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sábado, 3 de octubre de 2015

CARLOS ALBERTO MONTANER, EL OCASO DEL ESTADO BENEFACTOR

Edmund S. Phelps, Premio Nobel de Economía en el 2006, ha escrito un artículo importante sobre los fundamentos de la fracasada economía griega. Explica cómo el gasto público excesivo, el endeudamiento, el déficit fiscal, el corporativismo, los contratos colectivos, los reclamos aplastantes de los sindicatos, el sistema de pensiones y la torpe manera de recaudar impuestos, han hundido la economía helena. Pero Phelp va más allá: advierte que Francia, Italia, e incluso Alemania, van por el mismo camino.

A esa lista habría que agregar varios países latinoamericanos. Concretémonos en las tres democracias ejemplares de nuestro vecindario: Uruguay, Chile y Costa Rica. Las tres naciones comparecen en la lista de Transparencia Internacional como las más honradas y respetuosas de la ley. Las tres, sin embargo, presentan claros síntomas de decadencia relativa. No crecen lo suficiente, apenas innovan, los gobiernos gastan más de lo prudente, y sus estudiantes no dan la talla cuando contrastan sus conocimientos con los de casi todas las naciones de la OCDE.

¿Por qué este fracaso relativo? Acaso por razones parecidas a las que lastran a la mayor parte de Europa: la idea de que le corresponde al Estado procurar la felicidad y la seguridad del conjunto de la sociedad, mediante la utilización del gasto público para mantener la clientela política y la intromisión del gobierno en las actividades económicas, directa o indirectamente. Esa “fatal arrogancia” (F. Hayek) de quienes creen tener toda la información para tomar las decisiones correctas, algo que ha demostrado ser manifiestamente falso.

De los tres países, al que peor le va es a Costa Rica. Mientras Chile tiene el PIB per cápita más alto de América Latina con US$23 000 dólares, medido en capacidad de poder adquisitivo (pese a que Michelle Bachelet no está gobernando bien y tiene un bajísimo nivel de apoyo), y Uruguay alcanza los $20 600, Costa Rica apenas llega a $14 900. Está, incluso, por debajo de su vecino Panamá ($20 300), país que hace sólo siete años tenía un PIB inferior al suyo.

La mejor explicación que he leído sobre el estancamiento de Costa Rica remite al momento de la revolución encabezada por José Figueres a fines de los años 40. En ese periodo, los laboristas ingleses, con Clement Attlee como Primer Ministro, nacionalizaban los transportes y los servicios públicos y le daban un peso inusitado a los sindicatos.

Era la época en que Juan Domingo Perón en Argentina instauraba un vasto sistema clientelista inspirado en el fascismo italiano, basado en intercambiar prebendas por apoyo político. Y cuando la CEPAL, liderada por Raúl Prebisch, persuadía a los latinoamericanos de que el camino del desarrollo se encontraba en el nacionalismo económico o proteccionismo, la sustitución de las importaciones y el control férreo de los mercados.

Era predecible que los ticos se equivocaran. En aquellos años, reinaba en economía su majestad Lord Maynard Keynes, y parecía probable lograr el pleno empleo y escapar de los ciclos recesivos manipulando el presupuesto e invirtiendo grandes sumas durante los periodos de contracción, sin darnos cuenta de que esa hipótesis, manejada por políticos corruptos o incompetentes, daba lugar a un malgasto extraordinario de los escasos recursos públicos y a la nefasta inflación, como se encargaron de demostrar el también Premio Nobel de Economía James Buchanan y su Escuela de Opción Pública.

Afortunadamente, Costa Rica, Chile y Uruguay pueden rectificar. Hay notables precedentes. El Reino Unido lo hizo a partir de 1979, cuando Margaret Thatcher le puso fin a la deriva socialdemócrata y le devolvió la vitalidad económica a su país, curso que luego continuó exitosamente el laborista Tony Blair.

También rectificó Suecia, posteriormente, tras la debacle provocada a principios de los noventa por el incosteable Estado Bnefactor sembrado por décadas de gobierno socialdemócrata, que había multiplicado exponencialmente la nómina de los empleados públicos y la tasa de impuestos, disparando la inflación a la estratósfera. El moderado Carl Bildt, tras ganar las elecciones, comenzó una enérgica campaña de reformas que consiguieron cambiar el curso suicida de la economía sueca, pasando del Estado Benefactor al Estado Solidario.

Es hora de que los gobiernos de Chile, Uruguay y Costa Rica –tres admirables democracias, repito– admitan de una vez que el éxito real y permanente de las sociedades sólo se consigue cuando entendemos que el foco central de la creación de riquezas está en el seno de la sociedad civil y de sus emprendedores, y no en la actuación de los gobiernos.

Una vez asumida esa humilde lección, viene la segunda: la principal tarea de los gobiernos no es distribuir la riqueza creada, porque pueden matar a la gallina de los huevos de oro, sino crear las condiciones para que el tejido empresarial sea cada vez más denso, moderno y eficaz. Esto generará más excedentes, un volumen mayor de impuestos, y, en consecuencia, será posible más solidaridad y menos pobreza.

Carlos Alberto Montaner
montaner.ca@gmail.com
@CarlosAMontaner
Vicepresidente de la Internacional Liberal

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sábado, 19 de septiembre de 2015

CARLOS VILCHEZ NAVAMUEL, LAS CONSECUENCIAS NEGATIVAS DEL ESTADO BENEFACTOR ESTÁN A LA VISTA

Las experiencias en diferentes países con Estados benefactores son claras, el fracaso es el común denominador, los Estados estatistas y benefactores son poco eficientes, gastan en demasía, crean élites y gollerías en la función pública, encarecen los servicios, elevan los impuestos y producen corrupción,  esto ha sucedido aún en países donde la mayoría de ciudadanos se saben son  honestos como es el caso de Suecia, donde el Estado Benefactor sucumbió, Suecia se dio cuenta de esto hace muchos años y por eso cambió su modelo político y económico, sin embargo mientras eso sucedía en el norte de Europa, en el sur de ese continente, países como Grecia convirtieron al Estado Benefactor en una piñata para políticos, sindicatos y funcionarios públicos y algunos beneficios para los ciudadanos sobre todo en el retiro y las pensiones.

Basta, es suficiente de tanta prueba y de tanto error, es hora de dar un giro completo, no debe castigarse más a la mayoría de los ciudadanos a costa de grupos privilegiados que insisten en mantenernos dentro de este modelo, algunos analistas como verán a continuación visualizan ya el ocaso de este sistema.

Nuestra región no se queda atrás, el mejor ejemplo ha sido Venezuela, un país riquísimo, implantó el sistema estatista del Estado benefactor (Socialismo del Siglo XXI) y hoy día está en una crisis económica y política sin igual. 

El conocido periodista cubano, Carlos Alberto Montaner, recientemente escribió un artículo titulado: “El ocaso del Estado Benefactor” El escritor inicia su escrito así: “Edmund S. Phelps, Premio Nobel de Economía en el 2006, ha escrito un artículo importante sobre los fundamentos de la fracasada economía griega. Explica cómo el gasto público excesivo, el endeudamiento, el déficit fiscal, el corporativismo, los contratos colectivos, los reclamos aplastantes de los sindicatos, el sistema de pensiones y la torpe manera de recaudar impuestos, han hundido la economía helena. Pero Phelp va más allá: advierte que Francia, Italia, e incluso Alemania, van por el mismo camino”.

En su artículo Carlos Alberto Montaner advierte también que “A esa lista habría que agregar varios países latinoamericanos. Concretémonos en las tres democracias ejemplares de nuestro vecindario: Uruguay, Chile y Costa Rica. Las tres naciones comparecen en la lista de Transparencia Internacional como las más honradas y respetuosas de la ley. Las tres, sin embargo, presentan claros síntomas de decadencia relativa. No crecen lo suficiente, apenas innovan, los gobiernos gastan más de lo prudente, y sus estudiantes no dan la talla cuando contrastan sus conocimientos con los de casi todas las naciones de la OCDE”. http://www.elblogdemontaner.com/el-ocaso-del-estado-benefactor/

Pero ¿Qué hacer ante semejante tarea? Para nosotros la fórmula es revertir lo hecho, para empezar reducir el gasto y la planilla de forma inteligente y sostenida, 10 años podría ser un tiempo suficiente, apertura económica real, bajar impuestos y facilitar en todo lo posible al emprendedor, al empresario y al inversionista el qué hacer para producir eliminando leyes y reglamentos que son de interés estatista.

Juan Carlos Hidalgo, analista sobre América Latina en el Cato Institute con sede en Washington, y premio Libertad ANFE 2014, escribió  en su columna del periódico, La Nación, del 14-09-2015 que “La decimonovena edición de El índice de Libertad Económica en el Mundo  publicado recientemente revela que en el período 1990-2013 las economías más libres crecieron en promedio más rápido (3,27% anual) que las menos libres (1,17%). Un mayor crecimiento sostenido en el tiempo explica por qué los países más libres tienen un PIB per cápita promedio 5,5 veces superior a las de sus pares con economías más intervenidas”.  http://www.nacion.com/opinion/columnistas/Libertad-economica_0_1512048783.html

Deberíamos estudiar en profundidad distintos programas de ajustes y reformas que se han llevado a cabo en otros países como por ejemplo en Suecia en los años 90 y Canadá posteriormente que en su oportunidad redujo el gasto del 50% al 45% del PIB y que acaba de reducir los impuestos y en Nueva Zelanda, que abarcó un recorte del 61% al 43% del PIB en los desembolsos de las Administraciones Públicas. 

Carlos Vilchez Navamuel
carlosvilcheznavamuel@gmail.com
‏@carlosvilchezn

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domingo, 14 de junio de 2015

GABRIEL S. BORAGINA, ESTADO BENEFACTOR Y POBREZA

Tanto los intelectuales en su mayoría, como las personas comunes, coinciden en considerar que el gobierno es el más "idóneo" y -en algunos casos- el único "capacitado" para "sacar" a la gente de la pobreza y eliminar situaciones de desigualdad.
En ese sentido, es que se han construido teorías como la del "estado benefactor" o "estado de bienestar" que se han llevado a la práctica en la mayoría de los países del mundo, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días. Sin embargo, la totalidad de las experiencias en dicho sentido han tenido resultados muy magros, por no decir directamente negativos, dado que no se ha comprendido la enorme mitología creada en torno a la figura de un estado-nación generador de beneficencia para los más necesitados. Son varios los factores y los conceptos económicos básicos que se ignoran y que han llevado a aquellas erradas doctrinas. Pero, en lo fundamental, todas coinciden en un yerro mayúsculo, y es en el de creer que el gobierno puede "generar riqueza" cuando -a todas luces- jamás a ha sido así, y ello es –además- virtualmente imposible:
"el moderno Estado Benefactor, tan aclamado por hacer pagar a los ricos impuestos exorbitantes para subsidiar a los pobres, no hace tal cosa. De hecho, si lo hiciera los efectos serían desastrosos, no precisamente para los ricos sino para las clases pobre y media, dado que son los ricos quienes proveen, proporcionalmente, una mayor cantidad de ahorro, inversión de capital, previsión emprendedora y financiamiento de las innovaciones tecnológicas esto es lo que ha llevado al pueblo de los Estados Unidos a tener un nivel de vida mayor que el de cualquier otro país en la historia. Exprimir a los ricos no sólo sería profundamente inmoral; equivaldría a una drástica condena de las mismas virtudes -economía, previsión comercial e inversión- que han sido los basamentos del destacable nivel de vida del país. En otras palabras, sería matar a la gallina de los huevos de oro. "[1]
En las palabras citadas antes, está la clave de todo para entender definitivamente este asunto. Los impuestos que se crean y se aplican a los ricos son la mejor garantía de que la pobreza aumentará allí donde se recurre a tales prácticas por parte de los gobiernos.
Mayores impuestos y más altas alícuotas asegurarán en el corto, mediano y largo plazo, tasas más altas y crecientes de pobreza, al tiempo que no mejorarán en absoluto la desigualdad que (como tantas veces hubiéramos explicado) no guarda relación alguna con la pobreza. En definitiva, el impuesto combate al capital y es en el triunfo de los altos gravámenes contra el capital donde los niveles de pobreza se verán crecer en forma indetenible. Por supuesto existen muchas otras maneras en que los gobiernos "benefactores" tratan de destruir la riqueza, pese a que el pretexto sea "desviarlas" hacia sectores carenciados. Pero -en suma- el efecto definitivo será la evaporación de la riqueza, lo que en otros términos significa la entronización de la pobreza.
"Entonces, ¿qué puede hacer el gobierno para ayudar a los pobres? La única respuesta correcta es la respuesta libertaria: apartarse. Si el gobierno deja el camino libre a las energías productivas de todos los grupos de la población, los ricos, la clase media y los pobres por igual, el resultado será un enorme aumento del bienestar y del nivel de vida de todos, y en particular de los pobres, a quienes supuestamente ayuda el mal llamado "Estado Benefactor".[2]
La generación de riqueza siempre está a cargo de personas o empresas particulares movidas por los incentivos de ganancia (lucro) que todos -invariablemente- los seres humanos poseen con independencia de cuál sea su pasada, presente o futura condición económica. Es el ánimo de lucro que motoriza que los empleados siempre traten de obtener el puesto de trabajo mejor remunerado posible, como que los comerciantes y empresarios también intenten de alcanzar el mayor precio obtenible por sus servicios o productos. Esto es igual de válido tanto para el obrero más humilde en la escala social, como para el multimillonario más encumbrado de ella.
El principal efecto del "estado benefactor" es la demolición de las anhelos de los más necesitados, y la elevación de los índices de pobreza allí donde se imponga tal nefasta ideología política y económica.
"El gobierno podría ayudar mejor a los pobres -y al resto de la sociedad- haciéndose a un lado: eliminando su vasta y paralizante red de impuestos, subsidios, ineficiencias y privilegios monopólicos. El profesor Brozen resumió así su análisis del "Estado Benefactor": Típicamente, el Estado ha sido un aparato que produce riqueza para unos pocos a expensas de muchos. El mercado produce riqueza para muchos con un pequeño costo para unos pocos. El Estado no ha cambiado su estilo desde los días en que los romanos ofrecían pan y circo a las masas, si bien ahora finge proveer educación y medicina, como también leche gratuita y artes interpretativas. Sigue siendo la fuente del privilegio monopólico y del poder para unos pocos mientras aparenta proveer bienestar para muchos -bienestar que sería más abundante si los políticos no expropiaran los medios que utilizan para dar la ilusión de que se preocupan por sus electores-.^ [3]
Necesariamente, la intervención del gobierno en la economía -a través de los mecanismos indicados en la cita- reduce la cantidad de riqueza disponible en la comunidad y la dirige a determinadas áreas compuestas por pseudo-empresarios amigos del poder de turno, y a los adictos partidarios del gobierno en cuestión. Aun cuando la intención de los gobiernos fuera la de beneficiar a todos, económicamente ello es imposible, porque el "estado de bienestar" implica achicar la torta a medida que se va consumiendo. Y solo el capitalismo liberal es el que hace crecer el pastel.
En términos más simples : cuanto más se le quita el fruto de su trabajo al que produce para entregárselo gratuitamente a quien no produce nada o produce menos que aquel a quien se lo ha despojado, menos incentivos tiene el productor o trabajador para volver -en el periodo siguiente- seguir aumentando su producción.
[1] Murray N. Rothbard. For a New Liberty: The Libertarian Manifesto. (ISBN 13: 9780020746904). Pag.  191
[2] Murray N. Rothbard, Ob. Cit. Idem. Pág. 191
[3] Murray N. Rothbard. Ob. Cit. idem. Pág. 197

Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina

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lunes, 6 de octubre de 2014

VICENTE BRITO, "EL ESTADO OMNIPOTENTE VS EL ESTADO BENEFACTOR.." RED POR LA DEFENSA AL TRABAJO, LA PROPIEDAD Y LA CONSTITUCIÓN.-

RED POR LA DEFENSA
AL TRABAJO, LA PROPIEDAD 
Y LA CONSTITUCIÓN



EL ESTADO OMNIPOTENTE vs EL ESTADO BENEFACTOR.

Los venezolanos estamos en el medio de la mayor complejidad económica y social de los últimos 100 años, que es el tiempo en que se viene explotando la riqueza petrolera.

Lo preocupante es que en los últimos 15 años es cuando hemos recibido los mayores ingresos del petróleo que ha obtenido el Estado Venezolano durante la explotación de ese recurso natural que abunda en nuestro subsuelo.

Hoy podemos decir que el Estado Omnipotente distribuye esta inmensa riqueza que nos da el petróleo de una manera que no genera bienestar y calidad de vida a los venezolanos, acorde con la inmensa masa de recursos recibidos y que ronda el millón de millones de dólares (UN TRILLON), monto muy superior al que los demás países de Sur América han recibido por la explotación de sus riquezas naturales.

Algunos voceros oficiales resaltan que la mayoría de estos dólares del petróleo fueron a "mejoras para el pueblo”, como: viviendas, programas de inversión social, salud, vías de comunicación, servicios públicos, educación  etc.

Lamentablemente, cuando analizamos algunos de ellos, nos encontramos:

Que el déficit de vivienda supera el millón ochocientas mil .Tenemos a unos 7 millones de venezolanos viviendo en ranchos y unos 3 millones con familiares. A pesar de  los grandes recursos públicos invertidos en estos programas, no se visualiza una disminución  sustancial tal como fue anunciado por voceros oficiales .Anualmente se requieren unas 150.000 soluciones habitacionales adicionales por el crecimiento demográfico y nuevas familias que se forman.

Programas de inversión social: Estos no han dado los resultados esperados y los inmensos recursos otorgados a los Concejos y Bancos Comunales para financiamiento de programas de inversión comunitarias o créditos de producción, no han logrado los objetivos previstos .Su manejo ha sido político de ahí su fracaso ya que los beneficiarios lo ven como un aporte clientelar y no como un compromiso a cumplir.

En salud se necesitan  la construcción de hospitales y ambulatorios de al menos unas 50.000 camas adicionales, que se hagan en las distintas regiones de Venezuela, que es donde se observan las mayores fallas de asistencia hospitalaria y quirúrgica. .Así como mejorar sustancialmente la dotación de equipos y medicinas a los existentes.

En vías de comunicación: Nuestras carreteras y autopistas presentan fallas y deterioros que afectan a los vehículos que las utilizan, al dañarse estos  por los huecos y hundimientos que existen, siendo las causas de numerosos accidentes.

La situación de los servicios públicos esenciales como electricidad y agua, afectan a todas las comunidades urbanas y rurales, a lo largo y ancho del país. Los montos invertidos son cuantiosos para sus mejoras, pero persisten las fallas de estos y generan graves inconveniencias no solamente a las familias sino a la actividad económica.

En educación se necesitan construir nuevas  escuelas bien dotadas  para  800.000 alumnos, liceos que cubran nuevos cupos para 500.000 estudiantes medios y universidades que alberguen 200.000 universitarios adicionales. Así como mejorar la infraestructura y dotación de equipos de las existentes.

Entre otras necesidades, están son las de mayor prioridad para crear bienestar a los venezolanos y sustituir el modelo del Estado Omnipotente por el de un Estado Benefactor que invierta los recursos del petróleo en inversiones sociales que nos den una mejor calidad de vida a la familia Venezolana.


Vicente Brito
Presidente
Red por la defensa al Trabajo, la Propiedad y la Constitución
redporladefensaaltrabajo@gmail.com
vicent.brito@gmail.com
@vicentejbrito

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domingo, 19 de enero de 2014

SAÚL GODOY GÓMEZ, EL NÚCLEO, APARENTEMENTE ÉTICO, DEL SOCIALISMO,

Ya lo había descubierto y decodificado una de las pensadoras más importantes del capitalismo, Ayn Rand, este centro ideológico sobre el cual giran todos los demás conceptos de las corrientes colectivistas, entre ellas, el socialismo, es lo que ella llama “el eje místico-altruista-colectivista”, al que opone una de sus principales contribuciones para el pensamiento capitalista, que es “el eje racional-individualista-capitalista”. Ambos ejes se contradicen, se repelen.
Los socialistas basan sus ideas en creencias místicas, propias de las religiones, donde la principal misión del hombre en la vida es velar por el bienestar de los otros antes del propio, un concepto que contradice las leyes fundamentales de la naturaleza, sobre todo la propia supervivencia.
Si alguien no puede hacerse el bien a sí mismo (proveerse de lo necesario para la vida, asegurar el bienestar propio y el de su familia, fortalecer y crear riqueza en su entorno y comunidad), menos está en capacidad de hacerlo para los demás, como dice la sentencia de los gerentes norteamericanos: “No puedes prestar tu camisa si no tienes una”
Tal generosidad es un suicidio, incrementa la miseria que ya existe, es tan grotesco como visualizar a dos mochos tratando de rascarse la espalda entre sí; todos los animales del reino animal, crían a sus pequeños para que aprendan a sobrevivir, les enseñan a cazar, a escaparse si están en peligro, dónde hallar la comida y el agua, a competir para ser los mejores, dónde pasar la noche sin ser víctimas de otros depredadores.
El socialismo cría a sus acólitos en la creencia de que otros se ocuparán de ellos, que no hay que esforzarse mucho por conseguir el sustento, pues el Estado Benefactor proveerá por ellos, no hay nada que aprender para ser un buen proveedor, en último caso, siempre puedes robarle su propiedad a los otros, a quienes tienen, con el consentimiento del gobierno socialista.
En un sistema socialista los perdedores, los ineficientes, los vividores, los criminales, tienen una gran ventaja, cuando se trata de competir con los ciudadanos productivos, que saben lo que están haciendo, que son perfeccionistas, que cumplen con la norma, que ponen lo mejor de sí en sus emprendimientos; siempre pueden contar con el estado benefactor, para que “iguale” las cosas por medio de leyes, fiscalizaciones, multas, y medidas judiciales, que perjudican a los que son exitosos y los obligan a compartir sus mercados y técnicas, haciéndoles ineficientes para que los “débiles”, los que no son aptos, se igualen, y hasta triunfen sobre los líderes naturales.
El socialismo se dedica a criar a una camada de flojos e ineptos, a gente que no tiene incentivos para aprender, para ser mejores, para inventar, para superarse; está diseñado para premiar a los más embrutecidos miembros de la sociedad, a quienes el vicio suma en la degradación, a los tramposos, a los mentirosos, a los ladrones, a los más enfermos e incapaces.
Ser bueno es un asunto bastante pervertido; una sociedad que es capaz de sacrificar a sus emprendedores, a sus investigadores, a sus profesionales más excelsos, a sus más destacados intelectuales, para favorecer una masa de menesterosos y parásitos está condenada a desaparecer en el corto plazo.
Si no lo creen, fíjense lo que pasa en nuestras universidades; el socialismo cree que esas pruebas que miden el conocimiento y las habilidades de los estudiantes, que quieren ingresar a los estudios superiores, esos “filtros” que detectan quiénes están preparados para continuar en estudios más profundos sobre las diferentes profesiones, y las ve como una discriminación, como una forma de crear desigualdades y diferencias de clase, calificándolas de “inaceptables”. ¿Y qué hacen?  Elimina esas pruebas, obliga a las universidades a bajar sus estándares de calidad educativa para que entre todo el mundo, porque “la educación es para todos”, expropian inmuebles y hacen universidades populares, crean nuevos currículos de estudios, acortan las carreras, eliminan los exámenes y gradúan en actos oficiales una masa de estudiantes, todos engañados con títulos que no se han ganado. ¿A quiénes perjudican?
Miren lo que pasa con nuestros médicos, teníamos en las mejores escuelas de medicina de Latinoamérica, todos esos médicos especialistas con que contaba el país ¿Dónde están?  Lo que ha habido es una impresionante fuga de cerebros hacia los países desarrollados, o a países hermanos, donde existen oportunidades de superación, donde sus conocimientos y experticias son bien remunerados.
Los socialistas les tienen asignados a los médicos unos sueldos de hambre (al contario, los diputados de la Asamblea Nacional se asignan unos sueldos y beneficios millonarios por su labor de arruinar al país), los obligan a trabajar en condiciones inhumanas, humillados al ser comparados con los improvisados médicos cubanos y continuamente insultados por el gobierno. 
Los que tienen una oportunidad, se van a lugares donde puedan desarrollar sus conocimientos, tener a disposición equipos y material de punta para sus investigaciones, con buenos sueldos y condiciones de trabajo, respetados, donde puedan hacer emprendimientos sin que los estén fiscalizando, cerrando sus clínicas y consultorios, perseguidos por una policía sanitaria socialista.
La salud, como derecho popular, se ha convertido en un infierno para la población, no se consiguen los médicos necesarios, no hay insumos ni medicinas, la atención es infame y las muertes, producto de la negación de la atención debida o de la mala praxis, se multiplicaron exponencialmente.
El altruismo, mal entendido y peor practicado, es una broma de mal gusto del colectivismo; lo que Venezuela tiene ahora en su sistema de atención primaria a enfermeros “doctorados”, que apenas saben llevar los moribundos en ambulancia para un “ruleteo” de muerte, que exhiben en sus oficinas, al lado del retrato del líder máximo, sus títulos de oropel para hacer intervenciones que requieren pericia y práctica; hay un ejército de médicos cubanos atendiendo a los venezolanos más necesitados a fuerza de pastillitas “made in Cuba” y palmaditas en el hombro, que nos está costando una fortuna (sólo tenemos que recordar que el sistema de salud cubano fue el verdadero asesino de Hugo Chávez Frías).
El socialismo le roba al ser humano no sólo las ganas de vivir, lo reduce a estadísticas, a simples guarismos, que enseña orgulloso al mundo, para mostrar las grandes bondades de su medicina socialista, de su universidad socialista, del nuevo hombre.
De eso trata ser de izquierda, a eso es lo que aspiran los socialistas – saulgodoy@gmail.com

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lunes, 18 de noviembre de 2013

GABRIEL BORAGINA, LOS "BENEFICIOS" DEL ESTADO "BENEFACTOR"

La idea de que el "estado debe mejorar" la condición de la gente no es, por cierto, nueva, pero ha ganado mucho impulso en las últimas décadas entre personas –incluso- que tienen una cierta "cultura". Claro que, poseer una cierta "cultura" no es sinónimo de ser depositario de ideas claras, y menos aun de las ideas correctas. 

Se dice que el mal llamado "estado benefactor" ha de ocuparse de tratar de igualar las rentas y patrimonios de las personas. Pero no ha sido infrecuente en la historia, y aun en la época actual, que detrás de la máscara del "estado benefactor" se esconda un "estado" totalitario, como explica el Dr. A. Benegas Lynch (h):
"Es cierto que no es posible hacer un tajo en la historia separando el antes y el después como si en nuestra época se hubiera abandonado el sistema empobrecedor. Lamentablemente, a partir de la primera guerra mundial, han aflorado sistemas socialistas y socializantes que parieron sistemas totalitarios, autoritarios, algunos de los cuales se ocultan bajo la fachada de aquella contradicción en términos denominada “Estado Benefactor”. Hoy día, tal vez el ejemplo más repugnante de una gigantesca y hedionda cárcel queda plasmada en la Cuba de Castro."[1]
La propia dinámica de los "estados benefactores" los lleva a convertirse en "estados" totalitarios, ya que la pretensión de satisfacer todas las necesidades de los individuos conduce inexorablemente a tal resultado. Es por esa razón que, muchos países donde este tipo de "estados" han tenido gran promoción, han debido de detenerse y -en muchos casos- dar marcha atrás a la pretensión de constituir y afianzar tal clase de "estados".
También existe una gran mitología respecto a estados "benefactores" como Suecia, país donde se pudo establecer tal tipo de política simplemente porque previamente se siguieron mecanismos pro-capitalistas:
"Para 1950, antes de que se forjara el Estado Benefactor sueco, la economía sueca se había cuadruplicado. La mortalidad infantil había sido reducida en un 85 por ciento y la expectativa de vida había aumentado milagrosamente en 25 años. Estábamos en camino a abolir la pobreza. Nos habíamos globalizado."[2]
Para repartir lo que el "estado benefactor" "generosamente" distribuye es indispensable e inexcusable que antes se haya creado una riqueza suficiente que lo permita, lo que sólo es posible y viable bajo un sistema capitalista de producción, y no en ningún otro. En diferentes palabras, el "estado" sólo puede regalar lo que antes otro u otros han producido. Y siempre es mucho más fácil ser "dadivoso" repartiendo lo que otros han elaborado, que haciéndolo con los bienes propios de cada uno de nosotros.
Lo cierto es que, el estado "benefactor" empeora la condición de los pobres: "el “estado benefactor” -que siempre se comportó como un elefante en un bazar- ha hecho mucho por denigrar el concepto de caridad (que siempre es un acto voluntario realizado con recursos propios), ha generado más pobreza y ha intentado pasar el mensaje que es responsabilidad del estado el ocuparse del prójimo.
Ahora amenaza con producir nuevos desastres pero en el terreno ecológico. Es hora de rescatar el imperativo moral del singular y no dejarse engañar por la hipocresía del plural.
Y cuando se recurre al singular debe estarse alerta que no se trate del uso cínico del singular falso al que echan mano políticos en campaña o en ejercicio machacando el tedioso “voy a resolver los problemas del hambre, la pobreza y la marginación”. Este es un singular falso porque significa el uso coactivo del fruto del trabajo ajeno. Tras esto se esconde la verdad: el plural que sólo está disfrazado para que los mequetrefes del poder puedan ocultar sus fechorías."[3]
El "estado de bienestar" es el mecanismo por el cual se práctica la mal llamada "justicia social", que consiste en despojar por la fuerza a unos lo que les pertenece para darles a otros lo que no les pertenece. En pocas palabras, es la consumación del "estado" ladrón, o del "estado" delincuente, en términos lisos y llanos.
"El Estado Benefactor moderno ¿realmente ayuda a los pobres? La noción generalizada, la idea que impulsó al Estado Benefactor y lo mantuvo vigente es que, en esencia, redistribuye ingresos y riqueza de los ricos hacia los pobres: el sistema de impuestos progresivos recauda dinero de los ricos mientras que numerosas agencias y otros servicios lo canalizan hacia los pobres. 
Pero incluso los (seudo) progresistas PPSD, los grandes defensores e impulsores del Estado Benefactor, están comenzando a darse cuenta de que cada parte y cada aspecto de esta idea no es más que un mito. Los contratos gubernamentales, en particular los militares, encauzan los fondos tributarios hacia las corporaciones favorecidas y los trabajadores industriales, que reciben sueldos sustanciosos."[4]
Este tipo de "estados" no son más que fuente de corrupción, como se observa en los populismos latinoamericanos (Argentina con los Kirchner, Bolivia con Morales, Ecuador con Correa, Venezuela dominada por el comunismo castrochavista, Nicaragua sandinista, etc.) donde los gobiernos tejen y manejan fabulosos negociados, siempre a costa de los que menos tienen. 
Así ya había ocurrido en EEUU como explica Murray N. Rothbard:
"Las leyes estatales o federales de prorrateo de combustibles determinan límites máximos absolutos para la producción de crudo, con lo cual elevan los precios del petróleo, que además se mantienen altos por las restricciones a la importación. Y el gobierno concede en todo el país un monopolio absoluto en cada área a compañías de gas, electricidad y teléfonos, protegiéndolas de la competencia, y establece sus tarifas para poder garantizarles un ingreso fijo. En todas partes y en todas las áreas ocurre lo mismo: el despojo sistemático de la mayoría de la población por parte del "Estado Benefactor"."[5]

[1] Alberto Benegas Lynch (h). El juicio crítico como progreso. Editorial Sudamericana. Pág. 189-190
 [2] Johan Norberg - La Globalización y los Pobres, Fundación Friedrich Naumann (FFN) pág. 11
 [3] Benegas Lynch (h) A. El juicio ...Ob. Cit. pág. 204

[4] Murray N. Rothbard. Hacia una nueva libertad. El Manifiesto Libertario. Pág. 185.
[5] Rothbard M. Hacia ...Ob. Cit. Pág. 187

Gabriel S. Boragina
gabriel.boragina@gmail.com

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miércoles, 6 de noviembre de 2013

ALBERTO MEDINA MÉNDEZ, LA "SUPREMA FELICIDAD" Y LOS CIMIENTOS DEL POPULISMO. DESDE ARGENTINA

Describir las características de un régimen político es una tarea compleja. Su configuración nunca es lineal, sencilla, ni tampoco transparente.

Una serie de hechos cotidianos, de decisiones gubernamentales, han permitido encontrar ciertos rasgos comunes entre las administraciones demagógicas de este tiempo.

Muchos analistas han preferido detenerse en sus aspectos más evidentes, en los más visibles, a veces por lo trágico de sus consecuencias y otras solo porque la creatividad de la corporación no deja de sorprender.

Una noticia reciente, pone nuevamente el foco en un tema central que ayuda a desenmascarar las profundas convicciones de este modo de concebir la acción política.

El populismo es por definición una "doctrina política que se presenta como defensora de los intereses y aspiraciones del pueblo para conseguir su favor".

Venezuela dio a conocer la creación del "Viceministerio para la suprema felicidad social del pueblo". La novedad tiene costados grotescos. Pero independientemente de lo absurdo de la decisión tomada en el contexto electoral doméstico, la misma desnuda la esencia del credo que la sostiene.

No se trata de un anuncio aislado. Está enmarcado en la necesidad de captar votos. La política entiende que así piensa la mayoría de la gente y que entonces aceptará este proyecto con absoluto beneplácito.

Muchos son los que consideran que es el Estado, y más aún el gobierno de turno, el encargado de proveer felicidad a los ciudadanos. Este dislate, puede sonar ridículo para los que aun conservan los pies sobre la tierra y hacen de la responsabilidad personal una forma de vida. Pero son demasiados los que están convencidos de que es el Gobierno el que debe proporcionar prosperidad, haciendo lo imposible para puedan disfrutarla.

Así es que se ha instalado la percepción de que los políticos son "semidioses" que pueden conseguir que la sociedad pueda progresar. Esa concepción ideológica asume esta perspectiva porque le resulta funcional a sus intereses. Si todos piensan que la felicidad la debe suministrar el gobierno, pues la tarea ciudadana ya no consiste en el fastidioso esfuerzo de trabajar y capacitarse sino que solo implica votar a los políticos que pueden hacerlos felices. No se trata de un pensamiento casual o inocente.

Esa casta política, que no es patrimonio exclusivo del presente ya que la historia es rica en ejemplos de esta naturaleza, ha desvirtuado el sentido de las funciones del Estado, han convertido a los gobiernos en maquinarias que prometen sueños, ilusiones y esperanza de modo ininterrumpido.

El nacimiento de las modernas modalidades de vida en comunidad, la llegada de los Estados tenía que ver con garantizar los derechos a la vida, a la libertad y a la propiedad. En tanto el Estado asegura la vigencia de esos derechos, son los seres humanos los que se procuran su suerte, llevando adelante en libertad, su propio plan de vida, en la búsqueda de esa felicidad que cada uno concibe de modo diferente y subjetivo.

Este pensamiento mágico, este conjunto de nociones trasnochadas, no llegan aquí de la mano del azar. Han sido pormenorizadamente pergeñadas durante décadas, por filósofos, pensadores y hombres de la política que fueron diseñando esta fantasía de que alguien, un iluminado y su banda, vendrían a resolver los problemas de todos.

Es por eso que hoy tantos ciudadanos le piden, y hasta le exigen, al gobierno ya no la vigencia plena de sus derechos para desarrollarse en libertad, sino una absoluta garantía para disponer del acceso a la salud y a la educación, al trabajo y a la vivienda, y a cuanta demanda se les ocurra.

El gobierno de Venezuela ha dado un paso más, tal vez solo una anécdota para algunos o una humorada para otros, pero a no dudar que esta determinación se sustenta sobre la creencia más arraigada de estas sociedades, esa por la cual el Estado debe asegurar la felicidad, redoblando la apuesta de los demagogos de siempre, que apuntan otra vez a uno de los más importantes cimientos del populismo.

Alberto Medina Méndez
albertomedinamendez@gmail.com
Twitter: @amedinamendez

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miércoles, 14 de agosto de 2013

DIARIO RIO NEGRO, CRUJE EL ESTADO BENEFACTOR, EDITORIAL, DESDE ARGENTINA

Tábano Informa 

Río Negro - 12-Ago-13 - Opinión

Cruje el Estado benefactor

Editorial


En los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, los gobiernos de todos los países desarrollados crearon sistemas de seguridad social que, en las circunstancias imperantes, parecían ser económicamente viables y que contaban con la plena aprobación no sólo de los progresistas sino también de la mayoría de los conservadores. Aunque algunos reaccionarios se manifestaban preocupados por la eventual difusión de lo que llamaban una "cultura de la dependencia", pocos preveían que andando el tiempo las circunstancias cambiarían tanto que hasta los gobiernos socialistas se verían obligados a procurar desmantelar partes del Estado de bienestar porque sería imposible continuar financiándolo. Pues bien: en la actualidad, tanto en Europa como en Estados Unidos, políticos de casi todas las tendencias están esforzándose por convencer a la ciudadanía y, en especial, a los sindicalistas y "los indignados", de que la única alternativa a cortes, a veces draconianos, de los subsidios a los que se han acostumbrado sería la bancarrota. Señalan que, de resultas del envejecimiento de la población, esquemas que eran apropiados para una más joven y con una tasa de natalidad mayor ya no pueden mantenerse. Asimismo, en muchas ciudades norteamericanas, la propensión de miembros bien remunerados de la clase media a abandonar las zonas céntricas, dejándolas a los más pobres, ha privado a los encargados de administrarlas de los impuestos que necesitarían para cumplir con sus obligaciones.

Hace menos de un mes, Detroit, una ciudad que medio siglo antes era la más próspera del país más rico del mundo, se declaró en quiebra porque no había forma de continuar pagando una deuda de aproximadamente 19.000 millones de dólares. Es que en la actualidad Detroit tiene muy poco en común con la ciudad pujante, sede de las empresas automotrices más lucrativas del planeta, de otros tiempos, ya que se ha convertido en una cáscara ruinosa habitada mayormente por pobres de los que, se informa, la mitad apenas sabe leer y escribir. Pero Detroit no constituye un caso único. Según el multimillonario Michael Bloomberg, el alcalde de Nueva York, la ciudad que maneja y que para muchos simboliza la riqueza de Estados Unidos, también corre el riesgo de caer en bancarrota en los años próximos porque debe casi 90.000 millones de dólares. Como sucedió en Detroit, los costos de las jubilaciones del sector público en la "Gran Manzana" han aumentado tanto que ni siquiera el dinero que aporta la floreciente industria financiera de Wall Street bastará como para cubrirlos.

La solución más lógica para el problema angustiante que se ha creado consistiría en un acuerdo intersectorial que tendría forzosamente que incluir una fuerte reducción de los beneficios percibidos por los empleados públicos, tanto los aún activos como los pasivos, pero, claro está, es virtualmente nula la posibilidad de que quienes dependen del sistema acepten lo que verían como un despojo. Como tantos otros políticos en el mundo desarrollado ya entienden, es muy fácil y electoralmente provechoso repartir beneficios, pero procurar anularlos no lo es en absoluto. Por lo demás, en países democráticos, es natural que políticos ambiciosos piensen más en el corto plazo o, a lo sumo, en el mediano, que en el largo, ya que otros, que tal vez sean sus adversarios o rivales, tendrían la responsabilidad de encontrar el dinero necesario para continuar costeando los esquemas que se pusieron en marcha cuando se suponía que la economía seguiría expandiéndose a un ritmo muy rápido y que el perfil demográfico no se modificaría mucho en el futuro. En el sur de Europa, y también en ciertas ciudades norteamericanas, la miopía de generaciones de políticos ya ha tenido consecuencias trágicas. Si bien los dirigentes de los países europeos y grandes municipalidades de Estados Unidos que aún son solventes están advirtiendo que, sin reformas drásticas, sus propias jurisdicciones podrían verse frente a situaciones similares, pocos, con la excepción parcial de los alemanes, parecen dispuestos a tomar en serio previsiones pesimistas que atribuyen a la codicia de quienes no dependen del Estado o a la ineptitud de funcionarios poco imaginativos que en su opinión son incapaces de entender que "la austeridad" no sirve para nada.


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jueves, 23 de febrero de 2012

GUILLERMO AROSEMENA: FIN DE ESTADO BENEFACTOR (EL EXPRESO DE GUAYAQUIL)

Los gobiernos ineficientes europeos han comenzado a reducir el tamaño del Estado, por ser principal causante de la quiebra de sus economías. Hacerse más pequeños significa vender las empresas públicas ineficientes y consumidoras de renta pública, reducir el número de burócratas, recortar las innumerables prebendas y sueldos. 

Para describir las medidas tomadas por los gobiernos, veamos lo que sucede en España. Su ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, comentó durante la semana acabada de terminar, que el Gobierno regresará a la política de privatizar aquellas empresas que tengan "más sentido" en el ámbito de lo privado que de lo público, como ya ocurrió en la anterior etapa de gobierno del Partido Popular. Él se refiere al gobierno de José María Aznar, 1996-2004, cuando se privatizaron empresas, entre ellas, Telefónica S.A., Endesa, Repsol-YPF S.A. y la aerolínea Iberia.

El ministro Montoro admitió que para tener éxito las empresas a privatizar, deberán administrarse con criterios de austeridad, rigor y eficacia; dando a entender no poder hacerlo siendo públicas. Para Montoro, la política de privatizaciones fue clave en el desarrollo económico anterior de España y para promover el ingreso en el euro. También Montoro afirmó que la privatización "es una de las herramientas más eficaces para salir cuanto antes de la crisis y promover el crecimiento económico y la creación de empleo".

Finalmente, los gobiernos europeos se han dado cuenta de que los Estados son muy malos administradores; hecho que no es nada nuevo, Eloy Alfaro ya lo mencionó hace más de un siglo: "Los principios de la ciencia nos enseña que en las grandes empresas nacionales, generalmente los gobiernos no son buenos administradores…". Cuando las privatizaciones son bien hechas, dan excelentes resultados. Telefónica S.A., ya mencionada se encuentra entre las empresas telefónicas más grandes del mundo, así como Vale, empresa pública de Brasil que fue privatizada años atrás. Son corporaciones cuyas acciones se venden en las principales bolsas de valores de Europa, Asia y América; preferidas por los inversionistas.

Publicado por Gabriel Gasave el 19 febrero 2012
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domingo, 5 de febrero de 2012

CARLOS VILCHEZ NAVAMUEL: CUANDO UN PAÍS SE VUELVE EFICIENTE

Un artículo escrito por Jaime Gutiérrez Góngora publicado en el periódico costarricense La Nación, titulado “La ruta de Grecia” nos explica de forma convincente lo que NO hay que hacer para tener un Estado eficiente, entre las cosas que allí se afirman llama la atención  el siguiente párrafo “La clase dominante que surgió en Grecia después de la independencia veía al Estado como su principal fuente de ingresos. El control del Estado, por lo tanto, fue el principal mecanismo para la distribución de recompensas materiales y rentas. El más importante fue la provisión de puestos de trabajo en la administración pública. Desde fines de 1880, Grecia ya tenía una de las burocracias estatales más grandes de Europa. Por cada 10.000 habitantes había 176 funcionarios en Francia, 126 en Alemania, 73 en Gran Bretaña y 214 en Grecia.”
http://www.nacion.com/2011-10-29/Opinion/la-ruta-hacia-grecia.aspx
Algo parecido le sucedió a Suecia hace ya muchos años, en un artículo anterior titulado “Del Estado benefactor al Estado posibilitador” comentamos  “Suecia, un país que en los años 70 era el cuarto más rico del mundo en términos del ingreso real per cápita, empezó a experimentar en esa misma época una crisis que se hizo evidente pues su sistema empezaba a crecer de forma lenta y perdía terreno frente a otros países con economías industrializadas. Entre los años 1990 1994 la crisis se acrecentó y se perdieron mas del 10% del empleo total, los programas y conceptos del Estado Benefactor no resultaron como lo esperaban y su economía casi colapsa. Así las cosas, los suecos se vieron obligados a hacer los cambios pertinentes para darle espacio a la empresa privada y a ideas más modernas. Mauricio Rojas, un chileno radicado en Suecia desde 1974 escribió un libro titulado “Suecia después del modelo sueco” del estado benefactor al estado posibilitador, (Fundación Cadal, Buenos Aires, Argentina 2005) en él nos comenta con lujo de detalles esta transición y nos dice que el Estado debe de pasar de ser un Estado benefactor a un Estado posibilitador donde los gobiernos deben facilitar la productividad y trabajar conjuntamente con la empresa privada en toda su dimensión.”         http://www.carlosvilcheznavamuel.com/del-estado-benefactor-al-estado-posibilitador/
Un país se vuelve eficiente cuando el Estado y la empresa privada trabajan parejo pensando en el bienestar  de todos los ciudadanos, se vuelve eficiente cuando todas las libertades y los derechos se respetan, cuando los impuestos se pagan y son bien administrados, cuando las instituciones públicas funcionan sin que el gobierno central intervenga, cuando los ciudadanos pueden progresar, cuando la burocracia no representa al Estado grandes problemas financieros, cuando la mayoría de sus niños y jóvenes logran graduarse, cuando existe un proyecto país, y se vuelve eficiente cuando los que quieren servir a su nación se dedican a ello y no ha satisfacer  sus propios intereses. 
Se equivocan los que piensan todavía que el Estado es el que debe tener el control de lo que piensan y hacen las personas coartando las libertades individuales y económicas, se equivocan los que piensan todavía que el Estado debe controlar la prensa, las instituciones y los servicios en general como sucedió en la antigua Unión Soviética o en La Cuba actual, con sus fracasados gobiernos que han demostrado de manera categórica, que ningún gobierno de estos o similar  ha sido capaz de ser tan próspero como por ejemplo lo son Australia, Alemania, Corea del Sur, los Estados Unidos, Suecia o Israel.
El ejemplo de lo contrario a lo dicho en el párrafo anterior  lo tenemos en Venezuela, un país sumamente rico, gobernado durante 13 años por el autoritario Hugo Chávez, que con su “revolución bonita” y socialismo del siglo XXI, se ha convertido en una nación totalmente ineficiente, corrupta e incapaz, -al menos por ahora- de reducir la pobreza y la inseguridad, aún con los $500.000 millones de dólares que le entraron al país en los últimos 12 años solo por renta petrolera.
http://www.guia.com.ve/noti/73765/al-pais-han-entrado-500-mil-millones-de-dolares-por-renta-petrolera

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domingo, 6 de septiembre de 2009

*DEL ESTADO BENEFACTOR AL ESTADO POSIBILITADOR, CARLOS VILCHEZ NAVAMUEL

La razón de la existencia de gobiernos comunistas o socialistas se debe mas que todo a la idea de que el Estado debe tener el control de las actividades principales de la sociedad convirtiéndose de esa manera en un Estado proteccionista, paternalista o benefactor.

Como Estados benefactores y paternalistas los Estados comunistas como la otrora Unión Soviética o la Cuba de Fidel Castro han sido un fracaso total, su meta utópica nunca fue alcanzada. Como se sabe, en estos países solamente unos pocos tienen el poder, las

decisiones se toman inmediatamente y no pasan por la telaraña de leyes y normas que tienen los sistemas democráticos, el resultado de esos gobiernos debería haber sido otro, sin embargo la realidad nos dice todo lo contrario, bajo este sistema ningún dinero es suficiente, los empleados se vuelven improductivos y no existen estímulos de crecimiento personal. Cuba se ha quejado del embargo a que ha estado sujeto por parte de EEUU, pero no dice que durante mas de 25 años la URSS le dio miles de millones de dólares que nunca alcanzaron para hacer de Cuba un país ni tan siquiera del segundo mundo.

En China se dieron cuenta de esta situación hace tiempo y empezaron a abrir su economía, el resultado está a la vista.

Los Estados de orden socialistas un poco mas moderados han planteado la misma teoría del paternalismo, países como Suecia, Francia, Finlandia, Dinamarca con una historia muy vieja han experimentado los monopolios estatales de las principales actividades de la sociedad como son la generación eléctrica, telefonía, combustibles, la seguridad social, el régimen de pensiones y otros.

Suecia, un país que en los años 70 era el cuarto país más rico del mundo en términos del ingreso real per. Cápita, empezó a experimentar en esa misma época una crisis que se hizo evidente pues su sistema empezaba a crecer de forma lenta y perdía terreno frente a otros países con

economías industrializadas. Entre los años 1990 1994 la crisis se acrecentó y se perdieron mas del 10% del empleo total, los programas y conceptos del Estado Benefactor no resultaron como lo esperaban y su economía casi colapsa,

Así las cosas, los suecos se vieron obligados a hacer los cambios pertinentes para darle espacio a la empresa privada y a ideas más modernas. Mauricio Rojas, un chileno radicado en Suecia desde 1974 escribió un libro titulado “Suecia después del modelo sueco” del estado benefactor al estado posibilitador, (Fundación Cadal, Buenos Aires, Argentina 2005) en él nos comenta con lujo de detalles esta transición y nos dice que el Estado debe de pasar de ser un Estado benefactor a un Estado posibilitador donde los gobiernos deben facilitar la productividad y trabajar conjuntamente con la empresa privada en toda su dimensión.

Un Estado posibilitador permitirá por un lado a los gobiernos concentrarse en fiscalizar y generar legislatura para hacer sociedades mas justas y equitativas y por otro lado deberá facilitar a las empresas estatales y privadas para que ejecuten sus programas y proyectos de forma más ágil y productiva en busca de mejorar de forma global y sustantiva.

En contraste encontramos en nuestra América Latina, algunos países como Venezuela, con el presidente Chávez a la cabeza que cree haber descubierto lo que algunos países europeos experimentaron en tiempos posteriores a la segunda guerra mundial, y quiere implantar su modelo de tinte paternalista al mejor estilo de los comunistas con rasgos socialistas e ideas populistas a

Bolivia, Ecuador y Nicaragua entre otros, donde encontró un nicho de seguidores.

Resulta patético ver como día a día se violan y se eliminan derechos y libertades que ya todos los ciudadanos tenían, como son la libertad de expresión, de credo, política y las libertades económicas.

Lamentablemente América Latina ha demostrado ser una zona que ha avanzado muy poco en equidad social y en la mayoría de sus países sus economías van creciendo a ritmos que no permiten crecer rápidamente para cambiar las cosas de forma sustancial, Chile, México y Costa Rica, son quizás los únicos países que están buscando la forma de hacer el gran cambio.

Alvin Tofler, (La Revolución de la Riqueza) Andrés Oppenheimer (Cuentos Chinos) Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa (El Regreso del Idiota Latinoamericano), todos ellos nos señalan cómo los políticos de los últimos cincuenta años y muchos del presente siguen aferrados a ideas y conceptos del siglo pasado. Cometen una y otra vez los mismos errores y con su demagogia y populismo engañan al pueblo.

Carlos Vilchez Navamuel

vilchez.carlos@gmail.com

http://carlosvilcheznavamuel.blogspot.com/

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