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miércoles, 2 de septiembre de 2015

ODOARDO LEÓN-PONTE, PETRÓLEO “MEA CULPA” Y JURAMENTO


La Iglesia, en su infinita sabiduría en la búsqueda de su permanencia y progreso dentro de su necesario, lento y seguro proceso de cambio, ha optado por reconocer sus errores en forma pública por boca de su máximo representante  y dirigente, el  Sumo Pontífice. Así, el Papa Francisco, recientemente ha pedido perdón a nombre de la Iglesia por los errores cometidos durante la conquista de América.  Agreguemos a esto el reconocimiento anterior hecho por San Juan Pablo II en cuanto a los errores de la Iglesia durante La Inquisición. 

T​engamos en cuenta que el reconocimiento de esos errores es expresado
por Papas que no tuvieron nada que ver con las acciones  en referencia. Veamos lo que pudiera considerarse un paralelo, guardando  las debidas y
necesarias distancias.

Nuestro país tiene y ha extraído inmensas cantidades de petróleo en y del subsuelo y las ha explotado bajo distintas fórmulas.

Inicialmente, la explotación se dejó en manos de los intereses extranjeros: los únicos con el conocimiento, la tecnología y el dinero necesarios  para invertir en exploración, producción, transporte, refinación, distribución y comercialización de los crudos y productos en una industria incipiente. En esa época la participación del estado era a través de intermediarios a quienes se les daban los derechos de explotación y muchos los entregaban a las operadoras.

También se les dieron derechos a las empresas directamente. Poco sabíamos y podíamos hacer en esa etapa de la actividad dado el nivel de atraso que nos embargaba con respecto a esa nueva fuente de energía.
 
Cuando salimos del oscurantismo comenzó el proceso de poner al día al país y en paralelo a la actividad petrolera en cuanto a las reglas de la relación entre el estado que ahora comenzaba a formularse y los que llevaban a cabo su extracción: la Ley de Hidrocarburos, entre ellas, y el comienzo de la calificación a través del estudio de la materia, de personal del gobierno encargado de la supervisión del manejo de la explotación de un recurso propiedad del estado. Pero vinieron los vientos llenos de aspiraciones políticas con tintes distintos de rojo y comenzó el juego inconveniente de los gobernantes con las petroleras y la búsqueda del uso de las clases desconocedoras del tema, incluyendo a los intelectuales, como apoyo político a través de la inculcación del criterio de que el capital extranjero y el capitalismo explotaban inconvenientemente el recurso “de todos los venezolanos” que solo ellos defendían.

Con prestidigitación de parte de los factores políticos y de los económicos interesados en su progreso personal, pero no en el verdadero desarrollo del país y de sus recursos humanos, comenzó la labor de tejer  la convicción de que era necesario estatizar el petróleo: incorporar la actividad petrolera al capitalismo del estado, justificando todo el entramado del tejido bajo la tesis de conceptos desarrollados bajo un haz de luz que señalaba hacia una  supuesta seguridad de estado.

Debemos recordar que nuestro país fue un ”país para querer”  mientras la actividad estuvo bajo la administración del capital privado, período durante el cual “nos arropábamos hasta donde nos llegaba la cobija”, pero durante el cual siempre estuvo presente en la mente de los dirigentes nacionales la tesis de que el petróleo debía ser operado por el estado, llegándose hasta el extremo de limitar su desarrollo y acusar a “lo extranjero” de nuestros males para mayor justificación de la necesidad de estatizar. Comenzó el experimento fallido de la CVP y todo lo que se hizo alrededor de ella.

Llegó la estatización que los “Ayatolas” prometían como fórmula necesaria para el crecimiento del país y para su desarrollo, pero​ ​ también surgió la dicotomía entre usar los recursos del petróleo para el desarrollo de la actividad petrolera o para llenar el permanentemente insuficiente tesoro público: el ansiado “desiderátum” de los políticos y sus aliados protegidos por ese estado. Lejos quedaba, verdaderamente, el ejercicio del poder en función del Desarrollo Humano.
 
El resultado del ejercicio petrolero en manos de los políticos ha sido uno de vaivenes sobre un sube y baja en cuanto a la filosofía sobre el petróleo (Leoni llegó a decir que no era necesario estatizar la actividad petrolera), pero se mantuvo la tesis inculcada con “taladro” de que era necesario estatizar el petróleo: pasarlo al manejo directo de la operación por parte del estado. Y así se hizo, con el apoyo de las clases dirigentes pero con múltiples observaciones y cuestionamientos por parte de los que manejaban la actividad misma - los verdaderos petroleros.

Hoy, cien años después, haciendo un análisis de lo logrado desde la estatización de la industria petrolera, con los agregados del socialismo llamado del siglo XXI, encontramos que, a pesar de todas nuestras “buenas” intenciones y con todas las argumentaciones para respaldar las acciones tomadas con respecto al petróleo, se concluye, para desgracia nuestra, que  el curso de acción tomado por nuestros dirigentes ya no puede ser defendido. No hay sino que ver la tragedia que sufrimos y que ha logrado promover el éxodo de gente en busca de mejores oportunidades, cuando nunca antes esa fuera una fórmula venezolana. Hace falta, ya, un “Mea Culpa” por parte de los factores políticos y de los que han actuado en función política o como políticos, indicativo de nuestra equivocación, con el juramento claro e irreversible de que iniciaremos un nuevo camino de la eliminación del capitalismo de estado en lo petrolero (y en todos los otros casos) y que el estado se dedicará a lograr el Desarrollo Humano como función primordial para así convertir a nuestra Venezuela, a largo plazo, en un país de progreso y de futuro que asegure el desarrollo de la libertad y, consecuentemente, de  la democracia.

Es la única manera. De otra forma seguiremos dando los mismos tumbos que hemos dado y seguimos dando y cuyas consecuencias hemos  sufrido durante todo el tiempo que podamos recordar. ¿Qué partido, grupo o persona pronunciará el “Mea Culpa”? ¿Quién tirará la primera piedra?

Odoardo León-Ponte
odoardolp@gmail.com
@oleopon

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viernes, 31 de julio de 2015

ODOARDO LEÓN-PONTE, PETRÓLEO, GEOGRAFÍA,

Quienes tuvimos la suerte de incorporarnos a la industria petrolera antes de o durante la etapa que la Shell llamó “de la venezolanización” en los años 50, pudimos convivir con el personal expatriado perteneciente a esas organizaciones internacionales, quienes venían de haber trabajado en sitios lejanos del mundo con extraños nombres y que, además había participado en la segunda guerra mundial por haber estado en las fuerzas armadas de los países aliados.

Oíamos de Borneo, Indonesia, Sumatra y las Filipinas en Asia, así como de otros sitios en todos los confines del mundo en el que participaban las empresas del petróleo. Oíamos de cómo esos parajes eran áreas atrasadas económica y socialmente y de cómo era la vivencia en esas comunidades y nos comparándonos positivamente para nosotros, dado el ambiente de cierto crecimiento de nuestro país y teniendo en cuenta las diferencias de desarrollo social entre ellos y la realidad de progreso que comenzaba a darse en nuestro país como resultado de la actividad petrolera. Oíamos anécdotas de cómo, camino de regreso durante vacaciones a sus países de origen en Europa, pasaban por Hong Kong, en donde en un día les hacían un flux. Oíamos de sus pesadillas producto de sus vivencias relacionadas con los horrores de la guerra en la cual participaron. Vivíamos su satisfacción por disfrutar de un ambiente mucho menos rígido que aquel que existía en sus países de origen y también de su apego a nuestro modo y a la calidad de vida que se iba desarrollando, hasta el punto de que muchos decidieran quedarse al final de su vida de trabajo.

De hecho, nuestra industria petrolera mantenía y significó hasta el final del Siglo XX una confrontación permanente en el país entre el mundo desarrollado y el subdesarrollado: solo una cerca que separaba ese mundo industrial desarrollado que aplicaba los más exigentes parámetros de la actividad operacional, de nuestro mundo subdesarrollado. Interesante notar igualmente que los que tenían en sus manos la dirección política de la industria desde los cargos y poderes públicos, nunca conocieron ni supieron de estas realidades, ni parece haberles importado. Pensaban que el país tenía la razón en su enfoque reductor de la actividad petrolera y en la necesidad de ir a su estatización como paso indispensable para el desarrollo del país. Triste y equivocada actitud y consecuente decisión.

Habiendo leído y oído de esos sitios remotos con nombres raro, de los cambios logrados mientras nosotros pretendíamos ser los reyes del petróleo y con la imborrable vivencia, después de haber visitado y comprobado personalmente la realidad en esos sitios remotos, necesariamente tenemos que concluir que después de nuestros cien años de explotación petrolera nuestros gobernantes araron en el mar: desperdiciaron las alternativas.

Los mercados se nos han ido, la producción y sus actividades colaterales no son ni la sombra de lo que pudieron ser, las “mayores reservas petroleras del mundo” siguen y que por el camino que vamos seguramente continuarán en el subsuelo. Un país que pudo convertirse en lo que se han convertido esos sitios remotos de antes con nombres raros, ahora es una parcela del mundo que comienza a ser vista como lo que es: un país inseguro desde cualquier perspectiva, con inmensos problemas sociales y con un futuro difícil de predecir, pero que sin duda estará lleno de malos ratos tanto para los jóvenes que buscan un futuro como para quienes ya no lo somos ni lo tendremos. Tristísima pero cierta realidad.
Caracas, Julio de 2015.

Odoardo León-Ponte
odoardolp@gmail.com
@oleopon

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domingo, 26 de julio de 2015

ODOARDO LEÓN-PONTE, PETRÓLEO, PERMANENCIA POLÍTICA Y DESARROLLO.

Desde que hace cien años el petróleo se convirtió en nuestra principal e irremplazable fuente de fondos para el estado, se inició una dicotomía en cuanto a su uso para la permanencia en el poder en contraste con las necesidades de desarrollo de la gente.

En el camino se fueron haciendo los cambios del uso para el desarrollo hacia su uso para la permanencia en el poder, olvidando paulatinamente a la gente y sus necesidades y alimentando igualmente en forma igualmente paulatina la vigencia de las exigencias de esas clases olvidadas, dándoles, en la práctica, la fuerza que siempre tuvieron pero que nunca ejercieron, alimentándosela apenas con ofertas esperanzadoras pero irreales e incumplibles, mientras transcurría el tiempo y la esperanza se disipaba. Pudiéramos pensar que mientras hubo un pacto político hubo mesura y la búsqueda de un camino que nunca se encontró, pero que se buscó con algunos resultados positivos. Pero el abandono de la unidad de criterio en cuanto a la necesidad de atender a las clases desposeídas y a la población en general en aras del Desarrollo Humano y la profundización de la estrategia para la permanencia en el poder, nos llevó a destrozar la poca credibilidad de los políticos, ya deteriorada, y a sustituirla con el apoyo a una ilusión que, basada en la aparente y pregonada preocupación por las mayorías abandonadas, permitió el surgimiento de una clase oportunista que, aprovechando las tendencias logradas de convertir al petróleo en sustento de la permanencia política, finalmente la convirtió en la única y exclusiva razón de ser del petróleo.

En el proceso antes descrito, se limitó el potencial crecimiento del petróleo y, habiéndolo convertido en el arma propiedad del estado a través de la estatización, se abrió la puerta para que ya no hubiera límite a lo que se pudiera intentar hacer con los recursos provenientes de su explotación. Se seguía olvidando que había un pueblo incrementalmente olvidado dentro de la euforia del “dominio” del petróleo, cuyas necesidades se hacían cada vez más evidentes y más exigibles. Por otra parte y “de repente” se fue haciendo realidad que la propiedad de la actividad no era lo verdaderamente importante en cuanto a su crecimiento y que la dicotomía que siempre se había vivido, al convertirse en realidad palpable la incapacidad de manejar balanceadamente los conceptos de desarrollo y de permanencia en base al desarrollo, obligó a los gobernantes a reabrir caminos que antes se habían cerrado por haberlos determinado como injustificables. Pero era tarde.

La avalancha de necesidades desatendidas trajo como consecuencia un vuelco en la actitud de las mayorías, incluyendo a la clase media, que en equivocada búsqueda de una salida que resolviera sus problemas, juzgó conveniente, por desconfianza en la dirigencia precedente, llevar al poder a un encantador de serpientes quién, con la ayuda de un circunstancial cambio en los vientos de los precios del petróleo, llegó a pensar que era posible lograr su eternización en el poder a la manera de un inmortal, olvidando que era tan solo uno más de los mortales comunes. En el proceso y por la acción de los gobernantes en la forma desbocada que hemos conocido, el país se encuentra en la peor de las situaciones de su historia moderna y, por las circunstancias de lo que se ha logrado en términos de destrucción de lo poco que teníamos, ahora confrontamos, en aplicación de la versión del uso del petróleo para fines absolutamente políticos, la inmensa dificultad para salir adelante, si es que fuera posible, y deslindarnos del caos creado. Agreguemos que ahora el petróleo ya no es la tabla de salvación que siempre pensamos que fuera. El resto del mundo ha cambiado vertiginosamente y ya nuestro petróleo no tiene la importancia que antes llegó a tener. Y después de todo, nosotros tampoco.

Odoardo León-Ponte
odoardolp@gmail.com
@oleopon

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jueves, 23 de octubre de 2014

ODOARDO LEÓN-PONTE, PETRÓLEO Y ASPIRACIONES.

El petróleo abrió la caja de pandora de las aspiraciones y durante cien años ha sido el trampolín que los políticos han utilizado para sus maromas, bajo la excusa y con la promesa de que se lo manejaba como la base para lograr el desarrollo del país y de su gente. Ese no ha sido el  resultado.

Con la caída del gomecismo se inició un proceso de modernización de un país que había estado sometido al más estricto dominio en su historia por parte de una parcialidad. Comenzaba la modernización del país con la Ley del Trabajo y la Ley de Hidrocarburos. Más adelante comenzó el proceso de convertir el petróleo en bandera política, apoyando la acción en la manifestación de que todo lo que se hacía en función de la ruta trazada para el petróleo era en beneficio de la estrategia política que conseguiría convertir el petróleo en la base de sustentación del progreso del país y del Desarrollo Humano de su gente.

Bajo esa bandera política, la industria petrolera en manos del capital privado llegó a producir su máximo nivel de 3.700.00 b/d en 1970, a pesar de todas las limitaciones que le impusieron a la actividad los gobiernos de turno, dedicados como estaban a la tarea de identificar como causantes de nuestros problemas a los países y capitales extranjeros y negando, contra viento y marea, la oportunidad de desarrollo y crecimiento de la industria privada a través de esquemas nuevos que permitieran una mayor y más balanceada base de producción que la existente y un crecimiento acorde con esa base ampliada, no solo en el renglón de producción sino en el de refinación. 

Esos otros rumbos hubieran marcado los niveles de producción y de refinación a los que hubiéramos podido haber llegado y que hubiéramos podido mantener. En el proceso y con las decisiones tomadas para imponer limitaciones, incluyendo la estatización, la industria nunca ha podido retomar ese nivel de producción, habiendo declinado desde 1970 y tan solo habiendo llegado a su tope de producción, incluyendo la apertura petrolera de unos 3.100.000 b/d a fines del siglo pasado.

Las preguntas que uno se hace como resultado de este breve recuento son las relativas a las oportunidades perdidas de desarrollo del país y de Desarrollo Humano de la gente, por haber sufrido las vicisitudes de una política limitativa del renglón petróleo, al no haber permitido una ampliada actividad que nos deparara mayores ingresos y un menos traumático acontecer petrolero; todo bajo la premisa de que ello hubiera permitido una mayor ampliación de la clase media y una disminución de la pobreza: es decir, un mayor Desarrollo Humano que hubiera, a su vez, redundado en una orientación hacia el crecimiento nacional y personal y no hacia el empobrecimiento producto de la filosofía de mantenimiento del poder que le abrió las puertas al chavismo: una equivocada filosofía de vida basada en el empobrecimiento general de una población dependiente de un estado supuestamente todopoderoso, unida al dominio del poder político en función del poder generado con fondos del estado. Todo basado en el uso continuado e inapropiado del petróleo, con resultados nefastos injustificables: inflación, estancamiento económico, escasez, inseguridad personal y de futuro, falta de oportunidades para progresar y tendencia acelerada hacia la emigración, buscando en otras latitudes las oportunidades que otros buscaron aquí cuando teníamos futuro.

Triste desenlace para un país que en la segunda mitad del Siglo XX fue la tierra de oportunidades para quienes, en libertad, quisieran ganarse el pan con el sudor de su frente.

Odoardo León-Ponte
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viernes, 26 de septiembre de 2014

ODOARDO LEÓN-PONTE, PETRÓLEO, PETRÓLEO, PETRÓLEO,

El petróleo ha sido la excusa, el culpable y el objetivo político de todas las acciones de los partidos políticos y sus gobiernos en nuestro devenir de los últimos cien años. Zumaque nos convirtió en el país que pudimos ser, cuando los ojos del mundo desarrollado convergieron en nuestro pobre y aislado país y por su intermedio iniciamos nuestra incorporación a la modernidad. 

Los miembros de los de países desarrollados vinieron a incorporar sus modos de vida desconocidos para nuestras grandes mayorías, pero que, en vez de convertirse en el objetivo a lograr se convirtió en objeto de envidia para los que no estaban dentro del sector. 

Se veían las condiciones del mundo desarrollado que traían las petroleras como pecado y no como lo que debía ser nuestra aspiración a un mejor modo de vida y nuevas maneras a emular. No queríamos entender que quienes venían de ese mundo desarrollado no podían vivir en las condiciones las depauperadas comunidades que eran, entre otras, Lagunillas y la Costa Oriental del Lago: caseríos de ranchos.

Comenzó la pugna. En vez de tener a las petroleras como un ejemplo de lo que deberíamos ser, se las identificó, equivocadamente, como enemigo y se las usó como pivote para lograr figuración y proselitismo político: se las identificó como adversario político y no como la institución gracias a la cual habíamos comenzado a salir del oscurantismo. Lógico. Teniendo ellas una capacidad que las hacía indispensables y siendo nosotros un país recién “civilizado”, existían actitudes y prácticas que dejaban qué desear y que se debían también a nuestra incapacidad para controlarlas. 

A esto último comenzó a dedicarse el gobierno como parte de la modernización del país. Pero antes que optar por una actitud de respeto mutuo, comenzó el gobierno a  responsabilizar a las empresas por los males del país, resultado de nuestras acciones y debidas a las circunstancias de un mundo que no podíamos controlar y que nos afectaba y no nos permitía hacer lo que nuestros gobernantes querían pero estaban incapacitados para lograr.

Como era obligatorio a la luz de esa mentalidad, comenzó la creación de los procedimientos para el manejo de la relación y su limitación por la ideología política de moda, más la incapacidad de tomar las decisiones que más convenían y que nos hubieran llevado a convertirnos en un estado petrolero en constante superación si nos asociábamos a las petroleras, resultó en acciones para limitar el desarrollo y crecimiento de la actividad basándonos en la necesidad de “dominar” el petróleo, condenándolo a su reducción y deterioro y a la estatización. 

Sabemos lo que le costó a Pdvsa Siglo XX restituir a la industria a sus antiguos niveles, producto de esa insistencia en “dominar”, para caer de nuevo en el uso de la inversión privada como tabla de salvación, a pesar de que a través del tiempo las habíamos calificado de sustituibles e indeseables. Sin embargo, fue un paso al frente, un “vuelvan caras” que produjo un viraje positivo aunque breve.

El daño causado al manejar el petróleo como arma política y no de Desarrollo Humano y, consecuentemente, sin beneficio continuado y creciente para la gente, unido a la realidad circunstancial de altos precios petroleros que nos ilusionaron como si fuera seguro de vida para una supuesta riqueza indefinida en el tiempo que permitiría la creación de un hombre nuevo, nos han retrotraído a la depauperada calidad de vida de las etapas superadas de Lagunillas y la Costa Oriental del Lago. 

Esta nueva realidad, retorcida por la exacerbación del enfoque político “nacionalista” que ha sido subyacente, disimuladamente nos ha guiado en el tiempo hacia la tormenta perfecta y permanente, que ahora se convierte en tragedia nacional de inflación, escasez, inseguridad, ínfima calidad de vida, deterioro del país e hipoteca del futuro que será muy difícil remediar. Ahora somos lo que nunca fuimos: emigrantes. Las perspectivas: insoportables.

Odoardo León-Ponte
odoardolp@gmail.com 
@oleopon

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jueves, 18 de septiembre de 2014

ODOARDO LEÓN-PONTE, PETRÓLEO E INCONSISTENCIAS,

Si comparamos los ofrecimientos y las realidades, nuestros gobiernos han sido inconsistentes. Los ofrecimientos han sido como para que fuéramos los reyes del mundo moderno. La realidad en el tiempo es que hemos ido bajando en un tobogán sin fin; una inconsistencia entre la oferta y los resultados. Durante los cien años en los que hemos sido un país petrolero la oferta permanente de nuestros gobernantes ha sido paradisíaca. Quizás pudiéramos resumir la oferta como aquella orientada a garantizar que, con el producto de la explotación del petróleo, nos convertiríamos en un país moderno y progresista, competitivo y a nivel de los más avanzados del mundo. Loable e incuestionable ilusión.

En el camino se nos fueron subiendo los humos, sobre todo al iniciar y después de reiniciar la etapa democrática. Los únicos períodos en los que verdaderamente dimos un salto al futuro fueron el de la salida del gomecsmo y el de la década de Pérez Jiménez (cierto que a expensas de la democracia) y antes y después de este último tuvimos un período gris de escaso progreso como país petrolero debido a las ideologías políticas que tomaron arraigo en la dirigencia de los partidos y que reinaron y fueron haciendo que el mercadeo de la acción política las hicieran ver como las más convenientes para el país y su gente. No siendo el nuestro un país moderno ni consolidado en sus instituciones y acciones y con un pueblo carente de cultura y de identidad propia, nutrido de las creencias que le había impuesto ese mercadeo de ideologías políticas, nuestros dirigentes políticos y los intelectuales de la época, procedieron a castigar al petróleo y todo lo relacionado con él como el gran causante de las deficiencias, tanto de la capacidad del estado para actuar en beneficio del pueblo, como de la falta de los ingresos necesarios para desarrollar a la gente y al país. Con ese cuento, los dirigentes de los partidos políticos prefirieron frenar el desarrollo petrolero y el consecuente aumento de los ingresos y el posible consecuente desarrollo y animaron a la gente, en su ignorancia, a creer en y defender las acciones basadas en postulados que supuestamente deberían beneficiar al país y su gente, cuando sucedía todo lo contrario: estábamos degollando la gallina de los huevos de oro. Las acciones de los gobernantes y los resultados así lo confirmaban.

Antes de la estatización del petróleo la inflación era mínima. Con la estatización se inició la inflación desmesurada que ha fluctuado incrementalmente y ha llegado a cifras de 100% interanual y que en camino a ese viejo objetivo, más recientemente se ha unido a la escasez, la inseguridad y todos los horrores de un país fuera del control del estado dentro de una política de estado que parece responde al concepto de “laisser mourir” en referencia todo lo que existe que sea necesario para tener una mejor calidad de vida. Dejar morir la disponibilidad de servicios médicos, de educación, de seguridad, de infraestructura, de derecho y defensa ciudadana, del derecho a la alimentación y a la vida de progreso. Es decir “laisser mourir” los derechos de un pueblo a ser poseedor, cada día, de un mayor nivel de Desarrollo Humano en beneficio de todos y para todos.

Con notorios paréntesis, hemos sido un país de dirigencia inconsistente con lo que debieron ser, son y seguirán siendo los objetivos, políticas y estrategias necesarias para convertirnos eventualmente en un país desarrollado. Se ha preferido buscar el poder político a expensas del Desarrollo Humano de la gente y, por ende, del país.

Odoardo León-Ponte
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jueves, 28 de agosto de 2014

ODOARDO LEÓN-PONTE, PETRÓLEO EN TRES TIEMPOS.

La aparición del petróleo hizo posible la transición de nuestro país del oscurantismo a la modernidad, pero desde su aparición ha sido manejado en distintos tiempos según el gobierno de turno, sin que haya habido un telón de fondo común y continuado que formara parte de una política igualmente continuada y orientada al desarrollo del país y su gente. Al ser propiedad de un estado sin una sólida institucionalidad y en un país con escasa cultura ciudadana, con el manejo del petróleo desde el punto de vista político las consecuencias han significado, sin lugar a dudas, un perjuicio eventual y definitivo para el país y su gente: solo se han beneficiando grupos de poder en sus intereses personales y políticos.

CONCESIONES
Durante el gomecísmo, el petróleo se dio a través del régimen de concesiones y, por necesidad, a las empresas extranjeras y estas lo explotaron para su beneficio y colateralmente el del país a través de la modernización que vino con ella, pero con poco beneficio para el país, excepto en cuanto al desarrollo en términos de la información sobre su la existencia y disponibilidad y el desarrollo de la tecnología para explotarlo. Aparte, el sistema de concesiones se usó para beneficiar a adeptos y familiares del régimen y eventualmente fueron a parar a las manos de las empresas petroleras. En etapas subsiguientes se dieron más concesiones para ampliar los ingresos del estado en base a una mayor producción.

ESTATIZACIÓN
Con el inicio de la modernidad, comenzó también la reglamentación de la explotación del recurso petrolero pero igualmente comenzó la interferencia del gobierno en su desarrollo más allá de lo que resultó ser conveniente, frenándose el crecimiento de la actividad con la excusa politiquera incrementada de que las restricciones se debían a que el petróleo era explotado solo para beneficio de intereses foráneos y en perjuicio de los intereses venezolanos. Se manejaba el petróleo dentro de los visos del socialismo (enfoque orientado a la excusa por la incapacidad) que siempre rodeó y sirvió de base electoral a los gobiernos de turno del Siglo XX en la época democrática (incluyendo aunque no lo fuera e iniciándose con el gobierno de AD del ’45). Se impuso un freno a lo que pudo haber sido la conversión del país en una gigantesca potencia petrolera. Recordemos que para ese entonces no había aparecido el Medio Oriente con su gigantesca disponibilidad de crudos de excelente calidad. Con esa enorme competencia, unida a las limitaciones a su explotación basadas en “el control de las empresas básicas”, llegamos a la políticamente ansiada estatización de la actividad petrolera. Una cosa con la otra y manejando siempre el petróleo como  base política subyacente con fines político-electorales, con la creación de Pdvsa continuó el deterioro en la capacidad del país para explotarlo por insuficiente disponibilidad de fondos para invertir en su desarrollo. Llegamos a la apertura petrolera para permitir en crecimiento que no podíamos lograr directamente a través de Pdvsa Siglo XX. Se reabría una carretera vieja para fines necesarios. 

GALLINA SIN CABEZA
Y finalmente llegó el chavismo, una suerte de “hacemos lo que nos da la gana” sin pies ni cabeza, apoyada en la ilusión de que los ingresos irrefrenables permitirían las mayores locuras y que Pdvsa Siglo XXI podría convertirse en la estructura paralela de gobierno para todo propósito nacional e internacional. Así, se convirtió a la industria petrolera en una gallina sin cabeza (“headless chicken”) que, unida a la insuficiente actividad privada maniatada por el gobierno y a los escenarios existentes internacionalmente, hacen imposible enderezar la actividad petrolera, ahora única  proveedora de recursos y convertida en inviable por el camino transitado que nos va convirtiendo en país igualmente inviable.

Odoardo León-Ponte
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domingo, 10 de agosto de 2014

ODOARDO LEÓN-PONTE, PETRÓLEO Y BITUMEN

La ignorancia y la falta de atención a los antecedentes estratégicos de la actividad petrolera nos han llevado a confundir los términos y a incluir en una sola cifra lo que se creó exclusivamente para excluirla en beneficio y en pro de la nación. Bitumen no es petróleo y así fue aceptado internacionalmente. ¿De qué se trata?

La actividad petrolera venezolana se reducía a la producción de petróleo convencional, hasta que surgió la Faja Bituminosa del Orinoco, con lo cual se incorporaba al potencial de producción una inmensa cantidad de recursos energéticos no petroleros que con el invento de la Orimulsión abrió un cupo enorme para la comercialización de ese nuevo renglón, fuera de la cuota OPEP. Como la OPEP siempre ha fijado los cupos de producción para sus miembros en base a la producción de crudo, Pdvsa Siglo XX, inteligentemente, hizo las gestiones necesarias y logró que el producto de la Faja fuera considerado internacionalmente como bitumen y no como crudo.

Por otra parte, se llenaron todos los requisitos para patentar la Orimulsión como propiedad de Pdvsa Siglo XX. Aparte y en consecuencia, se desarrolló una gran campaña internacional para conseguir clientes para que la Orimulsión pudiera reemplazar al carbón como fuente de energía para las plantas termoeléctricas a nivel internacional. A esos efectos y en base a la seguridad que significaba la garantía de suministro que representaba Pdvsa Siglo XX (muy distinta a la realidad de hoy en día), se firmaron convenios con las empresas que eran consumidores directos de Orimulsión. En aquel entonces Pdvsa Siglo XX como política sana solo vendía crudo y productos a los consumidores finales con el objeto de asegurar la transparencia de sus ventas y la optimización de sus ingresos. Rara vez iba al mercado “spot” para vender algún cargamento que, por circunstancias ajenas a su voluntad, hubiera podido quedar sin cliente. Tampoco se vendía petróleo a futuro, a la usanza de Pdvsa Siglo XXI, y en algún momento en el tiempo en que algún gobernante pudo sugerirlo, la respuesta fue tajantemente en contra y la negativa aceptada por quien la sugirió.

La Orimulsión y la Faja Bituminosa permitían explotar las reservas a costos cónsonos con la capacidad financiera de la industria en manos del gobierno, ya que no se tenía la capacidad de hacer las inmensas inversiones requeridas para incorporar al mercado los volúmenes

Odoardo León-Ponte
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lunes, 16 de junio de 2014

ODOARDO LEÓN-PONTE, EL RESCATE DEL USO PETROLERO

Nuestra realidad de país inmisericordemente destruido por una ideología fracasada, nos plantea la oportunidad de revisar nuestros parámetros políticos para no caer en tesis que en fin de cuentas han resultado reñidas con el logro de un desarrollo humano verdadero. 

Vivimos una situación en la que por una necesidad imperativa, los mecanismos que hayamos utilizado en el pasado no serán aplicables: se impone una reingeniería de nuestro enfoque porque ahora dependemos totalmente del petróleo y de las dádivas que en forma de préstamos nos puedan hacer nuestros "clientes y socios minoritarios petroleros".

La industria petrolera está en el suelo: su producción total incluyendo las empresas mixtas apenas llega a 2.500.000 b/d y sigue descendiendo, la producción propia de Pdvsa es de 1.300.00 b/d.; la refinación no cubre el mercado interno y el contrabando de extracción; el potencial de producción es cada día menor, al igual que nuestros mercados naturales cada día menores, más distantes y menos rentables. 


Hoy no hay divisas suficientes para importar lo que nos es indispensable, empezando por la comida, ni para pagar las deudas contraídas; Cadivi y los dólares baratos desaparecen; la escasez es apabullante y la inflación galopante y progresiva a futuro; la inseguridad es segura y creciente; la infraestructura de nuestro país y su calidad (vialidad, escuelas, hospitales, policía y tribunales que deberían protegernos y defendernos) es cada día más inapropiada; nuestros nexos con el progreso se hacen minúsculos; la gente está cada vez más depauperada. Hemos entrado en una regresión que se nos convierte en remolino mortal y la moral y la ética son cada día más escasas; importamos hasta el pan nuestro de cada día y vamos llegando al punto que no sabemos si lo tendremos hoy. ¿Qué hacer?

No podremos ni hacer lo que antes hacíamos que nos llevó a esto ni seguir en esto. La reingeniería pasa por reformar nuestra manera de pensar y hacer las cosas de modo que podamos progresar en forma continuada y progresiva para adelantarnos y, en la medida de nuestros éxitos, recuperar lo perdido durante tanto tiempo. No se trata de socialcristianismo, de democracia cristiana, de socialismo o de comunismo en sus diferentes tintes, ni de izquierda o derecha. Se trata de darle a la gente los instrumentos para que tengan la oportunidad de lograr su desarrollo humano en la forma en que a ellos les parezca y con ello lograr el verdadero desarrollo del país en democracia. 

Lo que se hace necesario es pedirle a la gente, a los ciudadanos, que indiquen cuáles son sus necesidades y prioridades determinadas para, por y con ellos mismos, las que, una vez determinadas, sirvan para elaborar planes de acción basados en esas necesidades y no las que sean producto de la aplicación de parámetros comparativos con las tendencias internacionales que ciertamente no nos son aplicables. De esta forma no tendremos que pensar ni decir si las políticas, programas y proyectos son de izquierda, de centro o de derecha, ni definirlas en otros términos que no nos han servido para nada, sino establecerlas y desarrollarlas para que atiendan a las verdaderas necesidades de la gente, incorporándola en su desarrollo. Con este enfoque podremos impulsar el desarrollo humano de la gente y desvestir las acciones de los visos de rojo que tanto daño nos han hecho a través de los años en la búsqueda infructuosa, por incapacidad, de la solución de los problemas de la gente, a la que en ningún momento hemos tomado en cuenta en su realidad ni verdaderamente. Sería un enfoque que les resuelva sus problemas y atienda a sus necesidades y prioridades, determinadas por ellos mismos, en democracia y con libertad. Usar el petróleo para el desarrollo de la gente y de nuestro país.

Odoardo León-Ponte
odoardolp@gmail.com 
@ooleopon

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viernes, 30 de mayo de 2014

ODOARDO LEÓN-PONTE, EL PETRÓLEO: UN FUTURO INCIERTO

Hay quienes todavía piensan que Venezuela puede convertirse en el mayor productor de crudo del mundo. Como aspiración es encomiable, pero conforma una imagen de ilusión más que de meta posible, sobre todo si seguimos pensando y actuando como lo hemos hecho durante todo el período en el que hemos sido un país petrolero con continuados visos rojizos, ahora claramente expresados. Analizando la realidad del mundo petrolero vemos que los grandes mercados son los Estados Unidos, Europa, y Asia, incluyendo en esta última a China, Japón y la India y nuestros mercados preferenciales son Estados Unidos, Europa, Centro y Sur América. Pero ¿qué está pasando en esos mercados?

Estados Unidos, a pasos agigantados, va camino a convertirse en exportador de energía y sus vecinos inmediatos y suplidores naturales y confiables, Canadá y México, (que por fin logró deslastrarse de su nacionalismo retrógrado e improductivo en petróleo) crecen en su capacidad de exportar y conforman con los "americanos" un mercado común. Europa tiene el Mar del Norte, el Medio Oriente, los ahora productores de la antigua Unión Soviética,  Rusia y los países del Norte de África como suplidores sin limitaciones naturales y con ventajas en cuanto a cercanía y calidad de crudos y productos. Asia, tiene como suplidores naturales con crudos de primera y con confiabilidad de suministro al Medio Oriente y África, entre otros. Los grandes productores de crudo, presentes y futuros, son Estados Unidos, Rusia y Arabia Saudita. A corto plazo, Estados Unidos no necesitará crudos ni productos importados, Brasil confronta la autosuficiencia, Bolivia exporta y Colombia y Argentina crecen como países petroleros. Nuestros otros mercados de Centro y Sur América son mínimos.

Realidad es dramática. Tenemos una producción en descenso, una calidad de crudos mayoritariamente mala, con insuficientes medianos y livianos que son los que pueden ir a nuestras refinerías; un mercado interno creciente que ahora requiere importación de productos y crudos; una capacidad de refinación estancada en su crecimiento y malograda en su mantenimiento y manejo; requerimiento de grandes inversiones por la necesidad de refinar parcialmente nuestros crudos de la faja para hacerlos comercializables y manejables; un historial de inconfiabilidad como suplidor en nuestro reciente pero ahora único pasado; una propiedad mayoritaria de la actividad petrolera en manos de un estado gerencial, técnica y financieramente incapaz, que le pide prestado a los socios minoritarios y a los suplidores de servicios; un país destruido y en proceso de quiebra que requiere inmensas inversiones y un Estado que es dueño de todo pero que no dispone ni dispondrá de los recursos humanos y financieros necesarios para la tarea que tiene que acometer; una imposibilidad de atraer a los inversionistas nacionales y extranjeros para que vengan a producir nuestro petróleo costoso y de mala calidad y que será difícil vender o venderlo a precio más bajo, porque nuestros mercados naturales estarán copados y los otros tendrán alternativas de mejores crudos. Agreguemos las limitaciones y la inflexibilidad de toda índole en materia petrolera desde el punto de vista ideológico y legislativo. Y esta es solo una muestra de nuestra realidad petrolera de la que ahora dependemos exclusivamente.

La pregunta: ¿estamos preparados para hacer los cambios a todas luces indispensables en nuestras políticas y estrategias para adaptarnos a nuestra nueva y triste pero cierta realidad?

Odoardo León-Ponte
odoardolp@gmail.com
@oleopon

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sábado, 24 de mayo de 2014

ODOARDO LEÓN-PONTE, LA INSÓLITA PDVSA SIGLO XXI

Uno trata de entender cómo Pdvsa Siglo XXI ha logrado auto destruirse y además convertir a la actividad petrolera en una fuente única e insuficiente de fondos para las necesidades del país y, al hacerlo, confronta una serie de realidades que lo explican. ¿Cómo se ha podido convertir a la "gallina de los huevos de oro" en una infértil cacareadora? 

Para entender esta realidad debemos tomar un punto de partida: la producción propia de Pdvsa a fines del Siglo XX era de 3.000.000 b/d y la total de la industria era de 3.100.000 sin que se hubiera incorporado aún la producción de las empresas mixtas de la Faja. Hoy, la producción total del país es de unos 2.500.000 b/d: 1.300.000 b/d de Pdvsa Siglo XXI (una reducción de la producción propia de 1.800.000 b/d equivalente a una disminución de más de 100.00 b/d por año)  y 1.200.000 de la producción de las empresas mixtas de la Faja migradas o no. Una simple cuenta sin mayores dificultades indica que de haberse tan solo "mantenido" la producción propia de Pdvsa Siglo XX estaríamos produciendo 4.200.000 b/d. ¿Pero por qué ha sucedido esto?

Primero se les metió en la cabeza "dominar" a Pdvsa y botaron a toda la plana mayor (le mocharon el cuerpo extirpándole de la cintura para arriba, incluyendo el cerebro). 

Después decidieron que había que dominar las empresas mixtas y tomaron la mayoría accionaria, dándoles la propiedad proporcional de las reservas a los socios minoritarios (desestatización) y asignándole la operación a Pdvsa Siglo XXI. Más aún, le asignaron a Pdvsa Siglo XXI una serie de tareas para suplir sin éxito las incapacidades de un estado en proceso acelerado de transición hacia el caos y destinando los recursos del petróleo a fines inconfesables de proselitismo político en función de sueños irrealizables interna e internacionalmente. 

En el principio y pensando que esa situación se mantendría y hasta mejoraría, los dineros provenientes del petróleo alcanzaban para todas las ideas ilusas que se les ocurrieron. Así, y sin que les pegara en el bolsillo comenzó una euforia de "expropiaciones", de "inversiones" en nuevas actividades de estado dentro de un enfoque inconveniente de propiedad mayoritaria de los medios de producción, que aceleradamente se fue convirtiendo en necesidades de importación como resultado de la limitación impuesta al sector productivo privado y la incapacidad del aparato productivo del estado de producir en reemplazo del sector privado. 

Pdvsa Siglo XXI pagaba y siguió pagando, pero los precios no siguieron subiendo, la producción siguió bajando y el costo del aparato improductivo del estado y el creciente tamaño del estado y sus instituciones, comenzó a deteriorar las cuentas incontroladas y a mermar la disponibilidad de las divisas producidas ahora por la única fuente: Pdvsa Siglo XXI, la cacareadora infértil. Pero otros "consumos" incidieron: el uso de los fondos para fines ya identificados y reconocidos y para la necesidad de ganar elecciones a cualquier costo, aparte de la incapacidad de los miembros del gobierno para generar progreso y para generar anarquía. Comenzó el intento de resolver a través de distintas fórmulas de préstamos y postergar la cancelación de las deudas, obligatorio en una situación como la anotada. 

Resultado de la insensatez del uso de Pdvsa en estos 15 años: Falla la luz, se raciona el agua, escasean los productos de la dieta básica y de los que no lo son, las líneas aéreas se van, los comercios cierran, crece el desempleo, no hay carros ni repuestos, se caen los puentes de guerra, el costo de la vida toma primacía, la inseguridad se incrementa más aún con la represión del estado, el país llega a récords insólitos en todas las mediciones de lo que no se debe ser. ¡Ah! Lo insólito: ahora también importamos gasolina.

Odoardo León-Ponte
odoardolp@gmail.com
@oleopon

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jueves, 24 de abril de 2014

ODOARDO LEÓN-PONTE EL PETRÓLEO: NUESTRA REALIDAD

Los precios internacionales de nuestros productos petroleros: crudo, gas y derivados, tienen una tendencia a la baja, producto de las fuerzas vigentes del mercado. Mientras más crudo y productos haya y mientras más lejanos nuestros clientes y menor el crecimiento del mundo consumidor, el resultado de nuestras ventas tendrá que ser menor. 

Nuestra realidad es que cada día le vendemos menos a quien nos paga de contado y le entregamos más a quien no nos paga y a quien nos presta. Además, nuestros mercados son cada día más distantes y conllevan mayor componente de flete y su composición es peor en calidad. Si cada día fiamos más y nuestras ventas son a clientes más lejanos y a muchos les estamos entregando para pagar préstamos o para intentar tener un poder que no utilizamos en beneficio de la gente, entonces no debe sorprendernos que nuestro ingreso por concepto de petróleo sea cada vez menor. Esto por concepto de los precios.

En la variable producción/refinación. Otro hueco. En este sentido nos distinguimos por nuestra habilidad para reducir la capacidad de producción y de refinación, mezclote de una ineptitud para manejar la operación petrolera y de la insuficiencia presupuestaria para nuestra producción directa y para la participación en las empresas mixtas, a las que además perjudicamos en razón de los esquemas cambiarios y administrativos. Ni hablar de eficiencia en refinación que se ha reducido como producto de la falta de mantenimiento y de ampliación, producto de la mala gerencia y de la incapacidad financiera del estado. Aunque Pdvsa "es de todos", mucha gasolina que consumimos no es de Pdvsa sino importada con una relación infernal de precio de compra versus precio de venta.

En la variable calidad, por la incapacidad operativa y financiera de Pdvsa y el freno impuesto a la ampliación de la producción de las empresas mixtas, no hemos desarrollado la producción de crudos liviano y medianos, ni tampoco la de crudos pesados, así que cada día tenemos menos producción de crudos y, en mayor proporción, crudos de peor calidad y más costosos. Esto afecta a la reducida refinación: importar crudo livianos/medianos.

El mercado interno, incluyendo el contrabando de extracción, crece por razones demográficas y de relación de precio con nuestros vecinos, y se suple a través de la combinación de generación hidráulica/térmica y de la relación de los precios interno/importación. Como el estado incapaz no ha podido combinar las variables en cuestión y "para hacerlo más eficiente" ha absorbido su manejo en su totalidad hasta el punto de que paga en vez de cobrar por vender, genera inmensas pérdidas, aún con la reducción de la planta industrial privada.

Sumando lo antes enunciado y debido a que cada día nos vamos distanciando más de un futuro petrolero promisor en razón de nuestros errores al usar el petróleo con el fin de tratar de mantener la preponderancia insostenible de una ideología "fuera de moda" e improductiva en cuanto a Desarrollo Humano y por desatender la dinámica del mercado (producción/consumo/mercados/competitividad), nos hemos rezagado irremisiblemente. Tenemos que entender y aceptar que nuestra realidad petrolera y, más aún, nuestro futuro petrolero requieren acciones de cambio urgentes si queremos desviarnos del camino de convertirnos definitivamente en un "expaís".

Odoardo León-Ponte
odoardolp@gmail.com 
@ooleopon

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martes, 18 de marzo de 2014

ODOARDO LEÓN-PONTE, PETRÓLEO: LEGADO DE UN MAL MANEJO


Con el advenimiento del siglo XXI y bajo las premisas equivocadas de que: el barril podría llegar a $200, la producción aumentaría a 5 millones de barriles por día, el valor de las exportaciones cubriría ampliamente todos los excesos de un Estado sin planificación alguna, con los petrodólares nos convertiríamos en "la" potencia política regional, el recién electo sería eterno, podríamos sufragar todas las locuras y los desaciertos sobre esquemas macro y microeconómicos, entre otros, comenzó el trágico juego de llevar el país a la quiebra, manteniendo a toda vela el rumbo inconveniente de intentar convertir al Estado en el proveedor de todas las cosas físicas y espirituales, suplantando o reduciendo al sector privado a la mínima expresión. 

Aunado a esas premisas se agregó el dominio por parte de un partido político de las instituciones del Estado y un creciente grado de presión sobre la población para controlarla en sus manifestaciones de un cada día mayor descontento con la realidad negativa de su calidad y forma de vida: todo para lograr la eterna permanencia de una "ideología" política fracasada en todas las oportunidades en que se ha aplicado. 

Pero en criollo: "una cosa es los que piensa el burro y otra el que lo monta". Así, lo que pareció ser un objetivo alcanzable se ha convertido en pesadilla tanto para los que quieren mantener el sistema como para los que vivimos la realidad de las consecuencias de acciones obtusas negadas con el progreso, las necesidades y el desarrollo de la gente. 

Son conceptos que no han dado resultados satisfactorios en ningún país del mundo y que ha aprendido la mayoría de los países latinoamericanos. ¿Y cuál es el resultado de esa trágica intención de convertir a nuestra tierra en una copia al carbón de la tragedia cubana, pensando que con el petróleo podríamos darnos el lujo de lograr lo imposible? Veamos.

Durante el siglo XXI no se ha invertido ni un centavo en desarrollo; solo se ha gastado en hacer lo que no debemos (lo improductivo) y en intentar engañar a la gente indefinidamente, capacidad de engaño que, apoyada en el petróleo, se ha hecho insostenible al igual que la aspiración de mantener contenta a la gente en base a tasas de cambio del dólar que hacen que nuestras relaciones económicas sean insostenibles y a fuerza de dádivas. 

¿Puede un kilo de azúcar costar 6 bolívares que convertidos a una tasa de cambio realística no llegaría ni a 10 centavos de dólar?

Imposible seguir manteniendo la ficción.

Y la situación se ha agravado hasta tal punto que no hay suficientes dólares para mantenerla, no hay capacidad de crédito para ese Estado aparatoso mantenido ilógicamente, no hay producción nacional porque se ha frenado fatalmente a la empresa privada (ya no hay ropa ni carros ni repuestos ni cemento ni cabilla ni suficiente electricidad ni papel toilette: y pare de contar). 

Hay una producción declinante de petróleo y un mercado en recesión para nuestros crudos y sus precios, aparte de que tenemos que importar la gasolina que antes producíamos. Unamos a esto la incapacidad de seguir dándole subsidios al pueblo que ahora comienza a percatarse de que su continuidad física está en peligro y que su futuro cada vez es más distante, con una inflación que ha cobrado una personalidad inocultable y que se une a la inexistencia de lo indispensable para una vida normal. Y las reservas de crudo más grandes de la tierra en proceso de convertirse en una ilusión.

Odoardo León-Ponte
odoardolp@gmail.com
@oleopon

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miércoles, 4 de diciembre de 2013

ODOARDO LEÓN-PONTE, PETRÓLEO Y ESCASEZ

Venezuela, como cualquier país que viva la condición de país subdesarrollado o, más elegantemente, "país en vía de desarrollo" (en nuestro caso convertida en una situación permanente) ha sido incapaz de lograr un creciente y continuado nivel de desarrollo. 

Esa situación se acentuó desde el mismo momento en que se estatizó la actividad petrolera con la creación de Pdvsa Siglo XX: desde entonces cesó el progreso real en nuestro país y más recientemente, con el advenimiento del llamado "socialismo del siglo XXI", la situación ha tomado, ciertamente, el rumbo de lo que se ha dado en llamar el "expaís". Podríamos decir que hemos sufrido en forma continuada una situación de escasez que se manifiesta de varias maneras.

En el tiempo que podamos recordar, el Gobierno ha tenido una continuada escasez de fondos para atender debidamente a las necesidades de la gente, producto de su incapacidad para generar y aplicar eficazmente suficientes fondos para las necesidades. El producto de la actividad petrolera nunca fue suficiente y desde que lo ha sido se ha utilizado para fines distintos a la atención del desarrollo humano de la gente, permitiendo que ellas se profundicen y creando un déficit incalculable en todo lo relativo a las obligaciones del Estado, tanto para con el personal del Gobierno como en lo relativo a la infraestructura del país y la viabilidad del aparato productivo del Estado y sus empresas. Los ingresos provenientes de otras fuentes han mermado el aparato productivo del sector privado como consecuencia de las acciones del Estado.

La capacidad de la actividad petrolera para generar los fondos requeridos para mantener el país ha sido insuficiente por el uso que se le ha dado a los fondos ahora orientados a mantener una alternativa política a expensas de nuestro desarrollo. Como consecuencia, hoy en día la producción total de petróleo del país, incluyendo la producción de las empresas mixtas, es menor que la producción propia de Pdvsa Siglo XX.

Debemos agregar a ello la absoluta incapacidad e ineficiencia en el mantenimiento, manejo y ampliación necesarias de las instalaciones petroleras para atender a las requerimientos crecientes del país; la creciente reducción de la capacidad de producción del aparato productivo del país, por diversas causas, pero principalmente por la acción incremental creciente de un Estado con una orientación política trasnochada; la necesidad de importar todo lo que antes importábamos y producíamos y ahora no, más lo que antes no producíamos y ahora tampoco. Si además agregamos la carga insoportable en que se han convertido la empresas del Estado, viejas y nuevas, la convergencia de la reducción de los ingresos de divisas por el único producto que hoy en día las genera por la combinación del estancamiento de la producción y los precios , desembocamos en un cuadro de escasez: no hay incremento en la producción petrolera, hay reducción en el volumen y la rentabilidad de la comercialización de crudos y productos, tenemos que importar grandes volúmenes de productos derivados del petróleo, hay una creciente reducción en la producción nacional pública y privada, hay una inmensa necesidad de importar de todo (insumos, materia prima, productos). Agreguemos el endeudamiento. Total: escasez generalizada.

Concluimos que en nuestro país habrá escasez creciente mientras las acciones del Estado se sigan tomando con escasez de criterio.   

odoardolp@gmail.com

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jueves, 24 de octubre de 2013

ODOARDO LEÓN-PONTE, PETRÓLEO: ACCIÓN Y CONSECUENCIA

La propiedad total o mayoritaria de las empresas que producen el petróleo debe habernos permitido entender el trilema involucrado y creciente, también aplicable a las otras empresas del Estado: usar los fondos provenientes del petróleo para reinvertirlos y aumentar la producción y los ingresos, usar los fondos para mantener el aparato político o usar los fondos para generar el desarrollo del país. Es allí donde está la clave, pudiendo asimilarse la situación a una de conflicto de intereses: los del petróleo, los del aparato gubernamental y los del desarrollo por y para la gente. Cuando el petróleo estaba en manos de terceros, el país solo podía despilfarrar lo que recibía por impuestos, pero la inversión para el mantenimiento o el crecimiento estaba garantizada para lo que el Gobierno autorizara hacer a las empresas operadoras. Estatizada la industria comenzaron los problemas: sueldos altos, gastos "innecesarios", unidad del tesoro para que más fondos fueran a cubrir la necesidades del Estado en perjuicio de la actividad petrolera, politización de la acción gerencial, efectos financieros sobre las empresas en razón de los errores gerenciales del Gobierno: éstos solo como botón de muestra.

¿Cuáles las acciones y cuáles las consecuencias?

Las acciones han sido y son las de un Estado hambriento de fondos y de poder político y personal cuyos líderes no han entendido que no puede haber desarrollo, ni Desarrollo Humano ni Estado poderoso económica o políticamente mientras no haya seguridad de que los medios de producción sean efectivos, eficientes y productivos en forma permanente y creciente, medidos en términos aceptables. Eso le ha pasado a las empresas del Estado: Pdvsa, Guayana, Cantv, y a las fincas y empresas "estatizadas" más recientemente, pagando los platos rotos la mayoría de los ciudadanos de un país, quienes tenemos todo el derecho a un nivel de calidad de vida cónsono con los dones de un país bendecido con generosidad. Con los razonamientos de "seguridad", "independencia", "conveniencia nacional", más otras imágenes y mensajes políticos similares, hemos convertido a las empresas del Estado en rumas de equipos inservibles sin mantenimiento y con obsolescencia e insuficiencia para  las circunstancias cambiantes de mercado y tecnología.

Otro aspecto que ha cobrado fuerza y vigencia es la oportunidad de corrupción al dejar las decisiones en manos de un Estado dirigido por personas a quienes "no les duelen los reales" e incorporando la corrupción como basamento para el manejo de presupuestos que no guardan relación con las necesidades de la gente, aunque se intente y se logre embelesarlos con todas las aparentes y supuestas mejores intenciones. Hemos visto claramente que las consecuencias de los inmensos riesgos que muchos anticipamos en la decisión de estatizar la actividad petrolera, desembocaron en la peor de las alternativas al convertir a Pdvsa en un instrumento de mantenimiento del poder a expensas de la calidad de vida de la población.

Las realidades ya no se pueden disimular ni camuflar. Si queremos enrumbar al país por un camino de progreso se requiere un nuevo enfoque. El Gobierno a la asistencia social, la  educación, la seguridad y la promoción del desarrollo. La empresa privada a producir lo necesario para generar el empleo, la riqueza y el progreso para la gente y para las necesidades de un Estado que debe comportarse como "la mujer del César".     

odoardolp@gmail.com    

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