En menos de un año la República de El Salvador elegirá un nuevo presidente y aunque como toda nación en desarrollo enfrenta múltiples problemas, el hecho de haber superado en democracia una cruenta guerra civil, es un ejemplo que deberían seguir otros países del hemisferio y en particular los mandatarios que buscan establecer en sus respectiva naciones dictaduras institucionales.
El pueblo salvadoreño ha dado ejemplos de convivencia a pesar de haber padecido una confrontación civil particularmente sangrienta que se extendió desde 1980 a 1992 y en la que según expertos en el tema hubo 75,000 muertos y desaparecidos.
Hay que destacar que durante esa cruenta guerra civil la mayoría de la población salía a ejercer el derecho al voto cuando se convocaba a elecciones.
La guerrilla apoyada por Cuba y Nicaragua advertía que la población no debía ejercer su derechos, a la vez que amenazaba a los aspirantes, en consecuencia muchos ciudadanos y candidatos fueron asesinados por los insurgentes, pero a pesar de las amenazas hechas realidad la mayoría de los ciudadano votaba.
El desaparecido presidente Napoleón Duarte, en cierta medida, sintetizó las ansias nacionales de construir un país estable políticamente, en el que las diferencias se solucionaran en las urnas y no con los atentados criminales de los extremismos ideológicos.
El país escindido entre guerrilleros, influenciados por el castrismo y el sandinismo, que le suministraban entrenamiento y recursos bélicos de todo tipo, asesinaban civiles, pero también a sus propios líderes como le ocurrió al poeta Roque Dalton y Armando Arteaga.
La nación era asolada también por grupos extremistas de derecha, acusado de haber asesinado al arzobispo Arnulfo Romero y otros clérigos.
La guerra fue cruenta y los crímenes en los que incurrieron las partes numerosos y horrendos, pero las reservas morales de esa pequeña nación centroamericana lograron imponerse y las facciones que se enfrentaron con las armas, arribaron a acuerdos que han permitido una gobernabilidad satisfactoria.
Terminada la guerra civil fue elegido presidente Alfredo Cristiani, de la Alianza Republicana Nacionalista, un partido político fundado en pleno conflicto bélico por el mayor del ejército Roberto dAubuisson, acusado de estar vinculado a grupos de extrema derecha y escuadrones de la muerte.
La ARN fue evolucionando al ritmo de la opinión pública y logró conservar el poder político por 20 años.
Cuatro líderes del Partido ascendieron hasta la primera magistratura, pero en el 2009 un joven periodista, Mauricio Funes, bajo la tolda política del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional ganó las elecciones, lo que condujo al grupo guerrillero más extremista del país a la presidencia.
El gobierno dirigido por Funes ha sido una grata sorpresa para muchos salvadoreños, pero también para la mayoría de los actores sociales y políticos del hemisferio que están pendientes de lo que acontece en el continente.
La victoria de Funes, un advenedizo en el FMLN, demostraba que la generalidad de la población rechazaba el liderazgo histórico de esa fuerza política, cuatro años antes el jefe guerrillero Schafik Handal, había sido derrotado ampliamente por Elías Antonio Saca.
Funes militante y candidato de un grupo con un historial de violencia extrema, que a su vez estaba identificado con el socialismo marxista, condujo su campaña y ha ejercido la presidencia con la moderación de cualquier dirigente socialdemócrata y lejos de los pensamientos y acciones extremas del FMLN.
Durante su mandato las diferencias con el FMLN han sido numerosas. Ha actuado con independencia del Partido y ha sido consecuente con sus declaraciones de que sería el presidente de todos los salvadoreños.
Las decisiones de Funes en política exterior coinciden en muchos aspectos con las de sus pares conservadores. Restableció relaciones con Cuba. Condenó los sucesos que en Honduras dieron lugar a la salida del presidente Manuel Zelaya, reconoció el estado Palestino, pero también rechazó el ingreso de su país a la Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América, ALBA.
Funes, contrario a lo que muchos esperaban fue capaz de contener los ímpetus extremistas de sectores de la agrupación política que lo llevó al poder. Ha tenido diferencias con dirigentes del FMLN y dijo cuando accedió a la presidencia, hace varios años que sus modelos para gobernar serian Lula da Silva y Barack Obama.
Contrario a sus pares del ALBA, hasta el momento no ha propuesto una revisión de la constitución y ha prohibido a los funcionarios de su gobierno involucrarse en actos electorales y ha sido capaz de expresar que las controversias que ha sostenido con el FMLN son normales y que en su condición de Presidente no responde a los intereses de ningún partido.
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