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lunes, 7 de septiembre de 2015

GABRIEL S. BORAGINA, EDITORIAL, ECONOMÍA Y MORAL


Es interesante examinar las numerosas implicaciones que existen entre la moral y la economía, por cuanto son muy frecuentes las veces en que se las soslayan, y es de suma importancia que se den ciertas condiciones para tener una economía moral y no cualquier otra. Será bueno analizar entonces de qué manera algunas doctrinas económico-políticas -aparentemente "positivas" o "beneficiosas"- atacan, en realidad, y terminan destruyendo a la moral. Comencemos, pues, con el populismo, con esta excelente cita:

"El populismo no solo es ineficiente como organización económica, sino que es fundamentalmente inmoral porque su funcionamiento así lo requiere."[1]...." Dentro de este pensamiento autoritario en materia económica, que es una especie de iluminismo económico y monopolio de la bondad de los políticos, no hay lugar para entender que la competencia es un proceso de descubrimiento. Descubrir qué demanda la gente, qué precios está dispuesta a pagar por cada mercadería y qué calidades exige. Por eso el populismo económico inhibe la capacidad de innovación de la gente y los “empresarios” millonarios son, en su mayorista, simples lobbistas que hacen fortunas con negociados turbios gracias a sus influencias con los corruptos funcionarios. Es en este punto en que el intervencionismo deja de ser ineficiente para transformarse en esencialmente inmoral porque los beneficios empresariales no nacen de satisfacer las necesidades de la gente, sino de esquilmar los bolsillos de los consumidores. Y como para esquilmarlos necesitan el visto bueno de los funcionarios públicos, ese acuerdo se transforma enorme corrupción donde la riqueza surge de expoliar a la gente mediante pactos corruptos."[2]
La inmoralidad nace -como bien se observa- de la dinámica propia del sistema intervencionista, que requiere del latrocinio para beneficiar a unos a costa de otros. Incluso la inmoralidad surge aunque las intenciones del burócrata tengan como base firmes convicciones acerca de la "corrección" de su actuación. Una acción es intrínsecamente inmoral con independencia de que el agente que la provoca conozca o no sus vínculos causales con la moral, en tanto y en cuanto, desde el punto de vista objetivo, la intervención viole la regla moral.
De cualquier manera, en la mayoría de los casos donde intervienen los gobiernos, las normas morales se violan en forma consciente de que se lo está haciendo. No interesa demasiado que el político sepa o no que está vulnerando las normas morales con sus políticas intervencionistas, lo relevante es de qué modo sus acciones favorecen o perjudican –potencial o concretamente- a los demás. Y, en tanto y en cuanto, se adopten políticas populistas (que siempre han de ser -por definición- intervencionistas) hemos de tener por seguro que las reglas morales han de ser transgredidas violenta o no violentamente.
Entonces, desde un punto de vista legal, los frecuentes contubernios habidos entre funcionarios y empresarios, sindicalistas, o de cualquier otro sector social, pueden ser jurídicamente válidos, lo que no quita ni quitará jamás que –asimismo- sean moralmente repudiables. Para lo cual, no es necesaria –y esto es importante reiterarlo y destacarlo- la existencia concreta de un perjuicio, sino que basta la mera probabilidad de haberlo provocado. La acción será doblemente inmoral si el daño -al final de cuentas- se consuma. Y basta que sea uno solo el afectado para que la inmoralidad se materialice.
"Pero además de ser más eficiente la economía de mercado, su gran diferencia con el intervencionismo es que está basada en principios morales y éticos en que nadie se apropia de lo que no le corresponde. No se usa al Estado y a sus funcionarios para que, con el monopolio de la fuerza, se desplume a trabajadores y consumidores. No se hace de la corrupción una forma de construcción política en que las voluntades se compran."[3]
La diferencia entre la economía de mercado (o economía liberal conforme preferimos llamarla) y los demás sistemas es que, aunque no existieran normas legales, siempre van a preexistir normas morales que deben ser respetadas, y en el punto donde se quebranten será en ese mismo momento y lugar donde habrá desaparecido la economía de mercado, capitalista o liberal. El tema se entronca con el de la ley moral, que se diferencia de la ley inmoral. Ambos tipos de leyes podrán tener por igual imperio legal, pero sólo será justa la ley moral y no la inmoral. La moralidad del capitalismo se encuentra en que cada ser humano respeta el fruto del trabajo ajeno, en tanto que en todos los demás sistemas que lo adversan ocurre exactamente lo contrario. Es esto lo que hace del capitalismo un régimen moral superior a los demás.
"Como se ve, no estamos hablando solo de eficiencia económica cuando hablamos de capitalismo versus populismo. Estamos diciendo que la economía de mercado es un imperativo moral frente a la inmoralidad del populismo intervencionista, dado que en este último imperan la corrupción y el saqueo. La decencia, la honestidad en la función pública y la transparencia en los actos de gobierno no son la esencia del populismo. Por eso el populismo no solo es ineficiente como organización económica, sino que es fundamentalmente inmoral porque su funcionamiento así lo requiere."[4]
La idea básica, entonces, es que un robo no es ilegal porque la ley jurídica así lo declara, sino que es ilegal porque infringe la ley moral. Las leyes jurídicas no pueden hacer "legal" (ni menos aun "moral") lo que la ley moral declara ilegal. Y menos todavía -como hemos consignado- la ley legal puede hacer "justo" lo que moralmente es injusto. Y de esto se trata precisamente la moralidad del capitalismo, en contraste con la inmoralidad de todos los demás sistemas anticapitalistas, como son los populismos e intervencionismos de distinto signo. Son inherentemente inmorales, aunque sean declarados "legales" desde lo jurídico. Y todos los entramados anticapitalistas están basados en el robo y el latrocinio, reconocidos incluso en documentos tales como sus Constituciones y códigos.
Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina

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lunes, 3 de agosto de 2015

JOSÉ ANGEL BORREGO, ECONOMÍA SEMÁNTICA

Escudriñamos el DRAE para descartar cualquier interpretación que hayamos pasado por alto sobre el significado de semántica. Pues no. Todo se refiere al lenguaje, la sintaxis y demás recovecos de la gramática. 

Por ninguna parte se sugiere que sea idónea para traducir procesos económicos y menos aún para edulcorar píldoras derivadas de alguna pésima conducción de la Economía de Estado. 

Podría existir una Semántica de la Economía que tal vez exponga a grandes rasgos los electrones que dinamizan, o deben hacerlo, a la ciencia económica cuando deja de ser ortodoxa para permitir el manoseo por gobernantes poco lúcidos, lo que conduce al llegadero donde naufragamos en Venezuela por el uso abusivo de la verborrea para justificar desatinos. 

Algo de esperar con un presidente (Hugo Chávez) en cuyo currículo solo se asienta haber administrado una cantina en la Academia Militar, lo cual no sería tan grave si hubiera permitido que algún experto manejara el tema económico dentro de comprobados parámetros científicos. 

Eso nunca sucedió. Y ahora navegamos con el piloto automático del usufructuario de Miraflores de quien desconocemos alguna cualidad que le permita al menos entender el berenjenal que lo acorrala. Por ende no percibimos una escapatoria al esquema semántico que se ha trazado el régimen desde su génesis y en tal virtud, en uno o dos días a lo sumo, el bolívar habrá sufrido un descenso que lo ubicará en 700 simones por UN dólar. Y para diciembre, si es que llegamos con vida a tan lejana fecha, no dude que por efectos de la semántica como único atajo providencial al que echa mano el gobierno, tengamos que desembolsar mil bolívares para que nos den un solo dolarcito. 

Aun así, el “dúo dinámico” juega a encender pasiones patrióticas y belicistas como sucedáneo del “dakazo” que produjo enormes beneficios electorales al régimen.

José Angel Borrego
periodistaborrego@gmail.com
@periodistaborr1

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miércoles, 29 de julio de 2015

JESÚS ALEXIS GONZÁLEZ, EN ECONOMÍA, SIN “REGLAS DEL JUEGO” HUYEN LOS PARTICIPANTES

Hace más de tres décadas, se inició en América Latina la denominada “tercera Ola democrática” en concordancia con la teoría institucionalista que apunta al debate sobre la calidad de las instituciones—reglas del juego— y de las organizaciones—jugadores—para alcanzar una mejor democracia  configurando el entorno institucional tanto para el sector empresarial como para el Gobierno en procura de generar la confianza como factor que impacta la estabilidad de la economía y de la democracia. Sostienen, que los países logran un mayor crecimiento económico cuando (1) existe cumplimiento de las leyes, protección de los derechos de propiedad, menos burocracia y corrupción (acto que provoca un “costo social”),supervisión adecuada, un marco regulatorio que garantice una justa competencia de mercado, y reglas del juego estables; teniendo como fundamento la seguridad jurídica emanada de una legislación anónima y estable que no legisla para nadie ni contra nadie al tiempo que las reglas no se cambien constantemente, garantizando el cumplimiento de las leyes a la luz de una administración de justicia eficaz e independiente; al igual que (2) una adecuada política macroeconómica que aleje la inflación, deuda publica descontrolada, tipo de cambio sobrevaluado, déficit fiscal, emisión desproporcionada de dinero inorgánico, caída de las reservas internacionales y otras;  las cuales constituyen distorsiones al correcto funcionamiento del mercado.

En tal contexto, destaca la importancia de, por un lado (A) la efectividad del Gobierno en correspondencia con la percepción que se tenga sobre la calidad de los servicios públicos, la calidad de la administración pública y su grado de independencia de las presiones políticas, la calidad de la formulación y aplicación de políticas, así como la credibilidad del Gobierno en el cumplimiento de los compromisos asumidos; y por otro lado (B) la calidad regulatoria gubernamental, que refleja la percepción de la capacidad del Gobierno para formular y aplicar políticas y reglamentaciones acertadas que permitan y promuevan la participación del sector privado. La inestabilidad macroeconómica,  está inducida por un déficit del estado de derecho que se traduce en la conformación de un marco institucional—restricciones—marcadamente volátil que dificulta prever el comportamiento de algunos aspectos vitales como p.ej. los derechos de propiedad, la movilidad del capital, el cumplimiento de los contratos, las alteraciones en las regulaciones de precios, y muy especialmente la discrecionalidad del Poder Ejecutivo para modificar la legislación de modo arbitrario hasta generar incertidumbre sobre el funcionamiento de las instituciones del Estado y las organizaciones. De igual modo, resulta pertinente destacar que la interacción entre estabilidad política—instituciones de gobierno—y crecimiento económico resulta fundamental para disminuir la incertidumbre sobre la estructura futura de la sociedad y de su modelo económico habida cuenta del conocimiento general que se tenga sobre las reglas que regulan tanto la intervención como el acceso de la burocracia gubernamental; mientras que por el contrario la ausencia de un mecanismo bien definido para limitar el ejercicio del poder político impide predecir si el Gobierno respetará o no las reglas—cambios bruscos—con el consecuente desestimulo para participar de potenciales inversionistas; o lo que es lo mismo, la presencia de un Poder Ejecutivo “facultado” para alterar las reglas a voluntad sin que el Poder Judicial ni el Poder Legislativo puedan controlar o atenuar ese carácter discrecional, hará “huir” a todo aquel con deseo potencial por participar en la creación de riqueza.
 El cumplimiento de las reglas del juego, tanto las formales (Constitución, leyes, reglamentos y regulaciones impuestas por el Gobierno) como las informales (normas de conducta, cultura) reduce la incertidumbre (indefinición ex ante de los resultados) con una eficiencia superior que bajo la intervención del Estado y del Gobierno a la luz de una “planificación económica” subordinada a inclinaciones ideológicas, que en la mayoría de los casos converge en estrategias de desarrollo inapropiadas e instrumentación de medidas en mucho vinculadas con la demagogia y el populismo. En Venezuela, un claro ejemplo de ello es la reciente “resolución” (aparentemente revertida) que rompe con la necesaria “coalición distributiva intersectorial” de la oferta de alimentos regulados en el marco de 120.245 puntos de venta a nivel nacional que sirven cada uno en promedio  a unas 4.300 personas/día, ordenando a las empresas privadas redireccionar la mayoría de su producción hacia las redes Estatales de comercialización (Pdval, Mercal y Bicentenario) que conforman un 6% (7.245) del total nacional  en contraste con el 94% (113.000) del sector privado; siendo que tan “brillante” acción planificadora evidentemente concentrará la demanda en pocos centros de abastecimientos, con un efecto multiplicador sobre las humillantes colas. Sirva de ejemplo el caso del Municipio Libertador,  con 1.333 puntos de venta   para atender diariamente unos 5.730.000 consumidores, de los cuales ¡1.328 (99,65) son privados! y apenas ¡5 (0,4%) son públicos; donde tan “inteligente resolución” propiciará que en cada punto de venta público se “deberán” atender diariamente ¡1.146.000 compradores!, a un promedio de ¡95.500/hora! a una “velocidad” de 1.592/minuto luego de transitar “pacientemente” una cola de ¡3.800 kilómetros! equivalente a unas  ¡30.000 cuadras!.
En fin, solo con una adecuada formulación y cumplimiento de las reglas del juego se puede crear el clima de confianza que aspiran los potenciales agentes económicos para decidirse a invertir, en función a un proceso productivo que desanime las actividades puramente redistributivas sustentadas en los ingresos petroleros.
Jesús Alexis González       
jagp611@gmail.com         
@jesusalexis2020

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ENRIQUE MELÉNDEZ, AQUÍ ESTÁ LA ECONOMÍA, SALTA AQUÍ

En efecto, las encuestas revelan que el descontento entre la gente llega a niveles de 80%; sólo que cuando se le pregunta que por cuál partido va a votar, el 35% responde que por el PSUV; casi la mitad de ese sentimiento negativo hacia una mala gestión es neutralizada por el partido gobernante; no obstante, esta mediocridad de gobierno.

         En estas condiciones, no es recomendable para la oposición caer en posiciones triunfalistas; sobre todo, porque estamos ante una gente que a esta altura le resulta vertiginoso descender de las alturas del poder; convertido éste en las presentes circunstancias en una fiera, que al menor intento de hacerlo, devorará a esta clase gobernante, y así que prefiere darle largas al asunto; escudándose en una conducta muy tribinilera y sin escrúpulos; con una renta anual de 40 mil millones de dólares, y que lo único que sabe es dilapidarlos.
         Pero, ¿podrá el gobierno aguantar hasta el mes de octubre, que es el momento en el cual se presume que va a echar a la calle los últimos dólares, que tiene debajo del colchón, para dar la sensación de abastecimiento, con vistas a las elecciones; mientras se da a la tarea de inaugurar una serie de obras monumentales, y con el perdón de la digresión; como esa que uno ve levantarse, al lado de la autopista Valle-Coche; por encima del río El Guaire (Caracas); porque este es un pueblo muy inmediatista y olvida rápido todo, que es lo que ha sabido interpretar esta gente que nos gobierna?
         Hay productos que están desaparecidos, no sólo porque su producción ha caído; consecuencia, a su vez, del quiebre del aparato productivo del país, sino porque los dueños de los abastos ya no los quieren vender, tomando en cuenta que no se les gana nada, dada la pérdida de valor del dinero, y el precio con el cual está estipulado; aparte de la explosión que se ha dado en el precio de los rubros agrícolas; que era de donde se sostenía la gente, a falta de carne. Es decir, estamos a los niveles de hambruna, como muy bien lo pronosticaban los economistas; a quienes se acusaban entonces de ser los profetas del desastre, y que es lo que estamos viendo hoy en día. En estas condiciones no hay leche, no hay arroz; no hay harina ni de maíz ni de trigo; no hay aceite de maíz… La lista llega a 60 productos de primera necesidad, incluyendo aquí aquéllos de higiene personal y de la casa, y en esta situación tan coyuntural es donde yo me pregunto: ¿tiene el gobierno capacidad de maniobra, para llegar hasta octubre?
         Porque oír decir a Aristóbulo Istúriz que si ellos deciden eliminar el control de cambio, al día siguiente los tumban, da miedo. He allí el asombro de Freud, como él decía del caso de algunos pacientes, que sabían cuál era el origen y los síntomas de su respectiva psicosis; sin embargo, se mantenían aferrados a la misma, a manera de vicio. Estamos ante el mismo caso, y la prueba está en que el BCV no publica cifras relativas a las variables macroeconómicas desde hace unos ocho meses, es decir, síntoma de que ante el fracaso estrepitoso de esta política cambiaria, de la que está aferrado Aristóbulo, lo mejor es ocultarlo todo.
         El gobierno en ese sentido parece llevar una carrera contra reloj. Maduro no se ve inaugurando la prolongación de la autopista Valle-Coche allá en noviembre, vísperas de las elecciones; una carrera cuyos competidores son la escasez, la inflación y el dólar paralelo; cada uno como una burbuja, y que, según las previsiones de algunos economistas, en algún momento estalla.
         Es aquí donde cobra pertinencia la renuncia de Maduro, si se parte de que lo que quiso decir Aristóbulo, era que ellos jamás le iban a ser infieles a Chávez, en ese sentido; de modo que cualquier cambio de dicha política cambiaria pasa por la renuncia de la actual clase gobernante, pues en lo que coinciden muchos especialistas es que con sólo levantar los controles y el aumento a los precios de la gasolina, volvemos a la vida que llevábamos antes de llegar Chávez al poder. ¿Dólar oficial a 500 bolívares, tomado este paso? Por cada dólar que coloca el oferente; que en este caso pasa ser el Estado, en el mercado cambiario saca 500 bolívares de circulación monetaria. En ese sentido, en tres meses seca la liquidez, que es gigantesca, y también constituye una burbuja que crece cada vez más, y corrige el problema inflacionario. Pero no, las mafias están por encima de todo, y entonces se prefiere más bien la economía distorsionada.
         Lo otro es que da tristeza que la oposición no haya logrado monopolizar ese 80% de descontento, y donde se nota una gran falta de liderazgo o falta de un discurso opositor bien contundente. Creo que Capriles fue asertivo, cuando tomó el tema económico hace unos días, sólo que no lo supo plantear, porque enseguida le llovieron las críticas de varios economistas, y esto, precisamente, porque Capriles no está empapado de teoría económica, y que es fundamental en estas circunstancias. 
A finales de la década de 1980 hubo aquí un señor de nombre Miguel Rodríguez, que puso a toda Venezuela a hablar de economía, y esto por su brillante elocuencia. Ese es el escenario de Capriles; cuando ya nadie cree en el argumento de la guerra económica, esgrimido por los voceros del gobierno. ¿Unificar el tipo de cambio? Eso le quedó a Capriles muy ambiguo: tiene que explicar el por qué constituye una aberración que Aristóbulo diga semejante idiotez; porque hasta Giordani llegó a decir que una mafia cambiaria se había robado 25 mil millones de dólares a través de empresas de maletín, y esto porque estamos ante una política cambiaria que se ha convertido en todo un círculo vicioso: privilegio de unos pocos, a costa de la miseria del resto de los venezolanos.
Enrique Melendez O.
melendezo.enrique@yahoo.com
@emelendezo

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miércoles, 8 de julio de 2015

ANDRÉS SCOTT VELÁSQUEZ, LA ECONOMÍA ESTÁ SECUESTRADA, ¿POR QUIÉN?

Fíjate como son de cínicos y caraduras los comunistas en el poder, que ahora a través del ilegítimo presidente que nos gobierna nos vienen a decir que la economía está secuestrada. Claro que sí, pero ¿Por Quién?, ahí es donde está el detalle. La respuesta está a la vista, es muy sencilla, la economía la maneja el gobierno a su antojo, es quien dispone de los dólares, y está mal porque se nos ha querido imponer un modelo político-económico fracasado, que a donde lo han puesto a funcionar lo que ha hecho es llevar la ruina y la pobreza a esos pueblos.

La mayoría de las grandes empresas productoras de alimentos las controla el gobierno, como lo son las de harina precocida, las de productos lácteos, las de café, las de producir azúcar, las que maneja las salinas,  las de comercialización de alimentos como lo son la red MERCAL y la red PDVAL, por decir las más importantes. A esto se debe agregar que la mayoría de los centros agropecuarios donde se produce la materia prima para mover todo el andamiaje de maquinarias y equipos de las empresas manufactureras de alimentos, el gobierno las ha expropiado o confiscado; entonces   no nos vengan con el cuento chino de que el sector privado tiene el manejo de la economía del país. Caramba señor Pinocho, perdón, señor Maduro no le siga mintiendo a los ciudadanos, ya basta de engaños usted está muy grandote para ese tipo de gracias.
Por otro lado la importación de alimentos y bienes de servicio está totalmente controlado por el gobierno, donde a sus preferido les otorga dólares preferenciales para estas operaciones comerciales y a los cuales estos señores no le dan el debido uso, ya que toman una gran parte para invertirlo en el mercado de la comercialización del dólar paralelo, es decir los reciben pagándolos Bs 6,50 por dólar para venderlos a Bs. 502,00 por dólar, ¡Que manguangua¡ Como decía el difunto.
Date cuenta que este gobierno en vez de estar presionando, chantajeando y extorsionando a los que realmente producen para la comunidad, como lo es el Grupo Polar, debiera asumir la política de estimularlos y darles confianza para que produzcan más para satisfacer a los requerimientos de la ciudadanía.
Fíjate que sería lógico pensar que siempre luego de las grandes crisis, vienen las grandes soluciones, y estoy convencido que con el talento de los venezolanos sin ver banderías política, sino  el amor que se le  debe tener a Venezuela, se va a salir de este atolladero a donde nos han llevado estos comunistas trasnochados.
Andres Rafael Scott Velasquez
anscott25.11@gmail.com
@andresscott

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lunes, 1 de junio de 2015

GABRIEL S. BORAGINA, ECONOMÍA, MORAL Y BIEN COMÚN

Normalmente se enfrenta el concepto de bien común al de bien particular tendiéndose a identificar a este último con sistemas como el capitalista, en tanto que al primero con el colectivista. No obstante, es cierto que, tanto los partidarios del capitalismo como los del colectivismo, emplean la expresión bien común como se destaca seguidamente:

"Conceptos indefinidos e indefinibles como el interés público o el bien común, que esgrimen tanto los enemigos como los defensores del capitalismo, serían resabios de una visión tribal del ser humano que sólo sirven para escapar de la moral, mas no de guía moral".[1]
Por nuestra parte, hemos sostenido –y lo seguimos haciendo- que la expresión bien común (sin calificaciones) remite al bien de todos los individuos, sea tomados como conjunto como individualmente, lo que implica que la violación de los derechos de una sola persona importa tanto una transgresión particular hacia ella en concreto como –simultáneamente- al bien común, por cuanto si hay por lo menos una persona que resulta lesionada en sus derechos se quiebra el bien común para transformarse en el bien de una mayoría contra el de una minoría.
"La justificación "moral" del capitalismo no está en la afirmación altruista de que representa la mejor forma de lograr "el bien común". Es verdad que el capitalismo permite alcanzar el bien común —si es que esa expresión efectista tiene algún significado—, pero ello constituye solamente una consecuencia secundaria. La justificación moral del capitalismo radica en el hecho que éste es el único sistema concordante con la naturaleza racional del hombre, que protege la supervivencia del hombre en tanto hombre, y cuyo principio rector es la "justicia".[2]
Resulta inaceptable para nosotros el machacón argumento colectivista que opone el bien común al bien particular o viceversa. Entendiendo que los derechos de unos no pueden violar derechos de otros (lo que sería -aparte de paradójico- contradictorio), nadie que ejerza su derecho puede ir en contra del bien común por aplicación de esta misma regla (los derechos no pueden violar derechos). Esto tiene inmediata aplicación práctica, por cuanto quien reclame el ejercicio legitimo de su derecho de propiedad no puede ser acusado de ir "en contra" del bien común. De la misma manera que, nadie en nombre del bien común puede impedir u obstaculizar que otro ejerza su legítimo derecho de propiedad, ya sea en forma individual o por medio de cualquier clase y especie de legislación, y ya fuere un particular quien lo intente o sea el gobierno mismo. En este último caso, quienes estarían violando el bien común serian ese particular o ese gobierno que pretenda restringir derechos de otros, como -por ejemplo- el de propiedad.
"el proceso de elaboración y decisión sobre políticas públicas necesita de sólidas instituciones que permitan su implementación en aras del bien común, evitando las presiones de los sectores afectados y superando los problemas de información e incentivos que afectan al mercado"[3]
Este enfoque parece contraponer el bien común al bien sectorial o de determinados grupos, lo que da a entender la expresión utilizada por el autor ("sectores afectados"). De ser esta la interpretación correcta se enmarca dentro de lo que afirmamos en el párrafo anterior. No obstante, no podemos dejar de señalar el peligro que representa la elaboración de políticas públicas por parte de los miembros de las burocracias políticas y gubernamentales, justamente por el fuerte incentivo que estas tienen a favorecer precisamente a "sectores afectados", convirtiéndolos en sectores privilegiados, lo que, nuevamente, a nuestro criterio, viola el bien común. De esto último da buena cuenta la siguiente cita:
"La opinión general -cuidadosamente cultivada, claro está, por el Estado mismo- es que los hombres se dedican a la política o ejercen el gobierno motivados sólo por su preocupación por el bien común y el bienestar general. ¿Qué es lo que confiere a los gobernantes la pátina de una moral superior? Quizás el hecho de que la gente tiene un conocimiento vago e instintivo de que el Estado está involucrado en el robo y la depredación sistemáticos, y siente que sólo una dedicación altruista por parte del Estado hace tolerables estas acciones".[4]
Como han demostrado autores como James Buchanan y Gordon Tullock, las motivaciones que animan a los políticos -ya sea en función de gobierno o como aspirantes a ocupar posiciones de poder dentro del mismo en cualquiera de sus estructuras- es ni más ni menos que la de cualquier otra persona común y corriente. No están inspirados en el bien común más que en sus propios intereses personales, y con la mira puestas en su bien privado y particular como el menor en poder de los ciudadanos. En realidad, están menos infundidos en el bien común que en su bien personal y privado. La visión romántica -e infantil- del político como "defensor" y "representante" del bien común es increíblemente mayoritaria no obstante.
"En la medida en que se construían las fábricas y comenzaban a emitir humo, destruyendo las huertas de los granjeros vecinos, éstos demandaban a sus propietarios por daños y solicitaban la intervención de los tribunales para evitar una mayor invasión a sus propiedades. La respuesta de los jueces era: "Sabemos que, lamentablemente, el humo industrial (es decir, la contaminación del aire) invade y lesiona sus derechos de propiedad. Pero hay algo más importante que los meros derechos de propiedad, y es la política pública, el 'bien común'. El bien común decreta que la industria y el progreso industrial son algo bueno, y por lo tanto sus simples derechos de propiedad privada deben ser abrogados en nombre del bienestar general".[5]
Aquí tenemos la versión colectivista del bien común a la que nos hubiéramos referido al comienzo, en la que se utiliza el bien común por parte de una autoridad (en este caso judicial) para destruir todos los demás derechos (en el ejemplo, el de propiedad que sirve de fundamento a todos los demás derechos).

[1] Ayn Rand. ¿Qué es el capitalismo? Estudios públicos. Introducción. pág. 64.
[2] Rand A. idem anterior, pág. 74
[3] Martín Krause. Índice de Calidad Institucional 2012, pág. 8
[4] Murray N. Rothbard. For a New Liberty: The Libertarian Manifesto. (ISBN 13: 9780020746904). Pág. 74
[5] Murray N. Rothbard, ídem. anterior, Pág. 298.

Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina

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domingo, 3 de mayo de 2015

JESÚS ALEXIS GONZÁLEZ, LA PERVERSIDAD DE MEZCLAR LA ECONOMÍA CON LA POLÍTICA.

En aras de elevar el bienestar ciudadano y hacer más viable el ejercicio democrático, ha de procurarse que la práctica de la ciencia económica mantenga un elevado sitial técnico evitando mezclar la economía con la política, habida cuenta que tal perversa mezcla afecta negativamente a los dos ámbitos razón por la cual la conducción de un buen Gobierno debe apoyarse en descripciones (lo que es) y predicciones (lo que debería ser) emanadas de dicha disciplina; teniendo como orientación el desarrollo de una teoría o hipótesis que genere pronósticos válidos y significativos alejados de ¡perogrulladas!, de reminiscencias “modificadas” de algún pensamiento político obsoleto, y de intenciones soterradas; al tiempo de jerarquizar los objetivos sociales resaltando la obligación de responder a una  inquietud ciudadana: ¿cómo quiero vivir?

A tenor de lo señalado, se hace obligante una armonía entre un Estado eficiente articulador de un Proyecto Nacional para perfilar una sociedad con equidad, a la luz de un coherente sistema tributario (no un simple proceso recaudatorio) con el propósito de redistribuir el ingreso nacional; y un mercado poderoso regulado de manera correcta para facilitar la generación de riqueza, sin convertirse en un “ente distribuidor” que tenga como objetivo primario  elevar la remuneración del capital en desmedro del trabajo y la familia. Tal forma de organización política-económica-social, no admite un Gobierno que centre su acción en la acumulación de poder desdibujando su identidad ideológica de origen, al extremo de proponerse “derribar la frontera” entre lo público y lo privado al tiempo de mezclar la economía con la política para abrir espacio al clientelismo como pilar fundamental para caracterizar las relaciones entre el ámbito económico y el ámbito político, teniendo como fin ulterior inducir “confusión” en la mente de los ciudadanos muy especialmente en aquel sector poblacional más vulnerable (pobreza material y debilidad espiritual), cuyas debilidades de entorno lo impulsan a convenir en un intercambio económico: votos por un bien material o ventaja económica, que en simultáneo implica un condicionamiento político: lealtad-agradecimiento; sentimiento que profundiza (intenta) el Gobierno mediante la instrumentación de Programas con enfoque asistencialista que les facilita hacer proselitismo al presentarlos como una muestra de su generosidad, materializada por el  Presidente en ejercicio y/o de uno anterior.
En el caso específico de Venezuela, la “confusión lealtad-agradecimiento” se extiende no solo a la población vulnerable sino que afecta también al sector privado empresarial (industria y comercio) como consecuencia de la inseguridad económica reinante, inducida por el control de cambio y de divisas (¿fin político?) dentro de un marco de controles y regulaciones que dificulta el libre desenvolvimiento de la actividad económica; e igualmente afecta la estructura político-partidista ante el encogimiento funcional que les genera la presencia de un clientelismo que desarrolla una actividad social a través de sus Misiones con evidente utilización político-electoral por parte del partido oficialista. Es claro, que esta “confusión” propiciada desde el Gobierno no impide la aparición de insatisfacciones y desilusiones ciudadanas ante ineficiencias demostradas hasta impulsar una “confusión de incertidumbre”, que puede desvanecerse ¡¡en favor de la democracia y el bienestar!! en la medida que los partidos políticos se extiendan más allá de sus “muros” para ser portadores de un mensaje centrado en explicar, con lenguaje pedagógico comprensible, los fundamentos que sustentan sus propuestas que  facilite en el ciudadano internalizar las posibilidades ciertas de un devenir más favorable; sin insistir en “explicarles” las razones de su vulnerabilidad que en todo caso ¡las conocen mejor que quienes redactan dichas propuestas!!.
Como vitrina referencial para mostrar algunos indeseables efectos surgidos al mezclar economía y política, abordaremos sucintamente tres materias de sensible resonancia. En materia social, y apoyado en aportes del cura salesiano, teólogo y Doctor en Ciencias Sociales Alejandro Moreno con experiencia alcanzada en más de 50 años viviendo en barrios venezolanos, se pueden mostrar situaciones diversas tales como que existen dos sectores de la sociedad que nunca se han comunicado: el cerro y los edificios; así como que en el año 1987 estábamos en 8 asesinatos por cada 100 mil habitantes y en 2015 ¡estamos en 83!; que existe una drástica disminución de la edad de víctimas y victimarios siendo que el promedio de edad del delincuente disminuyó desde 18-20 años hasta 15-16, con el agravante que la inclusión en la delincuencia violenta comienza a los ¡14 años!, y por tanto su “inicio” en la delincuencia está en torno a los ¡12 años!; que no temen caer en manos de la policía ya que existe un 94% de impunidad (el Observatorio Venezolano de la Violencia lo estima en 91%); que en un barrio la violencia de origen se desarrolla en tres círculos: el de los profesionales (18-25 años), el de los aprendices (14-18 años) y el de los observadores (10-12-14 años); que matar un policía da prestigio (cerca de 50 en 2015) e incluso puede ser un rito de iniciación, que complementan con el robo del armamento; y en síntesis que el Estado no quiere revertir la violencia ya que sostiene (¿con intención de “confundir”?) que el delincuente es una víctima de la sociedad capitalista (¡!), y mientras no exista la sociedad socialista no vale la pena hacer nada (¡!). En materia de salud, y basándonos en la página del Programa venezolano de Educación-Acción en Derechos Humanos (PROVEA) marzo 2015, podemos señalar que una delegación de Venezuela formuló una denuncia ante la Comisión de Derechos Humanos según la cual la salud venezolana presenta graves insuficiencias en sus condiciones, al punto que en la práctica se niega el acceso a este derecho humano a los sectores de la población sometidos a las peores situaciones de vulnerabilidad, léase la gente más pobres. Las restricciones afectan incluso al sistema privado de salud, producto de la política monetaria establecida por el Gobierno Nacional. En materia económica y según el Centro de Estudios Latinoamericanos (CESLA), Venezuela tiene por delante un duro panorama ya que acumula problemas que afectan a los sectores social, económico y político; el Banco Mundial (BM) por su parte, sostiene que el Gobierno venezolano vive una situación difícil y sufre presiones inflacionarias y cambiarias que limitan sus acciones en política monetaria que ha debilitado su capacidad fiscal y que de no aplicarse reformas estructurales que eviten esta situación en el futuro, el bajo crecimiento se volverá permanente; mientras que el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en su informe “Infrascopio 2014” que mide la capacidad de movilizar inversión, señala tres factores fundamentales para atraer inversión privada: creación de marcos jurídicos y regulatorios sólidos, la creación de sistemas de inversión públicos capaces de promocionar proyectos que atraigan el interés privado, y apoyar el desarrollo de los mercados de capitales; lo cual, sin la menor duda, constituye el principal reto de Venezuela y donde Argentina, por ejemplo, en opinión de su Presidenta ha mostrado capacidad de revisión y enmienda al indicar sobre la necesidad de asociarse con Rusia, al tiempo que anima al sector empresarial privado ruso a invertir en su país.
Finalizamos con dos señalamientos que invitan a la reflexión: 1.- Venezuela luego de recibir en los últimos 15 años más de US$ 1,5 billones, de haberse endeudado en demasía y de haber agotado las reservas internacionales; hubo de solicitar y obtener por intermedio del BCV   un préstamo de un banco de EEUU por US$ 1 millardo (dito) para lo cual fue necesario empeñar barras de oro que son propiedad del pueblo, 2.- El Ejecutivo Nacional mostró honda satisfacción, al explicar que en 2015 la Misión Mercal cumplió 12 años y que actualmente cuenta con 22.000 Centros de Abastecimiento; hecho que induce una interrogante: con tan significativo número de Centros y siendo el Gobierno el mayor y casi único importador de alimentos al tiempo de reservarse cerca del 95% del total de las divisas a 6,30 bs/$, ¿cómo persiste una “guerra alimentaria”?
Jesús Alexis González
Jagp611@gmail.com    
@jesusalexis2020

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viernes, 17 de abril de 2015

EDDY BARRIOS, EQUILIBREMOS LA ECONOMÍA O VAMOS A LA QUIEBRA, SI YA NO ESTAMOS.

El más elemental conocimiento de la ciencia económica nos indica que las cuentas públicas nacionales deben ser y estar equilibradas. Según cita atribuida a Marco Tulio Cicerón expresada por el sabio hace 2.064 años:
"El presupuesto debe equilibrarse, el Tesoro debe ser reaprovisionado, la deuda pública debe ser disminuida, la arrogancia de los funcionarios públicos debe ser moderada y controlada, y la ayuda a otros países debe eliminarse para que Roma no vaya a la bancarrota. La gente debe aprender nuevamente a trabajar, en lugar de vivir a costa del Estado." Año 55 A.C.
Marco Tulio Cicerón fue un escritor, político y orador romano. De brillante carrera política, especialmente conocido como el orador más elocuente de Roma y como hombre de letras y, parece ser, que hace 2.064 años ya conocía la fórmula para que la economía de un país funcionara. Ya en el año 55 A.C. Cicerón sentaba las bases para que Roma no se fuera a la quiebra o default, como se le dice ahora. En default caemos cuando no podemos hacer frente a los compromisos (ej.: Pago de deudas) y estamos morosos y buscando dinero fresco como locos, en préstamos que los países se niegan a darnos porque no confían en nuestra capacidad productiva. No contamos con un buen concepto, como puede ser el de riesgo país, entre nuestros pares. En el caso de Venezuela esta eventualidad ya quedó como profecía auto cumplida; es decir, como un “Deja vu”, o como la película “Volver al futuro”.

Un detalle, para nada de soslayar, es que algunos países donde los alegres indios “ta` baratos” de nuevo cuño revolucionario y hasta la oposición habían venido visitando para dedicarse al deporte del “raspadito” y no precisamente de la hebilla, al parecer están pegando el grito en el cielo, porque las cantidades de raspaditas han llegado a un punto tal, que ya empiezan a afectar negativamente ese equilibrio fundamental entre las corrientes de Bienes y Servicios y la Monetaria, que debe exhibir una economía sana, y ya les está incidiendo en su inflación.

Ya Panamá lo había alertado a Venezuela en octubre del año pasado, cuando le transmitió información de que de los 1.500 millones de dólares que los  presuntos empresarios venezolanos le exigían al gobierno que les asignase para pagar consumos o importaciones presuntamente solicitadas a la zona del canal, ésta le comunicaba  al gobierno panameño que sólo tenían facturas correctas, correspondientes a unos 900 mil millones y que el resto era “inflado” o de sobrefacturaciones burdas y muy boliburguesas.

Recientemente leímos una noticia donde se decía que México estaría desnudando a los turistas venezolanos que llegan y salen, y sometiéndolos a controles más estrictos, como exigirles la comprobación física de los gastos que tratarían de “cuadrar”. Muchos desprevenidos de la ciencia económica alegan que esos vendedores manitos sí que son tontos, porque se estarían ganando facilito su diez por ciento de comisión, o de mordida, por cada raspadita.

La inflación resultante de éstas, aparentemente inocentes transacciones y que podrían ser consideradas por el distraído como una ventaja para el país receptor de dichos dólares, estriba en que, si bien el comerciante del país visitado ingresa dinero a sus cuentas, no estarían sacando del plato correspondiente a la oferta, el equivalente en mercaderías; las que se quedan en sus anaqueles y por tanto el circulante aumenta sin que haya contrapeso; es decir, la oferta sigue siendo la misma, mientras el circulante aumenta y eso, al final de cuentas es, simple y llanamente, inflación de los precios. La oferta y la demanda deberían siempre estar en equilibrio. El precio resultante esta en donde las dos curvas se cruzan.

En los odiosos países capitalistas avanzados aprendieron a buscar este equilibrio mediante una formula directa y, en consecuencia, muy favorable, como es la de fomentar y estimular el aparato productivo para producir mayor cantidad de bienes y servicios, pero en otros, auto proclamados socialistas, se recurre teorías indirectas o de corte monetaristas, de manipular la corriente monetaria, muy propia de lo que en Venezuela se achacaba a los llamados economistas “Chicago Boys” de los 40 años neoliberales y puntofijistas. Maniobras según las cuales, se intenta de manera indirecta alcanzar este equilibrio sacando circulante del mercado, para contrarrestar lo que se ha venido haciendo - aún con mayor énfasis desde 1999 - en Venezuela, de emitir dinero inorgánico (sin respaldo de mayor producción, o producción equivalente de bienes). Eso sucedió por haber decretado sucesivos aumentos de los salarios, aumentos sin lógica económica de ninguna especie, pero sí de política barata, de demagogia y populismo, sin dejar de mencionar de clientelismo político.

Se recurre a estas prácticas monetaristas de urgencia, en la ilusión de que la alta demanda final (DF) creada, abra cuentas de ahorro, compre bonos de la deuda, etc., cuyo efecto final es sacar dinero del circulante. Pero, la gente escasamente tiene para consumir, lo poco que se encuentra en los súper. Es decir, es un dinero sin poder adquisitivo.

Estamos en una situación bien difícil,  en la que si bien hay dinero en la calle, no hay artículos que comprar, al tiempo que hay altísima inflación, una tormenta perfecta de desabastecimiento por estancamiento del aparato productivo, no por acaparamiento como nos desean hacer creer o porque Obama sea el culpable, y de inflación simultaneas, o ESTANFLACIÓN. 

Las medidas monetaristas  sea que metan o saquen circulante, afectan al  debido juego entre la oferta y la demanda, y son retoques que sólo ameritan de un plumazo o de un verbo eufórico en un mitin de maniobra de control de averías ante una situación de baja de la popularidad; mientras que, poner a producir más y mejor, a bajo costo, la economía es más difícil. O sea, hacernos más eficientes. No hablamos solamente de aumento de la producción sino de productividad, que como sabemos es producir más a menor costo. Para ello el modelo debe ser otro, no el del actual régimen.

No es tampoco que aboguemos por recurrir al expediente de reducir costos botando gente de sus cargos para bajar la nómina y los consecuentes pasivos laborales, sino dando facilidades a los empresarios privados nacionales para que obtengan las divisas para pagar sus importaciones de materias primas y seduciendo al empresario extranjero a colocar dinero fresco o inversión privada internacional, para producir en este país, con lo cual se crean empleos en nuestra economía. Cuando se importa se incrementa el empleo en esos países y no en el nuestro. Cuando se aumenta la producción nacional para consumir internamente una parte y exportar el excedente, se crean empleos en el nuestro.

Lo mismo se logra si se seduce al empresario venezolano a repatriar sus dineros que tienen en bancos extranjeros. No me refiero al que se obtuvo con el cohecho y la corrupción, sino al resultante de sus ahorros en monedas fuertes producidos en buena lid, por la venta de sus productos, y que se corresponde con estrategias de seguridad que toma cualquier empresario. Tampoco me refiero al funcionario que colocó dineros de la cosa pública en bancos extranjeros, a nombre personal.

No en balde se habla del concepto de pleno empleo y éste no sólo se refiere a creación de nuevos puestos de trabajo, sino al pleno uso de todas las capacidades, o de los factores productivos de una economía (como son TIERRA, CAPITAL y TRABAJO) para producir más y mejor, o de manera optimizada.

Exijo a la oposición y al gobierno, como a todos los venezolanos, a tomar en cuenta estos conceptos y actuar en consecuencia.

Eddy Barrios
eddybarrios@gmail.com
@eddybarrios2

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viernes, 27 de marzo de 2015

GABRIEL S. BORAGINA, ECONOMÍA, TEORÍAS E IMPUESTOS, DESDE ARGENTINA

La economía es una ciencia social, y como tal se funda en teorías. Pero todas las ciencias (llamémoslas como deseemos llamarlas, sea "exactas", "humanísticas", "sociales", etc.) se basan en teorías y doctrinas. Por lo que recusar a la economía diciendo que los datos que brinda "no son exactos" denota nuevamente la ignorancia más supina. 

En primer lugar, la economía no proporciona "datos" y "a partir" de estos elabora sus teorías, sino que su tarea consiste en el procedimiento inverso: en analizar los datos de la realidad a la luz de previas teorías ya elaboradas, lo que en praxeología se denomina el método axiomático deductivo.

Pero lo más gracioso o curioso del caso es que, los detractores de la praxeología tampoco nos dan datos, ni comprobables, ni inequívocos, ni irrefutables de sus "afirmaciones" antojadizas y hechas "al aire". Es más, no nos dan dato alguno. El quid de la cuestión es que la verdad no se encuentra en los datos en sí mismos, sino en las teorías bajo la óptica de las cuales esos hechos vayan a ser analizados y estudiados. Y resulta indudable que no todas las teorías que han existido y existen son verdaderas (lo propio cabe inferir de las teorías futuras). En tanto unas lo son, otras no lo son en absoluto. Si dos teorías opuestas intentan explicar un idéntico fenómeno, ambas no pueden estar en lo cierto al mismo tiempo y en igual sentido, en tanto y en cuanto se contrapongan entre sí. Por ello, es un error garrafal, típico del ignaro más completo, creer que la economía funciona en base a "encuestas, censos, entrevistas", etc. Esto es "poner el carro delante del caballo". Ya que "encuestas, censos, entrevistas", etc. serán diferentemente interpretados a la luz de las disímiles teorías que sustenten las personas que -en definitiva- examinen los datos recopilados. Inclusive la selección de antecedentes estará condicionada enteramente por las teorías de los encuestadores, entrevistadores, etc. cuyas conclusiones contrastarán de acuerdo al distinto criterio de cada uno.
La economía comprende todas las variables observables en el mundo real, porque tiene un enfoque auténticamente totalizador, ya que al partir su análisis de la acción humana, considera todas las conductas que se derivan de este último presupuesto, y que reciben el nombre de implicaciones lógicas de la acción. En este sentido, la economía no es el estudio de "variables escasas" como repiten los incompetentes en la materia (los que abundan). Ni aplica el supuesto ceteris paribus, salvo para explicar teoremas, pero siempre asumiendo que el hipotético ceteris paribus jamás se da en el mundo real.
Estas son las razones por las cuales los estatistas no pueden comprender ciertas cuestiones básicas de la economía, ni tienen las herramientas conceptuales necesarias como para conseguir interpretar los datos de la realidad, lo que les impide intuir como funcionan ciertos mecanismos, como el fiscal en contra de los que menos tienen.
Por tales motivos, es que los anticapitalistas no logran entender que -en términos relativos- el pobre paga más impuestos que el rico en nuestro sistema estatista de hoy. En principio, es cierto que los ricos tributan cuantitativamente más impuestos que los pobres en términos nominales, pero cuando se analiza el tema desde el punto de vista de la economía real la cuestión cambia dando un giro de 180º, y la conclusión a la que se arriba es exactamente la inversa. La explicación a esto último reside en la teoría de la utilidad marginal, cuyo funcionamiento sigue siendo un misterio para los estatistas (y eso, por supuesto, cuando alguno de ellos la oyó nombrar, lo que no es frecuente).
Particularmente, causa cierta ternura la "ingenuidad" de muchos anticapitalistas cuando declaran "convencidos" que "mayores alícuotas impositivas harán que los pobres se capaciten". Más allá que jamás definen lo que entienden por un "pobre", uno diría que les faltaría experiencia de vida al no haberse enterado que hay pobres que no desean capacitarse. Otra posibilidad es que, los estatistas que aquello afirman, sean genuinamente hipócritas al desconocer la realidad. Una tercera hipótesis es que deseen que los pobres se capaciten "a punta de bayoneta". Si este fuera el caso, obligarlos sería hacer lo que hizo Stalin en la URSS...trabajos forzados o...marchar al campo de concentración.
Las mismas reflexiones caben hacer cuando dicen que "mayores impuestos crearán más trabajo para los pobres". También parecen omitir que hay pobres que no quieren trabajar. Máxime cuando es política de la mayor parte de los gobiernos mundiales otorgar subsidios, ayudas, transferencias directas, subvenciones, auxilios, planes "sociales", etc. a personas sin empleo, lo que, al tiempo que incentiva el ocio, desincentiva la voluntad de trabajar y, como tercer efecto, estimula la demanda de mas y mayores subsidios y ayudas económicas, con lo cual las filas de las personas que evitarán buscar trabajo o que dejarán de trabajar para recibir el dinero del subsidio serán cada vez más largas y concurridas. Pero ignorantes recalcitrantes en economía, tampoco pueden dilucidar que los impuestos destruyen fuentes de trabajo, jamás las crean.
A lo anterior, corresponde agregar que también prescinden que no todos los trabajos son productivos. Los hay improductivos, y son muchos. El mercado libre de injerencias estatales es la única fuente genuina de trabajo productivo, que lo que necesita para funcionar es que el gobierno no lo estorbe con regulaciones, leyes, y desde luego, tampoco impuestos.
El problema, no es sólo el dato cierto que los impuestos van en su mayor cuantía a los bolsillos de los funcionarios, burócratas y, sobre todo, gobernantes de turno. Ese siempre es su destino entre un 55% a un 95% de los casos, en tanto que entre un 45% a un 5% de los impuestos se distribuye. Aunque la parte de impuestos que efectivamente retienen burócratas y gobernantes fuera inferior a estos porcentajes que indica la diaria experiencia, de todas maneras los impuestos ni "crean" riqueza, ni "generan progreso" y mucho menos "equidad". En el mejor de los casos, producen estancamiento económico (nunca "progreso") y en el peor profundizan la pobreza, conforme ya se ha explicado en forma reiterada.
Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina

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martes, 24 de marzo de 2015

GABRIEL S. BORAGINA, ECONOMÍA, TEORÍAS E IMPUESTOS, POLÍTICA , ECONOMIA LIBERAL

La economía es una ciencia social, y como tal se funda en teorías. Pero todas las ciencias (llamémoslas como deseemos llamarlas, sea "exactas", "humanísticas", "sociales", etc.) se basan en teorías y doctrinas. Por lo que recusar a la economía diciendo que los datos que brinda "no son exactos" denota nuevamente la ignorancia más supina. En primer lugar, la economía no proporciona "datos" y "a partir" de estos elabora sus teorías, sino que su tarea consiste en el procedimiento inverso: en analizar los datos de la realidad a la luz de previas teorías ya elaboradas, lo que en praxeología se denomina el método axiomático deductivo.
Pero lo más gracioso o curioso del caso es que, los detractores de la praxeología tampoco nos dan datos, ni comprobables, ni inequívocos, ni irrefutables de sus "afirmaciones" antojadizas y hechas "al aire". Es más, no nos dan dato alguno. El quid de la cuestión es que la verdad no se encuentra en los datos en sí mismos, sino en las teorías bajo la óptica de las cuales esos hechos vayan a ser analizados y estudiados. Y resulta indudable que no todas las teorías que han existido y existen son verdaderas (lo propio cabe inferir de las teorías futuras). En tanto unas lo son, otras no lo son en absoluto. Si dos teorías opuestas intentan explicar un idéntico fenómeno, ambas no pueden estar en lo cierto al mismo tiempo y en igual sentido, en tanto y en cuanto se contrapongan entre sí. Por ello, es un error garrafal, típico del ignaro más completo, creer que la economía funciona en base a "encuestas, censos, entrevistas", etc. Esto es "poner el carro delante del caballo". Ya que "encuestas, censos, entrevistas", etc. serán diferentemente interpretados a la luz de las disímiles teorías que sustenten las personas que -en definitiva- examinen los datos recopilados. Inclusive la selección de antecedentes estará condicionada enteramente por las teorías de los encuestadores, entrevistadores, etc. cuyas conclusiones contrastarán de acuerdo al distinto criterio de cada uno.
La economía comprende todas las variables observables en el mundo real, porque tiene un enfoque auténticamente totalizador, ya que al partir su análisis de la acción humana, considera todas las conductas que se derivan de este último presupuesto, y que reciben el nombre de implicaciones lógicas de la acción. En este sentido, la economía no es el estudio de "variables escasas" como repiten los incompetentes en la materia (los que abundan). Ni aplica el supuesto ceteris paribus, salvo para explicar teoremas, pero siempre asumiendo que el hipotético ceteris paribus jamás se da en el mundo real.
Estas son las razones por las cuales los estatistas no pueden comprender ciertas cuestiones básicas de la economía, ni tienen las herramientas conceptuales necesarias como para conseguir interpretar los datos de la realidad, lo que les impide intuir como funcionan ciertos mecanismos, como el fiscal en contra de los que menos tienen.
Por tales motivos, es que los anticapitalistas no logran entender que -en términos relativos- el pobre paga más impuestos que el rico en nuestro sistema estatista de hoy. En principio, es cierto que los ricos tributan cuantitativamente más impuestos que los pobres en términos nominales, pero cuando se analiza el tema desde el punto de vista de la economía real la cuestión cambia dando un giro de 180º, y la conclusión a la que se arriba es exactamente la inversa. La explicación a esto último reside en la teoría de la utilidad marginal, cuyo funcionamiento sigue siendo un misterio para los estatistas (y eso, por supuesto, cuando alguno de ellos la oyó nombrar, lo que no es frecuente).
Particularmente, causa cierta ternura la "ingenuidad" de muchos anticapitalistas cuando declaran "convencidos" que "mayores alícuotas impositivas harán que los pobres se capaciten". Más allá que jamás definen lo que entienden por un "pobre", uno diría que les faltaría experiencia de vida al no haberse enterado que hay pobres que no desean capacitarse. Otra posibilidad es que, los estatistas que aquello afirman, sean genuinamente hipócritas al desconocer la realidad. Una tercera hipótesis es que deseen que los pobres se capaciten "a punta de bayoneta". Si este fuera el caso, obligarlos sería hacer lo que hizo Stalin en la URSS...trabajos forzados o...marchar al campo de concentración.
Las mismas reflexiones caben hacer cuando dicen que "mayores impuestos crearán más trabajo para los pobres". También parecen omitir que hay pobres que no quieren trabajar. Máxime cuando es política de la mayor parte de los gobiernos mundiales otorgar subsidios, ayudas, transferencias directas, subvenciones, auxilios, planes "sociales", etc. a personas sin empleo, lo que, al tiempo que incentiva el ocio, desincentiva la voluntad de trabajar y, como tercer efecto, estimula la demanda de mas y mayores subsidios y ayudas económicas, con lo cual las filas de las personas que evitarán buscar trabajo o que dejarán de trabajar para recibir el dinero del subsidio serán cada vez más largas y concurridas. Pero ignorantes recalcitrantes en economía, tampoco pueden dilucidar que los impuestos destruyen fuentes de trabajo, jamás las crean.
A lo anterior, corresponde agregar que también prescinden que no todos los trabajos son productivos. Los hay improductivos, y son muchos. El mercado libre de injerencias estatales es la única fuente genuina de trabajo productivo, que lo que necesita para funcionar es que el gobierno no lo estorbe con regulaciones, leyes, y desde luego, tampoco impuestos.
El problema, no es sólo el dato cierto que los impuestos van en su mayor cuantía a los bolsillos de los funcionarios, burócratas y, sobre todo, gobernantes de turno. Ese siempre es su destino entre un 55% a un 95% de los casos, en tanto que entre un 45% a un 5% de los impuestos se distribuye. Aunque la parte de impuestos que efectivamente retienen burócratas y gobernantes fuera inferior a estos porcentajes que indica la diaria experiencia, de todas maneras los impuestos ni "crean" riqueza, ni "generan progreso" y mucho menos "equidad". En el mejor de los casos, producen estancamiento económico (nunca "progreso") y en el peor profundizan la pobreza, conforme ya se ha explicado en forma reiterada.

Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina

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viernes, 23 de enero de 2015

LEONARDO FERNÁNDEZ, LAS COLAS Y EL CHOFER DE LA ECONOMÍA.

LEONARDO FERNÁNDEZ
Los venezolanos hemos visto a lo largo de  estos años como se ha implantado un modelo económico fracasado en la historia, una economía estatista orientada por el dogma socialista obsoleto, que desde sus inicios ha buscado intervenir en todos los sectores, interrumpir para obstruir y llevar a las empresas a la quiebra, no para equilibrar y empujar a las empresas hacia el desarrollo y la estabilidad.
  Una economía que tiene como regla la improvisación y que ha sido altamente distorsionada con los matices que son propios del paradigma ortodoxo y retrogrado de los llamados países satélites de la era comunista y de la extinta Unión Soviética.
 Los controles de precios que Maduro y su antecesor le impregnaron a nuestro sistema económico, han sido la impronta personal que dejara huellas imborrables en este periodo tortuoso que ya es más de un lustró; controles que progresivamente han implosionado nuestra economía y que han generado mercados ilegales y paralelos en  vastos sectores de la vida del venezolano.
Ver a venezolanos hacer largas colas para conseguir productos de la cesta básica, nos lleva a primero a entender que la economía está enferma, y segundo a analizar cómo se originan las colas y quienes están en ellas.
 A las afueras de múltiples supermercados en Venezuela están los más afectados por este modelo neocomunista, un grupo de ellos, pueblo en general, conciudadanos de los sectores más deprimidos, venezolanos que son la mayoría, pernoctan para subsistir y son sometidos a la humillación de invertir horas de su tiempo para conseguir productos esenciales.
Otros que son la minoría, rebuscándose bajo las nuevas figuras del comercio que ha creado el Estado con su  nada acertado manejo de la economía, los llamados bachaqueros, hombre y mujeres venezolanos que son víctimas del desequilibrio económico y de las deformidades de la economía.    
                                                                                                                                               Aunque desde nuestra tribuna y espacio de lucha defendemos los derechos de los venezolanos que se les pisotea la dignidad en las colas, no salimos en defensa de un grupo minoritario, que se ha dedicado a la economía informal ilegal en las colas que observamos en toda la geografía nacional. Empero, es necesario e inexorable entender porque se crean estas nuevas figuras y porque el venezolano recurre a esta actividad.
En un país donde no hay producción, desarrollo, ni progreso, no hay empleo estable; en Venezuela la economía ha sido impactada severamente por el modelo central y por el cáncer económico que está entrando en su fase terminal. La gente ha quedado inmersa en un sub comercio que le garantiza un ingreso económico, la gente cae en la tentación de romper las reglas y producir algo de dinero para su grupo familiar o pasar días sin recibir los tres golpes diarios.
Es decir un gobierno serio explicaría a su pueblo, que ésta ocurriendo en realidad, dejaría a un lado las llamadas guerras que inventa a diestra y siniestra y se reinventaría  en función de producir en el país para los venezolanos.
Los verdugos de la economía deben superar  la crisis con transparencia y con el diagnóstico correcto del problema, pero lamentablemente  para los venezolanos los artífices de la crisis se ponen una venda roja en los ojos, maduro conduce el bus directo a la ruina y al colapsó, persiguiendo a los empresarios y montando shows para tapar lo agudo de la escasez, alejara aún más los inversionistas y el gobierno como se ha demostrado en la historia del socialismo real, fracasara en su empeño de aislarse y monopolizar la economía.
Leonardo Fernandez
leocat100@hotmail.com
@leofernandezf

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lunes, 5 de enero de 2015

OMAR ÁVILA, VENEZUELA NECESITA UN VIRAJE EN SU ECONOMÍA

OMAR ÁVILA
Comienza el 2.015 y los venezolanos seguimos a la espera de unas medidas económicas serias, viables y que le den un verdadero viraje a este desastre que nos ha llevado a ser cada vez más pobres.

Un Estado tan rico como ha sido Venezuela, pasó a ser el país con la mayor inflación del continente; con un Presidente que insiste en que ésta crisis es “inducida” y producto de una fulana “guerra económica”, cuando la única guerra a la que nos enfrentamos los venezolanos es la de estirar los reales para poder medio comer lo que se consiga en los mercados y sobrevivir al hampa desbordada, situación que nos sitúa en el segundo país con mayor homicidios con una tasa de 82 por cada 100 mil habitantes.
Cómo decir que tenemos un país exacerbado en su consumo, cuando sabemos que es sólo un término para justificar la escasez. Me pregunto: ¿En qué otro país de Latinoamérica hacen falta productos de primera necesidad? Tristemente la situación por la cual atravesamos los venezolanos es típica de regimenes que se la dan de socialistas y los gobernantes lo único que saben hacer es echarle la culpa a los demás de sus errores para no aceptar su fracaso e ineptitud.
Da pena ajena escuchar a Maduro hablar de una “Caotización de precios” -termino inexistente- y de vernos la cara de bolsa al pensar que podemos creerle que en el año que recién comienza tendremos un crecimiento superior al 4%.
Según cifras del BCV, la inflación anualizada llegó a 63,6% -maquillada y todo- sigue en alza evidente y lo que no dice Nicolás es que en alimentos la misma fue de 92,9%. Cifras, obviamente muy por encima de cualquier aumento recibido a lo largo de este año. Por otro lado tenemos que la industria retrocedió 4,4% en el tercer trimestre, la construcción en 10,1% y las importaciones privadas en 12,3%. Este es el país que tenemos: Crisis por todos lados.
Otras preguntas que vienen al caso: ¿Cuándo vamos a salir de la recesión? ¿Cuáles son las medidas que se van a tomar para mejorar la inflación? ¿Cuál fue el resultado de la gira de Rafael Ramírez por China, Irán y Rusia? y la más importante entre muchas otras que pudieran engrosar esta lista de inquietudes ¿Será que la “guerra económica” se combate comprando armas Chinas?
A fin de cuenta lo único que se apreció de la alocución del Primer Mandatario, es que va a seguir con una venda en los ojos, tapones en los oídos y una lengua bien suelta, en la que nuevamente anuncia medidas que no termina diciendo cómo serán; situación que ayuda al alza del dólar paralelo.
Nos espera un 2.015 con un gran hueco fiscal y el gobierno no le va a quedar otra que seguir imprimiendo billete inorgánico. Esto sin lugar a dudas nos coloca en un peligro mayor en lo que a inflación se refiere.
Le recomendamos al gobierno eliminar los gastos suntuarios en su totalidad, al igual que una cantidad de partidas innecesarias del presupuesto, viceministerios, institutos, ministerios, que han sido creados por esta administración y que lo único que han logrado es aumentar la burocracia y la corrupción. Igualmente le aconsejamos que recorte los envíos de petróleo a Cuba, cobrarle la deuda a Nicaragua, así como el replanteamiento de las condiciones a Petrocaribe.
En definitiva, aquí lo que hace falta es incentivar la inversión; el problema no es circunstancial, sino estructural. En resumen, más que tomar medidas económicas, hace falta es un cambio de modelo como hemos venido diciendo, un viraje en la misma de 180 grados.

Omar Avila
oavila1973@gmail.com
@omaravila2010

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