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domingo, 3 de agosto de 2014

FERNANDO LUIS EGAÑA, LA GASOLINA DE LA “REVOLUCIÓN”

Para una hegemonía que se ha acostumbrado a no debatir sincera y públicamente nada con nadie, resulta interesante el que Maduro, su principal vocero, “llame a un debate nacional” sobre el aumento del precio de la gasolina. 

Cuando Maduro habla de “debate nacional”, no tiene en mente lo que es un debate nacional en esta materia, o una deliberación amplia con sectores concernidos para definir una iniciativa de política pública. Nada que ver. Para él lo de “debate nacional” es el pretexto para no seguir postergando el aumento de los combustibles, al parecer exigencia imperativa de los chinos, del FMI, de los rusos, de los nuevos asesores de parla francesa y, quizá, hasta de los patronos cubanos, también interesados en los caudales del aumento…

Pero lo interesante, insisto, es que se sientan forzados a decorar la medida con las supuestas resultas de un “debate nacional”. Tiene que estar la situación económica en un nivel de ahorcamiento, para que esta hegemonía tan arrogante se arriesgue en el candente tema de la gasolina, evadido siempre por el predecesor con las sinrazones típicas de la demagogia y la irresponsabilidad.

Pero el desastre general de la economía es tan profundo y extendido que al sucesor se le cierran las salidas. Pierde fuerza de manera continua, y todos los arranques fallan o sencillamente se cancelan. En otras palabras, es la hegemonía misma, o la satrapía roja mal llamada “revolución”, la que se está quedando sin gasolina…

Y ello por distintos motivos. El más notorio es que la hegemonía se quedó sin su hegemón. Un combustible muy persuasivo para que lo bueno pareciera malo y lo malo, bueno. Su capacidad de hacerse entender era de reconocida eficacia, y sus destrezas en los dominios de la comunicación de masas –de la manipulación de masas—también lo era. El sucesor carece de esos recursos personales y políticos, y por lo tanto se le hace mucho más difícil taparear la gravísima realidad económico-social, además de la política. Y ni hablar de la cuestión de poder, establecida verticalmente con el predecesor, y luego fragmentada horizontalmente con Maduro, Cabello, la familia Chávez, el Psuv, los militares, Ramírez, los correspondientes clanes, los Giordani y pare usted de contar.

Pero hay otra gasolina que viene decayendo, y es la gasolina del aumento consecutivo de los altos precios del petróleo. La bonanza petrolera del siglo XXI no sólo ha sido prolongada sino que fue in crescendo –con algunas temporadas de reflujo, más bien breves–, hasta que se estabilizó alrededor de 100 dólares el barril. Este siegue siendo un gran precio en términos históricos, pero no está subiendo. No hay, pues, más ingresos petroleros para Venezuela sino menos, porque la producción está paralizada, el suministro chino es un misterio comercial, la “cooperación” regional es cuasi-gratuita, y bueno Pdvsa es una centrifuga de corrupción que tiene la posibilidad de tragarse a la “revolución”. Entonces, si los ingresos petroleros en vez de aumentar año a año, disminuyen, la situación del “socialismo bolivarista” se hace insostenible.

Más todavía, si todas las facturas acumuladas a lo largo de estos lustros, se presentan por taquilla y trancan la economía. Las facturas de la astronómica deuda externa, del delirante gasto público, de la depredación de las empresas estatales, de la paulatina destrucción de la actividad productiva, del auge avasallante de la corrupción roja y, en fin, de todo el innumerable elenco de desmanes, atropellos y locuras, que han generado una espiral de distorsiones que más bien se asemeja a un huracán que puede terminar de llevarse a todo por delante, dejando al país en una devastadora crisis humanitaria.

Todos estos factores explican que la gasolina de la “revolución” esté disminuyendo en cantidad y se esté deteriorando en calidad –calidad, en el sentido de promover el continuismo. Lo del aumento del precio de los combustibles es un efecto de ello. No es un mero problema de políticas públicas. Es que la hegemonía tiene que ser superada para que Venezuela pueda levantarse.

Fernando Luis Egaña
flegana@gmail.com


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martes, 14 de enero de 2014

ALBERTO RODRÍGUEZ BARRERA, CÓMO SUPERAR UNA ENFERMEDAD DEGENERATIVA

“En las democracias el pueblo es lo supremo, pero en las oligarquías, los pocos; y, por lo tanto, decimos que estas dos formas de gobierno también son diferentes.” Aristóteles
La sociedad venezolana ha logrado sobrevivir a duras penas –sin caer en la desgracia de la sumisión castrocomunista- porque ha sido menos dependiente del gobierno, porque logró consolidar en la democracia otros centros de poder independientes de él, y que no se dejan aplastar. Antes del castrochavismo, Venezuela venía encaminada hacia el pluralismo, tanto en la sociedad como en el cuerpo político. Un pluralismo de organizaciones que buscaba concentrarse más en las funciones únicas de cada sector: negocios, escuelas, salud, valores, hábitos. Ya habíamos comenzado a “separarlas” de la política, como debe ser en los tiempos modernos.

El castrofascismo, inspirado en el pasado de fracasos todopoderosos del comunismo, lo ha querido concentrar todo en sus manos, al estilo “que nadie respire mientras pienso en qué hacer”, al estilo feudal. Su verdad única ha venido frenando la expansión coherente que exige el mundo actual: pluralismo de grupos dedicados a sus causas sectoriales específicas. Veníamos en el camino de la descentralización deseada, acorde con el desarrollo que plantea el siglo 21, y donde ninguna de las verrugas era tan desastrosa como el acaparamiento de la verruga única del castrochavismo. Creyéndose “expertos del todo”, como el totalitarismo fracasado en todas partes, recaen en el error de siempre querer centralizarlo todo: el hogar, la crianza, la educación, los negocios, los sindicatos, los medios, la salud... Todo lo cual hacían mejor las familias solas hace 100 años, al igual que las instituciones de un solo propósito, con una autonomía que no era oficial o política.

El castromadurismo no ha sabido manejar el negocio de la evolución contemporánea, y siguen la línea absolutista y monopólica que en Rusia, Alemania y Cuba demostraron ya su ineficiencia, en su afán por absorberlo todo, triturando la libertad de acción autonómica y aboliendo los avances descentralizadores. Al afincarse en la subordinación de toda la sociedad, de todas las instituciones y de todas las funciones sociales, el totalitarismo de izquierda o de derecha fracasa, y no solamente en cuanto a crear una nueva sociedad viable sino también en sus intentos de someter las más convenientes realidades del pluralismo. Ahí donde comunistas, nazis y fascistas lograron salir del “hueco” inútil, fue porque se retractaron –con una pequeña ayuda de los amigos- y devolvieron la autonomía. Y en todo ello, como lo evidencia el castrocomunismo, tanto de Chávez como de Maduro, el único éxito bien logrado ha sido la destrucción.

En el pluralismo, cada institución cumple una función específica, limitadas con un estrecho propósito que es lo que les da fortaleza. El castrofascismo, como pesadilla totalitaria, pierde eficacia al salirse de la órbita específica que le corresponde a un gobierno moderno.  Al perseguir el pasaje gratis que los lleve al control de todo, su poder se disuelve como la sal en el agua; porque la politización exacerbada olvida que en un pluralismo social lo que importa es la función, y las funciones por sector no son políticas –casi que son apolíticas-, haciendo que la efectividad social se mida por el poder de contratar, colocar, trasladar, distribuir y fijar tareas y normas de nuevas instituciones pluralistas, cosa que es algo muy diferente al viejo absolutismo.

Lo que el madurismo castrocomunista impide, deteniendo el desarrollo integral, es que los sectores activos de la sociedad venezolana multipliquen las maneras de ganarse la vida, se seguir una profesión o oficio, de contribuir, de ser productivos. La querencia de sirvientes sumisos hace que el castrofascismo regrese a lo que Marx –hace más de 120 años- escribió respecto a que el proletario trabajaba más para un amo que para una organización. Hoy el problema no son los proletarios explotados; hoy las personas en su mayoría trabajan para organizaciones, y no como sirvientes; hoy los trabajadores son más que obreros, sin amos, pese a los esfuerzos que hace el castrocomunismo.

Lo que hoy pasa no es igual a hace 100 años, cuando los objetivos políticos eran la abolición de la autonomía dentro de la sociedad y la concentración de todo en un gobierno central. Eso “peló bola” olímpicamente hace rato. La “soberanía” no está ahí. El castromadurismo se mueve en una magnífica carroza de lujo, pero es una carroza fúnebre. Buscando el poder ilimitado superan a Stalin y llegan hasta el zarismo ruso de sangre azul, cuando esa circulaba abstractamente. Y los “negocios” ya ni siquiera son como los pintados por Henry James, Dickens o Balzac.  Porque el mundo siguió andando; llegando a un pluralismo de acción por función que no admite vuelta atrás.  Hoy negocio es administración, algo que debería ser bueno para todos en la medida en que se ajusten a una función social específica.

Cuando el castromadurismo infla una burocracia colocando en nómina a sólo sus panteras rosas y eliminando a todo lo que se le oponga, creyendo que eso es “poder”, actúa como en el orden monárquico: el rey por encima del duque, el duque por encima del conde, el conde por encima del caballero y el caballero por encima del aldeano. Es decir: con un pluralismo a la antigua, sostenido por una banda hamponil asesina...

La resistencia venezolana, que hoy está en una carrera decisiva para impedir el atraso crítico que representa el castromadurismo, cuenta hoy con una gran fuerza representada por la diversidad de organizaciones pluralistas existentes y sobrevivientes en la sociedad. Este es un valioso ejército para actuar en base a las funciones por sector que requieren los venezolanos con urgencia. Pero hay que diferenciar entre sus integrantes genuinos y los bichitos que siempre merodean como sádicos. Una organización pluralista no se interesa en el gobierno ni en gobernar. No es un todo. Es un órgano de la sociedad cuyos resultados se generan “por fuera”. Su “producto” es un venezolano satisfecho, un venezolano defendido y seguro para desarrollar sus quehaceres sociales multidisciplinarios, un venezolano con hospitales y pacientes curados, un venezolano con centros educativos que le permitan poner en práctica la diversidad de saberes que aprende...

En ningún caso se trata del derecho divino a que aspira la enfermedad degenerativa que es el castrocomunismo.

Alberto Rodriguez Barrera
albrobar@gmail.com

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viernes, 11 de octubre de 2013

MERCEDES PULIDO, SUPERAR LA MEDIOCRIDAD: DIFÍCIL PERO NO IMPOSIBLE, CASO REPUBLICA DOMINICANA

Entre los cambios de mentalidad que la tecnología nos está exigiendo, es sentirnos socios y aliados con la diversidad humana en nuestros horizontes y expectativas de vida dejando de ser súbditos y sumisos a las estructuras jerárquicas dominantes que venden el sueño de la felicidad por la acumulación de bienestar.

La reciente tragedia de los migrantes en Italia no es más que la punta del iceberg de la defensa a ultranza de todo lo que pueda afectar nuestro goce de bienestar. En la conferencia Mundial de Población (1994) el Presidente de Senegal, Leopoldo Senghor, poeta y gran demócrata, le respondió a Europa las recriminaciones que le hacían por no poder África impedir el flujo ilegal de sus poblaciones señalando que mientras las imágenes televisadas fueran de un goce infinito de bienestar, él no podía negarle a sus pueblos las aspiraciones de superación humana. El Papa Francisco manifiesta que cada uno de nosotros tiene una visión de lo que es el Bien y también el Mal, debe elegir seguir el Bien y combatir el Mal como instrumentos para cambiar el mundo. Son las actitudes las que tenemos que cambiar.

Y lejos de cambiar las estamos copiando. Me refiero a la decisión reciente de República Dominicana de retirar la nacionalidad a los nacidos dominicanos que fueran hijos de ilegales haitianos, haciendo caso omiso del irrespeto a la retroactividad. El chantaje y compra de conciencias por retener el poder absoluto tal y como lo estamos viendo en nuestra realidad es evidencia de las apetencias de dominio sin relación para solucionar los problemas del caos y anarquía. En algunos recientes sondeos la desconfianza y la creciente carencia de solidaridad es manifiesta al punto que se nos percibe como la sociedad de mayor pérdida de apoyo mutuo o de responsabilidad colectiva. Para muestra un botón, las confrontaciones ante un paquete de harina o un litro de aceite, el asalto a un camión de carne y muerte de su chofer no solo por motorizados sino por automovilistas y transeúntes.

Durante la Revolución Francesa, entre 1790-95, son los mensajes mediocres los que movieron pasiones y decisiones. En tiempos de anarquía la inteligencia se exila y la gente se cansa de la incertidumbre y el caos, revelando que puede ser la violencia organizada la que recupera el orden con el alto costo de la exclusión y libertad, o es la oportunidad para una visión providencial dirigida a encauzar el tejido social recreando las instituciones y nuestras capacidades de aliarnos en las diferencias para innovar y construir alternativas y normas que permitan ser solidarios no solo con las debilidades, sino especialmente con la capacidad de aceptarnos diferentes y comprometidos con un horizonte compartido. Aliados en la búsqueda del Bien, hagamos esfuerzos por recuperar la confianza en el “Nosotros”, tal vez esa ha sido la sorpresa inesperada del Papa Francisco: Intentar la transparencia sin sumisiones
Mercedes Pulido

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jueves, 3 de enero de 2013

LUIS DANIEL ÁLVAREZ V., PONTE TU TUTÚ, CONTAMOS EN EL 2012 CON DOS OPORTUNIDADES PARA SUPERAR LA SITUACIÓN QUE VIVIMOS

Hace unos días vimos una propaganda del proyecto Pana Vota en la que muestran la sorpresa de un fornido practicante de artes marciales cuando al llegar a su sesión habitual observa a sus compañeros ataviados con la indumentaria propia de la danza clásica. Al preguntar la razón de ello, le responden que hubo una votación y como nadie participó, ganó esa opción. 
Los venezolanos contamos en el 2012 con dos oportunidades idóneas para superar la difícil situación que vivimos. La primera de ellas fue la elección de octubre en la que unidos pudimos obtener una votación considerable.
El desencanto no superado del 7-10, aunado a la fecha, hicieron desaprovechar la segunda oportunidad: los comicios regionales del 16 de diciembre. Era un momento ideal aprovechando que el presidente no fungía de portaaviones y tomando en cuenta que muchos de los candidatos no eran originarios del estado al que aspiraban. Pero lo que hubiese podido ser una fiesta electoral se convirtió en una amarga jornada en la que a duras penas se mantuvieron algunas gobernaciones, varias de las cuales tendrán legislativos en manos de diputados afines al gobierno nacional.
La poca participación afectó la jornada. Un 46% de abstención en Chacao, 42% en Baruta y 39% en El Hatillo, por citar algunos, lleva a reflexionar sobre un sector de la sociedad que es indiferente a lo que pase. Inmediatamente debe asumirse la necesidad de participar en las elecciones municipales, a menos que la apatía y la indiferencia le entreguen también los municipios al régimen.
Abstenerse se pagó caro. Quienes mostramos el dedo con tinta morada tenemos la conciencia tranquila de que participamos y soñamos un país mejor. Los abstencionistas deben reflexionar, bien sea para participar o para buscar su tutú.
luisdalvarezva@hotmail.com

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