El hacer de un
pueblo atemorizado, un vencedor, arraigó el liderazgo de Gedeón, el quinto de
los jueces del Antiguo Israel. En los relatos bíblicos están referidas sus
hazañas. Al parecer su capacidad de intuición es la clave para que pudiera
lograr el triunfo contra los medianitas. Desde entonces, es una especie de
paradigma, corriente de inspiración, en muchos de los líderes o jefes, en
personas con responsabilidades de mando que persiguen objetivos y que para ello
se valen de la persuasión o se imponen con la mentira, el engaño, la confusión.
En esto se
afinca la guerra sicológica, no sólo se trata de neutralizar a los oponentes o
al enemigo como se piensa, sino incluso, a los mismos partidarios. Y si en algo
es bueno el régimen de Hugo Chávez es en eso, en guerra psicológica. Tan bueno
es, que primero, con la persuasión, se permite ante quienes le siguen
justificar su desastre, y segundo, con la intimidación, someter al adversario,
para ello se vale de la amenaza o la persecución (incluye las leyes hechas a su
medida).
Casos y
repercusiones, de sobra. Por ejemplo, cuando a Chávez le tocó reconocer la
derrota del referéndum consultivo del 2 de diciembre del 2007, dijo en horas de
la madrugada, inmediatamente después que el CNE cantara resultados parciales,
que la de la oposición había sido una victoria pírrica, que él prefirió
dejarnos que ganáramos.
De nuestros
días, se pueden comentar, los señalamientos del régimen de Chávez en relación a
la intención de una caminata del candidato opositor Capriles (sector La
Vega/Caracas/7julio). Que fue la de “generar provocación”, que la oportuna
acción de la Policía Nacional “evitó violencia opositora”.
O que el
recién firmado acuerdo entre los candidatos a participar en las presidenciales
supuesto 7 de octubre propuesto por el CNE, es para que se respete la
constitución y que según Chávez y la rectora del organismo es “garantía y
beneficia a los electores”. Que el CNE es una maravilla, pues.
Ahora, dicho
así ¿verdad que estas cosas son tremenda mentira? Puesto que ni la victoria del
revocatorio 2007 fue pírrica sino muy grande, por algo el organismo electoral
se ha negado a aportar los resultados definitivos; ni las caminatas de Capriles
son violentas ni armadas, sino todo lo contrario. Ni mucho menos puede ser
maravilla el organismo electoral dependiente de Chávez ni el acuerdo firmado al
excluir el ventajismo fraudulento del poder es garantía para los votantes
opositores. Como si fuera la oposición y no Chávez quien no respeta la
constitución, como si tuviéramos que regatear derechos que nos son obvios, y
todo esto en definitiva no es más que otra manipulación de Chávez, para que
cumpliéramos el rol que él quería que cumpliéramos: que no tengamos derecho a
pataleo por las trampas que relucen ante nuestros ojos.
Así vemos, que
la guerra sicológica a fin de cuentas triunfa en un aspecto determinante:
Vender el régimen como una democracia imperfecta, pero dentro de la cual se
puede negociar, actuar, avanzar. Lamentablemente ambas cosas, la verdad y la
mentira, quedan equiparadas en la mente del que se deja confundir.
La gran
inmadurez que puso a Chávez en el poder fue no entender que una persona que
dice lo que la gente quiere creer lo que busca es embaucarla.
Pasados casi
catorce años todavía estamos pagando esa deuda todos los venezolanos. Por eso,
nosotros, la oposición, tenemos que ser por lo menos tan inteligentes como el
que nos ataca en la guerra sicológica; en nuestro caso, no para mentir, sino
para desmentir, para propagar la verdad, para saber defenderla, y para no
dejarnos confundir.
Chávez no
puede ganarnos con sus mentiras cuando nosotros, los opositores, tenemos tantas
verdades tan contundentes.
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