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domingo, 29 de marzo de 2015

CARLOS ROMERO SÁNCHEZ, ¿“CASTROCHAVISMO” O COMUNISMO? DESDE COLOMBIA,

 “En lo concerniente a la orientación de la cultura nacional, el papel dirigente le corresponde a la ideología comunista; debemos propagar activamente el socialismo y el comunismo entre la clase obrera y educar de forma adecuada y metódica al campesinado y demás sectores de masas en el socialismo.” (Mao Tse Tung, Sobre la nueva democracia, en Obras Completas, vol. 2, Ediciones en lenguas extranjeras, 1968, p. 394).  

“Entre las orientaciones impartidas por el Comité Ejecutivo Central [del MOIR] se destacó la de no limitar la campaña educativa a los textos de Marx y Engels, sino ampliarla y sustentarla con los acopios posteriores de sus principales discípulos, Lenin, Stalin y Mao. Recomendación pertinente, pues se trata es de remarcar la trascendencia del marxismo.” (Francisco Mosquera Sánchez, La vigencia histórica del marxismo, en Resistencia civil, Tribuna Roja, 1995, p. 91).   

En la permanente reingeniería social impulsada por la izquierda –no hablo de extrema izquierda pues de suyo la izquierda es extrema, por lo menos acá en Colombia, y, por tanto, decir extrema izquierda es un pleonasmo- la manipulación política del lenguaje para enmascarar la realidad ha sido una de las múltiples formas de lucha incruentas con que se han servido los izquierdistas para destruir la cultura Occidental y así allanar el camino hacia la “construcción” de la “nueva sociedad” que se realizará en total plenitud en el comunismo, objetivo final del Foro Social Mundial, del Foro de Sao Paulo y sus aliados.

Este enmascaramiento del lenguaje ha tenido tanta popularidad que es frecuente hallarlo en estudios académicos, en artículos de prensa, en libros de historia y en labios de generadores de opinión que sin ningún vínculo con el movimiento marxista ayudan, sin querer queriendo, al profuso éxito cultural de la izquierda.

 A esta subversión del lenguaje, vieja forma de lucha marxista, recientemente la ha puesto de relieve Viviana Padelin en su artículo Políticamente correcto: el lenguaje del neocomunismo. (Ver http://www.periodismosinfronteras.org/11846.html). 

Al respecto, la periodista uruguaya subraya el temor de la “oposición” de llamar comunismo al peligro que planea sobre el continente americano. En vez de ello utilizan circunloquios como “populismo”, “gobierno corrupto”, “régimen de Maduro”, “dictadura de Maduro” o “modelo chavista”. A esa subversión izquierdista del lenguaje se ha sumado un sector del coro “opositor” para entonar con potencia, cuales tenores wagnerianos, el eufemismo “castrochavismo” para señalar a los regímenes reinantes en Cuba, Venezuela, Ecuador, Nicaragua y demás lacayos del Foro de Sao Paulo, principal liga comunista contra la democracia, el cristianismo y el capitalismo en América.

Preguntémonos: ¿Fidel Castro, Lula da Silva, Evo Morales, Rafael Correa, Nicolás Maduro, Hugo Chávez, Daniel Ortega, el Foro de Sao Paulo han dicho, escrito o hecho que impulsan o están construyendo el… “castrochavismo”? Dejemos que los socialistas del siglo XXI respondan a tan imbricada cuestión y así sabremos con certeza si la oposición afina o desafina en su aria. Las negrillas son nuestras.

         En Cuba, tras la toma del poder por Fidel Castro en sus primeras arengas rechazaba que su gobierno fuese de corte comunista, empero su presunta negativa de aceptar que desde su juventud había abrazado el marxismo-leninismo obedecía a una jugada estratégica que buscaba apaciguar las sospechas que recaían sobre él para así consolidar el poder, como efectivamente sucedió. El dictador lo reitera en una rueda de prensa donde reafirma que desde sus épocas de estudiante, y durante la conformación del Movimiento 26 de Julio, ya era un ferviente y convencido marxista-leninista (Ver: https://www.youtube.com/watch?v=deDqWUxwtEA). Hasta el día de hoy esa ha sido la ideología que profesa y defiende Fidel Castro y su comitiva del Partido Comunista de Cuba. No en vano se llama Partido Comunista y no Partido “castrochavista”.

Mucho antes de la instauración del comunismo en Cuba el Kremlin hizo denodados esfuerzos para poseer países satélites en suelo americano. Recordemos, por nombrar algunos casos, el 9 de abril de 1948 en Bogotá y el prosoviético Coronel Juan Jacobo Arbenz Guzmán durante los años cincuenta en Guatemala. Entonces, aceptar que la agitación marxista en América empieza en enero de 1959 con la llegada de los barbudos al poder y previo a esa fecha los diversos Partidos Comunistas americanos, y otros grupúsculos revolucionarios, han sido unas dóciles oropéndolas que respetan el Estado de derecho no tiene el más mínimo asidero en la realidad.

La toma de la isla caribeña, con la contribución determinante de marxistas camuflados de demócratas, facilitó la tarea chino-soviética de penetrar y debilitar las democracias americanas. La pretensión de acomodar el comunismo en toda América no se diluyó tras el derribamiento del Muro de Berlín. La disolución del bloque soviético –pero no del comunismo o sino pregúntele a un cubano, a un norcoreano, a un vietnamita, a un chino si el comunismo ha caído- fue una fortísima herida de la cual la izquierda lograría curarse.
Corría el año de 1990 y para limpiarse del polvo que había esparcido el Muro de Berlín el líder de Partido de los Trabajadores del Brasil, el socialista Luiz Inacio Lula da Silva emprende un viaje urgente a La Habana para reunirse con el entonces primer secretario del Partido Comunista de Cuba, Fidel Alejandro Castro Ruz, y convocan a todas las formaciones comunistas, socialistas y anticapitalistas a Sao Paulo, Brasil, para redefinir las tácticas, estrategias y/o formas de lucha para persistir en la toma del poder. De allí el nombre de Foro de Sao Paulo. 

HUGO CHÁVEZ: SOY SOCIALISTA

A los dos años el Teniente Coronel del Ejército venezolano, Hugo Rafael Chávez Frías, se alza en armas para tomar el poder en Venezuela e iniciar un traumático proceso revolucionario socialista. El intento fracasa pero el ánimo de llevar a cabo la empresa subversiva no decae. Había que emplear e instrumentalizar otras formas de lucha para tomar el poder, las urnas. Chávez y sus aliados conforman el Movimiento V República y apoyados por el Partido Comunista de Venezuela, por el Movimiento al Socialismo, entre otras agrupaciones izquierdistas, el aprendiz de dictador es elegido presidente en 1998.

Luego de cumplir dos años de prisión por su fallida aventura golpista Hugo Chávez es invitado a la isla-laogai por Fidel Castro. Allí, el 14 de diciembre de 1994, pronuncia un emocionado discurso en la Universidad de La Habana ante el dictador marxista y la plana mayor del Partido Comunista de Cuba donde afirma con voz potente, briosa y orgullosa que es la primera vez que visita Cuba pero que “en sueños a Cuba [comunista] vinimos infinidad de veces los soldados bolivarianos del Ejército venezolano que desde hace años decidimos entregarle la vida a un proyecto revolucionario, a un proyecto transformador”. Más adelante revela que desde tiempo atrás dentro de las filas de Ejército venezolano el prurito marxista –es decir, la infiltración había hecho su trabajo- ha estado presente y proclamaban que la “Cuba [comunista] es un bastión de la dignidad Latinoamericana y como tal hay que verla, y como tal hay que seguirla, y como tal hay que alimentarla”. (Ver: https://www.youtube.com/watch?v=G75tVRv2LQo).

Su admiración e inscripción al marxismo desde su juventud lo reitera en otro discurso pronunciado el 30 de enero de 2005 en Porto Alegre, Brasil, a cuentas del V Foro Social Mundial. Pavoneándose ante un auditorio de 12 mil personas cuenta: “el Vicepresidente chino me trajo un regalo, yo [Hugo Chávez] soy maoísta. Desde muchacho, desde que entré a la Academia Militar comencé a leer a Mao Tse Tung, los escritos militares, los escritos filosóficos, las tesis políticas, el libro rojo […] En fin, me hice maoísta, bolivariano, una mezcla de todo eso y así que el Vicepresidente [chino] me trajo la colección de los escritos completos de Mao Tse Tung, el gran timonel”. De esa lectura, prosigue Chávez, aprende una lección del genocida comunista: que para todo revolucionario es “imprescindible precisar bien cuáles son los amigos y cuáles son los enemigos”.

Como buen totalitario socialista Hugo Chávez ha precisado cuales son esos enemigos: el capitalismo y la democracia liberal. En esa misma alocución insiste: “Yo, cada día me convenzo más, capitalismo y socialismo, no tengo la menor duda. Es necesario […] trascender el capitalismo, pero agrego yo, el capitalismo no se va a trascender por dentro del mismo capitalismo, no. Al capitalismo hay que trascenderlo por la vía del socialismo, por esa vía es que hay que trascender el modelo capitalista, el verdadero socialismo. ¡La igualdad, la justicia¡”. Y con alusiones a reconocidos comunistas como Trotsky, che Guevara, Luis Carlos Prestes, Salvador Allende, Muammar Al-Kadhafi y Fidel Castro, grita: “¡Qué viva el che Guevara carajo¡”. Por otra parte, también menciona la felicidad que le produjo su reciente visita a Rusia para dictar una charla en el Instituto de Filosofía de Moscú. Cuenta el dictador venezolano que se hablaba de Marx y Lenin.

Su fe socialista es renovada el 20 de junio de 2005 en una ponencia sobre la Alternativa Bolivariana para las América, ALBA, proferida en el Palacio Legislativo Bicameral de Asunción, Paraguay. Vociferando que el capitalismo es el demonio y la democracia representativa es una democracia formal o falsa democracia, declara: “Yo [Hugo Chávez] soy socialista y creo en el socialismo como camino y cada día creo –con mayor firmeza- que el único camino para salir de la situación de subdesarrollo, de miseria y de atraso en que está América Latina, en que están nuestro pueblos, es el socialismo, no creo que haya otro camino.”

RAFAEL CORREA Y EL CAMINO  SOCIALISTA

Su homólogo dictatorial, Rafael Vicente Correa Delgado, tampoco se va con medias tintas y expone que la única opción para Latinoamérica es el socialismo. (Ver: http://www.telesurtv.net/news/Correa-El-socialismo-es-la-opcion-de-Latinoamerica-20140819-0070.html y http://www.dailymotion.com/video/xwjo1f_rafael-correa-define-el-socialismo-del-buen-vivir_news). Y añade que se nutre del refrito marxista de la teología de la liberación, del socialismo “tradicional” y de otros socialismos como el “andino” y el agrario mezclado con la Doctrina Social de la Iglesia. Rafael Correa considera legítimo –ojo: como estrategia- hacer alianzas con grupos cristianos siempre y cuando sean orientados hacía la revolución pues el Reino de los Cielos es de este mundo. Pronto llega la contradicción del déspota ecuatoriano al decir que del análisis marxista no toman la lucha de clases pero, a la vez, reivindica la teología de la liberación que propugna ese choque frontal. Rafael Correa y la izquierda mundial sólo desechan o ponen al final de la lista una forma de lucha: la “lucha armada”. Eso no transforma a los marxistas o a los socialistas en demócratas pues persiste, como los hechos lo constatan, la meta de destruir la actual sociedad para “construir” la sociedad carcelaria. (Ver  https://www.youtube.com/watch?v=y5VmGaOUojM).

Luego, en un programa de televisión ecuatoriano Correa Delgado ratifica por enésima vez su credo político al insistir que hay que poner “más ideología en el Ministerio de Relaciones Laborales: nosotros somos socialistas, estamos con la clase trabajadora, estamos con el trabajo humano, estamos con la supremacía del ser humano sobre el capital”. Y en el colmo del estatismo, encomia las cargas tributarias para encadenarlas a una sugerente venia al marxismo. (Ver: https://www.youtube.com/watch?annotation_id=annotation_3413862917&feature=iv&src_vid=YsTcBgyfVWY&v=kNHDCmY15Sc).

EVO MORALES Y GARCÍA LÍNERA: SOMOS MARXISTAS

Más hacia el sur nos topamos con Juan Evo Morales Ayma. De extracción humilde, tras finalizar su servicio militar se muda con su familia a Cochabamba y en el cultivo de la coca los Morales mejoran su estilo de vida. Su carrera pública inicia en el sindicalismo cocalero y minero boliviano. En 1983 Evo Morales ingresa al Sindicato Agrícola de San Francisco; en 1993 es elegido presidente del Consejo Andino de Productores de Coca y en 1994 es reconocido como el líder más destacado de la Confederación de Productores de Coca. Ya su visión del mundo estaba apresada por el marxismo. En 1997 decide lanzarse al parlamento por Izquierda Unida, una coalición revolucionaria dirigida por miembros del Partido Comunista de Bolivia, siendo elegido diputado nacional. En 1999 abandona Izquierda Unida y funda su propio grupo: Movimiento al Socialismo –han leído bien, movimiento al socialismo, no dice movimiento al… “castrochavismo”- y se presenta como candidato presidencial en el 2002 saliendo vencedor su contendor, Gonzalo Sánchez de Losada. Sin embargo, el Foro de Sao Paulo no ceja en su empeño de instalar un títere en la silla presidencial y finalmente, en 2005, Evo Morales es elegido presidente de Bolivia.

Con el firme propósito de erigir el Estado socialista –sí, el Estado socialista no el… “modelo chavista”- Morales ha impulsado un fuerte adoctrinamiento dentro de las FF.AA y en la celebración de los 188 años de independencia de Bolivia declara que “ahora tenemos unas Fuerzas Armadas nacionalistas, socialistas y antiimperialistas para defender la patria”. Como leen no hay discrepancia entre socialismo y nacionalismo: no olviden el nacionalsocialismo. En perfecta concordancia con el dictador, el Comandante en jefe de las FF.AA de Bolivia, General Edwin de la Fuente Jeria, recalca que “los militares serán adoctrinados con el principio socialista y para ser antiimperialistas y descolonizadores”. (Ver http://www.presidencia.gob.bo/fuente/noticia.php?cod=1089). 

Recientemente, durante la III Cumbre de la CELAC celebrada en enero de 2015, Evo Morales ha afirmado que Latinoamérica debe ser anticapitalista para que pueda avanzar pues el “capitalismo le hace daño a la humanidad. La región debe ser antiimperialista, anticapitalista para avanzar. Yo [Evo Morales] soy rojo, soy comunista, soy marxista. Siento que la Celac es una OEA, pero sin Estados Unidos.” (Ver: http://www.nacion.com/nacional/politica/Evo-Morales-presidente-Bolivia-anticapitalistas_0_1466453429.html).  

No es la primera vez que Morales nos dice en nuestras narices la ideología y el sistema político que está implantando en su país y el que poco a poco se ha ido apoderando de nuestras naciones. Corría abril de 2009 y sesionaba la VII cumbre del ALBA, Evo Morales pide la palabra y aprovecha la ocasión para arrojar loas a Fidel y Raúl Castro y declararse un liberticida: “Cuba ha sido expulsada [de la OEA] por ser leninista, marxista, comunista. Yo [Evo Morales] quiero decir a los miembros de la OEA, aquí, yo [Evo Morales] quiero declararme marxista, leninista, comunista, socialista y ahora que me expulsen, quiero que me expulsen de la OEA; no se puede creer que por ser marxista leninista [lo] expulsen de la OEA”. (Ver   https://www.youtube.com/watch?v=5pErBpC3tro).

Evo Morales está flanqueado por el ex terrorista Álvaro García Linera, alias ‘Qananchiri’. Vicepresidente de Bolivia desde 2005, García Linera fue cuadrillero del ejército guerrillero Tupac Katari, EGTK, banda marxista-leninista. Su extenso prontuario criminal, que le valió una condena en prisión, no ha sido óbice para escalar posiciones en el mundo político y presentarse como un intelectual. (Ver: http://eju.tv/2012/07/la-mala-memoria-de-qananchiri/).

Su convicción marxista no ha cambiado un ápice sólo han variado las tácticas, las formas de lucha para llegar al poder y perpetuarse en él. Desde la página web de la Vicepresidencia, alias ‘Qananchiri’ rehace su pasado y se dibuja como un “luchador social” que desde siempre ha “defendido” los intereses de los más “necesitados”, en especial, de los “indígenas” y, aparejado con su pretendida “lucha social”, asegura que ha buscado “conciliar” el  indigenismo con el marxismo. También aprovecha, mientras la “oposición” mira hacia otro lado, para declararse un orgulloso marxista. (Ver http://www.vicepresidencia.gob.bo/spip.php?page=expositor&id_expositor=10).

García Linera no desperdicia ocasión para expresar su incondicional amor por el comunismo y en un homenaje a la Juventud Comunista de Bolivia, organizado por él, realza a los comunistas como los primeros coequiperos en la construcción autoritaria: “Quiero saludar el acompañamiento de la Juventud Comunista, su participación militante junto al presidente Evo [Morales], junto a nuestras organizaciones sociales, junto a los movimientos sociales. Esa es la lucha real que se desenvuelve ante nuestros ojos”. Y acto seguido exige reivindicar el comunismo pues es la única esperanza planetaria. (Ver http://www.semanariovoz.com/2013/07/01/gobierno-boliviano-rinde-homenaje-a-la-juventud-comunista/). 

Su activismo no se ha quedado en palabras. Con el sello de la Vicepresidencia, ‘Qananchiri’ ha organizado y participado en seminarios y lanzamientos de libros que exaltan a Marx y al comunismo. Uno de esos seminarios ha sido bautizado con el nombre de El marxismo en América Latina: nuevos caminos al comunismo. (Ver https://www.youtube.com/watch?v=zdUZnBw-EM8).Ya). Y ha presentado el libro El sentido de la historia y las medidas geopolíticas de El Capital (Crítica a intérpretes del Manifiesto del Partido Comunista) del marxista Jorge Veraza, lanzamiento reseñado por Voz, órgano de propaganda del PCC-FARC. (Ver http://www.semanariovoz.com/2013/11/28/alvaro-garcia-linera-manifiesto-comunista-muestra-virtud-literaria-e-historica/).

Otros frecuentes invitados por García Linera han sido el comunista español Pablo Iglesias y el comunista esloveno Zlavoj Zizek.

COMUNISMO ES BARBARIE, ¿Y el PCC-FARC 

También ejecuta su parte instrumental en toda esta enorme orquestación izquierdista? Por supuesto. Aunque en otros artículos hemos remarcado, recalcado, subrayado que las FARC son PCC y militan y defienden el marxismo-leninismo, no sobra insistir sobre ello. Por otra parte, advertir la ideología del PCC-FARC no les otorga o les concede alguna ventaja política, ni relativiza su condición de cartel narcoterrorista; por el contrario: es mostrar todos los aspectos del enorme peligro que representa esa banda-partido: son una amenaza comunista que utiliza, entre otras “formas de lucha”, el terrorismo y el narcotráfico para implantar un sistema político dictatorial y genocida: el comunismo.

En 2010 sale a luz una recopilación de escritos y entrevistas titulada Notas sobre la revolución Latinoamérica de Patricio Echegaray, miembro fundador del Foro de Sao Paulo y, a la sazón, secretario general del Partido Comunista de Argentina. Sí: han leído correctamente: Partido Comunista, no se denomina Partido “modelo chavista” o Partido “castrocomunista” o algo por el estilo. En ese libro, en el que incluye un escrito reivindicando la vigencia del marxismo, el argentino recoge una entrevista que le concedió en el 2004 Luis Edgar Devia Silva, alias ‘Raúl Reyes’, miembro del comité central del PCC-FARC. Entre los diferentes temas abordados, como la construcción del “nuevo Estado” o  la “nueva Colombia” -entiéndase construcción del comunismo-, Echegaray pregunta al cabecilla criminal si así como hay alianzas con otras bandas terroristas marxistas, “¿hay también una política de alianzas hacia sectores de la izquierda política que adoptó formas de lucha dentro del campo institucional, entre ellas el Partido Comunista [Colombiano, PCC]?”. Responde alias ‘Raúl Reyes’: “Claro que sí. La propuesta es un nuevo gobierno con amplitud y participación, y obviamente incluye la izquierda no armada. Esperamos que ellos también hagan su aporte en ese proyecto que nos tendrá que incluir a todos. Porque las FARC-EP, siendo Partido Comunista [Colombiano, PCC], se alimenta de la ideología comunista. Jamás podemos excluir a los comunistas, pues sería destruirnos a nosotros mismos”.

Así es: el mismo ‘Raúl Reyes’ reitera lo que desechan tan alegremente los expositores de la hipótesis del “conflicto armado interno” y los de la “amenaza terrorista”: las FARC son Partido Comunista Colombiano y profesan el comunismo. ‘Raúl Reyes’ no afirma nada indebido, divulga lo que han emitido o escrito otros miembros del comité central del PCC-FARC como lo rubricado en 1967 por Manlio Lafont Herrera en su libro Curso sobre la resolución política del Partido Comunista de Colombia: “El Partido Comunista de Colombia, [no escribe Partido “castrochavista” de Colombia] goza en cambio de gran autoridad y tiene respaldo material sobre el cual fundamentar su política. Las FARC se encuentran bajo su dirección hegemónica [del PCC] y de parte de éstas hay una posición clara sobre el movimiento revolucionario en Colombia y el camino para lograr la unidad del pueblo”.

En sintonía con ‘Raúl Reyes’, el mal llamado “canciller” del PCC-FARC Rodrigo Granda Escobar, alias ‘Ricardo Téllez’, envía un afectuoso saludo revolucionario a sus camaradas cariocas y a Iván Pinheiro, secretario general del Partido Comunista Brasileño, por la celebración del XV Congreso del PCB, y resalta: “Los planteamientos que en sus tesis esboza el PCB alrededor de asuntos como la conquista del poder político para la clase trabajadora, el bloque de poder revolucionario del proletario cuyo propósito es la construcción del socialismo como peldaño hacia la sociedad comunista, la integración de la contrahegemonía socialista en alianza con las capas medias e intelectuales y la juventud son un compendio de ideas muy bien elaborado que compartimos y consideramos pueden ser base para forjar la necesaria estrategia común de emancipación que guíe a los revolucionarios del continente”. Y aplaude el rescate del marxismo-leninismo impulsado por el PCB. (Ver https://www.youtube.com/watch?v=pHDLbLmxJcw).

Otro de los miembros del PCC-FARC Luis Alberto Albán Urbano, alias ‘Marco León Calarcá’, nos espeta en nuestra cara, en tanto que los del “conflicto armado interno” como los de la “amenaza terrorista” persisten en la sordera voluntaria, el futuro que le espera a Colombia. Tutelado por una enorme estampa de Pedro Antonio Marín Marín, alias ‘Tirofijo’ o ‘Manuel Marulanda Vélez’, miembro del comité central del PCC-FARC, el terrorista marxista ‘Marco Calarcá’ reverencia a los organizadores de la conferencia Rosa Luxemburgo. Inicia con un epígrafe de la marxista alemana para luego yacer en el abrasador fuego de la ceguera socialista: “Compañeras y compañeros. Nuestras palabras recogen el sentimiento fariano [y del PCC] de gratitud y solidaridad. Gratitud por posibilitar la entrega de nuestro mensaje no sólo a quienes participan sino también a quienes lo oirán y leerán a través de los canales de difusión de la conferencia, en especial, la audiencia del diario Junge Welt. Y solidaridad porque nunca ha sido tan vigente y legítima la afirmación ‘socialismo o barbarie’ de Rosa Luxemburgo a cuya memoria se rinde tributo hoy”. (Ver https://www.youtube.com/watch?v=TKzFXMwWZoo). 

A esa presunta vigencia de la comunista germana también acude Hugo Chávez en una diatriba revolucionaria bramada en el auditorio Teresa Carreño de Caracas el 13 de agosto de 2005 durante la realización del XVI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes. Entre los asistentes estaban Fidel Castro, Armando Hart y el nacional-bolchevique Heinz Dieterich. El primero en hablar fue Fidel Castro. Nuevamente se declara marxista-leninista y un profundo admirador y colaborador del socialismo de la revolución bolivariana. Luego toma la palabra Hugo Chávez y comienza recomendado libros de autores marxistas, alaba a Fidel Castro, envía sus saludos a Muammar Al-Kadhafi para luego concitar a la Luxemburgo en su estruendoso y dañino sermón comunista y anticapitalista: “A estas alturas de la Historia consideramos que ahora sí tiene plena vigencia en tiempo, en tiempo y en espacio, aquel grito de Rosa Luxemburgo, aquel dilema cartesiano de Rosa Luxemburgo, inspirándose en Carlos Marx, cuando lanzó la frase: socialismo o barbarie, socialismo o barbarie”. Y en su visión apocalíptica de la próxima destrucción de la tierra, si no tomamos el camino socialista, Chávez impele a los jóvenes a hablar y a proponer el socialismo: “Por eso es que es tan urgente y por eso es que nosotros, desde Caracas, desde Venezuela, hemos hecho el llamado porque creemos que era el primer paso que había que dar, creemos que era el primer paso porque casi nadie en el mundo se ha atrevido en estos último años a hablar de socialismo, casi nadie, ¿excepciones? La Cuba revolucionaria y socialista”. Y excluido el temor “hay que salir definitivamente de las actitudes defensivas y hay que iniciar en el mundo entero una gran ofensiva hacia el socialismo, hay que decirlo en todas partes”. Así lo ordena: una ofensiva mundial hacia el socialismo, no hacia el… “castrochavismo”, no hacia el… “chavismo”, no hacia al… “régimen de Maduro”.

Y qué es el socialismo: Fidel Castro responde tajantemente: el comunismo (Ver https://www.youtube.com/watch?v=S4EuuLzzQMg).
Tras lo expuesto, sin duda ese sector opositor desafina al señalar lo inexistente: el tal… “castrochavismo”. Seamos claros: la meta absoluta de la izquierda, del Foro Social Mundial y el Foro de Sao Paulo es establecer, como lo pregonan, el comunismo.

Dicho sector de la oposición exige lo que no otorga: llamar a las cosas por su nombre. Exigen dejar la diplomacia para denunciar lo que sucede en Venezuela, pero sobresalen los eufemismos enumerados aquí para denunciar lo que sucede en Venezuela. Exigen dejar el miedo para denunciar a las FARC, pero sobresale el temor para señalar que las FARC son PCC, son comunistas y su ideología es el marxismo.

Una sugerencia que seguramente no será atendida por ese sector opositor: por favor, comiencen por ustedes: otorguen lo que exigen.

Carlos Romero
carromerillo@yahoo.es

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jueves, 19 de junio de 2014

MANUEL MALAVER, EL CASTROCHAVISMO Y EL FIN DEL “MODELO DE SIMULACIÓN DEMOCRÁTICA”

Fue pertinente y audaz la lectura que hizo el marxismo náufrago o tardío de la caída del Muro de Berlín y del colapso del comunismo entre 1989 y 1991 y que, muy apresuradamente, podría resumirse así: no más stalinismo sin anestesia como modelo ideológico, económico y político, y en cuanto a la toma del poder, renunciar a las formas de lucha violenta (guerrillas, insurrecciones, golpes de estado) y optar por participar en elecciones burguesas que podrían procurar los mismos fines, pero sin derramamiento de sangre, ni la mala imagen que generan las violaciones masivas de los derechos humanos.

En otras palabras: que el fin de la “Guerra Fría” que significó la derrota, quiebra y bancarrota del marxismo como filosofía y utopía política, establecía, también, un nuevo orden internacional cruzado con la libertad, la democracia y el estado de derecho y sobrevivir políticamente obligaba a acatarlos, al menos, en teoría.
En este orden, el populismo y el nacionalismo se prestaban idealmente para la “simulación perfecta”, pues, de un lado, permitían movilizar a las masas de electores con las mismas (o casi la mismas) estafas socialistas, y del otro, ofrecían la oportunidad de flamear las banderas anticapitalistas y antiimperialistas tan caras a los hijos de Marx.
Lo esencial, en todo caso, era crear una barcaza para naufragar sin hundirse, ponerla a navegar a la orden de todo el que quisiera abrazar el experimento y arriesgarse a un nuevo fracaso que, ahora, resultaría escandalosamente ridículo.
Hugo Chávez fue el primero de los líderes izquierdistas post “Guerra Fría” en inscribirse en la aventura, no sabemos si de la mano de quienes fueron sus mentores políticos en la cárcel de Yare, Luís Miquilena y Manuel Quijada, o por consejería de Fidel Castro en las visitas que realizó a La Habana entre 1994 y 1998.
Lo que sí es cierto es que el viejo Castro -el lobo, el zorro, el caimán Castro- no creyó jamás en que los soles del marxismo se habían apagado, y muy temprano, desde 1992, fundó y patrocinó con comunistas y socialistas latinoamericanos una organización, el Foro de Sao Paulo, que tenía como misión mantener viva la llama de la revolución, y eventualmente, reconducirla al poder.
Vale la pena reseñarlo como ironía: pero mientras en Estados Unidos, el recién electo presidente Bill Clinton, se planteaba reducir al máximo a la CIA y la “Task Force” norteamericanas, -porque desaparecido el comunismo ya no eran “tan necesarias”-, en el Caribe el caimán barbudo se relamía antes de engullir sus restos.
Hugo Chávez junto a Fidel Castro en 1994.
De ahí que, cuando Castro conoce a Chávez en diciembre de 1994, cae fascinado, delira: era el hombre que estaba esperando: es militar, dio un golpe de estado que fracasó pero le procuró un inmenso prestigio popular, podría ser presidente de un país petrolero y, lo que es más importante, sabe hablar, discursear y expeler la demagogia necesaria para barrer en cualquiera contienda electoral.
No se equivocó, y en diciembre de 1998, un Chávez que, aparentemente, había renunciado a la violencia y al golpe de Estado, y dice que acabará con las injusticias, la desigualdad, y la corrupción, e instaurará una “verdadera democracia”, participa en unas elecciones presidenciales y las gana con números apretados, pero irreprochables.
Digamos que, a partir de ahí, comienza una de las obras de simulación política más cuidadas, orquestadas y exitosas de la historia, pues si bien Chávez, de puro ególatra y narcisista, juega siempre a ser el caudillo, el profeta armado, revolucionario y redentor, en lo fundamental, no olvida que debe reivindicar su versión de la democracia (“participativa y protagónica”) y presentarse como su creador y constructor.
Sería largo -y no es el objeto de este artículo- historiar cómo se desenvolvió el modelo de “simulación democrática” durante los 14 años que Chávez permanece en el poder, pero lo que sí es cierto, es que con retrocesos, avances, desvíos, choques y tropiezos que no impiden aproximarlo al poder total o neototalitarismo, el teniente coronel jamás lo desechó, y aun en las peores contingencias, sostuvo que era unA demócrata y respetaba las reglas que, por lo menos, estaban en la Carta Magna que una constituyente le había aprobado en el 99.
Era una plataforma híbrida, donde las libertades burguesas persistían pero dejando atajos para ser violadas por un excesivo presidencialismo, pero que, en general, podían proclamarse para demostrar que había nacido un nuevo socialismo, el del “Siglo XXI”.
No fue una concesión gratuita, pues, rápidamente percibió que era una mascarada o comparsa que se prestaba a engañar a demócratas de todo cuño, ya que, aplicaba normas del estado de derecho de manera instrumental, y creaba la ilusión de que era un jefe de estado plural, al que, en algún momento, por las rendijas constitucionales que permitía, se le filtraría un aluvión de protestas, una explosión social, que concluiría desalojándolo del poder.

La gran pregunta es: ¿Por qué si el “modelo de simulación democrática” le fue tan útil a Chávez y lo sostuvo, al menos, en teoría hasta su muerte, sus sucesores, con Nicolás Maduro a la cabeza, lo echaron por la borda y se han lanzado a imponerle a los venezolanos una dictadura cívico-militar, o militar-cívico de tipo clásico, ortodoxa, de las que en la última mitad del siglo XX infestaron al Caribe, Centro y Sudamérica?

Evidentemente que, la respuesta no es otra que por el agotamiento del modelo, el cual, para los días de la muerte de Chávez, ya hacía aguas por los cuatro costados, y sostenerlo con otros mecanismos que no fueran la represión, conducía a una derrota segura cercana al suicidio.
Cuando Chávez muere, en efecto, ya la inflación traspasa el 50 por ciento, el desabastecimiento de alimentos y medicinas luce como un mal crónico, la inseguridad cobra 25 mil víctimas al año, los servicios públicos empiezan a desaparecer, y el experimento socialista, no solo ha colapsado al aparato productivo agrícola e industrial, sino también a PDVSA, que producía los dólares para soslayarlos a través de importaciones.

De modo que, pensar que el sistema se sostendría con artilugios, dando impresiones, manteniendo espacios que justificarán y activaran las protestas, era exponerse a ser arrollados en el primer empellón.
“Maduro y sus militares” tuvieron el primer anuncio de este aterrador pronóstico cuando el candidato opositor, Henrique Capriles Radonski, le aplica una derrota estrepitosa por cerca de un millón de votos en las elecciones presidenciales del 14 de abril del 2013 y su llamado a combatir el fraude en la calle encuentra respuesta en todo el país.

Capriles desmoviliza a sus seguidores a los dos días, pero fue evidente que Maduro, los militares, y los reyes detrás del trono, los dictadores Fidel y Raúl Castro de Cuba, decidieron arreciar la ofensiva, y un nuevo fraude ejecutado en las elecciones para alcaldes del 16 de diciembre del mismo año, ya es acompañado con la decisión de barrer de la calle a los que se atrevan a protestar.

Es la política que se enfrenta a las manifestaciones estudiantiles que arrancan el 12 de febrero pasado y cuyo resultado (hasta ahora) es el siguiente: 49 ciudadanos asesinados por cuerpos policiales, militares y paramilitares “por protestar”, 400 heridos, otros tantos torturados, 150 detenidos, y 1500 expedientados e inscritos en una lista de “peligrosos”.

Concomitantemente: de los tres líderes de la oposición que se pronuncian a favor de los estudiantes y denuncian que el sistema deriva hacia una dictadura manejada desde Cuba: Leopoldo López, es encarcelado y espera por una condena que se piensa pasará de 20 años, y María Corina Machado y Diego Arria son acusados de magnicidio y se les busca para que corran la misma suerte de López.

En cuanto a la otra oposición, la que se aloja en la MUD, parece que deshoja la margarita, y no termina de creer y comprender que los tiempos de la “simulación democrática” terminaron y que se confronta a la dictadura con la fuerza, con la violencia a que nos autoriza la Constitución, o perecemos.
Dicotomía, dilema, perplejidad, dudas, ser o no ser, que los líderes de la oposición deben considerar con extrema urgencia, en la vía de crear una unidad sólida, por que si no, Venezuela concluirá en una provincia cubana con libreta de racionamiento, balseros, ergástulas y paredón de fusilamiento y todo.

Manuel Malaver
manumalm912@cantv.net
@MMalaverM

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martes, 25 de marzo de 2014

MANUEL MALAVER, EL CASTROCHAVISMO NO PUDO CALLAR A MARÍA CORINA NI EN LA OEA

No pudo el castrochavismo evitar que María Corina Machado le gritara al mundo, y desde la Organización de Estados Americanos, OEA, que en Venezuela hay una dictadura y que los venezolanos son asesinados en las calles por el único delito de disentir y protestar contra un régimen que, aparte de “socialista” y militarista, ha hundido al país en la peor crisis política y económica de su historia.
Horror que, no es que no ocurriera antes de los sucesos del último mes y medio, sino que se perpetraba de manera más taimada y selectiva, y, generalmente, encubriéndolo de un manto de simulación judicial que fue una de las novedades con las que el neototalitarismo castrochavista pretendió disfrazar la dictadura militar, plebiscitaria y monocrática de siempre.
Pero si hasta llegaron al poder camuflándose de demócratas, participando en una elecciones libres y jurando que renunciaban a su condición de golpistas y violentos y respetarían la constitución en todos sus términos y principios.
Fue el primer acto de la tragedia, pues, ya en el poder, los neototalitarios iniciaron el proceso de ir anulando la constitución, de hacer nugatorios sus mandatos y de convertirla de parlamentaria en presidencialista, de civilista en militarista y de democrática en dictatorial.
Por ahí, desde luego, se llegó fácilmente a la represión, pero sin asignarla al comienzo a los cuerpos militares y policiales formales, sino transfiriéndola a los “para” que llaman colectivos, o al hampa común o la delincuencia organizada, lo cual se traducía en matanzas que contaban de hasta 200 víctimas por semana y un total anual de asesinados que, por ejemplo, el año pasado, alcanzó los 25.000.
Es decir, que lo “diferente” en la represión sangrienta desde hace mes y medio, es que militares, policías, paramilitares, hampa común y delincuencia organizada han formado filas con la dictadura castromadurista, han comenzado la danza de la muerte que, a finales del siglo XX ejecutaron en el Cáucaso y los Balcanes -y antes Stalin, Hitler, Mussolini, Mao, los Sung de Corea del Norte y los hermanos Castro de Cuba- los postcomunistas que buscaban adaptarse a un mundo que no conocían, ni comprendían.
La guerra asimetría, pues, la que surge en el caos y la anarquía más extrema, donde se pierden las fronteras de lo legal y lo ilegal, lo humano y lo inhumano, lo real y lo subrreal, lo moral y lo inmoral, y como bestias, los Milosevich de ayer, y los Cabello de hoy, jadean por sus raciones diarias de víctimas.
Un espectáculo u orgía de malhechorías donde política y narcotráfico, terrorismo y causas perdidas, fanatismo e impiedad pueden ser unas y las mismas cosas, si sirven a los intereses de las pandillas del horror involucradas.
En otras palabras, que al referirnos a Maduro, Cabello, Rodríguez Torres, Vielma Mora, Ameliach, Noguera Pietri, Quevedo y otros, no hablamos de “revolucionarios”, o “socialistas” -ni siquiera de venezolanos-, sino de carne de cuartel que pronto estarán poblando los calabozos de la justicia penal nacional e internacional.
Sicarios, por cierto, de dos de los más grandes asesinos del siglo XX, Fidel y Raúl y Castro, los dictadores octogenarios cubanos que se han hecho sentir en las matanzas venezolanas, pues, siendo los sobrevivientes de un estado fallido y forajido, de una llamada “revolución” que lleva 55 años reduciendo la isla de Cuba a escombros, han devenido en mercenarios que, por “una paga”, concurren a prestar sus cuerpos policiales y represivos para dirigir, asesorar o participar en los crímenes de lesa humanidad en que incurren otras tiranías.
En el caso venezolano, la paga suma los 125.000 barriles de petróleo diarios que se les regalan a los sátrapas para que estos, vendan sus dos terceras partes en el mercado internacional, permitiéndoles, además, triangulaciones en la reventa de productos que ellos adquieren en los mercados mundiales a precios de chatarra, y después revenden al gobierno venezolano con altísimas comisiones, y como si se hablara de bienes recién salidos de fábricas que, desde luego, los cubanos no tienen, ni conocen.
Artífices de un sistema económico y político depredador, puesto que, no solo destruyó las industrias azucarera, licorera, de servicios, de turismo y el comercio cubanos, sino que, igualmente, perpetra la razzia más extrema hacia los gobiernos de adolescentes revolucionarios tardíos que, por el embrujo ideológico, se acercan a subsidiarlos, como sucedió, primero, con Chávez, y ahora con Maduro.
En Venezuela, por ejemplo, ya puede decirse que no hay una industria petrolera, reducida PDVSA a una empresa del cuarto mundo, carcomida por accidentes, su infraestructura obsoleta, y su producción que, en sus mejores tiempos llegó a casi 4 millones de crudo diarios, reducida a poco menos que de la mitad.
Pero tampoco hay industrias, ni aparato productivo agrícola, ni servicios públicos, ni seguridad personal, ni nada parecido a una educación productiva y eficiente.
Pero al hablar de la conexión Raúl-Fidel-Chávez-Maduro, también se apuntaría a una ocupación o protectorado de la devastada, empobrecida, ruinosa, y exhausta isla a un país que hasta hace 15 años fue uno de los más ricos de América latina y en espera de superar una crisis económica para volver a colocarse entre los más país más desarrollados de la región.
Hoy vive un colapso en el abastecimiento, una escasez que se acerca al 60 por ciento en los alimentos de la cesta básicas, las farmacias y otros expendios de medinas carecen hasta del 50 por ciento de provisiones, decenas enfermos mueren a diario por la carencia de medicamentos y equipo médico quirúrgico, y servicios como el de luz eléctrica, eltransporte y la educación de evaporan en transe de desaparecer.
La inflación es otro jinete apocalíptico de la dupla hermanos Castro-Maduro, pues el año pasado se acercó al 60 por ciento anual, la paridad bolívar-dólar es de uno a 100 y la deuda externa del país hace ya tiempo que pasó de los 200.000 millones de dólares.
En otras palabras: que la Venezuela que durante 70 años del siglo XX fue uno de los principales productores de crudo del mundo, que tiene las reservas energéticas e hídricas para contar con un desarrollo creciente y sustentable, que fue exportador de materias primas agronaderas y emplazó un complejo industrial donde la pesada, mediana y pequeña industria garantizaban la autosuficiencia alimentaria, se encuentra hoy a las puertas de la marca de fábrica de todas las dictaduras socialistas: la libreta de racionamiento a la cubana que, tal como sucedió en la isla, desde hace medio siglo ha conducido al pueblo a una desnutrición, epidemias, y enfermedades que prácticamente los han convertido en una sociedad de fantasmas.
Y contra tales calamidades, ruinas, destrucción, miseria y violaciones masivas de los derechos humanos es que María Corina Machado ha gritado en la OEA que, si bien, es una multilateral que concluyó controlada por los petrodólares que Hugo Chávez repartió a granel entre muchos de sus estados miembros, es posible que haya hecho como el avestruz para no ver ni oír la tragedia venezolana, pero sin evitar que el mundo oyera el grito de María Corina Machado:
 “En Venezuela hay una dictadura”

Manuel Malaver
manumalm912@cantv.net
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martes, 18 de marzo de 2014

MANUEL MALAVER, EL CASTROCHAVISMO TERMINÓ AHOGADO EN SU SIEMBRA DE ODIO

Chávez quizá pudo soñar alguna vez que el pueblo venezolano no se levantaría en ira para tirarle en la cara el mamotreto del “Socialismo del Siglo XXI”.
Pero era que, como malabarista de la política, podía simular el colosal fracaso del modelo financiando sus ineficiencias con petrodólares, y, aplazando la llegada a la “tierra prometida” hasta que los precios del crudo se colocaran en 200 o 400 dólares el barril.

Entre tanto, dilapidaba hasta el último centavo que ingresaba al tesoro nacional en el delirio más caro y aberrante que ha conocido la historia, como fue darle respiración boca a boca a un remedo de la “Guerra Fría”, donde él reencarnaba a Lenin, Stalin, Mao y Castro juntos -y a todos cuantos quisieron destruir el capitalismo y a los Estados Unidos-, Caracas pasaba a ser la nueva Moscú, y Cuba, Nicaragua, Ecuador y Bolivia los satélites del nuevo centro de poder.
Las aventuras de los cruzados pasaron por hitos, tales fueron la guerra que Chávez y Correa casi le declararon al presidente Álvaro Uribe de Colombia, la cayapa que le montaron desde la OEA a los demócratas hondureños porque se negaron a que un chavista, Zelaya, los sacará “constitucionalmente” del poder, y por la creación de espejismos como la UNASUR y de otro esperpento llamado la CELAC.
El caso fue que “tras de este hombre a caballo” (como diría el imprescindible poeta venezolano Andrés Eloy Blanco), se fueron DOS BILLONES Y MEDIO DE DÓLARES, producto del último ciclo alcista de los precios del crudo (2004-2008), que fueron a parar a las fauces siempre hambrientas de los dictadores Raúl y Fidel Castro de Cuba, de los semidictadores Ortega de Nicaragua, Correa de Ecuador y Morales de Bolivia, y de unos comodines (Lula da Silva y Dilma Rousseff de Brasil, José Mujica de Uruguay y los esposos Kirchner de Argentina) que también entraron con gusto y saboreándose al festín.
De modo que, cuando Chávez muere -no se sabe si en La Habana o Caracas, si el 31 de diciembre del 2012, o el 5 de marzo del 2013- ya todo estaba hecho, ya todo estaba dicho: el país más rico de América latina, y que acababa de pasar por un ciclo alcista de los precios del crudo, estaba quebrado, en bancarrota, con su aparato industrial y su producción agrícola y ganadera reducidos a ruinas, y, lo que era más grave, sin reservas internacionales con que importar materias primas, comida, medicinas, servicios y bienes tecnológicos que continuaran simulando el colapso del sistema.
Es posible que Chávez, pero sobre todo los dictadores cubanos, Fidel y Raúl Castro, presintieran la tormenta que se avecinaba y que esa fuera la causa de que forzaran al comandante-presidente a inmolarse, participando en unas elecciones presidenciales, las del 7 de octubre del 2012, que si no ganaba, al menos haría un nuevo fraude electoral más camuflado y llevadero.
Lo de “inmolarse” es literal, pues el avance de la dolencia cancerosa que Chávez padecía desde hacía casi 2 años -y que la medicina cubana no pudo curar sino agravar-, no podía indicar sino que, un esfuerzo como el de su participación en una campaña electoral, le acarrearía la muerte.
Pero los cubanos hilarían más fino en otro detalle: el sucesor de Chávez sería un comisario del G-2 -y no uno de sus cofrades del Ejército-, una ficha de la más alta confiabilidad de la nomenclatura isleña, y que tenía la misión, no solo de no pasarle factura a Raúl y Fidel por la destrucción de Venezuela, sino que estuviera más bien decidido a continuar el modelo.
El “elegido” fue Nicolás Maduro, una nulidad ágrafa, muda y ciega, de nacionalidad dudosa, con poco o nada que contar sobre su militancia revolucionaria, y, sorpresivamente, elevado por Chávez al cargo de canciller a la usanza cubana: para firmar acuerdos que autorizaban Fidel y el comandante-presidente venezolano.
La tragedia, sin embargo, tendría un gran finale, uno que la convertiría en comedia, como fueron los funerales de Chávez, para los que se trasladaron de todos los rincones de Venezuela tanto como cuatro millones de empleados públicos, algunos de los cuales fueron guionados para llorar y halarse los pelos como si se les hubiera muerto un padre y que transmitiría la idea al país y al mundo de que nacía un mito, un superhéroe, un semi dios refundador de la patria, y redentor de los pobres.
Cuán larga y ancha era esta farsa y cuánto se había engañado al planeta a través de canales de noticias internacionales como CNN en español -cuyos conductores no se tomaron el trabajo de averiguar hasta dónde llegaba la verdad o la mentira-, quedó demostrado cuando 40 días después, en las elecciones presidenciales del 14 de abril, el sucesor de Chávez, elegido por los cubanos, Nicolás Maduro, resultó derrotado por el candidato opositor, Henrique Capriles Radonski, quien lo aventajó por al menos 500.000 votos.
Pero era un desastre que no iban a aceptar, ni el CNE chavista (máximo organismo electoral de cuyos 5 miembros, 4 son del partido de gobierno, y parte de la oposición venezolana y de la comunidad internacional admitían como un árbitro confiable), ni los clientes continentales de Chávez y Maduro (Cuba, Nicaragua, Ecuador, Bolivia, Brasil, Uruguay y Argentina), quienes fraguaron toda una conspiración para que el derrotado simulara un reconteo de votos que era una burla y terminara imponiéndose más como un presidente de facto, que de iure.
Atropello a la Constitución y las Leyes venezolanas que también avalaron el máximo organismo rector de la oposición, la Mesa de la Unidad Democrática, MUD, y el candidato opositor, Henrique Capriles Radonski, al acatar sin cuestionamientos otros resultados electorales fraudulentos, los de las elecciones municipales del 8 diciembre del 2013, que convirtieron al chavismo-madurismo en la mayoría política del país, y a sus candidatos en los dueños de más de 200 alcaldías (el 70 por ciento del total).
Es, de todas maneras, la última oportunidad de Maduro y el postchavismo de tenderle la mano al pueblo de Venezuela, de introducir cambios en un modelo político y económico que hacía aguas por todas partes, de plantearse un reencuentro con la oposición y todo el país e iniciar un proceso de reconciliación que implicara sacudirse la costra de fracasos piojosos que habían heredado de los cubanos, Chávez y su “Socialismo del Siglo XXI”.
Oportunidad que también desaprovecharon la MUD y Capriles, que no olfatearon la crisis terminal que comenzaba a minar al castrochavismo, el momento de torcerle el brazo y obligarlo a cambiar el rumbo de la dictadura totalitaria por la que ya navegaba Venezuela y abogan, ahora, por plegarse a un status quo con Maduro, donde, se iría avanzando, según el número de votos que tras de cada elección se le ocurriera asignarles el CNE corrupto y fraudulento.
Entre tanto, en las calles cruje el hambre, ya no hay alimentos ni medicinas, colapsan los servicios públicos, el hampa común y organizada se adueñan del territorio nacional, y la troika burocracia-PSUV-narcomilitares se enseñorean con planes para reprimir las protestas a sangre y fuego y pasar al control de los medios impresos: la última herramienta que le quedaba a la libertad de expresión.
Una atmósfera y clima de terror donde cada día resulta más difícil respirar, silencioso pero caldeado, rojo, volátil, y en el que parece que, en cualquier momento, se desatará la ira popular contra el monstruoso engaño de arrebatarle al pueblo libertad y bienestar para entronizar una dictadura totalitaria que les remodelará el cerebro, el pensamiento, el habla, los sentimientos, la historia y hasta los deseos de vivir.
Y la chispa estalló, en la ciudad de San Cristóbal, capital del Estado Táchira, la chispa estalló con manifestaciones, y Maduro y la troika, siguiendo instrucciones del G-2 cubano, salieron a desalojar a los manifestantes de las calles.
Pero sucedió lo increíble y el país y el mundo vieron con asombro cómo la que resultó desalojada fue la troika, acosada por una furia inextinguible que ahora arde por toda Venezuela.
Ya había muertos y heridos, y cualquier gobierno medianamente informado y prudente habría convocado un diálogo, pero la trioka seguía disparando, matando estudiantes, implantando la tortura, persiguiendo y encarcelando ciudadanos.
Hoy el país está desgobernado por una banda de forajidos, de civiles, militares, paramilitares y policías que ya son reos de la justicia penal internacional porque sus crímenes están documentados, con un dictador que es el jefe de una pandilla de matones cuyo único propósito es entregarle sus ruinas a dos ancianos octogenarios, los déspotas cubanos, Raúl y Fidel Castro, que, al parecer, no quieren irse a la tumba sin los despojos de Venezuela.
Manuel Malaver
@MMalaverM

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martes, 14 de enero de 2014

ALBERTO RODRÍGUEZ BARRERA, CÓMO SUPERAR UNA ENFERMEDAD DEGENERATIVA

“En las democracias el pueblo es lo supremo, pero en las oligarquías, los pocos; y, por lo tanto, decimos que estas dos formas de gobierno también son diferentes.” Aristóteles
La sociedad venezolana ha logrado sobrevivir a duras penas –sin caer en la desgracia de la sumisión castrocomunista- porque ha sido menos dependiente del gobierno, porque logró consolidar en la democracia otros centros de poder independientes de él, y que no se dejan aplastar. Antes del castrochavismo, Venezuela venía encaminada hacia el pluralismo, tanto en la sociedad como en el cuerpo político. Un pluralismo de organizaciones que buscaba concentrarse más en las funciones únicas de cada sector: negocios, escuelas, salud, valores, hábitos. Ya habíamos comenzado a “separarlas” de la política, como debe ser en los tiempos modernos.

El castrofascismo, inspirado en el pasado de fracasos todopoderosos del comunismo, lo ha querido concentrar todo en sus manos, al estilo “que nadie respire mientras pienso en qué hacer”, al estilo feudal. Su verdad única ha venido frenando la expansión coherente que exige el mundo actual: pluralismo de grupos dedicados a sus causas sectoriales específicas. Veníamos en el camino de la descentralización deseada, acorde con el desarrollo que plantea el siglo 21, y donde ninguna de las verrugas era tan desastrosa como el acaparamiento de la verruga única del castrochavismo. Creyéndose “expertos del todo”, como el totalitarismo fracasado en todas partes, recaen en el error de siempre querer centralizarlo todo: el hogar, la crianza, la educación, los negocios, los sindicatos, los medios, la salud... Todo lo cual hacían mejor las familias solas hace 100 años, al igual que las instituciones de un solo propósito, con una autonomía que no era oficial o política.

El castromadurismo no ha sabido manejar el negocio de la evolución contemporánea, y siguen la línea absolutista y monopólica que en Rusia, Alemania y Cuba demostraron ya su ineficiencia, en su afán por absorberlo todo, triturando la libertad de acción autonómica y aboliendo los avances descentralizadores. Al afincarse en la subordinación de toda la sociedad, de todas las instituciones y de todas las funciones sociales, el totalitarismo de izquierda o de derecha fracasa, y no solamente en cuanto a crear una nueva sociedad viable sino también en sus intentos de someter las más convenientes realidades del pluralismo. Ahí donde comunistas, nazis y fascistas lograron salir del “hueco” inútil, fue porque se retractaron –con una pequeña ayuda de los amigos- y devolvieron la autonomía. Y en todo ello, como lo evidencia el castrocomunismo, tanto de Chávez como de Maduro, el único éxito bien logrado ha sido la destrucción.

En el pluralismo, cada institución cumple una función específica, limitadas con un estrecho propósito que es lo que les da fortaleza. El castrofascismo, como pesadilla totalitaria, pierde eficacia al salirse de la órbita específica que le corresponde a un gobierno moderno.  Al perseguir el pasaje gratis que los lleve al control de todo, su poder se disuelve como la sal en el agua; porque la politización exacerbada olvida que en un pluralismo social lo que importa es la función, y las funciones por sector no son políticas –casi que son apolíticas-, haciendo que la efectividad social se mida por el poder de contratar, colocar, trasladar, distribuir y fijar tareas y normas de nuevas instituciones pluralistas, cosa que es algo muy diferente al viejo absolutismo.

Lo que el madurismo castrocomunista impide, deteniendo el desarrollo integral, es que los sectores activos de la sociedad venezolana multipliquen las maneras de ganarse la vida, se seguir una profesión o oficio, de contribuir, de ser productivos. La querencia de sirvientes sumisos hace que el castrofascismo regrese a lo que Marx –hace más de 120 años- escribió respecto a que el proletario trabajaba más para un amo que para una organización. Hoy el problema no son los proletarios explotados; hoy las personas en su mayoría trabajan para organizaciones, y no como sirvientes; hoy los trabajadores son más que obreros, sin amos, pese a los esfuerzos que hace el castrocomunismo.

Lo que hoy pasa no es igual a hace 100 años, cuando los objetivos políticos eran la abolición de la autonomía dentro de la sociedad y la concentración de todo en un gobierno central. Eso “peló bola” olímpicamente hace rato. La “soberanía” no está ahí. El castromadurismo se mueve en una magnífica carroza de lujo, pero es una carroza fúnebre. Buscando el poder ilimitado superan a Stalin y llegan hasta el zarismo ruso de sangre azul, cuando esa circulaba abstractamente. Y los “negocios” ya ni siquiera son como los pintados por Henry James, Dickens o Balzac.  Porque el mundo siguió andando; llegando a un pluralismo de acción por función que no admite vuelta atrás.  Hoy negocio es administración, algo que debería ser bueno para todos en la medida en que se ajusten a una función social específica.

Cuando el castromadurismo infla una burocracia colocando en nómina a sólo sus panteras rosas y eliminando a todo lo que se le oponga, creyendo que eso es “poder”, actúa como en el orden monárquico: el rey por encima del duque, el duque por encima del conde, el conde por encima del caballero y el caballero por encima del aldeano. Es decir: con un pluralismo a la antigua, sostenido por una banda hamponil asesina...

La resistencia venezolana, que hoy está en una carrera decisiva para impedir el atraso crítico que representa el castromadurismo, cuenta hoy con una gran fuerza representada por la diversidad de organizaciones pluralistas existentes y sobrevivientes en la sociedad. Este es un valioso ejército para actuar en base a las funciones por sector que requieren los venezolanos con urgencia. Pero hay que diferenciar entre sus integrantes genuinos y los bichitos que siempre merodean como sádicos. Una organización pluralista no se interesa en el gobierno ni en gobernar. No es un todo. Es un órgano de la sociedad cuyos resultados se generan “por fuera”. Su “producto” es un venezolano satisfecho, un venezolano defendido y seguro para desarrollar sus quehaceres sociales multidisciplinarios, un venezolano con hospitales y pacientes curados, un venezolano con centros educativos que le permitan poner en práctica la diversidad de saberes que aprende...

En ningún caso se trata del derecho divino a que aspira la enfermedad degenerativa que es el castrocomunismo.

Alberto Rodriguez Barrera
albrobar@gmail.com

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martes, 14 de mayo de 2013

JOSÉ LUÍS MÉNDEZ LA FUENTE, BACHELET Y LA RECETA ELECTORAL DE CHÁVEZ, CASO CHILE

La señora Michelle Bachelet anunció oficialmente, el pasado mes de Abril, su candidatura para las próximas elecciones presidenciales, con un discurso en el cual el tema central giró alrededor de las asimetrías existentes en Chile “un país que está cansado de los abusos de poder y en el que los chilenos “están cansados de no ser tomados en cuenta”. Esas desigualdades, según la expresidenta chilena, se manifiestan en el renglón económico, educativo y asistencial, entre otros.
Hasta aquí, nada sonaba extraordinariamente diferente a lo que supone la alocución de un candidato de la izquierda que se está lanzando a la reconquista del poder y que aún debe pasar por ganar las elecciones primarias de la concertación de los partidos de centro izquierda. Cuando saltó la nota inesperada del pentagrama, fue en el momento en el cual la señora Bachelet aseguró que para remediar esa exclusión social y acabar con la tremenda desigualdad que aqueja a la sociedad chilena,  pues “no hay crecimiento real si no es inclusivo”, se era necesario tener una nueva Constitución. Concretamente, la aspirante dijo que “Chile necesita una constitución nacida en democracia”, "una carta fundamental que sea producto de una discusión amplia y diversa y que recoja los cambios que el país ha vivido en la últimas décadas, una constitución sin los cerrojos ni las trabas que heredamos". Una constitución, añadió, “que sea moderna, que sea representativa, que garantice el pleno ejercicio de nuestros deberes y derechos y que sitúe la protección de las personas en un lugar fundamental".
Las palabras de la expresidenta chilena me trajeron a la memoria, sin esfuerzo alguno, la reciente historia política de nuestro país y las proclamas electorales del año 1998, del otrora candidato Chávez, vendiéndonos la idea de que un nuevo texto constitucional producto de una Asamblea Constituyente, era la panacea para todos nuestros males. Posiblemente, uno de los mayores anzuelos electorales de la historia política contemporánea que sirvió, entre otros propósitos, para que nos hicieran el cambalache de la constitución de 1961, con casi cuarenta años de vigencia, en la que se establecía un periodo presidencial de 5 años sin  reelección inmediata, por  la de 1999, que alargó la presidencia a 6 años e introdujo la reelección por un periodo; es decir, que de tener un presidente en ejercicio durante 5 años, se pasó en Venezuela a la posibilidad de tener el mismo mandatario por 12 años seguidos. 
No estamos diciendo con esto que la señora Bachelet esté copiando la receta del señor Chávez para alcanzar nuevamente la presidencia de Chile; pero no deja de llamar la atención que, una vez más en América Latina, un candidato presidencial, tal como ocurrió en Bolivia y en Ecuador, utilice el argumento de la reforma constitucional o de la asamblea constituyente dentro de su programa electoral. Aunque la precandidata chilena aún no tiene claro cuál debe ser la metodología a seguir, para ello nombró un equipo de abogados, entre quienes ya afloraron algunas diferencias al respecto,  no es de extrañar que siguiendo la exitosa fórmula de aquellos países, al final se decante, más que por una reforma del texto constitucional, por una constituyente, en la cual el referéndum popular juegue igualmente, un rol protagónico, no obstante que la Constitución chilena, al igual que ocurría con la venezolana del 61, no establezca la consulta popular para convocar un poder constituyente.
Una de las debilidades de nuestros pueblos latinoamericanos  radica en haber desarrollado una cultura de la culpa ajena o culpa del otro, que siempre es la causa de que no podamos echar para adelante y desarrollar nuestro potencial plenamente. Y cuando hablamos del otro, no necesariamente tiene que tratarse de un imperialista que nos  transformó en un enclave colonial para expoliar nuestras riquezas; puede ser un simple billete de lotería en el cual depositamos todas nuestras posibilidades de futuro  o bien ese papel escrito al que le damos el nombre de Constitución y en el  que ciframos nuestras esperanzas como país y como individuos. Creer que la Constitución es la solución de  los problemas políticos, sociales y económicos que arrastramos desde México a la Patagonia, es una ingenua ilusión de la que no hemos aprendido nada en los últimos doscientos años, pero de la que algunos políticos han sabido, sin embargo, sacar buen provecho. La prueba de ello son los veinticinco textos constituciones que ha tenido Venezuela desde 1811, o la decena, dependiendo como se haga el catálogo, que ha tenido Chile hasta ahora, por solo indicar dos casos, en comparación con la única de los EEUU, la de 1786, ciertamente con enmiendas pero aún vigente, o con Inglaterra donde la Constitución, como tal, ni siquiera existe.
Pero una cosa es cierta, independientemente del derrotero que tome, la propuesta constitucional de la candidata Bachelet va a encender muchas alarmas entre los chilenos desde ahora, hasta el momento mismo en que se efectúen los comicios presidenciales del 17 de noviembre próximo. 
Xlmlf1@gmail.com
Jesus Mendez Lafuente

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martes, 8 de mayo de 2012

ANDRÉS SIMÓN MORENO ARRECHE, LAS 7 CATEGORÍAS CHAVISTAS

Así como se considera al Socialismo del Siglo XXI un concepto inextricable, hay otro concepto robo-lucionario que sí está claro, entendido y aceptado por propios y extraños. Esa conceptualización es el Chavismo.

El Chavismo, como cualquier ‘ismo’ asociado a un liderazgo personal significa, para la Real Academia de la Lengua Española, una doctrina que se desprende del ejemplo, un sistema o método para implantar el régimen de una idea o conjunto de estas, un modo de actuación apegado a las maneras y cualidades del líder cuyo talante reproduce el colectivo como condición para pertenecer a ese ismo, e incluso se reconoce como partido político pero en su acepción bárbara: Partido para obtener provechos personales, ventajas, beneficios y lucro.

Como doctrina que se desprende del ejemplo un buen chavista debe ser, ante cualquier circunstancia y situación, un falsario capacitado para esconder su castro-comunismo desde el inicio de cualquier relación. Ese sofismo le es útil para falsificar la realidad y la historia, para engañar con imposturas, para simular una presunta convicción revolucionaria mientras disimuladamente exagera los eventos con artificiosos argumentos y prepara el golpe artero a todo aquello que le oponga argumentos en contra.

Como sistema o método para implantar un régimen, el chavista debe estar preparado para dividir y romper con todo aquello que obture la instauración del régimen. Para dividir a un país en dos bandos antagónicos (patriotas y escuálidos... chavistas y majunches...) apelando a los más bajos instintos sociales: el apartheid, el racismo, y las clasificaciones. Para romper con las tradiciones y la cultura, al aceptar al líder máximo como alfa y omega de la historia.

Como un modo de actuación apegado a las maneras y cualidades del líder, el buen chavista debe poseer un verbo incendiario, sin medida ni recato; debe agredir en vez de dialogar; tiene que utilizar los giros verbales del líder aun cuando estos sean un galimatías incomprensible, y además de todo lo anterior, debe estar convenientemente entrenado para desdecirse (de lo mismo que se desdiga su líder), para derramar profusas lágrimas falsas.  Y para ejecutar con excelencia estos modos, deberá portar siempre y en todo momento, una camisa roja, un librito de la Constitución, un rosario con crucifijo, el CD de la Lista Tascón y una banderita de Venezuela con el escudo del ‘caballito volteao’ y las 8 estrellas.

Aún con esta doctrina, sistema y modos en correcta ejecución, no es posible comprender al chavismo sí no se conocen sus 7 categorías. Son 7 clases, cada una con sus propias condiciones y cualidades de chavistas que determinan sutiles aunque profundas distinciones y los agrupan en siete géneros, cada uno de ellos con similares calañas, pelajes y castas, como suele suceder en las jaurías salvajes.

1.- Los chavistas que no saben.

Integran una facción numerosa y constituyen la base electoral de Chávez, una base tan importante como los millones de votantes fantasmas que tiene el líder oculto en los intersticios virtuales de la inextricable e inauditable data del Registro Electoral Permanente del ministerio para las elecciones, que es en lo que se ha convertido el Poder Moral en este ex-país a través de las felonías y obsecuencias de los mal llamados Rectores de su Consejo Nacional Electoral. Esta categoría de chavistas ‘no saben’ ni eso ni nada. Ni siquiera saben que son chavistas aun cuando pertenecen a la categoría. Se trata de ex- ciudadanos que dejaron de serlo al subsumirse voluntariamente al oprobioso canje de las limosnas misioneras. Ex-ciudadanos avenidos en habitantes de un territorio arrasado por el castro comunismo y en el que el Estado, omnipotente y tetra millonario, reparte migajas que los de esta categoría de chavista ‘no saben’ que son eso, migajas, pero que las aceptan por aquel decir castizo que retrata su profunda mediocridad: “Algo es algo, porque peor es nada”

2.- Los chavistas que no quieren saber.

Este clúster de chavistas está todavía muy alejado del epicentro donde se bate el chocolate espeso y recaliente de los grandes negociados con el poder, pero están un paso más cerca del líder y del proceso que los de la categoría anterior. Son los llamados chavistas de a pie que poco a poco caen en cuenta de las atrocidades y del latrocinio que se produce dentro del proceso mesmo, pero cierran ojos y oídos (la boca también) como aquellos tres monitos y en silencio se dicen a sí mismos: “Esto es mentira... Chávez no sabe nada... Esto no está ocurriendo”. En estos chavistas que no quieren saber se observan los mayores índices de agresividad contra los ciudadanos. Un ejemplo de esta categoría de chavistas la encontramos en los inicios del chavismo ( Los ‘círculos bolivarianos’) y más recientemente en ‘colectivos’ armados y violentos, como el ‘Colectivo La Piedrita’ del Comandante Valentín, que hace vida política y militar en la Parroquia 23 de Enero de Caracas. (Hay otros colectivos más violentos y peligrosos, como el Fuerzas Revolucionarias Bolivarianas, pero este es el más popular). Es en este segmento donde también está la mayor fuente de votantes que se pliegan al abstencionismo, pues aun cuando una gran cantidad de estos miembros alcanzan altas cotas de decepción con el proceso robo-lucionario, siguen fieles a Chávez, es decir siguen siendo chavistas ‘que no quieren saber’ de elecciones, bien por decepción, bien por desconfianza en que el CNE (el mismo del Poder Moral) a última hora le ‘robe’ votos a ‘micomandantepresidentemesmo’. Es increíble que piensen así, pero sí existen... Son los que no quieren saber de votos pero siguen creyendo en Chávez.

3.- Los chavistas que odian saber.

Los chavistas que odian saber están literalmente ‘adentro’ aunque convenientemente próximos a la periferia; Son aquellos que no piden nada específico a Chávez; tan solo que los ponga ‘donde-hay’ pero no muy lejos de las puertas de escape.  Ellos provienen del ‘saber’ que obtuvieron en los centros de enseñanza y Universidades antes de que Chávez insurgiera con su golpe fallido al Gobierno constitucional y democrático de Venezuela, allá en el lejanísimo pero muy próximo 1992. Este segmento lo integran profesionales universitarios, técnicos y empresarios de distinto cuño y valencia política que acompañaron a Chávez desde su re-inicio público por la vía democrática, mismos personajes que se han lucrado a más no poder con las facilidades y el pragmatismo que encontraron en el proceso robo-lucionario. Odian saber, pero saben que ese odio es el precio ético a pagar por los favores recibidos. Usted puede identificarlos fácilmente cuando les ve, de hace unos meses a estas fechas, de aquí para allá buscando cómo zafarse de las ligazones económicas, financieras y personales con todo aquello que los ate al régimen y sus burócratas. Son muy fácil de identificar porque se les ve cazando testaferros en las elegantes barras de los no menos elegantes restaurantes de Venezuela. Lo más reciente que odian saber está relacionado con la salud y los pronósticos de vida del ‘coma-andante’. Odian eso tanto como el saber que muchos saben que ellos, elegantísimos chavistas de cuello blanco, odian saber lo que saben pero ¡Como les da provecho!

4.- Los chavistas que sufren por no saber

A diferencia del primer clúster (los chavistas que no saben que son chavistas), estos sí lo saben. Lo aceptan. Es más, saben que saben pero no saben por qué ni para qué, entonces sufren los rigores que impone la ignorancia del pragmatismo chavista. Es como una relación amor-sufrimiento. Una relación masoquista que necesita de un sádico para que los flagele inmisericordemente. Con interminables cadenas de televisión y radio. Un enfermo que los someta a la participación obligada en giras, caminatas, concentraciones humanas, aun a costa de sus trabajos y de su salud. Son los chavistas que sufren por no saber cuándo les darán su casa asignada y malviven en la letrina de un campamento, a la espera de una dádiva de Chávez. Sufren por no saber sí habrá energía eléctrica en el campamento de refugiados. Sufren por no saber sí aquel soldado que les vigila de día es o no es el mismo que vestido de civil, les viola de noche a sus hijas. Sufren por no saber sí micomandantepresidentemesmo está o no enfermo de cáncer, pues en la vorágine de su ignorancia, instigada y acrecentada por las campañas de desinformación que urden los pillines del G2, han llegado a aceptar que el cáncer de Chávez es zodiacal y que sí muere de cáncer no importa: Como Jesús, también Chávez resucitará al tercer día.  Y por no saber nada de nada, son los chavistas que más sufren. 

5.- Los chavistas que aparentan que saben:

En esta categoría de chavistas se manifiestan dos subgrupos: Los que desde adentro del chavismo aparentan que saben parcialmente qué sucede, pero sucede que lo saben todo y están conscientes de lo que pasa, y aún así aparentan que saben poco o casi nada, y los que no liban las mieles del proceso, los chavistas que por variadas razones y circunstancias están del ‘lao-de-afuera’ pero que algo saben (mucho o poco) y que se consideran afectos a Chávez.  Como aquellos otros, aparentan que saben aunque desconocen lo que sucede en sus detalles.  Ambos grupos hacen de la apariencia del saber una fórmula para captar incautos, hacer ‘negociados’ y servir de ‘enlace’ entre los regentes titulares del poder chavista y los que desean ‘bañarse en ese charquito’ pero no encuentran la oportunidad ni el contacto. Cada uno de estos subgrupos tiene una razón de ser y de existir dentro de un Chavismo entendido como estructura de poder. Cada uno cumple una función específica en el aparataje persuasivo de la desinformación y fungen de guías para el tránsito de lisonjas y coimas dentro de los recovecos burocráticos para que los de afuera puedan acceder al contacto y los jerarcas de las diferentes vertientes del chavismo l negociado de licencias, favores y prebendas, exquisitamente rociadas con escocés de 18 años con las que se riegan sólidas y convenientes transacciones bancarias electrónicas.

6.- Los chavistas que triunfan sin saber:

A este grupo pertenecen los ‘enchufados’, y como el anterior, también se divide en dos subgrupos: Los burócratas venezolanos de comprobada y ratificada fidelidad perruna a Chávez, que rotan groseramente de Ministerio en Ministerio, sin saber  ni conocer de qué se trata ni para qué existe esa cartera ministerial, y los burócratas cubanos, de ratificada y perruna fidelidad a Fidel, que están colocados ahí, donde Fidel los necesita para ‘marcar’ muy de cerca a Chávez y sus burócratas, y que como aquellos triunfan sin saber;  nomás por el simple acto físico de salir de Cuba, para encontrarse acá como pequeños capos di tutti capi, viviendo el sueño de todo cubano castrista que se precie de tal, y que no es otro sueño que el de mandar a otro sin saber de ‘ná ni ná’ ¡Cosa más grande, hermano!
El primer subgrupo (los burócratas venezolanos de comprobada y ratificada fidelidad perruna a Chávez,) es un club exclusivo, casi una cofradía sacramental, pero notoria, muy notoria. Casi cualquier habitante en Venezuela conoce sus nombres porque son los mismos que se manosean, de aquí para allá, como Ministros, Directores Generales, Presidentes de Institutos autónomos, Gobernadores, Alcaldes, Diputados, otra vez Ministro, nombres que se repiten porque han completado ‘la ronda’ de cargos unas tres veces cada uno. También se les conoce sus rostros, aunque con el tiempo (y la buena comida, y los trajes, y las joyas) se hayan modificado con implantes, liftings, ceras, colágenos, ampollas, peluquines y dos decenas más de artilugios y potingues. También se les conocen sus gustos y hasta sus más íntimas debilidades. No son más de 50 chavistas privilegiados pero todos, sin excepción alguna, triunfan sin saber que esos triunfos serán, tarde o temprano el más pesado fardo con el que cargarán el día que enfrenten a la verdadera señora ciega de la balanza justa.

7.­ Los chavistas que viven gracias a que los demás no saben:

Más que una categoría, vivir gracias a que los demás no saben es una condición esencial para cualquier chavista; sin embargo, como clúster se trata de una categoría supremamente elitista. Un petit comité de notabilísimos integrantes, entre los que se encuentra -encabezándolo- el mismísimo teniente coronel. Ellos comprendieron, desde el fallido y sangriento golpe al Estado de 1992, que para tomar el poder era y sigue siendo imprescindible que los demás no sepamos, ni sus planes ni sus objetivos. Esa y no otra es la razón para que hayan desarrollado una mitología política falsaria y estrambótica (el árbol de las tres raíces... El delirio del teniente coronel en su Chimborazo carcelario), una mitología pretendidamente fantástica y única en la que han combinado en una mescolanza rimbombante, a Simón Bolívar con Marx y Jesús... A Ezequiel Zamora con Simón Rodríguez... A la ‘Tercera Vía’ de Blair con el bolivarianismo avenido en Socialismo del Siglo XXI... Y todos esos ingredientes incompatibles entre sí, fueron sazonados con el más rancio populismo y el fuego atizado con inimaginadas cantidades de petrodólares, y ofrecieron ese brebaje a sus conciudadanos votantes como sopa macabra cocida en el oscuro caldero de la ignorancia colectiva. 

Ahora ya sabes, estimado lector, que el chavismo SÍ existe y solo te resta ubicar a los chavistas que conozcas en cualquiera de estas siete categorías. Pero ten presente que de acuerdo a la experiencia, más de un chavista puede ser ubicado en más de una categoría, lo cual hará más amena e interesante tu pesquisa, una indagación que también te puede conducir a la sorprendente 8ª categoría: Los conchupantes, también conocidos como ‘demo-chavistas’. Se trata de oposicionistas ultrosos (de la boca para afuera) y algunos militares que medran en el amniótico gel de los que se oponen a Chávez pero sin convicción. Son aquellos que se disfrazan de demócratas, pero que le hacen el juego al totalitarismo, proponiendo como solución las mismas misiones castro-chavistas. Son quienes te invitan a votar sin las debidas garantías del secreto de tu voto... ¡A votar! gritan, sin mediar una auditoría confiable de la data del CNE... ¡Al 7 de Octubre!, incitan... pero lo hacen prometiendo las mismas ofertas engañosas y populistas ‘Esteban’ en sus buenos tiempos. Como sí se tratara del Octavo Infierno de Dante, esta categoría también está full... ¡Y ya tú sabes quiénes son!

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