LIDERAZGOS
"Las elecciones del 16D no
parecen ser ámbito de creación de nuevos liderazgos nacionales"
Una de las anécdotas más socorridas
con respecto a dirigentes que se convierten en sistemáticos aspirantes a la
Presidencia de la República, cuenta cómo, desde chiquitos, se les podía
advertir su inclinación procera.
Una vez que andan en campaña siempre se
encontrará a alguien que diga -generalmente el papá- que ya se le notaba su
destino; hasta es posible que recuerde algún momento en que el crío habría
dicho: "Cuando sea grande voy a ser Presidente". En general, a los políticos
exitosos se les puede construir una historia personal que parece un destino.
Invariablemente se encontrarán signos de su esclarecido futuro cuando todavía
jugaban perinola.
Lo que esta historia no recoge es que
al lado de premonitorias historias juveniles o infantiles de los notables de la
política, se encuentran las mismas historias en los que no tuvieron éxito o
terminaron no dedicándose al asunto. En la experiencia venezolana se puede
decir con propiedad que después que usted aparece un minuto en la televisión o
fotografiado en algún periódico, siempre habrá una mínimo de 20 personas que
alguna vez le dirá que merece ser Presidente del país. Nadie recordará tales
incidentes si usted efectivamente no se consagra al tema.
Al surfear la anécdota lo que queda es
una visión según la cual hay algo íntimo, secreto, existencial, que comunica a
ciertas personas la condición de líderes. Es su capacidad de comunicar y de
entusiasmar, como algo que brota del alma de los personajes en cuestión. En los
últimos 20 años, la "magia", el encanto, "la fuerza", ese
no-sé-qué ha estado representado por Chávez y ha contribuido a equivocaciones
gloriosas en el Gobierno y en la oposición.
CAP.
Antes de entrar en la médula del
asunto, este narrador quiere recordar la experiencia de Carlos Andrés Pérez.
Durante muchos años se le tuvo como líder fuerte y carismático. El país fue
testigo durante décadas de cómo las multitudes llegaron a adorarlo y lo
hicieron Presidente dos veces. Era imbatible. Una vez elegido por segunda vez y
a los 25 días de tomar posesión, el 27 de febrero de 1989, aquel líder que ni
siquiera había tenido la oportunidad de poner en práctica "el
paquete" (que vino después, salvo el modestísimo aumento del precio de la
gasolina), comenzó a ver su liderazgo licuado. A los pocos años, con el
concurso de los "notables", parte importante de la intelectualidad
destacada, medios, la izquierda y la derecha, empresarios, su partido, los
demás partidos, y la conspiración, CAP no era como líder ni la sombra de lo que
había sido. Seguía siendo el mismo personaje cordial, de buen humor, apasionado
por las reformas, tozudo muchas veces, valiente, torpe en el manejo de su vida
personal, pero el encanto del líder se había desvanecido.
¿Había cambiado CAP? ¿Se había
desinflado esa cosa mágica que posibilitaba el liderazgo? No. Lo cierto es que
ese liderazgo era una capacidad de relacionamiento, de movilizar a las masas, a
los ciudadanos, que el hombre había perdido. No algo íntimo que hubiera
desaparecido.
Hacia el final de su mandato recuerdo
un momento patético. Fue en el matrimonio de la hija de uno de sus ministros.
El hombre llegó puntual, como solía hacerlo, se sentó en una mesa y lo
acompañamos dos de sus ministros. Comenzó a llegar la mayor parte de los
invitados, muchos de los cuales eran cercanos conocidos, gente que había
interactuado con él, empresarios amigos, y todos lo saludaban... de lejitos.
Nadie se acercaba. Apestaba. Era el Presidente... pero no, en realidad era el
fantasma del Presidente. Los discursos, sus ocurrencias ("el
autosuicidio", por ejemplo), sus chistes, todos tan celebrados, poco a
poco se convirtieron en muecas para muchos de los mismos que antes lo aplaudían
y para las élites que lo distinguían.
Ha comenzado a ocurrir con Chávez.
"El gran comunicador", el líder descomunal cuya aureola ha
enceguecido a unos cuantos, se trueca para muchos en ese fastidio interminable
que tiene 14 años instalado en el comedor de la casa. Ya los suyos inician la
retirada de los reales aposentos para que ese remedio que es el olvido no
contabilice su rojo fanatismo de otrora. La enfermedad es el Caracazo
particular de Chávez.
LOS LÍDERES.
Frente a las ideas del liderazgo como
sustancia inaccesible o como destino, está una concepción menos heroica, más
mundana y efectiva: el liderazgo como capacidad de movilización, como lo señala
el creador de la teoría del liderazgo adaptativo, Ronald Heifetz, de Harvard.
Cualquiera puede ejercer el liderazgo si se plantea desafiar el conjunto de
condiciones existentes, si propone ideas claras, objetivos precisos y participa
de modo entusiasta en su consecución. En esta perspectiva no hay líderes per-se
sino ejercicio del liderazgo: hoy se puede ejercer y mañana no; hoy se es líder
y más adelante no. Aunque nadie quiera asumir el título de exlíder, lo cierto
es que el liderazgo no es un estado sino relación entre líderes y liderados.
LIDERAZGO OPOSITOR.
Estas reflexiones vienen a cuento
porque muchas veces se ha dicho que la oposición no tiene líderes y en realidad
los ha tenido, y muchos. Hay varios dirigentes que han cumplido esas funciones,
desde Enrique Mendoza hasta Henrique Capriles, en un arco por el cual han
pasado Carlos Ortega, Pedro Carmona, Juan Fernández, Carlos Fernández, Manuel
Rosales, en forma conjunta con otros liderazgos regionales o sectoriales. El
7-O concluyó una etapa y allí parece haber concluido el liderazgo nacional de
Capriles, aunque es posible y deseable que conserve el de Miranda. Cada uno ha
representado un momento que no está en su impronta genética sino en la función
que han cumplido y que ya no cumplen, aunque nadie debe dar por seguro que a
diferencia de caballo viejo, en esta vida no tengan otra oportunidad.
Las elecciones del 16D no parecen ser
el ámbito de creación de nuevos liderazgos nacionales. El camino del liderazgo
democrático otra vez es un espacio vacío y, por tanto, abierto. Las fuerzas de
la libertad, al contrario de lo que ocurre en el chavismo, han sido capaces de
producir líderes para cada momento en el que se los ha necesitado, para las jornadas
heroicas que van de 1999 a 2005 y para el encomiable esfuerzo electoral que va
de 2006 a 2012; en ambos períodos con victorias (la eyección de Chávez, las
movilizaciones que cambiaron un tanto las condiciones electorales, la victoria
opositora de 2007, los éxitos regionales y parlamentarios) y también con
derrotas importantes.
Lo fundamental de un nuevo liderazgo
ahora es la caracterización adecuada del régimen y el tino en responder la
pregunta clave: cómo se reemplaza a un régimen por métodos constitucionales
cuando éste apela a todos los caminos, legales e ilegales, violentos y
pacíficos, para permanecer en el poder.
Twitter @carlosblancog
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