Es el título de una novela escrita por
Giuseppe Tomasi di Lampedusa, entre 1954 y 1957, el titulo original Il
Gattopardo haCo dado origen a una definición de actitudes dentro de la política
conocida como “Gatopardismo”.
Conducta definida dentro de la novela, donde
uno de los personajes Don Fabrizio asiste con distancia y melancolía al final
de una época. Los burócratas y las nuevas clases sociales emergentes son
quienes sacan provecho del nuevo régimen. El personaje se indigna al saber que
su sobrino es lo bastante oportunista para intentar aprovecharse de la
situación y adaptarse al nuevo sistema político.
Desde entonces se suele llamar “gatopardista”
al político que aparenta realizar una transformación a través de una política
revolucionaria, pero que en la práctica sólo altera la parte superficial de las
estructuras de poder, conservando intencionadamente el elemento esencial de
estas estructuras.
En Venezuela se ha aparentado una revolución
pero en el fondo se aplica la máxima de la novela “Si queremos que todo siga
como está, necesitamos que todo cambie”, en realidad el resultado beneficia a
los que nunca quisieron cambiar los beneficios de las clases poderosas, tan
solo buscaban convertirse en los nuevos dueños del poder y continuar con los
mismos atropellos de antes.
En la práctica se simula cambiar todo, para
que nada cambie, al contrario la nueva clase dirigente llega al poder sedienta
de venganza y de riquezas, dispuesta a aprovechar al máximo la oportunidad, lo
que dispara la corrupción y la arbitrariedad.
La ceguera los impulsa a no actuar con recato
y cuidado, el resultado final en una situación desbocada, sin freno y sin ley.
Que solo cambia a los beneficiarios del sistema, solo que ahora la
improvisación, la poca idoneidad de los funcionarios y la falta de
profesionalidad acrecienta al máximo las desviaciones del sistema.
La actitud “gatopardista” implica también la
actitud de muchos ciudadanos, quienes desarrollan una capacidad para adaptarse
a los distintos gobernantes y la intención de importantes sectores de la
sociedad para aceptar trabajar, de manera pública u oculta con la supuesta
“revolución unificadora” y así conservar sus bienes, su influencia o su poder.
Como en la novela aquí no se trata de
transformar las estructuras, sino de sustituir una elite por otra, un “quítate
tú pa’ ponerme yo”, aunque no esté preparado y cause la ruina del país. Así
como en el texto citado esa nueva elite necesita acaparar para sí todo el poder
político, recurriendo incuso al fraude electoral bajo una apariencia
democrática.
Una frase del protagonista lo define bien:
“Nosotros somos leopardos y leones, quienes tomarán nuestro lugar serán hienas
y chacales”.
Lo que sucede aquí no puede llamarse
revolución, en Venezuela no se ha producido una transformación radical y
profunda respecto al pasado.
Tan solo se ha librado una batalla inocua
para que todo siga como está, solo buscaba cambiar protagonismos, solo que
mucho más primitivos, terminaron por resolver su incapacidad entregando la
conducción del país a una potencia extranjera.
Los ciudadanos conscientes, los partidos
políticos debemos entender la dimensión del compromiso. La realidad que vive
Venezuela a pesar de que nos ha transformado en muchos aspectos, no ha evitado
que sigamos arrastrando nuestros problemas.
Todos incluyendo los grupos de oposición
contra el régimen autoritario que vivimos, debemos asimilar la lección.
Aprender a actuar con civismo y madurez, a trabajar de verdad en equipo, lo que
es muy diferente a tomar decisiones colectivas, por eso de que lo colectivo no
debe nunca estar por encima de los derechos inherentes al individuo como ser
humano.
La oposición no debe permitir que los argumentos
respetuosos se sustituyan por apetencias personales, ni que se reproduzcan en
su seno las conductas chavistas autoritarias; rechazamos la indecencia de los
falsos dirigentes, quienes actúan como déspotas tan solo por contar con un
puesto de decisión, debemos rechazar todo eso que representa lo que queremos
cambiar.
Todavía se siguen buscando “padrinos”,
mayorías accidentales, acuerdos de última hora para imponerse sobre los otros,
aunque no se esté preparado, sin que las aspiraciones estén avaladas por una
acción, una formación o por una real capacidad, una especie de lucha ridícula
por insignificantes cuotas de poder, por un falso protagonismo.
Terminemos con eso de buscar un “chivo
expiatorio” como si no fuésemos responsables de lo que acontece. Basta de
echarles la culpa a los otros, sin querer reconocer que lo que ha sucedido en
Venezuela, sea por acción o por omisión, es culpa de cada uno, y que su
solución nos compete a todos.
Lo cierto es que la Venezuela actual es
consecuencia de cada corrupto; de los políticos que se endiosaron, de aquellos
que votaron por los partidos que gobernaron el país, los que no exigieron
responsabilidades y siguieron votando por ellos; aquellos que escribían solo
cosas negativas en la prensa sin proponer cambios o soluciones; de los
universitarios que convirtieron los centros educativos en reductos de partidos
que existían gracias a los presupuestos universitarios; de los artistas que se
acomodaban con el sistema o se aprovechaban de los recursos; de los que no
asumieron el desafío; de los que no hicieron nada aparte de hablar; de los que
por castigar al sistema votaron por Chávez y ayudaron a llevarlo a la primera
magistratura sin medir las consecuencias.
De los que solo criticaban, destruyendo lo
que habíamos logrado, sin diferenciar lo positivo de lo negativo que teníamos.
Pero sobre todo de estos 14 años de tragedia administrativa en la que no ha
sumido el régimen actual.
Si reconocemos esto con humildad tendremos
posibilidad de salir del caos, tendremos la fuerza y la convicción para
realizar el verdadero cambio que Venezuela merece.
La utilidad y el valor de un luchador se
miden en las dificultades; su actuación es producto de los valores en los que
cree. Tenemos que reaccionar de una vez por todas, aunque nos cree problemas,
no podemos continuar sin definirnos, cerrando los ojos y volteando la cara,
¿Cuánta gente de talento permanece en silencio a la espera de momentos que le
sean propicios?
Es la hora de enarbolar un discurso para
todos, de tolerancia y de reunificación. Se trata de tener claro cuáles son las
razones para continuar, para alcanzar la Venezuela que aspiramos, democrática y
libre, de acabar con esta pesadilla, de encontrar un camino hacia la paz, un
camino para alcanzar el país donde se quiten las máscaras, un país donde se
“juegue limpio”.
El compromiso es con la patria, es desde hoy
que debemos asumirlo; la situación es urgente y mañana puede resultar demasiado
tarde. En Venezuela la sociedad civil está luchando con sus manos, con sus
caminatas, con sus pitos y canciones, con sus votos, con su cuerpo y su vida.
No hay excusas para continuar indiferentes
frente a lo que está pasando, para sentarse a esperar cómodamente a que otros
realicen el trabajo. O hacemos algo por el país o lo perdemos como lo perdieron
los cubanos hace 50 años.
nelsoncastellano@hotmail.com
Ex
Cónsul de Venezuela en Paris
Presidente
de Venezuela-Futura, Francia
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