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jueves, 5 de enero de 2012

PEDRO AGUILAR: LOS MITOS INSTITUCIONALES DEL POPULISMO LATINOAMERICANO (DESDE COSTA RICA)

Tras soportar las consecuencias del colapso económico y la descomposición social, originadas por las irresponsables políticas populistas de los años ochenta, y, tras pasar sin pena ni gloria los años noventa en medio de reformas liberales inconclusas, América Latina buscó poner la casa en orden en años recientes, y ahora, mira con esperanza el inicio de la segunda década del siglo XX, en lo que los especialistas han vaticinado puede ser “la gran década” para la región.
Sin embargo, existen una serie de condicionantes y trampas que es oportuno identificar. Impulsadas por demagogos ideológicos hambrientos de poder, están en peligro las oportunidades de crecimiento económico, estabilidad social y eficacia política. Hoy, como en aquellos años ochenta, los impostores han regresado por una nueva estafa; algunos son viejos conocidos y otros malos por conocer.
Ejercer una denuncia responsable es un deber como ciudadano, pues estas élites representan la mayor amenaza para nuestro sistema democrático, de eso que ellos mismos han denominado “populismo latinoamericano”.
La inteligente manera de llevar sus pintorescos mensajes a las masas, la tiranía disfrazada de promiscua benevolencia y la carencia de información de parte de la sociedad, hacen un llamado para desnudar al gran impostor frente a la verdad y la justicia, en pro de la preservación de los valores democráticos y con el fin único de buscar las alternativas que permitan de la manera más pronta, alcanzar el bienestar social y económico en sociedades con libertad, oportunidades y gobernanza entre quienes las conforman.
Por ello, he intentado desmenuzar algunos de los grandes mitos que vulgarmente los populistas latinoamericanos pretenden seguir promoviendo en sus campañas políticas, que imponen a los medios de comunicación cuando llegan al poder, y que, más que mitos, representan la praxis opuesta de sus políticas al hacerse de la bandera y los actos oficiales.
Propongo tres mitos, no son los únicos, tampoco los primeros ni los últimos, pero encierran tres de las principales falacias en el orden económico, político y cultural, que forman ese triunvirato de conspiración y engaño, hecho patraña populista cuando llega al poder.
MITO I: ECONOMÍAS CENTRALIZADAS TRAERÁN CRECIMIENTO ECONÓMICO
 “En efecto, ¿quién hace la riqueza? ¿Es la riqueza obra del gobierno? ¿Se decreta la riqueza? El gobierno tiene el poder de estorbar o ayudar a su producción, pero no es obra suya la creación de la riqueza” - Juan Bautista Alberdi
Dentro del árbol genealógico intelectual de cualquier caudillo populista, existe la creencia, de que, es a través del proteccionismo de las industrias nacionales y la nacionalización de las principales instituciones, la mejor manera de preservar los intereses de la sociedad. Imponer un Estado Empresario, sintonizar la burocracia como modelo de negocio y otorgar subsidios a los grupos clientelistas, forman parte de la estrategia económica de estos gobiernos, a los que no les parece importar el deterioro económico permanente al que van desenfrenadas sus economías.
Y es que, como parte de los vicios de los demagogos populistas, se encuentra una necesidad por nacionalizar cuanto recurso se les aparece en el espectro económico, sin medir los costos monetarios y no monetarios de sus decisiones, y , olvidando que la primera necesidad de los países latinoamericanos es atraer inversiones, generar valor agregado y esto solo puede lograrse con garantías claras y condiciones amigables para la inversión extranjera, las multinacionales y el pequeño y mediano empresario nacional.
Dependiendo de la industria, las medidas autoritarias que atentan contra las libertades económicas varía; desde el control de precios para mantener cuotas de producción y consumo, hasta la expropiación de tierras y capital de empresarios que han logrado establecer actividades comerciales en los países, generando fuentes de empleo y transferencia de capital tecnológico y conocimiento. En economías enlazadas de forma cada vez más progresiva, a través de las tecnologías de la información y los adelantos científicos, resulta más fácil para los pequeños competidores aprovecharse de las ventajas del intercambio comercial. Pero, sin las condiciones estructurales y la estabilidad política necesaria, las oportunidades terminan en utopías.
Han sido muchos los países que inicialmente no contaban con la mayor cantidad de recursos naturales, mano de obra calificada, y mas bien, tenían índices socioeconómicos alarmantes, pero que bastó un compromiso político firme y honesto para darle a la comunidad internacional señales de confianza de que existían proyectos políticos serios, en pro de la movilidad de capitales y de la atracción de inversiones, como forma de fomentar la investigación y el desarrollo y para establecer en una sociedad emprendedora el secreto del desarrollo. El caso de los tigres asiáticos y los países de Europa del este que vivieron por décadas en el oscurantismo soviético, son buenas lecciones de cómo crecer responsablemente y lograr bienestar para la sociedad.
Los gobiernos, más que establecer políticas de personalistas, debe enfocarlas como políticas de Estado, entendiendo que es a través de la apertura y el provecho a las ventajas comparativas, la mejor forma de sacarle ventaja al mercado. El experimento del Estado Empresario está comprobado como experimento fallido y resulta grotesco que algunas cabezas calientas pretendan imponerlo de nuevo, cuando hay conciencia de las externalidades negativas y el costo de subdesarrollo de décadas que la sociedad presente y muy futura acabaría pagando con resignación. Que no se repita la historia.
MITO II: UN ÚNICO PODER ES MÁS EFICAZ
 “El principio de que el fin justifica los medios se considera en la ética individualista como la negación de toda moral social. En la ética colectivista se convierte necesariamente en la norma suprema; no hay, literalmente, nada que el colectivista consecuente no tenga que estar dispuesto a hacer si sirve «al bien del conjunto», porque el «bien del conjunto» es el único criterio, para él, de lo que debe hacerse” - Friedrich Hayek
Una de las principales discusiones al analizar cómo lograr Estados más eficientes, que permitan una gobernanza efectiva dentro del sistema democrático, está relacionada con las ganas de encontrar mecanismos que agilicen el ejercicio de la función pública.
Para algunos, otro de los aspectos importantes dentro de lo que ahora se llama democracia real participativa, está relacionada con la incorporación de las diferentes élites en la construcción de los Estados. Así, las minorías proponen sus agendas y a las mayorías se les integra un proceso de reingeniería cultural, que con mayor o menor lentitud, se termina incorporando a la cotidianidad, a veces disfrazada de compartimiento, y en otras, de tolerancia.
Para otros, es esta petitoria de ejercer un contrapeso de poderes, lo que ha provocado aparatos Estatales clientelistas, predispuestos al mejor postor, y que por lo tanto, siempre será un juego de suma cero, donde el gran capital se impone, sin importar si se habla de minorías, de Estado de Derecho o de convivencia democrática.
Es este último el vil mercadeo político de los populistas latinoamericanos. Han manipulado sus mensajes con el afán de promover la concentración del poder en el caudillo y sus secuaces. Así, comienzan a imponer la creencia, de que, las urgentes reformas estructurales de los países llegarán solo a través de amañadas Asambleas Constituyentes, decretos hegemónicos e indivisibilidad en el poder. Lo anterior, da paso a nombramientos a conveniencia, imposibilidad de fiscalizar y crear mecanismos de rendición de cuentas, transparencia y mucho menos cumplimiento del Estado de Derecho que a partir de este momento desaparece de forma automática.
Está en una mayor coordinación institucional, la manera para fomentar un Estado más ágil, donde las acciones de gobierno se sincronicen entre sus diferentes representantes e incorporen al sector privado, en un proceso de concertación de intereses, pero siempre, bajo el respeto de la seguridad jurídica, la independencia del poder Judicial y la representatividad del poder legislativo, de manera que se respete el Estado de Derecho como forma de preservar la sana convivencia democrática.
MITO III: LA GLOBALIZACIÓN ES PARA LOS RICOS
 “El lenguaje político…está diseñado para lograr que las mentiras parezcan verdades y el asesino respetable, y para dar una apariencia de solidez al mero viento” - George Orwell
El populista latinoamericano entiende bien que la sociedad latinoamericana es susceptible al sentimentalismo político, a esa retórica exacerbada que le abre sus puertas al nacionalismo. Es la necesidad de encontrar culpables al subdesarrollo, es el furor que quema su pintoresco espectro ideológico y la convierte en demonio de infinitas caras, capaz de presentarse a las elecciones democráticas, interrumpir con la estabilidad del sistema y alzarse con el poder.
Ya ha pasado la época de las revoluciones y las guerrillas, la era de los combates asimétricos, los trajes camuflados y las intervenciones terroristas de asaltos a ministerios y atentados contra estatuas o espectáculos públicos. Ha sido otra de las lecciones aprendidas; ahora, los populistas intentan llegar al poder a través de las elecciones libres, donde a excepción del régimen totalitario cubano, ya hay democracia en todos los países de la región.
Sin embargo, aunque se han resignado a aceptar las urnas como juez con veredicto, hacen uso de una domesticación barata contra una sociedad plasmada en desesperanza y desconcierto. Un pueblo desinformado, carece de razón, y sin ésta, puede ser capaz de cualquier disparate.
Así, han sido muchos los populistas que recientemente han llegado a los gobiernos de los países latinoamericanos. Una vez instalados en el sillón presidencial, comienza el mayor proceso de desbaratamiento institucional del marco establecido.
Los alarmantes niveles de pobreza y la mendicidad de los indicadores económicos necesitan algún culpable. ¿Qué mejor manera de denunciar la corrupción del sistema capitalista como fuente de todos los males?
Quizá, lo más preocupante, es la sustitución de valores que los populistas intentan imponerle a su gente. Cuando los gobernantes convierten sus fines en los fines de la sociedad, comienza una degeneración de todas las estructuras del orden presente, por una imposición de costumbres, gustos y preferencias a través de la represión y la violación a las libertades políticas y civiles.
Los gobiernos autoritarios necesitan el control de los medios de comunicación, infiltrarse en las organizaciones no gubernamentales y en cualquier posible organización de libre pensamiento. En la medida que sus intereses se encuentren alineados con otros grupos, principalmente militares e Iglesia, se formará un triunvirato capaz de sostener a través de la represión mental y física a la sociedad en un adormecimiento progresivo, donde el deterioro en la calidad de vida, la disminución de oportunidades y la condena al subdesarrollo son las consecuencias más fatales obtenidas como resultado.
Dentro de las actividades culturales más comunes de los populistas, se encuentra el interés desmedido por ensalzar cualquier manifestación antiimperialista, entendiéndolo en términos tropicales como una guerra no tan fría contra los Estados Unidos de América, que por si fuera poco es uno de los principales socios comerciales para la mayoría de países de la región.
En el discurso de los populistas, tiende a existir una masificación que termina provocando nauseas; después de tomar el control de los medios de comunicación y empoderarse como la única voz oficial y con criterio para opinar de asuntos relevantes, se ponen en práctica lemas y conductas vergonzosas, donde el consumismo es castigado como traición, cuestionar al gobierno es desterrar los valores nacionalistas, querer comodidad es dejarse llevar por las transnacionales que le mienten al mundo y donde opinar a favor del mercado, de la libre movilidad y acceso a las tecnologías de la información es estar corrompido por el sistema.
El mercado, lo dibujan en las vallas publicitarias como el pulpo capaz de dejarse todo en sus ramificaciones para entregarlo a las transnacionales y robarle los recursos a los campesinos, que por si fuera poco, son más pobres después de la titulación de las tierras que le fueron expropiadas a la empresa privada, pues nunca contaron con la capacitación ni las herramientas para hacerle frente a sus cosechas.
El sentido de una sociedad emprendedora no existe. Se busca en una primera parte, el crecimiento insostenible de ciertas variables económicas, aplicando políticas de regalías a todos los sectores, con irresponsabilidades en el manejo fiscal y monetario, comprando así conciencias y terminando de desbaratar a una sociedad desinformada.
Cuando ya la burbuja es insostenible, comienzan los desordenados controles de precios, descontroles inflacionarios y los límites en la capacidad de la deuda comienzan a estallar. Al llegar a tal nivel, solo queda soportar las noches negras que se aproximan; una sociedad echada a la mala cabeza de sus gobiernos. Los signos son claros. América Latina está sobre aviso.
CONCLUSIONES
Los latinoamericanos debemos asumir a la democracia como el sistema menos imperfecto, capaz de establecer metas y homologar intereses disímiles en propuestas comunes. Para esto, es trascendental la representatividad real, la cogobernanza de las minorías con sus respectivas agendas y el respeto al Estado de Derecho, como forma de garantizar la propia convivencia democrática.
La libertad es indivisible a la democracia. Los gobiernos deben de preocuparse por garantizar el respeto a la Ley, por el fortalecimiento y la transparencia institucional, que generan la confianza necesaria en la sociedad civil, empresarios, en la comunidad internacional y en los diferentes grupos. Si las reglas están claras, el funcionamiento del Estado permite conducir hacia proyectos de largo plazo, donde los intereses individuales se encuentren coordinados a través de las relaciones socioeconómicas que mediante la manifestación política en democracia pueden validarse.
El autoritarismo, las políticas represivas, el control a las actividades económicas y la violación a las libertades civiles y políticas, nunca podrán ser justificadas, ni siquiera cuando se disfrazan con benevolencia por caudillos que esconden pasiones ideológicas enfermizas y que no han comprendido la mutación de las relaciones geopolíticas de este mundo globalizado.
Buscar la participación política, va más allá de la simple actividad en grupos oficiales, sino que, interviene un factor de compromiso democrático, con los valores tendiente a fortalecer una sociedad heterogénea en características, pero afín en sus fines. Todos los grupos desean prosperidad y tienen la esperanza de un mejor mañana. Por esto, el Estado debe de brindar la libertad de pensamiento, de asociación y garantizar la transparencia en el funcionamiento de sus instituciones, que deben estar en función de los intereses sociales y no de los intereses de quienes sostienen el poder.
Los populistas no entienden nada de lo anterior, son ágiles y sutiles y están dispuestos a emboscarnos una vez más. Aún es tiempo Latinoamérica.
*Pedro Aguilar es Economista de la Universidad de Costa Rica y miembro de la Red de Escritores Plumas Democráticas.

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jueves, 29 de diciembre de 2011

GUSTAVO ROOSEN: 2012, DEL OPTIMISMO A LA CONCRECIÓN

Todos los años son diferentes, es cierto. El próximo, sin embargo, se anuncia como un año muy especial: 366 días en los que se producirán importantes cambios en la manera de enfocar el país. Año de encrucijada y de definiciones, en el transcurso de 2012 se trazará la orientación de Venezuela: la continuidad de este presente marcado por la destrucción y la desesperanza o el inicio de un futuro de optimismo, trabajo, grandes retos y orgullo nacional.

La opinión pública, tanto la que registran las encuestas como la que se percibe en la calle, muestra al menos dos cosas: el desmoronamiento lento pero persistente del mito de la imbatilidad y la consolidación de nuevos liderazgos robustecidos por una clara voluntad de unidad. Para quienes la actual orientación de Venezuela sólo conduce a un recrudecimiento de la destrucción, 2012 se presenta como un año en el que las cosas pueden cambiar.


Es posible ganar y se ha venido trabajando para ganar. Los candidatos con más opción en las primarias representan una Venezuela renovada en lo político, con nuevas propuestas, con apoyo ciudadano, con visión de su compromiso con el país.

Si en 2006 la fuerza propagandística del Gobierno logró identificar al candidato de la oposición democrática como expresión del regreso al pasado, en este 2012 el pasado ­todavía presente­ es claramente Chávez, en tanto que los nuevos líderes son la expresión del futuro, de la posibilidad de cambio para bien.

La renovación del modo de hacer política y de construir el país no pasa por el autoritarismo populista ni por la opción indefinida y fracasada del socialismo del siglo XXI; pasa, al contrario, por alternativas democráticas capaces de unir, de entusiasmar, de generar trabajo y bienestar.

El optimismo frente a los precandidatos que encarnan las posibilidades de futuro nace, entre otras razones, de la coincidencia en una orientación basada en la valoración de la persona y de sus potencialidades. Sus propuestas reflejan fe en el ser humano y en su capacidad de superación, confianza en él como actor económico y político, respeto a su integridad y a sus derechos. Así se explica el acento en temas como la educación, la seguridad, el empleo productivo, el emprendimiento, la descentralización, el respeto a la ley. Una visión así, que exalta la persona y alienta su desarrollo en libertad, contrasta evidentemente con la otra, con la que alimenta la dependencia y la sumisión, acumula poder en el Estado, traba la descentralización.

Desde esta orientación de confianza en la persona y en el país, el nuevo liderazgo apoya la propiedad y la iniciativa privada sin desmedro de la función reguladora del Estado, alienta la generación de valor frente al rentismo, apela al "hecho en Venezuela" frente a la dependencia importadora, propone un país de innovadores inserto en la economía del conocimiento, privilegia la excelencia frente a la mediocridad. Los candidatos se han mostrado dispuestos a hablar de estos temas hablar con claridad y franqueza, a aceptar sus limitaciones, a pedir consejo, a escuchar.

Dispuestos a iniciar el camino de la reconstrucción, son conscientes de la dificultad que implica, pero también de la capacidad de hacerlo si se apela a lo mejor del venezolano. Los ejemplos históricos están a la vista, tanto de países que se han recuperado del desastre de malos gobiernos o de utopías socializantes como de quienes lo han hecho luego de calamidades naturales o de años de guerra. Somos diferentes, pero no está de más mirar esos ejemplos. En todos los casos los factores de recuperación han sido sostenidamente los mismos: educación, trabajo, productividad, disciplina, organización, orgullo nacional.

El nuevo liderazgo de Venezuela es un elemento de optimismo para este 2012, que se anuncia como un año de confrontación y riesgos, pero también de trabajo y esperanza, de nuevas ideas y decisiones, de intensa discusión sobre el país y su futuro. Una visión centrada en la persona y sus potencialidades debe servir para convencer, para entusiasmar, para concitar voluntades. Entonces sí será un buen año.

nesoor@cantv.ne

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lunes, 5 de septiembre de 2011

MURRAY ROTHBARD: SEIS MITOS SOBRE EL LIBERALISMO

Este artículo, publicado inicialmente en Modern Age, 24, 1 (Invierno 1980), pág. 9-15, como “Mito y verdad acerca del liberalismo”*, está basado en una ponencia presentada en abril de 1979 en el congreso nacional de la Philadephia Society de Chicago. El tema del encuentro fue “Conservadurismo y Liberalismo”.

El liberalismo es la corriente política de más auge hoy en América. Antes de juzgarla y evaluarla, es de vital importancia dilucidar precisamente en qué consiste la doctrina y, más en concreto, en qué no consiste. Es especialmente relevante aclarar unos cuantos malentendidos que la mayoría de gente tiene acerca del liberalismo, en particular los conservadores. En este ensayo enumeraré y analizaré críticamente los mitos más comunes en relación con el liberalismo. Cuando nos hayamos deshecho de éstos, entonces la gente será capaz de discutir sobre el liberalismo sin fábulas, mitos y malentendidos, y tratar con éste tal y como corresponde: de acuerdo con sus verdaderos méritos y deméritos.

Mito #1 Los liberales creen que cada individuo es un átomo aislado, herméticamente sellado, actuando en un vacío sin influenciarse con los demás.

Ésta es una acusación habitual, pero harto curiosa. En toda una vida de lector de literatura liberal no me he topado con un solo teórico o autor que sostuviera algo parecido a esta posición. La única posible excepción es el fanático Max Stirner, un alemán individualista de mediados del siglo XIX quien, sin embargo, tuvo una repercusión mínima en el liberalismo de su tiempo y posterior. Además, la explícita filosofía “la fuerza hace el derecho” de Stirner y su rechazo de todo principio moral incluyendo los derechos individuales, tenidos por “fantasmas mentales”, dudosamente le acreditan como liberal en cualquier sentido. Aparte de Stirner no hay nadie con una opinión siquiera remotamente similar a la que sugiere esta acusación.

Los liberales son metodológica y políticamente individualistas, desde luego. Ellos creen que sólo los individuos piensan, valoran y eligen. Creen que cada individuo tiene derecho a la propiedad sobre su cuerpo, libre de interferencias coercitivas. Pero ningún individualista niega que la gente se influencia mutuamente de forma constante en sus objetivos, en sus valores, en sus iniciativas y en sus ocupaciones. Como F.A. Hayek mencionó en su notable artículo “The Non-Sequitur of the’”Dependence Effect’”, el asalto de John Kenneth Galbraith a la economía de libre mercado en su best-seller “The Affluent Society“ se cimentaba en esta premisa: la economía asume que cada individuo llega a su escala de valores de un modo totalmente independiente, sin estar sujeto a la influencia de nadie más. Por el contrario, como responde Hayek, todos saben que la mayoría de gente no produce sus propios valores, sino que es instigada a adoptarlos de otras personas. Ningún individualista o liberal niega que la gente se influencie mutuamente todo el tiempo, y por supuesto no hay nada de nocivo en este ineludible proceso. A lo que los liberales se oponen no es a la persuasión voluntaria, sino a la imposición coercitiva de valores mediante el uso de la fuerza y el poder policial. Los liberales no están en modo alguno en contra de la cooperación voluntaria y la colaboración entre individuos; sólo en contra de la obligatoria pseudo-cooperación impuesta por el Estado.

Mito #2: Los liberales son libertinos: son hedonistas que anhelan estilos de vida alternativos.

Este mito ha sido planteado recientemente por Irving Kristol, quien identifica la ética libertaria con el hedonismo y asevera que los liberales “veneran el catálogo de Sears Roebuck y todos los estilos de vida alternativa que la afluencia capitalista permite elegir al individuo”. El hecho es que el liberalismo no es ni pretende ser una completa guía moral o ascética, sino sólo una teoría política, esto es, el significado subconjunto de la teoría moral que versa sobre el uso legítimo de la violencia en la vida social. La teoría política se refiere a aquello que debe acometer o no un gobierno, y el gobierno es distinguido de cualquier otro grupo social y caracterizado como la institución de la violencia organizada. El liberalismo sostiene que el único papel legítimo de la violencia es la defensa de la persona y su propiedad contra la agresión, que cualquier uso de la violencia que vaya más allá de esta legítima defensa resulta agresiva en sí misma, injusta y criminal. El liberalismo, por tanto, es una teoría que afirma que cada individuo debe estar libre de invasiones violentas, debe tener derecho para hacer lo que quiera excepto agredir a otra persona o la propiedad ajena. Lo que haga una persona con su vida es esencial y de suma importancia, pero es simplemente irrelevante para el liberalismo.

Luego no debe sorprender que haya liberales que sean de hecho hedonistas y devotos de estilos de vida alternativos, y que haya también liberales que sean firmes adherentes de la moralidad burguesa convencional o religiosa. Hay liberales libertinos y hay liberales vinculados firmemente a la disciplina de la ley natural o religiosa. Hay otros liberales que no tienen ninguna teoría moral en absoluto aparte del imperativo de la no-violación de derechos. Esto es así porque el liberalismo per se no pregona ninguna teoría moral general o personal. El liberalismo no ofrece un estilo de vida; ofrece libertad, para que cada persona sea libre de adoptar y actuar de acuerdo con sus propios valores y principios morales. Los liberales convienen con Lord Acton en que “la libertad es fin político más alto”, pero no necesariamente el fin más alto en la escala de valores de cada uno.

No hay ninguna duda acerca del hecho, sin embargo, de que el subgrupo de liberales que son economistas pro-mercado tienden a mostrarse complacidos cuando el libre mercado dispensa más posibilidades de elección a los consumidores, elevando así su nivel de vida. Incuestionablemente, la idea de que la prosperidad es mejor que la miseria absoluta es una proposición moral, y nos conduce al ámbito de la teoría moral general, pero no es una proposición por la que crea que deba disculparme.

Mito #3: Los liberales no creen en los principios morales; se limitan al análisis de costes-beneficios asumiendo que el hombre es siempre racional.

Este mito está desde luego relacionado con la precedente acusación de hedonismo, y en parte puede responderse en la misma línea. Hay liberales, particularmente los economistas de la escuela de Chicago, que rechazan la libertad y los derechos individuales como principios morales, y en su lugar intentan llegar a conclusiones de política pública sopesando presuntos costes y beneficios sociales.

En primer lugar, la mayoría de liberales son “subjetivistas” en economía, esto es, creen que las utilidades y los costes de los distintos individuos no pueden ser sumados o mesurados. Por tanto, el concepto mismo de costes y beneficios sociales es ilegítimo. Pero, más importante, la mayoría de liberales fundamentan su postura en principios morales, en la convicción en los derechos naturales de cada individuo sobre su persona o propiedad. Ellos creen entonces en la absoluta inmoralidad de la violencia agresiva, de la invasión de los derechos sobre la propia persona y propiedad, independientemente de qué individuo o grupo ejerce dicha violencia.

Lejos de ser inmorales, los liberales simplemente aplican una ética humana universal al gobierno del mismo modo que cualquier otro aplicaría esta ética a cada persona o institución social. En concreto, como he apuntado antes, el liberalismo en tanto que filosofía política que versa sobre el uso legítimo de la violencia, toma la ética universal a la que la mayoría de nosotros nos acogemos y la aplica llanamente al gobierno. Los liberales no hacen ninguna excepción a la regla de oro y no dejan ninguna laguna moral, no aplican ninguna vara de medir distinta al gobierno. Es decir, los liberales creen que un asesinato es un asesinato y que no deviene santificado por razones de estado si es perpetrado por el gobierno. Nosotros creemos que el robo es un robo y que no queda legitimado porque una organización de ladrones decida llamarlo “tributos”. Nosotros creemos que la esclavitud es esclavitud incluso si la institución que la ejerce la denomina “servicio militar”. En síntesis, la clave en la teoría liberal es que no concede excepción alguna al gobierno en su ética universal.

Por tanto, lejos de ser indiferentes u hostiles a los principios morales, los liberales los consuman siendo el único colectivo dispuesto a extender estos principios por todo el espectro hasta al gobierno mismo.

Es cierto que los liberales permitirían a cada individuo elegir sus valores y actuar acorde con ellos, y reconocerían en suma a cada individuo el derecho a ser moral o inmoral según su juicio particular. El liberalismo se opone firmemente a la imposición de todo credo moral a cualquier persona o grupo mediante el uso de la violencia – excepto, por supuesto, la prohibición moral de la violencia agresiva en sí misma. Pero debemos percatarnos de que ninguna acción puede considerarse virtuosa a menos que sea emprendida en libertad, habiendo consentido voluntariamente la persona. Como dijera Frank Meyer:

“No puede forzarse a los hombres a ser libres, ni puede forzárseles a ser virtuosos. Hasta cierto punto, es verdad, pueden ser obligados a actuar como si fueran virtuosos. Pero la virtud es el fruto de la libertad bien empleada. Y ningún acto, en la medida en que sea coaccionado, puede implicar virtud – o vicio”.

Si una persona es obligada por la fuerza o la amenaza de la misma a llevar a cabo una determinada acción, entonces ésta ya no supone una elección moral por su parte. La moralidad de una acción sólo puede ser el resultado de una decisión libremente adoptada; una acción difícilmente puede tildarse de moral si uno la acomete a punta de pistola. Imponer las acciones morales o prohibir la acciones inmorales, por tanto, no fomenta la moral o la virtud. Por el contrario, la coerción atrofia la moralidad porque priva al individuo de la libertad para ser moral o inmoral, y entonces necesariamente despoja a la gente de la posibilidad de ser virtuosa. Paradójicamente, pues, la moral obligatoria nos sustrae la oportunidad misma de actuar moralmente.

Es además especialmente grotesco dejar la salvaguarda de la moralidad en manos del aparato estatal, es decir, ni más ni menos que la organización de policías, gendarmes y soldados. Poner al Estado a cargo de los principios morales equivale a poner al zorro al cuidado del gallinero. Prescindiendo de otras consideraciones, los responsables de la violencia organizada en la sociedad jamás se han distinguido por su superior estatura moral o por la rectitud con la que sostienen los principios morales.

Mito #4: El liberalismo es ateísta y materialista, y desdeña la dimensión espiritual de la vida.

No hay ninguna conexión necesaria entre las adscripción al liberalismo y la posición religiosa de cada uno. Es verdad que muchos si no la mayoría de los liberales en la actualidad son ateos, pero esto tiene que ver con el hecho de que la mayoría de los intelectuales, de la mayoría de credos políticos, son ateos también. Hay muchos liberales que son ateos, judíos o cristianos. Entre los liberales clásicos precursores del liberalismo moderno en una época más religiosa que ésta encontramos una miríada de cristianos: desde John Lilburne, Roger Williams, Anne Hutchinson y John Locke en el siglo XVII hasta Cobden y Bright, Frederic Bastiat y los liberales franceses del laissez-faire y el gran Lord Acton.

Los liberales creen que la libertad es un derecho inserto en una ley natural sobre lo que es adecuado para la humanidad, en conformidad con la naturaleza del hombre. De dónde emanan este conjunto de leyes naturales, si son puramente naturales o fueron prescritas por un creador, es una cuestión ontológica importante pero irrelevante desde el punto de vista de la filosofía política o social. Como el padre Thomas Davitt señaló: “Si la palabra ‘natural’ significa algo en absoluto se refiere a la naturaleza del hombre, y en conjunción con la palabra ‘ley’, ‘natural’ remite al orden que es manifestado por las inclinaciones de la naturaleza humana y nada más. Por tanto, tomada en sí misma, no hay nada de religioso o teológico en la ‘Ley Natural’ de Aquinas”. O, como d’Entrèves escribió en el siglo XVII aludiendo al jurista protestante holandés Hugo Grotius: “La definición de ley natural [de Grotius] no tiene nada de revolucionaria. Cuando mantiene que la ley natural es el cuerpo de normas que el hombre es capaz de descubrir mediante el uso de su razón, no hace otra cosa que reafirmar la noción escolástica de una fundamentación racional de la ética. De hecho, su intención es más bien la de restaurar esta noción debilitada por el augustianismo radical de ciertas corrientes protestantes de pensamiento. Cuando asevera que estas normas son válidas en sí mismas, independientemente de que Dios las dispusiera, repite el aserto que ya fue proclamado por algunos de los escolásticos...”

El liberalismo ha sido acusado de ignorar la naturaleza espiritual del hombre. Pero uno fácilmente puede llegar al liberalismo desde posiciones religiosas o cristianas: enfatizando la importancia del individuo, de su libre voluntad, de sus derechos naturales y de su propiedad privada. Uno puede igualmente llegar al liberalismo mediante una aproximación secular a los derechos naturales, con la convicción de que el hombre puede alcanzar la comprensión racional de la ley natural.

Atendiendo a la historia, además, no está claro en absoluto que la religión sea un fundamento más sólido del liberalismo que la ley natural secular. Como Karl Wittfogel nos recuerda en su Oriental Despotism, la unión del trono y el altar ha sido una constante durante décadas que ha facilitado el imperio del despotismo en la sociedad. Históricamente, la unión de la Iglesia y el Estado ha sido en muchos casos una coalición mutuamente alentadora de la tiranía. El Estado se servía de la Iglesia para santificar sus actos y llamar a la obediencia de su mando, presuntamente sancionado por Dios, y la Iglesia se servía del Estado para obtener ingresos y privilegios. Los Anabaptistas colectivizaron y tiranizaron Münster en nombre de la religión cristiana. Y, más cerca de nuestro siglo, el socialismo cristiano y el evangelio social jugaron un importante papel en la marcha hacia el estatismo, y el proceder condescendiente de la Iglesia Ortodoxa en la Rusia soviética habla por sí mismo. Algunos obispos católicos en Latinoamérica han proclamado que la única vía hacía el reino de los cielos pasa por el marxismo, y si quisiera ser grosero diría que el reverendo Jim Jones, además de considerarse un leninista, se presentó a sí mismo como la reencarnación de Jesús.

Por otra parte, ahora que el socialismo ha fracasado de un modo manifiesto, política y económicamente, sus valedores han recurrido a la “moral” y a la “espiritualidad” como último argumento en pro de su causa. El socialista Robert Heilbroner, arguyendo que el socialismo debe ser coactivo y tiene que imponer una “moral colectiva” a la sociedad, opina que: “La cultura burguesa está centrada en los logros materiales del individuo. La cultura socialista debe centrarse en sus logros morales o espirituales”. Lo curioso es que esta tesis de Heilbroner fue elogiada por el escritor conservador y religioso de National Review Dale Vree, que dijo:

“Heilbroner está... diciendo lo que muchos colaboradores del NR han dicho en el último cuarto de siglo: no puedes tener libertad y virtud al mismo tiempo. Tomad nota, tradicionalistas. A pesar de su terminología disonante, Heilbroner está interesado en lo mismo que vosotros: la virtud.

Vree también está fascinado con la visión de Heilbroner de que una cultura socialista “promueva la primacía de la colectividad” antes que la “primacía del individuo”. Cita a Heilbroner con relación a los logros “morales y espirituales” bajo socialismo en oposición a los burgueses logros “materiales”, y añade acertadamente: “contiene un timbre tradicionalista esta afirmación”. Vree prosigue aplaudiendo el ataque de Heilbroner al capitalismo por no tener “ningún sentido de ‘lo correcto’” y permitir a los “adultos que consienten” hacer aquello que les plazca. En contraste con este retrato de la libertad y la diversidad tolerada, Vree escribe: “Heilbroner dice seductoramente que debido a que la sociedad socialista debe tener un sentido de ‘lo correcto’, no todo estará permitido”. Para Vree, es imposible “tener colectivismo económico junto con individualismo cultural”, y por tanto él está inclinado hacia un nueva fusión socialista-tradicionalista – hacia un colectivismo omnicompresivo.

Cabe apuntar aquí que el socialismo deviene especialmente despótico cuando reemplaza los incentivos “económicos” o “materiales” por los incentivos pretendidamente “morales” o “espirituales”, cuando aparenta promover una indefinible “calidad de vida” antes que la prosperidad económica. Si las remuneraciones son ajustadas a la productividad hay considerablemente más libertad así como estándares de vida más altos. Pero si se fundamentan en la devoción altruista a la madre patria socialista, la devoción tiene que ser regularmente reforzada a golpe de látigo. Un creciente énfasis en los incentivos materiales del individuo suponen ineluctablemente un mayor acento en la propiedad privada y en la preservación de lo que uno gana, y trae consigo una libertad personal superior, como atestigua Yugoslavia en las últimas décadas en contraste con la Rusia soviética. El despotismo más horrible en la faz de la Tierra en los años recientes ha sido sin duda el de Pol Pot en Camboya, donde el “materialismo” fue hasta tal punto desterrado que el dinero fue abolido por el régimen. Habiendo suprimido el dinero y la propiedad privada, cada individuo era totalmente dependiente de las cartillas de racionamiento de subsistencia del Estado y la vida no era sino un completo infierno. Debemos ser prudentes, pues, antes de despreciar los objetivos o incentivos “meramente materiales”.

El cargo de “materialismo” dirigido contra el libre mercado ignora el hecho de que cada acción envuelve la transformación de objetos materiales mediante el uso de la energía humana conforme a ideas y propósitos sostenidos por los actores. Es inaceptable separar lo “mental” o lo “espiritual” de lo “material”. En todas las grandes obras de arte, extraordinarias emanaciones del espíritu humano, se han empleado objetos materiales: ya fueran lienzos, pinceles y pintura, papel e instrumentos musicales, o la construcción de bloques y materia primas para las iglesias. No hay ninguna escisión real entre lo “espiritual” y lo “material” y por tanto cualquier despotismo sobre aquello material sojuzgará también aquello espiritual.

Mito #5: Los liberales son utópicos que creen que toda la gente es buena por naturaleza y que por tanto el control del Estado es innecesario.

Los conservadores tienden a añadir que, puesto que el hombre es vil por naturaleza parcial o totalmente, se hace precisa una severa regulación estatal de la sociedad.

Esta es una opinión muy común acerca de los liberales, si bien es difícil identificar la fuente de semejante malentendido. Rosseau, el locus classicus de la idea de que el hombre es bueno pero es corrompido por sus instituciones no era precisamente liberal. Aparte de algunos escritos románticos de unos pocos anarco-comunistas, que en ningún caso consideraría liberales, no conozco a un solo autor liberal que haya defendido esta postura. Por el contrario, la mayoría de escritores liberales sostienen que el hombre es una mezcla de bondad y maldad y que lo importante para las instituciones sociales es fomentar lo primero y mitigar lo segundo. El Estado es la única institución social capaz de extraer sus ingresos y su riqueza mediante coerción; todos los demás deben obtener sus rentas o bien vendiendo un producto o servicio a sus clientes o bien recibiendo una donación voluntaria. Y el Estado es la única institución social que puede emplear sus ingresos provinentes del robo organizado para intentar controlar y regular la vida y la propiedad de la gente. Por tanto, la institución del Estado establece un canal socialmente legitimado y santificado para que las personas malvadas cometan sus fechorías, emprendan el robo organizado y manejen poderes dictatoriales. El estatismo, así pues, alienta la maldad, o como mínimo los aspectos criminales de la naturaleza humana. Como Frank H. Knight mordazmente resalta: “La probabilidad de que los titulares del poder sean individuos que detestan su posesión y su ejercicio es análoga a la probabilidad de que una persona de corazón extremadamente benévolo devenga el patrono de una plantación de esclavos”. Una sociedad libre, por el hecho de no instituir una canal legitimado para el robo y la tiranía, desalienta las tendencias criminales de la naturaleza humana y aviva aquéllas que son pacíficas y voluntarias. La libertad y el libre mercado desincentivan la agresión y la compulsión y fomentan la armonía y el beneficio mutuo del intercambio voluntario, en la esfera económica, social y cultural.

Puesto que un sistema de libertad promovería la voluntariedad y desalentaría la criminalidad, además de deponer el único canal legitimado de crimen y agresión, cabe esperar que una sociedad libre padeciera de hecho menos violencia criminal y agresiones de las que padecemos actualmente, aunque no hay razón alguna para asumir que desaparecerían por completo. Esto no es utópico, sino una implicación de sentido común del cambio de lo que socialmente se tiene por legítimo y del cambio de la estructura de premio y castigo en la sociedad.

Podemos aproximarnos a nuestra tesis desde otro ángulo. Si todos los hombres fueran buenos y ninguna tuviera tendencias criminales, entonces no habría ninguna necesidad de un Estado, tal y como conceden los conservadores. Pero si por otro lado todos los hombres son malvados, entonces el caso a favor del Estado es igualmente débil, pues ¿por qué tiene uno que asumir que aquellos hombres que componen el gobierno y retienen todas las armas y el poder para coaccionar a los demás están mágicamente exentos de la maldad que afecta a todas las otras personas que se hallan fuera del gobierno? Tom Paine, un liberal clásico a menudo considerado ingenuamente optimista acerca de la naturaleza humana, rebate el argumento conservador de la maldad humana en pro del Estado fuerte como sigue: “si toda la naturaleza humana fuera corrupta, estaría infundado fortalecer la corrupción instituyendo una sucesión de reyes, a quienes debiera rendirse obediencia aun cuando fueran siempre tan viles...” Paine añadió que “ningún hombre desde el principio de los tiempos ha merecido que se le confiase el poder sobre todos los demás”. Y como el liberal F.A. Harper escribió una vez:

“De acuerdo con el principio de que la autoridad política debe imponerse en proporción a la maldad del hombre, tendremos entonces una sociedad en la cual se demandará una autoridad política completa sobre todos los asuntos humanos... Un hombre gobernará a todos. ¿Pero quién ejercerá de dictador? Quienquiera que sea el elegido para el trono con seguridad será una persona enteramente malvada, puesto que todos los hombres lo son. Y esta sociedad será entonces regida por un dictador absolutamente malvado en posesión de todo el poder político. ¿Y cómo, en nombre de la lógica, puede emanar de ahí algo que no sea pura maldad? ¿Cómo puede ser esto mejor que el que no haya autoridad política alguna en la sociedad?”

Por último, como hemos visto, puesto que los hombres son en realidad una mezcla de virtud y maldad, un régimen de libertad sirve para alentar la virtud y desalentar la maldad, al menos en el sentido de que la voluntariedad y lo mutuamente beneficioso es bueno y lo criminal es malo. En ninguna teoría de la naturaleza humana, por tanto, ya establezca que el hombre es bueno, malo, o una combinación de ambos, se justifica el estatismo. En el curso de negar que es un conservador, el liberal clásico Friedrich Hayek apuntó: “El principal mérito del individualismo [que Adam Smith y sus contemporáneos defendieron] es que es un sistema bajo el cual los hombres malvados pueden hacer menos daño. Es un sistema social que no depende para su funcionamiento de que encontremos hombres buenos que lo dirijan, o de que todos los hombres devengan más buenos de lo que son ahora, sino que toma al hombre en su variedad y complejidad dada...”

Es importante señalar qué es lo que diferencia a los liberales de los utópicos en el sentido peyorativo. El liberalismo no se propone remodelar la naturaleza humana. Uno de los objetivos centrales del socialismo fue crear, lo cual en la práctica supone emplear métodos totalitarios, un Hombre Socialista Nuevo, un individuo cuyo primer fin fuera trabajar diligente y altruistamente por la colectividad. El liberalismo es una filosofía política que dice: dada cualquier naturaleza humana, la libertad es el único sistema político moral y el más efectivo. Obviamente, el liberalismo – como los demás sistemas sociales – funcionará mejor cuanto más pacíficos y menos agresivos sean los individuos y menos criminales haya. Y los liberales, como la mayoría de la otra gente, querrían alcanzar un mundo donde más personas fueran “buenas” y menos criminales hubiera. Pero esta no es la doctrina del liberalismo per se, que dice que cualesquiera sea la composición de la naturaleza humana en un momento dado, la libertad es lo más deseable.

Mito #6: Los liberales creen que cada persona conoce mejor sus propios intereses.

Del mismo modo que la acusación precedente sugería que los liberales creen que todos los hombres son perfectamente buenos, este mito les acusa de creer que todos son perfectamente sabios. Pero como esto no es cierto con respecto a mucha gente el Estado debe intervenir.

Pero los liberales no asumimos la perfecta sabiduría del hombre más de lo que asumimos su perfecta bondad. Hay algo de sentido común en la afirmación de que la mayoría de los hombres conoce mejor que cualquier otro sus propias necesidades e intereses. Pero no se asume en absoluto que todos siempre conocen mejor sus intereses. El liberalismo propugna que cada uno debe tener el derecho a perseguir sus propios fines como estime oportuno. Lo que se defiende es el derecho a actuar libremente, no la necesaria sensatez de dicha acción.

Es cierto también, no obstante, que el libre mercado – en contraste con el gobierno – ha articulado mecanismos que permiten a las personas acudir a expertos que pueden aconsejar sensatamente acerca de cómo alcanzar los fines propios de la mejor manera posible. Como hemos visto antes, los individuos libres no están separados los unos de los otros. En el libre mercado cualquier individuo, si tiene dudas sobre sus verdaderos intereses, es libre de contratar o consultar a un experto que le ofrezca consejo en base a su conocimiento presumiblemente superior. El individuo puede contratar a este experto y, en el libre mercado, testar continuamente su competencia y su utilidad. Las personas en el mercado, por tanto, pueden patrocinar aquellos expertos cuyos consejos estimen más provechosos. Los buenos doctores, abogados o arquitectos serán recompensados en el libre mercado, mientras que los malos tenderán a ser desplazados. Pero cuando el gobierno interviene, el experto del gobierno obtiene sus ingresos mediante la coacción sobre los contribuyentes. No hay ninguna fórmula de mercado para testar su éxito informando a la gente de sus verdaderos intereses. Sólo necesita tener habilidad para adquirir el apoyo político de la maquinaria coercitiva del Estado.

Por tanto, el experto privado tenderá a florecer en proporción a su habilidad, mientras que el experto del gobierno florecerá en proporción a su destreza en obtener prebendas políticas. Además, el experto del gobierno no será más virtuoso que el privado; su única superioridad radica en el arte de conseguir favores de aquellos que retienen el poder político. Pero una diferencia crucial entre ambos es que el experto privado tiene todos los incentivos para velar por sus clientes o pacientes, obrando del mejor modo posible. El experto del gobierno carece por completo de semejantes incentivos; él obtiene sus ingresos de todos modos. Luego el libre mercado tenderá a satisfacer mejor al consumidor.

Espero que este artículo haya contribuido a limpiar el liberalismo de mitos y malentendidos. Los conservadores y todos los demás deben ser educadamente advertidos de que los liberales no creemos que los hombres son buenos por naturaleza, ni que todos están perfectamente informados acerca de sus propios intereses, ni que cada individuo es un átomo aislado y herméticamente sellado. Los liberales no son necesariamente libertinos o hedonistas, ni son necesariamente ateos; y los liberales enfáticamente creen en principios morales. Dejemos ahora que cada uno de nosotros se disponga a examinar el liberalismo tal cual es, sin temor ni partidismos. Yo estoy seguro de que, allí donde este examen tenga lugar, el liberalismo gozará de un auge impresionante en el número de sus seguidores.

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miércoles, 31 de agosto de 2011

MARCELO CASTRO CORBAT: INEVITABLE FRACASO DEL ESTADO DE BIENESTAR (DESDE ARGENTINA)

La crisis de varios países europeos es un efecto no deseado del mejoramiento del bienestar social producido por las últimas décadas de prosperidad mundial.  Creó la ilusión del progreso permanente: estimuló el consumo y el gasto pagadero a futuro, despreciando los valores humanos del ahorro, el trabajo y el esfuerzo. La sociedad creyó la ficción de poder organizar el Estado de Bienestar para  cubrir todas las necesidades de toda la población.

ENSEÑARLO A PESCAR
¿Que paso? Creció el gasto estatal, el derroche y la corrupción.  Para pagarlos se subieron los  impuestos a la población; cuando no alcanzaron, los Gobiernos endeudaron al país; cuando se cortó el crédito internacional no pudieron pagar los vencimientos; la economía se contrajo, aparecieron la  crisis, la desocupación y los conflictos sociales y desapareció la quimera del Estado de Bienestar.

Además de los europeos, hay otros países que están en crisis o al borde.

USA  sigue aumentando su  sideral deuda; si desapareciera la confianza que la sostiene, los efectos de la crisis serian impredecibles.

El fracaso del Estado de Bienestar es una noticia anunciada. La sociedad o los individuos no pueden gastar más de lo que producen;- el Estado no produce: gasta políticamente lo que produce la sociedad, o la endeuda.

segundarepublica@fibertel.com.ar

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jueves, 18 de noviembre de 2010

REVOLUCIÓN MITÓMANA. VENECONOMÍA OPINA, 17 DE NOVIEMBRE DE 2010

La "revolución" castrochavista tiene una tendencia morbosa a desfigurar la realidad.

Son muchas las mentiras con las que el Gobierno ha tratado de ocultar el fracaso de su gestión en todos los campos del quehacer nacional.

En 2005, Aristóbulo Iztúriz declaró a Venezuela "Territorio Libre de Analfabetismo". El economista Francisco Rodríguez desmontó esta mentira y, con estadísticas en mano, demostró que incluso, en los primeros cinco años del proceso chavista, el analfabetismo había aumentado en Venezuela.

Más recientemente, el consultor Werner Corrales dio a conocer el análisis estadístico que realizó sobre algunos de los índices socio-económicos que maneja el oficialismo. Para ello analizó las variables de la data y la validez de sus referencias de comparación, al tiempo que tomó series confiables de más de 30 años, que comienzan en 1975. Corrales, estudió básicamente los índices de pobreza, desempleo y empleo informal del país. Todos ellos presentados por el Gobierno como íconos de los logros de la revolución.

Por ejemplo, según el Gobierno la pobreza en Venezuela abarca sólo a 31,7% de la población, vs. el 70,9% que tenía en 1995. Corrales, luego de normalizar las estadísticas y hacerlas comparables, determinó que entre 1995-99 existía una tendencia decreciente en ese índice, la cual se revirtió a partir del 2000, hasta alcanzar a 20 millones de pobres en 2004. De acuerdo a los cálculos de Corrales, la media de pobreza entre 1999-2009 fue de 16 millones de personas, 2 millones más que entre 1988-1998. Y el nivel de pobreza al cierre de 2009 no sería de 31,7% como dicen las fuentes oficiales, sino cercano al 53%.

En cuanto a las tasas de desocupación abierta, mientras el INE afirma que son altamente decrecientes a partir de 2003. Corrales demuestra que el desempleo abierto promedio subió de 9,9% en el período 1988-1998 a 15,1% en 1999-2009, y el empleo informal pasó de 39,7% a 43,3%. En el primer período hubo en promedio cuatro millones de personas en desempleo abierto o en empleo informal, y para el segundo período mencionado, la cifra se elevó a más de siete millones.

El peor descaro de los mitómanos oficialistas, lo refleja Gustavo Coronel en su columna del 17 de noviembre, cuando desmintió la declaración oficial de que Venezuela está entre los 10 países "mejor nutridos" del planeta.

Afirma Coronel que "la realidad es que Venezuela está entre los "mejores" diez países sub-desarrollados, de los pocos que habían enviado información correspondiente al 2005-2007 a la FAO".

Si el Gobierno fuera igual de eficiente, eficaz y tenaz para gerenciar al país como lo es maquillando la realidad para vender las bondades del "Socialismo del Siglo XXI", otro gallo cantaría.

Disponible en inglés en: www.veneconomy.com a partir de las 4:00 p.m.

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sábado, 2 de octubre de 2010

PELIGRA EL FAVORITISMO DE LA CANDIDATA DE CHÁVEZ Y LULA EN BRASIL. FUENTE CODIGOVENEZUELA.COM (ELECCIONES EN BRASIL)

El voto de los más pobres definirá si Dilma Roussef gana las presidenciales el domingo

(De nuestra corresponsal) Después de varias semanas con las encuestas encumbrándola por encima del 50% de las preferencias de los votantes, la candidata oficialista Dilma Rousseff cayó dos puntos percentuales según la más seria de las encuestadoras brasileñas, Datafolha. Eso, aún dentro del margen de error, significaría que la pupila del presidente Lula da Silva perdió unos seis millones de votos (de un total previsto en 135 millones) en los últimos quince días, y podría no ser electa en la primera vuelta electoral.

En Brasil se requiere de la mitad más uno de los votos para consagrar la victoria en unas elecciones presidenciales. Más de la mitad de los votos que parecían ser propiedad de Dilma, pero migraron a los otros dos candidatos (el socialdemócrata José Serra y la representante del Partido Verde, Marina Silva), corresponden a electores de la llamada “nueva clase C”; así se le dice en Brasil a las familias que ganan entre dos y cinco salarios mínimos. Fue una de las clases sociales que más creció durante la gestión de Lula da Silva (2002-2010), y representa actualmente el 34% de los electores del país suramericano.

En las últimas semanas se ventilaron varios escándalos de corrupción y abuso de poder en el gobierno de Lula (admitidos incluso por personeros oficiales), que habrían afectado las chances de Dilma de ser electa en el primer turno, como indicaba su favoritismo. Según admiten en el oficialismo, la sensación de que Dilma ya había ganado –porque arrasaba en las encuestas-, podría haber relajado antes de tiempo a sus esfuerzos proselitistas de su partido. Para recuperarse antes de la veda a la publicidad preelectoral, Dilma saldrá de escena y entrará el presidente: varias propagandas cortas estarán protagonizadas por el mandatario, quien saldrá a decir que Dilma está siendo víctima de una campaña de descrédito por parte de la oposición, pero que todo lo malo que dicen de ella es mentira. El otrora líder sindical apuesta a su popularidad del 80% para evitarle a su candidata el mal rato de una segunda vuelta, y demostrar que él es de los pocos mandatarios de la región que pudo consagrar a la sucesora que eligió.


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ATRAPADO SIN SALIDA, PEDRO BENÍTEZ

Si Chávez llama al diálogo deja de ser Chávez. Si asume la posición de Iris Varela se lanza por un barranco.

La patética escena del Presidente descalificando a una periodista mientras se exprimía el cerebro buscando la salida que le permitiera escabullirse del fondo de la cuestión, demuestra una cosa: la revolución se quedó sin argumentos.

¿Cómo se puede hacer una revolución por la vía pacífica y democrática cuando la mitad del electorado le vota en contra? ¿Cómo se puede seguir justificando un proceso político que dice ser la encarnación de la verdad, la justicia y la historia, cuando contra todos los obstáculos, manipulaciones y amenazas la mitad del pueblo, al que supuestamente se quiere redimir, le dice no, una vez más?

Ese es el dilema del chavismo. Si la oposición obtuvo 90 mil votos menos, o 100 mil votos más que la alianza PSUV-PCV-PDVSA-Red de medios públicos-etc, es secundario.

Que si el sistema electoral no permite reflejar la representatividad de la mitad de la nación, eso también es secundario.

Cuando un líder revolucionario, que aspira al ejercicio del poder total, se gasta dos horas en tratar de persuadir a su propia gente que su victoria electoral es legitima, ese líder tiene un serio problema.

Lenin y Fidel Castro lo sabían, por eso es que nunca se contaron. Se ahorraron explicaciones.

De modo que el Presidente tiene dos opciones; pero las dos son malas para él:

La lógica política más elemental indica que éste es el momento para tender puentes, acercarse al otro país, conciliar, acordar, negociar, compartir el poder, correr el riesgo de perder el gobierno y pasar con su movimiento a la oposición para luego retornar. Comportarse como Rómulo Betancourt y Acción Democrática. Esta sería una opción.

Pero eso es como pedir mucho. El atractivo, la magia de este populismo totalitario se desvanecería. Chávez dejaría de ser Chávez. El chavismo dejaría de ser seguro e impune.

La otra opción es asumir la tesis Iris Valera: tirarse por un barranco. Pasar de aquí a diciembre, con la Asamblea actual, toda la legislación para construir la sociedad socialista, aprobar una superhabilitante para el Presidente, provocar, amenazar, hacer uso de la violencia, reeditar el 2001. Que los nuevos diputados opositores sólo sirvan para rellenar el resto de los curules tal como proponen desde el oficialismo. Incrementar la conflictividad política y social, y profundizar la debacle económica.

Este escenario tendrá un pequeño inconveniente: la oposición ya descubrió el juego. Ya todos conocen los trucos del prestidigitador, las cartas están marcadas. Puede seguir haciéndose el loco, como aquel personaje que encarnó Jack Nicholson en los setenta. Aplicar el yo no perdí las elecciones: las perdieron Aristóbulo y Rafael Ramírez. Yo no llamé a votar por mí: estas eran unas elecciones circuitales, locales. La cosa no era conmigo.

La solicitud expresada por Ramón Guillermo Aveledo la madrugada del 27 pasado: “Que se escuche la voz del pueblo”, terminó por ponerle un candado a la trampa democrática en la cual ha quedado atrapado el proyecto de poder absoluto del chavismo. Una de las virtudes de los procesos electorales, es que ponen al descubierto la voluntad del pueblo. Esa madrugada, con la inestimable ayuda del CNE (que sazonó con más suspenso la cosa) el chavismo perdió esa sensación de poder absoluto y eterno. Se desvanece el aura de la invencibilidad. Ellos lo saben, y saben que ya los demás lo saben.

Pedro Benítez

arporitbel73@yahoo.es

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martes, 17 de agosto de 2010

REVOLUCION MORIBUNDA, VICTOR RODRIGUEZ CEDEÑO

La “revolución” bolivariana está en fase terminal. Afuera, entre burlas y reculadas, ha capitalizado un desprestigio y un rechazo únicos. El fracaso e ineficiencia en la gestión de gobierno, la corrupción generalizada, la destrucción de las instituciones, el desmantelamiento del sector productivo, la violación sistemática de los derechos humanos, el irrespeto, igualmente grave, de la Constitución de la República, la actitud injerencista constante en los asuntos de los demás y las relaciones perversas con grupos ilegales, son algunas de las razones que motivan tal percepción afuera.

El régimen bolivariano recurre con frecuencia a la burla o chanza para eludir el debate serio y sus obligaciones. La vergonzosa respuesta del representante del régimen ante la OEA, Chaderton Matos, asi como las risas del encargado de Telesur, Izarra, reflejan lo burlesco del régimen que representan.

La llamada “revolución bolivariana” no tiene mas cabida ni aceptación en el país, menos en el escenario internacional al que ha intentado penetrar con todos los recursos y por todos los medios. La presencia y los dictados contradictorios e irreverentes de sus exponentes incomoda hoy a todos, incluso a los que una vez pudieron ser sus cercanos amigos. La actitud grosera, agresiva e injerencista del régimen, expresada en tono soez, fue detenida por el sentir cívico y pacifista de quienes en la región veían con preocupación el apoyo al terrorismo y a otras formas de desestabilizacion que ponían en peligro la paz y la seguridad regionales.

De los resultados del encuentro presidencial y del futuro de las relaciones entre Colombia y Venezuela se ha escrito mucho estos dias, pero no tanto sobre las razones que forzaron a Hugo Chávez a capitular ante uno de los tantos adversarios, tal vez enemigos, Juan Manuel Santos, sucesor de Uribe en el Palacio de Nariño. El desprestigio del régimen y el desapoyo de quienes lo acompañaban una vez, asi como la gravedad y eventuales consecuencias de las denuncias en contra del Estado, en el sistema regional; y, contra el mismo Chávez, en la Corte Penal Internacional, son la razón fundamental de la “rendición en tiempos de paz” de quien se sentía autorizado para intervenir e incluso proponer, de manera abusiva e injerencista, con La Habana y Piedad Córdoba, planes de paz para Colombia, tema de la exclusiva competencia de Bogotá.

Si afuera las cosas van muy mal para el régimen, adentro van peor, en medio de pudredumebres, desaciertos y morgues repletas de cadaveres producto de la inseguridad, objeto de burla despreciable por oficialistas, Izarra entre ellos. El estado agonizante del proceso se acentúa en la medida en que nos acercamos al 26S. Las encuestas, excepto las baratas mediciones oficialistas, dan la mayoría a la Unidad Democrática, a pesar de las rojas maniobras que reflejan la parcialidad del ente electoral y por ello, la poca transparencia del proceso. Esta realidad innegable generará, sin duda, reacciones traducidas en represión, amenazas y acciones nerviosas, a lo largo de estas semanas y después, hasta enero del 2011, cuando se habrá de instalar la nueva Asamblea con la presencia mayoritaria de las fuerzas democráticas del pais y se inicie el proceso de reversión nacional que espera la inmensa mayoría de los venezolanos.

Todos queremos un cambio hacia adelante, sin odios ni confrontación. Se equivoca Hugo Chávez en sus Lineas del domingo, lo que seguramente será recogido por peleles y marcianos los próximos días, al decir que “Venezuela cambio para siempre el 15 de agosto de 2004 …” Error garrafal pues el verdadero cambio se producirá a partir del 26S sobre los escombros de un proceso disparatado, incomprensible y definitivamente moribundo

vitoco98@hotmail.com

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viernes, 30 de julio de 2010

UNA DE PIRATAS, ARGELIA RÍOS

El libreto revolucionario disfraza la bagatela en que se ha convertido este gobiernito cursi

Ya no hay promesas en el discurso de la revolución. Todas han sido empleadas en el transcurso de estos once años. ¿Qué se le puede proponer a un país después de tanto tiempo? ¿Qué oferta resultaría atractiva? ¿Qué nuevo compromiso se puede adquirir con un electorado al que se le han ofrecido tantos castillos falsos? La campaña del oficialismo carece de luces: es una cruzada sombría, donde el elenco bolivariano hace esfuerzos por mantenerse fuera de la línea de combate, y dentro de los límites del disimulo.

Los señores del "proceso" disimulan que lo han tenido todo para hacer el mejor gobierno que haya podido tener la República. Disimulan que son un fiasco; que representan el fracaso más bullicioso de la Venezuela contemporánea. Que no merecerían un nuevo espaldarazo y que, de obtenerlo, sería solo producto de la generosidad de quienes, por ingenuos, prefieren descreer de los caminos retorcidos de la política... Las revoluciones siempre disimulan y ésta no es una excepción: ninguna de ellas posee límites éticos. Su objetivo único es preservarse a sí mismas, aunque sea en estado vegetativo.

La de Chávez es una revolución languidecida, en la que ya todo constituye "pasado". Una revolución que no exhibe ímpetus; que solo se defiende de su opacidad. No hay verdores en el "proceso bolivariano". No hay nada qué aportar, como no sea un palabreo ideologizante, bobalicón, aunque, ciertamente, nunca inofensivo... El "proceso" se ha vuelto aburrido; una rutina de guiones repetidos: Colombia, la Iglesia, el magnicidio, la épica independentista, las "hazañas" diplomáticas, Bolívar, el pobre Libertador transformado, otra vez, en la coartada de la misma claqué de pillos que revolotean circularmente por la Historia de Venezuela.

El libreto revolucionario encubre su pequeñez; disfraza la bagatela en que se ha convertido este gobiernito cursi con ínfulas de grandeza. Oculta negligencias, ineptitudes, incapacidades, desastres penosos cometidos en nombre de un supuesto "fin superior", tras el cual yacerá en escombros un país cuyos administradores -unos piratas inmorales- lo ultrajan al asumirle como un mero botín de guerra.

Y es justamente ése el mensaje de esta campaña. Venezuela es un botín y en su procura nos ofrecen guerras, enfrentamientos, ofensivas y exterminios... Nos ofrecen el "tesoro" de la división, de la lucha de clases. Una "confrontación final" en la que el ganador se quedará con todo, sin contrapesos, sin vigilancia, sin control, sin resistencia política... Si así buscan los votos, bien vale -y se agradece- imaginar en qué emplearán un resultado favorable. La campaña evasiva de Chávez es elocuente y dice mucho sobre el uso que seguirá dándole a su empoderamiento... Por eso, para que se vaya en 2012, hay que pensar en desempoderarlo desde ya.

argelia.rios@gmail.com

@argeliarios

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