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martes, 9 de junio de 2015

MAURICIO ROJAS, MARIO VARGAS LLOSA Y EL CAPITALISMO DE LOS POBRES. LIBRE MERCADO, MADRID, CASO PERU

Nadie hubiese imaginado a mediados de 1990 que en 25 años Perú sería uno de los países más exitosos de América Latina, tras triplicar su PIB y reducir drásticamente la pobreza. En 1990 se encontraba en una situación caótica, producto de una dilatada crisis económica que había adquirido proporciones gigantescas bajo el gobierno populista de Alan García y una escalada de violencia política sin precedentes. El ingreso per cápita cayó un 30% de 1987 a 1990 y la inflación pasó el 7.000% en ese último año. Más de la mitad de los peruanos vivía en la pobreza en zonas rurales o inmensas barriadas al margen de las instituciones. Además, extensas regiones del altiplano estaban controladas por la brutal guerrilla maoísta Sendero Luminoso.

Para muchos, Perú estaba a las puertas de una revolución comunista, pero ocurrió justamente lo contrario: desde la marginalidad, el pueblo desencadenó una revolución capitalista sin precedentes. Para ello fue necesario el genio de Mario Vargas Llosa, la inescrupulosidad de Alberto Fujimori y el talento emprendedor de millones de peruanos.

La revolución liberal de Vargas Llosa

El aporte de Vargas Llosa fue de primer orden, señalando el camino que el país finalmente transitaría para salir de la crisis. En 1990 fue candidato a presidente proponiendo algo tan insólito en Perú como una revolución liberal que abriera su economía al potencial emprendedor del pueblo. Era la alternativa del "capitalismo de los pobres", como la llamó, en vez del capitalismo cerrado y oligárquico del pasado.

Además, la crisis peruana era de tal gravedad que no permitía medias tintas ni gradualidad. Ello implicaría un alto costo inicial, y sobre ello Vargas Llosa fue absolutamente transparente. Quería ganar la elección como el hombre honesto que es y, por supuesto, perdió.

Las sorpresas de Fujimori

Alberto Fujimori derrotó a Vargas Llosa en la segunda vuelta de la elección presidencial de junio de 1990. De él poco se sabía, y su mayor capital político era no pertenecer a las desprestigiadas elites del país. No tenía un programa concreto de gobierno, sino sólo declaraciones muy vagas y, sobre todo, la promesa de no someter el Perú a un cambio radical como el que proponía Vargas Llosa. Pero fue justamente lo que hizo con el programa de estabilización económica, que anunció diez días después de haber asumido el poder. Se lo conoce como Fujishock, y luego fue completado por nuevas medidas que lo profundizaron.

Su propósito era frenar la inflación mediante una drástica reducción del déficit fiscal, abrir la economía peruana y reinsertarla en el sistema financiero internacional. Se redujeron los gastos corrientes del Estado en una cuarta parte, se eliminaron las trabas a la importación, se liberalizaron los mercados de bienes, servicios, capitales y trabajo y se privatizó gran parte de las empresas públicas.

El impacto inicial de estas medidas fue duro, pero a partir de 1993 se inicia una fase de fuerte recuperación que reflejó los logros más significativos de Fujimori: el saneamiento de las cuentas fiscales, la derrota de la inflación y la reinserción de Perú en los mercados internacionales de capitales. Junto a ello se deben destacar dos hechos políticos decisivos: el autogolpe del 5 de abril de 1992 y la derrota de los grupos terroristas a partir de la captura, en septiembre de 1992, del Presidente Gonzalo (Abimael Guzmán), líder de Sendero Luminoso. Tanto el autogolpe como los métodos adoptados para combatir al terrorismo retratan de cuerpo entero a Alberto Fujimori como un hombre sin escrúpulos, dispuesto a instaurar la dictadura, el terrorismo de Estado y las prácticas más corruptas para alcanzar sus fines.

El capitalismo de los pobres

El crecimiento iniciado en 1993 fue interrumpido en 1998 por la crisis asiática, que dio origen a cuatro años de recesión. El régimen fujimorista caerá en noviembre de 2000, dando paso al restablecimiento de la democracia.

Es en esas condiciones que, a partir de 2002, se inicia un largo período de extraordinario crecimiento y reducción de la pobreza. El PIB se duplica de 2001 a 2013 y la pobreza pasa del 54,7 al 23,9%. La pobreza extrema se reduce aún más: del 24,4 al 4,7%.

Una fuente importante de este crecimiento es la fuerte demanda internacional de material primas, pero ello no explica que el Perú haya crecido el doble que América Latina entre 2001 y 2014. Para entenderlo hay que analizar los factores internos que han dinamizado el crecimiento de la economía peruana. Entre ellos destaca su altísima tasa de informalidad.

Esto no quiere decir que la informalidad por sí sola conduzca a un resultado como el de Perú en los últimos decenios. Es la combinación de la estabilidad macroeconómica y las reformas liberalizadoras, con la derrota del terrorismo, la democratización y una coyuntura global favorable, lo que ha dado al capitalismo de los pobres un contexto adecuado para poder desarrollar todo su potencial creativo.

La informalidad, refugio y trampolín de los pobres

Según el Instituto Nacional de Estadística del Perú, en 2012 el 74% de la fuerza laboral (unos 12 millones de personas) tenía un empleo informal. Esta cifra es impactante, pero representa un descenso frente a las registradas anteriormente. Esto implica que estamos frente a un fenómeno clave para comprender la evolución de la pobreza en Perú.

El sector informal se ha expandido en momentos de retroceso económico y se ha contraído cuando el país crece. Es decir, la informalidad ha sido tanto el gran refugio como el trampolín fundamental del progreso de los pobres: los ha acogido en los tiempos difíciles y les ha permitido ampliar sus actividades, así como pasar al sector formal cuando las condiciones han mejorado.

Los efectos más notables del dinamismo del capitalismo informal se reflejan en a la disminución de la pobreza y en una distribución más igualitaria del ingreso. Si Perú tuviese hoy el porcentaje de pobres de 2001, habría 10 millones de pobres más de los que realmente hay: 17 en vez de 7 millones. A su vez, la distribución del ingreso ha evolucionado hacia mayores niveles de igualdad. El coeficiente de Gini ha bajado de 0,54 a 0,44 entre 1999 y 2013, y la relación entre los ingresos del 10% más acomodado y el 10% más pobre ha disminuido de 26 a 14 veces.

El Estado peruano no ha dado mucho a sus pobres, y su gran aporte, fuera de derrotar al terrorismo, ha sido dejar de perturbar sus vidas y obstaculizar su espíritu emprendedor. La lucha contra la pobreza la han dado y ganado los pobres en el mercado, apoyados en sus propias redes sociales y al margen de la legalidad oficial.

En resumen, en vez de ser un problema, como se planteaba tradicionalmente, la informalidad ha sido la gran solución para los pobres. Esa es la gran revolución que le está cambiando el rostro y el alma al Perú. El pueblo peruano no siguió a Sendero Luminoso, sino el luminoso sendero del capitalismo de los pobres.
Mauricio Rojas M
mauriciojoserojasm@gmail.com
@MauricioRojasmr

Enviado  Por Gabriel Gasave
Gabriel Gasave
ggasave@independent.org
@ElIndependent

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martes, 12 de mayo de 2015

GABRIEL S. BORAGINA, LIBRE MERCADO, POBREZA Y TRABAJO, PENSAMIENTO LIBERAL,

La economía de mercado libre no existe, porque los gobiernos la impiden. Por eso hay pobreza precisamente. 

Si el mercado no es libre implica que el pobre no es libre de salir de su pobreza, ni siquiera de intentarlo. 

Un mercado intervenido por el gobierno condena al necesitado a continuar en su condición miserable. “Libre” significa tener la posibilidad de progresar, de trabajar, ganar dinero, poder ahorrarlo e invertirlo. Millones de personas hoy en día no poseen esa oportunidad, entonces ¿cómo poder decir que “tenemos” o “vivimos” en un mercado “libre”? La misma existencia de gente en estado de indigencia nos da la pauta de la ausencia de un mercado libre. Sin embargo, podemos observar que en aquellos países donde los mercados son más libres, la pobreza es mucho menor. Porque “libre” implica libertad de trabajar, de ganar dinero y de conservar lo ganado. Si en algún sitio esta potencialidad no existe, no hay allí libre mercado en absoluto.
Pero ¿qué es realmente el mercado? El mercado somos todos. Por eso todos lo controlamos. El gobierno no lo controla. Lo interfiere y obstaculiza (que es cosa bien diferente). Se llama mercado a la interacción de millones de personas que diariamente realizan acuerdos (contratos) mediante los cuales intercambian derechos de propiedad sobre bienes o servicios. En esos intercambios controlamos que lo que recibimos sea lo que verdaderamente necesitamos más, y que lo que damos sea lo que realmente precisamos menos. 
Es decir, que pagamos ni más ni menos lo que llamamos un precio justo. La otra parte hace el mismo control, entrega lo que valora menos por algo que valora más. No hace falta que un tercero -que no nos conoce- venga a "controlar" la operación, y menos aún que interfiera sobre ella. Este control lo hacen todas y cada una de las personas que participan en el mercado. 
El gobierno no puede hacer ningún control de este tipo, porque no puede valorar en lugar de las partes que participan en la transacción. Sólo puede estorbarla, haciendo que una de las partes pierda frente a la otra. 
En cambio, si el mercado es libre, ambas partes ganan, porque controlan que así sea justamente. Lo único que hay que controlar es que ambos contratantes reciban lo esperado de cada uno, y este control sólo puede estar a cargo de ellos, porque nadie mejor que ellos saben qué es lo que necesitan y qué fue lo que motivó que decidieran intercambiar entre uno y otro con exclusión de cualquier tercero. De la misma manera que nosotros controlamos nuestros gastos diarios. No necesitamos que ningún burócrata lo haga por nosotros.
También hay que tener en cuenta que en los países comúnmente llamados "desarrollados" existen oligopolios y monopolios que, normalmente, son creados y administrados por los gobiernos en su mayoría, siendo el monopolio más grande de todos, el propio gobierno. 
Pero esto, como es notorio, no es defecto exclusivo de los países llamados “desarrollados” (habría que ver -además- qué implica concretamente esta última expresión). Monopolios y oligopolios aparecen y son frecuentes en economías intervenidas y proteccionistas, tendiendo a desaparecer a medida que la economía se va abriendo. 
Las famosas leyes antimonopolio -paradójicamente- son, junto con otras, las que crean y mantienen en el tiempo estas verdaderas concentraciones de capital.
La interferencia del gobierno en el mercado de trabajo es lo que produce el desempleo creciente, ya que las leyes laborales rompen el equilibrio natural que existe entre la oferta y demanda de mano de obra en el mercado y, gracias al cual, la tendencia al pleno empleo es una constante. 
El efecto de las leyes laborales (también llamadas “sociales” denominación redundante y paradójica, como si hubiera leyes que no fueran “sociales” ya que todas las leyes tienen razón de ser en (y para) un contexto social) es elevar los costos del trabajo por encima de su nivel de productividad. 
Como consecuencia de este fenómeno, suben los salarios nominales al tiempo que bajan los salarios reales y el resultado de todo este proceso es el desempleo. Las leyes laborales eliminan de la competencia a los actuales y potenciales empleadores, reduciendo el mercado laboral, que más se achica cuanto más la ley laboral eleva los costos de contratación, todo lo cual termina expulsando mano de obra hacia el paro o desempleo.
Se ha dicho que en materia económica “el Estado debe actuar”. Pero se olvida -o se desconoce directamente- que no actúa ni puede actuar. Sólo los individuos actúan, no las hipostasis. Esto -en los hechos- significa que los que actúan son las personas que están a cargo del gobierno, que no necesariamente lo harán bien como con frecuencia se supone, dado que los gobernantes son tan humanos como cualquiera de nosotros, ergo son falibles y yerran a menudo, por lo que no existe ninguna razón que determine que la decisión de un burócrata va a ser superior o mejor siquiera a la de cualesquiera que no ocupe cargos en la burocracia.
También se pretende que sean los gobiernos los que determinen los "mejores" mercados y sociedades. Tampoco esto es posible, porque los mejores mercados y sociedades son determinados por las personas y no por los "estados" por lo dicho en el párrafo anterior. Ningún gobierno goza de la omnisciencia que de ordinario la mayoría de la gente presume que posee. El mercado es un proceso espontáneo, que surge en las sociedades libres. Los gobiernos sólo pueden reducir y obstruir este proceso, nunca pueden "mejorarlo", sólo pueden perjudicarlo.
Se cree que si el gobierno no interviene, el mercado libre caerá en manos de poderosos ricos. Pero como dijimos al comenzar, hoy por hoy, no hay mercado libre, porque el "libre" mercado ya está en manos de los poderosos ricos. Ellos son los gobiernos y gobernantes. Es "libre" sólo para los gobiernos, no para el común de la gente. El gobierno reduce la libertad del mercado al ámbito de los funcionarios, burócratas y algunos mal llamados “empresarios” que ofician -en realidad- como verdaderos barones feudales, operando al abrigo del proteccionismo que les brindan precisamente esos mismos burócratas y funcionarios estatales.

Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina

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miércoles, 15 de abril de 2015

RAFAEL O. MARCANO A., NO EXISTE REAL CIUDADANÍA EN EL MARXISMO

En el reciente asueto de Semana Santa, aprovechando la relativa paz de esos días, pasó ante mi vista un pequeño escrito, hecho con fina pluma, pero inquietante; en él su autor pretende describir lo que los diferentes sistemas socio-políticos pretenden hacer con los seres humanos.

Al referirse al socialismo marxista, sin nombrarlo, el articulista dice que “los regímenes autoritarios y burocráticos como los de China, Cuba, Venezuela etc., quieren producir ovejas sumisas, rebaños obedientes, espíritus vencidos, esclavos ideológicos, masas que aplaudan al caudillo corrupto de turno”. No hay manera de no estar en sintonía con tal aserto. Su enunciación es ¡impecable!

Pero cuando aborda al capitalismo como sistema (llamándolo por su nombre) afirma que éste “pretende transformarnos de ciudadanos a consumidores, de generadores de cultura a depósitos de basura comunicacional y publicitaria. De hijos de la poesía y la lectura a masas de iletrados que tragan incansablemente lo que se anuncia por los medios, de gente que ni lee ni observa”. A este respecto, el disenso del suscrito es tajante.

Es alarmante que a estas alturas, incluso entre gente culta, haya quienes no entiendan la muy evidente relación entre el capitalismo (economía de mercado sin planificación central) y la democracia occidental tal como la hemos conocido desde la Revolución Francesa (por lo menos) hasta nuestros días.

La democracia, así entendida, es el correlato jurídico-político de la economía de mercado, y viceversa. Una no puede vivir sin la otra. Se argumentará en contrario que en la historia se han dado casos en los que ha habido economía de marcado (capitalismo) sin libertad; ¡es cierto! pero ¿cuánto han durado? Sólo dos ejemplos: Marcos Pérez Jiménez (1952-1958) y Augusto Pinochet (1973-1990).

Por el contrario, aquellos gobiernos de economías centralizadas seguidores de las erradas propuestas marxistas (por ejemplo: “Los regímenes autoritarios y burocráticos como los de China, Cuba, Venezuela, etc.”) sólo pueden subsistir si limitan las libertades públicas y los Derechos que les son inherentes, o sea, los Derechos Humanos, para así poder “producir ovejas sumisas…que aplaudan al caudillo corrupto de turno”.

En una economía de mercado, entonces, un ciudadano es justamente eso: un ciudadano con Derechos (y Deberes) y con garantías para ejercerlos. Es en dentro de este sistema que existe el Derecho a la Defensa, el Juicio Justo, el Juez Natural, Estado de Derecho en virtud del cual el Estado (gobierno) está sujeto al cumplimiento de la ley, lo que implica que está limitado y controlado mediante una real especialización institucional que permite la partición del Poder Público en ramas que se contrapesen y controlen entre sí.

En cuanto a la “conversión” de los ciudadanos en consumidores, hay que expresar que se trata de una falacia puesto que los ciudadanos somos seres humanos, y en cuanto tales, tenemos necesidades que debemos satisfacer en función de su naturaleza e intensidad y de los medios disponibles para ello. 

Así que ser consumidor no es un pecado ni una falencia. Se trata simplemente de una condición natural que se ejerce libre y catalácticamente sin problemas de conciencia, dentro de un ambiente “ganar-ganar”; de no ser así, ninguna sociedad sería exitosa. El ciudadano tiene un múltiple rol de consumidor, ahorrista, inversionista, emprendedor, etc. según sus aptitudes cuando así lo decida de manera libérrima.

Por eso los países socialistas han sido predominantemente unos fracasos emigratorios.

No se trata de que el Capitalismo sea perfecto, no lo es, pero no podemos adjudicarle defectos que no tiene.

También leí hace poco un texto de CEDICE-Libertad que lo he dejado a propósito como broche de oro para estos comentarios:

“El libre mercado es el sistema que promueve una sociedad basada en la libertad de elegir, comerciar y competir. Donde hay respeto a los derechos de propiedad y donde el consumidor tiene el poder para escoger aquello que satisfaga sus necesidades sin coacción ni privilegios, como base para la democracia”.

Rafael O. Marcano A.
romarcanoa@gmail.com
@romarcanoa

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jueves, 10 de abril de 2014

NESTOR SUAREZ. EL SOCIALISMO

Estoy dedicando mis clases universitarias a dos de los mas notables economistas y filosofos sociales del siglo XX, Ludwig von Mises y Friedrich von Hayek.

En este caso examinare una de las obras mas influyentes de Mises : Socialismo. Mises desarrollo una integrada y deductiva ciencia economica, muy completa, basada en el axioma fundamental de que todos los individuos actuan consistentemente con el proposito de alcanzar sus metas deseadas. 
Mises concluyo que la unica politica economicamente viable y exitosa para la raza humana era una politica irrestricta de laissez-faire, de mercados libres y del ejercicio pleno de la propiedad privada, con gobiernos estrictamente limitados a la defensa de la persona y la propiedad dentro de su area territorial.
No hay otra. Mises fue capaz de demostrar tres cosas muy importantes:
1. Que la expansion de los mercados libres, la division del trabajo y la inversion de capital privado es el unico camino posible hacia la prosperidad .
2. Que el socialismo es desastroso para la economia moderna , puesto que la ausencia de propiedad privada de la tierra y de los bienes de capital evita cualquier forma racional, economica y productiva de establecimiento de precios, y de estimacion de costos. y finalmente ,
3. Que el creciente intervencionismo gubernamental -sumado a la obstaculizacion y reduccion del mercado- se prueba y demuestra, que lleva inevitablemente al socialismo, a menos que la intervencion sea repelida y el libre mercado restaurado inmediatamente.
Sosteniendo estos puntos de vista hemos luchado por la verdad frente a un siglo cada vez mas devoto del estatismo y el colectivismo; Mises se volvio famoso por su intransigencia  frente al socialismo.
Como consejero economico del jefe del gobierno austriaco en los anos 1920 , Mises fue capaz de reducir la inflacion; y desarrollo su propio seminario privado, el cual atrajo a los mas sobresalientes jovenes economistas, cientificos sociales y filosofos de Europa , entre ellos su mejor discipulo , Friedrich A. Hayek.
Su teoria del ciclo de negocios acusaba a las politicas inflacionarias de los Bancos Centrales por la inflacion y la depresion. Habiendo escapado de los nazis a los EEUU, Mises hizo mucho de su mas importante trabajo en su patria adoptiva. 
Durante dos decadas de ensenanza inspiro a una emergente Escuela Austriaca en ese pais. En 1974, un año despues de su muerte ( 1973 ), su mas distinguido seguidor , F. A. Hayek, fue reconocido con el premio Nobel de Economia por su trabajo en la elaboracion de la teoria del ciclo de negocios de Mises durante las decadas de 1920 y 1930.
Algun dia Venezuela saldra de este marasmo y esta confusion. Ese dia todos tendremos que volver los ojos al Libre Mercado y a la Escuela Austriaca de Economia . Espero que cuando llegue ese dia mis estudiantes que hoy se encuentran luchando por su patria , puedan hacer su aporte y su contribucion a la reconstruccion de Venezuela. Personalmente mi aporte y contribucion son estas clases, cursos, seminarios, conferencias y nuestra catedra de Economia de la Oferta.
Nestor Suarez
nsuarez07@hotmail.com
@esLibertadOrg

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sábado, 22 de junio de 2013

ALEXANDER GUERRERO, ESCASEZ, INFLACIÓN Y RACIONAMIENTO: LAS MENTIRAS DE MADURO

El Presidente exhibe una recurrente batalla contra la verdad. El político se sirve de la demagogia, también es cierto que ciertos prejuicios republicanos marcan la distancia entre aquella y la mentira, sobre todo, cuando a esta última se le utiliza recurrentemente para justificar lo injustificable. Maduro rompe esos límites, corre el riesgo y queda descolgado fuera de lugar como en el football. Maduro dijo que la inflación es por “sobrecalentamiento del consumo”, y lo dijo sin parpadear, sabiendo que ello no es cierto. Expliquemos.

EL PRESIDENTE ENTRE LA MENTIRA Y LA RESPONSABILIDAD

La economía comenzó su desaceleración en camino a una severa contracción en el último trimestre del 2012, cuando se encontraron la crisis de balanza de pagos y la crisis fiscal. En Venezuela si escasean los dólares, escasean los bolívares, los gobiernos compensan los últimos imponiendo al BCV a imprimir todo lo que el fisco requerirá, el mecanismo monetario utiliza el by pass de PDVSA para financiar el déficit fiscal, en la calle el impacto es inflación, lo que sumado al control de cambio y a la escasez de dólares se produce esa simbiosis de inflación con escasez.

 El Presidente debe saberlo, o lo esconde y miente, o sus ministros le mienten; aunque también es probable que en el gobierno exista un serio problema de conocimiento e información dado que el mantra de los ministros y asesores es el marxismo, y este no puede explicar ni la inflación ni la escasez, por el contrario, lo promueve y justifica. A Maduro o no le explicaron o le escondieron que la economía entre el último trimestre del 2012 y el 1er trimestre del 2013 es una brutal desaceleración de 5.5 puntos porcentuales, la contracción comienza a mostrarse.

En ese entorno, de fuerte desaceleración y contracción, no es materialmente posible un “sobrecalentamiento del consumo”, todo lo contrario a lo dicho por el Presidente, la inflación y la escasez, y la contracción imponen una caída en el consumo y en la inversión, y un crecimiento del desempleo, lo contrario a lo que él dijo, el país se hunde en una contracción severa.

EN UN RÉGIMEN DE LIBRE MERCADO, NO HAY NI ESCASEZ NI INFLACIÓN

Cuando un gobierno controla precios inmoviliza los mercados y detiene el proceso de creación de riqueza y conocimiento requerido para que los consumidores y quienes ofrecen, productores y comerciantes, cooperen distribuyendo a través de los precios la riqueza producida.  En un sistema de precios libres, el incremento de estos indican una caída de la oferta o un aumento de la demanda, independientemente que el consumidor conozca la causa de ese incremento en el precio, su comportamiento transmite la idea –conocimiento- que la demanda (en este nuevo precio, más alto) caerá irremediablemente. Los consumidores que continúan adquiriendo ese bien a precios más altos, le están dando al bien mayor utilidad marginal. Esto de inmediato induce a una corrección natural del mercado, es lo que se denomina cataléctica, o economía!

Cataléctica es la teoría praxeológica que explica la manera como el sistema de libre mercado forma las relaciones de intercambio y los precios a los cuales esas transacciones se efectúan. Su objetivo es conocer a través del cálculo monetario y la formación de los precios el punto en el cual un agente realiza sus opciones en el mercado. Explica los precios tal como son y no como deberían ser. Las leyes de la cataléctica no son juicios de valor, sino que son postulados objetivos y de validez universal; es decir, el orden provocado por el ajuste mutuo de muchas economías individuales en un mercado..

En régimen de precios controlados: escasez, racionamiento con inflación
Por el contrario, en un régimen de precios regulados, estos son establecidos por el gobierno, las señales que emiten y envían los precios ya no son confiables, los consumidores y productores pierden los caminos de sus acuerdos, equilibrios. La reacción de la demanda y la oferta ya no se relacionan bajo su natural lógica. En razón de ello, se forman fuertes desequilibrios entre oferta y demanda causando de inmediato escases, -o sobreproducción y derroche de recursos- interrumpiendo el proceso de creación de conocimiento que es fundamental para que consumidores sean agentes vivos en la creación de los precios.

En esas condiciones se establece un régimen artificial incapaz de producir u ofrecer bienes suficientes a la demanda. El fenómeno económico creado por reacción de los agentes es lo que conocemos como escasez, y si este se hace sistemático, lo que estaría en ejercicio es un mecanismo de racionamiento, que el gobernante presupone, es la administración ordenada de la escasez; los regímenes comunistas ignoran esto, y convierten la escasez en racionamiento sistémico. La gente ya no investiga ni sale al mercado, simplemente espera a que el agente que raciona, el gobierno, avise y comunique la disponibilidad del bien, pero en condiciones decontrol y racionamiento.

LA ESCASEZ Y EL RACIONAMIENTO DE HOY

Cuando Chávez impuso el control de cambio en Febrero del 2003, afirmo sin complejos, “el control de cambio y los controles de precios son políticos”, con ello eliminó el sentido de provisionalidad de los controles, los que en la historia económica contemporánea, Venezuela conoce. El venezolano común, el empresario, propios y extraños, no tomaron esas palabras en serio. En esos días, opinábamos y escribíamos que la agenda del socialismo que Chávez había proclamado, traía los controles de cambio y precios, incluida las tasas de interés. Tomo diez años para que la gente terminara aceptándolo y con resignación, esperando solo el término del gobierno, para retornar la senda de la normalidad económica.

La Asamblea Nacional –la fábrica de leyes de la revolución- comenzó a legislar sobre cada sector de la actividad economía, leyes, decretos leyes,  fueron rápidamente escritas y aprobadas, la economía terminaría al cabo de algunos años, totalmente maniatada, los mecanismos de formación de precios, penalizados, el ejercicio libre de la economía terminaría regulado por leyes de naturaleza penal. Así los controles administrativos, pasaron a ser administrados por leyes y decretos, con lo cual se le introducía a la actividad económica privada grandes restricciones.

DESCAPITALIZACIÓN DEL SECTOR AGRÍCOLA Y AGROINDUSTRIAL

La Ley de Tierras, por ejemplo, es la guadaña con que se decapita el sector privado en el campo, ganaderos y agricultores se han descapitalizado considerablemente, el número de vacuno en pie se ha reducido en casi un 40%, la agroindustria ha sido sacrificada por el gobierno con el ingreso al Mercosur; el Estado venezolano (PDVSA y asociados)  son los únicos importadores de productos agroindustriales y materias primas para la agroindustria por volúmenes superiores a los 3500 Millones de dólares. Decenas de acuerdos bilaterales con países del Caribe, el gobierno canjea petróleo por vitualla agropecuaria, pollos, leguminosas, aceites, para abastecer los mercados de PDVSA y asociados.

Todo esto se ha administrado con un curioso concepto de “soberanía alimentaria”, el cual, se entiende finalmente como unos mecanismos administrado por el gobierno para “independizar” del productor privado venezolano la dieta alimentaria del venezolano. Un ejemplo para ilustrar el comportamiento del gobierno comunista venezolano. República Dominicana canjea petróleo por caraotas, estas son compradas por el gobierno dominicano en Asia, para enviárselas a Venezuela a cambio de petróleo. Con esta operación, el gobierno empobreció a pequeños y medianos productores de caraotas y otras leguminosas.

El resultado neto de estas políticas de estatización de vastos sectores agrícolas y agroindustriales, en conjunto con cadenas distributivas, abastecidas por productos importados, afectando, no por intermedio de esquemas competitivos en procura de mejores precios para el consumidor, sino forzando la descapitalización, desinversión y cierre de empresas del sector. Fenómeno que solo han podido resistir algunos grandes, Polar entre ellos. Todos esos volúmenes de alimentos procesados, materias primas, y productos agroindustriales  provenientes de Mercosur, de socios  de PDVSA en el Caribe y América Central, así como otras regiones, son adquiridas con divisas o con petróleo, que para los efectos de PDVSA es lo mismo.

UN GOBIERNO METIDO A EMPRESARIO QUEBRADO

Imaginémonos, entonces como operaria esa extravagancia estetizante en la importación de alimentos, materias primas, etc., en condiciones de una crisis de balanza de pagos por caída no solo de las exportaciones de petróleo, sino por la caída del ingreso petróleo y valores de exportación. A ese efecto agregamos la crisis fiscal consecuentemente producida por caída del ingreso fiscal petrolero; por las mismas razones que determinan el menor ingreso de divisas. Ambas crisis de pagos, la de balanza de pagos por brusca caída de reservas internacionales –menos ingreso de petrodólares- y la fiscal, desde hace varios trimestres gobierno y BCV entraron en la ecuación fiscal financiando el déficit fiscal, el efecto neto inflacionario de ese mecanismo de financiamiento inflacionario del déficit fiscal está a la vista, la inflación promedio anual esperada estaría en el 45-50%.

La caída en las reservas internacionales colapsó a CADIVI, y a las vías alternas para la adquisición de divisas a precios mayores que la tasa de cambio oficial, el fiasco de las subastas del SICAD, y la explosión del dólar off shore del llamado mercado paralelo.El impacto neto de esa crisis de pagos no se hizo esperar y se expresa crudamente en escasez severa de alimentos, medicinas, bienes diversos, y en deficiencias en servicios públicos –electricidad y otros. El gobierno quedó literalmente limpio en divisas, -crisis de balanza de pagos por drenaje de reservas internacionales- la escasez escaló, lo que obligó a Maduro a viajar al Mercosur en un curioso viaje de “búsqueda de comida” pero con la chequera sin fondo, como la había dejado Chávez.

La escasez: sin dólares, no hay remedio. Salida ? La hiperinflación y la calle
En un entorno político y social que se fue tornando violento, comenzando por la violencia del gobierno que trae a los militares a las calles, por temor de disturbios sociales y como instrumento del miedo al país que aun cuestiona la legitimidad de Maduro. La situación política es realmente precaria, cruzada con escasez e inflación, y entrando en un umbral hiperinflacionario, el gobierno no parece darse cuenta que su piso político se ha fundido. Escasez, inflación, desempleo y contracción económica, no son fenómenos que garantizan estabilidad política, todo lo contrario, la tormenta perfecta. 

El gobierno en los hechos se deshace en medio de ineficiencias en servicios públicos, electricidad, en corrupción, y en su rol de empresario del sector que produce y mercadea alimentos y materias primas de origen agropecuario.

Esta situación de escasez, sintetizada en inflación, crisis de pagos, ha limitado severamente el acceso a los mercados de deuda, dada las continuas negativas calificaciones de riesgo que han  encarecido los costos financieros a Venezuela, a niveles que luce financieramente criminal emitir títulos de deuda en esas condiciones. Ello desde luego limita la acción de gobierno; fenómeno, el cual el gobierno no pareciera comprender. Es protuberante la presencia, no solo de ineficiencia, ingobernabilidad, sino de lo básico, conocimiento e inteligencia para resolver una crisis política que ha coincidido fatalmente con el actual descalabro económico que ha puesto al gobierno en un entorno de inestabilidad político-institucional, perdiendo peso político y apoyo en la calle, la posición del gobierno es mediocre, pero no tienen agenda de acuerdo nacional, la única solución posible!.

EL EMPOBRECIMIENTO DEL CAPITAL ANTE EL ACOSO DE LA IDEOLOGÍA: LA ESCASEZ COMO CONTROL SOCIAL

El aparato productivo privado, respondió  descapitalizándose, cae la inversión bruta fija, no se acumula capital, fábricas y empresas de todo tamaño, privadas nacionales  y multinacionales cierran y/o  se mudan a otros países,  otras son privatizadas, expropiadas, secuestradas, y estatificadas o nacionalizadas, ello ocurre en todos los sectores, petróleo, acero, aluminio, cemento, cerámicas, vidrios, centrales azucareros, torrefactoras del café, industrias lácteas, fábricas de harina procesadas para arepas. Lo que es normal en el mundo moderno, sociedades y empresas multinacionales privadas es perseguido por la legislación y los controles, solo se privilegia la asociación del Estado/Gobierno con empresas extranjeras, -el modelo cubano.

Los controles de precios y de cambio, y la legislación que rompe los derechos de propiedad han reducido a Venezuela a un espacio donde pese a la presencia de materias primas no ingresa capital extranjero. Los indicadores de competitividad a atandadores internacionales colocan a Venezuela como el país de menor competitividad en el mundo. El control de cambio ha sido utilizado como un instrumentos militar para demoler la posibilidad exportadora de la economía nacional. El objetivo, explicado hasta la saciedad por el sempiterno Ministro de Planificación, J Giordani es crear pobres para que ellos dependan del Estado, el mantra del Ministro, el socialismo y nacional-socialismo cubano o hitleriano, cuyos objetivos fueron esos.

alex102@movistar.net.ve

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sábado, 2 de febrero de 2013

DAVID FRIEDMAN, ÁNGEL NAVARRETE, JAVIER TAHIRI, ECONOMÍA, ENTREVISTA, MADRID, LO MÁS PARECIDO A UNA DEMOCRACIA PERFECTA ES EL LIBRE MERCADO, ECONOMÍA, ENTREVISTA

Entrevista con David Friedman, intelectual anarcocapitalista e hijo del Nobel de Economía, Milton Friedman
Si eres pequeño y tu padre es el premio Nobel de Economía, Milton Friedman, debe ser difícil llevar la razón en casa. Hijo del afamado economista, David Friedman admite entre risas que debatía «continuamente» con su padre sobre economía. «Unas veces yo reconocía sus argumentos y otras él admitía los míos», explica. Sin embargo, frente al liberalismo de Milton, David radicalizó una marcha más las ideas de su progenitor. Desde que en 1973 publicó «La maquinaria de la libertad», libro que defiende la propiedad privada y la desaparición progresiva del Estado, se convirtió en uno de los pensadores clave de la filosofía anarcocapitalista. Friedman se opone a la violencia y se declara pragmático. «El actual sistema democrático puede ser más desigual que el mercado», denuncia. Y explica que la tradición liberal familiar continúa: su vástago, Patri, también promueve el anarquismo y dirige un instituto que busca la colonización de alta mar.
—¿El voto no garantiza la eficiencia de los servicios públicos?
—En la actualidad, en teoría, si un Gobierno no hace bien su trabajo, no se le vuelve a elegir. Pero para que este modelo de democracia funcione, es necesario que la gente sepa realmente qué hacen los políticos elegidos. Que haya una transparencia que ahora no existe. Además, la influencia del ciudadano en la política actual es casi nula: apenas hay probabilidades de que el voto de una persona sea relevante a pesar de todo el esfuerzo y tiempo que puede consumir informándose. Sin embargo, si gasta el mismo tiempo y esfuerzo en decidir con qué compañía viajar, por ejemplo, obtiene lo que quiere. Hay que aceptar que el modelo político actual no funciona. Lo más parecido a una democracia perfecta es el libre mercado.
—Solo con el libre mercado, los que tuvieran más renta tendrían más derechos sin ningún límite...
—Por supuesto que habría un límite. En cierta forma, el sistema democrático es mucho más desigual que el libre mercado: si yo consigo ganar con una coalición política obtengo todo el poder. Si yo poseo la mayor parte del dinero, consigo la mayor parte de los bienes, pero no todos.
—Pero, ¿la actual crisis no ha demostrado la importancia de la supervisión de los mercados?
—No, el colapso financiero en EE.UU. comenzó en un mercado hipotecario controlado por Fannie Mae y Freddie Mac, dos firmas fundadas y garantizadas por el Gobierno. Y durante años, tanto el partido demócrata como el republicano han estado presionando para que se otorgasen créditos más fácilmente a las clases más bajas con tal de que accedieran a una vivienda en propiedad, a pesar de los riesgos que entrañaba. El cometido de la Reserva Federal norteamericana es evitar que se produzca un colapso financiero y en esta crisis se ha visto que incluso lo ha propiciado. Hay más incompetentes entre los políticos que en el sector privado.
—¿Qué hay de la igualdad social sin Estado?
—El principal error de la sociedad es asumir que el interés de los Gobiernos es el mismo que el de la población y que fomentan la igualdad social. Eso es falso: cuanto más poder acumula un Gobierno, más fácilmente puede conspirar contra la gente que lo eligió. De hecho, es curioso como, al menos en EE.UU., los barrios de las clases más bajas tienen escuelas con tan malos resultados académicos cuando es el Estado el que presta estos servicios. Sin embargo, productos baratos producidos por el sector privado como la comida o la ropa no se diferencian en calidad tanto con bienes que las clases más altas pueden consumir. Otro punto que refuta que el Estado busque la igualdad social es que precisamente el Estado es el que mantiene leyes de inmigración que hacen que personas con pocos recursos no puedan entrar, por ejemplo, a EE.UU. y se queden en sus países de origen. Es decir, para que haya un Estado de Bienestar que fomente la igualdad dentro de un país, este Estado debe construir fronteras que potencian la desigualdad en todo el mundo. Sin esta estructura, todos tendríamos absoluta movilidad y la desigualdad sería menor.
—En Europa, expertos alertan de que la austeridad, unida a la crisis, ha aumentado la desigualdad social...
—No soy experto en Europa, pero la austeridad que se ha aplicado ha significado subir impuestos y aumentar el gasto público. ¡Menuda austeridad! La solución debería ser aumentar los ingresos del Estado a través de privatizaciones y reducir los gastos. Los políticos no tienen interés en hacerlo y solo piensan en el corto plazo. Deberían consultar a la población qué partidas del gasto quieren suprimir y cuáles no y así se eliminaría el derroche.
—Supongo que simpatizará con el Tea Party...
—Sí, en la campaña norteamericana Ron Paul es el que tuvo un discurso económico más razonable. Obama está usando la crisis para aplicar medidas que poco tienen que ver con la recuperación, como el «Medicare». «Nunca desaproveches una buena crisis» dijo su primer jefe de gabinete y ahora alcalde de Chicago, Rahn Emanuel. Desde luego, Obama no la está desaprovechando.
http://www.abc.es/economia/20130128/abci-entrevista-david-friedman-201301252246.html

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miércoles, 4 de abril de 2012

RAUL AMIEL / NUESTRO PRÓXIMO PORVENIR: UNA VENEZUELA DONDE QUEPAMOS TODOS

La reforma del Estado se ha completado. Se han vendido las empresas públicas previamente inventariadas y cuya utilidad en manos del estado era deficitaria. Aunque se han formado algunos monopolios naturales en manos privadas, ninguna de las empresas privadas tiene motivos para operar fuera de las normas que dicta la sana competencia.
VISION DE FUTURO
Se ha desregulado totalmente el funcionamiento de los mercados y transferido al sector privado la prestación de todos los servicios públicos, incluyendo la recolección de basura, la gestión de fondos para jubilados y la reclusión de delincuentes.
Se han transferido a los gobiernos locales todas las responsabilidades de la gestión administrativa y se les ha otorgado la capacidad de recaudar sus propios recursos. Comités de Participación Ciudadana trabajan en estrecha colaboración con raleadas dotaciones de funcionarios municipales y ejercen un estrecho control sobre su gestión.
El Estado Nacional ha visto reducidas sus funciones a la administración de justicia, la defensa, las relaciones exteriores, la conducción del sistema educativo y la promoción de la salud. La defensa del medio ambiente, la investigación, el desarrollo regional y la promoción de exportaciones son ahora materia de gestión propia de las ONG y las empresas especializadas privadas.
El número de ministerios se ha reducido a cinco. La dotación de funcionarios, a la cuarta parte del número existente al comienzo de la reforma. Los pocos trámites que deben realizar los ciudadanos se procesan en pocos minutos utilizando modernos equipos computarizados. Son atendidos con deferencia por auténticos profesionales que han sido incorporados a través de un sistema de reclutamiento basado estrictamente en el mérito y que perciben retribuciones comparables a las del sector privado.
Los satisfechos ciudadanos cumplen estrictamente con sus obligaciones fiscales, que han sido reducidas como consecuencia del menor costo requerido para mantener al Estado. El mercado regula automáticamente la oferta y la demanda, los precios, el empleo, las tasas de interés y el valor de las divisas. Los empresarios, estimulados por las nuevas condiciones contextuales, invierten, producen y negocian estimulando el crecimiento económico.
Mejora la distribución del ingreso y cada ciudadano, cada familia, está en condiciones de procurarse bienes y servicios a menor costo y gozar de mayor bienestar. Se ha cumplido la promesa de una Venezuela que no es ni de cuarta ni de quinta. Es la Venezuela de primera que todos anhelábamos. Hemos iniciado el proyecto de la Venezuela del bienestar en libertad. Ha triunfado el Movimiento Republicano.

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jueves, 23 de febrero de 2012

GUILLERMO AROSEMENA: FIN DE ESTADO BENEFACTOR (EL EXPRESO DE GUAYAQUIL)

Los gobiernos ineficientes europeos han comenzado a reducir el tamaño del Estado, por ser principal causante de la quiebra de sus economías. Hacerse más pequeños significa vender las empresas públicas ineficientes y consumidoras de renta pública, reducir el número de burócratas, recortar las innumerables prebendas y sueldos. 

Para describir las medidas tomadas por los gobiernos, veamos lo que sucede en España. Su ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, comentó durante la semana acabada de terminar, que el Gobierno regresará a la política de privatizar aquellas empresas que tengan "más sentido" en el ámbito de lo privado que de lo público, como ya ocurrió en la anterior etapa de gobierno del Partido Popular. Él se refiere al gobierno de José María Aznar, 1996-2004, cuando se privatizaron empresas, entre ellas, Telefónica S.A., Endesa, Repsol-YPF S.A. y la aerolínea Iberia.

El ministro Montoro admitió que para tener éxito las empresas a privatizar, deberán administrarse con criterios de austeridad, rigor y eficacia; dando a entender no poder hacerlo siendo públicas. Para Montoro, la política de privatizaciones fue clave en el desarrollo económico anterior de España y para promover el ingreso en el euro. También Montoro afirmó que la privatización "es una de las herramientas más eficaces para salir cuanto antes de la crisis y promover el crecimiento económico y la creación de empleo".

Finalmente, los gobiernos europeos se han dado cuenta de que los Estados son muy malos administradores; hecho que no es nada nuevo, Eloy Alfaro ya lo mencionó hace más de un siglo: "Los principios de la ciencia nos enseña que en las grandes empresas nacionales, generalmente los gobiernos no son buenos administradores…". Cuando las privatizaciones son bien hechas, dan excelentes resultados. Telefónica S.A., ya mencionada se encuentra entre las empresas telefónicas más grandes del mundo, así como Vale, empresa pública de Brasil que fue privatizada años atrás. Son corporaciones cuyas acciones se venden en las principales bolsas de valores de Europa, Asia y América; preferidas por los inversionistas.

Publicado por Gabriel Gasave el 19 febrero 2012
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viernes, 27 de enero de 2012

ANTHONY GREGORY: POR QUÉ LA IZQUIERDA LE TEME AL LIBERTARIANISMO

Las críticas izquierdistas al libertarianismo se han incrementado últimamente, una fenómeno que justifica una explicación. Nosotros, los libertarios, podríamos justificadamente hallarla bastante confusa. Durante décadas hemos considerado que nuestra batalla estaba mayormente pérdida, al menos en el corto plazo. Somos una minoría pequeña y relativamente carente de poder. El Estado ha causado estragos, expandiéndose virtualmente en casi todas direcciones a lo largo de toda mi vida y la de mis padres. No obstante, casi todas las semanas nuestra amada filosofía de no-agresión está sujeta a una crítica despiadada, relativamente bastante leída, de parte de ciertos progresistas. En la superficie, parece al menos tan mal encausada como la histeria derechista respecto de los marxistas durante la Guerra Fría. Pero al menos el marxismo era el supuesto dogma de la Unión Soviética, un régimen con miles de ojivas nucleares listas para ser lanzadas. ¿Por qué entonces tanta preocupación por tan poca cosa?
Podríamos recorrer todas estas críticas línea por línea y exponer los numerosos errores fácticos y las groseras malas interpretaciones, ya sean hipócritas o no intencionadas. Pero podría ser más útil preguntarnos, ¿Por qué todo este énfasis en la supuesta amenaza demoníaca del libertarianlismo en primer término?
No hace mucho Jacob Weisberg declaraba el fin del libertarianismo en la publicación Slate. ¿La hora de la muerte? El colapso financiero, que demostraba que nuestra “ideología no tiene ningún sentido”. Menos de tres años después, la misma publicación en la web está exponiendo “la estafa de la libertad”: “Con el libertarianismo por todas partes, es difícil recordar que apenas en una fecha tan reciente como la década de 1970, no se lo hallaba por ningún lado”.
Gracioso, pensaba que el liberartarianismo estaba muerto. Ahora resulta que es una estafa insidiosa digna de múltiples artículos exponiendo el peligro que se esconde debajo de la fachada. En 28 meses, nuestra difunta ideología ha resucitado en una amenaza omnipresente.
Si solamente fuera eso. Pese a la histeria de los izquierdistas de que el libertarianismo está penetrando a los Tea Party, definiendo la política republicana, y es central al mensaje expuesto por Glenn Beck, esto es algo que está tan alejado de la verdad, un delirio tan paranoico, que hace que los bocetos más incoherentes de Beck sobre su notoria pizarra luzcan en comparación como un análisis político plausible y sensible.
El gobierno se torna más grande cada día y cada año, no importa cómo lo mensuremos. Hay más leyes, más policías, más presos que nunca. El imperio y el poder presidencial han venido aumentando desde hace décadas. El gasto se ha incrementado en todos los niveles. Nuevas burocracias, edictos, programas sociales, y prohibiciones surgen constantemente. Prácticamente ninguna regulación es jamás derogada—sí, allá por la década de 1990, Clinton firmó una desregulación parcial de ciertas prácticas bancarias (con la oposición de Ron Paul, ya que era falsa, para empezar), que no tenía nada que ver con la crisis financiera y sin embargo se la culpa por todos los problemas económicos que tuvieron lugar en la última década. Sí, allá por la década de 1980, Reagan redujo las tasas impositivas marginales a la vez que aumentó otros tributos y se posicionó para duplicar el gobierno federal, y, de acuerdo con los socialistas, desde entonces hemos estado en una espiral de laissez-faire. Pero cualquiera que realmente piense que el libertarianismo ha sido dominante en este país claramente tiene muy poca comprensión de qué es el libertarianismo—o está totalmente alejado de la realidad.
Weisberg se equivocó en 2008 cuando predijo la desaparición de nuestra filosofía tras una época de gran influencia, y el escritor compañero de ruta enSlate se equivoca ahora cuando piensa que la ve por todas partes. Es revelador, sin embargo, que cuando eligen ir tras los conservadores del Tea Party, los “think-tanks” de Washington D.C., y el ala derecha del Partido Republicano, por lo general no atacan a estas personas por sus muchas opiniones anti-libertarias (opiniones a las que la izquierda dice oponerse también): Su amor por el Estado policiaco, su apoyo a la guerra contra las drogas, su desprecio por la Cuarta Enmienda, su comodidad con la tortura, su satanización de los inmigrantes y extranjeros, y, sobre todo, su inquebrantable afición militarista. No, estas posiciones, si bien pasadas de moda en algunos círculos socialistas, están al menos dentro de los parámetros respetables del debate. Pero si algún conservador alguna vez mencionó la Décima Enmienda de manera favorable, cuestionó la legitimidad del Estado de Bienestar, o dijo tal vez que el déficit presupuestario debería ser recortado por lo menos un tercio este año—¡que horror! Esto va mucho más allá de los límites de la discusión razonable.
Y, da la casualidad que estas son posiciones que los libertarios hallaríamos de alguna manera agradables, y así vemos que el verdadero problema con Glenn Beck no son sus coqueteos con el fascismo y el militarismo; es la extraña manera en que se pregunta en voz alta si el gobierno se ha vuelto un tanto demasiado grande y podría representar una amenaza para la libertad. Los conservadores populistas no son expuestos por ser proteccionistas—eso es tolerable—sino en cambio por aferrarse a sus armas y el localismo. Los expertos en políticas neolibertarias no son atacados por ser blandos sobre la guerra sino por ser demasiado duros con el Estado.
El hecho es que la mayoría de los socialistas odian y temen al libertarianismo más de lo que se oponen al conservadurismo moderno. Tiene sentido. En primer lugar, los conservadores y los socialistas parecen estar de acuerdo en el 90% de los temas, ciertamente en comparación con las opiniones de los libertarios principistas. Todos ellos son partidarios de contar con fuerzas armadas fuertes. Nosotros tendemos a desear abolir los ejércitos permanentes. Todos ellos consideran que la policía necesita más poder—para acabar con las armas, si usted es un socialista, y para acabar con las drogas, si usted es un conservador. Nosotros los libertarios creemos que la policía tiene demasiado poder y coqueteamos con la idea de acabar con ella por completo. Los conservadores y los socialistas desean todos mantener intactos el Medicare, la Seguridad Social, y las escuelas públicas, con pequeños ajustes. Nosotros vemos a estos programas como lo que son: programas autoritarios y regresivos de la clase parasitaria para controlar a los jóvenes y fomentar los conflictos inter-generacionales.
Segundo, el conservadurismo es una oposición mucho mejor para que los socialistas lo ataquen que el libertarianismo. Ellos pueden lidiar con la amistosa rivalidad entre fascistas y socialistas. Con el Estado central como su punto de confluencia, los dos campos disfrutan de proferirse insultos el uno al otro, jugar juegos de guerra culturales, compitiendo por el poder, haciendo lo que pueden para expandir al gobierno sabiendo que incluso si perdiesen el control, éste eventualmente regresará a ellos.
Esto podría explicar por qué cuando los izquierdistas condenan el conservadurismo por sus hipócritas reclamos al libertarianismo, rara vez prosiguen afirmando que el verdadero libertarianismo sería en realidad preferible. Por el contrario, el argumento suele ser el de que dado que los conservadores después de todo son colectivistas, deberían encariñarse con el sabor del colectivismo socialista adoptado por los demócratas. La izquierda afirma correctamente que la derecha no abraza a la genuina libre empresa, sino al socialismo para los ricos, y que la derecha no está en verdad a favor de un Estado pequeño, no cuando este viene a imponer sus valores. ¿Pero entonces la izquierda concluye que el libertarianismo no es tan malo, después de todo? No usualmente. Porque al final, cuanto más anti-gobierno es la derecha, más es una amenaza para el proyecto de la social democracia y el militarismo humanitario de la izquierda.
Pero el libertarianismo, aunque débil su influencia hoy en día, es una amenaza mucho mayor en el largo plazo para la izquierda que cualquier forma de conservadurismo, y los intelectuales de izquierdas lo perciben aún cuando no pueden explicar por qué. El izquierdismo, lo sepan o no, es una permutación distorsionada de la tradición liberal clásica. La izquierda estatista pactó con el diablo—el Estado-nación, la autoridad centralizada de la clase más rapaz—supuestamente con el objetivo de acelerar la liberación del hombre común y la nivelación del campo de juego. Más de un siglo después de que los progresistas y socialistas distorsionaron al liberalismo en una ideología anti-libertad y pro-Estado, ven que han hecho del mundo un gran descalabro y que, como ellos mismos se quejan, la desigualdad social persiste, el corporativismo florece y las guerras se propagan. Como los principales arquitectos políticos del siglo 20 en Occidente, no tienen nadie a quien culpar sino a sí mismos, por lo que nos toman por blanco—a los verdaderos liberales, aquellos que nunca dejan de lado el auténtico idealismo liberal, que aman la dignidad y los derechos individuales de cada hombre, mujer o niño, independientemente de su nacionalidad o clase, y aborrecen la violencia estatal y el autoritarismo coercitivo en todas sus formas.
Pero Barack Obama es realmente lo que ha hecho que la ilusión de la izquierda liberal cediese ante el peso de su propia absurdidad. Aquí tenemos al perfecto modelo de la izquierda liberal socialdemócrata. Derrotó a la centrista Hillary Clinton y luego ganó las elecciones nacionales. Tuvo un Congreso demócrata durante dos años. Tuvo capital político a raudales en virtud de continuar a una completamente fallida e impopular administración republicana. El mundo le dio la bienvenida. El centro lo vitoreó. ¿Y qué hizo?
Arrojó dinero con pala a los EE.UU. corporativos, los bancos y los fabricantes de automóviles. Abogó por los rescates financieros de las mismas empresas de Wall Street a las que sus partidarios culparon por el colapso financiero. Eligió el CEO de General Electric para supervisar el problema del desempleo. Designó a los clientes habituales del corporativismo estatal para cada rol importante en la planificación centralizada de las finanzas. Después de garantizar una nueva era de transparencia, condujo todas sus actividades regulatorias detrás de un manto de silencio sin precedentes. Planeó su esquema de atención de la salud, la joya de la corona de su agenda doméstica, en alianza con las compañías farmacéuticas y aseguradoras.
Continuó la guerra en Irak, extendiendo incluso el cronograma de Bush con el objetivo de permanecer más tiempo que el planeado por la anterior administración. Triplicó la presencia de los EE.UU. en Afganistán y luego le tomó más de dos años anunciar una eventual reducción para retrotraerla a sólo el doble de la presencia de Bush. Amplió la guerra en Pakistán lanzando ataques con aviones teledirigidos a un ritmo vertiginoso. Comenzó una guerra con pretextos falsos en Libia, cambiando las reglas de juego y haciendo todo esto sin la aprobación del Congreso. Bombardeó Yemen y mintió al respecto.
De manera entusiasta aprobó escuchas telefónicas no autorizadas, la remisión de sospechosos a países extranjeros para su interrogatorio, la Ley Patriota, el abuso en las prisiones, la detención sin juicio, violaciones al hábeas corpus, y s repugnantes medidas de seguridad invasivas en los aeropuertos. Deportó a más inmigrantes que Bush. Incrementó el financiamiento de la guerra contra las drogas en México. Invocó la Ley de Espionaje más que todos los presidentes anteriores juntos, torturó a un denunciante, y reclamó el derecho de matar a cualquier ciudadano de los EE.UU. de manera unilateral en la tierra sin siquiera un voto de aprobación del Congreso o un encogimiento de hombros de los tribunales.
Los liberales de izquierda que apoyan a este criminal de guerra y cómplice de Wall Street han hecho su elección: es mejor tener al militarismo y al Estado policiaco, con tal que ello signifique un poco más de influencia sobre la política nacional, aún si ella también se ve comprometida por la interferencia corporativa, que el hecho de adoptar una agenda radical contra la guerra que pudiese complicar sus aspiraciones domésticas.
Nuestros críticos se quejan de que los Estados Unidos se han “movido hacia la derecha” en las últimas tres décadas, y eso supuestamente incluiría al historial de Obama hasta ahora, el cual parece mayormente un tercer mandato de Bush. Sin embargo, ni una sola de las atroces políticas mencionadas es aceptable para los libertarios. Todas ellas son un anatema para los libertarios. Y también lo son casi todas las políticas emprendidas en las últimas tres generaciones. Y seguramente, esto es válido sobre todo para las guerras. Los pocos honestos de la izquierda lo reconocen. Como lo expresa el iconoclasta Thad Russell:
Soy un hombre de izquierdas. Fui criado por los socialistas en Berkeley. Siempre he sido de izquierdas. Me topé con Antiwar.com hace unos tres años. . . . Esto es lo que la izquierda debería estar haciendo. Esto es lo que la izquierda debería estar diciendo. . . . Libertarios como Antiwar.com, como Ron Paul, han sido las principales voces del movimiento contra la guerra. Ellos han sido los más principistas, los más consistentes, sin importar quién es el presidente. Ellos han estado diciendo una y otra vez: “Estas guerras son desastres El imperio debe terminar”. Y la izquierda los rechaza porque creen que son cómplices de las corporaciones o son racistas o no se preocupan por la gente. ¿Cómo podrían no preocuparse por la gente si son las principales voces contra la matanza de personas en nuestro nombre?
Ciertamente, si en verdad no nos preocupamos por la gente, ¿por qué los libertarios desperdiciaríamos tanto tiempo librando lo que a menudo parece ser una batalla sisifeana? ¿Por qué tan solo no presionamos por contratos federales en Washington? ¿Por qué no conseguimos puestos en el gobierno y vivimos de los contribuyentes? ¿Por qué no ignoramos por completo a la política, en lugar de preocuparnos día y noche por las políticas opresivas cuyos efectos directos son más a menudo soportados por otras personas? El hecho es que el libertarianismo es un sistema ético cuyo descubrimiento tiende a compeler a quienes se adhieren a él a luchar—y mayormente no a favor de sí mismos, sino por la libertad de sus semejantes, de perfectos desconocidos.
Por desgracia, la mayor parte de la izquierda no se centrará preferiblemente en el 98% de la agenda de Obama que se asimila a la de George W. Bush, incluidos todos los excesos de la guerra contra el terror que condenaron durante siete años. O cómicamente atribuirán el historial de Obama que se asemeja al de Bush como parte de la “cultura del individualismo” de la cual los libertarios somos de alguna manera responsables. Al libertarianismo, comprenda usted, se lo puede encontrar en la Casa Blanca de Obama tanto como asecha detrás de cada Bush. Usted puede expandir el gobierno en todos las áreas pero si dice algo bueno sobre el mercado o reduce los impuestos en un par de puntos porcentuales, de todo lo malo que suceda en su vigilia será culpable el libertarianismo.
Ya sea por una mala orientación intencionada o no, estos izquierdistas colocan sus animadversión sobre aquellos que se atreven a pensar que un gobierno federal de casi cuatro billones de dólares (trillones en inglés) es demasiado grande, culpando a los republicanos por ser demasiado libertarios y culpando a los libertarios por ser demasiado idealistas o egoístas. Incluso van tras Ron Paul, que siempre ha prometido reducir de inmediato el Estado beligerante y la guerra contra las drogas, mientras que es más gradualista respecto del Estado de Bienestar. Incluso lo atacan por su heroica postura sobre la legalización de la heroína. ¿Por qué? Ellos tienen que cuestionar la idea misma del libertarianismo, incluso si ello significa asestarnos un golpe por las posiciones que creíamos que compartían, como sobre la reforma en materia de drogas.
Durante los años de Bush, muchos libertarios, incluido yo mismo, sostuvimos que dichosamente toleraríamos, de momento, al Estado de Bienestar de los demócratas si en verdad ello significaba el final de la máquina de guerra y el Estado policíaco neoconservador. Por supuesto, ahora tenemos a los tres con una fuerza más plena que en muchas décadas. Mientras que por el bien de la paz, muchos de nosotros toleraríamos el bienestar, los socialistas son diferentes: En aras del bienestar, tolerarán la guerra o por lo menos al emperador peleándola. Karl Hess tenía razón: “Cada vez que usted pone su fe en el gobierno grande por cualquier razón, tarde o temprano uno termina un apologista del asesinato en masa”.
Todo aquel que vota por Barack Obama, un hombre con la sangre de miles de inocentes en sus manos, para evitar una nueva administración republicana que presumiblemente (aunque improbable) reducirá al Estado nacional, parecería tener algunas prioridades contritas. ¿Usted realmente se preocupa por la gente más pobre y más inocente? Arroje a su partido, su presidente, sus sueños socialdemócratas bajo el autobús—amenace con retirarle sus votos a cualquier demócrata que preste su apoyo a cualquier guerra alguna vez.
Dicha plática sobre quitarle apoyo al Estado asusta a la izquierda estatista, que puede también sentirse muy avergonzada del hecho que los opositores más principistas del imperio y la opresión no sean, obviamente, los intervencionistas económicos, sino aquellos cuya filosofía yace en algún lugar del espectro entre el anarquismo y el anti-federalismo. Aparte de su pura vergüenza, hay otra explicación para su deflexión, para sus ataques contra el libertarianismo mientras su presidente hace trizas el Bill of Rights, quiebra al país, y masacra en su nombre: La izquierda sabe que en el muy largo plazo, el libertarianismo es realmente el gran adversario filosófico al que debe enfrentar. El conservadurismo es categóricamente la ideología del pasado.
El choque futuro será entre quienes buscan la libertad del Estado y aquellos que buscan la salvación a través del Estado, aquellos que ven al Estado como el enemigo y aquellos que de alguna manera piensan que el Estado puede proteger a las masas de la clase dominante. Como libertarios, nuestro sueño es más utópico y nuestros ideales son más elevados, pero nuestra comprensión de la realidad es mucho más fundamentada y justificada. El sistema basado en la voluntad y el mercado es mucho más humanos y productivo que cualquier otra alternativa coercitiva. El Estado es el enemigo del hombre común. Esta es una verdad inmutable de la condición humana. Obama, como Bush antes de él, sólo demuestra la imposibilidad de divorciar al partido del poder del partido del privilegio. Eventualmente los jóvenes, los idealistas y aquellos que esperan un cambio se alejarán de las promesas mentirosas del estatismo de izquierdas y abrazarán el programa radical y realista de la libertad individual. Ya ha comenzado a suceder, razón por la cual el otro bando se encuentra frenético y atemorizado.

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