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jueves, 23 de abril de 2015

GABRIEL BORAGINA, ESTADO, EMPLEO Y EMPRESAS

Sigue sorprendiéndome la ingenuidad (o mala fe quizás, no sé bien) de la gente que cree que el gobierno no intervine en la economía y no únicamente en la economía, sino en la vida de todos nosotros. 

Sólo desde el desconocimiento de la gran cantidad de regulaciones que existen, distribuidas todas entre leyes, decretos, resoluciones, etc. que implican múltiples controles de todo tipo, pueden afirmarlo.

Estos mismos ingenuos "creen" que el gobierno puede "generar" empleo, cuando lo único que pueden hacer los gobiernos es crear puestos de trabajo en el sector estatal a costa del sector privado.
La “generación” implica la creación de algo nuevo. Algo que antes no existía. En este sentido de la palabra "generación", el gobierno nunca “genera” nada.
Pero si se quiere seguir usando la palabra “generar” hay que decir que todo lo que el gobierno “genera” de un lado lo des-genera del lado opuesto.
Los recursos con los cuales el gobierno paga los salarios de sus “empleados públicos” provienen de dos fuentes principales: impuestos o inflación (en suma, ambos son la misma cosa, por cuanto ocasionan los mismos desastrosos efectos económicos). 
Pero parece "creerse" que los sueldos que el estado-nación paga a sus “empleados” proceden generosamente del bolsillo de los burócratas y gobernantes, cuando los bolsillos desde los cuales se los expolia son los de los contribuyentes, a su vez los mismos trabajadores, tanto del sector estatal como del privado. Es decir, lo que se "les da" por un lado se les quita por el otro.
Con lo que advertimos que los gobiernos no “generan” nunca nada. Lo máximo que hacen es sacarlo de un lugar y ponerlo en el opuesto. O dicho en forma más simple: "le cobro 100 a Pedro en impuestos con los cual le pago 100 de salario el empleado estatal Juan". Esto no es “generación” de empleo, es -simplemente- un “pasamanos”, en el que se castiga económicamente a unos para darles a otros. Ergo, el estado-nación nunca “generó” ni puede “generar” empleo ni cosa productiva alguna.
Otros piden que el gobierno “apoye decididamente empresas y que forme un marco jurídico” para ello. Seguramente estarán pensando en sus propias empresas. Alguien debería avisarles que el estado-nación hace tiempo que apoya empresas en detrimento de otras (no podría económicamente ser diferente) y que es uno de los principales problemas económicos mundiales. Aseveran, asimismo, que “Si no hubiera Estado no tendríamos trabajo, ni seguridad, ni educación ni nada”. ¡Como si antes de que los gobiernos surgieran nadie trabajara, ni hubiera seguridad, ni existiera la educación, ni existiera nada! Para esta clase de sujetos, el gobierno inventó todo, hasta quizás la vida individual misma, como pretendía Hegel.
Y luego de pedir "el apoyo de empresas" por parte de los gobiernos, se quejan de que en las últimas décadas el estado-nación “favoreció empresas en desmedro de otras”. De lo que en realidad se deben estar lamentando, es de que aquellas empresas favorecidas no hayan sido las suyas, donde ellos trabajaban o trabajan actualmente. Piden que el gobierno “favorezca decididamente” la formación armónica de empresas (dentro de las cuales –nuevamente- deben contar con la de ellos) y agregan “sin que haya oligopolios como los hay ahora en zonas donde no es necesario”. Cabría preguntarles a estos sujetos ¿dónde creen "necesario" que el “estado” forme oligopolios? Mi respuesta a estas personas es que los gobiernos siempre inevitablemente conforman oligopolios, monopolios, cartels, etc. y que en todos los casos ellos son innecesarios. Pero estos señores que así vociferan, lo que en realidad deben deplorar es que el gobierno no les haya dado en el pasado ni les otorgue en el presente un oligopolio, o mejor aún, un monopolio a ellos mismos y a sus empresas. Y seguramente, es desde ahí de donde viene esa queja. No piden libertad empresarial. No demandan libre competencia. No exigen mercados libres. Reclaman que el estado-gobierno los socorra a ellos y no a los demás empresarios. Y que si hay oligopolios, quieren que sean los “necesarios”. Nuevamente, los “necesarios” han de ser los que los incluyan a ellos dentro del oligopolio.
Añaden que “No es cuestión de ser de izquierda ni de derecha. Pensar en esos términos –dicen- es anacrónico. Hay que ser pragmático”. Pero resulta que los "pragmáticos" siempre terminan siendo dominados, o por la izquierda o por la derecha, y concluyen proponiendo lo mismo que una, otra, o peor, ambas. Encima, son tan ilusos y pueriles que se creen "ajenos" e "inmunes" a toda influencia ideológica. 
Cuando uno escucha sus "recetas" resulta ser que no son otra cosa que una mala combinación de las de izquierda con derecha. Se creen muy "originales" y listo, asunto "solucionado". Su "pragmatismo" (cuando es sincero y no fingido) es pura ingenuidad. En suma, terminan recomendado siempre recetas de izquierda, de derecha, o de centro, sólo que sin llamarlas así, y a veces sin reconocerlas siquiera como provenientes de un lado o del otro. Serán "pragmáticos" según ellos, pero son bastante poco originales.
Siguen con el juego de palabras cuando afirman que “El problema radica cuando uno se ata a un idea tercamente, en contra de toda razonabilidad económica y circunstancias”. Seguramente que entenderán por “razonabilidad económica” lo que solamente ellos piensan. Y se contradicen cuando creen que la “razonabilidad económica” no es una idea. Expresan ideas contra las ideas, y a esto le llaman "pragmatismo". No pueden ser más patéticos y contradictorios. Carecen de toda seriedad.
Y sentencian: “Tenemos que entender que TODOS tenemos derecho a la abundancia y que es necesario equilibrar las cosas, pero hacia un lado u otro”. 
Es extraño que llamen "equilibrio" a eso. Y quieren tener un “derecho a la abundancia”, es decir a que el gobierno los haga ricos a ellos (no a los oligopolios “innecesarios”). 
Así es muy fácil. Ellos solucionan su problema económico y pasan por “buenos” y “decentes” declamando en nombre de todos (“tenemos que...”). Si se trata de ingenuos, que sigan esperando que el gobierno “nos haga ricos y abundantes a todos”. Esperarán una eternidad por ello. El gobierno sólo puede enriquecer a unos pocos. Y ellos esperan estar primeros entre los elegidos.

Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina

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domingo, 5 de octubre de 2014

PLINIO APULEYO MENDOZA, ¿CUÁL DERECHA? ¿CUÁL IZQUIERDA?, DESDE COLOMBIA,

¿Qué duda cabe? Izquierda es un bonito sello ideológico. Cobija a personalidades tan emblemáticas de esta tendencia como Ernesto Samper, Piedad Córdoba o Navarro Wolff, a un buen número de columnistas y a los dirigentes del Partido Liberal, de Cambio Radical, del Partido Verde y desde luego del Partido Comunista y del Polo Democrático, así como a buena parte del Partido de la U y ahora a quienes se congregaron en Medellín en busca de una alternativa nueva y distinta del uribismo y el santismo.

¿Qué los une? Propuestas tan atractivas para los estratos populares como la lucha contra la pobreza, el incremento del gasto social, servicios públicos a bajo costo, reformas agrarias encaminadas a quebrar latifundios y una política fiscal y una planificación económica que permitan una real redistribución de la riqueza. Todo ello, claro está, a cargo del Estado.

Sin embargo, tan ambiciosos proyectos suelen encubrir dos posiciones ideológicas opuestas: la que se identifica con la socialdemocracia y la que ahora anda tras el llamado Socialismo del Siglo XXI. La primera agrupa al liberalismo, Cambio Radical y otros partidos cercanos al Gobierno. La segunda al comunismo, al Polo Democrático y, aunque difieran en sus medios de lucha, a las Farc y al Eln.

El rasgo distintivo de todos cuantos en Colombia se consideran de izquierda es la satanización de quienes no compartimos sus concepciones imponiéndonos el rótulo de derecha o de extrema derecha y presentándonos como cavernícolas, amigos de los privilegios y enemigos de las reivindicaciones populares. Así quedamos catalogados, por cierto, los voceros de un pensamiento liberal (no el de doña Piedad, sino el de Adan Smith, Von Misses, Hayeck o Jean François Revel). De poco valen que los liberales de Hispanoamérica intentemos demostrar cosas que deberían resultarle a todo el mundo obvias. Así, como nosotros, debieron sentirse los discípulos de Galileo cuando era vista como una herejía su meridiana verdad de que la Tierra era redonda.

¿Cuál es nuestra herejía? Decir, por ejemplo, que la pobreza se derrota mediante un modelo liberal como el de Chile o de los 'tigres asiáticos'; modelo que se apoya en el esfuerzo privado, el ahorro, las inversiones, el adelgazamiento del Estado, la supresión de sus asfixiantes trámites y regulaciones y de los monopolios estatales, empresariales y sindicales y, sobre todo, a fin de dar paso a una verdadera economía de mercado, la búsqueda de una educación de alto nivel como la que puso a Singapur en el primer mundo. Decimos también que entre nosotros el Estado, manirroto, pésimo administrador, mal empresario, genera burocracia y clientelismo y una cultura del trámite. No cumple, en cambio, las funciones que son de su exclusiva incumbencia, como el orden público y la administración de justicia, dejándonos expuestos a la inseguridad y a la violencia.

De modo que nuestro Estado no es, como cree la izquierda, el remedio para combatir la pobreza sino parte del mal. Su único y real beneficiario entre nosotros es la clase política. En sus predios, monopolios y servicios pasta una profusa burocracia, que eleva el gasto público y es entorpecedora, deficiente. "Adelgazar al Estado -dice Mario Vargas Llosa- es la mejor manera de modernizarlo y moralizarlo. Se trata, sobre todo, de poner fin al reglamentarismo kafkiano y a los controles paralizantes y al régimen de subsidios y de concesiones monopólicas, de prendas y dádivas".

Todo esto para nuestra izquierda son herejías de derecha. Los rótulos son su arma de guerra. Izquierda es una palabra que luce como una flor en la solapa. Y derecha, un rótulo sombrío que nos endilgan a quienes nos permitimos recordar unas cuantas verdades de Perogrullo.

Plinio Apuleyo Mendoza.
plinioapuleyom@gmail.com
@PlinioApuleyoM

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sábado, 20 de septiembre de 2014

CARLOS VILCHEZ NAVAMUEL, ¡MI GRAN ENEMIGO ES EL ESTADO!

El título de este comentario, es parte de algo que leí en una de las redes sociales, lo publicó en su muro  un empresario inteligente que sabe lo que hace y lo que dice, el pensamiento completo decía:
 “Mi gran enemigo es el Estado en todas sus formas, y los partidos políticos no son más que extensiones engañosas de ese Estado que tanto detesto”. 

Estamos seguros que el empresario al que nos referimos estaba consciente de lo que señalaba, su larga experiencia le ha dado conocimiento y le permite opinar sobre este asunto.

Revisando en Internet sobre el tema me encontré con un libro titulado “Our Enemy, the State” (Nuestro Enemigo el Estado), el libro escrito por Albert J. Nock, en 1935, el escritor que se dice inspiró a autores como, Frank Chodorov, Murray Rothbard, Leonard Read y Ayn Rand. El libro fue reimpreso varias veces y  traducido  al español en el 2013 y editado  por la EDITORIAL INNISFREE LTD. En esta edición aparece una introducción escrita en 2009  por  Butler  Shaffer donde nos habla del autor y nos dice que “Nock fue un hábil orador sobre el liberalismo clásico; defensor del libre mercado, la propiedad privada y receloso frente al poder. Éste escribió en una época en la que el concepto de "liberalismo" estaba siendo política e intelectualmente corrompido para transformarlo en su antítesis de una sociedad dirigida por el Estado; a Nock le preocupó en especial el efecto negativo que tal transformación habría de tener tanto en el individuo como en la cultura en general cuando la corrupción del nuevo carácter humano se hiciera la norma social. El libro lo pueden bajar en el formato de pdf en este enlace: https://bibliolibertaria.org/libros/nuestro-enemigo-el-estado/

En otro sitio leímos algunos pensamientos lapidarios de este gran escritor y pensador norteamericano, Nock afirmaba entre otras cosas que: “El estado actual de los asuntos públicos muestra con suficiente claridad que el Estado es el instrumento más pobre que se pueda imaginar para mejorar la sociedad humana y que la confianza en las instituciones políticas y las panaceas políticas es absurda y está fuera de lugar.  El Estado no es la entidad adecuada para el bienestar humano”. 

¿Es en verdad el Estado enemigo de la empresa privada? La respuesta dependerá de cómo esté conformado el Estado, porque éste puede ser benefactor o posibilitador, y como veremos a continuación las diferencias son muy grandes.

La historia está ahí para estudiarla, entre más estatista sea un gobierno, más enemigo será de la empresa privada, Cuba ha sido un ejemplo de ello en los últimos 50 años, el Estado cubano dirigido por los hermanos Castro destrozó el aparato empresarial privado y con ello la pobreza se generalizó,  en Venezuela mucho más rico y poderoso que Cuba, el Estado, con este gobierno Chavista se ha ido convirtiendo poco a poco en el gran enemigo de la empresa privada, en noviembre del año pasado Fedecámaras aseguró que 4.000 empresas habían desaparecido en los últimos diez años en Venezuela y lo atribuyó directamente a las políticas, que calificó de "pésimas", de los gobiernos de Hugo Chávez (1999-2013) y Nicolás Maduro. 
http://eltiempo.com.ve/venezuela/economia/fedecamaras-cuatro-mil-empresas-han-cerrado-en-ultima-decada/116521

Entre más pequeño sea el Estado y más libertades existan, más amigable es el Estado con la empresa privada. En países como Costa Rica, hay más libertades económicas que en los países mencionados anteriormente, sin embargo las políticas de tipo socialista que siguen privando son asfixiantes para la empresa privada, las personas que quieren convertirse en empresarios deben de comprender que una vez inicien una empresa, el Estado sin llamarlo se convertirá de forma automática en un socio suyo, un mal socio y en muchos caso como dijo el empresario, su peor enemigo.

El Estado costarricense como socio nos ofrece impuestos muy altos, exceso de regulaciones,  monopolios nefastos, desidia y negligencia burocrática, servicios mediocres y caros, infraestructura pésima, gollerías y un sinfín de etcéteras.

Mauricio Rojas, un chileno que estuvo radicado en Suecia desde 1974 escribió un libro titulado “Suecia después del modelo sueco” del estado benefactor al estado posibilitador, (Fundación Cadal, Buenos Aires, Argentina 2005) en él nos comenta con lujo de detalles la crisis de los noventa de ese país escandinavo y como el Estado Benefactor que tenían casi colapsa, nos habla de la transición y del cómo  lo hicieron, nos dice también por qué el Estado debe de pasar de ser un Estado benefactor a un Estado posibilitador donde los gobiernos deben facilitar la productividad y trabajar conjuntamente con la empresa privada en toda su dimensión.
 http://www.carlosvilcheznavamuel.com/del-estado-benefactor-al-estado-posibilitador/

Un Estado posibilitador permitirá a los gobiernos concentrarse en fiscalizar y generar legislatura para hacer sociedades más justas y equitativas y deberá facilitar a las empresas privadas para que ejecuten sus  proyectos de forma ágil y productiva en busca de mejorar de forma global y sustantiva, Nueva Zelanda al igual que Suecia ejecutaron grandes cambios y los resultados están a la vista.  

Carlos Vilchez Navamuel
carlosvilcheznavamuel@gmail.com
@carlosvilchezn

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martes, 1 de julio de 2014

GABRIEL BORAGINA, SOBRE EL "BUEN" GOBIERNO, DESDE ARGENTINA,

Las polémicas políticas siempre suelen girar en torno al tema de si el gobierno X es un "buen" o un "mal" gobierno, y –generalmente- los criterios clasificatorios se establecen mediante mecanismos comparativos tomando como referencia gobiernos anteriores.
La concepción popular –según hemos hecho notar en otras ocasiones- se inclina por considerar "buen gobierno" a aquel del cual un mayor número de personas recibe más beneficios materiales. Este, puede decirse, es el criterio más extendido –al menos en Latinoamérica- y sobre el que se sustentan –entre otros- los populismos de la región.
Sin quizás llegar a los extremos en los que han caído los regímenes populistas sudamericanos, incluso hasta en los EEUU la idea de un gobierno benefactor ilimitado parece haber encontrado cabida en los últimos tiempos. Sin embargo, ha de dejarse constancia que no siempre fue así, y decididamente no lo fue en la etapa fundadora del país del norte, donde la idea prevaleciente era la opuesta, la del gobierno limitado:
"Esta concepción del gobierno limitado y del derecho a la sublevación se encuentra inserto en el Acta de la Independencia estadounidense de la que vale la pena reproducir la parte pertinente debido a que, a partir del 4 de julio de 1776, se inicia el experimento que es considerado el que más se ha acercado al ideal de liberalismo, aunque no se haya podido mantener al gobierno dentro de la esfera de poderes limitados a la protección de los derechos, y aunque la extralimitación no haya conducido al ejercicio del derecho a la sublevación. Y aunque las extralimitaciones hayan sido, sin duda, mucho mayores que el aumento de los impuestos al té, establecidos por Jorge III, especialmente si consideramos casos como el de los dos gobiernos más populares de este siglo en Estados Unidos: el de F. D. Roosevelt y el de Kennedy. 
En el acta de la independencia se lee que "Cuando cualquier forma de gobierno se convierte en destructiva para este fin [la protección de derechos], es el derecho del pueblo de alterarlo o abolirlo e instituir un nuevo gobierno sobre la base de aquellos principios y formas de organización de los poderes a los efectos de proteger su seguridad y felicidad. La prudencia dictará que los gobiernos establecidos durante largo tiempo no sean cambiados por motivos transitorios; la experiencia demuestra que la humanidad está más dispuesta a sufrir aquellos males que son soportables en lugar de recurrir a su derecho de abolir el gobierno. Pero cuando se trata de la reincidencia en los abusos y usurpaciones que tienden al objetivo de reducirlos bajo el poder del despotismo absoluto, es su derecho, es su obligación, de deponer ese gobierno y proveer de nuevos guardianes para la seguridad futura"."[1]
A la luz de las recientes experiencias políticas mundiales y sobre todo –insistimos- americanas (tanto en el Norte como en el Sur), el pensamiento expuesto anteriormente en la cita, parece haberse revertido casi por completo. Da la impresión como que se ha operado un cambio cultural, por el cual se ve al gobierno como un medio para la violación de los derechos ajenos en salvaguarda de los propios, y es cuando los gobiernos ya no pueden cumplir con este propósito deseado por sus gobernados, cuando comienzan a colapsar y se busca entonces su reemplazo por otros, para que viole los derechos de unos en beneficio de los anteriores, pero esta vez en un sentido contrario al del depuesto o reemplazado por vías democráticas. Por lo menos, esta es -a no dudarlo- la filosofía que inspira a los populismos latinoamericanos. 
Se ha dejado mayoritariamente de pensar en la protección de los derechos de las personas como un objetivo alcanzable para todos, para pasar a creerse que -en un juego de suma cero- sólo es posible proteger los derechos de unos sacrificando los derechos de los demás, y en función de este propósito se pone en manos del gobierno operar en consecuencia.
Como bien ha enseñado la Escuela del Public Chioce, encabezada por James Buchanan y Gordon Tullock, los políticos participan de la misma idea expuesta en último término, y toda su actuación pública apunta, si bien bajo formas diversas y poses altruistas, a beneficiarse a si mismos en desmedro de sus electores.
Sobre los peligros que todo esto representa, ya nos había alertado prematuramente Hayek, cuando nos advirtió:
"Sólo podemos contar con un acuerdo voluntario para guiar la acción del Estado cuando ésta se limita a las esferas en que el acuerdo existe. Pero no sólo cuando el Estado emprende una acción directa en campos donde no existe tal acuerdo es cuando se ve obligado a suprimir la libertad individual. Por desgracia, no podemos extender indefinidamente la esfera de la acción común y mantener, sin embargo, la libertad de cada individuo en su propia esfera. Cuando el sector comunal, en el que el Estado domina todos los medios, llega a sobrepasar una cierta proporción de la totalidad, los efectos de sus acciones dominan el sistema entero. Si el Estado domina directamente el uso de una gran parte de los recursos disponibles, los efectos de sus decisiones sobre el resto del sistema económico se hacen tan grandes, que indirectamente lo domina casi todo. Donde, como aconteció, por ejemplo, en Alemania ya desde 1928, las autoridades centrales y locales dominan directamente el uso de más de la mitad de la renta nacional (según una estimación oficial alemana de entonces, el 53 por 100), dominan indirectamente casi la vida económica entera de la nación. Apenas hay entonces un fin individual que para su logro no dependa de la acción del Estado, y la «escala social de valores» que guía la acción del Estado tiene que abarcar prácticamente todos los fines individuales."[2]
Lamentablemente, muchos pueblos, en el curso de la historia, han alentado este crecimiento descomunal de los gobiernos a limitas que luego se tornaron prácticamente inmanejables.

Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina

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viernes, 4 de abril de 2014

GABRIEL S. BORAGINA, MÁS SOBRE "SUBSIDIARIEDAD"

Haremos ciertas consideraciones mas sobre este polémico "principio de subsidiariedad" analizando algunas de las opiniones que se han volcado sobre el mismo. Por ejemplo:
"debe decirse que el estado debe hacer todo aquello que por naturaleza los particulares no pueden. Si no se agregara la fórmula “por naturaleza”, se produciría una gran confusión, porque, dado que los recursos son escasos ante las casi ilimitadas necesidades, siempre habrá una gran cantidad de actividades –educativas, religiosas, deportivas, etc.- que los particulares no “podrán” hacer."[1]
La duda que nos surge ante la anterior afirmación es ¿qué es lo que "por naturaleza" los particulares no pueden hacer? Dado que el criterio determinante para este autor es "la naturaleza", en definitiva, la cuestión planteada o –mejor dicho- el interrogante básico es ¿cuál es la naturaleza del "estado" y cual la de los particulares?, ya que –aparentemente- tendrían uno y otro "naturalezas" diferentes. Ello nos llevaría al examen de las definiciones que se dieron sobre el "estado", cuestión que ya hemos abordado antes muchas veces.
Otros autores consideran este "principio" como "el más importante":
"Tal vez el más importante, o el más considerado, sea el principio de subsidiariedad, el cual puede ser entendido como que ningún órgano de mayor importancia o de nivel superior asuma atribuciones o ejecute acciones que puedan ser llevadas a cabo efectiva y eficientemente por órganos locales y de menor jerarquía (Kafka Zúñiga 1999, p. 10). Este principio tiene una aceptación importante y forma ya parte tanto de Encíclicas papales como del mismo Tratado de Maastricht."[2]
Es decir, que según la anterior cita, para que el "principio de subsidiariedad" no funcione o no sea operativo ha de darse necesariamente la condición que esas "atribuciones" o ejecución de "acciones... puedan ser llevadas a cabo efectiva y eficientemente por órganos locales y de menor jerarquía". Entendemos que se refiere a órganos estatales y no privados.
Desde otro ángulo diferente se dijo:
"Uno de los tantos ejemplos de deslizamiento hacia el estatismo estriba en el tan citado “principio de subsidiaridad”. En esta instancia del proceso de evolución cultural, las funciones del monopolio de la fuerza están principalmente referidas a la protección de derechos, pero nunca son subsidiarias puesto que, si los privados no encaran cierta actividad es porque prefieren destinar esfuerzos y recursos a otros campos y, como aquéllos son escasos, no puede hacerse todo al mismo tiempo. Es del todo impertinente e improcedente que los gobiernos irrumpan en las áreas en que las personas han decidido no participar según sus preferencias y prioridades."[3]
Conforme a este criterio, el "principio de subsidiariedad" estaría abonando el estatismo, y las funciones del estado "están principalmente referidas a la protección de derechos". Tales funciones no son subsidiaras.
Y según otro punto de vista (similar a los dos primeros enunciados al inicio):
"En esta responsabilidad estatal debe aplicarse el principio de subsidiariedad y sus dos componentes:
Las instituciones de jurisdicción mayor deben abstenerse de sustituir las acciones que deben ser realizadas autónomamente por la persona misma y las instituciones más cercanas a ella; y
Las instituciones de jurisdicción mayor deben asistir a las personas e instituciones más cercanas a las personas, cuando estas últimas no son capaces de funcionar adecuadamente y hasta el momento en el que lo puedan hacer.
La definición no puede ser más clara. El papel de la autoridad es subsidiario, lo que significa dejar en las personas la responsabilidad de la acción, pues ellas pueden actuar. Y sólo cuando existe una clara evidencia de no poder hacerlo, pueden actuar esas instituciones de más amplia competencia. El asunto resulta lógico sólo si se entiende a la persona humana como esa esencia individual, única y capaz de razonar."[4]
Este enfoque amplia el "principio" a límites que nos parecen harto difusos y, por tal motivo, peligrosos. Ya que lleva "el principio" a extremos que van más allá de la mera "protección de derechos", dado que -al parecer- se habla de acciones de todo tipo, que excederían a las meramente económicas. Por otra parte ¿quién y cómo determina "cuando" las personas "pueden" o "deben" no hacer algo? El "principio" navega "a dos aguas" indefinidas entre el "poder" (entendido como potencialidad o facultad de hacer) y el "deber" (entendido en sentido lato).
Como vemos, hay varias y disimiles formas de interpretar este mismo "principio" que, además, se aplica en distintos sentidos. Por lo que intentaremos dar nuestra personal opinión sobre el punto.
A nuestro modo de ver, este "principio" actúa como una formidable herramienta intelectual que opera en favor del intervencionismo estatal y mediante el cual los gobiernos van avanzando -lenta o rápidamente- sobre atribuciones, potencialidades o facultades privativas de los particulares, hasta terminar absorbiéndolas todas. Concordamos pues, con el criterio por el cual "Es del todo impertinente e improcedente que los gobiernos irrumpan en las áreas en que las personas han decidido no participar según sus preferencias y prioridades."[5] El principio en análisis ha dado una tremenda excusa a los gobiernos para avanzar sobre dichas áreas, lo que no se han privado de hacer ni realizar en el curso de las últimas décadas, no sólo en Latinoamérica sino en el resto del mundo.
También nos parece que -en principio- no hay actividad alguna que los particulares no puedan encarar eficazmente si cuentan con los recursos para tal efecto.
 [1] Gabriel J. Zanotti El humanismo del futuro Ensayo filosófico -político Con actualización del 2002. Pág. 48-51
[2] Martín Krause. "Descentralización: las limitaciones del paradigma predominante" Buenos Aires, Agosto de 2000 Trabajo contratado por CIEDLA de la Fundación Konrad Adenauer y publicado con autorización de esas instituciones. Pág. 75.
 [3] Alberto Benegas Lynch (h) "La gran mentira de nuestro tiempo". La Nación. Miércoles 26 de febrero de 2014. Sección de Opinión. pág. 23
 [4] Artículo titulado: "Michael Novak: Globalización definida". En Ideas En Economía, Política, Cultura. Parte I: Economía. Eduardo García Gaspar. Ed. Contrapeso. INFO 2007 Pág. 366-367. Las cursivas de la cita son nuestras.
[5] Alberto Benegas Lynch (h) "La gran mentira... "Op. Cit. pág. 23

Gabriel S. Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina

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jueves, 1 de agosto de 2013

NELSON MAICA C., BASES DEL LIBERALISMO 15, POLITICA

1.      Nota 15. Continuamos. Haremos una sugerencia, una recomendación, desde el largo plazo, para todo político liberal en el que prepondere, sobre sus deseos de lograr, alcanzar y mantenerse en el poder, el objetivo final de elaborar, impulsar y culminar una reforma generalizada de liberalización en la economía y en la sociedad.
2.      Primeramente, hemos de repetir que, en todo caso, si ha de pecarse en algo, ha de ser siempre por exceso; es decir, ha de radicalizar el mensaje hasta el punto de someter a prueba tanto a los miembros de su partido como a sus conciudadanos. Sólo de esta manera podrá experimentar y apreciar si de hecho reúne o no cualidades para ser un político perteneciente al “grupo cuarto”, es decir, capaz de ilusionar y movilizar al electorado en pos de una política adecuadamente articulada de reformas liberales.
3.      Lo peor que puede sucederle es que, como consecuencia de su toma de posición relativamente más radical, no logre prosperar en su propio partido, y quede marginado por sus responsables y supervisores más “pragmáticos”.
4.      Pues bien, es precisamente la aceptación o no de su mensaje y persona en su propia formación política, la prueba inequívoca y definitiva de si debe seguir o no dedicando sus esfuerzos a la actividad política: si no es aceptado, es mejor que deje a otros profesionales de la política menos comprometidos (pertenecientes a los grupos tres y dos) que tomen temporalmente el protagonismo, pues evitará quemarse en esfuerzos innecesarios, que serán posiblemente mucho más fructíferos a largo plazo en otras actividades (no políticas) de estudio y divulgación liberal.
5.      De esta manera no perderá el tiempo ni se agotará en actividades que, por las restricciones del entorno, hacen muy difícil la persecución del ideal y que, en todo caso, pueden ser llevadas a cabo por otros profesionales menos comprometidos.
6.      Además, siempre es conveniente que quede alguien “en reserva” por si el día de mañana las circunstancias cambian y ante necesidades más apremiantes es llamado a mayores responsabilidades de poder político, en un entorno en el que pueda desarrollar su programa liberal sin trabas innecesarias de tipo partidista.
7.      Existe, por tanto, una evidente relación entre aquello que permita  llevar a cabo el entorno político y la conveniencia de la implicación personal en el mismo de un político de fuertes convicciones liberales.
8.      Conforme las restricciones sean mayores, más dificultades tendrá para desenvolverse en ese entorno y más posible es que otros colegas menos comprometidos ideológicamente (pertenecientes a los grupos dos y tres) puedan desarrollar adecuadamente su labor.
9.      Por el contrario será en aquellas circunstancias en las que sea posible impulsar un programa más radical en las que su intervención e implicación personal sea más insustituible, puesto que no es de prever que otros colegas menos formados y comprometidos ideológicamente sepan y puedan aprovechar de forma adecuada la oportunidad histórica que se presente para sacar adelante reformas profundamente liberales.
10.    Como es lógico, la evaluación de cuándo nos encontramos ante una u otra circunstancia depende de la perspicacia e inteligencia política de cada político liberal.
11.    También es admisible, sobre todo en el caso de políticos profesionales que no puedan o no quieran dedicarse a otra actividad que, tal y como hemos descrito antes, adopten la táctica de convertirse en políticos del “grupo tres”, mucho más “pragmáticos” y, por tanto, menos “radicales” e “incómodos”, a la espera de que cambien las circunstancias y puedan impulsar reformas más radicales.
12.    El principal riesgo de esta táctica es, desde luego, que termine convirtiéndose en una coartada auto justificativo del inmovilismo. Dependerá de cada circunstancia histórica cual sea nuestro juicio respecto del comportamiento en este ámbito de cada político concreto.
13.    En estas épocas de control por parte de los políticos más “tibios” (grupos uno, dos y tres), conviene no obstante no desligarse totalmente del partido, con la finalidad de ejercer un necesario papel de conciencia crítica liberal que constantemente marque las contradicciones y errores de los que detentan el poder.
14.    En todo caso, el principal riesgo de la estrategia recomendada es que el político “grupo cuatro” sea finalmente aceptado por su partido y, tras presentar su programa y defenderlo con constancia, fracase a la hora de ganar las elecciones o pierda el poder.
15.    Pues bien, incluso en estas circunstancias tan adversas, que una y otra vez se han dado en la historia, este resultado negativo no ha de considerarse un fracaso en sentido estricto.
16.    Tan sólo sería un verdadero fracaso, desde el punto de vista liberal, bien haber traicionado los principios, bien haber pecado por defecto impulsando unas tímidas políticas liberalizadoras cuando las circunstancias permitían ir mucho más lejos. Tal parece ser el caso del tándem Chirac-Juppé tras el triunfo de la derecha liberal en unas elecciones generales francesas.
17.    Fuera de estos casos, el no conseguir el éxito electoral en una circunstancia histórica determinada ha de considerarse, tan sólo, una derrota táctica en esa larga y difícil lucha por ganar el futuro a favor de la libertad.-

nelsonmaica@gmail.com

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viernes, 1 de marzo de 2013

ALBERTO MANSUETI, ¿QUÉ ES SER LIBERAL?

El Centro de Liberalismo Clásico (CdeLC) es una institución laica y no religiosa, no confesional, no sectaria ni excluyente.
Nuestros principios liberales son tres, que compartimos todos los liberales católicos, protestantes y evangélicos, y personas de otros credos y religiones, y también de ninguno: Gobiernos limitados; mercados libres; y propiedad privada

Y entre todos los de este Equipo, hemos traducido esos tres Principios en una propuesta de Cinco Reformas concretas y específicas, que se explican a continuación. Pensamos que son cinco propuestas aceptables para todos los liberales, de cualquier religión o ninguna.
Definir o describir de este modo el Liberalismo Clásico es lo más práctico, y es la única manera de abordar la acción política frente a la opinión pública.
I
Cada liberal tiene su respuesta a la pregunta “¿qué es ser liberal?”; y cada antiliberal tiene la suya también. Para algunos, ser liberal es ser “tolerante”; para otros es identificarse con la defensa del libre mercado, o las libertades individuales, o los derechos de propiedad privada, o la propuesta de “achicar el Estado”, o decretar su abolición. O con los “milagros” europeos de Posguerra, o las experiencias de los “dragones asiáticos” de los ‘70 y ‘80, o de los gobiernos Thatcher y Reagan (o Pinochet), o las ideas de la Revolución de 1776 en EEUU, o de tal o cual filósofo, economista, novelista, etc. de su preferencia.
Para otros, ser liberal es asumir “el ideario de la libertad”, o el “principio de no agresión”, o también de “respeto al prójimo” … etc etc. El tema es inagotable.
Por supuesto, la definición de cada quien se relaciona con su posición en materia filosófica o religiosa; y en particular respecto del Cristianismo. Según el economista austro-cristiano Jorg-Güido Hulsmann, hay cuatro formas de ver este punto, en general y particularmente entre los liberales: 1) Unos ven la religión y la libertad como antagónicas, siendo toda religión enemiga mortal de la libertad individual, peor que el Estado. 2) Para otros, libertad y teología nada tienen que ver: pertenecen a las esferas separadas de la política y la religión, entre las que no hay punto de contacto conceptual o histórico. 3) Para otros, religión y libertad son complementarias y se necesitan, porque la religión sólo florece en un clima de libertad, y porque la religión cristiana proporciona el clima moral que permite y facilita prescindir de gobierno o al menos reducirlo al mínimo. 4) Por fin, algunos piensan que la religión, y en particular el cristianismo, es factor fundamental para la libertad del hombre, entendido a nivel conceptual como creatura de Dios y no del Gobierno; y así la historia de Occidente lo confirma.
Las dos últimas posturas asumimos en el CdeLC, como primer paso para la reconciliación entre el Cristianismo y la que fue su doctrina política, la del Gobierno Limitado. Cualquiera sea la creencia de cada quien en Dios, o en la inspiración de la Biblia, el hecho es que esta es la doctrina de gobierno que enseña la Escritura, tal cual como fue la interpretación más o menos generalizada en el cristianismo occidental hasta el s. XIX.
Esta doctrina se llama “liberalismo” desde 1812, cuando entre el cristianismo y ella se dio un funesto divorcio, causado por leer los cristianos sus Biblias con anteojeras estatistas y socialistas. Y hasta hoy han seguido caminos separados: el Cristianismo abrazando el estatismo y el Socialismo, al calor del Romanticismo; y la doctrina del Gobierno Limitado, en el marco de corrientes humanistas no afines al Cristianismo. Los resultados del divorcio han sido funestos para ambas partes, y para todos: el Socialismo se impuso en todo el mundo y en todos los frentes, ante una muy debilitada y fragmentada resistencia liberal.
No obstante lo anterior, los principios liberales del CdeLC son tres, que compartimos católicos, protestantes y evangélicos, e incluso personas de otros credos y religiones, y también de ninguno: Gobiernos limitados, mercados libres, y propiedad privada; y los hemos traducido en una propuesta de cinco reformas concretas y específicas, aceptables para todos los liberales, en vistas a la acción política y en la opinión pública.
II
Pero estos tres principios se basan en otro más general que le sirve de fundamento: la separación entre lo público y lo privado. Lo público se refiere al uso de la fuerza pública, a cargo del Estado, “el monopolio legal de la fuerza” según la conocida definición de Max Weber. En el muy citado cap. 13 de su Carta a los cristianos de Roma, el Apóstol Pablo les exhorta a obedecer a las autoridades públicas. Pero lo que tiene en mente no es un Welfare State sino un Gobierno “limitado” al uso de la fuerza, para cumplir sus funciones y para colectar los impuestos que han de cubrir sus gastos. El poder público “no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo […] pues por esto pagáis los tributos.” (Rom. 13:4-6) Y en su Primera Carta a Timoteo le pide orar “por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad” (I Tim. 2:2).
Las autoridades llevan espada porque se encargan de los ladrones, asaltantes, invasores, violadores, secuestradores y demás malhechores y transgresores que no entienden otro lenguaje que el de la violencia. Gracias a las autoridades que cumplen ese papel, dice Pablo, podemos vivir “quieta y reposadamente” (en paz y seguridad, apartados de la violencia) nuestra vida privada “en toda piedad y honestidad” (conforme a nuestros valores.)
Por eso en el sector público se requiere la violencia. Pero no se requiere fuerza física o coacción alguna para practicar la agricultura, la minería, el comercio, la industria, la banca, la educación, la medicina o las obras de caridad con los menesterosos. Por eso en el sector privado no es necesaria la violencia.
Y por eso el estatismo no funciona: porque en todo sector estatal hay rasgos esenciales que son funcionales al uso de la violencia y a la coacción. Estos son en extremo útiles en la burocracia, el ejército, la policía y los tribunales, la diplomacia o la colección de impuestos. Entre otros rasgos funcionales conviene mencionar: el orden jerárquico en lugar del orden consensual (acuerdos) o el orden democrático (mayoría de votos); la uniformidad en vez de la variedad, la diversidad o el pluralismo; la formalidad y aún solemnidad en lugar de la informalidad; y la disciplina vertical como en los Ministerios, en lugar de la disciplina horizontal como en los mercados. Pero estas características, connaturales al Estado, no sirven para nada y en cambio mucho estorban en otras actividades que no requieren el uso de la coacción o la fuerza física.
III
Ser liberal es entonces es proponer las cinco soluciones liberales a los cinco problemas señalados como más graves por la gente en las encuestas, relacionados respectivamente con los gobiernos, la economía, la educación, la atención médica, y las jubilaciones y pensiones.
Cualquiera sea su religión, filosofía, simpatías literarias o color partidista, un liberal es entonces quien se identifica con estas cinco reformas:
1. Reforma Política. Poner al Estado en su lugar, a cargo de las funciones de seguridad y defensa, administración de justicia, y obras de infraestructura; y en consecuencia limitar sus poderes y su presupuesto a las atribuciones y recursos estrictamente necesarios al cumplimiento de tales funciones. En otras palabras, poner en sus funciones públicas a los agentes estatales: militares y policías (y diplomáticos); jueces y oficiales de justicia; contratantes de la construcción de puentes, caminos, diques y embalses, etc.; y colectores de los pocos tributos o contribuciones “impuestas” indispensables para estos fines, impuestos directos y no indirectos, bajos y planos, e iguales para todos.
Esto implica poner a los militares y policías a combatir la inseguridad, la violencia, el terrorismo y el crimen, como primera prioridad en la agenda estatal; y a los diplomáticos y cónsules a atender a los nacionales en el exterior antes que a los políticos locales. Y poner jueces y tribunales a cargo de la intervención del Estado en la economía, la banca, la educación y todas las esferas de la vida social y cultural; pero sólo si ocurre una violación cierta y comprobable de los derechos a la vida, propiedad y libertades, definida y tipificada en los códigos ordinarios o comunes del Derecho civil, mercantil o penal. A estos fines, y a la realización y mantenimiento obras públicas de infraestructura que incrementen la productividad y rendimiento de las actividades privadas, ha de limitarse la política pública.
Del campo privado son las relaciones sexuales, matrimoniales, familiares, laborales, comerciales, educativas, cívicas, culturales, artísticas, religiosas, médicas, informativas y de entretenimiento, científicas y técnicas, previsionales y de beneficencia, etc., y tienen que desenvolverse conforme la voluntad de los participantes e involucrados expresada en contratos; no de reglamentos dictados por el Congreso bajo forma de leyes especiales, ni por el Ejecutivo bajo forma de decretos, ni por la ONU, la OEA u otras organizaciones interestatales bajo forma de “convenios internacionales”.
Esto implica quitar al Congreso de la reglamentación de las actividades privadas por naturaleza, y ponerle en su lugar: a vigilar que no salga el Ejecutivo de sus límites, sobre todo mediante el control de su Presupuesto Fiscal, alimentado sólo de los impuestos y no de empréstitos. Implica además poner a los partidos políticos en su lugar: como entes privados, sin relación de dependencia alguna con el Estado, a fin de que puedan ser instrumentos en manos de la ciudadanía.
No habrá monopolios o privilegios legales. Implica que no habrá p. ej. “curso legal”, y las monedas circularán libremente, cada quien escogiendo la de su preferencia. Implica poner a los bancos en su lugar, eliminando el privilegio de “encaje legal” que exige la reserva de sólo una fracción de los depósitos. Por consiguiente no habrá multiplicación artificial del dinero, ni del crédito o los medios de pago. Pero este tema toca la siguiente reforma.
2. Reforma Económica. Poner a cargo de las actividades económicas a los agentes económicos, que no son los políticos, funcionarios y burócratas, sino los trabajadores, los empresarios y gerentes, y los capitalistas: ahorristas e inversionistas.
En otras palabras: poner a los agentes económicos privados a cargo y al mando en la agricultura y la minería, la industria y los servicios, el transporte, la banca y las finanzas, seguros, etc. A este fin han de ser privatizadas y desreglamentadas estos quehaceres, para que sus actores sean sensibles a las necesidades, preferencias y exigencias de los consumidores, del lado de la demanda, y de los productores, del lado de la oferta, y así contribuyan a crear y distribuir la riqueza por sus canales naturales: los mercados.
3. Reforma de la Educación. Poner la educación en manos de los educadores y no del Estado, para que los educandos de todas las especialidades y niveles, y los padres en la enseñanza elemental, puedan escoger con entera libertad el centro docente de su preferencia, con el tipo de educación, y el contenido, los planes, los programas y el sistema o método de su preferencia, del lado de la demanda de educación. Y para que los maestros, profesores, docentes y capacitadores puedan competir en calidad, variedad y precio, del lado de la oferta educativa. En otras palabras: privatizar y desreglamentar la educación.
¿Y los pobres? En el camino de la transición al capitalismo maduro y a la riqueza, los educandos pobres han de ser asistidos por el Estado con vouchers o cupones, para pagar por sus matrículas y gastos en las agencias y centros docentes de su elección, los cuales serán reembolsables en dinero por el Estado, a todos aquellos institutos que los usuarios hayan escogido para su educación.
4. Reforma de la Atención Médica. De modo análogo al caso de la educación, se trata de poner la medicina en manos de los médicos y doctores, no del Estado, para que los enfermos, discapacitados y accidentados puedan escoger libremente el centro médico, hospital o clínica de su preferencia, con la atención de su elección, del lado de la demanda de servicios médicos. Y para que los médicos, enfermeras, bioanalistas, odontólogos y gentes de la profesión médica en general puedan competir, tanto en calidad y variedad como en precio, del lado de la oferta de medicina. En otras palabras: privatizar y desreglamentar la medicina.
En transición, y análogamente a la educación, en este caso los enfermos, discapacitados y accidentados pobres han de ser asistidos por el Estado con cupones, para pagar por sus gastos en los centros médicos de su elección, los cuales serán reembolsables por el Estado, a los institutos de salud que los usuarios pobres hayan escogido para sus tratamientos.
5. Reforma de las Jubilaciones y Pensiones. En base al mismo esquema de la educación y la salud, es poner las Cajas de Jubilaciones y las Pólizas en manos de los administradores de fondos y no del Estado, para que jubilados y pensionados puedan escoger con entera libertad la Caja o Fondo Previsional de su preferencia, con el tipo de Plan, Póliza o contrato de su elección, del lado de la demanda. Y del lado de la oferta, para que las compañías administradoras puedan competir, en calidad, variedad y precios. En otras palabras: privatizar y desreglamentar los sistemas de jubilaciones y pensiones.
En la transición, los trabajadores, retirados y pensionados pobres, también han de ser asistidos por el Estado, con cupones, para pagar por las Pólizas planes de su elección, en las Cajas o Fondos Previsionales de su elección, reembolsables por el Estado a aquellos institutos que los usuarios hayan escogido para su servicio.
IV
¿Te parecen “raras” estas propuestas? No hay alusiones directas a los detalles de la problemática del desempleo, la pobreza, la mujer trabajadora, los niños abandonados o desnutridos, los ancianos enfermos, el maltrato familiar, la inmigración, el racismo, la polución ambiental etc., y por eso las reformas liberales no parecen dirigidas a tratar con ellos.
Pero es que esos problemas, muy graves todos, son nada más eslabones en la cadena de consecuencias y repercusiones del estatismo, que se ha hecho muy larga, incluyendo sus efectos más indirectas y remotos, como son todos. La gente se enfoca y se enfrasca en discutir detalles y pormenores de los eslabones de la cadena, olvidando la causa y el mal de fondo: el estatismo; lo cual es muy bueno para el estatismo! Los árboles no permiten ver el bosque; y es por ello que las crisis provocadas por el estatismo pretenden resolverse con “soluciones” estatistas, que no las solucionan sino que las agravan y multiplican.
¿Te parecen “simplistas” estas propuestas? Son simples quizá; mas no “simplistas”. Bien miradas, las soluciones liberales no son sino de puro sentido común. Aplican en la práctica cuatro refranes populares de gran sabiduría:
1) “Quien mucho abarca poco aprieta” es lo que ocurre con el Estado bajo el estatismo. ¿Cómo un solo instituto social, el Gobierno, puede brindarnos seguridad y defensa, justicia y obras públicas, si además aspira a cubrir también todas nuestras necesidades en materia de alimentos, vivienda y otros relacionados con economía y finanzas, educación y cultura, orientación y guía moral para la familia, atención médica, cuidados en la vejez, etc. “de la cuna a la tumba” como declaraba el principio socialista democrático que dio origen al Estado multipropósito mal llamado “de Bienestar”?
2) “Lo perfecto es enemigo de lo bueno”. Las “soluciones” estatistas siempre buscan planes perfectos para que aplique el Estado; las liberales posiblemente no son perfectas pero son buenas; y para aplicar entre todos, el Gobierno (limitado) y los privados, respondiendo al principio “Cada quien a lo suyo”.
3) “Zapatero a tus zapatos”, es otra formulación de “Cada quien a lo suyo”, y significa que cada institución de la sociedad, las estatales y las privadas, tiene sus fines propios, y para ellos resultan idóneas, siendo absolutamente ineptas para cumplir otros fines o funciones distintas.
4) “Mucho ayuda quien no estorba” alude a las instituciones privadas: familias, escuelas, Iglesias, clínicas, cajas previsionales etc. El Estado no puede reemplazarlas; pero en sus desesperados intentos por sustituirlas, les impide o estorba y dificulta (o encarece) en el camino al logro de sus fines propios, para los cuales están muy bien dotadas por su constitución y estructura.
Para terminar, la eterna preguntita: “¿En qué país se practica un sistema así, o al menos parecido?” Respuesta: de momento en China, desde los ‘80, siguiendo el modelo de Hong Kong, pero no en todo el país, sino en las Zonas Económicas Especiales y en las Regiones Autónomas.
¿No estás de acuerdo? Entonces no eres liberal; pero igual te queremos. ¿Estás de acuerdo? Entonces eres liberal y te queremos mucho más. ¡Bienvenido al Club!
alberman02@hotmail.com

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domingo, 24 de febrero de 2013

DARÍO ACEVEDO CARMONA. ¿TIENE LÍMITES EL ESTADO?, DESDE COLOMBIA,

El estado moderno es, en palabras del filósofo alemán Friedrich Hegel en Lecciones de Filosofía de la Historia Universal, la expresión más avanzada del desarrollo del espíritu hacia cuya perfección tiende el ser humano. La versión hegeliana ha sido reinterpretada de muchas maneras y versiones. Algunos vulgarizadores le atribuyen haber inspirado, con su idea del Estado como la más elevada y compleja expresión de la razón, la formación de movimientos fundamentalistas como el nazismo que hizo del estado alemán el instrumento de control y epicentro del poder absoluto del proyecto racista, antijudío e imperialista, como si pudiese materializarse en usos maleables  y perversos de los partidos políticos la idea hegeliana.


Un discípulo de Hegel, Carlos Marx, quien dijo haber volteado patas arriba toda la filosofía idealista del maestro, planteó la idea de que todo pensamiento y elaboración del espíritu y la conciencia, todo aquello situado en el orden superestructural, estaba determinado por una base material constituida a su vez por las relaciones económicas. El pensamiento marxista al extender su campo de acción a la política comprometida alumbró la doctrina comunista, expresada en el famoso Manifiesto del Partido Comunista en 1848 de Marx y su amigo Friedrich Engels. En dicho texto programático, entre otros, Marx explicita su idea sobre el estado como una máquina de opresión de una clase sobre otra que, en la época del capitalismo, debe ser destruida por la clase obrera en su lucha por la implantación del comunismo, la sociedad sin clases. Pero, advierte, para alcanzar esa meta, especie de paraíso terrenal donde todos los hombres superan el reino de la necesidad al ser iguales, los trabajadores organizados en un partido propio debían reemplazar el Estado burgués por el estado socialista, régimen de transición entre el capitalismo y el comunismo. Este estado debía ser, a su manera, una máquina de dominación de la clase obrera sobre la burguesía derrocada. El proletariado al asumir el poder y poner en marcha el socialismo no tiene necesidad de negar que su estado es una máquina opresora y por eso llama a su régimen la dictadura del proletariado. Hacia la cristalización de ese ideal tendieron los partidos marxistas a lo largo de finales del siglo XIX y del siglo XX, desde Lenin hasta las dinastías comunistas de los Castro y los Kim.

El estado debía ocuparse absolutamente de todo, abolir la propiedad privada, incluso sobre la tierra, desaparición del campesinado al igual que las demás clases en un largo proceso. El estado se ocuparía de la educación, la salud, el empleo, la organización de la sociedad, la milicia, la justicia, la alimentación, de todo, era el estado totalitario.

El mundo capitalista y las fuerzas liberales, para las que el estado es expresión del interés común y la voluntad general, reaccionaron ante el triunfo de los comunistas rusos en 1917, y también ante la presión de poderosos movimientos sociales, en especial de campesinos y obreros que reclamaban mejores condiciones de vida, aceptando la ampliación de las funciones del viejo estado liberal ocupado principalmente del orden.  Así se abrió espacio a una reconsideración profunda de la concepción y funciones del estado. El estado interventor, como se le conoce, se ocupará ya no solo del orden sino de algunos problemas de la vida económica, espacio antes tabú, así mismo de la vida social con políticas de educación, salud, relaciones laborales, entre otras. El modelo, también llamado estado de bienestar, se impuso en el mundo a la par que se creaban instrumentos y acuerdos internacionales para garantizar, agilizar y estimular todo aquello que apuntara hacia la reforma de la sociedad y evitara la revolución violenta o la abolición de la propiedad privada y del capital preconizada por los comunistas ortodoxos.

Como todo proceso vital, este modelo se agotó y este coincidió con el derrumbe del experimento comunista de la URSS y la China lo que llevó al renacer del liberalismo clásico, el denominado neoliberalismo, impulsado y hecho dominante en el mundo desde las formulaciones de la Escuela de Chicago liderada por Milton Friedman. Este modelo ha encarado varias crisis que han sacudido los cimientos del capitalismo, pero, sin que se avizore una opción diferente a que este se reestructure y se recomponga desde adentro y desde sí mismo. Muchas de las instituciones creadas durante la época del estado interventor se mantienen en los países que aplican el neoliberalismo con diverso grado de alcance. Aunque el estado se ha achicado y se han privatizado muchas de sus funciones, se sostienen gabelas en temas laborales, educativos y de salud colectiva. No se puede negar, el estado, aún en esta época, es un instrumento complejo, una elaboración insuperada en el proceso de la organización social, una máquina de control, dominación, pero también de proporción de elementos fundamentales para el bienestar de la sociedad. El estado y quienes lo controlan, se apoyan en el poder que de él se deriva para intervenir aún en las más graves situaciones de orden público, tragedias naturales o quiebras económicas.

Hoy día continúa siendo una poderosa y enredada máquina tal como la pintó Kafka en su célebre novela La Metamorfosis. En sus manos sigue estando el monopolio de la fuerza, el de la justicia y el del tributo según explicación de Max Weber. Vulgarmente, es visto como un barril sin fondo ante el que se plantean las más disímiles y desorbitadas querellas y litigios para obtener compensaciones económicas alegando culpa directa u omisión, porque se supone que el estado debe responder hasta por aquello que es incapaz de controlar, no porque  no quiera, sino porque, como toda obra humana, es incompleto, limitado e imperfecto y porque sus fondos y riquezas son las que todos y cada uno aportamos y no una mina sin fin. Los oportunistas no pierden ocasión de reclamarle por todo, aprovechan la actitud mítica que sobre el estado tejen las gentes, como sostiene Ernst Cassirer en El Mito del Estado, al asumirlo como una entidad divina, omnipotente, que todo lo provee y que posee el don de la ubicuidad.

Para desgracia humana, desde tal concepción se realizan abusos en el mundo y en nuestro país. Vividores y avivatos azuzan a ciudadanos del común para entablar pleitos contra el estado por las más exóticas e inverosímiles causas. No faltan los políticos, gobernantes, demagogos y populistas que hacen creer que el estado es milagroso y puede resolver todos los problemas incluidos aquellos que son de la órbita de cada individuo, de cada familia o de los negocios y asuntos privados.

rdaceved@gmail.com

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domingo, 20 de enero de 2013

DANIEL MORALES ROMERO, GOBIERNO LIMITADO Y ESTADO DE DERECHO

Libertad y Mercados es el título de una serie de programas que patrocina el Acton Intitute y el Liberty Fund. Tuve la suerte de asistir a uno cuyo tema fue Gobierno limitado y Estado de Derecho, que se realizó en Grand Rapids (Michigan) la semana pasada. (Para más información sobre el Acton visite http://www.acton.org/, y el Liberty Fund http://www.libertyfund.org/).


El formato de la actividad está diseñado para discutir con intensidad sobre los temas propuestos. Durante un fin de semana se dan tres conferencias y seis sesiones con discusiones socráticas sobre un programa de lecturas que permiten guiar la discusión: 16 participantes y 4 facilitadores que están a cargo de las conferencias y de moderar la discusión. Todas las lecturas fueron iluminadoras y cada una de ellas me dejó nuevas perspectivas sobre las que pensar, escribir y difundir. Las lecturas que más me gustaron fueron una selección de las siguientes obras: El Federalista (James Madison), Los Fundamentos Lógicos de la Libertad Constitucional y Política sin Romanticismo (James Buchanan), Camino a Servidumbre (Friedrich Hayek), Democracia en América (Alexis de Tocqueville), Centesimus Annus (Juan Pablo II), En las Leyes y la Gobernanza de Inglaterra (Sir John Fortescue), Summa Teológica (Santo Tomás de Aquino) y La Ciudad de Dios (San Agustín).
No es fácil sintetizar en pocas palabras la idea general que me hice sobre Gobierno Limitado y Estado de Derecho, pero esbozo algunas que me parecen resumen mi aprendizaje. Para asegurar el Estado de Derecho la acción del gobierno debe limitarse a garantizar la libertad y participación de los ciudadanos. Esto requiere dos ingredientes esenciales. Por un lado, la separación de poderes; y por otro, el carácter subsidiario del Estado. Por subsidiaridad se entiende que el Estado (y/o el gobierno) no pueden realizar acciones que pueden hacer la sociedad civil (lo que la sociedad civil debe y puede hacer, el Estado no lo debe hacer). En este sentido el papel del Estado es secundar a la sociedad civil a que busque el bien común, pero no de cualquier manera, sino en armonía con los bienes individuales de otros grupos de orden inferior (la escuela, la familia, la persona). En la Quadragesimo Anno se afirma que el papel del Estado, como asociación de orden superior, es el de empoderar a la sociedad civil a que busque sus propios bienes. Quizá el mejor resumen de lo que quiero transmitir se encuentra en el punto 44 de la Centesimus Annus, en la que no sólo se resalta la importancia de un gobierno limitado, sino que hace un llamado a una legislación capaz de proteger la libertad de todos.
En esta discusión se aprecian dos posturas. La primera, cómo hacer que la gente quiera contribuir al bien común; y la segunda, cómo hacer que la gente contribuya. La segunda postura requiere "enforcement", pero las dos requieren que la sociedad sea virtuosa. ¿Cómo hacer que la gente busque el bien por el bien mismo?
En medio de estas ideas de fondo estuvieron enmarcadas las discusiones sobre aspectos constitucionales que apuntan a las restricciones que se le deben imponer al Ejecutivo para asegurar la libertad de los individuos, la familia, la empresa, la sociedad civil. Quizá el pionero en esta materia fue Fortescue, que introduce el concepto de derechos individuales, que no están explícitamente definidos en las precursoras obras de San Agustín y Santo Tomás. Democracia en América y El Federalista fueron los mejores descubrimientos que hice durante la actividad. Ya tendré la oportunidad de reseñar parte de esas obras.
Me gustaría aprovechar para agradecer de forma especial el scholarship que hizo posible mi participación y las atenciones y diálogos que mantuve con los conferencistas y otros participantes. En particular, al Prof. Ross Emmett (Michigan State University), Prof. Kenneth Grasso (Texas State University), Prof. Adrew Yuengert (Peperdine University), Charissa Romens (Acton Institute) y Ryan Mulvey (Boston University), entre otros. Aquí les copio el link de Liberty and Markets por si alguien más se puede beneficiar de esta actividad http://www.acton.org/es/program/liberty_markets/home.
@DanielMoralesR
daniel.rafael@gmail.com

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