 de octubre de 1925 en el seno de una familia de modestos almaceneros, Margaret no necesitó de un “marido” que la acomodara en el poder. Ella se hizo sola. Desde muy joven y a instancias de sus sobresalientes calificaciones, fue becada para estudiar en la Universidad de Oxford. Va de suyo que a diferencia de las tiranuelas del tercer mundo, los títulos universitarios de Thatcher no sólo no están en duda, sino que se doctoró en Química y se recibió de abogada.  Militó con toda energía en el Partido Conservador, el cual llegó a liderar durante 15 años. Ejerció como Primer Ministro del Reino Unido desde 1979 a 1990 (fue tres veces electa), siendo el más longevo gobierno durante el Siglo XX, además de ser la única mujer que ha ejercido dicho cargo en la historia del Reino Unido.

Margaret Thatcher
Al momento de asumir, en el Reino Unido había desempleo, huelgas, disturbios constantes y los asesinos del IRA (versión irlandesa de los Montoneros locales) atentaban sin piedad contra el orden público. De inmediato Thatcher se dedicó a revertir el desastre político y económico heredado por las políticas estatistas y socializantes que dejó la desastrosa administración saliente del Partido Laborista, a la sazón capitaneada por el Primer Ministro James Callaghan.

En efecto, durante su prolongada gestión Thatcher privilegió decisiones que iban a beneficiar a los trabajadores, a pesar de que estas fuesen antipáticas o pusiesen en riesgo sus perspectivas electorales. Promovió desregulaciones en la economía, impulsó flexibilizaciones laborales, realizó privatizaciones y progresivamente fue cerrando las empresas estatales, a la vez que eliminó los  subsidios e incentivó la inversión privada. Luchó a capa y espada contra la delincuencia sindical que la acechaba y siempre eligió el camino certero (aunque el más sacrificado y menos rentable electoralmente) para beneficiar a la clase trabajadora: les dio instituciones sólidas y libertad económica en vez de elogios discursivos y humillantes subsidios asistencialistas.

Fue demás una heroica princesa en la lucha contra el comunismo, y fue ella quien junto al Presidente norteamericano Ronald Reagan y el Papa Juan Pablo II pusieron de rodillas al depredador moscovita hasta promover su derrumbe en 1989.

Tras su salida del gobierno en 1990, la reina Isabel II, le concedió a Thatcher un título nobiliario, como «Baronesa Thatcher», de Kesteven en el condado de Lincolnshire, que le otorga el derecho vitalicio a ser miembro de la Cámara de los Lores.

Años después, en 1998, fiel a su estilo ajeno de la demagogia populachera a la que nosotros estamos tan habituados, cuando las circunstancias así se lo impusieron y ya sin que ejerciera la función pública, Thatcher no dudó en visitar y agasajar al Presidente chileno Augusto Pinochet, cuando este último fuera detenido transitoriamente a instancias del corrupto ex Juez Baltazar Garzón.

A diferencias de las tilingas locales, Thatcher llevó desde siempre una vida incorruptible, signada por la austeridad, los hábitos modestos, y hoy pasa su avanzada vejez con el mismo confort y la misma sencillez que la de cualquier vecino londinense.

Los argentinos, a falta de una mandataria mujer hemos tenido tres: Eva Perón (técnicamente no fue Presidente pero fue nombrada como “Jefa Espiritual de la Nación”), Isabelita Perón y Cristina Kirchner (las tres colocadas en ese sitial por compartir el lecho conyugal con sus respectivos maridos/Presidentes). Alguna mala lengua dirá que entre las tres mencionadas no hacemos una como Thatcher.  En sentido contrario, no faltará también quien lamente este artículo y lo acuse de “cipayismo” o falto de nacionalismo. Pero si entendemos el nacionalismo como el querer y pretender el bien para la Patria de uno, entonces lo que hay que lamentar es que una persona con las cualidades de Thatcher haya sido Presidente de un país enemigo en vez del nuestro. En efecto, no es lo mismo estar dirigido por una dama que brilla con señorío y estilo en los ambientes mas calificados, que estar bajo el yugo de una burda “compañera” de Unidad Básica.

¿Será que los referentes sociales reflejan la idiosincrasia de un pueblo?. Y si esto es válido: ¿Será por eso que El Reino Unido es lo que es y nosotros somos lo que somos?.

No haremos ahora comparaciones odiosas que de todos modos nos llevarían a discusiones inacabables. Pero apostamos uno contra un millón, que el día de mañana Florencia Peña no va a ganar ningún “Oscar” interpretando una película conmemorativa de  la “Dama del Bótox”.

nickmarquez2001@yahoo.com.

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CARLOS ALBERTO MONTANER: DERECHOS HUMANOS: LA NECESIDAD DE COHERENCIA EMOCIONAL (DESDE ESPAÑA)

Cuba debe haber sido el único país de América Latina que ha enviado a los homosexuales —al menos a miles de ellos— a campos de trabajo forzado para reeducarlos, modificar su conducta y traerlos al buen vivir revolucionario, mediante el proceso purificador de cortar caña o sembrar boniatos de sol a sol, bajo los maltratos inclementes de militares especialmente sádicos.
Le agradezco a la asociación Colegas de Madrid, dedicada a defender en España los derechos de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales, y a su presidente, el señor Rafael Salazar, la generosa iniciativa de propiciar esta jornada sobre derechos humanos y homosexualismo en Cuba.

Se trata de un tema extremadamente importante, dado que en Cuba, como sucede en todas las sociedades totalitarias, las personas que tienen una orientación sexual diferente a la que prescribe el gobierno, suelen padecer diversos grados de discriminación, rechazo y, en definitiva, homofobia.

Cuba debe haber sido el único país de América Latina que ha enviado a los homosexuales —al menos a miles de ellos— a campos de trabajo forzado para reeducarlos, modificar su conducta y traerlos al buen vivir revolucionario, mediante el proceso purificador de cortar caña o sembrar boniatos de sol a sol, bajo los maltratos inclementes de militares especialmente sádicos.

Y no se diga que fue un fenómeno aislado ocurrido en los años 60 del siglo pasado, cuando el régimen acababa de comenzar y era dirigido por unos jóvenes barbudos, inexpertos y escasamente educados, prisioneros de cierta mentalidad rural teñida por el machismo.

En 1980, durante el éxodo de Mariel, tras más de veinte años de gobierno, los Castro expulsaron de Cuba a miles de homosexuales calificados como “escoria”. Previamente, fueron vejados por turbas fanáticas alentadas por la policía política que organizaron unos repugnantes pogromos contra ellos.

La mejor prueba de lo que la cúpula dirigente cubana pensaba de los homosexuales es que, junto a ellos, y en los mismos botes, embarcaron rumbo a Estados Unidos a muchísimos asesinos, locos y hasta un pobre leproso. Para el gobierno cubano, un homosexual era indistinguible de un asesino, un loco o un leproso. No había diferencias.

Los nazis, con su perverso sentido de la organización, antes de encerrarlos o sacrificarlos, clasificaron a los judíos con una estrella de David amarilla, a los homosexuales con un triángulo rosa y a delincuentes de diversos tipos con triángulos verdes o de otros colores. Los comunistas cubanos ni siquiera se tomaron ese siniestro trabajo.

Afortunadamente para la historia, los cineastas Néstor Almendros y Orlando Jiménez-Leal dejaron filmado un excelente documental sobre este tema, Conducta impropia, que estremece de horror a cualquier persona decente que lo contemple.

Iusnaturalismo contra Iuspositivismo

En todo caso, mi intervención de hoy será más abarcadora y, aunque lo incluye, excede al tema cubano y comienza remontándome a los griegos, cuando se estableció un debate teológico que dura hasta nuestros días.

Me explico. Cuando los estoicos plantearon en Grecia, hace dos mil trecientos años, que los seres humanos tenían derechos que no provenían de la fratría o de la ciudad a la que pertenecían, sino que gozaban de ellos por su especial naturaleza, inmediatamente se alegó que esos derechos provenían de los dioses.

¿Si no los concedían los hombres, de dónde podían proceder si no era de la voluntad de las deidades?

Cuando Occidente se hizo monoteísta, heredó el iusnaturalismo o derecho natural postulado por los estoicos. Casaba perfectamente con la teología judeocristiana. Un Dios omnipotente podía otorgar derechos que los hombres no podían cancelar porque no habían sido concedidos por ellos.

Si Dios había creado a los hombres a su imagen y semejanza, esto los hacía diferentes al resto de las criaturas. El iusnaturalismo era un razonamiento perfecto … para los creyentes.

La Ilustración, que es de donde viene directamente nuestra organización política y nuestra visión moderna del Estado, se organizó en torno a esas benéficas suposiciones. La Declaración de Independencia de Estados Unidos en 1776, y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de Francia en 1789, son dos claros ejemplos de la enorme influencia del iusnaturalismo en la evolución política de nuestra civilización.

Pero frente a esta tradición, poco a poco, fue ganando terreno el iuspositivismo. Todo derecho era una concesión humana, porque derivaba de leyes hechas por el hombre y, por lo tanto, ellos podían modificarlo, sustituirlo o anularlo. Rousseau, aunque a veces se contradice, puede ser considerado el padre del iuspositivismo y su Contrato Social una fuente potencial de autoritarismo.

En todo caso, si se abandonaba el iusnaturalismo, la única barrera defensiva era elconstitucionalismo. Los pueblos, después de graves y sangrientos enfrentamientos, habían logrado limitar la autoridad de los monarcas, de la aristocracia y del clero. Simplemente, se reconocía la existencia de ciertos derechos y se estipulaba que no se podía legislar fuera de los límites de la Constitución. Esa era la coraza que protegía los derechos individuales.

El problema es que las Constituciones podían ser abolidas o cambiadas radicalmente por diversos medios, incluida la violencia, amparándose en el discutible principio de que la Revolución es fuente de un nuevo orden legítimo, destruyendo en ese acto cualquier suposición de que existían derechos humanos imprescriptibles.

Esto es lo que ha sucedido en los regímenes totalitarios fascistas y comunistas. La noción deliuspositivismo permitió la desaparición de los derechos individuales y se subordinaron todos los derechos a la consecución de los fines del Estado, definidos éstos por una minoría poseedora de todas las verdades y dueña de todas las certezas. Ése ha sido el origen de los mataderos contemporáneos sufridos por nuestra especie en el siglo XX.

La coherencia emocional

¿Hay otra fuente moral capaz de alimentar la noción de que existen derechos individuales inalienables? Esa es la crucial pregunta que deseo responder en estos papeles.

Como toda legitimidad debe asentarse en una teoría razonable, a los efectos del debate es fundamental poder defender la existencia de derechos naturales sin necesidad de recurrir a Dios o a argumentos de autoridad. Mi intención hoy es identificar y analizar la existencia de otra necesidad, generalmente olvidada, a la que llamo coherencia emocional. Asimismo, establecer que esa necesidad da origen y sustento a la existencia de los llamados derechos naturales.

Nadie duda de que los seres humanos tienen ciertas necesidades básicas absolutamente vitales. El oxígeno, el agua y la alimentación son tres buenos ejemplos. No se les pueden negar estos elementos a las personas, sin que ello se convierta en un crimen horrendo. No ha sido necesario consignarlo en los textos legales porque es obvio, pero existe el derecho tácito a respirar, a beber y a alimentarse. Quizás es a eso a lo que se referían los clásicos cuando hablaban del “derecho a la vida”.

Tampoco se les puede negar a las personas el derecho a la coherencia emocional sin infligirles un daño cruel capaz de provocarles la mayor infelicidad.

Debo comenzar, pues, por definir qué es la coherencia emocional y por qué es fundamental poder gozar de ella.

La coherencia emocional es un estado anímico en el que nos sentimos en paz con nosotros mismos cuando tomamos decisiones y adoptamos comportamientos que se ajustan a nuestros valores, deseos y preferencias. La felicidad tal vez sea exactamente eso. No radica necesariamente en poseer objetos valiosos y vivir en casas lujosas, sino en sentir una íntima armonía y satisfacción con nuestro yo interior.

De alguna manera, la coherencia emocional está en la base misma de ese derecho a “la búsqueda de la felicidad” que proclamó John Locke y luego, un siglo más tarde, reiteró Thomas Jefferson en la Declaración de Independencia de Estados Unidos. “Conócete a ti mismo”, es un viejo consejo o mandato supuestamente inscrito en el templo de Apolo, en Delfos, porque solo dentro de uno mismo se podía encontrar la felicidad.

“La felicidad —afirmaba Ayn Rand— es un estado de alegría sin contradicciones”.

No olvidemos que un estado anímico determinado —tristeza, amor, atracción o repulsión físicas, melancolía, alegría, desazón, repugnancia, odio, o la propia felicidad a la que aludimos— es el resultado de la intrincada, pero instantánea confluencia física, totalmente incontrolable, entre nuestra carga genética, la acción de neurotransmisores y hormonas, y las informaciones, creencias y valores que aporta la cultura en que nos desenvolvemos. Los estados anímicos, dicho sea de paso, nos proporcionan grados de dolor y de placer. A veces son tan gratos que quisiéramos que se prolongaran para siempre. A veces son tan dolorosos que deseamos quitarnos la vida para no seguir sufriendo.

Cuando nos obligan a sostener criterios que íntimamente rechazamos, cuando debemos adoptar actitudes que contradicen nuestros reales deseos, cuando se nos prohíbe amar a quien queremos, o se nos exige amar a quien no queremos, cuando nos fuerzan a militar en organizaciones que no nos simpatizan, o a repetir consignas que detestamos, las consecuencias son nefastas para nuestro organismo.

En esas circunstancias adversas de íntimas contradicciones surge un malestar psicológico que puede desembocar en verdaderas neurosis que se somatizan de distintas formas, incluida una peligrosísima alteración del ritmo cardíaco, porque resulta que, finalmente, era cierto que el corazón sufre de pena, como siempre han sospechado los poetas.

Disonancia cognitiva

Un psicólogo especialmente brillante de la década de los cincuenta del siglo XX, León Festinger, llamó a este proceso “disonancia cognitiva”, abriendo con ese concepto una zona muy rica de investigaciones científicas.

La disonancia cognitiva nos hería la psiquis de una forma tan profunda que tratábamos de paliar sus efectos con conductas erráticas muy dolorosas, como traicionar nuestra racionalidad asumiendo hipócritamente puntos de vista ajenos y contrarios a nuestras convicciones que nos ponían a salvo de las consecuencias de nuestras creencias reales.

El llamado síndrome de Estocolmo es la más conocida y manoseada de las disonancias cognitivas. Consiste en alabar y amar a nuestros verdugos para que no nos hagan más daño, fingimiento que, en cierto momento, nos lleva a dudar de nuestros verdaderos sentimientos y a dar por cierta lo que no es otra cosa que una penosa estrategia de supervivencia.

¿A dónde nos conduce claramente la necesidad de coherencia emocional?

Nos conduce a proclamar, como su consecuencia lógica, el derecho a expresarnos libremente, a informarnos libremente, a asociarnos libremente, y, tal vez, al más trascendente de todos los derechos relacionados con la necesidad de coherencia emocional: a amar libremente a quien queremos y como queremos.

A lo largo de los siglos, los hombres han estado dispuestos a jugarse la vida en defensa de estas libertades porque en ello les iba algo tan importante como la coherencia emocional. La necesitaban. Necesitaban respetarse a sí mismos para experimentar lo que era una existencia realmente digna y decorosa.

Nadie está autorizado a conculcarnos esos derechos. Nadie está legitimado para impedir nuestra coherencia emocional. Quien lo haga, cometerá un crimen contra la naturaleza humana.

Claudio Sánchez Albornoz, glosando y corrigiendo a Benedetto Croce, dejó escrito que la historia es la hazaña de la libertad, y la libertad, la hazaña de la historia”.

Tenía razón. Es posible concebir la aventura humana en Occidente, pese a las contramarchas eventuales, como una ampliación creciente de las libertades individuales.

Ustedes, jóvenes, hacen historia participando de esa hazaña de la libertad. Todos les tenemos que estar profunda y eternamente agradecidos. ¡Adelante!

Fuente: iplperu.orgEL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA

CARLOS R. PADILLA L. : EL DUEÑO DE LOS MEDIOS (FUENTE ANALITICA)


El contradictorio mandamás de estas tierras no desaprovecha oportunidad para acusar a los medios de comunicación de su posible debacle y de que ellos serán los culpables de sus derrotas, de su incompetencia y de decir cosas que él nunca ha dicho

En este país los medios de comunicación administrados por la empresa privada son escasos y si se portan mal no les dan publicidad gubernamental. El portarse mal consiste en no dar alabanzas a las promesas, siempre incumplidas o cumplidas a medias, que en larguísimas y abusivas cadenas de transmisión obligada hace el señor y en las cuales muy pocos todavía creen los esperanzados en su realización. Es decir que son castigados por decir la verdad y en muchas ocasiones se aplican autocensura para no molestar a quien le teme a la realidad.

Para el diputado Jonathan Patti, del Legislativo mirandino, el Gobierno Nacional es el primer latifundista de los medios de comunicación en Venezuela, ya que controla 6 canales de televisión, 110 páginas web, 73 periódicos comunitarios, 231 emisoras comunitarias en F.M y 73 en AM, además del Satélite Simón Bolívar, del cual hasta los momentos la población duda de su funcionamiento y veracidad, además del abuso de propaganda.

Y, agregamos nosotros, el acceso mediante mensaje de texto y/o voz a 30.000.000 usuarios de telefonía celular y a 10.000.000 usuarios de telefonía fija.

De cierto modo el Señor tiene razón. Su dominio de las ondas hertzianas y sobre la tinta y el papel pronostican una debacle por su mal uso, lo malo de sus programaciones, lo ofensivo de sus contenidos, la sobresaturación del culto a la personalidad, la intención manifiesta de cambiar la historia y el manejo de la mentira como arma política.

El monopolio de los medios por parte del gobierno es casi total. Ello después de expropiar sin indemnizar a televisoras y emisoras de radio lo han hecho casi único usufructuario del espacio radio eléctrico, un bien de dominio publico, limitando el ejercicio de derechos como la libertad de expresión y el derecho a la información.

Por ello los venezolanos sabemos quien es el hegemon de los medios y quien quiere manipularnos. .

carlos.padilla.carpa@gmail.com
http://www.analitica.com/va/politica/opinion/5349182.asp

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ALBERTO BENEGAS LYNCH (H): LA TEATRALIZACIÓN DEL PODER

Se ha escrito mucho sobre los vericuetos y las artimañas del poder. Tal vez la obra más completa en este sentido sea la de Bertrand de Jouvenel, titulada, precisamente, El poder , y eldictum más famoso y difundido es el de lord Acton en cuanto al correlato entre la corrupción y el poder. 
Pero me parece que quien diseca con más profundidad las entrañas de los manipuladores del aparato político es Erich Fromm, paradójicamente una persona que no comparte ciertos fundamentos de la sociedad abierta, pero que con una pluma magistral y con un análisis soberbio en no pocos aspectos apunta en El miedo a la libertad :
 "Millones de hombres se dejan impresionar por la victoria de un poder superior y lo toman como una señal de fuerza. [?] Pero en sentido psicológico, el deseo de poder no se arraiga en la fuerza, sino en la debilidad". Y esto porque, como había escrito antes en la misma obra, "el individuo aterrorizado busca algo o alguien a quien encadenar su yo; ya no puede soportar más su propia personalidad" a causa de su tremendo vacío existencial.
Guglielmo Ferrero en Il Potere se alarma de los avances del Leviatán. Herbert Spencer en Man Versus the State , Tocqueville en La democracia en América y Benjamin Constant en su colección editada bajo el título de Curso de Política Constitucional advierten reiteradamente acerca de los peligros de las mayorías ilimitadas patrocinadas por Rousseau en El contrato social y sus numerosos discípulos, y mucho antes que eso, en el Tratado de la República , Cicerón sostuvo: 
"El imperio de la multitud no es menos tiránico que el de un hombres solo, y esa tiranía es tanto más cruel cuanto que no hay monstruo más terrible que esa fiera que toma la forma y el nombre del pueblo".
A pesar de que muchos creen que Maquiavelo era perverso, en El Príncipe se limitó a describir los pasillos del poder. Son innumerables los autores antiguos y modernos que han mostrado una y otra vez los descalabros del abuso del poder y, sin embargo, la infección sigue su curso como si las experiencias del pasado no hubieran causado suficientes estragos.
Hoy en día, lo que comenzó en algunos países africanos y latinoamericanos se ha extendido a Estados Unidos y a ciertas naciones europeas: la teatralización del poder, que, como dice Georges Balandier en El poder en escenas , ha inaugurado "la teatrocracia" de nuestra época, el "Estado-espectáculo", la "movilización festiva", todo para "adornar la mediocridad" y "la desmesura", un "decorado destinado a provocar veneración y temor". Concluye este autor que "el mandatario oficia; el pueblo, coro inmutable, responde con una ¡viva! a cada una de sus fórmulas", todo montado y fabricado para subordinar "al individuo por completo a lo colectivo".
Esto indefectiblemente termina en una tragedia para todos los hombres de buena voluntad y para los distraídos que se dejaron atropellar, primero en minucias y luego, cuando ya es tarde, en lo sustancial. Primero "pan y circo", luego circo solamente y, en la última etapa, se derrumban también los payasos y todo el escenario se transforma en campo arrasado.
En parte, esta desgraciada vivencia se debe a que muchos se dejan encandilar por el síndrome del producto bruto, sin ver que si no puede utilizarse como le venga en gana al titular, se transforma en un producto para brutos, debido a que no pueden decidir el destino de lo suyo, que ya no les pertenece puesto que les fue arrebatada la libertad en todos los campos.
Si uno tiene la paciencia (y el estómago) y se puede abstraer del espectáculo farandulesco y mira y escucha a ciertos gobernantes, no puede menos que quedar atónito. En lugar de recato y sobriedad para centrar sus funciones en garantizar justicia y seguridad, estos energúmenos se lanzan a parlotear sobre el modo y la forma en que deberían desarrollarse todas y cada una de las actividades.
Manejan el país como si se tratara de su chacra personal (sin perjuicio de ser muy celosos en la administración de sus patrimonios individuales). En lugar de dejar paso a las energías creativas, estos gobernantes megalómanos concentran ignorancia en medio de aplausos de los "más estúpidos y abyectos de los serviles", como diría Erasmo de Rotterdam.
Lo más patético es que en sus incontinencias verbales intercalan lo que estiman gracioso, que siempre es festejado por los corifeos de turno por más que se trate de gansadas y tilinguerías asombrosamente ridículas, siempre mezcladas con anécdotas personales fruto del narcisismo exacerbado de quien lanza palabras sin la menor consideración por el decoro y la prudencia elemental.
Y todo este despilfarro de palabras procede de individuos cuya característica central es ser ordinarios hasta el tuétano tanto en el hacer, en el vestir como en el decir (por más que en países latinoamericanos algunos gobernantes traten de encajar palabras en inglés siempre mal pronunciadas y peor ubicadas).
En Estados Unidos, el cowboy G. W. Bush dejó una deuda astronómica luego de pedir cinco veces autorización al Congreso para elevarla, convirtió el superávit que le dejó su antecesor en un colosal déficit fiscal, estimuló la burbuja inmobiliaria a través de empresas paraestatales y con legislación que empujaba a préstamos hipotecarios sin las suficientes garantías y terminó otorgando masivos "salvatajes" con recursos de los trabajadores sin poder de lobby para entregarlos a muchos de los privilegiados financistas de Wall Street, en el contexto de guerras como la patraña de Irak.
Ahora Obama incrementa notablemente el Leviatán financiado con llamativas monetizaciones de la nuevamente incrementada deuda (recordemos que cuando Jefferson revisó la Constitución estadounidense en su embajada en París, manifestó que si hubiera podido agregar un artículo sería para prohibir la deuda pública, por ser incompatible con la democracia, ya que compromete el patrimonio de futuras generaciones que no participaron en el proceso electoral para elegir al gobierno que contrajo la deuda).
Por su parte, muchos países europeos se encuentran en crisis debido a promesas anteriores de imposible cumplimiento, también financiadas con cuantiosas deudas gubernamentales en el contexto de legislaciones laborales que expulsan a los que más necesitan trabajar. Estas políticas socialistas no se corrigen con medidas de sus primos hermanos: gobiernos de derecha siempre de escasa imaginación, que apuntan a equilibrar las cuentas públicas elevando aún más la succión de recursos a los esquilmados contribuyentes, en el contexto fascista del manotazo al flujo de fondos en lugar de estatizar.
En todo caso, estos personajes de opereta, (sin vestigio de poesía) sean de izquierda o de derecha pero siempre enemigos del liberalismo, se enojan hasta el paroxismo cuando alguien osa contradecirlos. Ciertos caudillos en América latina y en Africa estiman que la libertad de prensa consiste en una manada de alcahuetes que apoyan todo cuanto se diga desde el atril. Tienen una idea tan desfigurada de la división horizontal de poderes que la asimilan a la subordinación al jefe del Ejecutivo. Se burlan de la democracia convirtiéndola en pura cleptocracia.
Por eso es que hemos sugerido -y a ahora insistimos- que resulta fértil prestar debida atención a Montesquieu, que en el segundo capítulo del Segundo Libro de El espíritu de las leyes afirma: 
"El sufragio por sorteo está en la índole de la democracia"; lo cual, dado que cualquiera podría gobernar, haría que la gente centrara su atención en defenderse de lo que podría hacer el gobernante con sus vidas y haciendas; ergo, el tema prioritario se convertiría en limitar el poder, que es precisamente lo que se requiere para mitigar sus desbarranques.
También hemos sugerido repasar los jugosos debates en la asamblea constituyente estadounidense, en donde se propuso el establecimiento de un triunvirato en el Poder Ejecutivo, "al efecto de moderar los peligros de los caudillos" enquistados en el poder.
A su vez, es de interés debatir la posibilidad de que allí donde hay arreglos contractuales, las partes establezcan las respectivas instancias para la resolución de posibles conflictos. Si no se proponen otras miradas para preservar las autonomías individuales, los resultados responderán a los incentivos de alianzas y coaliciones de mayorías dirigidas a explotar las minorías en el Congreso, que bien podría adaptarse a las extensas consideraciones que presenta Friedrich Hayek en Law, Legislation and Libertyal efecto de retomar el espíritu original de la democracia.
*No es posible esperar resultados distintos aplicando las mismas recetas. Hay que trabajar las neuronas si se pretende cambiar el rumbo? y no esperar milagros.

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ALBERTO MEDINA MENDEZ: DESENTENDERSE DE LA CALAMIDAD. (DESDE ARGENTINA)

Frente al horror, a la tragedia, siempre lo más fácil es no hacerse cargo, desentenderse, mirar al costado, intentar pasar por distraído.

Al recurso políticamente correcto, de sensibilizarse con las víctimas, lamentar lo ocurrido y buscar responsables, se le contrapone la necesidad de revisar profundamente las causas.

Existen fatalidades, hechos inevitables, situaciones inmanejables, pero también están las otras, las que se conjugan muchos factores, donde se entremezclan responsabilidades formales, negligencias individuales, desidia corporativa y sobre todo una gran hipocresía social.

Se perdieron demasiadas vidas humanas en un hecho luctuoso en Argentina. Se trata de uno de esos, que lamentablemente se dan con demasiada frecuencia en este mundo, y que frente al hecho consumado, siempre genera, la necesidad de identificar culpables.

Mientras tanto, en medio de tanto espanto y desconsuelo, muchos prefieren jugar a la política. Unos midiendo como impactará en su imagen y en las encuestas y otros, en una actitud despreciable, tratando de sacarle provecho a la catástrofe llevando agua para su molino.

Pero queda claro que cuando de causas se trata, podemos buscar las más evidentes, o podemos ser más serios, hurgando en las causas profundas de tanta adversidad.

Los eufemismos, aparecen a montones en estas horas. Se habla de sistemas públicos de transporte, de concesiones, de operadores privados y prebendas. Palabras que pretenden esconder conceptos concretos, soslayando las raíces ideológicas del problema.

Tenemos que intentar ser más honestos. Sobre todo si queremos seguir recitando que lo que importa en esta instancia son las vidas humanas. Al menos por respeto a esos individuos que murieron confiando sus vidas a un sistema que terminó con ellas de modo despiadado.

Se trata claramente de un sistema ESTATAL, en manos del Estado. No le demos vuelta a esta cuestión tan clara. Es esa figura utópica, esa panacea del socialismo mundial la que diseña recorridos, decide entregar a concesionarios en procesos sospechados y repletos de suspicacias, con afinidades entre el mundo de las prebendas, la política, el poder de turno, la “caja” partidaria y los recaudadores de turno. Ese es el sistema. Y no otro.

Es el Estado el que decide las condiciones del pliego licitatorio, su forma, oportunidad, duración, modalidad, canon, estructura de subsidios, tarifas, y todo cuanto concierne al perverso sistema que han montado.

Y el broche de oro de todo este engendro, es invariablemente un método de seguimiento, monitoreo y comprobación, donde el dueño, el Estado, el que entrega la concesión se constituye en controlador. La ideología reinante nos quiere convencer de que no puede operar con eficiencia, pero que sí podrá controlar con calidad. No resulta razonable que si no supo otorgar una concesión, ni fijar sus reglas, tampoco podrá ser capaz de controlar lo que no sabe diseñar con inteligencia y mucho menos conducir hábilmente.

El populismo demagógico contemporáneo pretende inocularnos la idea de que todo se resuelve con buenos mecanismos de control. Esa insólita  visión, es la que sirve de justificación para la construcción de inmensos aparatos burocráticos, convenientes agencias estatales,  organismos financiados con los impuestos de todos, donde casualmente van a parar amigos del poder seleccionados con discrecionalidad y gente proveniente de la militancia partidaria con significativas remuneraciones y privilegios.

Y hay que decirlo, a estos sistemas vigentes los defienden casi todos, oficialistas y opositores. Solo se diferencian entre sí por imperceptibles matices, pero sostienen el mismo formato de ideas, regímenes de alta intervención estatal, con importantes niveles de regulación y un sinfín de oficinas públicas repletas de empleados pagados por todos.

Es tiempo de asumir lo que sucede con honestidad. Estas tragedias, no son producto de la mala suerte, el destino, o algún imponderable. No se mueren decenas de personas por mera impericia de un individuo, falta de inversión o cierta liviandad en los controles. El sistema es perverso, y no sus interlocutores. No busquemos responsables por fuera, porque este sistema perdura entre nosotros, porque muchos defienden ideas incorrectas.

La fantasía de un estado eficiente, ágil, dinámico, honrado, es eso, una entelequia, un espejismo, una quimera, una verdadera ficción. Las raíces del problema están allí, en el monopolio, en la propiedad estatal. La nacionalización que suena como solución es la profundización del problema. El sistema ya es estatal. Nada nuevo puedo suceder con más de lo mismo.

Los sistemas funcionan a base de incentivos, emiten señales, generan conductas. Este cruel régimen que hemos construido con las ideas que apoyamos, y que nuestros discursos ciudadanos recitan a diario, estimulan la corrupción, favorecen la aparición de negocios espurios, encarecen y precarizan el servicio, eliminan la competencia, deforman la realidad y alientan conductas sociales inadecuadas.

Los muertos que hoy lloramos, son la consecuencia del sistema de ideas que sostenemos como sociedad. Y no es tiempo de hacerse los distraídos. Hay que asumir, al menos con cierta hidalguía, que nuestras creencias no solo nos empobrecen económicamente, nos impiden ser mejores y se convierten en nuestro propio límite. Esta forma de ver el mundo, también nos lleva por caminos que no tienen retorno, plagados de corrupción, discrecionalidades, inequidades, concentración arbitraria de poder, y en este caso muertes que surgen como un emergente y duelen demasiado.

El presente no es parte del paisaje, sino el fruto de una secuencia de decisiones y hechos. Asumamos la parte de responsabilidad que nos toca como sociedad. Culpar al operario, a la empresa, al que concesionó o al que controla, es tomarnos por imbéciles y subestimar la inteligencia muchos. La sociedad se puede equivocar, siempre, pero en algún momento despertará y se dará cuenta de que la han estado embaucando con evidente malicia.
Esta historia podría tener un punto de inflexión, un antes y un después. Pero eso aun no sucede. El primer síntoma de que seguimos sin comprender lo que pasa, y que repetiremos estas desdichas, es que pensamos en buscar culpables, repudiar a los políticos, hacerle pequeños ajustes al presente y hasta pensemos  en  profundizar esta línea de acción con más presencia estatal en algo que ya es estatal. No es un buen indicio. Es una forma elegante de desentenderse de la calamidad.

Alberto Medina Méndez
albertomedinamendez@gmail.com
skype: amedinamendez

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ALEARDO F. LARÍA: LA HIPERGLOBALIZACIÓN (FUENTE RIO NEGRO DE ARGENTINA)

El profesor de la Universidad de Harvard, Dani Rodrik, es considerado uno de los economistas más influyentes del mundo. Acaba de publicar un ensayo de fácil y agradable lectura -La paradoja de la globalización (Ed. Antoni Bosch)- que brinda una narrativa alternativa a las opiniones habituales sobre el fenómeno de la globalización. Huye de posiciones extremas y ofrece una serie de propuestas moderadas dirigidas a mejorar nuestro sistema de gobernanza.

En el mundo hemos asistido en las últimas décadas a una avalancha de políticas desreguladoras en el plano nacional que han dejado a los estados inermes frente a los embates de los mercados financieros. Para Rodrik ha llegado la hora de reflexionar de un modo pragmático sobre el fenómeno de esta hiperglobalización, en el que huye de toda visión ideológica y se centra en sus consecuencias indeseables.

A diferencia de los mercados nacionales, que cuentan con el apoyo de instituciones políticas y reguladoras fuertes, los mercados globales padecen una gobernanza débil que los hace propensos a la inestabilidad. No existe un banco central, una agencia reguladora global ni otras instituciones reguladoras internacionales. Este desequilibrio entre el poder de regulación de los gobiernos nacionales, que no traspasa sus fronteras, y la naturaleza global de los mercados constituye el talón de Aquiles de la globalización.

Estas circunstancias colocan al mundo frente a dilemas insoslayables. Si se quiere avanzar en el trazado de una democracia global, acorde con el fenómeno de la hiperglobalización, habría que crear una comunidad política global mucho más ambiciosa que todo lo imaginado. Rodrik considera que una gobernanza global democrática, si bien es deseable, todavía es una quimera. Como no resulta probable que los gobiernos nacionales cedan un control significativo a las instituciones transnacionales, defiende la reconstrucción del rol de los estados nacionales para que sus políticas primen sobre la hiperglobalización.

Para Rodrik, la explicación de la actual crisis financiera internacional es sencilla. Siempre que el capital financiero ha podido moverse con libertad por todo el mundo, ha producido lo que el historiador económico Charles Kindleberger ha denominado "manías, pánicos y crashes". Los períodos de alta movilidad del capital internacional han producido, en forma reiterada, crisis bancarias internacionales. Los países que se abrieron a los mercados mundiales de capital han enfrentado riesgos mayores sin los beneficios de un mayor crecimiento.

Por el contrario, los países que como China conservaron los controles de capital, mantuvieron las finanzas extranjeras a raya y preservaron la posibilidad de gestionar su economía nacional, no fueron alcanzados por la crisis y mantuvieron la tasa de crecimiento de las tres últimas décadas. Estas circunstancias obligan a reconsiderar las ventajas atribuidas a las políticas desreguladoras.

Rodrik considera que los defensores de la liberalización financiera son como los partidarios de suavizar las restricciones de las armas de fuego. Se argumenta a favor de la movilidad del capital sin restricciones porque se asegura que la globalización impone disciplina en la gestión de las políticas macroeconómicas, expone a las empresas nacionales a la competencia extranjera y permite obtener otras ventajas colaterales significativas. Sin embargo, lo que debe hacerse es restringir el acceso a las armas de fuego financieras, fortaleciendo la capacidad de los estados para limitar el ingreso irrestricto de sus portadores.

Nuestra arquitectura financiera internacional debiera dejar más espacio para los controles de capital y los impuestos sobre las transacciones financieras, al tiempo que se mejoran los estándares reguladores internacionales para impedir el apalancamiento excesivo de los gobiernos y se adoptan otras medidas dirigidas a favorecer la acción de las agencias internacionales. Operar en el plano nacional en forma coordinada con el internacional permitiría una actuación pragmática, realista e inteligente.

En febrero del 2010, el Fondo Monetario Internacional publicó un análisis autocrítico sobre sus políticas y reconoció que, bajo determinadas condiciones, los controles de capital están justificados para trabar las entradas de capital. De modo que un organismo internacional caracterizado por su militancia activa a favor de la liberalización financiera ha terminado por admitir la conveniencia de establecer ciertas restricciones a la movilidad del capital.

Un mundo regido por una globalización moderada sería un lugar más agradable para vivir que otro atrapado en la quimérica búsqueda de la hiperglobalización. Necesitamos aceptar el derecho de cada país a salvaguardar sus propias opciones institucionales. Este principio descarta recaer en las soluciones extremas. Ni la liberalización extrema ni el proteccionismo ciego ofrecen soluciones a los problemas actuales. El alcance de los mercados globales debiera quedar limitado para que no escapen al ámbito institucional que permita su gobernanza.

http://www.rionegro.com.ar/diario/rn/nota.aspx?idart=824190&idcat=9539&tipo=2
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