Es
importante insistir en discutir y tratar el tema de la Seguridad
Agroalimentaria, por ser de vital importancia para cualquier país del mundo. Es
más, es indispensable que el Gobierno correspondiente vele y se haga
responsable de eliminar riesgos de desabastecimiento, principalmente de
alimentos y de materias primas o productos finales necesarios para el normal
funcionamiento procesador, y la
satisfacción plena y eficiente de las necesidades del país.
En
materia alimentaria, la historia nos ha enseñado que la escasez de alimentos
puede sobrevenir por la falta de producción, pestes, cambios climáticos,
guerras y, entre otros, por errores tácticos. Lo cierto es que el hambre es una
de las peores calamidades que le puede suceder a cualquier nación.
Ahora
bien, en Venezuela, tenemos excelentes y grandes extensiones de tierras
cultivables, buenas condiciones climatológicas, gente preparada para hacer la
tarea. Teníamos aceptables vías de penetración, conocimientos técnicos, acceso
a los insumos necesarios para cultivar y criar, producción industrial, crédito,
amplias y eficientes redes de distribución y un buen mercado de consumo que se
autocontrolaba con una libre competencia, lo que conducía a una oferta de
calidad y de cantidad a buen precio y SEGURIDAD. Como subproducto de todo esto,
obteníamos un amplio mercado de trabajo y beneficio para toda la población. Y,
finalmente, como resultado plausible, GARANTIA AGROALIMENTARIA.
¿Qué
hemos hecho durante los últimos 14 años?. Guerra al "LATIFUNDIO" contra fincas o propiedades de media (1/2)
hectárea, hasta de cualquier cantidad de hectáreas. El fundamento ha sido
ideológico y dirigido hacia la implantación de una persecución mal llamada
expropiadora, arrebatándole más de CUATRO MILLONES DE HECTAREAS productivas al
campo venezolano, según cifras del propio Gobierno, sin recompensar a sus
legítimos propietarios, ni hacer de tal extensión un modelaje productivo
referencial. Es decir, al no haber pagado siquiera sus bienhechurías, estamos
en presencia de un despojo, y cuyo sello identificatorio es ahora la
improductividad, si acaso, la producción conuquera de tales terrenos.
Adicionalmente,
hoy los productores que, en su mayoría, vivían anteriormente con sus familias y
trabajadores en sus fincas o sitios de producción, no lo pueden hacer por miedo
al hampa y peligro de ser asaltado o secuestrado. Por lo que, aunado a la
acción expropiadora gubernamental, las consecuencias de todo esto no podía ser
otro: el desplome de la producción nacional, cayendo en lo que ya comúnmente se
le llama EL “HALLACAZO IMPORTADO”, por aquello de que, además, importamos maíz,
carne, pollo, alcaparras, aceitunas y casi todos los ingredientes de nuestra tradicional
hallaca, símbolo de la culinaria decembrina nacional.
Llegamos
a la inseguridad Agroalimentaria, implantando una economía de puertos. Y ahora
los venezolanos somos agroproductores portuarios, dependiendo del
funcionamiento de instalaciones donde opera toda clase de vicios, ineficiencia,
trabas, burocracia; en fin, una maraña de problemas. Al no haber producción
nacional, estamos importando casi el 80% de lo que consumimos y nuestros cinco
puertos marítimos nacionales; La Guaira, Puerto Cabello, Maracaibo, Guanta y El
Guamache no están preparados para atender esa enorme cantidad de carga. Los
invito a que visiten nuestros puertos y aprecien las colas de buques en espera
de turno para descargar.
¿Efectos?:
fuga de divisas, desabastecimiento, incremento de costos, enormes pérdidas por
descarga fuera de las fechas de vencimiento, descomposición de alimentos,
robos, y, consecuencialmente, INSEGURIDAD ALIMENTARIA.
Hasta
ahora, Venezuela ha tenido cómo pagar este enorme volumen de importaciones,
propiciándose una bestial fuga de divisas que, actualmente, por escasez de las
mismas, nos está llevando a una temida –e inevitable- devaluación de nuestra
moneda. Una medida que, como ha sucedido en todas las ocasiones que se ha
implantado en el país desde hace ya casi treinta años a partir del célebre
“viernes negro”, al final, afectará
negativamente a todos los campos y sectores de producción de la economía
nacional. De hecho, sin que se haya producido tal medida, ya entramos en crisis
de abastecimiento (y perdónenme la anécdota: recorrí diez farmacias para
conseguir un pote de leche para un bebé).
¿Y el caso del arroz, del azúcar y del café ? .
Finalmente
y concluyendo: ya no tenemos mucho más que advertir. Los errores están a la
vista; sólo falta actuar. Comencemos por reconstruir los centros nacionales de
producción, convoquemos a todos nuestros productores y todas las asociaciones y
gremios que los agrupan. Dejemos de beneficiar a los productores de otros
países y contemos con los nuestros que están aquí y que siempre estaremos.
Seguridad, vías de comunicación, acceso al crédito oportuno para todos y manos
a la obra, que el país cuenta con nosotros. Los productores no vemos color
político, no discutimos ideologías: vemos dedicación al trabajo, eficiencia,
conocimiento, producción, creación de empleo y bienestar.
Me
da terror pensar qué pasaría si se desploma el precio del petróleo, sigue
cayendo la producción petrolera nacional o se desata una guerra internacional.
Retratémonos en el Medio Oriente y su peligroso conflicto de corte
Internacional. Si Estados Unidos deja de comprarnos petróleo, en fin, cualquier calamidad de esta
índole, nos dejaría sin divisas para seguir comprando espejitos y armamentos.
De hecho, bien vale la pena recordar que Estados Unidos, en apenas cuatro años,
ya estará autoabasteciéndose, y que, a partir de entonces, diez años más
adelante, estará en condiciones de producir tanto o más petróleo que Arabia
Saudita. ¿Y qué hacemos mientras tanto? : armar presupuestos alimentados por el
rentismo y el dispendio.
Llegó
la hora de reflexionar, pero con el corazón en Venezuela y para los
venezolanos. No queremos ser enemigos de nadie. Si tenemos disparidad de
criterios, discutamos, lleguemos a acuerdos, solucionemos los problemas.
Revisemos la historia de la humanidad. Ya este camino lo han recorrido muchos
países y han terminado en un estrepitoso fracaso a un costo elevadísimo. En
este punto, tengo que repetir lo dicho por André Gide: "Todas las cosas
son ya dichas; pero como nadie escucha, hay que volver a empezar siempre".
El lema de todo Gobierno y todo venezolano tiene que ser: guerra contra el
mayor enemigo de la humanidad: la
pobreza.
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Enviado a nuestros correos por:
Edecio Brito Escobar
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