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miércoles, 29 de julio de 2015

MIGUEL BAHACHILLE M., INTERVENCIONISMO ES BACHAQUEO Y POBREZA

El pecado original que indujo a la actual crisis ocurrió al inicio del gobierno de Chávez (1999) cuando los izquierdosos arrimados y algunos aprendices intelectuales lo convencieron de no aceptar las premisas de la economía de mercado. Ello lo inspiró a abalanzarse contra las sociedades que “ponen todo en venta, que no valoran, o lo hacen tardíamente, al ser humano”. Incluso acusó a los medios de ser principal fuente de la revelación subversiva incitante del  consumo. 

El dilema creado entonces contra “El laissez faire” (dejar hacer) en áreas productivas y medios comunicación creó la división discrecional y económica del país que hoy nos corroe. El gobierno arremetió contra los sectores más aptos porque que “dejándolos a sus anchas serían menos manejables con el tiempo”. Ello explica la coercitiva y forzosa inserción de grupos oficialistas contra la idoneidad académica en universidades públicas de prestigio. 

No obstante la profunda crisis perceptible en cualquier calle del país, el gobierno persiste en negar que su intervencionismo acarree más incertidumbre y proliferación de nuevos conflictos. Chávez ingresó en el campo de las comunicaciones hablando el idioma del pueblo para vender un producto apócrifo hoy revelado como fallido. Ahora con la busaca vacía, la jeringonza nada vale ante un modelo social indigno que empuja a más grupos hacia la pobreza y hambre tal como se evidencia con la indetenible inflación, colas y bachaqueo.

El régimen cree que para que esto pueda proseguir sin crear un clima general de miedo y angustia basta con “ilustrar” al pueblo, en primer término, sobre los vicios de medios privados y, segundo, de la explotación capitalista. La diatriba contra la prensa libre es un exordio revolucionario destinado a “educar” a la mayoría sobre la necesidad de injerirse en el proceso informativo pues el marketing periodístico privado no merece confiabilidad.  

Sin embargo la realidad sobrepasa cualquier abstracción sobre los sistemas informativos. Con la canasta alimentaria en Bs. 32.023,51 y básica en Bs 54.204,69 (CENDAS) y un salario mínimo, incrementado este mes, de 7.421,68, no es difícil colegir cómo se acrecienta la pobreza. Aunque el bachaqueo sea un sistema de resarcimiento popular del salario, no está al alcance de la mayoría desposeída. Por el contrario la hace víctima de una genuina especulación. 

Bajo esa premisa revolucionaria ningún privado podrá fundar un conglomerado en el que sea propietario de una fábrica de camisas con otra de zapatos. Ello levantaría la voz indignada del oficialismo para pregonar cómo el desmedido apetito empresarial entraña un grave peligro para el bienestar popular. En razón de ello es menester dividir ambas fábricas bajo tutela del Estado. Los privilegios comerciales, también comunicacionales, sólo son lícitos en sistemas de corte marxista; sobre todo como sui géneris discurrido Chávez.

De acuerdo con estimaciones realizados por investigadores de tres universidades de prestigio (UCV, UCAB, USB) la proporción de pobreza para el año 2015 será de 55%. Es decir que 18 millones de venezolanos estarán en situación de penuria al finalizar el año. La caída del ingreso p/c real, aumento de inflación y escasez de alimentos, son factores irrebatibles de este quebranto social. Así lo refirió Marino González, profesor del Departamento de Ciencias Económicas y Administrativas de la USB, a propósito del reciente reconocimiento de la FAO a Venezuela por su “éxito” en materia alimentaria (El Universal, 06-2015).

Es improbable, por no decir imposible, que el país logre salir de la pobreza con esa correlación social. Nada cambiará si no ocurre una amplia conversión de la estructura burocrática que no oculte la magnitud de la crisis; que deje de adornarla y restarle importancia. El pobre está consciente que la pobreza no se mitiga con cuñas publicitarias ni con largas cadenas sin contenidos. Sólo la producción privada puede resarcir el actual naufragio. ¿Seguir pensando?  

Miguel Bahachille M.
miguelbmer@gmail.com
@MiguelBM29

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domingo, 5 de julio de 2015

GABRIEL S. BORAGINA, INTERVENCIONISMO, BIENES PÚBLICOS Y COMPETENCIA PERFECTA

"…el bien público constituye el argumento central del intervencionismo estatal, ya que en esta línea argumental, el gobierno produciría la cantidad óptima del bien en cuestión que sería financiado por todos a través de impuestos con lo cual se internalizaría la externalidad y no habría free-riders ni costos ni beneficios externos sin internalizar. Tal vez el resumen más claro de esta posición esté expresado por Marcun Olson quien sostiene que “Un estado es, ante todo, una organización que provee de bienes públicos a sus miembros, los ciudadanos”.[1]

Lo primero que aparece como necesario aclarar es que, comúnmente se entiende que "bien público" y "bien estatal" son términos sinónimos, lo cual no es técnicamente correcto, aunque seamos conscientes que la mayoría de la gente los utiliza indistintamente en ese sentido (como sinónimos). Algo similar sucede con otras expresiones análogas como la tan difundida "educación pública". Al respecto, ya hemos aclarado en otras oportunidades, que no necesariamente lo "publico" se opone a lo "privado", y que todo lo que termina siendo estatal es porque comenzó siendo privado. En efecto, no existe bien ni servicios alguno que sea provisto por el estado-nación sin que antes hubiera sido expoliado al sector privado de la economía o -alternativamente o simultáneamente- no haya sido financiado con dinero proveniente de los particulares asimismo extraído vía impuestos o -en su caso- mediante las diferentes y múltiples maneras en que los gobiernos se las han ingeniado para detraer bienes, dinero o servicios del ámbito privado y transferirlos al sector estatal (mal llamado –por idénticas razones a las dadas antes- "publico").
"Las externalidades positivas y negativas se internalizarán o no en el proceso de mercado según sean los gustos y las preferencias del momento y, en su caso, según los costos involucrados pero en modo alguno pueden considerarse “fallas de mercado”. Sin embargo, el intervencionismo gubernamental constituye una falla (o una tragedia para utilizar la expresión de Garret Hardin) al recurrir a la fuerza para internalizar aquello que, tomados todos los elementos disponibles en cuenta, se considera no internalizable al tiempo que se distorsionan los precios relativos con lo que, según el grado de intervención, se obstaculiza o imposibilita la asignación eficiente de recursos."[2]
                "La tragedia de los comunes" de Hardin, aludida en el texto, viene a decir que lo que es de todos es de nadie. De esta suerte, la internalización compulsiva de externalidades implica violar no sólo las preferencias individuales, sino los derechos de propiedad de todos los obligados, ya que todos pagamos impuestos incluyendo aquellos que lo hacen exclusivamente como contribuyentes de hecho y aunque no lo fueran de derecho. Por otra parte, dada la subjetividad implicada en las valoraciones individuales, lo que para unos puede ser una externalidad puede no serla para otros, de manera tal que para estos últimos no habrá absolutamente nada que internalizar. Lo mismo cabe decir en cuanto a la calificación de determinada externalidad como positiva o negativa, también variará de persona a persona, e incluso podrá darse el caso de que esa modificación sea de momento a momento. Lo que sí es cierto absolutamente en todos los casos, es que la internalización operada por vía de la coacción estatal implica maniobrar en contra de los deseos de la gente y, por lo tanto, la violación de los derechos de esta última.
Las supuestas "fallas del mercado" aludidas más arriba se deben -en buena medida- al hecho de que por "mercado" se ha entendido (y se sigue entendiendo por muchos) el modelo de "competencia perfecta":
"En este sentido, es de interés destacar que no pocos economistas, directa o indirectamente, han asimilado los modelos de competencia perfecta al mundo real, y cuando descubren que aquel modelo no tiene relación alguna con aquello que toman como un ideal incurren en un salto lógico al concluir que se hace necesario el intervencionismo estatal para corregir las deficiencias de la realidad. Ilustra este punto la autobiografía de Raúl Prebisch"[3]
Los intervencionistas -en otras palabras- pretenden que la realidad se ajuste al modelo, y por este motivo es que sostienen que la única manera de lograr este "objetivo" es a través de la intervención estatal. Pero hasta la persona menos inteligente podrá darse cuenta que, por mucho que el gobierno intervenga en la realidad para encajarla dentro del "modelo", la realidad seguirá siendo lo que es: la realidad. Y en esta realidad, no hay tal cosa como "competencia perfecta", sino que lo que existe es lisa y llanamente competencia, la que sólo podrá adoptar dos formas posibles: libre o intervenida estatalmente. Si es libre, dicha competencia se dará en forma espontánea entre la gente. Si es intervenida, será dirigida y restringida por el gobierno. La diferencia es tan crucial como acordar en dejar en libertad a la gente para que tome sus propias decisiones en cuanto a qué comprar, dónde invertir, ahorrar, etc. (o hacer todo lo contrario) o que sea el gobierno quien tome esas decisiones por cada una de esas personas. Dicho de otro modo, es una elección que pasa por optar por la libertad o por la tiranía.
"Podemos hacer conjeturas respecto de nuestras acciones en el futuro pero, dada las circunstancias cambiantes, sólo conoceré la información de mí mismo una vez que he actuado....En este sentido es que Hayek sostiene que el intervencionismo estatal es básicamente un problema de presunción del conocimiento"[4]
Esto implica lo que el mismo F. A. v. Hayek ha llamado La fatal arrogancia dando título a su último gran libro. El intervencionista -y por extensión el socialista, que no es sino un intervencionista de más amplio alcance- presupone "conocer" todos los detalles de la vida de todos y cada uno de nosotros. Y en esa jactancia del conocimiento de qué es lo mejor para otros, se cree totalmente autorizado para intervenir, dirigir, corregir, prohibir, permitir lo que al intervencionista le parece lo más adecuado para los demás.

[1] Alberto Benegas Lynch (h) "Bienes públicos, externalidades y los free-riders: el argumento reconsiderado". Disertación del autor ante la Academia Nacional de Ciencias. Noviembre 28 de 1997. Pág. 3
[2] Alberto Benegas Lynch (h) "Bienes públicos, externalidades.... "óp. cit, pág. 13
[3] Alberto Benegas Lynch (h), "A propósito del conocimiento y la competencia: punto de partida de algunas consideraciones hayekianas". Disertación del autor en la Academia Nacional de Ciencias Económicas el 18 de junio de 2002, pág. 4
[4] Alberto Benegas Lynch (h) "A propósito del conocimiento... "óp. Cit....pág. 7

Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina

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viernes, 3 de abril de 2015

GABRIEL BORAGINA, INTERVENCIONISMO, IMPUESTOS Y PRODUCTIVIDAD

Las creencias populares sobre economía continúan siendo bastante disparatadas, a pesar de la cantidad de aportes que ha hecho la Escuela Austriaca de Economía en pos de la cordura económica. Los dislates más difundidos en la materia vienen de la mano de "economistas" (algunos inclusive renombrados premios Nobel) que son entusiastamente propagados por la prensa internacional como portadores de "recetas mágicas" que siempre incluyen a los gobiernos en su papel de artífices "insustituibles" de la política económica.

En este lugar, volveremos a examinar algunas de las falacias y absurdos más creídos aun hoy en día en temática económicas. En primer término, la estúpida idea (contraria al más elemental sentido común) de que "cobrándole más impuestos a los ricos se mejora la condición de los pobres". Al respecto se citan -equivocada y aburridamente- los casos de los países nórdicos, Alemania, Francia y los llamados "tigres asiáticos".
Esos países, no son "mas" productivos porque tienen más impuestos sino al revés. Serian más productivos si tuvieran menos impuestos. No debemos poner "la carreta delante del caballo". Dado que la ignorancia sobre este punto es tan grande (incluso -como decimos- entre destacados profesionales), explicaremos el tema como si lo hiciéramos a un niño de corta edad, usando el ejemplo típico que se da en las escuelas para enseñar aritmética, que es el de las manzanas (los lectores podrán usar la fruta que prefieran si no les gustan las manzanas, ya que vale tanto para naranjas, peras, como para dólares o euros). Es una cuestión de simple lógica que si tengo una manzana hoy, y mañana paso a tener dos, eso significa que he sido más productivo en términos de manzanas. Si al día siguiente paso a tener tres manzanas implica que mi productividad se ha multiplicado por tres, desde una situación original en la cual no tenía ninguna manzana. Esto es tan simple que hasta el niño más atrasado en la escuela puede entenderlo a la perfección.
Ahora bien, si tengo dos manzanas y el gobierno me cobra una de impuesto, me queda una manzana, no dos ni menos aun tres!!. No soy "mas" productivo después del impuesto sino menos! La cuestión no cambia en nada si en lugar de dos manzanas estuviéramos hablando -por ejemplo- de dos millones de dólares. La aritmética funciona igual en este último caso, de tal suerte que si tengo dos millones de dólares y el gobierno me cobra un millón en impuestos, me queda un millón, no los dos, ni menos aun tres millones como dicen los gobernantes nórdicos o europeos para justificar sus políticas de expoliación al sector productivo de la economía. Porque, después de todo, de esto se trata el impuesto: de expoliar al sector productivo de la economía que se vuelve cada vez mas improductivo en la medida que la expoliación continúe, y dejará de ser productivo en la exacta medida en que la expoliación del gobierno no sólo se perpetúe sino que se acreciente.
En suma, cobrar más a los ricos empobrece más a los pobres. Esto lo vemos por todas partes. Vale el ejemplo de las manzanas.... y toda la estadística e historia económica del mundo. Ningún país se ha "desarrollado" en base a impuestos. Si no todo lo contrario. Lo que resta no puede sumar!
Hoy en día es frecuente citar el caso de China como país que "progresa" en base a un sistema intervencionista, mixto o hibrido, que combina "políticas" capitalistas con socialistas. Pero es un gravísimo error suponer que China haya prosperado "por aplicar una mezcla" de políticas capitalistas/socialistas, es decir, aplicando intervencionismo. La lectura correcta del caso chino es que ese país hoy mejora "A PESAR" de la "mezcla" y no "POR", o "DEBIDO A" ella. Son cosas diferentes.
Primero, porque -vuelvo a repetir- el capitalismo no es una "política". Es un sistema económico. Son  cosas diferentes. China "adelanta" porque aplica algunas pocas medidas capitalistas (tímidas aperturas al comercio exterior por sobre todo). Y no por su "mezcla" con otras socialistas. Y ese "prosperar" es muy pobre en comparación a lo que lo sería si hubiera más capitalismo en China (lo que en otras palabras implicaría: más libertad, más propiedad privada, más economía libre, etc.).
Por lo demás, a nosotros no nos interesan los "países" como entelequias. Nos importan los pueblos, la gente, las personas, los seres humanos en una palabra. Los "países" en rigor no existen. Son ficciones, hipóstasis, entidades -en última instancia- mentales. Las que existen son las personas, los seres humanos reales y concretos. Esto es lo que nos concierne al pro-capitalista como yo. No los estados-nación. Aclaro esto porque (más allá de las diferencias conceptuales en materia política-jurídica) entre los vocablos "país", "estado", "nación", etc. con estas expresiones vulgarmente se aluden a los gobiernos exclusivamente. Lo que sucede aun cuando se utilice el nombre específico de un determinado país. Así, cuando la gente dice cosas como por ejemplo "Francia arribó a un acuerdo comercial con Alemania", lo que en realidad se está queriendo decir es que "El gobierno francés llegó a un acuerdo comercial con el gobierno alemán" que -por otra parte- designa correctamente el hecho real enunciarlo de este último modo. Formularlo así deja abierta la posibilidad a pensar que, tanto el pueblo alemán como el francés podrían -en realidad- estar en contra del mentado "acuerdo" entre sus dos gobiernos (cuestión que -por lo general- se da con harta frecuencia).
Es crucial en este último sentido que la propiedad privada pertenezca al pueblo y no al estado-nación.
Tanto desde el relativismo epistemológico (que tan bien refutara Ludwig von Mises) como desde el constructivismo (hecho trizas a su turno por el Premio Nobel, Friedrich A. von Hayek) se quieren relativizar los hallazgos notables de la Escuela Austriaca de Economía, parte de los cuales consisten en lo que hemos venido enumerando en los párrafos precedentes. Pero el mérito de esta escuela ha residido justamente en dar por tierra con los sofismas relativistas y de la pléyade de ingenieros sociales que pueblan las cátedras y gobiernos del mundo.
Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina

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jueves, 5 de febrero de 2015

GABRIEL S. BORAGINA, CAMINO AL INTERVENCIONISMO

A menudo solemos recibir burlas e ironías de diferente calibre por parte de los anticapitalistas a raíz de nuestra defensa del capitalismo como el mejor sistema económico conocido hasta la fecha. Una de esas ironías frecuentes que nos dirigen, es la de patrocinar al capitalismo como "panacea". 
La acusación es falsa, por cuanto no proponemos "panaceas". Recomendamos realidades. En nuestra opinión, quienes formulan panaceas que no se ajustan al mundo real son aquellos que sugieren "sistemas mixtos" o "intermedios". 
Esto es lo verdaderamente utópico. El capitalismo es realista. No tiene nada de utópico. Porque los modelos "mixtos" o intervencionistas son los que se vienen aplicando desde principios de la tercera década del siglo XX, y esta fue la causa en que desembocaran en el fascismo y el nazismo. 
Precisamente los gobiernos y sus intelectuales, en sus esfuerzos por no caer bajo las garras del comunismo (que en aquel entonces amenazaba con expandirse), comenzaron a efectuar concesiones al socialismo, pensando que de dicha manera "evitarían" hundirse dentro de la órbita comunista soviética. 
Los políticos europeos especularon que agregando "un poco" de socialismo al capitalismo se "sortearía" el comunismo. Sucedió así que, sobre todo en Europa, se iniciaron los procesos intervencionistas o de "economía mixta" que intentaron "combinar" socialismo y capitalismo. Fueron estas torpes tentativas las que convergieron en los fenómenos del fascismo y el nazismo, de los cuales costó una trágica guerra mundial salir. Lo que demuestra el fracaso de la "panacea" socialdemócrata y su mecanismo "intermedio", "híbrido", "intervencionista" o "mixto".
Finalizada la segunda guerra, los países europeos comenzaron la tarea de reconstrucción, adoptando muy tibia y parcialmente algunos principios básicos de la economía capitalista: liberación de precios y salarios, reducción de impuestos y gasto público, fortalecimiento de la propiedad privada y otras pocas mas. Estas escasas medidas capitalistas, que se tomaron en forma meramente incipiente y por corto tiempo, produjeron un resultado espectacular, lo que se dio en llamar "el milagro alemán" consistente en el asombroso y meteórico restablecimiento de esa nación vencida y devastada por la guerra, pero que -como una onda expansiva- también favoreció a los demás países que habían estado involucrados en la contienda bélica. No cuesta mucho imaginar que si el capitalismo hubiera sido mayor en esa época, y practicado con mucha más intensidad, Europa sería hoy una potencia mundial a la par de los EEUU, o quizás por encima de estos.
Lamentablemente, el proceso no se sostuvo en el tiempo, no porque "fracasara" económicamente, sino por cuestiones políticas, en virtud de la llamada "guerra fría" entre el bloque soviético y las demás potencias occidentales, con lo que nuevamente se fueron abandonando otra vez -y una a una- las pautas económicas pro-capitalistas que llevaron a la maravillosa recuperación europea, y se volvió al intervencionismo socialdemócrata. No obstante, el crecimiento económico de la posguerra bajo el paraguas de un capitalismo incipiente y escaso, mantiene hoy a Europa -en términos generales- con un aceptable nivel de vida en relación a Sudamérica, África y Asia, (con las posibles excepciones de Japón y Hong Kong).
Dado que la mayoría de las economías mundiales contemporáneas son del tipo "mixto" o "híbrido", si a algo corresponde atribuir el estancamiento y las crisis económicas actuales es -sin lugar a dudas- a que hay más países en donde la parte socialista de sus economías es mayor que la parte capitalista de las mismas. Es decir, que el tan elogiado sistema "mixto", "intermedio" o "híbrido" no lo es en absoluto en fracciones iguales, sino en proporciones diferentes, en el que la parte mayor se la llevan los patrones económicos socialistas por encima de los capitalistas. Son pues -en el balance final- mas socialistas que capitalistas, y esta es la razón de sus crisis, pobreza, desempleo, etc. aunque curiosamente -fruto de la ignorancia económica general- tanto los políticos como sus "intelectuales" (que les hacen de "soporte logístico") culpan a voz en cuello al capitalismo de todos los males del universo. Y esto resulta asimismo observable -aunque en una medida menor- en los EE.UU.
El anticapitalista nos dice que "hay que darle de comer al pobre". Pero pasa por alto que si le damos de comer al pobre un lunes, nos pedirá un nuevo plato el martes....dos el miércoles...tres el jueves, cuatro el viernes...etc. y además más variados. Si el primer plato que le ofrecimos fue de arroz, a los pocos días, semanas o meses nos pedirá caviar con champagne. No nos pedirá que le "capacitemos" como dicen los estatistas. Nos pedirá que lo continuemos alimentando. Quien haya conocido la pobreza bien lo sabe. Pero lo más patético de esto, es que no he sabido de un solo caso de siquiera un anticapitalista que le diera de comer a un pobre o le proporcionara albergue en su casa o su abrigo en invierno. El estatista, cuando exclama "indignado" que "hay que alimentar al pobre", jamás se está refiriendo a algo que haya de hacer él (ni por sí mismo ni por otros), ni de su bolsillo, sino que alude a algo que -da por sentado- el gobierno "debe obligar" a hacer a todos, menos, por supuesto, al estatista que hace tal exhortación. Apunta siempre a los bolsillos ajenos, jamás a los suyos.
El estatista contesta que "hay que darle de comer al pobre, pero exigirle resultados". Aunque suene a chiste un anticapitalista me lo dijo seriamente. Parece mentira que -además de todo lo anterior- "no se den cuenta" que si simplemente "damos de comer" sin nada a cambio, no podremos "exigirle resultados" a nadie. Por el contrario, seremos exigidos por el "gratuitamente" alimentado, a fin de que le sigamos alimentando. Pero nada de esto sería objetable si alguno de ellos quisiera voluntariamente darle de comer al hambriento. Lo que sucede es que lo anterior no es lo que los anticapitalistas proponen. Ellos ambicionan que el gobierno les quite por la fuerza y la violencia a unos (no a ellos mismos) para darles parte (o todo) del botín a otros (entre los que a veces los mismos anticapitalistas se incluyen).
Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina

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lunes, 26 de mayo de 2014

RICARDO VALENZUELA, EL VIEJO TRUCO DE LA REDISTRIBUCION II, REFLEXIONES LIBERTARIAS

“A los hombres se les ha enseñado que la mayor virtud no es crear, sino dar. Pero no se puede dar lo que no se ha creado.” Ayn Rand
En la ciudad de Mexicali BC, desde hace  años se viene desarrollando un fenómeno interesante. Un grupo de graduados del Tecnológico de Monterrey, mi Alma Mater, han tomado control del timón del estado logrando excelentes resultados en áreas como la política y desarrollo económico. El grupo ya ha producido dos gobernadores y, durante más de 25 años, galantemente han enfrentado al partido de gobierno manteniendo las riendas políticas en manos de un PAN, con muchos tintes liberales.

Uno de ellos, mi buen amigo, Felizardo Verdugo, me dirige un comunicado expresando la inquietud que entre ellos ha causado la publicación económica de moda: “El Capital en el Siglo XXI”, obra magna del nuevo astro de los intervencionistas, Thomas Piketty, y me honra solicitando mis comentarios.

Puntos definidos por mis amigos:

1)     Piketty tiene razón en su señalamiento de la concentración de capital y las desigualdades.

Efectivamente Piketty tiene razón al dibujar ese cuadro. Sin embargo, es igualmente importante identificar las causas de este fenómeno antes de invitar a la piñata. Si pensamos en países como México, nos daremos cuenta que la extrema riqueza y la vergonzante pobreza, son consecuencias ligadas directamente a las políticas gubernamentales desde el nacimiento del país en 1821. Los mayores fabricantes de pobreza a nivel mundial, son los gobiernos.

Ahora, si dirigimos la mirada a países ricos y desarrollados, podremos observar que, en sistemas económicos que todavía guardan ciertos tintes de libertad, los ricos son más ricos y se multiplican, los pobres son menos pobres y su nivel de vida en otros países los ubicaría en la clase media.

2)    La solución de Piketty es el viejo truco de la redistribución a base de saquear a los ricos con impuestos draconianos.

No tendremos que viajar largas distancias para darnos cuenta que, su receta es Keynesiana, nada novedosa y con tintes socialistas que tanto se han aplicado en Europa, para enviar el continente a la sala de emergencia a manos del FMI. Ahora, ¿el capital es más redituable en manos de entrepreneurs (empresarios libres, temerarios, sin ligas con los gobiernos), o en manos de gobiernos ineptos y corruptos? Un empresario como Steve Wynn combate más efectivamente la pobreza con sus millonarias inversiones creando empleos y, sobre todo, formando capital. Un entrepreneur con fortuna en billones de dólares, no mantiene sus billones estacionados en el closet de su casa, no, sus remanentes de capital van a circular por los mercados financieros apoyando el desarrollo. Eso es riqueza real cubierta con el sudor del trabajo, mientras que los gobiernos pretenden crearla a base de emisiones fraudulentas de dinero que, a largo plazo, empobrecerán a todos.

3)    Bill Gates y Warren Buffett regalan sus fortunas mientras que Carlos Slim argumenta la suya produce más bienestar invertida por el mismo.

Mi amigo Felizardo aquí me está tirando una bola ensalivada. Hace algunos años alguien le preguntaba al filosofo liberal David Kelley ¿Quién ha hecho mas bien por la humanidad, la Madre Theresa o Mike Milken? Milken es el odiado entrepreneur que revolucionó los mercados financieros mundiales en los años 80, con su invento de los bonos chatarra creando infinidad de empresas como CNN y, sobre todo, con sus fórmulas financieras provocó una depuración del mundo corporativo en EU. Milken amasó una fortuna incalculable y, finalmente, cortesía de sus enemigos, tuvo que ir a prisión.

Pero Kelley sin titubear responde; “Por supuesto que Mike Milken. El fue un creador de riqueza y capital, mientras que la madre Theresa se dedicó a repartir lo que alguien mas había creado. Para que existan las madres Theresas, primero deben existir los Milkens”.

4)    La receta de Piketty sería filantropía obligatoria para los ricos.

La filantropía es humanidad porque es voluntaria. Al momento que la “filantropía” se convierte en obligación activada por la coerción de los gobiernos, invadimos el mundo de la tiranía de las buenas intenciones, o, tal vez no tan buenas. Lo afirmaba Buchanan en su teoría del “Public Choice”, no hay buenas intenciones en los mortales abrazos de los gobiernos. Lo que políticos y burócratas buscan activando la coerción de los gobiernos, es simplemente acrecentar su poder dentro de esos gobiernos cada día más obesos disparando, a diestra y siniestra, leyes, mandatos, regulaciones y, en especial, impuestos para saciar su voracidad.

Si un gobierno decide redistribuir la riqueza, explícitamente afirma que la riqueza es suya para disponer. Nadie, que yo sepa, ha diferenciado esta propuesta del principio básico del comunismo. Ahora, dirijamos la mirada hacia los pasajes de la historia y nos daremos cuenta que, cualquier movimiento social que inicia redistribuyendo ingresos, termina cubriendo a los pueblos con miseria y sufrimiento.

5)    La transferencia y redistribución tendría que ser manejada por los gobiernos.

En estos momentos tocamos el problema fundamental ¿Cuándo hemos atestiguado alguna actividad que los gobiernos desarrollen con eficiencia? En nuestro continente tenemos los casos más patéticos; Cuba y Venezuela. Hay antecedentes históricos que nos muestran la situación de ambos países antes que los tiranos los apresaran en sus garras. Mi padre, a su regreso de Europa en los años 30, por invitación del embajador cubano en Bélgica, hizo una escala en Cuba de dos semanas, y afirmaba no haber encontrado diferencias entre Cuba y los países de Europa.

En Venezuela tuvo la misma experiencia cuando, a principio de los años 80, fuéramos a visitar a su compañero en la Universidad de Bruselas, don Julio Báez. Era tal la impresión de mi padre ante el avance venezolano que don Julio le decía; “Ya ves catire, te hubieras venido conmigo cuando, al graduarnos, te invité para abrir un despacho aquí en Caracas.”

6)    En países ineptos y corruptos, tal vez la formula no funcione.

Mi querido amigo, al 99% de los gobiernos del mundo son eso, ineficientes y corruptos ¿Cómo se puede calificar un gobierno que endeuda al país en mas del 100% de su PIB? ¿Un gobierno que, en su contabilidad tiene extraviada una partida de $40 billones de dólares? ¿Un gobierno que permite que las mafias políticas y sindicales saqueen una empresa como Pemex? Es hora de arrendar los gobiernos a su única responsabilidad original; Proteger vida, libertad, propiedad y el cumplimiento de los contratos, no darles mas avenidas para continuar sus saqueos.

El Sr Piketty simplemente quiere castigar a los que producen para mantener a los que no producen y no entiende lo afirmado por Thomas Sowell; “La primera lección en economía es la escasez: Nunca hay lo suficiente para satisfacer la demanda. La primera lección en política, es ignorar la primera lección de economía”

Ricardo Valenzuela
chero13704@gmail.com
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martes, 10 de diciembre de 2013

GABRIEL S. BORAGINA, EL INTERVENCIONISMO DEL ESTADO

Resulta prácticamente muy difícil encontrar personas que no estén de acuerdo con el intervencionismo, que el Dr. C. Sabino define de la siguiente manera: "intervención estatal. Acción de los gobiernos que tiene por objeto afectar la actividad económica. El término es lo suficientemente amplio para incluir tanto la regulación y control de los mercados como la participación directa en la actividad económica."[1]
Este intervencionismo se ha querido justificar desde distintos ángulos y diferentes puntos de vista, de algunos de los cuales pasaremos rápida revista. Uno de ellos es el de su "necesidad" para la provisión de bienes públicos:
"En otros términos, el bien público constituye el argumento central del intervencionismo estatal, ya que en esta línea argumental, el gobierno produciría la cantidad óptima del bien en cuestión que sería financiado por todos a través de impuestos con lo cual se internalizaría la externalidad y no habría free-riders ni costos ni beneficios externos sin internalizar. Tal vez el resumen más claro de esta posición esté expresado por Marcun Olson quien sostiene que “Un estado es, ante todo, una organización que provee de bienes públicos a sus miembros, los ciudadanos”. [2]
Pero, el mismo profesor señala que:
"Las externalidades positivas y negativas se internalizarán o no en el proceso de mercado según sean los gustos y las preferencias del momento y, en su caso, según los costos involucrados pero en modo alguno pueden considerarse “fallas de mercado”. Sin embargo, el intervencionismo gubernamental constituye una falla (o una tragedia para utilizar la expresión de Garret Hardin) al recurrir a la fuerza para internalizar aquello que, tomados todos los elementos disponibles en cuenta, se considera no internalizable al tiempo que se distorsionan los precios relativos con lo que, según el grado de intervención, se obstaculiza o imposibilita la asignación eficiente de recursos."[3]
Ciertos autores consideran que la globalización es una suerte de barrera contra el intervencionismo:
"Otro resultado de la expansión de la división internacional del trabajo — llamada globalización — es que los estados participantes y sus políticas son controlados cada vez más por la competencia internacional. Debido a esta competencia, pierden parte del poder sobre sus ciudadanos, y el intervencionismo estatal debe ceder."[4]
Ciertamente, apuntamos a esta cita, que no resulta simple hacer ceder a los gobiernos su intervencionismo. De allí, las trabas que normalmente han impuesto y siguen imponiendo al comercio internacional único medio este por el cual esa división internacional del trabajo podría encauzarse. Frente a la división internacional del trabajo no con menor vigor los estatistas le oponen sus barreras proteccionistas.
El Dr. Mansueti analiza este tema desde otro ángulo diferente intentando una clasificación. Para él:
"una clasificación aproximada (no perfecta) de los sistemas de Economía Política sería así: ...De centro, el intervencionismo distributivo (Welfare State), por la igualdad a través el voto. Es el de las “Terceras Vías”: socialismo democrático, socialismo cristiano, y populismo.
– De derecha es sin duda el sistema de mercado; pero hay tres modelos distintos: el intervencionismo de privilegios corporativos (“crony capitalism” o mercantilismo); el capitalismo liberal, de gobierno limitado, que es de derecha porque busca la libertad dentro del orden; y el anarcocapitalismo, que resulta la verdadera “extrema” derecha."[5]
La clasificación ensayada por el Dr. Mansueti, si bien es bastante original, nos ofrece algunas dudas que no es del caso tratar aquí de momento. La citamos sólo con fines expositivos.
Más adelante certeramente añade:
"Es un principio general: si el Estado se entromete en una actividad privada cualquiera, es para imponer opiniones y reglas a sus protegidos, y a cambio conferirles ventajas frente a sus competidores. Así es en las cuatro actividades vistas hasta aquí –economía, prensa, educación y atención médica–; y la política no es una excepción. El intervencionismo estatal es un atentado contra la libertad: no debe ser."[6]
Estamos de acuerdo con esta última observación.
Un importante partidario del intervencionismo como K. R. Popper debe, sin embargo, reconocer que: "la intervención económica, aun me­diante los métodos graduales aquí defendidos, tiende a acrecentar el poder del Estado. Se desprende, pues, que el intervencionismo es en extremo peligroso. Esto no constituye, sin embargo, un argumento decisivo en su contra, pues el poder del Estado, pese a su peligrosidad, sigue siendo un mal necesario. Pero debe servir como advertencia de que si descuidamos por un momento nuestra vigilancia y no fortalecemos nuestras instituciones democráticas, dándole, en cambio, cada vez más poder al Estado mediante la "planificación" intervencionista, podrá sucedemos que perdamos nuestra libertad. Y si se pierde la libertad, se pierde todo, incluida la «planificación». En efecto, ¿por qué habrán de llevarse a cabo los planes para el bienestar del pueblo si el pueblo carece de facultades para hacerlos cumplir? La seguridad sólo puede estar segura lujo el imperio de la libertad."[7]
Lamentablemente los temores de K. R. Popper se vieron cumplidos en la mayor parte de los países del mundo. Sucede que parece no haber advertido (al menos en la obra de la cual tomamos esta cita) que el poder tiende a su propia expansión tanto en el tiempo como en el espacio. Mucho antes de K. R. Popper Lord Acton ya exclamaba que el "El poder tiende a corromper. El poder absoluto corrompe absolutamente". Fue Acton quien demostró tener razón.
Hoy vivimos épocas de intervencionismo extremo, particularmente en Latinoamérica donde ha adoptado la forma de populismo en varios países como Argentina, Venezuela, Ecuador y Bolivia.

[1] Carlos Sabino, Diccionario de Economía y Finanzas, Ed. Panapo, Caracas. Venezuela, 1991. Voz respectiva.

[2] Alberto Benegas Lynch (h), "Bienes públicos, externalidades y los free-riders: el argumento reconsiderado". Exposición ante la Academia Nacional de Ciencias. Noviembre 28 de 1997. Pág. 3

[3] Alberto Benegas Lynch (h), "Bienes...." Óp. Cit. Pág. 13.

[4] Hubertus Müller-Groeling-"La Dimensión Social de la Política Liberal"-Publicado por Fundación Friedrich Naumann (FFN)-Oficina Regional América Latina. pág. 18

[5] Alberto Mansueti. Las leyes malas (y el camino de salida). Guatemala, octubre de 2009, pág. 258.
[6] Mansueti A. Las leyes....ob. cit. pág. 310

[7] Karl R. Popper. La sociedad abierta y sus enemigos. Paidos. Surcos 20. Pag. 345

Gabriel S. Boragina
gabriel.boragina@gmail.com

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martes, 12 de noviembre de 2013

GABRIEL S. BORAGINA, EL "ESTADO DE BIENESTAR"

El intervencionismo estatal ha venido adoptando, en modo creciente, muchísimas formas y medios de implementarse a través de las épocas, pero, sin lugar a dudas, una de las más populares -o quizás la más popular de todas- es el llamado "estado de bienestar" o también "estado benefactor", modelo intervencionista al que aspira llegar la mayoría de los gobiernos del mundo, sino todos.
Uno de los Padres Fundadores de los EEUU -Thomas Jefferson- consideraba que este tipo de intervencionismo era contrario a la Constitución que se estaba gestando:
"Muy posteriormente, algunos de los personajes clave que apoyaron el New Deal también reconocieron que la emergencia del estado de bienestar era inconstitucional. Incluso, en 1935, Franklin Roosevelt escribió al presidente del House Ways and Means Committee diciendo que esperaba que el Comité no tenga dudas, que admite son razonables, sobre la constitucionalidad para bloquear la legislación sugerida. En el mismo sentido, uno de los principales arquitectos del New Deal, Rexford Guy Tugwell, en 1968 observó: “Para extender esas políticas del New Deal, hubieron muchas interpretaciones de un documento (i.e., la Constitución) orientadas a prevenirlas”.[1]
El "estado de bienestar" crea un sin fin de efectos contrarios a los objetivos que los teóricos de dicho "estado" dicen querer obtener, y las consecuencias de su aplicación empeora la condición de las personas a las que con la misma se procuraba "beneficiar":
"Kochan muestra que la seguridad social, beneficios por desempleo, subsidios corporativos, subsidios agrícolas, vivienda pública e innumerables manifestaciones del estado de bienestar son todas transferencias coercitivas que imponen un impuesto sobre los contribuyentes. Inclusive, muchos de los beneficiarios no son pobres ni necesitados, pero han aprendido a jugar el juego político suficientemente bien para obtener grandes montos del gobierno. Esto no sólo afecta la libertad individual, sino que también incrementa el número de problemas burocráticos. Los programas del gobierno crean dependencia, defectuosos incentivos y son demasiado amplios y generalizados para asignar recursos efectivamente. Lastiman más de lo que ayudan."[2]
Aun cuando en el muy corto plazo pueden "beneficiar" a un escaso número de personas, los incentivos que crean en estas, forjan en esas mismas personas (y en muchas otras) una demanda constante y –sobre todo- creciente por mas y mayores prebendas y privilegios y -con el tiempo- en cantidades y calidades cada vez mayores.
"El desarrollo del “estado de bienestar” implicó que el estado asumiera funciones que hasta el momento eran realizadas por individuos y asociaciones voluntarias. El gobierno fue adquiriendo mayores funciones en cuestiones tales como la salud, la educación y la ayuda a los más necesitados, y en consecuencia, para financiar estas funciones debió incrementar los niveles impositivos. Tomando como acontecimiento clave el New Deal lanzado por Franklin Delano Roosevelt en 1932, el estado no cesó de entrometerse en un ámbito predominantemente privado, desligando a los ciudadanos de su responsabilidad por los menos afortunados. Como hemos dicho incluso algunos de los personajes clave que apoyaron el New Deal reconocieron la inconstitucionalidad del “estado de bienestar” ya que violaba los estrictos límites que la Constitución había puesto a la injerencia del gobierno en la vida de los individuos y ya hemos citado el propio reconocimiento del Presidente Roosevelt en este sentido."[3]
Pero esta lamentable situación no se limitó, ni mucho menos, a los EEUU, sino que –posteriormente, con el tiempo- cada vez más cantidad de gobiernos, de diferentes puntos del orbe, quisieron imitar el "modelo" norteamericano de Roosevelt, ya que fundamentalmente permitía a esos gobiernos hacerse de mayores recursos económicos para controlarlos en forma cada vez más arbitraria.
"La popularidad de la teoría socialista fue borrando lentamente aquel concepto originario de la ambición como motor de la sociedad y comenzó a predominar en la percepción de los habitantes otro por el cual el “egoísmo individual y empresario” afectaba negativamente los intereses de la nación. Gradualmente, se fue gestando el caldo de cultivo que permitiera obtener el consenso político para la profundización del “estado de bienestar”. Dice Ralph Raimi que las palabras “caridad” y “generosidad”, características de la beneficencia privada, fueron reemplazadas por otras tales como “programas federales”, “fondos federales” y “ayuda”, utilizadas por quienes están en el “negocio” de ayudar gente con fondos públicos."[4]
Hubo pues un trastrocamiento de los valores morales que el intervencionismo que comentamos ocasionó. El "estado de bienestar" comenzó a originar un "ejercito" cada vez más grande de menesterosos mendicantes ansiosos de vivir todos "a costilla" del "estado providencia", todos ellos con la expectativa de recibir oportunamente su dádiva de cada día.
Con todo, la situación en los EEUU no parece ser peor que en la del resto del mundo:
"A pesar de los profundos desincentivos generados por la emergencia del “estado de bienestar”, la actividad benéfica en los Estados Unidos continúa siendo sorprendentemente superior a la del resto del mundo, lo cual evidencia el profundo arraigo de estas prácticas en el espíritu de la población debido al clima de libertad y correlativa responsabilidad que aún prevalece. Un cuadro elaborado por Mario Roitter muestra la preeminencia de la beneficencia que aún conservan los Estados Unidos en este tema respecto a otros países, asignando un 2.2% de su Producto Bruto Interno y 490.6 dólares per capita anuales a este tipo de actividades."[5]
Por supuesto que el "estado de bienestar", además de todos los efectos negativos que promueve y desencadena, es una fuente constante y permanente de la corrupción mas atroz. Esto es lo que sucede en países subdesarrollados como Argentina con los Kirchner, Bolivia con Evo Morales, Ecuador con Correa, la Venezuela del comunismo castrochavista, Nicaragua sandinista y otras naciones del continente americano y también europeo.

[1] Alberto Benegas Lynch (h) – Martin Krause. En defensa de los más necesitados. Editorial Atlántida. Buenos Aires, pág. 259.
[2] Benegas Lynch (h) y Krause. En defensa....Ob. Cit. Pág. 259 y 260
[3] Benegas Lynch (h) y Krause. En defensa....Ob. Cit. Pág. 282
[4] Benegas Lynch (h) y Krause. En defensa....Ob. Cit. Pág. 282 y 283
[5] Benegas Lynch (h) y Krause. En defensa....Ob. Cit. Pág. 287 y 288.

Gabriel S. Boragina   

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