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LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA
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martes, 20 de septiembre de 2011

OLIVER LAUFER : LA VENEZUELA DEL GOBIERNO LIBERAL

Imagine que en unas décadas Venezuela tuviera un Gobierno liberal, y una mayoría liberal en el Congreso. El proceso habría sido contundente y categórico al principio, pero los niveles de ajuste social habrían sido rápidos.

En primer lugar, debido a la limitación del gobierno a cumplir sus funciones básicas y a la eliminación de aranceles al comercio dentro de nuestro país y con las demás naciones, empezarían a surgir nuevas empresas y nuevos negocios. Desde el que tiene poco capital hasta el gran inversor tendrían un sinfín de actividades económicas en las que participar.

No sólo crearíamos nuevas empresas, sino que las grandes corporaciones y multinacionales extranjeras querrían invertir y producir en nuestro país. Por consiguiente mejoraría la infraestructura aduanera, la producción e importación de materias primas y crecería desenfrenadamente la oferta de empleo.

Al haber más trabajo y caer el desempleo, la renta per capita aumentaría y habría más riqueza en nuestras manos. Nuestro nivel de vida aumentaría inmediatamente y la pobreza empezaría a desaparecer.

Venezuela contaría con las mejores infraestructuras del continente. Al destinar el gobierno mucho más dinero a las obras públicas, tendríamos las mejores autopistas, puentes, túneles y carreteras. El problema del tráfico desaparecería.

Caracas optaría por el sistema de autopistas subterráneas, como el de ciudades como Boston, y por la creación de nuevas zonas verdes y peatonales. Nuestra capital sería comparada con Londres y Madrid. El modernísimo centro de Caracas sería sede de importantes empresas y gracias a la Policía, uno de los lugares más seguros de la ciudad.

Las zonas costeras se modernizarían y se enfocarían hacia los capitales inversores y el turismo. El Estado Vargas sería un pequeño Panamá, minado de rascacielos con vistas al mar, y con actividades de ocio y turismo para los visitantes.

Las pequeñas ciudades se modernizarían y surgirían como nuevas opciones para los capitales nacionales y extranjeros. Se descentralizaría el poder predominante de Caracas y Maracaibo hacia los nuevos núcleos urbanos emergentes: San Cristóbal, San Juan de los Morros, Maracay, Mérida, Puerto Cabello.

La inversión en seguridad traería consecuencias. Habría contacto constante y transparencia entre los cuerpos policiales municipales y las Policías Nacionales y Judiciales. Los policías venezolanos tendrían los sueldos más altos del continente y los mejores equipos para realizar su trabajo. La delincuencia descendería, los crimines desaparecerían lentamente y los índices de homicidios bajarían rápidamente.

Mejoraría la justicia pública, y los criminales pagarían sus condenas íntegramente. La justicia sería sinónimo de nitidez pública e imparcialidad.

Contaríamos con un Servicio de Inteligencia de vanguardia. Nuestra inteligencia prestaría servicios en el interior del país y en los intereses de Venezuela en el extranjero. Nuestras Fuerzas Armadas estarían dotadas de los mejores equipos y contarían con el más profesional de los entrenamientos para proteger y defender la soberanía nacional.

Al ser el liberalismo una ideología de paz, fomentaríamos la diplomacia con los demás países del globo y tendríamos buenas relaciones con todos independientemente de su ideología. Seríamos un país ejemplar, y por ello, contaríamos con una mayor participación en los grandes acuerdos internacionales.

Aumentaría la población, pero sabríamos enfrentar los problemas demográficos. No importaría el número de jubilados o el de personas en edad laboral porque habríamos optado por sistemas de Seguridad Social privados, justos y efectivos. Superaríamos a la Seguridad Social de Chile en ingresos personales, y la eliminación del Impuesto sobre la Renta haría que aumentara la riqueza personal. Al no haber transferencia de capitales, nuestro dinero de jubilación ganaría intereses con los años.

El presidente, obviamente, tendría que comparecer ante el Congreso -o Asamblea Nacional- para dar parte a los diputados sobre los asuntos nacionales. En nuestra cámara, los miembros del Partido Liberal estarían sentados en el centro y la derecha, los partidos de izquierda socialdemócrata como UNT, el MAS o AD, llenarían el centro izquierda de la cámara, y los diputados del PSUV se sentarían en la extrema izquierda. Reinaría el respeto y el Estado de Derecho.

El gobierno contaría con los ministerios necesarios para cumplir las funciones básicas: seguridad interior y defensa, orden, diplomacia, infraestructura y obras públicas, economía libre y justicia.

Habría libertad de prensa, opinión, acción y movimiento. Desaparecería la corrupción pública porque sería penada con prisión, y la especialización eliminaría la burocracia.

Aunque todo esto parece una historia de ficción, una quimera, esta hipotética Venezuela está basada en principios que han demostrado su efectividad práctica históricamente. No es una hipótesis, sino la consecuencia directa de la aplicación de los principios liberales en la política nacional.

Es una Venezuela posible.

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lunes, 19 de septiembre de 2011

RICARDO VALENZUELA: ALICIA LOPEZ—EN EL PAIS DE LAS MARAVILLAS (REFLEXIONES LIBERTARIAS) DESDE MEXICO

            “Preocúpate de conseguir lo que te gusta o te verás forzado a gustar lo que tienes. Donde no hay ventilación, el aire fresco es declarado insalubre. Donde no hay conocimiento, ignorancia es declarada la ciencia.”. George Bernard Shaw
           Ante el horizonte político amenazando con devorarnos, los próximos meses deberán ser, mas no apuesto, de un debate nacional de gran altura en el cual con honestidad y valentía se identifiquen y “se acepten” los verdaderos problemas del país lejos de la demagogia, de miradas miopes y, sobre todo, de los intereses de la clase política del brazo de sus cómplices: sindicatos, intelectuales, maestros, burócratas y, por supuesto, nuestros mercantilistas empresarios pegados a la ubre. Porque esa es la única forma de iniciar su dolorosa solución la cual es responsabilidad de todos.

            Ante ello, se me reclama el que sólo me dedique a señalar la avalancha de problemas nacionales. Se me compara con el “filosofo deprimente,” Arthur Schopenhauer, famoso por una visión del hombre y de su mundo que definía con frases como: “El hombre inventó la sociedad para convivir con otros, porque no podría soportarse a sí mismo.” “El estado no es más que el bozal para domesticar ese animal carnívoro, el hombre, y lograr tenga aspecto y cierta conducta de herbívoro."

            "Me dicen que abra los ojos y contemple las bellezas que el sol alumbra; que admire sus montañas, sus valles, sus torrentes y no sé cuantas cosas más. Pero entonces, ¿el país no es más que un lindo escaparate? Ciertamente el espectáculo es espléndido, pero en cuanto a representar algo que inspire la acción inteligente, eso es otra cosa."

            Continuaba, “Nuestro mundo civilizado no es más que una mascarada donde merodean caballeros, curas, soldados, doctores, abogados, sacerdotes, filósofos, redentores, pero no son lo que representan, sino sólo la máscara bajo la cual, por regla general, se esconden bandidos, asaltantes  y especuladores." 

            Muchos piensan que el mundo descrito por Schopenhauer es tan cierto como triste y ausente de esperanza. El autor siempre provoca opiniones polarizadas. Nos invita a conocer la realidad del ser humano y del mundo en un viaje a través de la tristeza, la desolación y una exhortación a no esperar arco iris en los horizontes. Ello, nos pueda hundir en un mar de tristeza y desesperanza, pero es sólo la especial noche oscura de su obra, tan necesaria para que resuene la auténtica esperanza de una existencia más profunda, incondicionada y libre. La alegría de un bello amanecer.

            Mi actitud de crítico, además de su papel en una sociedad libre, tiene profundas raíces y, sobre todo, me adjudico la autoridad puesto que no soy de los “intelectuales mexicanos” que nunca han sabido lo que es pagar un sueldo, batirse en ese remedo de mercados que rigen en nuestro país y, en muchos casos, enfrentar los abusos de gobiernos que arrebataban al hombre el fruto del trabajo de toda una vida. Yo me formé en los llanos de los ranchos ganaderos de Sonora y en el fragor de la batalla en la cual, he ganado y he perdido en grande y, aceptando mi responsabilidad, no claudico porque tampoco soy parte de aquellos pobres espíritus amogotados en esa zona gris donde nunca han conocido victoria ni derrota.

            Finalmente, yo no pertenezco la "filosofía de profesores," como ocurría en tiempos de los sofistas cuando el sincero afán de conocimiento, fue sepultado por la dependencia económica del estado. No es posible ser filósofo y pensador a sueldo.

            Por ello, cuando escucho al líder del senado perredista arremeter contra el PAN por la celebración del dos de julio del 2000 argumentando la democracia nació con la revolución, se burla cruelmente de los mexicanos. Cuando escucho a Roberto Madrazo afirmar su partido acepta la liberación de Raúl Salinas puesto que siempre ha respetado y defendido el estado de derecho, eso es burla mas insulto. Cuando veo a los políticos ofendidos negar las afirmaciones de corrupción en el país, algo no rima. Cuando escucho a López Obrador, prometiendo un tren supersónico del DF a Nueva York, Disneylandia en las islas Marías y holocausto para los ricos……..se le reventó el cincho y la montura le resbala por el lomo. 

            Cuando me entero de la estafa ejecutada en Coahuila por el ahora presidente del PRI y no pasa nada. Cuando veo a un Ulises Ruiz paseando por Europa con los morrales repletos de lo robado y tampoco pasa nada. Y por otra parte, en casos Pemexgate, los videos del Peje, los saqueos residentes en el FOBAPROA, los del IMSS, sus autores no sólo siguen libres, sino todavía incrustados en los cuadros del poder……..se nos desgorretó el macho y regreso a Schopenhauer:

            "No hay que desesperar ante lo absurdo cuando no se refuta; porque es imposible quede eternamente consolidado. Llegará el momento que se meditará y se juzgará con sentido común de suerte que, transcurrido el tiempo, la gente llegará a comprender lo que el espíritu lúcido detectó primero. Hay que tener paciencia, porque alguien con un rayo de luz entre personas que viven en tinieblas, es similar al hombre cuyo reloj marcha bien, en una ciudad en donde todos los demás están descompuestos. Él sabe la hora exacta; pero ¿qué importa? Todo el mundo se guía por los relojes que marcan la hora fatal, aun los que saben que sólo el primero da la verdadera."

            Pero yo quiero pensar esos absurdos que todavía rigen a nuestro país y por los que mis señalamientos molestan, son provocados por los hombres carnívoros descritos por Schopenhauer. No quiero pensar que continuamos caminando en medio de las tinieblas con relojes descompuestos puesto que, yo prefiero luchar contra la maldad que contra la ignorancia. Porque lo diabólico triunfa pero no conquista. Mientras que en contra de la ignorancia, hasta los dioses luchan en vano. Pero además, gran parte de lo diabólico que el mundo sufre, es provocado por esa ignorancia y las buenas intenciones son aun más letales, cuando emanan de mentes petrificadas.

            Si durante los próximos meses privan las dementes luchas de poder, el orgullo y dignidad mal entendidos, el barrer la basura bajo la alfombra, nos estaremos disparando el tiro de gracia. Y yo no quiero un desenlace como el de Schopenhauer quien, al final de su vida, afirmaba preferir la compañía de su perro y se avergonzaba de ser alemán. Porque el ignorar las cosas fáciles es un error, pero hacerlo con los problemas graves, es la muerte segura y éste proceso que nos aguarda, sí es la última llamada no para llegar al cielo, sino para permanecer eternamente en el purgatorio de la mediocridad.

Ricardo Valenzuela
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HUGO E. GRIMALDI: CUANDO EL ESTADO NO ESTÁ PARA LO QUE TIENE QUE ESTAR (DESDE ARGENTINA)

En medio de la vida cotidiana de los argentinos se han desatado algunos demonios de variada apariencia y calibre que tienen en su esencia un atroz denominador común: el desinterés que muestra el Estado por cuidar sus bienes, que son los de todos. Y como siempre ocurre tras el desorden, las consecuencias son terribles.

Aunque los funcionarios siempre se defiendan apelando a la figura de las “operaciones mediáticas” es inevitable que cuando esos ángeles del mal aparecen y se corporizan, como en la pasada semana en la siniestra figura de Sergio Schoklender o en la acción irreparable de un tren disparado hacia la muerte, los ciudadanos-contribuyentes y, en su representación la prensa independiente, siempre terminan disparándoles a los administradores de turno y, en este caso con mayor razón a un gobierno cuyos miembros patrocinan de modo persistente la presencia de un Estado activo.

No hay más remedio que sea así, porque el ex administrador de las Madres y el chofer del colectivo que cruzó con las barreras bajas han sido apenas los instrumentos en ambas cuestiones de concreta actualidad. El caldo de cultivo para tamaños desastres lo ha generado sin dudas la ausencia del Estado, políticamente responsable de los desvíos de dinero, de la falta de planificación y obras, de la inexistencia de controles y de la muerte de los 11 pasajeros de la línea 92.

Más allá de si hay o no hay sanción social, finalmente, deberá ser la Justicia la que determine en ambas situaciones si hubo, por parte de quienes tienen la misión de velar por el bien común, negligencia o dolo.

En el caso de los planes de viviendas que encaró la Fundación Madres de Plaza de Mayo, a través de la Misión Sueños Compartidos, la gran pregunta que hay que responder para salir de la maraña de cruces políticos que enrarecen la comprensión del asunto es una sola: de qué forma se gastaron los $ 765 millones que recibió del Estado la ex Asociación, transformada en Fundación por Hebe de Bonafini para poder encarar como empresa la construcción de viviendas.

Justamente, esa tarea le fue encargada casi a libro cerrado a Schoklender, quien se contrató a sí mismo como proveedor, a través de su compañía Meldorek y dio inicio a un círculo infernal de facturas y recibos cruzados que complican una verificación seria de los ingresos y egresos de fondos.

Según el mismo ex administrador, todo el proceso de la construcción de viviendas, desde las asignaciones de obras hasta los pagos, tuvo un componente discrecional muy claro y de asignación ultrarrápida, casi como si se tratara de un favor ideológico hacia las Madres. En tiempos de Néstor Kirchner, desde la Casa de Gobierno (“Él en persona”, ha dicho) se digitaban sin licitación los lugares adónde se iba a construir. Tanta laxitud le brindó a Schoklender el tinglado ideal para actuar a discreción.

El único caso que se recuerda de una jurisdicción que se rebeló contra esta metodología dispendiosa y automática fue la Ciudad de Buenos Aires a fines de enero de 2008, resistencia que se moderó cuando Bonafini y un grupo de Madres llamaron a los medios e iniciaron un ayuno en la Catedral Metropolitana, “hasta que Macri devuelva el dinero que no le corresponde”.

Lo que el gobierno porteño quería en todo caso era que se cumpla con la instrumentación legal que demostrara que los fondos estaban invertidos en las viviendas, un hecho insólito para los estándares de Bonafini, ya que era algo que ninguna otra jurisdicción pedía. Aquel episodio se recuerda todavía, porque en su impunidad de entonces, Hebe no sólo logró que el gobierno porteño le pagara finalmente los $ 3,4 millones que reclamaba tan airadamente a instancias de Schoklender, sino que como se habían clausurado los baños de la Catedral para que las Madres abandonen el lugar, aún se recuerda que ella misma confesó que “tuvimos que improvisar uno, detrás del altar”.

Los apuros de ese momento probablemente eran reales, pero tal como lo ha descubierto recién ahora el ministro Julio De Vido, Schoklender estaba acostumbrado a vivir de una gran “bicicleta financiera”, que consistía en cambiar cheques de la Fundación a tasas nada amigables, hacerse de fondos, tapar agujeros y salir corriendo a buscar más dinero para cubrir esos cheques cuando se podía.

Cientos de valores fueron rechazados por los bancos y con muchos de ellos se tuvieron contemplaciones especiales.

La situación del ex administrador tiene aristas múltiples, porque se trata de alguien a quien ahora todo el mundo se lo quiere sacar de encima, el Gobierno nacional en primera instancia, porque a través de Bonafini fue su aliado indirecto hasta hace unas pocas semanas. Por ese motivo, y además para ponerlas en el papel de víctimas y no de partícipes, el ministro De Vido ha dicho también que Schoklender “estafó a las Madres y no al Estado argentino”.

Si no se apunta a saber qué se hizo con el barril sin fondo de los 765 millones de pesos, cuánto de ese dinero fue a salarios, cuánto a materiales y a empresas constructoras, Meldorek incluida, cuánto a honorarios de Schoklender y cuánto a sus gastos personales y cuánto quedó flotando para retornos o como caja de la política nunca se conocerá la suma en que fueron perjudicados los contribuyentes.

Así, el propio Estado debería constituirse en querellante de esta causa, lo que no dejaría de ser insólito desde lo político, ya que se verificaría un extraño dominó, donde lo ideológico se terminaría mezclando con lo delincuencial. Primero, los abogados estatales deberían ir contra Schoklender, hombre de confianza de las Madres; luego contra la responsabilidad de éstas por ser el paraguas que encubrió los desvíos y por último, contra sí mismos. Esta teoría es la que enarbola parte de la oposición, quien se tuvo que tragar el sapo de convivir con Schoklender en el Congreso para sacarle información que comprometa al Gobierno, los mismos opositores que a juicio de Bonafini son “ratas”.

Este aspecto de sus manifestaciones fueron la parte más notoria de sus declaraciones del jueves, pero hubo otras que son parte permanente de su discurso radicalizado, que aún en estas circunstancias sombrías eligió no moderar. En una actitud similar a la que denuncia, Bonafini aseguró que los legisladores que recibieron a Schoklender son “fascistas” y agregó que, por hacerlo, “están de acuerdo con la tortura, con la muerte y con los asesinatos, porque son asesinos”, casi un mote similar al que seguramente le pondría, para desacreditarlos, a todos los que no piensan como ella.

Pero las paranoias del caso no terminan allí. Como el ex apoderado de las Madres, al decir de Hebe la “víbora que se junta con las ratas””, supone que se lo quiere responsabilizar de todo, ha comenzado a contar, sin demasiadas pruebas, buena parte de la trama del manejo de los fondos por parte de la Fundación, a la que acaba de definir en el Congreso como “una gran caja” de la política desde donde se pagaban favores, campañas y sobresueldos, “con más fondos que los conocidos”.

También habló de cuentas en el exterior, de los modos que tiene para asignar las obras el secretario de Obras Públicas, José López y de la impresión de afiches y folletos dedicados a darle sostén político a Abel Fatala y a Amado Boudou, cuando éste competía como precandidato por la Jefatura de Gobierno porteña. En este punto, un fiscal acaba de desestimar que se haya tratado de un aporte para la campaña dentro de la Ley Electoral, cuando en realidad lo que hay que saber es si realmente fue un regalo y de dónde salió el dinero para pagar esas impresiones.

Esa declaración de Schoklender en la Cámara de Diputados incluyó la mención a un funcionario de la Side, quien según él habría sido el encargado de tranquilizarlo sobre su presunción de que iba a pagar los platos rotos de todo el entuerto. Si se callaba, le habría dicho, el juez Norberto Oyarbide iba a mantener la causa “pinchada”. Por más que se estima que estas manifestaciones pueden tener que ver con una estrategia para horadar la credibilidad del magistrado y lograr su apartamiento de la causa, lo objetivo es que hasta el momento Oyarbide no lo ha llamado a declarar, por más que él, ahora su propio abogado, lo ha solicitado en más de una oportunidad.

Más allá de la atribución de responsabilidades y si realmente al Estado le interesara conocerlo y si se supiera realmente cuánto dinero se desvió en este caso de Sueños Compartidos, bien podría conocerse el perjuicio que han tenido los ciudadanos medido en planes sociales, camas de hospital, escuelas desatendidas o en infraestructura no realizada. Es obvio, que en este renglón hay que mirar con mucho detalle el rubro ferrocarriles, que en el caso de la Capital Federal y especialmente por la traicionera traza del Sarmiento, tendría que haber motivado en las autoridades mucho más que anuncios.

Después de un saldo tan luctuoso como el del accidente del paso a nivel de la calle Artigas, con más los 200 heridos que viajaban en los vagones que chocaron de frente, la pregunta que surge es si nunca nadie en el Estado se planteó una hipótesis como la ocurrida, a la hora de decidir que se iban a mantener paralizadas las obras de soterramiento de la línea.

Más allá de que un trabajo como el que ahora se quiere encarar merecería una discusión bien amplia sobre alternativas y costos, si las miserias de la política alguna vez frenaron la obra para no darle una que ganar a un posible rival electoral como el Jefe de Gobierno porteño, habría que cargarles la responsabilidad moral de esas muertes a quienes decidieron la estrategia, más allá que la culpa material del accidente la tiene un sistema de transportes que delega casi todo, paga subsidios millonarios y se desentiende de controlar de modo eficiente.

Pero, además, para intentar no pagar ningún costo y a menos de 24 horas del accidente, cuando aún los cadáveres no habían sido enterrados y de modo impúdico, los funcionarios gubernamentales de ambas jurisdicciones y la empresa TBA buscaron pasarles la responsabilidad a todos los demás, sobre todo haciendo eje en la imprudencia del colectivero, sin querer admitir que su accionar ha sido la consecuencia de un sistema que hace agua por los cuatro costados.

Así, esta tragedia resulta otro caso evidente de mala praxis de un Estado que está engordado por los cuatro costados a nivel nacional, provincial y municipal quien, según escribió el economista Enrique Szewach, antes que sus deberes esenciales (seguridad, salud, educación, etcétera) “se dedica a otras cosas: transmite fútbol, publica diarios, persigue a consultores, obliga a exportar maní para importar autos, le otorga cientos de millones de dólares a una fundación de derechos humanos para construir casas, etcétera”.

Pese a todo, los ciudadanos parecen reivindicar ese rol tan variopinto del Estado argentino por encima de lo que son sus reales obligaciones y votan en consecuencia. Al decir de Shakespeare, habría que tener cuidado, porque “a veces el demonio nos engaña con la verdad y nos trae la perdición envuelta en dones que parecen inocentes”.

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lunes, 5 de septiembre de 2011

MURRAY ROTHBARD: SEIS MITOS SOBRE EL LIBERALISMO

Este artículo, publicado inicialmente en Modern Age, 24, 1 (Invierno 1980), pág. 9-15, como “Mito y verdad acerca del liberalismo”*, está basado en una ponencia presentada en abril de 1979 en el congreso nacional de la Philadephia Society de Chicago. El tema del encuentro fue “Conservadurismo y Liberalismo”.

El liberalismo es la corriente política de más auge hoy en América. Antes de juzgarla y evaluarla, es de vital importancia dilucidar precisamente en qué consiste la doctrina y, más en concreto, en qué no consiste. Es especialmente relevante aclarar unos cuantos malentendidos que la mayoría de gente tiene acerca del liberalismo, en particular los conservadores. En este ensayo enumeraré y analizaré críticamente los mitos más comunes en relación con el liberalismo. Cuando nos hayamos deshecho de éstos, entonces la gente será capaz de discutir sobre el liberalismo sin fábulas, mitos y malentendidos, y tratar con éste tal y como corresponde: de acuerdo con sus verdaderos méritos y deméritos.

Mito #1 Los liberales creen que cada individuo es un átomo aislado, herméticamente sellado, actuando en un vacío sin influenciarse con los demás.

Ésta es una acusación habitual, pero harto curiosa. En toda una vida de lector de literatura liberal no me he topado con un solo teórico o autor que sostuviera algo parecido a esta posición. La única posible excepción es el fanático Max Stirner, un alemán individualista de mediados del siglo XIX quien, sin embargo, tuvo una repercusión mínima en el liberalismo de su tiempo y posterior. Además, la explícita filosofía “la fuerza hace el derecho” de Stirner y su rechazo de todo principio moral incluyendo los derechos individuales, tenidos por “fantasmas mentales”, dudosamente le acreditan como liberal en cualquier sentido. Aparte de Stirner no hay nadie con una opinión siquiera remotamente similar a la que sugiere esta acusación.

Los liberales son metodológica y políticamente individualistas, desde luego. Ellos creen que sólo los individuos piensan, valoran y eligen. Creen que cada individuo tiene derecho a la propiedad sobre su cuerpo, libre de interferencias coercitivas. Pero ningún individualista niega que la gente se influencia mutuamente de forma constante en sus objetivos, en sus valores, en sus iniciativas y en sus ocupaciones. Como F.A. Hayek mencionó en su notable artículo “The Non-Sequitur of the’”Dependence Effect’”, el asalto de John Kenneth Galbraith a la economía de libre mercado en su best-seller “The Affluent Society“ se cimentaba en esta premisa: la economía asume que cada individuo llega a su escala de valores de un modo totalmente independiente, sin estar sujeto a la influencia de nadie más. Por el contrario, como responde Hayek, todos saben que la mayoría de gente no produce sus propios valores, sino que es instigada a adoptarlos de otras personas. Ningún individualista o liberal niega que la gente se influencie mutuamente todo el tiempo, y por supuesto no hay nada de nocivo en este ineludible proceso. A lo que los liberales se oponen no es a la persuasión voluntaria, sino a la imposición coercitiva de valores mediante el uso de la fuerza y el poder policial. Los liberales no están en modo alguno en contra de la cooperación voluntaria y la colaboración entre individuos; sólo en contra de la obligatoria pseudo-cooperación impuesta por el Estado.

Mito #2: Los liberales son libertinos: son hedonistas que anhelan estilos de vida alternativos.

Este mito ha sido planteado recientemente por Irving Kristol, quien identifica la ética libertaria con el hedonismo y asevera que los liberales “veneran el catálogo de Sears Roebuck y todos los estilos de vida alternativa que la afluencia capitalista permite elegir al individuo”. El hecho es que el liberalismo no es ni pretende ser una completa guía moral o ascética, sino sólo una teoría política, esto es, el significado subconjunto de la teoría moral que versa sobre el uso legítimo de la violencia en la vida social. La teoría política se refiere a aquello que debe acometer o no un gobierno, y el gobierno es distinguido de cualquier otro grupo social y caracterizado como la institución de la violencia organizada. El liberalismo sostiene que el único papel legítimo de la violencia es la defensa de la persona y su propiedad contra la agresión, que cualquier uso de la violencia que vaya más allá de esta legítima defensa resulta agresiva en sí misma, injusta y criminal. El liberalismo, por tanto, es una teoría que afirma que cada individuo debe estar libre de invasiones violentas, debe tener derecho para hacer lo que quiera excepto agredir a otra persona o la propiedad ajena. Lo que haga una persona con su vida es esencial y de suma importancia, pero es simplemente irrelevante para el liberalismo.

Luego no debe sorprender que haya liberales que sean de hecho hedonistas y devotos de estilos de vida alternativos, y que haya también liberales que sean firmes adherentes de la moralidad burguesa convencional o religiosa. Hay liberales libertinos y hay liberales vinculados firmemente a la disciplina de la ley natural o religiosa. Hay otros liberales que no tienen ninguna teoría moral en absoluto aparte del imperativo de la no-violación de derechos. Esto es así porque el liberalismo per se no pregona ninguna teoría moral general o personal. El liberalismo no ofrece un estilo de vida; ofrece libertad, para que cada persona sea libre de adoptar y actuar de acuerdo con sus propios valores y principios morales. Los liberales convienen con Lord Acton en que “la libertad es fin político más alto”, pero no necesariamente el fin más alto en la escala de valores de cada uno.

No hay ninguna duda acerca del hecho, sin embargo, de que el subgrupo de liberales que son economistas pro-mercado tienden a mostrarse complacidos cuando el libre mercado dispensa más posibilidades de elección a los consumidores, elevando así su nivel de vida. Incuestionablemente, la idea de que la prosperidad es mejor que la miseria absoluta es una proposición moral, y nos conduce al ámbito de la teoría moral general, pero no es una proposición por la que crea que deba disculparme.

Mito #3: Los liberales no creen en los principios morales; se limitan al análisis de costes-beneficios asumiendo que el hombre es siempre racional.

Este mito está desde luego relacionado con la precedente acusación de hedonismo, y en parte puede responderse en la misma línea. Hay liberales, particularmente los economistas de la escuela de Chicago, que rechazan la libertad y los derechos individuales como principios morales, y en su lugar intentan llegar a conclusiones de política pública sopesando presuntos costes y beneficios sociales.

En primer lugar, la mayoría de liberales son “subjetivistas” en economía, esto es, creen que las utilidades y los costes de los distintos individuos no pueden ser sumados o mesurados. Por tanto, el concepto mismo de costes y beneficios sociales es ilegítimo. Pero, más importante, la mayoría de liberales fundamentan su postura en principios morales, en la convicción en los derechos naturales de cada individuo sobre su persona o propiedad. Ellos creen entonces en la absoluta inmoralidad de la violencia agresiva, de la invasión de los derechos sobre la propia persona y propiedad, independientemente de qué individuo o grupo ejerce dicha violencia.

Lejos de ser inmorales, los liberales simplemente aplican una ética humana universal al gobierno del mismo modo que cualquier otro aplicaría esta ética a cada persona o institución social. En concreto, como he apuntado antes, el liberalismo en tanto que filosofía política que versa sobre el uso legítimo de la violencia, toma la ética universal a la que la mayoría de nosotros nos acogemos y la aplica llanamente al gobierno. Los liberales no hacen ninguna excepción a la regla de oro y no dejan ninguna laguna moral, no aplican ninguna vara de medir distinta al gobierno. Es decir, los liberales creen que un asesinato es un asesinato y que no deviene santificado por razones de estado si es perpetrado por el gobierno. Nosotros creemos que el robo es un robo y que no queda legitimado porque una organización de ladrones decida llamarlo “tributos”. Nosotros creemos que la esclavitud es esclavitud incluso si la institución que la ejerce la denomina “servicio militar”. En síntesis, la clave en la teoría liberal es que no concede excepción alguna al gobierno en su ética universal.

Por tanto, lejos de ser indiferentes u hostiles a los principios morales, los liberales los consuman siendo el único colectivo dispuesto a extender estos principios por todo el espectro hasta al gobierno mismo.

Es cierto que los liberales permitirían a cada individuo elegir sus valores y actuar acorde con ellos, y reconocerían en suma a cada individuo el derecho a ser moral o inmoral según su juicio particular. El liberalismo se opone firmemente a la imposición de todo credo moral a cualquier persona o grupo mediante el uso de la violencia – excepto, por supuesto, la prohibición moral de la violencia agresiva en sí misma. Pero debemos percatarnos de que ninguna acción puede considerarse virtuosa a menos que sea emprendida en libertad, habiendo consentido voluntariamente la persona. Como dijera Frank Meyer:

“No puede forzarse a los hombres a ser libres, ni puede forzárseles a ser virtuosos. Hasta cierto punto, es verdad, pueden ser obligados a actuar como si fueran virtuosos. Pero la virtud es el fruto de la libertad bien empleada. Y ningún acto, en la medida en que sea coaccionado, puede implicar virtud – o vicio”.

Si una persona es obligada por la fuerza o la amenaza de la misma a llevar a cabo una determinada acción, entonces ésta ya no supone una elección moral por su parte. La moralidad de una acción sólo puede ser el resultado de una decisión libremente adoptada; una acción difícilmente puede tildarse de moral si uno la acomete a punta de pistola. Imponer las acciones morales o prohibir la acciones inmorales, por tanto, no fomenta la moral o la virtud. Por el contrario, la coerción atrofia la moralidad porque priva al individuo de la libertad para ser moral o inmoral, y entonces necesariamente despoja a la gente de la posibilidad de ser virtuosa. Paradójicamente, pues, la moral obligatoria nos sustrae la oportunidad misma de actuar moralmente.

Es además especialmente grotesco dejar la salvaguarda de la moralidad en manos del aparato estatal, es decir, ni más ni menos que la organización de policías, gendarmes y soldados. Poner al Estado a cargo de los principios morales equivale a poner al zorro al cuidado del gallinero. Prescindiendo de otras consideraciones, los responsables de la violencia organizada en la sociedad jamás se han distinguido por su superior estatura moral o por la rectitud con la que sostienen los principios morales.

Mito #4: El liberalismo es ateísta y materialista, y desdeña la dimensión espiritual de la vida.

No hay ninguna conexión necesaria entre las adscripción al liberalismo y la posición religiosa de cada uno. Es verdad que muchos si no la mayoría de los liberales en la actualidad son ateos, pero esto tiene que ver con el hecho de que la mayoría de los intelectuales, de la mayoría de credos políticos, son ateos también. Hay muchos liberales que son ateos, judíos o cristianos. Entre los liberales clásicos precursores del liberalismo moderno en una época más religiosa que ésta encontramos una miríada de cristianos: desde John Lilburne, Roger Williams, Anne Hutchinson y John Locke en el siglo XVII hasta Cobden y Bright, Frederic Bastiat y los liberales franceses del laissez-faire y el gran Lord Acton.

Los liberales creen que la libertad es un derecho inserto en una ley natural sobre lo que es adecuado para la humanidad, en conformidad con la naturaleza del hombre. De dónde emanan este conjunto de leyes naturales, si son puramente naturales o fueron prescritas por un creador, es una cuestión ontológica importante pero irrelevante desde el punto de vista de la filosofía política o social. Como el padre Thomas Davitt señaló: “Si la palabra ‘natural’ significa algo en absoluto se refiere a la naturaleza del hombre, y en conjunción con la palabra ‘ley’, ‘natural’ remite al orden que es manifestado por las inclinaciones de la naturaleza humana y nada más. Por tanto, tomada en sí misma, no hay nada de religioso o teológico en la ‘Ley Natural’ de Aquinas”. O, como d’Entrèves escribió en el siglo XVII aludiendo al jurista protestante holandés Hugo Grotius: “La definición de ley natural [de Grotius] no tiene nada de revolucionaria. Cuando mantiene que la ley natural es el cuerpo de normas que el hombre es capaz de descubrir mediante el uso de su razón, no hace otra cosa que reafirmar la noción escolástica de una fundamentación racional de la ética. De hecho, su intención es más bien la de restaurar esta noción debilitada por el augustianismo radical de ciertas corrientes protestantes de pensamiento. Cuando asevera que estas normas son válidas en sí mismas, independientemente de que Dios las dispusiera, repite el aserto que ya fue proclamado por algunos de los escolásticos...”

El liberalismo ha sido acusado de ignorar la naturaleza espiritual del hombre. Pero uno fácilmente puede llegar al liberalismo desde posiciones religiosas o cristianas: enfatizando la importancia del individuo, de su libre voluntad, de sus derechos naturales y de su propiedad privada. Uno puede igualmente llegar al liberalismo mediante una aproximación secular a los derechos naturales, con la convicción de que el hombre puede alcanzar la comprensión racional de la ley natural.

Atendiendo a la historia, además, no está claro en absoluto que la religión sea un fundamento más sólido del liberalismo que la ley natural secular. Como Karl Wittfogel nos recuerda en su Oriental Despotism, la unión del trono y el altar ha sido una constante durante décadas que ha facilitado el imperio del despotismo en la sociedad. Históricamente, la unión de la Iglesia y el Estado ha sido en muchos casos una coalición mutuamente alentadora de la tiranía. El Estado se servía de la Iglesia para santificar sus actos y llamar a la obediencia de su mando, presuntamente sancionado por Dios, y la Iglesia se servía del Estado para obtener ingresos y privilegios. Los Anabaptistas colectivizaron y tiranizaron Münster en nombre de la religión cristiana. Y, más cerca de nuestro siglo, el socialismo cristiano y el evangelio social jugaron un importante papel en la marcha hacia el estatismo, y el proceder condescendiente de la Iglesia Ortodoxa en la Rusia soviética habla por sí mismo. Algunos obispos católicos en Latinoamérica han proclamado que la única vía hacía el reino de los cielos pasa por el marxismo, y si quisiera ser grosero diría que el reverendo Jim Jones, además de considerarse un leninista, se presentó a sí mismo como la reencarnación de Jesús.

Por otra parte, ahora que el socialismo ha fracasado de un modo manifiesto, política y económicamente, sus valedores han recurrido a la “moral” y a la “espiritualidad” como último argumento en pro de su causa. El socialista Robert Heilbroner, arguyendo que el socialismo debe ser coactivo y tiene que imponer una “moral colectiva” a la sociedad, opina que: “La cultura burguesa está centrada en los logros materiales del individuo. La cultura socialista debe centrarse en sus logros morales o espirituales”. Lo curioso es que esta tesis de Heilbroner fue elogiada por el escritor conservador y religioso de National Review Dale Vree, que dijo:

“Heilbroner está... diciendo lo que muchos colaboradores del NR han dicho en el último cuarto de siglo: no puedes tener libertad y virtud al mismo tiempo. Tomad nota, tradicionalistas. A pesar de su terminología disonante, Heilbroner está interesado en lo mismo que vosotros: la virtud.

Vree también está fascinado con la visión de Heilbroner de que una cultura socialista “promueva la primacía de la colectividad” antes que la “primacía del individuo”. Cita a Heilbroner con relación a los logros “morales y espirituales” bajo socialismo en oposición a los burgueses logros “materiales”, y añade acertadamente: “contiene un timbre tradicionalista esta afirmación”. Vree prosigue aplaudiendo el ataque de Heilbroner al capitalismo por no tener “ningún sentido de ‘lo correcto’” y permitir a los “adultos que consienten” hacer aquello que les plazca. En contraste con este retrato de la libertad y la diversidad tolerada, Vree escribe: “Heilbroner dice seductoramente que debido a que la sociedad socialista debe tener un sentido de ‘lo correcto’, no todo estará permitido”. Para Vree, es imposible “tener colectivismo económico junto con individualismo cultural”, y por tanto él está inclinado hacia un nueva fusión socialista-tradicionalista – hacia un colectivismo omnicompresivo.

Cabe apuntar aquí que el socialismo deviene especialmente despótico cuando reemplaza los incentivos “económicos” o “materiales” por los incentivos pretendidamente “morales” o “espirituales”, cuando aparenta promover una indefinible “calidad de vida” antes que la prosperidad económica. Si las remuneraciones son ajustadas a la productividad hay considerablemente más libertad así como estándares de vida más altos. Pero si se fundamentan en la devoción altruista a la madre patria socialista, la devoción tiene que ser regularmente reforzada a golpe de látigo. Un creciente énfasis en los incentivos materiales del individuo suponen ineluctablemente un mayor acento en la propiedad privada y en la preservación de lo que uno gana, y trae consigo una libertad personal superior, como atestigua Yugoslavia en las últimas décadas en contraste con la Rusia soviética. El despotismo más horrible en la faz de la Tierra en los años recientes ha sido sin duda el de Pol Pot en Camboya, donde el “materialismo” fue hasta tal punto desterrado que el dinero fue abolido por el régimen. Habiendo suprimido el dinero y la propiedad privada, cada individuo era totalmente dependiente de las cartillas de racionamiento de subsistencia del Estado y la vida no era sino un completo infierno. Debemos ser prudentes, pues, antes de despreciar los objetivos o incentivos “meramente materiales”.

El cargo de “materialismo” dirigido contra el libre mercado ignora el hecho de que cada acción envuelve la transformación de objetos materiales mediante el uso de la energía humana conforme a ideas y propósitos sostenidos por los actores. Es inaceptable separar lo “mental” o lo “espiritual” de lo “material”. En todas las grandes obras de arte, extraordinarias emanaciones del espíritu humano, se han empleado objetos materiales: ya fueran lienzos, pinceles y pintura, papel e instrumentos musicales, o la construcción de bloques y materia primas para las iglesias. No hay ninguna escisión real entre lo “espiritual” y lo “material” y por tanto cualquier despotismo sobre aquello material sojuzgará también aquello espiritual.

Mito #5: Los liberales son utópicos que creen que toda la gente es buena por naturaleza y que por tanto el control del Estado es innecesario.

Los conservadores tienden a añadir que, puesto que el hombre es vil por naturaleza parcial o totalmente, se hace precisa una severa regulación estatal de la sociedad.

Esta es una opinión muy común acerca de los liberales, si bien es difícil identificar la fuente de semejante malentendido. Rosseau, el locus classicus de la idea de que el hombre es bueno pero es corrompido por sus instituciones no era precisamente liberal. Aparte de algunos escritos románticos de unos pocos anarco-comunistas, que en ningún caso consideraría liberales, no conozco a un solo autor liberal que haya defendido esta postura. Por el contrario, la mayoría de escritores liberales sostienen que el hombre es una mezcla de bondad y maldad y que lo importante para las instituciones sociales es fomentar lo primero y mitigar lo segundo. El Estado es la única institución social capaz de extraer sus ingresos y su riqueza mediante coerción; todos los demás deben obtener sus rentas o bien vendiendo un producto o servicio a sus clientes o bien recibiendo una donación voluntaria. Y el Estado es la única institución social que puede emplear sus ingresos provinentes del robo organizado para intentar controlar y regular la vida y la propiedad de la gente. Por tanto, la institución del Estado establece un canal socialmente legitimado y santificado para que las personas malvadas cometan sus fechorías, emprendan el robo organizado y manejen poderes dictatoriales. El estatismo, así pues, alienta la maldad, o como mínimo los aspectos criminales de la naturaleza humana. Como Frank H. Knight mordazmente resalta: “La probabilidad de que los titulares del poder sean individuos que detestan su posesión y su ejercicio es análoga a la probabilidad de que una persona de corazón extremadamente benévolo devenga el patrono de una plantación de esclavos”. Una sociedad libre, por el hecho de no instituir una canal legitimado para el robo y la tiranía, desalienta las tendencias criminales de la naturaleza humana y aviva aquéllas que son pacíficas y voluntarias. La libertad y el libre mercado desincentivan la agresión y la compulsión y fomentan la armonía y el beneficio mutuo del intercambio voluntario, en la esfera económica, social y cultural.

Puesto que un sistema de libertad promovería la voluntariedad y desalentaría la criminalidad, además de deponer el único canal legitimado de crimen y agresión, cabe esperar que una sociedad libre padeciera de hecho menos violencia criminal y agresiones de las que padecemos actualmente, aunque no hay razón alguna para asumir que desaparecerían por completo. Esto no es utópico, sino una implicación de sentido común del cambio de lo que socialmente se tiene por legítimo y del cambio de la estructura de premio y castigo en la sociedad.

Podemos aproximarnos a nuestra tesis desde otro ángulo. Si todos los hombres fueran buenos y ninguna tuviera tendencias criminales, entonces no habría ninguna necesidad de un Estado, tal y como conceden los conservadores. Pero si por otro lado todos los hombres son malvados, entonces el caso a favor del Estado es igualmente débil, pues ¿por qué tiene uno que asumir que aquellos hombres que componen el gobierno y retienen todas las armas y el poder para coaccionar a los demás están mágicamente exentos de la maldad que afecta a todas las otras personas que se hallan fuera del gobierno? Tom Paine, un liberal clásico a menudo considerado ingenuamente optimista acerca de la naturaleza humana, rebate el argumento conservador de la maldad humana en pro del Estado fuerte como sigue: “si toda la naturaleza humana fuera corrupta, estaría infundado fortalecer la corrupción instituyendo una sucesión de reyes, a quienes debiera rendirse obediencia aun cuando fueran siempre tan viles...” Paine añadió que “ningún hombre desde el principio de los tiempos ha merecido que se le confiase el poder sobre todos los demás”. Y como el liberal F.A. Harper escribió una vez:

“De acuerdo con el principio de que la autoridad política debe imponerse en proporción a la maldad del hombre, tendremos entonces una sociedad en la cual se demandará una autoridad política completa sobre todos los asuntos humanos... Un hombre gobernará a todos. ¿Pero quién ejercerá de dictador? Quienquiera que sea el elegido para el trono con seguridad será una persona enteramente malvada, puesto que todos los hombres lo son. Y esta sociedad será entonces regida por un dictador absolutamente malvado en posesión de todo el poder político. ¿Y cómo, en nombre de la lógica, puede emanar de ahí algo que no sea pura maldad? ¿Cómo puede ser esto mejor que el que no haya autoridad política alguna en la sociedad?”

Por último, como hemos visto, puesto que los hombres son en realidad una mezcla de virtud y maldad, un régimen de libertad sirve para alentar la virtud y desalentar la maldad, al menos en el sentido de que la voluntariedad y lo mutuamente beneficioso es bueno y lo criminal es malo. En ninguna teoría de la naturaleza humana, por tanto, ya establezca que el hombre es bueno, malo, o una combinación de ambos, se justifica el estatismo. En el curso de negar que es un conservador, el liberal clásico Friedrich Hayek apuntó: “El principal mérito del individualismo [que Adam Smith y sus contemporáneos defendieron] es que es un sistema bajo el cual los hombres malvados pueden hacer menos daño. Es un sistema social que no depende para su funcionamiento de que encontremos hombres buenos que lo dirijan, o de que todos los hombres devengan más buenos de lo que son ahora, sino que toma al hombre en su variedad y complejidad dada...”

Es importante señalar qué es lo que diferencia a los liberales de los utópicos en el sentido peyorativo. El liberalismo no se propone remodelar la naturaleza humana. Uno de los objetivos centrales del socialismo fue crear, lo cual en la práctica supone emplear métodos totalitarios, un Hombre Socialista Nuevo, un individuo cuyo primer fin fuera trabajar diligente y altruistamente por la colectividad. El liberalismo es una filosofía política que dice: dada cualquier naturaleza humana, la libertad es el único sistema político moral y el más efectivo. Obviamente, el liberalismo – como los demás sistemas sociales – funcionará mejor cuanto más pacíficos y menos agresivos sean los individuos y menos criminales haya. Y los liberales, como la mayoría de la otra gente, querrían alcanzar un mundo donde más personas fueran “buenas” y menos criminales hubiera. Pero esta no es la doctrina del liberalismo per se, que dice que cualesquiera sea la composición de la naturaleza humana en un momento dado, la libertad es lo más deseable.

Mito #6: Los liberales creen que cada persona conoce mejor sus propios intereses.

Del mismo modo que la acusación precedente sugería que los liberales creen que todos los hombres son perfectamente buenos, este mito les acusa de creer que todos son perfectamente sabios. Pero como esto no es cierto con respecto a mucha gente el Estado debe intervenir.

Pero los liberales no asumimos la perfecta sabiduría del hombre más de lo que asumimos su perfecta bondad. Hay algo de sentido común en la afirmación de que la mayoría de los hombres conoce mejor que cualquier otro sus propias necesidades e intereses. Pero no se asume en absoluto que todos siempre conocen mejor sus intereses. El liberalismo propugna que cada uno debe tener el derecho a perseguir sus propios fines como estime oportuno. Lo que se defiende es el derecho a actuar libremente, no la necesaria sensatez de dicha acción.

Es cierto también, no obstante, que el libre mercado – en contraste con el gobierno – ha articulado mecanismos que permiten a las personas acudir a expertos que pueden aconsejar sensatamente acerca de cómo alcanzar los fines propios de la mejor manera posible. Como hemos visto antes, los individuos libres no están separados los unos de los otros. En el libre mercado cualquier individuo, si tiene dudas sobre sus verdaderos intereses, es libre de contratar o consultar a un experto que le ofrezca consejo en base a su conocimiento presumiblemente superior. El individuo puede contratar a este experto y, en el libre mercado, testar continuamente su competencia y su utilidad. Las personas en el mercado, por tanto, pueden patrocinar aquellos expertos cuyos consejos estimen más provechosos. Los buenos doctores, abogados o arquitectos serán recompensados en el libre mercado, mientras que los malos tenderán a ser desplazados. Pero cuando el gobierno interviene, el experto del gobierno obtiene sus ingresos mediante la coacción sobre los contribuyentes. No hay ninguna fórmula de mercado para testar su éxito informando a la gente de sus verdaderos intereses. Sólo necesita tener habilidad para adquirir el apoyo político de la maquinaria coercitiva del Estado.

Por tanto, el experto privado tenderá a florecer en proporción a su habilidad, mientras que el experto del gobierno florecerá en proporción a su destreza en obtener prebendas políticas. Además, el experto del gobierno no será más virtuoso que el privado; su única superioridad radica en el arte de conseguir favores de aquellos que retienen el poder político. Pero una diferencia crucial entre ambos es que el experto privado tiene todos los incentivos para velar por sus clientes o pacientes, obrando del mejor modo posible. El experto del gobierno carece por completo de semejantes incentivos; él obtiene sus ingresos de todos modos. Luego el libre mercado tenderá a satisfacer mejor al consumidor.

Espero que este artículo haya contribuido a limpiar el liberalismo de mitos y malentendidos. Los conservadores y todos los demás deben ser educadamente advertidos de que los liberales no creemos que los hombres son buenos por naturaleza, ni que todos están perfectamente informados acerca de sus propios intereses, ni que cada individuo es un átomo aislado y herméticamente sellado. Los liberales no son necesariamente libertinos o hedonistas, ni son necesariamente ateos; y los liberales enfáticamente creen en principios morales. Dejemos ahora que cada uno de nosotros se disponga a examinar el liberalismo tal cual es, sin temor ni partidismos. Yo estoy seguro de que, allí donde este examen tenga lugar, el liberalismo gozará de un auge impresionante en el número de sus seguidores.

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lunes, 27 de junio de 2011

ACADEMIA ODLV: SEMINARIO “CAMINO DE SERVIDUMBRE DE FRIEDRICH HAYEK”

Camino de servidumbre se publicó en marzo de 1944 en Gran Bretaña y luego en septiembre del mismo año en EEUU. La edición inicial imprimió dos mil copias y se agotó en pocos días, imprimiéndose 30 mil copias adicionales en los siguientes seis meses. Un éxito rotundo. Traducido a 20 idiomas y dedicado a “todos los socialistas del mundo”, Camino de servidumbre estuvo durante varias semanas como best seller en el sitio Amazon a mediados del año pasado.

Cuando Hayek cruzaba el Atlántico para presentar el libro en EEUU la revista Reader’s Digest publicaba un artículo en abril de 1945 y lo lanzaba al autor a la fama absoluta en el país de Norteamérica. Así lo explica Hayek en un libro (Hayek on Hayek) donde se publicaron algunas entrevistas a él: “… cuando llegué a Nueva York se me comunicó lo siguiente: «El plan original se ha suspendido. De repente se ha vuelto usted famoso y le hemos preparado una gira de conferencias por los Estados Unidos»”. De esta manera Hayek comenzó una serie de presentaciones que duró unas cinco semanas por todo el país, frente a audiencias multitudinarias, de miles de personas. En el mismo libro el entrevistador le pregunta a Hayek qué pretendía con el libro: “Estaba dirigido contra lo que yo llamaría el socialismo clásico, sobre todo contra la nacionalización o socialización de los medios de producción. Algo a lo que muchos partidos socialistas contemporáneos han renunciado, al menos de modo ostensible, abogando más bien por una idea de redistribución o imposición justa –asociada al estado de bienestar- que no tiene aplicación directa”.

La tesis de Hayek consistía en afirmar que la planificación económica centralizada conducía a la desaparición de las libertades, a la eliminación del Estado de derecho, configurando así un gobierno arbitrario y totalitario. Para Hayek las buenas intenciones de ciertos socialistas, políticamente no totalitarios, tenían un desenlace no intencionado e involuntario: había una secuencia o proceso que se iniciaba con el único objetivo de planificar la economía pero que desataba otros fenómenos que conducían finalmente al totalitarismo, a la tiranía y a la destrucción de todas las libertades. Camino de servidumbre es el puntapié del programa de estudios que desarrolló Hayek en la segunda mitad del siglo XX, enfocado en el estudio de la filosofía política y la ciencia política. Un libro de una actualidad impresionante en la Venezuela de inicios del siglo XXI.

El objetivo de este curso, es educar a los estudiantes sobre estos peligros contemporáneos que existen sobre la libertad y armarlos con la munición intelectual que van a necesitar para oponerse a ellos para defender la libertad. Los socialistas totalitarios del siglo 20 entendieron que no podría tener éxito a menos que primero desacreditaran las ideas de la libertad. La única manera de detener a sus descendientes intelectuales ("los totalitarios en nuestro seno", como los llamaría Hayek) es contrarrestar sus ideas totalitarias. Debemos revisar y reforzar estos argumentos, si queremos elegir al capitalismo sobre el socialismo y la libertad sobre la servidumbre.


Evaluación

El seminario tendrá una duración de cinco (5) sesiones en el aula virtual de dos horas cada una. La lectura del material asignado y la participación en las sesiones son fundamentales, el seminario se basa en diálogos socráticos donde se contrastan distintos puntos de vista dentro del esquema de aprendizaje centrado en el participante, el instructor se convierte en un facilitador e intervendrá sólo para aclarar conceptos que no hayan quedado claros con las lecturas recomendadas.

Los participantes deberán entregar un ensayo final libre enmarcado en las discusiones de las sesiones. Este ensayo podrá ser entregado por medios digitales y los mejores ensayos serán publicados en la página de la ODLV.

•              Participación en discusiones: 60%
•              Ensayo Final: 40%

Al final del seminario se entregará un certificado digital de participación avalado por la ODLV, CEDICE y el Instituto Libertad y Prosperidad.

Sesiones On-Line

Las sesiones se realizarán a través del aula virtual de la ODLV (http://odlv.webex.com) que utiliza Webex®, plataforma líder en servicios de conferencias y formación virtual. Las sesiones serán grabadas y los estudiantes podrán descargarlas.

Las sesiones tendrán una duración de hora y media (1,5) y serán los días miércoles entre las 7:00pm y 8:30 (hora de Venezuela, -4.5 GMT)

Costo del Seminario

El seminario tiene un costo total de 180 BsF. (o 35 US$) El precio incluye el acceso al aula virtual y copias en digital del material de lectura a utilizar en el seminario.
El pago debe ser realizado por medio de un depósito o transferencia a la siguiente cuenta bancaria:
Banco Nacional de Crédito (BNC)
Cuenta número 0191-0052-96-2152031913
A nombre de A.C. Organización por la Democracia Liberal en Venezuela

Se aceptarán pagos internacionales vía PayPal.

Si el participante desea retirarse del seminario lo podrá hacer hasta la segunda sesión. Antes de ese momento se reintegrará un 75% del costo de la matrícula, descontando los gastos por inscripción. Después de la segunda sesión no habrá ningún tipo de devolución.

La ODLV podrá dar becas o medias becas para el seminario exclusivamente a estudiantes universitarios, estos deberán solicitarlas por escrito al comité académico a la dirección becas@odlv.org

Temario y Sesiones
Textos Principales
Friedrich Hayek. Camino de Servidumbre


Esquema del Seminario

Sesión I - 03 de agosto de 2011
Camino de Servidumbre
Prólogo a la edición española por Carlos Rodríguez Braun
Capítulo 1: El camino abandonado
Capítulo 2: La gran utopía
Capítulo 3: Individualismo y Colectivismo

Sesión II - 10 de agosto de 2011
Camino de Servidumbre
Capítulo 4: La inevitabilidad de la planificación
Capítulo 5: Planificación y Democracia
Capítulo 6: Planificación y Estado de Derecho

Sesión III - 17 de agosto de 2011
Camino de Servidumbre
Capítulo 7: La intervención económica y el totalitarismo
Capítulo 8: ¿Quién, a quién?
Capítulo 9: Seguridad y Libertad

Lecturas adicionales
George Reisman. ¿Qué es el intervencionismo?
Ludwig von Mises. El intervencionismo conduce al socialismo

Sesion IV - 24 de agosto de 2011
Camino de Servidumbre
Capítulo 10: ¿Por qué los peores se colocan a la cabeza?
Capítulo 11: El final de la verdad
Capítulo 12: Las raíces socialistas del nazismo

Sesión V - 31 de agosto de 2011
Camino de Servidumbre
Capítulo 13: Los totalitarios en nuestro seno
Capítulo 14: Condiciones materiales y fines ideales
Capítulo 15: Las perspectivas de un orden internacional

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