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martes, 9 de junio de 2015

MAURICIO ROJAS, MARIO VARGAS LLOSA Y EL CAPITALISMO DE LOS POBRES. LIBRE MERCADO, MADRID, CASO PERU

Nadie hubiese imaginado a mediados de 1990 que en 25 años Perú sería uno de los países más exitosos de América Latina, tras triplicar su PIB y reducir drásticamente la pobreza. En 1990 se encontraba en una situación caótica, producto de una dilatada crisis económica que había adquirido proporciones gigantescas bajo el gobierno populista de Alan García y una escalada de violencia política sin precedentes. El ingreso per cápita cayó un 30% de 1987 a 1990 y la inflación pasó el 7.000% en ese último año. Más de la mitad de los peruanos vivía en la pobreza en zonas rurales o inmensas barriadas al margen de las instituciones. Además, extensas regiones del altiplano estaban controladas por la brutal guerrilla maoísta Sendero Luminoso.

Para muchos, Perú estaba a las puertas de una revolución comunista, pero ocurrió justamente lo contrario: desde la marginalidad, el pueblo desencadenó una revolución capitalista sin precedentes. Para ello fue necesario el genio de Mario Vargas Llosa, la inescrupulosidad de Alberto Fujimori y el talento emprendedor de millones de peruanos.

La revolución liberal de Vargas Llosa

El aporte de Vargas Llosa fue de primer orden, señalando el camino que el país finalmente transitaría para salir de la crisis. En 1990 fue candidato a presidente proponiendo algo tan insólito en Perú como una revolución liberal que abriera su economía al potencial emprendedor del pueblo. Era la alternativa del "capitalismo de los pobres", como la llamó, en vez del capitalismo cerrado y oligárquico del pasado.

Además, la crisis peruana era de tal gravedad que no permitía medias tintas ni gradualidad. Ello implicaría un alto costo inicial, y sobre ello Vargas Llosa fue absolutamente transparente. Quería ganar la elección como el hombre honesto que es y, por supuesto, perdió.

Las sorpresas de Fujimori

Alberto Fujimori derrotó a Vargas Llosa en la segunda vuelta de la elección presidencial de junio de 1990. De él poco se sabía, y su mayor capital político era no pertenecer a las desprestigiadas elites del país. No tenía un programa concreto de gobierno, sino sólo declaraciones muy vagas y, sobre todo, la promesa de no someter el Perú a un cambio radical como el que proponía Vargas Llosa. Pero fue justamente lo que hizo con el programa de estabilización económica, que anunció diez días después de haber asumido el poder. Se lo conoce como Fujishock, y luego fue completado por nuevas medidas que lo profundizaron.

Su propósito era frenar la inflación mediante una drástica reducción del déficit fiscal, abrir la economía peruana y reinsertarla en el sistema financiero internacional. Se redujeron los gastos corrientes del Estado en una cuarta parte, se eliminaron las trabas a la importación, se liberalizaron los mercados de bienes, servicios, capitales y trabajo y se privatizó gran parte de las empresas públicas.

El impacto inicial de estas medidas fue duro, pero a partir de 1993 se inicia una fase de fuerte recuperación que reflejó los logros más significativos de Fujimori: el saneamiento de las cuentas fiscales, la derrota de la inflación y la reinserción de Perú en los mercados internacionales de capitales. Junto a ello se deben destacar dos hechos políticos decisivos: el autogolpe del 5 de abril de 1992 y la derrota de los grupos terroristas a partir de la captura, en septiembre de 1992, del Presidente Gonzalo (Abimael Guzmán), líder de Sendero Luminoso. Tanto el autogolpe como los métodos adoptados para combatir al terrorismo retratan de cuerpo entero a Alberto Fujimori como un hombre sin escrúpulos, dispuesto a instaurar la dictadura, el terrorismo de Estado y las prácticas más corruptas para alcanzar sus fines.

El capitalismo de los pobres

El crecimiento iniciado en 1993 fue interrumpido en 1998 por la crisis asiática, que dio origen a cuatro años de recesión. El régimen fujimorista caerá en noviembre de 2000, dando paso al restablecimiento de la democracia.

Es en esas condiciones que, a partir de 2002, se inicia un largo período de extraordinario crecimiento y reducción de la pobreza. El PIB se duplica de 2001 a 2013 y la pobreza pasa del 54,7 al 23,9%. La pobreza extrema se reduce aún más: del 24,4 al 4,7%.

Una fuente importante de este crecimiento es la fuerte demanda internacional de material primas, pero ello no explica que el Perú haya crecido el doble que América Latina entre 2001 y 2014. Para entenderlo hay que analizar los factores internos que han dinamizado el crecimiento de la economía peruana. Entre ellos destaca su altísima tasa de informalidad.

Esto no quiere decir que la informalidad por sí sola conduzca a un resultado como el de Perú en los últimos decenios. Es la combinación de la estabilidad macroeconómica y las reformas liberalizadoras, con la derrota del terrorismo, la democratización y una coyuntura global favorable, lo que ha dado al capitalismo de los pobres un contexto adecuado para poder desarrollar todo su potencial creativo.

La informalidad, refugio y trampolín de los pobres

Según el Instituto Nacional de Estadística del Perú, en 2012 el 74% de la fuerza laboral (unos 12 millones de personas) tenía un empleo informal. Esta cifra es impactante, pero representa un descenso frente a las registradas anteriormente. Esto implica que estamos frente a un fenómeno clave para comprender la evolución de la pobreza en Perú.

El sector informal se ha expandido en momentos de retroceso económico y se ha contraído cuando el país crece. Es decir, la informalidad ha sido tanto el gran refugio como el trampolín fundamental del progreso de los pobres: los ha acogido en los tiempos difíciles y les ha permitido ampliar sus actividades, así como pasar al sector formal cuando las condiciones han mejorado.

Los efectos más notables del dinamismo del capitalismo informal se reflejan en a la disminución de la pobreza y en una distribución más igualitaria del ingreso. Si Perú tuviese hoy el porcentaje de pobres de 2001, habría 10 millones de pobres más de los que realmente hay: 17 en vez de 7 millones. A su vez, la distribución del ingreso ha evolucionado hacia mayores niveles de igualdad. El coeficiente de Gini ha bajado de 0,54 a 0,44 entre 1999 y 2013, y la relación entre los ingresos del 10% más acomodado y el 10% más pobre ha disminuido de 26 a 14 veces.

El Estado peruano no ha dado mucho a sus pobres, y su gran aporte, fuera de derrotar al terrorismo, ha sido dejar de perturbar sus vidas y obstaculizar su espíritu emprendedor. La lucha contra la pobreza la han dado y ganado los pobres en el mercado, apoyados en sus propias redes sociales y al margen de la legalidad oficial.

En resumen, en vez de ser un problema, como se planteaba tradicionalmente, la informalidad ha sido la gran solución para los pobres. Esa es la gran revolución que le está cambiando el rostro y el alma al Perú. El pueblo peruano no siguió a Sendero Luminoso, sino el luminoso sendero del capitalismo de los pobres.
Mauricio Rojas M
mauriciojoserojasm@gmail.com
@MauricioRojasmr

Enviado  Por Gabriel Gasave
Gabriel Gasave
ggasave@independent.org
@ElIndependent

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viernes, 8 de noviembre de 2013

MAURICIO ROJAS, CHILE PIERDE EL RUMBO. FUENTE EL CATO.ORG

La elección chilena de este 17 de noviembre tiene ya un claro vencedor. No me refiero a la persona que con toda seguridad se impondrá en los comicios, Michelle Bachelet, sino al Estado, un Estado que promete hacerse cargo de nuestra seguridad, garantizarnos una amplia gama de derechos, asegurarnos mejores sueldos y buenas pensiones, en fin, un Estado benefactor, grande, poderoso y generoso, como una madre que sólo quiere nuestro bien y nunca nos abandona.

Esta es la melodía que ha marcado la contienda electoral y refleja un desplazamiento de fondo en las opciones de la mayoría de los chilenos, que parece decidida a modificar sustancialmente el modelo de desarrollo seguido por el país durante las últimas décadas. Esto es, más allá del nombre del nuevo presidente, lo importante, ya que impulsará a la sociedad chilena en una dirección incierta bajo el signo de un estatismo más o menos radical.
La propuesta de continuidad, representada por la candidata de la centroderecha Evelyn Matthei, será, por lo que indican los sondeos, ampliamente derrotada. Esto puede resultar incomprensible para quien analice el desempeño de Chile –en términos, por ejemplo, de crecimiento económico, mejoramiento de las condiciones generales de vida y reducción de la pobreza– desde la restauración de la democracia en 1990 y, más aún, durante el actual gobierno de Sebastián Piñera.
Sin embargo, hay que recordar que “la realidad” no es lo que es sino lo que parece ser y ello se decide no en el terreno de las estadísticas o los “datos duros” sino en el mundo de las ideas, de las interpretaciones y las visiones del mundo. O, para decirlo cortamente, de la cultura en el sentido más amplio de la palabra. Y es en ese terreno donde la opción de centroderecha ha sido aplastantemente derrotada creando las condiciones de la derrota electoral que se avecina. Se trata de un largo proceso que tuvo su espectacular eclosión el año 2011, con sus grandes movilizaciones que lograron instalar un discurso antisistema que cuestionó los pilares mismos del “modelo chileno”: la economía abierta de mercado, el Estado limitado que focaliza sus intervenciones sociales en los sectores más vulnerables y una democracia que impone amplios consensos legislativos.
Sin embargo, hay que resaltar que en este caso se trata, sobre todo, de una derrota autoinfligida. Más que una batalla perdida, ésta ha sido una batalla no dada. En buenas cuentas, en esta elección presidencial se pagará aquello que el escritor chileno Axel Kaiser llamó la “anorexia cultural de la derecha”, es decir, su incapacidad para entender “el poder de las ideas y de la cultura como factores decisivos de la evolución política, económica y social” (La fatal ignorancia, Santiago 2009). La centroderecha chilena creyó que la eficiencia del sistema le daría automáticamente legitimidad y apoyo descuidando por ello aquel terreno donde realmente se decide el derrotero de las sociedades: el de las ideas.
Ojalá que otros aprendan de esta lección, ya que la indolencia cultural de la centroderecha chilena no es en absoluto algo único.
Este artículo fue publicado originalmente en FAES (España) el 11 de noviembre de 2013.

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viernes, 21 de junio de 2013

MAURICIO ROJAS, CHILE; BACHELET Y LA TENTACION CHAVISTA, MALAS NOTICIAS PARA CHILE


La campaña para la elección presidencial chilena de finales de año está tomando un rumbo preocupante. Como una forma de enfrentar una serie de dificultades en el lanzamiento de su candidatura, Michelle Bachelet está dando un peligroso giro hacia el chavismo que puede terminar tensionando la sociedad de una manera que no se había experimentado en décadas.
A su regreso al país, a fines de marzo, la candidata socialista apostó por prolongar ese silencio ambiguo que parecía ser la fuente mágica de su popularidad. Y esto era indudablemente cierto. La popularidad de Michelle Bachelet se alimentaba de un silencio que le permitía a quien lo quisiese proyectar en ella sus aspiraciones y deseos. El silencio de Bachelet se llenaba así de otras voces, por más contradictorias que fuesen entre sí.
La estrategia del silencio era parte de un mensaje en que la candidata aparecía como un ser providencial, una especie de mito viviente que bajaba de sus alturas olímpicas conmovido por el clamor de su pueblo. Si algo quedaba claro era que Bachelet estaba apostando por una forma personalista de definir su campaña, con fuertes ribetes populistas en cuanto buscaba una relación directa y plebiscitaria con el pueblo. Así las cosas, trató de colocarse por sobre los partidos, sin siquiera aceptar que personeros políticos destacados participasen en el recibimiento que se le hizo a su regreso.
Pero el encanto del silencio y del mito no podía durar. Se basaba en un error fundamental, en no entender que la cercanía mata la ilusión y que los mitos no aterrizan. Al poco, su silencio la puso a la defensiva frente a los emplazamientos cada vez más comunes sobre su gestión anterior: su imperdonable falta de liderato frente al terremoto y el tsunami del 27 de febrero de 2010, su incapacidad de poner coto a los abusos en la educación superior o en el mundo financiero, la mediocridad de sus logros en el combate contra la pobreza y la desigualdad.
Finalmente estalló el escándalo de los supuestos exonerados políticos, que involucra a Bachelet y al conjunto de la izquierda chilena. Se trata de una malversación masiva no sólo de fondos públicos sino, lo que es peor, de aquel amplio y generoso sentimiento ciudadano de solidaridad con las víctimas de la dictadura que ha imperado en el Chile democrático. Con ello se hundía la retórica de Bachelet contra el abuso (“No más abusos” fue su consigna inicial) y, más en general, la superioridad moral de la izquierda.
Ante este escenario desfavorable, la opción de Bachelet ha sido tomar una deriva chavista que puede costarle caro a Chile. Su gran caballo de batalla ya no es la lucha contra el abuso o por más igualdad, sino un desafío frontal a la institucionalidad vigente concretado en su promesa de una nueva Constitución, aunque para lograrlo deba recurrir a la convocatoria ilegal de un plebiscito que le abra las puertas a una Asamblea Constituyente.
En una entrevista reciente afirmó: “Yo no le cierro la puerta a ninguna opción”, incluida la de salirse de los marcos de la Constitución vigente. Agregó que el camino elegido “va a ser una vía chilena, no va a ser una vía copiando a nadie de ningún otro país”; es decir, será una versión chilena del chavismo, tal como algún día se enarboló la vía chilena al socialismo.
Aún más explícito fue Fernando Atria, uno de los miembros de la comisión por una nueva Constitución creada por Bachelet, al decir: “el problema constitucional chileno es algo que tendrá que resolverse por las buenas o por las malas”.
Son malas noticias para Chile. El populismo de los caudillos mesiánicos que se sienten por sobre la ley es un viejo mal latinoamericano que siempre se ha pagado muy caro. Como recientemente dijo Mario Vargas Llosa comentando “cierto extremismo retórico” de los últimos pronunciamientos de Bachelet: “Desde luego, si Chile retrocede hacia alguna forma de chavismo sería una catástrofe no solo para los chilenos sino para toda América Latina”.
Fuente: Libertad Digital (España)
http://www.hacer.org/latam/?p=28422
hacer.communications@gmail.com

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jueves, 15 de marzo de 2012

MAURICIO ROJAS: MITOS DE LA REVOLUCIÓN RUSA. TROTSKY, STALIN Y LENIN: EL BUENO, EL MALO Y EL FEO (DESDE MEXICO)

Toda revolución tiene su mitología. La de la rusa se construyó sobre tres grandes caracteres: Trotsky, el Bueno; Stalin, el Malo, y Lenin, el Feo. Los tres son falsos y no permiten entender la verdadera dinámica que llevó a la creación del primer Estado totalitario. Pero también es falsa la idea misma del drama en que participaron: la así llamada Revolución de Octubre nunca ocurrió.
La noche del 24 al 25 de octubre (según el calendario juliano) de 1917, las tropas de asalto de la Guardia Roja bolchevique tomaron el poder en las principales ciudades de Rusia. Se llevaba así a los hechos la voluntad de Lenin, que desde septiembre venía planteado la necesidad de dar un golpe de estado aprovechando el caos reinante. Su argumento era tajante: si 130.000 terratenientes habían podido gobernar sobre 150 millones de personas en tiempos del zarismo, bien podrían hacer lo propio 240.000 comunistas disciplinados, armados y decididos a todo.
La noche del 25 de octubre se pone al Congreso de los Sóviets de Obreros y Soldados ante el hecho consumado de la toma del poder, ante lo cual la mayoría, probolchevique, nombra un Gobierno provisional encabezado por Lenin. Lo que vino a continuación nada tuvo que ver con la revolución democrático-popular que se venía desarrollando desde febrero, sino que fue su opuesto radical: una contrarrevolución antidemocrática y antipopular destinada a imponer el dominio de una minoría sin escrúpulos sobre la mayoría del pueblo ruso. Las medidas tomadas lo dicen todo: el 27 de octubre se reinstaura la censura; el 7 de diciembre se crea la policía política más temible que haya existido, la Cheká, que en unos años llegará a tener ¡250 mil efectivos!; el 6 de enero se disuelve la Asamblea Constituyente, democráticamente elegida y en la cual los bolcheviques están en minoría; el 14 de enero, destacamentos armados son destinados al campo para efectuar requisas, con la orden de Lenin de "adoptar las medidas revolucionarias más extremas"; en abril, Lenin llama a ejercer abiertamente la dictadura "férrea" e "implacable" e iniciar, sin mediar levantamiento significativo alguno contra el nuevo régimen, la guerra civil contra toda oposición:
Toda gran revolución, especialmente una revolución socialista, es inconcebible sin guerra interior, es decir, sin guerra civil.
Eran los inicios de un largo proceso contrarrevolucionario que se prolongaría hasta los años 30, cuando se doblegue definitivamente a los campesinos con acciones militares francamente genocidas y se afiance el Gulag. Unos 20 millones de personas perdieron la vida a causa de la represión y las hambrunas. Nada quedó en pie de lo conquistado en el periodo revolucionario de febrero a octubre de 1917.
En suma, la Revolución de Octubre nunca existió. Lo que sí hubo fue un golpe de estado contrarrevolucionario, del cual emergió el primer y más acabado régimen totalitario que haya existido.
***
Lev Davídovich Bronstein, alias Trotsky, nacido en Ucrania en 1879 y asesinado en México en 1940 por el comunista catalán Ramón Mercader cumpliendo órdenes de Stalin, ha pasado a la posteridad como un luchador idealista, opuesto a los excesos de Stalin, muerto por defender la verdadera revolución de Lenin contra la feroz dictadura de una nueva clase.
Intelectual fascinante, orador notable y gran escritor, será la atractiva antítesis del burdo Stalin y su estrella seguirá brillando con el tiempo, con esos destellos encandiladores que emanan de los mártires-asesinos estilo Che Guevara.
Se supone que el Bueno, luchador, soñador, profeta y mártir, fue bueno, es decir, humano, generoso, opuesto a cualquier violencia excesiva, amigo del pueblo, etc. Veamos cómo hablaba el Bueno en defensa de la guillotina, un poco antes de tomar el poder:
Os digo que las cabezas tienen que rodar, y la sangre tiene que correr (...) La fuerza de la Revolución Francesa estaba en la máquina que rebajaba en una cabeza la altura de los enemigos del pueblo. Era una máquina estupenda. Debemos tener una en cada ciudad.
Este bueno comandó, como jefe del Ejército Rojo, el terror masivo durante la Guerra Civil. El 17 de agosto de 1918 enviará el siguiente telegrama secreto a Lenin, en el que se opone a la presencia de la Cruz Roja en zonas de combate:
Los pilotos de aviones y los artilleros han recibido órdenes de bombardear e incendiar los distritos burgueses de Kazán, y luego Simbirsk y Samara. En estas condiciones, la caravana de la Cruz Roja resulta inapropiada.
Su represión –marzo de 1921– del sóviet revolucionario de Kronstadt (base naval a las afueras de Petrogrado) fue terrorífica. Una de las primeras medidas que adoptó fue la toma de mujeres e hijos de los amotinados como rehenes. Cuando lanzó el Ejército Rojo contra los contrarrevolucionarios, hizo que destacamentos de la Cheká fueran en retaguardia para que liquidaran en el acto a todo aquel soldado que retrocediese.
La resistencia fue encarnizada y duró hasta el 18 de marzo. Después de la caída de la base naval, cientos de prisioneros fueron masacrados; el resto fue deportado a campos de concentración, de donde muy pocos volvieron.
El bueno de Trotsky no dudó un segundo en defender la dictadura del proletariado contra el proletariado mismo. Así se expresó, por ejemplo, en el X Congreso del Partido Comunista:
Ellos [la denominada oposición obrera] han lanzado consignas peligrosas. Han convertido en fetiche los principios democráticos. Han colocado por encima del partido el derecho de los obreros a elegir a sus representantes. Como si el partido no tuviese derecho a afirmar su dictadura, incluso si está en conflicto temporal con los humores cambiantes de la democracia obrera.
Cuando se opuso a Stalin, no lo hizo en nombre de la democracia, ni de la contención de la violencia dictatorial, ni en denuncia del Terror. Todo lo contrario. Como dice su gran biógrafo, de orientación trotskista, Isaac Deutscher:
Su acusación principal contra ellos [Stalin y sus partidarios] no era la de que actuasen con un espíritu jacobino, sino, por el contrario, la de trabajar para destruir ese espíritu (...) Y él se identificaba a sí mismo y a sus partidarios con el grupo de Robespierre.
Sin embargo, a los asesinos románticos se los perdona e idealiza, especialmente si han muerto por sus ideales. Lo que fascina en Trotsky, como en el Che Guevara, es su desenfadada convicción de estar haciendo el bien, liberando a la Humanidad de todo mal habido y por haber. Pero es justamente eso lo que los torna tan peligrosos: su finalidad deslumbrante los lleva a usar cualquier medio, a sacrificar masivamente a los seres humanos de carne y hueso para redimir a la Humanidad.
***
Al Malo, en cambio, nada se le perdona. Para salvar de todo pecado a Trotsky, o a Lenin, o a Marx, o al comunismo en general, se cargan las tintas contra el Malo. Aunque no siempre fue así: hace un tiempo, el Malo era para muchos el más bueno entre los buenos. Por ello es que no fueron pocos los que a la muerte de Stalin pudieron decir, con Rafael Alberti: "Que tu alma clara me ilumine en esta noche que te vas"; o los que se conmovieron con las estrofas de la "Oda a Stalin" de Pablo Neruda:
Stalin es el mediodía,la madurez del hombre y de los pueblos.Stalinianos. Llevamos este nombre con orgullo...
Incluso fueron innumerables los progres, para no hablar de los comunistas, que estuvieron dispuestos a alabar a Stalin a sabiendas del coste terrible de su dictadura. Tal vez no conocían la extensión exacta de la barbarie, pero eso no era lo importante. Imbuidos de la misma visión de la historia que inspiraba a Stalin, veían la violencia ejercida como un costo necesario de la obra de liberación de la humanidad que, según ellos, habría iniciado la Unión Soviética. Por ello pudieron decir con Neruda:
Stalin alza, limpia, construye, fortifica,preserva, mira, protege, alimenta,pero también castiga.
Luego vino la evidencia, abrumadora y terrible, desvelada por los mismos comunistas soviéticos. Y cuando no se pudo defender más lo indefendible, entonces sí, se le convirtió en el Malo. El chivo expiatorio. El Gran Perverso.
Pero Stalin no era más perverso que Trotsky, Lenin o Marx. Todos ellos eran profetas de un mismo ideal que lleva ínsito el afán genocida en su propósito de arrasarlo todo para cambiarlo todo, en su proyecto de crear un hombre nuevo, para lo que se requiere la destrucción del hombre realmente existente.
***
Nos queda el Feo, Lenin, hombre sin atractivo alguno para quien no le sea devoto, máquina intelectual con una sola pasión: la revolución. Noble hereditario, tomó el camino de la revolución siendo muy joven, después del ajusticiamiento de su hermano Alexánder por tratar de asesinar al zar. Sin embargo, esta figura tan gris ejercería una influencia demoledora sobre miles de personas.
Nadie como él fue capaz de crear una "red de agentes", como él mismo decía, tan fanáticamente entregados a su causa. Y lo hizo no con el don de la palabra y el carisma personal, como sí hizo Hitler, sino con su devastador intelecto, plasmado en interminables escritos y en su gran creación, el partido totalitario, fundado sobre un conjunto de revolucionarios profesionales totalmente entregados. Esto fue lo esencial para Lenin, poder contar con "hombres-partido", hombres que llegan a ser, como expresaría Jan Valtin en su célebre autobiografía (La noche quedó atrás), "un pedazo del partido".
Este ideal de organización, donde el individuo desaparece para amalgamarse en el colectivo, es una realización plena y genuina del ideal comunista, aquel "individuo total" de que hablaba Marx, sin intereses, derechos ni vida fuera del colectivo.
Como nadie, el Feo dio forma al ideal comunista. Hizo que miles de idealistas se inmolaran por él, convencidos de que estaban construyendo el paraíso en la Tierra. Se convirtieron todos en criminales perfectos: aquellos que matan sin remordimiento porque lo hacen en nombre de la liberación definitiva de la Humanidad.
La fe fanática explica que el Feo enviara telegramas como este del 11 de agosto de 1918, en el que da la orden de ahorcar, con fines ejemplarizantes, por lo menos un centenar de kulaks (descalificativo aplicado a campesinos acomodados):
1) Ahorquen (ahorquen de una manera que la gente lo vea) no menos de 100 kulaks (...)2) Publiquen sus nombres.3) Quítenles todo su grano.4) Designen rehenes –de acuerdo con el telegrama de ayer.Háganlo de manera tal que la gente, a centenares de verstas a la redonda, vea, tiemble, sepa, grite: están estrangulando y estrangularán hasta la muerte a los kulaks.
Quien dictó esta orden y llevó Rusia a la hecatombe de los años 1918-1922, con sus nueve millones de muertos en combates, represiones, hambrunas y epidemias, podía, sin embargo, tal como los verdugos del Holocausto, dormir tranquilo y satisfecho, ya que creía estar ejerciendo, con las palabras usadas por Hitler para definir el nazismo, la "voluntad de crear la Humanidad de nuevo".
Publicadas por Ricardo Valenzuela a la/s 16:50

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