BIENVENIDOS AMIGOS PUES OTRA VENEZUELA ES POSIBLE. LUCHEMOS POR LA DEMOCRACIA LIBERAL

LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA
Mostrando entradas con la etiqueta GABRIEL BORAGINA. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta GABRIEL BORAGINA. Mostrar todas las entradas

lunes, 22 de junio de 2015

GABRIEL S. BORAGINA, EL PAPA FRANCISCO Y LA ECOLOGÍA

A raíz de la encíclica papal sobre protección del medioambiente Laudato si, y la grave cantidad de imprecisiones, desaciertos y errores de todo tipo que contiene, se hace necesario efectuar algunas reflexiones sobre los aspectos más lamentables de este nuevo documento de la Iglesia.

La lectura de la encíclica revela una visión catastrofista del tema medioambiental, lo que se plasma en las palabras del papa Francisco I cuando expresamente dice: "El estilo de vida actual, por ser insostenible, solo puede terminar en catástrofes, como de hecho ya está ocurriendo periódicamente en diversas regiones" [1]

En realidad, no es el estilo de vida sino la acción de los gobiernos lo que se torna insostenible, ya que son estos -y una legislación que ataca los derechos de propiedad- los que originan y desencadenen catástrofes de todo tipo.

"Sustituir combustibles fósiles por energías renovables. El pontífice considera que se ha vuelto "urgente e imperioso" desarrollar políticas para que en los próximos años se reduzcan drásticamente la emisión de anhídrido carbónico y otros gases altamente contaminantes. "En el mundo hay un nivel exiguo de acceso a energías limpias y renovables.

Todavía es necesario desarrollar tecnologías adecuadas de acumulación". "Sabemos que la tecnología basada en combustibles fósiles muy contaminantes -carbón, petróleo y gas- necesita ser reemplazada progresivamente y sin demora", explicó el papa."[2]

Sin embargo, como ha explicado el Dr. Alberto Benegas Lynch (h):
"R.C. Balling señala que “La atmósfera de la Tierra se ha enfriado en 0.13 grados centígrados desde 1979 según las mediciones satelitales […] A pesar de que modelos computarizados del efecto invernadero predicen que el calentamiento mayor ocurrirá en la región ártica del hemisferio norte, los registros de temperatura indican que el ártico se ha enfriado en 0.88 grados centígrados durante los últimos cincuenta años”. El mismo autor enfatiza que, debido a su efecto de enfriamiento, el dióxido de sulfuro provocado por aerosoles más que compensa la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera. En este último sentido y debido a las alarmas del tipo de las expuestas recientemente en nuestro país por Al Gore, es de interés citar una declaración del Excecutive Committee of the World Metereological Organization en Ginebra, que mantiene que “el estado presente del conocimiento no permite ninguna predicción confiable respecto del futuro de la concentración de dióxido de carbono o su impacto sobre el clima”.

También es importante subrayar que el fitoplancton consume dióxido de carbono en una proporción mayor que todo lo liberado por los combustibles fósiles y que los desajustes cíclicos en la capa de ozono se deben en buena medida a fenómenos meteorológicos como las erupciones volcánicas."[3]

Desafortunadamente, el papa Francisco comparte una visión sesgada y equivocada del tema medio-ambiental, la cual, asimismo es la que mayor difusión mediática goza, merced a que permite infiltrar postulados colectivistas de tipo marxista o neo-marxista, que apuntan -en definitiva- a la disminución y definitiva supresión de la propiedad privada, aspecto este último que el pontífice no disimula en varias partes de su encíclica, sin bien sin llegar al extremo de sugerir la eliminación de la propiedad privada en forma total, pero si considerándola la causante de muchos -o de la gran parte- de los males que denuncia en su documento.

"Advierte contra el control del agua por las multinacionales. "Mientras se deteriora constantemente la calidad del agua disponible, en algunos lugares avanza la tendencia a privatizar este recurso escaso, convertido en mercancía que se regula por las leyes del mercado", denunció Francisco. Para el pontífice, "el acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la supervivencia de las personas". Aseguró que el mundo tiene "una grave deuda social con los pobres que no tienen acceso al agua potable, porque eso es negarles el derecho a la vida radicado en su dignidad inalienable". El papa advirtió del peligro de que "el control del agua por parte de grandes empresas mundiales se convierta en una de las principales fuentes de conflictos de este siglo"."[4]

Pero al respecto se ha destacado que:

"Con razón se considera el agua indispensable para la vida del ser humano. Somos agua en un setenta por ciento y el planeta está compuesto en sus dos terceras partes por agua aunque la mayor proporción sea salada y en otra se encuentre atrapada por los hielos. F. Segerfeld nos informa que la precipitación anual sobre tierra firme es de 133.500 kilómetros cúbicos, de la que se evaporan 72.000, lo cual deja un neto de 41.500 que significa nada menos que 19.000 litros por día por persona en el planeta. A pesar de esto, se mueren literalmente millones de personas por año debido a la falta de agua o por agua contaminada. El autor explica que esto se debe a la politización de ese bien tan preciado, situación que no ocurre cuando la recolección, purificación y distribución se encuentra en manos privadas, que si quieren prosperar deben atender los requerimientos del público sin favores ni componendas con el poder gubernamental del momento. Ejemplifica con los casos de Ruanda, Haití y Camboya donde las precipitaciones son varias veces mayores que en Australia, pero en los primeros casos hay crisis de agua mientras que esto no ocurre en el segundo por las razones apuntadas. Por esto es que el premio Nobel en economía Vernon L. Smith escribe que “El agua se ha convertido en un bien cuya cantidad y calidad es demasiado importante como para dejarla en manos de las autoridades políticas” y, en el mismo sentido, Martin Wolf, editor asociado del Financial Times, apunta que “el agua es demasiado importante para que no esté sujeta al mercado”.[5]

No obstante, contradictoriamente, en otra parte de su encíclica, el papa propone "reducir el consumo de agua" (!!) con lo cual se advierten las inconsistencias señaladas.

En definitiva, esta desafortunada encíclica papal -pese a las indudables buenas intenciones que han inspirado a su autor-, aconseja medidas que ya se han probado ineficaces para "mejorar" el medio ambiente y el entorno ecológico en general, además de contener severas imprecisiones científicas, sesgadas muchas veces por elementos ideológicos que se infiltran en quienes se ocupan de ordinario de la problemática ecológica.

[1] http://www.20minutos.es/noticia/2492784/0/papa-enciclica/revolucion-verde/inmension-deposito-porqueria-cambio-climatico/
[2] Ídem anterior.
[3] https://eseade.wordpress.com/2015/05/14/debate-sobre-ecologia-2/
[4] Ver nota 1
[5] Alberto Benegas Lynch (h) en trabajo citado en nota 3

Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina

EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, SIN COMUNISMO UN MUNDO MEJOR ES POSIBLE, ESTO NO PUEDE CONTINUAR, TERCERA VIA, DESCENTRALIZAR, DESPOLARIZAR, RECONCILIAR, DEMOCRACIA PARLAMENTARIA, LIBERTARIO ACTUALIDAD NACIONAL, VENEZUELA, NOTICIAS, ENCUESTAS, ACTUALIDAD INTERNACIONAL,

viernes, 5 de junio de 2015

GABRIEL BORAGINA, CONOMÍA, MORAL Y BIEN COMÚN

Normalmente se enfrenta el concepto de bien común al de bien particular tendiéndose a identificar a este último con sistemas como el capitalista, en tanto que al primero con el colectivista. No obstante, es cierto que, tanto los partidarios del capitalismo como los del colectivismo, emplean la expresión bien común como se destaca seguidamente:
"Conceptos indefinidos e indefinibles como el interés público o el bien común, que esgrimen tanto los enemigos como los defensores del capitalismo, serían resabios de una visión tribal del ser humano que sólo sirven para escapar de la moral, mas no de guía moral".[1]
Por nuestra parte, hemos sostenido –y lo seguimos haciendo- que la expresión bien común (sin calificaciones) remite al bien de todos los individuos, sea tomados como conjunto como individualmente, lo que implica que la violación de los derechos de una sola persona importa tanto una transgresión particular hacia ella en concreto como –simultáneamente- al bien común, por cuanto si hay por lo menos una persona que resulta lesionada en sus derechos se quiebra el bien común para transformarse en el bien de una mayoría contra el de una minoría.
"La justificación "moral" del capitalismo no está en la afirmación altruista de que representa la mejor forma de lograr "el bien común". Es verdad que el capitalismo permite alcanzar el bien común —si es que esa expresión efectista tiene algún significado—, pero ello constituye solamente una consecuencia secundaria. La justificación moral del capitalismo radica en el hecho que éste es el único sistema concordante con la naturaleza racional del hombre, que protege la supervivencia del hombre en tanto hombre, y cuyo principio rector es la "justicia".[2]
Resulta inaceptable para nosotros el machacón argumento colectivista que opone el bien común al bien particular o viceversa. Entendiendo que los derechos de unos no pueden violar derechos de otros (lo que sería -aparte de paradójico- contradictorio), nadie que ejerza su derecho puede ir en contra del bien común por aplicación de esta misma regla (los derechos no pueden violar derechos). Esto tiene inmediata aplicación práctica, por cuanto quien reclame el ejercicio legítimo de su derecho de propiedad no puede ser acusado de ir "en contra" del bien común. De la misma manera que, nadie en nombre del bien común puede impedir u obstaculizar que otro ejerza su legítimo derecho de propiedad, ya sea en forma individual o por medio de cualquier clase y especie de legislación, y ya fuere un particular quien lo intente o sea el gobierno mismo. En este último caso, quienes estarían violando el bien común serian ese particular o ese gobierno que pretenda restringir derechos de otros, como -por ejemplo- el de propiedad.
"el proceso de elaboración y decisión sobre políticas públicas necesita de sólidas instituciones que permitan su implementación en aras del bien común, evitando las presiones de los sectores afectados y superando los problemas de información e incentivos que afectan al mercado"[3]
Este enfoque parece contraponer el bien común al bien sectorial o de determinados grupos, lo que da a entender la expresión utilizada por el autor ("sectores afectados"). De ser esta la interpretación correcta se enmarca dentro de lo que afirmamos en el párrafo anterior. No obstante, no podemos dejar de señalar el peligro que representa la elaboración de políticas públicas por parte de los miembros de las burocracias políticas y gubernamentales, justamente por el fuerte incentivo que estas tienen a favorecer precisamente a "sectores afectados", convirtiéndolos en sectores privilegiados, lo que, nuevamente, a nuestro criterio, viola el bien común. De esto último da buena cuenta la siguiente cita:
"La opinión general -cuidadosamente cultivada, claro está, por el Estado mismo- es que los hombres se dedican a la política o ejercen el gobierno motivados sólo por su preocupación por el bien común y el bienestar general. ¿Qué es lo que confiere a los gobernantes la pátina de una moral superior? Quizás el hecho de que la gente tiene un conocimiento vago e instintivo de que el Estado está involucrado en el robo y la depredación sistemáticos, y siente que sólo una dedicación altruista por parte del Estado hace tolerables estas acciones".[4]
Como han demostrado autores como James Buchanan y Gordon Tullock, las motivaciones que animan a los políticos -ya sea en función de gobierno o como aspirantes a ocupar posiciones de poder dentro del mismo en cualquiera de sus estructuras- es ni más ni menos que la de cualquier otra persona común y corriente. No están inspirados en el bien común más que en sus propios intereses personales, y con la mira puestas en su bien privado y particular como el menor en poder de los ciudadanos. En realidad, están menos infundidos en el bien común que en su bien personal y privado. La visión romántica -e infantil- del político como "defensor" y "representante" del bien común es increíblemente mayoritaria no obstante.
"En la medida en que se construían las fábricas y comenzaban a emitir humo, destruyendo las huertas de los granjeros vecinos, éstos demandaban a sus propietarios por daños y solicitaban la intervención de los tribunales para evitar una mayor invasión a sus propiedades. La respuesta de los jueces era: "Sabemos que, lamentablemente, el humo industrial (es decir, la contaminación del aire) invade y lesiona sus derechos de propiedad. Pero hay algo más importante que los meros derechos de propiedad, y es la política pública, el 'bien común'. El bien común decreta que la industria y el progreso industrial son algo bueno, y por lo tanto sus simples derechos de propiedad privada deben ser abrogados en nombre del bienestar general".[5]
Aquí tenemos la versión colectivista del bien común a la que nos hubiéramos referido al comienzo, en la que se utiliza el bien común por parte de una autoridad (en este caso judicial) para destruir todos los demás derechos (en el ejemplo, el de propiedad que sirve de fundamento a todos los demás derechos).

[1] Ayn Rand. ¿Qué es el capitalismo? Estudios públicos. Introducción. pág. 64.
[2] Rand A. ídem anterior, pág. 74
[3] Martín Krause. Índice de Calidad Institucional 2012, pág. 8
[4] Murray N. Rothbard. For a New Liberty: The Libertarian Manifesto. (ISBN 13: 9780020746904). Pág. 74
[5] Murray N. Rothbard, ídem. anterior, Pág. 298.          
                                                                                             
Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina

EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, SIN COMUNISMO UN MUNDO MEJOR ES POSIBLE, ESTO NO PUEDE CONTINUAR, TERCERA VIA, DESCENTRALIZAR, DESPOLARIZAR, RECONCILIAR, DEMOCRACIA PARLAMENTARIA, LIBERTARIO ACTUALIDAD, NACIONALES, VENEZUELA, NOTICIAS, ENCUESTAS, INTERNACIONAL, ALEMANIA, ESTADOS UNIDOS, ESPAÑA, COLOMBIA, ARGENTINA,

jueves, 23 de abril de 2015

GABRIEL BORAGINA, ESTADO, EMPLEO Y EMPRESAS

Sigue sorprendiéndome la ingenuidad (o mala fe quizás, no sé bien) de la gente que cree que el gobierno no intervine en la economía y no únicamente en la economía, sino en la vida de todos nosotros. 

Sólo desde el desconocimiento de la gran cantidad de regulaciones que existen, distribuidas todas entre leyes, decretos, resoluciones, etc. que implican múltiples controles de todo tipo, pueden afirmarlo.

Estos mismos ingenuos "creen" que el gobierno puede "generar" empleo, cuando lo único que pueden hacer los gobiernos es crear puestos de trabajo en el sector estatal a costa del sector privado.
La “generación” implica la creación de algo nuevo. Algo que antes no existía. En este sentido de la palabra "generación", el gobierno nunca “genera” nada.
Pero si se quiere seguir usando la palabra “generar” hay que decir que todo lo que el gobierno “genera” de un lado lo des-genera del lado opuesto.
Los recursos con los cuales el gobierno paga los salarios de sus “empleados públicos” provienen de dos fuentes principales: impuestos o inflación (en suma, ambos son la misma cosa, por cuanto ocasionan los mismos desastrosos efectos económicos). 
Pero parece "creerse" que los sueldos que el estado-nación paga a sus “empleados” proceden generosamente del bolsillo de los burócratas y gobernantes, cuando los bolsillos desde los cuales se los expolia son los de los contribuyentes, a su vez los mismos trabajadores, tanto del sector estatal como del privado. Es decir, lo que se "les da" por un lado se les quita por el otro.
Con lo que advertimos que los gobiernos no “generan” nunca nada. Lo máximo que hacen es sacarlo de un lugar y ponerlo en el opuesto. O dicho en forma más simple: "le cobro 100 a Pedro en impuestos con los cual le pago 100 de salario el empleado estatal Juan". Esto no es “generación” de empleo, es -simplemente- un “pasamanos”, en el que se castiga económicamente a unos para darles a otros. Ergo, el estado-nación nunca “generó” ni puede “generar” empleo ni cosa productiva alguna.
Otros piden que el gobierno “apoye decididamente empresas y que forme un marco jurídico” para ello. Seguramente estarán pensando en sus propias empresas. Alguien debería avisarles que el estado-nación hace tiempo que apoya empresas en detrimento de otras (no podría económicamente ser diferente) y que es uno de los principales problemas económicos mundiales. Aseveran, asimismo, que “Si no hubiera Estado no tendríamos trabajo, ni seguridad, ni educación ni nada”. ¡Como si antes de que los gobiernos surgieran nadie trabajara, ni hubiera seguridad, ni existiera la educación, ni existiera nada! Para esta clase de sujetos, el gobierno inventó todo, hasta quizás la vida individual misma, como pretendía Hegel.
Y luego de pedir "el apoyo de empresas" por parte de los gobiernos, se quejan de que en las últimas décadas el estado-nación “favoreció empresas en desmedro de otras”. De lo que en realidad se deben estar lamentando, es de que aquellas empresas favorecidas no hayan sido las suyas, donde ellos trabajaban o trabajan actualmente. Piden que el gobierno “favorezca decididamente” la formación armónica de empresas (dentro de las cuales –nuevamente- deben contar con la de ellos) y agregan “sin que haya oligopolios como los hay ahora en zonas donde no es necesario”. Cabría preguntarles a estos sujetos ¿dónde creen "necesario" que el “estado” forme oligopolios? Mi respuesta a estas personas es que los gobiernos siempre inevitablemente conforman oligopolios, monopolios, cartels, etc. y que en todos los casos ellos son innecesarios. Pero estos señores que así vociferan, lo que en realidad deben deplorar es que el gobierno no les haya dado en el pasado ni les otorgue en el presente un oligopolio, o mejor aún, un monopolio a ellos mismos y a sus empresas. Y seguramente, es desde ahí de donde viene esa queja. No piden libertad empresarial. No demandan libre competencia. No exigen mercados libres. Reclaman que el estado-gobierno los socorra a ellos y no a los demás empresarios. Y que si hay oligopolios, quieren que sean los “necesarios”. Nuevamente, los “necesarios” han de ser los que los incluyan a ellos dentro del oligopolio.
Añaden que “No es cuestión de ser de izquierda ni de derecha. Pensar en esos términos –dicen- es anacrónico. Hay que ser pragmático”. Pero resulta que los "pragmáticos" siempre terminan siendo dominados, o por la izquierda o por la derecha, y concluyen proponiendo lo mismo que una, otra, o peor, ambas. Encima, son tan ilusos y pueriles que se creen "ajenos" e "inmunes" a toda influencia ideológica. 
Cuando uno escucha sus "recetas" resulta ser que no son otra cosa que una mala combinación de las de izquierda con derecha. Se creen muy "originales" y listo, asunto "solucionado". Su "pragmatismo" (cuando es sincero y no fingido) es pura ingenuidad. En suma, terminan recomendado siempre recetas de izquierda, de derecha, o de centro, sólo que sin llamarlas así, y a veces sin reconocerlas siquiera como provenientes de un lado o del otro. Serán "pragmáticos" según ellos, pero son bastante poco originales.
Siguen con el juego de palabras cuando afirman que “El problema radica cuando uno se ata a un idea tercamente, en contra de toda razonabilidad económica y circunstancias”. Seguramente que entenderán por “razonabilidad económica” lo que solamente ellos piensan. Y se contradicen cuando creen que la “razonabilidad económica” no es una idea. Expresan ideas contra las ideas, y a esto le llaman "pragmatismo". No pueden ser más patéticos y contradictorios. Carecen de toda seriedad.
Y sentencian: “Tenemos que entender que TODOS tenemos derecho a la abundancia y que es necesario equilibrar las cosas, pero hacia un lado u otro”. 
Es extraño que llamen "equilibrio" a eso. Y quieren tener un “derecho a la abundancia”, es decir a que el gobierno los haga ricos a ellos (no a los oligopolios “innecesarios”). 
Así es muy fácil. Ellos solucionan su problema económico y pasan por “buenos” y “decentes” declamando en nombre de todos (“tenemos que...”). Si se trata de ingenuos, que sigan esperando que el gobierno “nos haga ricos y abundantes a todos”. Esperarán una eternidad por ello. El gobierno sólo puede enriquecer a unos pocos. Y ellos esperan estar primeros entre los elegidos.

Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina

EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, SIN COMUNISMO UN MUNDO MEJOR ES POSIBLE, ESTO NO PUEDE CONTINUAR, UNIDAD NACIONAL ALTERNATIVA, DESCENTRALIZAR, DESPOLARIZAR, RECONCILIAR, DEMOCRACIA PARLAMENTARIA, LIBERTARIO ACTUALIDAD, VENEZUELA, INTERNACIONAL, NOTICIAS, ENCUESTAS,

jueves, 16 de abril de 2015

GABRIEL BORAGINA, COMERCIO INTERNACIONAL: DE LA SOCIEDAD CERRADA A LA ABIERTA

No resulta posible abordar el tratamiento del comercio internacional sin destacar primero el del comercio en sí mismo. Y así se ha dicho que: "Sin la existencia del comercio cada grupo humano y, en último análisis, cada unidad consumidora, estaría condenada a satisfacer todas sus necesidades mediante la elaboración de sus propios recursos. 

Gracias al comercio es posible entonces una ampliación inmensa de los bienes a los cuales se tiene acceso, generándose además una creciente especialización productiva que, como ya lo indican los estudios clásicos sobre comercio internacional, favorecen tanto a vendedores como a compradores. 

Es esta especialización, en última instancia, la que ha permitido el gigantesco progreso en la productividad que caracteriza y hace posibles a las sociedades modernas, pudiendo decirse entonces que sin el comercio sería inconcebible la civilización tal como la conocemos."[1]

De este modo, los conceptos de comercio, especialización y civilización se tornan conexos e interdependientes. Pero a lo expresado falta agregar lo que estimamos la condición básica para que estos efectos se logren, y esta es la de libertad, sin la cual la aludida "ampliación inmensa de los bienes a los cuales se tiene acceso" nunca obtendría lugar.

Existen autores que encuadran el comercio internacional dentro de la categoría de las leyes sociológicas como, por ejemplo, se advierte en la cita siguiente:

"Al hablar de leyes sociológicas o naturales de la vida social, no nos referimos en particular a las leyes de la evolución, por las cuales los historicistas como Platón demuestran tanto interés; pese a que, de existir uniformidades de cualquier Índole en la evolución histórica, su formulación tendría que caer, ciertamente, dentro de la categoría de leyes sociológicas. 'Tampoco nos referimos especialmente a las leyes de la «naturaleza humana», es decir, a las uniformidades psicológicas y socio psicológicas de la conducta humana. Nos referimos, más bien, a leyes tales como las enunciadas por las modernas teorías económicas, por ejemplo, la teoría del comercio internacional o la teoría de ciclo económico. Estas y otras importantes leyes sociológicas se relacionan con el funcionamiento de las instituciones sociales."[2]

Aparentemente la mención a la teoría del comercio internacional y a la del ciclo económico son ejemplificativas, por lo que cabría intuir que para el autor en comentario existirían otro tipo de teorías económicas además de las citadas que incluirían tantas otras leyes, las que podrían contener leyes contrapuestas entre sí conforme a lo que contrasten las diversas teorías económicas que sean las que las formulen. Pero no es nuestro propósito en este punto ahondar sobre las cuestiones a las que alude K. R. Popper en la cita sino, más bien, llamar la atención de cómo un filósofo como él otorga importancia a la teoría del comercio internacional (sin que sea posible establecer a cuál teoría concreta del mismo se refiere, ya que -como es sabido- existe más de una teoría que aborda la problemática del comercio internacional). 

Por otra parte, también es de interés advertir como K. R. Popper considera leyes sociológicas a "las enunciadas por las modernas teorías económicas". Y en esa línea, observemos asimismo como este autor relaciona la caída del tribalismo con el comercio internacional, como lo hace aquí:

"Claro está que esa revolución no fue realizada conscientemente. El derrumbe del tribalismo, de las sociedades griegas cerradas, puede remontarse a la época en que el crecimiento de la población comenzó a hacerse sentir entre la clase gobernante de terratenientes. Esto significó el fin del tribalismo «orgánico», pues creó una fuerte tensión social dentro de la sociedad cerrada de la clase gobernante. En un principio pareció hallarse una especie de solución «orgánica» para este problema, consistente en la creación de ciudades hijas.

El carácter «orgánico» de esta solución fue subrayado por los procedimientos mágicos adoptados en el envío de colonos. Pero este ritual de la colonización sólo logró postergar la caída, llegando a crear incluso nuevos focos de peligro, allí donde provocaba el surgimiento de nuevos contactos culturales, que, a su vez, creaban lo que quizá fuese el peor peligro para la sociedad cerrada: el comercio con la nueva y pujante clase de los mercaderes y navegantes. Hacia el siglo VI a. C., este nuevo desarrollo había llevado a la disolución parcial de las viejas formas de vida e incluso a una serie de revoluciones y reacciones políticas."[3]

Efectivamente, así parece haber sido el proceso que llevó del desplome de la sociedad cerrada al inicio de la sociedad abierta. Dos factores se señalan en la cita: el crecimiento poblacional y el comercio. Y creemos que asiste mucha razón a K. R. Popper cuando afirma que "lo que quizá fuese el peor peligro para la sociedad cerrada: el comercio con la nueva y pujante clase de los mercaderes y navegantes" fue determinante para la desaparición del tribalismo. En otras palabras, el nacimiento del incipiente comercio internacional en la época, desarrollada como es sabido a través del transporte terrestre (por sobre todo) pero que encontraría un indudable impulso cuando -casi de inmediato- se le añadió el marítimo. 

La observación adquiere sorprendente actualidad cuando prestamos atención en el mundo de nuestros días al empeño y el afán que ponen los gobiernos del orbe por regresar nuevamente al modelo de sociedad cerrada que imperaba en la época antigua, y que tanto daño hizo a nuestros antecesores. No otra cosa representan las modernas formas de intervención de las burocracias mundiales en el campo del comercio exterior, que procuran por todos los medios privarlo de los enormes beneficios sin cuento que produce para las masas la irrestricta vigencia de un comercio internacional libre de toda traba e injerencia gubernamental o no gubernamental.

Los tiranos siempre tratan de controlar el comercio en todas sus formas para enriquecerse a sí mismos y perjudicar a las masas.

[1] Carlos Sabino, Diccionario de Economía y Finanzas, Ed. Panapo, Caracas. Venezuela, 1991. Voz "comercio".
[2] K. R. Popper. La sociedad abierta y sus enemigos. Paidos. Surcos 20. pág. 82
[3] K. R. Popper. La sociedad abierta y sus enemigos. Paidos. Surcos 20. Pág. 192

Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina

EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, SIN COMUNISMO UN MUNDO MEJOR ES POSIBLE, ESTO NO PUEDE CONTINUAR, UNIDAD NACIONAL ALTERNATIVA, DESCENTRALIZAR, DESPOLARIZAR, RECONCILIAR, DEMOCRACIA PARLAMENTARIA, LIBERTARIO ACTUALIDAD, VENEZUELA, INTERNACIONAL, NOTICIAS, ENCUESTAS,

viernes, 3 de abril de 2015

GABRIEL BORAGINA, INTERVENCIONISMO, IMPUESTOS Y PRODUCTIVIDAD

Las creencias populares sobre economía continúan siendo bastante disparatadas, a pesar de la cantidad de aportes que ha hecho la Escuela Austriaca de Economía en pos de la cordura económica. Los dislates más difundidos en la materia vienen de la mano de "economistas" (algunos inclusive renombrados premios Nobel) que son entusiastamente propagados por la prensa internacional como portadores de "recetas mágicas" que siempre incluyen a los gobiernos en su papel de artífices "insustituibles" de la política económica.

En este lugar, volveremos a examinar algunas de las falacias y absurdos más creídos aun hoy en día en temática económicas. En primer término, la estúpida idea (contraria al más elemental sentido común) de que "cobrándole más impuestos a los ricos se mejora la condición de los pobres". Al respecto se citan -equivocada y aburridamente- los casos de los países nórdicos, Alemania, Francia y los llamados "tigres asiáticos".
Esos países, no son "mas" productivos porque tienen más impuestos sino al revés. Serian más productivos si tuvieran menos impuestos. No debemos poner "la carreta delante del caballo". Dado que la ignorancia sobre este punto es tan grande (incluso -como decimos- entre destacados profesionales), explicaremos el tema como si lo hiciéramos a un niño de corta edad, usando el ejemplo típico que se da en las escuelas para enseñar aritmética, que es el de las manzanas (los lectores podrán usar la fruta que prefieran si no les gustan las manzanas, ya que vale tanto para naranjas, peras, como para dólares o euros). Es una cuestión de simple lógica que si tengo una manzana hoy, y mañana paso a tener dos, eso significa que he sido más productivo en términos de manzanas. Si al día siguiente paso a tener tres manzanas implica que mi productividad se ha multiplicado por tres, desde una situación original en la cual no tenía ninguna manzana. Esto es tan simple que hasta el niño más atrasado en la escuela puede entenderlo a la perfección.
Ahora bien, si tengo dos manzanas y el gobierno me cobra una de impuesto, me queda una manzana, no dos ni menos aun tres!!. No soy "mas" productivo después del impuesto sino menos! La cuestión no cambia en nada si en lugar de dos manzanas estuviéramos hablando -por ejemplo- de dos millones de dólares. La aritmética funciona igual en este último caso, de tal suerte que si tengo dos millones de dólares y el gobierno me cobra un millón en impuestos, me queda un millón, no los dos, ni menos aun tres millones como dicen los gobernantes nórdicos o europeos para justificar sus políticas de expoliación al sector productivo de la economía. Porque, después de todo, de esto se trata el impuesto: de expoliar al sector productivo de la economía que se vuelve cada vez mas improductivo en la medida que la expoliación continúe, y dejará de ser productivo en la exacta medida en que la expoliación del gobierno no sólo se perpetúe sino que se acreciente.
En suma, cobrar más a los ricos empobrece más a los pobres. Esto lo vemos por todas partes. Vale el ejemplo de las manzanas.... y toda la estadística e historia económica del mundo. Ningún país se ha "desarrollado" en base a impuestos. Si no todo lo contrario. Lo que resta no puede sumar!
Hoy en día es frecuente citar el caso de China como país que "progresa" en base a un sistema intervencionista, mixto o hibrido, que combina "políticas" capitalistas con socialistas. Pero es un gravísimo error suponer que China haya prosperado "por aplicar una mezcla" de políticas capitalistas/socialistas, es decir, aplicando intervencionismo. La lectura correcta del caso chino es que ese país hoy mejora "A PESAR" de la "mezcla" y no "POR", o "DEBIDO A" ella. Son cosas diferentes.
Primero, porque -vuelvo a repetir- el capitalismo no es una "política". Es un sistema económico. Son  cosas diferentes. China "adelanta" porque aplica algunas pocas medidas capitalistas (tímidas aperturas al comercio exterior por sobre todo). Y no por su "mezcla" con otras socialistas. Y ese "prosperar" es muy pobre en comparación a lo que lo sería si hubiera más capitalismo en China (lo que en otras palabras implicaría: más libertad, más propiedad privada, más economía libre, etc.).
Por lo demás, a nosotros no nos interesan los "países" como entelequias. Nos importan los pueblos, la gente, las personas, los seres humanos en una palabra. Los "países" en rigor no existen. Son ficciones, hipóstasis, entidades -en última instancia- mentales. Las que existen son las personas, los seres humanos reales y concretos. Esto es lo que nos concierne al pro-capitalista como yo. No los estados-nación. Aclaro esto porque (más allá de las diferencias conceptuales en materia política-jurídica) entre los vocablos "país", "estado", "nación", etc. con estas expresiones vulgarmente se aluden a los gobiernos exclusivamente. Lo que sucede aun cuando se utilice el nombre específico de un determinado país. Así, cuando la gente dice cosas como por ejemplo "Francia arribó a un acuerdo comercial con Alemania", lo que en realidad se está queriendo decir es que "El gobierno francés llegó a un acuerdo comercial con el gobierno alemán" que -por otra parte- designa correctamente el hecho real enunciarlo de este último modo. Formularlo así deja abierta la posibilidad a pensar que, tanto el pueblo alemán como el francés podrían -en realidad- estar en contra del mentado "acuerdo" entre sus dos gobiernos (cuestión que -por lo general- se da con harta frecuencia).
Es crucial en este último sentido que la propiedad privada pertenezca al pueblo y no al estado-nación.
Tanto desde el relativismo epistemológico (que tan bien refutara Ludwig von Mises) como desde el constructivismo (hecho trizas a su turno por el Premio Nobel, Friedrich A. von Hayek) se quieren relativizar los hallazgos notables de la Escuela Austriaca de Economía, parte de los cuales consisten en lo que hemos venido enumerando en los párrafos precedentes. Pero el mérito de esta escuela ha residido justamente en dar por tierra con los sofismas relativistas y de la pléyade de ingenieros sociales que pueblan las cátedras y gobiernos del mundo.
Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina

EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, SIN COMUNISMO UN MUNDO MEJOR ES POSIBLE, ESTO NO PUEDE CONTINUAR, UNIDAD NACIONAL ALTERNATIVA, DESCENTRALIZAR, DESPOLARIZAR, RECONCILIAR, DEMOCRACIA PARLAMENTARIA, LIBERTARIO ACTUALIDAD, VENEZUELA, INTERNACIONAL, NOTICIAS, ENCUESTAS,

sábado, 13 de diciembre de 2014

GABRIEL BORAGINA, ASISTENCIALISMO Y "POLÍTICAS PÚBLICAS", DESDE ARGENTINA

GABRIEL BORAGINA
Como ya hemos señalado en otras oportunidades, bajo la máscara de las llamadas "políticas públicas" se esconden no pocas veces los proyectos asistenciales más variados que, sin embargo, tienen todos ellos un denominador común que se descubre a la hora de ponerlas en práctica : será necesario expoliar a los contribuyentes para poder efectuarlas. En suma, echar mano a la mal llamada "justicia social" que en definitiva consiste en algo simple: quitarles a unos lo que les pertenece para darles a otros lo que no les pertenece. Los partidarios de las "políticas públicas" se consideran a sí mismos o se hacen llamar "hombres prácticos" que desprecian a los teóricos. Estos últimos son tratados con epítetos desdeñosos por dedicarse a la investigación y a la enseñanza. Y así se ha dicho que:
"Muchas veces se tratan estos temas como si estuvieran en departamentos estancos: una cosa son los teóricos de la investigación y la enseñanza y otra bien distinta son los prácticos de la coyuntura. Unos se encierran en sus torres de marfil discutiendo sobre el sexo de los ángeles y otros son los profesionales de la coyuntura bien asentados sobre la realidad y la práctica de todos los días. Así se pinta la caricatura de estos dos campos de acción. Sin duda se trata de roles distintos pero, nuevamente, cabe recalcar que no hay políticas públicas o análisis de coyuntura que no se basen en la teoría. Esta podrá ser defectuosa o idónea pero no hay comentario práctico que no esté sustentado en un esqueleto teórico. Pretender buenas políticas públicas sin andamiaje teórico-conceptual es lo mismo que pretender que existan productos farmacéuticos sin investigación médica. El menosprecio por la investigación y la transmisión de teorías inexorablemente conduce a políticas públicas de peor calidad. Revalorizar el estudio teórico es uno de los cometidos más importantes de la sociedad moderna."[1]
Los partidarios de las "políticas públicas" piensan que "una cosa es la teoría y otra cosa bien distinta es la práctica", y seducen a muchísimos incautos repitiendo esta falacia tan conocida y divulgada en prácticamente todos los ámbitos, generando la mayor de las confusiones y de los desconciertos en la gente. Sin embargo, esos sedicentes "hombres prácticos" son tan teóricos como los teóricos que ellos desaíran y que se desempeñan en el campo de la enseñanza. Los políticos echan mano de esos autodenominados "hombres prácticos", que no pocas veces se terminan convirtiendo en asesores de aquellos políticos ya en función de poder, y acaban adoptando las "recetas" de "políticas públicas" recomendadas, que siempre se traducen en el mismo resultado : aumentos del gasto público, de impuestos, de tasas, contribuciones, alícuotas y demás instrumentos financieros para poder costear tales "magníficos proyectos" que -se repite como loro- van a finalizar "favoreciendo a los que menos tienen". Cuando la realidad indica que cada vez perjudican más a la gente de menores recursos.
"El práctico no hace más que adoptar teorías ya aceptadas. Si el práctico menosprecia al campo teórico su disciplina se estancará o entrará en franco retroceso al tiempo que teóricos con otras concepciones ocuparán los espacios vacíos para que otras teorías le corran la practicidad al práctico. En el caso de las ciencias sociales resulta patético observar cómo muchas organizaciones pretenden contribuir “al mejoramiento de la sociedad” restringiendo fondos a los estudios teóricos que, como queda dicho, hacen de apoyo insustituible para el mejoramiento de “la práctica”. Invertir las prioridades es como poner la carreta delante de los caballos puesto que una vez entendido el campo conceptual, el resto se da por añadidura. Invertir los pasos es como pretender aplicar algo antes de concebirlo."[2]
Los teóricos de las "políticas públicas" (que no se consideran teóricos cuando en realidad lo son) no constituyen excepción cuando conforman organizaciones del tipo ONG o de cualquier otro, con el fin de recaudar fondos que dicen querer ser destinados a la "ayuda" de los más necesitados. En definitiva, y sin eufemismos, a combatir la pobreza. Sin embargo, suelen fracasar, porque confunden continuamente pobreza con desigualdad, y en lugar de concentrarse en atacar a la primera centran sus dardos en la segunda. Es aquí donde se evidencian las fallas conceptuales que tienen esos teóricos de las "políticas públicas", son incapaces de distinguir las diferencias entre pobreza y desigualdad, a la par que, independientemente de esto último, terminan convirtiéndose en mendicantes de subsidios estatales, por cuanto en sus mal fundadas "teorías" creen que es "función" del estado "la lucha contra la desigualdad". Son incompetentes para comprender que si se suprimiera la desigualdad la especie humana se extinguiría por completo en muy pocas décadas. Y, como también dijimos un sinfín de veces, el rol de los incentivos y desincentivos es fundamental en este tema:
"Otro factor poderoso en el aumento de las nóminas de asistencia social es la creciente desaparición de varios fuertes desincentivos para acogerse a ese régimen. El más importante de ellos ha sido siempre el estigma que significaba para toda persona el subsidio a la desocupación, que la hacía sentir que vivía parasitariamente a expensas de la producción en lugar de contribuir a ella. Este estigma fue eliminado por valores que han penetrado en el moderno populismo socialdemócrata; además, los organismos gubernamentales y los propios asistentes sociales cada vez instan más a la gente a recibir lo antes posible beneficencia por parte del Estado. La idea "clásica" del asistente social era la de alguien que ayudaba a las personas a ayudarse a sí mismas, que las impulsaba a lograr y mantener su independencia y a valerse por sus propios medios. El propósito de los asistentes sociales era ayudar a los que vivían de la beneficencia del gobierno a salir de esa situación tan pronto como fuera posible. Pero ahora tienen el objetivo opuesto: tratar de que la mayor cantidad de gente posible reciba asistencia social, promocionar y proclamar sus "derechos"."[3]
En esto desembocan habitualmente las "políticas públicas": proliferación de subsidios, planes sociales, ayudas de todo tipo bajo el pueril pretexto de "inclusión social". El resultado es la más pavorosa exclusión social como nunca antes se hubiera visto.

[1] Alberto Benegas Lynch (h). El juicio crítico como progreso. Editorial Sudamericana. Pág. 166-167
[2] Alberto Benegas Lynch (h). El juicio crítico...ob. cit. Pág. 166 -167

[3] Murray N. Rothbard. For a New Liberty: The Libertarian Manifesto. (ISBN13: 9780020746904). Pág.   171-173

Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina

EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, DIARIO DE OPINIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, ACTUALIDAD INTERNACIONAL, OPINIÓN, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, REPUBLICANISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA,ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,

jueves, 13 de noviembre de 2014

GABRIEL BORAGINA, ESTADO Y RESPONSABILIDAD SOCIAL

GABRIEL BORAGINA
La idea de que el estado-nación ha de hacerse cargo de la mayoría o, peor aún, de todos nuestros problemas, es -como hemos señalado en múltiples oportunidades- de antigua data, y de profunda raigambre entre las personas, no sólo en Latinoamérica sino en el mundo entero. Aunque, claro está, con diversas intensidades y cantidades de aplicación. Será interesante rastrear en la historia los casos en que esto comenzó a suceder y los lugares donde tuvo su origen:

"En general la intromisión del estado en Inglaterra fue acentuándose desde la primera guerra pero en la década del cuarenta comienza una etapa distinta marcada clara y contundentemente por la intensa participación del estado en temas llamados de “seguridad social”. El llamado “estado de bienestar” o “estado benefactor” divorció la moral de la política social y afectó la idea de la responsabilidad individual y los incentivos para los emprendimientos privados al tiempo que se acentuó el deterioro del concepto del derecho transformándolo en una enumeración de deseos con rango cuasi constitucional con lo que en buena medida se destruyó el concepto del respeto por el fruto del trabajo de otros y la idea de autonomía individual degradándose la idea de la solidaridad y la benevolencia. Se implantó la curiosa teoría de que el antropomorfismo “sociedad” era la responsable de los problemas sociales y, a través del estado, tenía la obligación moral de resolver estos problemas. Este fue el sentido del Beveridge Report, documento publicado en 1942 que anunció al “estado de bienestar” como una “revolución británica”.[1]
Estas consecuencias, por supuesto, no se limitaron al caso de Inglaterra, sino que se extendieron por todo el mundo desde entonces y hasta nuestros días. Pero en realidad, ya conocía antecedentes con la Socialpolitik implementada por el canciller Otto von Bismarck en Prusia en el siglo anterior al de la primera guerra mundial. Dicha invasión del estado-nación en los asuntos privados y -por sobre todo- en temas en los que se debatían las causas de la pobreza y de la riqueza, fue debida -a su vez- a la incomprensión de las masas respecto de elementales cuestiones económicas, y –fundamentalmente- de la profunda interrelación que estas tienen con las denominadas "políticas sociales". Lo que -a su turno- fue consecuencia de la popularidad creciente de las erradas ideas socialistas entre los dirigentes políticos y los intelectuales. La separación conceptual apuntada entre "políticas sociales" y economía fue lo que indujo a pensar a dirigentes y dirigidos que existía un divorcio entre unas y otras. Bajo esta falacia se construyó la teoría del "estado benefactor", y todos los mitos que se tejieron respecto de sus "prodigiosas capacidades" para "solucionar" la vida de casi todo el mundo. Esto provocó la subversión de los principios morales que se marcan con notable acierto en la cita precedente y cuyas consecuencias se ven agravadas en la actualidad.
"A lo largo del siglo XIX se acrecentaron las iniciativas privadas de caridad así como la constitución de sociedades de ayuda mutua, contexto en el que surgieron instituciones que perdurarían en el tiempo, como es el caso del Ejército de Salvación. Con el fin de la primera guerra mundial, el surgimiento del estado de bienestar sembró la semilla del divorcio entre la moral y la ayuda hacia el prójimo que encontró en la obra del economista británico John Maynard Keynes el sustento teórico que permitió llevar adelante la irrefrenable intervención del gobierno en la economía, trasladando la caridad de la esfera privada y voluntaria hacia la pública y obligatoria."[2]
Aquellas instituciones privadas que proliferaron en el siglo XIX, nacieron bajo las ideas de la responsabilidad individual, la conciencia de la necesidad del prójimo y un profundo sentido de solidaridad que inspiran todos los principios del liberalismo. Sin embargo, toda esa notable labor privada, fue siendo destruida poco a poco por la paulatina pero incesante tarea de socavación moral e intelectual por parte del estado-nación y de sus ideólogos, como lo fuera el muy nefasto Lord Keynes. Con todo, como bien anotan los autores citados, esas instituciones "perdurarían en el tiempo, como es el caso del Ejército de Salvación". Aunque claro está, no cumpliendo un rol de la relevancia que tenían en la época de su formación originaria. Pero resulta notable que, muchas de las iniciativas privadas de este tipo, aunque menguadas por la competencia desleal del estado-nación, resultan mucho más eficientes que las "ayudas" estatales que suelen ser menores en cuantía, calidad y en eficacia. La idea de caridad, responsabilidad moral e individual fueron completamente desvirtuadas por el estatismo. Lo mismo sucedió en Alemania:
"En 1950 Röpke advirtió, en un informe comisionado por el Gobierno, que había una “fuerte tendencia” a restringir exageradamente el mercado. Asimismo, Röpke insistía en que los gastos sociales y los impuestos no pueden sobrepasar cierto nivel “sin perjudicar los aspectos expansivos y concertadores de una economía de libre mercado”.
 Las críticas de Röpke a los programas de bienestar aumentaron en los años siguientes. Así, censuró duramente la decisión del Gobierno Erhard (1957) de ajustar el programa de pensiones al costo de la vida: a su juicio, era un paso para convertir el sistema de bienestar en “una muleta para la sociedad”.
 Esa muleta sigue estando ahí. Hoy, los partidos políticos alemanes ofrecen rebajar los impuestos al tiempo que prometen más gastos sociales. Eso no es financieramente responsable, pero los políticos saben que muchos alemanes no votarán por quien diga que va a reducir el Estado de Bienestar."[3]
Indudablemente, la cita refleja la falsa conciencia creada en el pueblo (no sólo en el alemán del caso, sino en el del resto de mundo) de que es el estado-nación y no nosotros quien debe ocuparse de todas nuestras necesidades. Los gastos sociales son financiados con impuestos, impuestos que pagamos todos, pobres y ricos, pero que perjudican más a los pobres que a los pudientes. En los hechos -y si bien las promesas son de menores impuestos- estos no han dejado de crecer en las últimas décadas a nivel global.
 [1] Alberto Benegas Lynch (h) – Martin Krause. En defensa de los más necesitados. Editorial Atlántida. Buenos Aires, pág. 325/6
[2] Alberto Benegas Lynch (h) – Martin Krause. En defensa ...ob. cit. pág. 330
[3] Sam Gregg -No hubo milagro alemán-2 de Julio de 2008-Fuente: http://www.fundacionburke.org/2008/07/02/no-hubo-milagro-aleman/ pág. 2

Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina

EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, DIARIO DE OPINIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, ACTUALIDAD INTERNACIONAL, OPINIÓN, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, REPUBLICANISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA,ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,

sábado, 25 de octubre de 2014

GABRIEL BORAGINA, MENGER: BIENES ECONÓMICOS Y PROPIEDAD, DESDE ARGENTINA,

"No es tarea fácil imaginarse hoy que Menger haya sido el primer autor que basó la distinción entre bienes libres y bienes económicos en el concepto de la escasez. Como él mismo dice (Ver Capítulo II, nota 7), todos los autores alemanes que ya habían utilizado estos conceptos con anterioridad —y muy concretamente Harmann— intentaron explicar la diferencia por la presencia o ausencia de costes, en el sentido de esfuerzos, mientras que la literatura inglesa ni siquiera conocía esta expresión. Es un hecho muy característico que en la obra de Menger no figure ni una sola vez la sencilla palabra de “escasez”, aunque fundamentó todo su análisis en esta idea. “Cantidad insuficiente” o “relación económica de las cantidades” son las equivalencias más exactas y aproximadas —aunque ciertamente mucho más pesadas— utilizadas en sus escritos."[1]

Carl Menger
Antes de Menger, no era desconocida la expresión bienes económicos y libres, como dice la cita. Pero la diferencia se radicaba en lo que llamaríamos la "teoría del valor-costo" (o "costo-valor"), que -a su vez- se hacía afincar en la del "valor-trabajo" o también conocida como "teoría laboral del valor". Para aquellos autores, un "bien económico" merecía recibir dicho nombre siempre y cuando se hubiera demandado incurrir en costos para obtenerlo, caso contrario no alcanzaría dársele ese nombre, y -en su lugar- denominarlos como bienes no económicos, o más sencillamente, bienes libres. Es recién con Menger que esta apreciación cambia de enfoque, haciéndola recaer nuestro autor, ya no en el concepto de "costo" sino en el de escasez. Respecto a la observación de F. A. v. Hayek en cuanto a que Menger en su obra no emplearía "ni una sola vez" la palabra "escasez", hemos de hacer notar que, con toda seguridad, ha de estarse refiriendo al original alemán de tales escritos, habida cuenta que en la traducción española, en la que nos hemos basado para las consideraciones que seguirán, la palabra escasez aparece en un sinfín de lugares, probablemente –a estar a lo que F. A. v. Hayek ha advertido- por obra del traductor a este último idioma, y en busca de una mejor comprensión y síntesis de esas fórmulas "mucho más pesadas" empleadas por Menger. 
Pasemos ahora directamente al análisis de las elaboraciones que Menger ha hecho sobre el concepto de "bienes económicos".
"respecto de la relación cuantitativa de los bienes, los hombres pretenden con su actividad previsora, encaminada a la satisfacción de sus necesidades, los siguientes fines
3. Hacer una elección entre las necesidades más importantes, que satisfacen con las cantidades de bienes de que disponen, y aquellas otras que tienen que resignarse a dejar insatisfechas.
4. Alcanzar con una cantidad parcial dada dentro de la relación cuantitativa de bienes, y mediante un empleo racional, el mayor éxito posible, o bien, un éxito determinado con la menor cantidad posible. Dicho con otras palabras, utilizar las cantidades de bienes de consumo directo y sobre todo las cantidades de medios de producción de que disponen de una manera objetiva y racional, para satisfacer sus necesidades del mejor modo posible.
A la actividad humana encaminada a la consecución de los mencionados fines la denominamos, considerada en su conjunto, economía. A los bienes que se hallan en la relación cuantitativa antes descrita, y que constituyen su objeto exclusivo, los llamamos bienes económicos, en contraposición a aquellos otros de los que los hombres no tienen ninguna necesidad para su actividad económica y ello debido a razones que, como veremos más adelante, se explican de lleno en virtud de la relación cuantitativa tomada en su sentido más estricto, como acabamos de indicar a propósito de los bienes económicos."[2]
Encontramos aquí una manera verdaderamente magistral con la cual Menger llega a su definición de economía. Lo hace en forma descriptiva, mediante una conclusión final que contiene la esencia del concepto. Como se observa, todas sus nociones giran en torno a lo que Menger llama "la relación cuantitativa de los bienes", es decir, y como F. A. v. Hayek apuntaba en su Introducción, la manera en que Menger aludía a lo que hoy expresaríamos bienes escasos. Esos son los "bienes de que disponen" los hombres. Esos bienes por sí mismos, carecen de significación alguna si no se los relaciona con "la satisfacción de sus necesidades", pero no es esta última característica la que define a un bien económico, porque los bienes libres también satisfacen necesidades humanas. Sólo la efectiva disposición en una determinada cuantía es la que determina el carácter económico o no económico de un bien. Llega pues a su definición de economía a través de dos pasos:
Por el primero, considera, teniendo en cuenta cierta cantidad de bienes disponibles, la selección de necesidades que hacen los hombres para determinar cuáles de ellas merecen ser satisfechas con prioridad a las subsiguientes. Por el segundo, y esta vez desde el ángulo cuantitativo o -en otros términos- dada la escasez de esos mismos bienes, fijar el objetivo a cumplir con estos, que puede estar entre la atención del mayor éxito posible, o bien un éxito dado (se sobreentiende inferior al mayor posible) con la menor cuantía también posible de esos bienes, englobando en este último punto tanto los bienes de consumo como los de producción. Es a la actividad encaminada a obtener estos propósitos a lo que Menger llama economía. Y es a los bienes escasos a los que llama bienes económicos, destacando que son estos el objeto exclusivo de la economía, diferenciándolos de los bienes libres a los que alude con la expresión "aquellos otros de los que los hombres no tienen ninguna necesidad para su actividad económica". Seguidamente, traza la indisoluble división entre economía y propiedad:
"Así pues, la economía humana y la propiedad tienen un mismo y común origen económico, ya que ambos se fundamentan, en definitiva, en el hecho de que la cantidad disponible de algunos bienes es inferior a la necesidad humana. Por consiguiente, la propiedad, al igual que la economía humana, no es una invención caprichosa, sino más bien la única solución práctica posible del problema con que nos enfrenta la naturaleza misma de las cosas, es decir, la antes mencionada defectuosa relación entre necesidad y masa de bienes disponibles en el ámbito de los bienes económicos."[3]
 [1] Carl Menger. Principios de economía política. Introducción de F. A. v. Hayek. Ediciones Orbis. Hyspamerica. Tomo I. pág. 7
[2] Menger Carl. Principios…ob. cit.  pág. 67 tomo I
[3] Menger Carl. Principios…ob. cit.  pág. 69

Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina

EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, DIARIO DE OPINIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, ACTUALIDAD INTERNACIONAL, OPINIÓN, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, REPUBLICANISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA,ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,

sábado, 4 de octubre de 2014

GABRIEL BORAGINA, MITOS Y FALACIAS LABORALES.

Las horas de trabajo obrero no reportan ninguna ganancia al capitalista. Ni aun en el caso que el empresario decidiera obligar a sus empleados trabajar las 24 horas del día los 365 días el año, obtendría ninguna “ganancia” o “lucro” de ese trabajo. Si el producto de dicha jornada laboral de 8.760 horas fueran -por ejemplo- discos de pasta o de vinilo, el valor de esas 8760 horas de trabajo dedicadas a estas "mercancías" sería exactamente igual a cero para el capitalista, sencillamente porque -hoy en día- no tendría a nadie a quien venderle un artículo semejante. 

En consecuencia, ningún capitalista obtiene ningún "lucro desmedido” del trabajo obrero. Es más, ni siquiera obtiene “lucro” alguno. El lucro del capitalista (y también el del obrero) no surge del trabajo, de ningún trabajo, sino que emana del consumidor, nunca del trabajador.

Que las leyes laborales reduzcan las horas laborales no le hace "ganar más" al empleado/obrero, porque las horas laborales -como vimos arriba- no cuentan para nada en el valor final del producto o servicio. Lo que da “valor” al trabajo no es su duración ni su extensión, sino su productividad, pero esta productividad dependerá -a su turno- de la demanda del respectivo objeto producido (producto). Si el artículo producido carece de demanda (como en el ejemplo de los discos de pasta o de vinilo) la productividad laboral será nuevamente igual a cero. Caso este en el que no gana nadie: ni el empresario, ni el obrero/empleado, ni el consumidor. Por el contrario: pierden todos ellos.
En definitiva -como vemos- no existe nexo alguno entre la ganancia del capitalista y el trabajo obrero/empleado. Sin embargo, si es cierto a la inversa: el obrero/empleado obtiene una ganancia del capitalista, que de no existir este jamás conseguiría. Si no existiera ningún capitalista sobre la faz de la tierra, no habría ni obreros ni empleados. Estos quedarían obligados a ser sus propios “empleadores”. Es decir, se retrotraería la situación social a la época feudal y pre-feudal, en la que sólo había una economía de autarquía, o sea, miserable y paupérrima al extremo, en la que cada uno deberíamos hacer nuestros propios alimentos, zapatos, pantalones, camisas, casas, muebles, etc. dado que esta era la situación previa de la gente a la Revolución Industrial. Obreros y empleados deben su misma existencia como tales al capitalista. El capitalismo rescató, de una vez y para siempre, a aquellas gentes de la vida miserable. Lástima que luego el mundo dejó de lado el capitalismo.
Volviendo a la falacias laborales populares: si el trabajador trabaja “mas” horas el empleador no gana “mas” dinero por este hecho.
Por estos mismos razonamientos, las leyes que fijan “salarios mínimos” tampoco consiguen que los trabajadores ganen “mas” dinero, sino que pierdan sus puestos de trabajo. Obtienen el efecto contrario al deseado por el legislador. A medida que el “salario mínimo” sube el desempleo crece de modo más que proporcional. Es una ley inexorable de la economía contra la que el legislador nada puede hacer para cambiarla.
Nuevamente: porque si las ventas finales son inferiores a la cuantía del total de salarios pagados por el producto invendido el capitalista incurrirá en pérdidas.
Numéricamente: si por una silla el capitalista debe pagar (forzado por legislación laboral) un salario mínimo (por ejemplo) de 100.- al obrero carpintero, pero la silla se termina vendiendo en el mercado al precio de 50.- (precio supuesto de mercado) al no poder ajustar el salario a una cifra menor a 50.- la única salida que la ley laboral le deja al capitalista es despedir al obrero carpintero. Lo que es exactamente igual a decir que las leyes de “salario mínimo” generan desocupación. En realidad, son las mismas leyes del trabajo las que originan la llamada precariedad laboral. Si el empleador quiere subsistir como tal (en el ejemplo de la silla, o cualquier otro) deberá contratar “en negro” a quien esté dispuesto a trabajar por el salario de mercado (menor de 50.-). El empleador puede subir el salario y tomar más empleados “en blanco” sólo en dos casos:
1.                Que las ventas de sillas superaran los 100.- por unidad vendida, más un margen de ganancia razonable para el empresario.
2.                Que se derogue el “salario minino” para la actividad.
De no darse los supuestos 1 y 2, la única alternativa que la ley le da al empleador para subsistir como tal es despedir mano de obra “en blanco” y contratarla “en negro”. Resultado al que las mismas leyes laborales empujan a los empresarios y empleadores en general, posiblemente como efecto “no querido” por el legislador laboral, pero las leyes económicas operan de todos modos, con independencia de los deseos y la voluntad del legislador humano. A diferencia de las leyes jurídicas, las leyes económicas son de cumplimento inexorable e irreversible. Jamás pueden ser violadas impunemente por nadie, ocupe la posición de poder que ocupe.
Otro ejemplo demostrativo de la manera en que las leyes laborales precarizan la situación del obrero/empleado es el siguiente: generalmente, estas leyes establecen indemnizaciones por despido que crecen en cuantía conforme aumenta la antigüedad del empleado en el puesto de trabajo. Esta legislación tiene dos efectos inmediatos:
1.                Por el primero, constituye un poderoso incentivo a que el obrero/empleado se interese más en acumular años en el puesto, que a trabajar en sí. “Calentar un asiento" por X cantidad de años en una oficina o una fábrica, le generará una indemnización suculenta.
2.                Del lado del empleador, la misma norma opera como incentivo para despedir personal con poca antigüedad, lo que crea una elevada rotación de empleados.
En suma, el resultado de disposiciones de este tipo origina una altísima inestabilidad en el empleo, hoy llamada precariedad laboral.
En materia laboral es donde más se verifica el famoso refrán que dice que “El camino al infierno está sembrado de las mejores intenciones”. Estas “buenas intenciones” de los legisladores laborales conducen al obrero/empleado a un verdadero infierno laboral, del cual el único retorno es volver al pleno empleo del capitalismo.

Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina

EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, ACTUALIDAD INTERNACIONAL, OPINIÓN, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, REPUBLICANISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA,ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,

jueves, 18 de septiembre de 2014

GABRIEL BORAGINA, CAPITALISMO, POLÍTICA, EMPLEO Y SALARIOS.

Aunque parezca mentira la ignorancia que existe sobre el capitalismo sigue siendo tan grande que no deja de sorprendernos la cantidad de juicios disparatados que se emiten de continuo sobre el mismo. A pesar de habernos ocupado bastante de este tema, volveremos a analizar algunos de los dislates más comunes que aun hoy en día todavía se siguen profiriendo sobre esta cuestión.

Por ejemplo, se dice que el capitalismo es el resultado de "las manipulaciones del poder". Pero ya hemos explicado que el capitalismo no tiene nada que ver con los "manipuladores del poder". Capitalismo y manipuladores del poder son términos antitéticos. El capitalismo es anti-poder, si por la palabra "poder" entendemos el poder político, ya que este último siempre ha sido el gran enemigo del capitalismo. 
Por el contrario, el poder político siempre ha querido absorber el poder económico que el capitalismo genera. Y como ya hemos expuesto, el poder político se nutre del poder económico del capitalismo y termina sofocándolo, hasta el punto en que los políticos se dan cuenta que si extinguen al capitalismo ellos mismos se quedarán sin el cuerpo económico del cual parasitan y lucran.
Luego se indica que el capitalismo "se beneficia" de las leyes políticas. Pero, al contrario, las leyes políticas siempre han perjudicado al capital, y por ende, al capitalismo desde luego. El capitalismo no tiene nada que ver con las leyes políticas, porque normalmente las leyes dictadas por los gobiernos a lo que apuntan es a expropiar el capital privado de mil maneras posibles: impuestos, tasas, controles de precios, aranceles, cuotas, inflación, racionamientos, y un sin fin de medidas que tratan por todos los medios de estrangular al capital, con el fin último siempre de que el capital privado pase a manos de los gobiernos y sus burócratas, que son los que lucran a costa del capital particular. Claro que hay "empresarios amigos" del gobierno, que también medran de este modo, pero estos "empresarios" no son capitalistas, sino estatistas, y en la medida que participan del robo estatal y del botín que el gobierno roba a los verdaderos capitalistas, dejan de ser empresarios y se convierten en cómplices del estado-gobierno delincuente.
Raramente se encuentran leyes que "beneficien" al capital privado. Cada vez es más extraño verlo en más países. Normalmente, las leyes benefician a los políticos exclusivamente, succionando el capital de los capitalistas. De este modo, el capital pasa del bolsillo de la gente al de los políticos. Que los políticos al frente del gobierno roben el capital privado no convierte a dichos políticos en "capitalistas", sino en lisos y llanos ladrones "de guante blanco" que tienen la ley de su lado. Es una aberración llamar a estos ladrones estatistas por el nombre de "capitalistas".
También otra sandez que se repite a menudo es que sería "falso" que el capital sea insuficiente. Pero quien diga esto no sólo nada sabe de economía, sino que además ni siquiera está al corriente de la actual situación económica mundial. En este marco descripto antes, el capital siempre será insuficiente, porque al haber pasado al bolsillo de los políticos implica consumo de capital. Enriquecen los políticos porque (debido a que) empobrecen los capitalistas. Tenemos que recordar que el capital siempre es privado, y siempre rinde sus frutos en manos privadas. Cuando el capital es expropiado por los gobiernos, los políticos que lo han expoliado generalmente tienden a dilapidarlo, por cuanto nada les ha costado obtenerlo. De la misma manera que el ladrón se da la gran vida con el botín, los gobernantes operan de idéntica forma cuando roban el capital de los privados mediante leyes que -directa o indirectamente- significan expoliación de capital, que es lo que ocurre en nuestros días en la mayor parte del mundo.
Asimismo se señala que el capitalismo es fruto de la política. Mezclar "capitalismo" con "política" es un gravísimo error. Que por común que es (y lo es) no deja de ser grave. El capitalismo no "nace" de la política, ni es su "resultado". Por el contrario, como ya hemos descrito, la política es la gran enemiga del capitalismo. El político trata de ser popular para obtener votos. Y va de suyo que los votos que le interesan son los de la mayoría. Los grandes capitalistas no forman parte de esa mayoría. ¿Por qué razón los políticos podrían tratar de "favorecer" a personas que no forman parte de la mayoría de los votantes? Ningún político ganaría elecciones solamente con los votos de los capitalistas. No tiene pues ningún motivo para hacerse "amigo" de capitalistas que no constituyen parte de la masa electoral. Masa electoral que si da el triunfo a los políticos. Por esto, el estúpido "argumento" que los políticos estarían en "connivencia" o "conciliábulos" con los capitalistas para beneficiarse, no es más que otra de las tantas boberías que dicen muchas personas que no tienen ni la menor idea ni de economía ni de política.
Se expresa que por "culpa" del capitalismo hay exceso de oferta por sobre la demanda. Y que esto es lo que causa desempleo o salarios "miserables". Otro grave error, fruto de desconocer economía. Ya que si la oferta crece más que la demanda y no se ajusta por el precio de mercado, quiere decir que allí no hay ni "capitalismo" ni "mercado libre" ni nada de esto. 
En este caso, lo que hay es estatismo, por cuanto si oferta y demanda no ajustan es porque existen medidas del gobierno que lo impiden, tales como las leyes de "salarios mínimos", que fijan salarios por encima del nivel de productividad laboral, generando desocupación.
Es por esto que el desempleo o paro (como le llaman en España) sólo existe en regímenes estatistas, no capitalistas. Es estatismo puro, de tipo intervencionista. No capitalismo.
Si no hay elevación de salarios no hay capitalismo. Hay estatismo. Intervencionismo. Porque si hubiera capitalismo, los salarios subirían vertiginosamente en todas partes. En este caso, al aumentar el capital, se generará inmediata competencia entre los empleadores para captar y atraer mano de obra desocupada o ya empleada. Esta competencia obligará a los empresarios a ofrecer mejores sueldos a la masa de trabajadores, con la consecuencia de disminución del desempleo y -simultáneamente- aumento de salarios. Pero en el sistema actual -estatista- esto no sucede, porque el gobierno restringe la competencia cada vez más. A la vez que ataca impiadosamente al capital. La derivación de esto último es: menores salarios reales, mayor tasa de desocupación, incremento de los niveles de pobreza. Esto es estatismo, no capitalismo.
Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina

EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, ACTUALIDAD INTERNACIONAL, OPINIÓN, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, REPUBLICANISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA,ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,