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jueves, 23 de abril de 2015

GABRIEL BORAGINA, ESTADO, EMPLEO Y EMPRESAS

Sigue sorprendiéndome la ingenuidad (o mala fe quizás, no sé bien) de la gente que cree que el gobierno no intervine en la economía y no únicamente en la economía, sino en la vida de todos nosotros. 

Sólo desde el desconocimiento de la gran cantidad de regulaciones que existen, distribuidas todas entre leyes, decretos, resoluciones, etc. que implican múltiples controles de todo tipo, pueden afirmarlo.

Estos mismos ingenuos "creen" que el gobierno puede "generar" empleo, cuando lo único que pueden hacer los gobiernos es crear puestos de trabajo en el sector estatal a costa del sector privado.
La “generación” implica la creación de algo nuevo. Algo que antes no existía. En este sentido de la palabra "generación", el gobierno nunca “genera” nada.
Pero si se quiere seguir usando la palabra “generar” hay que decir que todo lo que el gobierno “genera” de un lado lo des-genera del lado opuesto.
Los recursos con los cuales el gobierno paga los salarios de sus “empleados públicos” provienen de dos fuentes principales: impuestos o inflación (en suma, ambos son la misma cosa, por cuanto ocasionan los mismos desastrosos efectos económicos). 
Pero parece "creerse" que los sueldos que el estado-nación paga a sus “empleados” proceden generosamente del bolsillo de los burócratas y gobernantes, cuando los bolsillos desde los cuales se los expolia son los de los contribuyentes, a su vez los mismos trabajadores, tanto del sector estatal como del privado. Es decir, lo que se "les da" por un lado se les quita por el otro.
Con lo que advertimos que los gobiernos no “generan” nunca nada. Lo máximo que hacen es sacarlo de un lugar y ponerlo en el opuesto. O dicho en forma más simple: "le cobro 100 a Pedro en impuestos con los cual le pago 100 de salario el empleado estatal Juan". Esto no es “generación” de empleo, es -simplemente- un “pasamanos”, en el que se castiga económicamente a unos para darles a otros. Ergo, el estado-nación nunca “generó” ni puede “generar” empleo ni cosa productiva alguna.
Otros piden que el gobierno “apoye decididamente empresas y que forme un marco jurídico” para ello. Seguramente estarán pensando en sus propias empresas. Alguien debería avisarles que el estado-nación hace tiempo que apoya empresas en detrimento de otras (no podría económicamente ser diferente) y que es uno de los principales problemas económicos mundiales. Aseveran, asimismo, que “Si no hubiera Estado no tendríamos trabajo, ni seguridad, ni educación ni nada”. ¡Como si antes de que los gobiernos surgieran nadie trabajara, ni hubiera seguridad, ni existiera la educación, ni existiera nada! Para esta clase de sujetos, el gobierno inventó todo, hasta quizás la vida individual misma, como pretendía Hegel.
Y luego de pedir "el apoyo de empresas" por parte de los gobiernos, se quejan de que en las últimas décadas el estado-nación “favoreció empresas en desmedro de otras”. De lo que en realidad se deben estar lamentando, es de que aquellas empresas favorecidas no hayan sido las suyas, donde ellos trabajaban o trabajan actualmente. Piden que el gobierno “favorezca decididamente” la formación armónica de empresas (dentro de las cuales –nuevamente- deben contar con la de ellos) y agregan “sin que haya oligopolios como los hay ahora en zonas donde no es necesario”. Cabría preguntarles a estos sujetos ¿dónde creen "necesario" que el “estado” forme oligopolios? Mi respuesta a estas personas es que los gobiernos siempre inevitablemente conforman oligopolios, monopolios, cartels, etc. y que en todos los casos ellos son innecesarios. Pero estos señores que así vociferan, lo que en realidad deben deplorar es que el gobierno no les haya dado en el pasado ni les otorgue en el presente un oligopolio, o mejor aún, un monopolio a ellos mismos y a sus empresas. Y seguramente, es desde ahí de donde viene esa queja. No piden libertad empresarial. No demandan libre competencia. No exigen mercados libres. Reclaman que el estado-gobierno los socorra a ellos y no a los demás empresarios. Y que si hay oligopolios, quieren que sean los “necesarios”. Nuevamente, los “necesarios” han de ser los que los incluyan a ellos dentro del oligopolio.
Añaden que “No es cuestión de ser de izquierda ni de derecha. Pensar en esos términos –dicen- es anacrónico. Hay que ser pragmático”. Pero resulta que los "pragmáticos" siempre terminan siendo dominados, o por la izquierda o por la derecha, y concluyen proponiendo lo mismo que una, otra, o peor, ambas. Encima, son tan ilusos y pueriles que se creen "ajenos" e "inmunes" a toda influencia ideológica. 
Cuando uno escucha sus "recetas" resulta ser que no son otra cosa que una mala combinación de las de izquierda con derecha. Se creen muy "originales" y listo, asunto "solucionado". Su "pragmatismo" (cuando es sincero y no fingido) es pura ingenuidad. En suma, terminan recomendado siempre recetas de izquierda, de derecha, o de centro, sólo que sin llamarlas así, y a veces sin reconocerlas siquiera como provenientes de un lado o del otro. Serán "pragmáticos" según ellos, pero son bastante poco originales.
Siguen con el juego de palabras cuando afirman que “El problema radica cuando uno se ata a un idea tercamente, en contra de toda razonabilidad económica y circunstancias”. Seguramente que entenderán por “razonabilidad económica” lo que solamente ellos piensan. Y se contradicen cuando creen que la “razonabilidad económica” no es una idea. Expresan ideas contra las ideas, y a esto le llaman "pragmatismo". No pueden ser más patéticos y contradictorios. Carecen de toda seriedad.
Y sentencian: “Tenemos que entender que TODOS tenemos derecho a la abundancia y que es necesario equilibrar las cosas, pero hacia un lado u otro”. 
Es extraño que llamen "equilibrio" a eso. Y quieren tener un “derecho a la abundancia”, es decir a que el gobierno los haga ricos a ellos (no a los oligopolios “innecesarios”). 
Así es muy fácil. Ellos solucionan su problema económico y pasan por “buenos” y “decentes” declamando en nombre de todos (“tenemos que...”). Si se trata de ingenuos, que sigan esperando que el gobierno “nos haga ricos y abundantes a todos”. Esperarán una eternidad por ello. El gobierno sólo puede enriquecer a unos pocos. Y ellos esperan estar primeros entre los elegidos.

Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina

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lunes, 10 de noviembre de 2014

BYUNG-CHUL HAN, ¿POR QUÉ HOY NO ES POSIBLE LA REVOLUCIÓN?

BYUNG-CHUL HAN,
Para descifrar la alta estabilidad del sistema de dominación liberal hay que entender cómo funcionan los actuales mecanismos de poder. El comunismo como mercancía es el fin de la revolución


Cuando hace un año debatí con Antonio Negri en el Berliner Schaubühne, tuvo lugar un enfrentamiento entre dos críticas del capitalismo. Negri estaba entusiasmado con la idea de la resistencia global al empire, al sistema de dominación neoliberal. Se presentó como revolucionario comunista y se denominaba a sí mismo profesor escéptico. Con énfasis conjuraba a la multitud, la masa interconectada de protesta y revolución, a la que confiaba la tarea de derrocar al empire.La posición del comunista revolucionario me pareció muy ingenua y alejada de la realidad. Por ello intenté explicarle a Negri por qué las revoluciones ya no son posibles.

¿Por qué el régimen de dominación neoliberal es tan estable? ¿Por qué hay tan poca resistencia? ¿Por qué toda resistencia se desvanece tan rápido? ¿Por qué ya no es posible la revolución a pesar del creciente abismo entre ricos y pobres? Para explicar esto es necesario una comprensión adecuada de cómo funcionan hoy el poder y la dominación.

Quien pretenda establecer un sistema de dominación debe eliminar resistencias. Esto es cierto también para el sistema de dominación neoliberal. La instauración de un nuevo sistema requiere un poder que se impone con frecuencia a través de la violencia. Pero este poder no es idéntico al que estabiliza el sistema por dentro. Es sabido que Margaret Thatcher trataba a los sindicatos como “el enemigo interior” y les combatía de forma agresiva. La intervención violenta para imponer la agenda neoliberal no tiene nada que ver con el poder estabilizador del sistema.

El poder estabilizador de la sociedad disciplinaria e industrial era represivo. Los propietarios de las fábricas explotaban de forma brutal a los trabajadores industriales, lo que daba lugar a protestas y resistencias. En ese sistema represivo son visibles tanto la opresión como los opresores. Hay un oponente concreto, un enemigo visible frente al que tiene sentido la resistencia.

El carácter estabilizador del sistema ya no es represor, sino seductor; es decir, cautivador

El sistema de dominación neoliberal está estructurado de una forma totalmente distinta. El poder estabilizador del sistema ya no es represor, sino seductor, es decir, cautivador. Ya no es tan visible como en el régimen disciplinario. No hay un oponente, un enemigo que oprime la libertad ante el que fuera posible la resistencia. El neoliberalismo convierte al trabajador oprimido en empresario, en empleador de sí mismo. Hoy cada uno es un trabajador que se explota a sí mismo en su propia empresa. Cada uno es amo y esclavo en una persona. También la lucha de clases se convierte en una lucha interna consigo mismo: el que fracasa se culpa a sí mismo y se avergüenza. Uno se cuestiona a sí mismo, no a la sociedad.

Es ineficiente el poder disciplinario que con gran esfuerzo encorseta a los hombres de forma violenta con sus preceptos y prohibiciones. Es esencialmente más eficiente la técnica de poder que se preocupa de que los hombres por sí mismos se sometan al entramado de dominación. Su particular eficiencia reside en que no funciona a través de la prohibición y la sustracción, sino a través del deleite y la realización. En lugar de generar hombres obedientes, pretende hacerlos dependientes. Esta lógica de la eficiencia es válida también para la vigilancia. En los años ochenta, se protestó de forma muy enérgica contra el censo demográfico. Incluso los estudiantes salieron a la calle. Desde la perspectiva actual, los datos necesarios como oficio, diploma escolar o distancia del puesto de trabajo suenan ridículos. Era una época en la que se creía tener enfrente al Estado como instancia de dominación que arrebataba información a los ciudadanos en contra de su voluntad. Hace tiempo que esta época quedó atrás. Hoy nos desnudamos de forma voluntaria. Es precisamente este sentimiento de libertad el que hace imposible cualquier protesta. La libre iluminación y el libre desnudamiento propios siguen la misma lógica de la eficiencia que la libre autoexplotación. ¿Contra qué protestar? ¿Contra uno mismo?

Es importante distinguir entre el poder que impone y el que estabiliza. El poder estabilizador adquiere hoy una forma amable, smart, y así se hace invisible e inatacable. El sujeto sometido no es ni siquiera consciente de su sometimiento. Se cree libre. Esta técnica de dominación neutraliza la resistencia de una forma muy efectiva. La dominación que somete y ataca la libertad no es estable. Por ello el régimen neoliberal es tan estable, se inmuniza contra toda resistencia porque hace uso de la libertad, en lugar de someterla. La opresión de la libertad genera de inmediato resistencia. En cambio, no sucede así con la explotación con la libertad. Después de la crisis asiática, Corea del Sur estaba paralizada. Entonces llegó el FMI y concedió crédito a los coreanos. Para ello, el Gobierno tuvo que imponer la agenda liberal con violencia contra las protestas. Hoy apenas hay resistencia en Corea del Sur. Al contrario, predomina un gran conformismo y consenso con depresiones y síndrome de Burnout. Hoy Corea del Sur tiene la tasa de suicidio más alta del mundo. Uno emplea violencia contra sí mismo, en lugar de querer cambiar la sociedad. La agresión hacia el exterior que tendría como resultado una revolución cede ante la autoagresión.

Cada uno es amo y esclavo. La lucha de clases se convierte en una lucha interna, consigo mismo

Hoy no hay ninguna multitud cooperante, interconectada, capaz de convertirse en una masa protestante y revolucionaria global. Por el contrario, la soledad del autoempleado aislado, separado, constituye el modo de producción presente. Antes, los empresarios competían entre sí. Sin embargo, dentro de la empresa era posible una solidaridad. Hoy compiten todos contra todos, también dentro de la empresa. La competencia total conlleva un enorme aumento de la productividad, pero destruye la solidaridad y el sentido de comunidad. No se forma una masa revolucionaria con individuos agotados, depresivos, aislados.

No es posible explicar el neoliberalismo de un modo marxista. En el neoliberalismo no tiene lugar ni siquiera la “enajenación” respecto del trabajo. Hoy nos volcamos con euforia en el trabajo hasta el síndrome de Burnout [fatiga crónica, ineficacia]. El primer nivel del síndrome es la euforia. Síndrome de Burnout y revolución se excluyen mutuamente. Así, es un error pensar que la multitud derroca al empire parasitario e instaura la sociedad comunista.

¿Y qué pasa hoy con el comunismo? Constantemente se evocan el sharing (compartir) y la comunidad. La economía del sharing ha de suceder a la economía de la propiedad y la posesión. Sharing is caring, [compartir es cuidar], dice la máxima de la empresa Circler en la nueva novela de Dave Eggers, The Circle. Los adoquines que conforman el camino hacia la central de la empresa Circler contienen máximas como “buscad la comunidad” o “involucraos”. Cuidar es matar, debería decir la máxima de Circler. Es un error pensar que la economía del compartir, como afirma Jeremy Rifkin en su libro más reciente La sociedad del coste marginal nulo, anuncia el fin del capitalismo, una sociedad global, con orientación comunitaria, en la que compartir tiene más valor que poseer. Todo lo contrario: la economía del compartir conduce en última instancia a la comercialización total de la vida.

El cambio, celebrado por Rifkin, que va de la posesión al “acceso” no nos libera del capitalismo. Quien no posee dinero, tampoco tiene acceso al sharing. También en la época del acceso seguimos viviendo en el Bannoptikum, un dispositivo de exclusión, en el que los que no tienen dinero quedan excluidos. Airbnb, el mercado comunitario que convierte cada casa en hotel, rentabiliza incluso la hospitalidad. La ideología de la comunidad o de lo común realizado en colaboración lleva a la capitalización total de la comunidad. Ya no es posible la amabilidad desinteresada. En una sociedad de recíproca valoración también se comercializa la amabilidad. Uno se hace amable para recibir mejores valoraciones. También en la economía basada en la colaboración predomina la dura lógica del capitalismo. De forma paradójica, en este bello “compartir” nadie da nada voluntariamente. El capitalismo llega a su plenitud en el momento en que el comunismo se vende como mercancía. El comunismo como mercancía: esto es el fin de la revolución.

Byung-Chun Han es filósofo.

Traducción de Alfredo Bergés.
http://elpais.com/elpais/2014/09/22/opinion/1411396771_691913.html

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lunes, 18 de agosto de 2014

HÉCTOR E. SCHAMIS, CITGO, PRIVATIZACIONES,

Se trata de Citgo, empresa gasolinera. Es propietaria de seis mil estaciones de servicio y tres refinerías —en Illinois, Texas y Luisiana— y da empleo a cuatro mil personas. Las refinerías son de alta tecnología, de las pocas con capacidad para procesar crudos pesados. 

Es una empresa importante, parte del paisaje carretero de toda la costa Este del país. Ello incluye el legendario Fenway Park, hogar de los Red Sox de Boston, donde no hay home run que no esté ligado a Citgo, allí desde 1965 gracias a un gigantesco aviso publicitario detrás de las gradas. Esa presencia le ha permitido a la gasolinera ingresar en el propio corazón de los fanáticos bostonianos, tanto que han llegado a protestar cada vez que se intentó remover el cartel del lugar.

Una de esas ocasiones fue en 2006, luego que Hugo Chávez se refiriera a George W. Bush como “el diablo”. Es que el dueño de Citgo es PDVSA, la compañía estatal de petróleos venezolanos, y en aquella ocasión un concejal municipal propuso reparar el orgullo de su presidente reemplazando el anuncio por la bandera de Estados Unidos. Los fanáticos estuvieron del lado de su memoria deportiva —es decir, del lado de Citgo— y allí sigue hoy, sin bandera alguna.

Venezuela está hoy a punto de perder tan extraordinario recurso comercial, y no por culpa de Boston sino porque Citgo está en venta. No es la primera vez que el tema aparece en la agenda. De hecho, la empresa ya había vendido dos refinerías y tres oleoductos en el pasado. Chávez mismo solía quejarse de Citgo con frecuencia e indicaba que se la sacaría de encima. Ahora, sin embargo, es más que retórica. La crisis de las finanzas públicas ha llegado a niveles sin precedentes, y el gobierno parece haber formalizado un acuerdo con el banco de inversión Lazard para que se haga cargo de las negociaciones de venta de la totalidad de la firma.

La racionalidad de esta decisión no sería inconsistente con tantos otros errores de política económica acumulados durante quince años, pero este caso supera todo lo anterior. Cuesta pensar que un país petrolero renuncie voluntariamente a la ventaja comparativa otorgada por la integración vertical de su activo. Citgo convirtió a Venezuela en un productor y exportador que también controla autónomamente el proceso de refinamiento, distribución y venta en el mercado más importante del planeta. ¿Por qué regalarles a sus competidores los tanques de gasolina de millones de automóviles estadounidenses?

¿Y por qué además introducir incertidumbre futura en el proceso de refinamiento, dado el limitado número de plantas capaces de tratar crudos pesados como el venezolano? Nadie puede asegurar que esas plantas, con otros dueños, no prefieran procesar un crudo más liviano en el futuro, por ejemplo mexicano o canadiense. El gobierno de Maduro no solo desconoce la importancia de la demanda —en el petróleo y en cualquier negocio—, sino que también crea problemas del lado de la oferta.

La privatización de Citgo tampoco tiene sentido desde el punto de vista estratégico, como política exterior. Si es verdad que Estados Unidos es una potencia hostil, el imperio que conspira y fomenta la desestabilización del gobierno revolucionario, ¿no sería esa razón más que importante para conservar herramientas de poder en propio suelo estadounidense? ¿Por qué renunciar también a sentarse a la mesa grande de la discusión sobre la política energética estadounidense y, por añadidura, del resto del hemisferio? De México a Noruega y el golfo Pérsico, y sin olvidarnos de Rusia, es difícil imaginar a otro país petrolero tomando decisiones para reducir su capacidad estructural de negociación frente a Estados Unidos.

Para algunos la “racionalidad” de esta venta, entonces, tendría que ver con las urgencias de financiamiento de corto plazo —la dramática crisis fiscal— y la rapacidad del chavismo, es decir, su innata propensión a las prácticas corruptas en lo que será un negocio millonario para todos los involucrados. Otros, a su vez, han señalado la necesidad de eliminar activos que podrían ser embargables en caso de sentencias adversas por las demandas de Exxon Mobil y ConocoPhillips contra PDVSA.

El caso en cuestión es otro ejemplo que ilustra, una vez más, que los hechos no importan y la realidad no existe, que todo es reducible al relato, a una narrativa esotérica que viola cualquier posibilidad de objetividad. Los bolivarianos pontifican sobre la economía estatal, pero destruyen el estado. Son víctimas de las conspiraciones del imperio, pero renuncian a conservar poder en el propio territorio del mismo. Son humildes socialistas, pero poseen cuentas en bancos internacionales con una inimaginable cantidad de ceros en sus saldos.

Así las cosas, la supuesta revolución hace un círculo completo, constituyéndose ahora en privatizador, como aquellos neoliberales que siempre critica, solo que lo hace de manera más incomprensible. Pinochet, por ejemplo, el híper privatizador, conservó el recurso estratégico del cobre —que había sido nacionalizado por Allende— en manos del estado.

El chavismo, que ha expropiado hasta el suministro de arroz y frijoles, ahora se encamina a privatizar el activo estratégico más importante del país. Finalmente, se entiende porque hablan de socialismo del siglo XXI. El socialismo del siglo XX lo hacía exactamente el revés.

Héctor E. Schamis
hes8@georgetown.edu
@hectorschamis

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miércoles, 6 de agosto de 2014

ALFREDO SCHMILINSKY OCHOA, LAS EMPRESAS DE GUAYANA

Explotó, por fin, la bomba de tiempo que tanto habíamos denunciado y de la cual hay responsabilidades compartidas. Por una parte, una masa de trabajadores inconscientes,  que se ha convertido en el instrumento ciego de una inescrupulosa mafia sindicalera, que lo único que le interesa son sus bastardos y antinacionales intereses. 

Y por la otra, los dos gobiernos chavistas que hemos tenido. Pero en última instancia, el artífice fundamental de este colosal descalabro de SIDOR no es otro que el que llevó también el país a una quiebra semejante, es decir, Chávez.

En cuanto a mí se refiere, cuando esa empresa dejó de ser productiva debido a las elevadas e irracionales exigencias salariales de los trabajadores, nosotros sostuvimos que esa planta debía ser cerrada. Y eso por una razón muy sencilla: porque una empresa que sólo produce pérdidas, que no sea capaz de producir los recursos financieros que le permita seguir funcionando de manera autónoma, de mantenerse con sus propios recursos, no debe continuar operando. Es un simple principio de buena gerencia. Y eso es válido tanto para países capitalistas como socialistas, donde el despilfarro es un crimen. Pero si por razones sociales no era viable esa medida, entonces la empresa debía entregársela a los trabajadores, o decretar una drástica reducción de salarios y de la nómina. Ya que lo que subyace en el fondo de este problema, son los altos costos de producción con los cuales ha venido operando la industria. Lo cual, como es lógico suponer, ha incidido, de manera determinante,  en su nula capacidad competitiva. Debido a esto, Sidor se ha quedado sin mercados, ni internacionales ni nacionales.

Y qué hizo el despreciable sujeto de marras, todo los contrario. Porque cuando se dio cuenta de que Sidor por sí sola no podía mantenerse en pie, entonces decidió subsidiarla, echando sobre los hombros del país una carga que solamente mediante un oneroso endeudamiento podía soportar. Y todo, no en beneficio de los altos intereses de la nación, que por cierto le importaba un carajo, sino en homenaje a sus desmedidas e ilimitadas ambiciones de poder. En la misma situación se encuentran las empresas del aluminio. Aquí lo que sucede es igualmente escandaloso. Estas empresas le están ocasionando al país pérdidas cuantiosas que no está en condiciones de afrontar. Y para que saques la cuenta, Gonzalo, tú y tus compañeros de Marea Socialista, que no saben nada de nada, mira lo siguiente:

Hace dos o tres años atrás la producción de una tonelada de aluminio costaba 4000 dólares y se vendía a $ 1200, con lo cual se obtenía un pérdida de 2500 dólares por tonelada producida. Ahora, la producción de aluminio, repito, dos o tres años atrás, era de 1200 tonelada todos los días.  Por lo que para saber a cuanto ascendían las pérdidas diarias en esas empresas, hay que  multiplicar 2500 por 1200  y obtendrás lo que se pierde diariamente en la producción del aluminio. Pero si lo que quieres es saber a cuanto ascienden las cuantiosas pérdidas que se estaban registrando anualmernte en esa industria, tienes que multiplicar las pérdidas diarias por 365  y obtendrás ese escalofriante dato. ¿Hasta cuando crees tú, Gonzalo, que el país pueda soportar esta samgría sin acudir al FMI.

Pero eso no es todo, porque no son sólo Sidor y la industria  del aluminio las empresas que dependen íntegramente del estado. Hay que tomar en cuenta también Corpoelec. Según Jesse Chacon, esa empresa  recaudaba por el servicio que presta apenas el 25 por ciento de sus necesidades operativas. Y antes qué él, Rodríguez Araque había informado, a través de unas declaraciones suministradas a VTV, que la empresa eléctrica cobraba por el mismo concepto sólo el 50 por ciento de la nómina. Lo cual es absolutamente lógico si se toma en cuenta que un trabajador sin ninguna clase de calificación técnica, cobraba por concepto de vacaciones -el 3-6-11- la bicoca de 214.966,000 bolívares de los viejos. Y eso, como resultado del Control Obrero, que ha puesto a los trabajadores a asignarse ellos mismoas sus salarios. ¿Cómo se están cubriendo esos déficits? Sencillamente, con endeudamiento.

Es indudable que en relación con las empresas básicas de Guayana, que exite una situación claramente dicotómica, protagonizada por el binomio trabajadores versus país. Por lo tanto, es el momento de demostrar cuan patriotas somos. Al respecto, no pueden ser patriotas quienes a pesar del grave  momento por el que atraviesa el país, viven planteándole conflictos basados en intereses egoístas y subalternos. En este sentido, se nos viene a la memoria unas palabras de Kennedy, quien le dijo a sus compatriotas: "no preguntes qué puede hacer el país por ti, pregúntate qué puedes hacer tú por tu país". De manera que entre los trabajadores y el país, me quedo con mi país.  

Alfredo Schmilinsky Ochoa
alfredoschmilinsky@hotmail.com
@alfredosch

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miércoles, 16 de octubre de 2013

ODOARDO LEÓN-PONTE, PETROLEO, ESTADO-MINISTERIO Y EMPRESAS

La acción del Estado siempre ha  obstaculizado el desarrollo de la industria petrolera. En el siglo XXI con las acciones y medidas desbocadas tomadas y devueltas como un "boomerang", Pdvsa está obligada a participar en el desarrollo de la actividad más allá de su capacidad de invertir y ejecutar, tanto en la actividad directa como en la de las empresas mixtas en las cuales es accionista mayoritario, unido todo en consecuencia y en paralelo a su incapacidad de gestión y la ampliación de su rol para satisfacer exigencias políticas que no le corresponden. 
Esta situación de desvío de fondos a actividades reñidas con su rol petrolero ha limitado su capacidad para generar mayores niveles de producción y ha mermado su capacidad de refinación. En contrasentido y para cubrir requerimientos financieros políticos que no le corresponden, se la ha usado como instrumento de endeudamiento garantizado con la entrega de crudo y productos o a través de la emisión de instrumentos de deuda, pensando en que su capacidad financiera y su capacidad de generar ingresos (divisas) serían  infinitas. Se ha comprometido el futuro de la industria tanto para el Estado como para el sector privado optando, increíblemente, por una fórmula que ha reducido la capacidad de producción y de refinación y que, por políticas crediticias para fines políticos a países de la región, han creado una situación insostenible mediante la cual un Estado destructor de toda capacidad de producción en el país, hoy no está en capacidad de importar ni siquiera los insumos y los productos necesarios para mantener una situación declinante y traumática de calidad de vida.

Esta situación insólita e insostenible en la cual Pdvsa, a través de continuadas acciones y medidas contraproducentes ha reducido el potencial, la producción y la refinación, ha desembocado en la reducción de la generación de divisas que le hace cada día más difícil o imposible seguir desempeñando el papel de fuente de fondo para la acción política. Añadamos a esto la realidad de producción decreciente de los  sectores  industrial y agrícola, que incrementa la necesidad de generar los recursos necesarios en función política: se pensó siempre que habría una interminable disponibilidad de fondos resultantes del también supuesto aumento interminable de los niveles de producción y de aumento de los precios del petróleo. Se insiste en un círculo vicioso que genera reducción de la producción de crudo y productos, contribuyendo a un déficit cada vez mayor de producción en comparación con los requerimientos financieros necesarios para mantener un sistema insostenible.

Ante la realidad en la única industria que medio genera fondos ya que tiene comprometida una gran cantidad de su producción por la estrategia  en política internacional que ahora también es insostenible, el país representado por su gente sufre una escasez de productos que quienes tenemos memoria suficiente solo se vivió en el país durante la II Guerra Mundial, cuando todos los miembros de la familia hacíamos cola para comprar los productos de primera necesidad que escaseaban.

El proceso político que hemos sufrido desde que la actividad petrolera pasó a manos del Estado, disimulado últimamente bajo la ficción de socialismo del siglo XXI,  debe llevarnos a un cambo radical de enfoque sobre los riesgos de la propiedad de los medios de producción por parte del Estado.      


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domingo, 25 de agosto de 2013

MARIO TASCÓN / YOLANDA QUINTANA SERRANO, REVOLUCIONES EN RED

Las redes sociales empiezan a desempeñar el papel que tuvo la prensa

Los ciudadanos reclaman en todo el mundo un cambio del modelo económico y político; lanzan mensajes con sus demandas a través de nuevas plataformas; y urgen un cambio en el ecosistema de los medios de comunicación.

En Madrid las personas congregadas en la puerta del Sol desde los primeros momentos del #15M clamaban contra los medios tradicionales que, a su modo de ver, no estaban destacando lo que sucedía en las calles. Sol se había llenado de manera inesperada para los políticos, la policía y… muchos periodistas.

Mientras que las protestas de la capital española ocupaban espacio en los informativos de los principales sitios web y televisiones tradicionales extranjeras, los medios locales apenas hacían ligeras menciones sobre aquel fenómeno que aparecía de improviso ante sus ojos y que incluso fue recibido por muchos comunicadores con aspereza.

Sin embargo el movimiento consiguió una gran repercusión pública sin que, en general, hubieran funcionado los mecanismos de mediación comunicacional convencionales. Las antiguas élites que estaban siendo acusadas (políticos, sindicatos, medios), los organizadores, y las nuevas masas que protestaban así como la propia población general se empezaron a enterar de lo que pasaba en un 82% por las redes sociales frente a un 33% por la tele o un 23% por la prensa, según datos del análisis Tecnopolítica y 15M.

El mecanismo viejo de transmisión de mensajes y movilización social no se había comportado como siempre, pero el efecto de lo nuevo mezclado con lo viejo era muy superior.

En las primaveras árabes los movimientos sociales habían pasado también desapercibidos para las agencias de prensa y los observadores internacionales hasta el estallido final. Los primeros y más recientes ecos de las manifestaciones apartidistas en São Paulo y resto de ciudades brasileñas solo fueron recogidos al principio por la prensa local e internacional como simples “protestas por las tarifas del transporte público”.

Los políticos están descolocados en un mundo que les cuesta comprender
En Turquía ha pasado lo mismo y las masas de indignados dieron la espalda a los políticos al igual que a los medios de toda la vida: ninguno les había anticipado nada de lo que se avecinaba. La gente a falta de periodismo independiente se ha puesto a tuitear. El terreno está abonado con el hartazgo social y por el silencio cómplice de diarios, radios y televisiones con la corrupción política.

Hace pocos días leíamos en este periódico: “Al concluir la protesta, el Movimiento por el Pase Libre de São Paulo emitió un comunicado en Facebook, su gran medio de difusión, donde decía (…)”. El gran medio de difusión de los brasileños no es la poderosa Globo TV, ni el popular diario Folha de Sao Paulo, es Facebook, una red social global.

Los indignados (en una gran parte las clases medias) han venido tomando esas redes como los nuevos medios de comunicación y difusión de ideas y actividades, a la vez que desarrollan una hostil actitud hacia buena parte del colectivo de la prensa convencional, al que acusan de, como mínimo, connivencia con el poder económico y político del cual emana la situación de crisis contemporánea. En México el importante movimiento #yosoy132 se inició como contestación a la supuesta imposición mediática del candidato Peña Nieto y su primer punto reivindicativo pide la democratización y transformación de los medios.

Históricamente en cada cambio político importante algún nuevo medio de comunicación había acompañado y crecido con la nueva élite emergente que luchaba por conseguir el poder. Siempre había una radio, un periódico hermanado de algún modo con las masas reformistas o revolucionarias. Hoy ese papel apenas es asumido por algunos periodistas individuales, pequeños medios digitales, redes de blogs o incluso antiguos y nuevos foros utilizados como catacumbas en las que se preparan y discuten estrategias políticas. Las cabeceras tradicionales están en gran parte ausentes.

La labor de watchdog (vigilantes del poder) que tradicionalmente se atribuyó a los periodistas ha desaparecido del imaginario de los lectores. No hay alli lugar más que para un puñado de periodistas que aguantan como pueden su imagen de independientes, y ahora a ellos se suman blogueros, tuiteros o redes de opinión colectiva en la que no se distinguen con claridad las voces más significadas porque cada día hay oportunidad para una nueva. Un problema incluso de interlocución para el poder tradicional que no sabe con quién tiene que hablar, con quién puede negociar, a quién intentar sobornar ya que no hay líderes. Las aristocracias políticas y financieras están inquietas. Lo anticipan las letras de grupos de punk rap como Los Chikos del Maíz en su canción El miedo va a cambiar de bando. Ahora es el rap y no el rock la música de la reivindicación.

¿Qué papel pueden tener los medios si están ausentes de las vidas de las personas?

El papel de foro de la opinión pública y la democracia está siendo arrebatado a los pseudo-parlamentos de tubos catódicos y los escaños de papel impreso por las nuevas élites conectadas que se empiezan a configurar y que llevan a la calle y a las redes la discusión política, en un nuevo espacio con tremendas resonancias a bits e incomprendido por las élites antiguas, desplazadas por una marea que en cada sitio adopta un color y una red social de cabecera. Políticos, pero también periodistas, se sienten descolocados en un mundo que les cuesta comprender. Ya lo anticipó Barlow en su Declaración de Independencia del Ciberespacio en 1996: “Gobiernos… no sois bienvenidos entre nosotros. No ejercéis ninguna soberanía sobre el lugar donde nos reunimos (la Red)”

Una idea antes podía ser transcrita con tinta en un papel, ser un titular, o la cubierta de un manifiesto; hoy pasa a convertirse en software y a formar parte de un nuevo mecanismo en el que la colectividad es capaz de mejorarla, moverla y discutirla a una velocidad que hubiera sorprendido a Antonio Gramsci, pensador comunista cuyas ideas sobre la lucha entre élites parecen hoy, muchas décadas después de su muerte, tan actuales.

Erdogan, primer ministro turco, hacía referencia a esta preocupación: “Hay un problema que se llama Twitter. Allí se difunden mentiras absolutas”. Una declaración que resume el sentir de muchos políticos, intelectuales…y periodistas. Hace años el punto de mira, el enemigo, en situaciones similares hubieran sido los medios de comunicación, ahora son las redes sociales, lo digital, porque tienen parte del papel que anteriormente tuvo la prensa; la opinión pública gravita sobre ellos, como si fueran una corriente, un caudal. Y los medios, sin negar el papel que siguen desempeñando en ocasiones, ven como parte de su posición social ha menguado, está siendo también desplazada. Sus propios trabajadores se acaban de manifestar en Estambul contra el autoritarismo del gobierno y la autocensura de las cabeceras para las que escriben.

El usuario de Twitter @Paktin sentenciaba: “Los medios turcos demostraron que ninguno es suficientemente valiente para hacer las noticias de hoy. La historia se está escribiendo a través de los medios sociales”.

La prensa lleva años debatiendo cuál es su nuevo modelo de negocio, incluso algunos se atreven a plantear una imprescindible transformación de producto más allá de las obvias metamorfosis a las que obliga el multimedia. La compra del Washington Post por Jeff Bezos no hace sino agitar esta polémica. Pero… y si la cuestión básica fuera ¿qué papel reclama la sociedad para los medios cuando se enfada con ellos por estar ausentes de sus cambios, de su vida? Contestando a esta última pregunta seguro que se halla la respuesta a las anteriores.

Mario Tascón y Yolanda Quintana son autores del libro Ciberactivismo: las nuevas revoluciones de las multitudes conectadas.



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miércoles, 11 de abril de 2012

CARLOS MACHADO ALLISON / DEBATE IDEOLÓGICO

El objetivo revolucionario es destruir la economía nacional...
Oposición y gobierno, por razones muy diferentes, han llamado al debate ideológico y aunque el tema les resulta oscuro a algunos, pienso que la mayoría es sensible al mismo aunque se le dé un nombre diferente. El gobierno proclama que posee una base ideológica, con raíces históricas y un quehacer alineado con una suerte de socialismo con ribetes comunistas acompañado de un panteón de figuras entre las que destacan los hermanos Castro, naturalmente Marx, el indigenismo, el igualitarismo, las raíces africanas, las relaciones estrechas con gobiernos autoritarios y, a conveniencia, la figura de Simón Bolívar. Más que una ideología con alguna cohesión, se trata de una colcha de retazos donde se ha tejido cualquier cosa que se oponga a la libre empresa, los derechos de propiedad, la libertad de expresión y la democracia.
INCONEXO
Trama gelatinosa e inconexa, en lo histórico y en lo ideológico. ¿Qué relación puede haber entre Simón Bolívar, el Che Guevara y el fallecido caudillo tribal libio? ¿O entre Simón Rodríguez, José Martí y los hermanos Castro? Peor aún, entre Marx que detestaba a Bolívar (en 1858 lo calificó de canalla y cobarde), las Malvinas, los cocaleros bolivianos, la realización de una misa católica en La Habana o la procura de la bendición papal. Pues nada, pero Chávez ha tenido la habilidad de pegar retazos, rehacer la historia de Venezuela y parte de la mundial presentando su revolución como algo bueno para los pobres. Que lo haga al amparo de los petrodólares, del maíz, medicinas, repuestos, camiones procedentes del imperio, poco importa, que lo haga cediendo la soberanía nacional ante La Habana, pues menos aún. Indiferente frente a la muerte de 20.000 venezolanos en manos del hampa. Obsequioso ante nuevos emporios económicos y tolerante frente a la corrupción, se gana un sólido desprestigio internacional. Entonces, ¿cómo plantear un debate ideológico? ¿Por cuál retazo comenzar?
En el mar de inconsistencias, atisbo un elemento coherente. Destruir instituciones, valores y empresas para perpetuarse en el poder. Imperiosa la necesidad de borrar el pasado, no importa si es puente, refinería, tribunal, finca, ateneo, cuerpo policial, universidad o proyecto de parque recreacional. Todo vale, no hay límite para justificar el fracaso o ganar otro voto. Eres pobre, y lo ha dicho sin pudor, porque hay otros que son más ricos. El objetivo revolucionario es destruir la economía nacional llevándose en los cachos a esos "pequeños burgueses" que son comerciantes, intelectuales, profesionales, profesores, emprendedores o empleados de medianas o grandes empresas. En el camino surge una nueva burguesía y empresas tan capitalistas como las eliminadas. ¿Socialismo utópico o científico? ¿Populismo rampante con un toque de fascismo? Nada de eso, apenas un sistema autoritario que suma los vicios de muchas ideologías. Cuando desaparezca dejará atrás una que otra obra, alguna iniciativa social y muchas lecciones que aprender.

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