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LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA
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martes, 1 de septiembre de 2015

NOEL ÁLVAREZ, TODOS DEBERÍAMOS SER COLOMBIANOS

Soy partidario de los estados regionales, entre otras cosas porque creo que las fronteras comenzaron a levantarse con la aparición de los idiomas y éstos, según la Biblia, representan un castigo que Dios les infligió a los humanos por su osadía de intentar construir una torre que llegara al cielo.

No estoy de acuerdo con quienes atizan las brasas de la confrontación en ambos lados de la frontera colombo-venezolana. Mis sentimientos se encuentran más cercanos a los ideales de nuestro Libertador, quien pensó, creó y luchó durante 11 años para mantener  la Gran Colombia. Proyecto que, de no ser por las mezquindades colombianas y venezolanas, hubiera dado paso a un gran Estado Regional que hoy podría estar a la par de buena parte de los países desarrollados.
Cuánto daño nos ha producido que ambos gobiernos ignoren la realidad de la frontera más dinámica de América Latina. Cuántas decisiones de Miraflores o de la Casa de Nariño han alterado la paz en la frontera. Ignoran supinamente que  esta área responde a una dinámica propia que nada tiene que ver con los centros de poder. Madres, hijos, tíos, sobrinos, primos y parientes viven en ambos lados de una raya indeleble y las diferencias políticas o económicas entre ambas naciones, para ellos, son solo anécdotas lejanas que no debieran alterar sensiblemente su rutina diaria.
Estoy convencido que más allá del daño económico que produce el cierre de la frontera, que lo hay, lo más importante en estos momentos es la crisis social que viene aparejada con esa medida: estudiantes venezolanos y colombianos cruzan continuamente la frontera para asistir a sus distintas casas de estudio. Enfermos venezolanos que durante estos tiempos solo consiguen medicinas y atención médica del lado colombiano, hoy no pueden hacerlo porque les está vedado transponer la bendita línea imaginaria, con lo cual, salud y vidas se encuentran en grave riesgo. Me comentaba un amigo residente en San Antonio que tener a sus familiares a menos de 100 metros y no poder acercarse para abrazarlos, es lo más cercano a tener enfrente a la terrorífica cerca conocida con el imborrable nombre de “Muro de Berlín”.
Los hechos de inseguridad, que siempre han estado presentes en estos predios, el paso de mercancías hacia ambos lados de la frontera, las torpezas económicas y los cálculos político-electorales de cualquiera de los dos países,  no debieran ser argumentos para montar un apartheid en contra de personas indefensas, violentando su dignidad y pisoteando sus derechos humanos. ¡Simón Bolívar debe estar retorciéndose en su tumba!
Noel Alvarez
noelalvarez14@gmail.com
“Gente” Generación Independiente
@alvareznv

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viernes, 19 de junio de 2015

RAÚL SANZ MACHADO, ¿A QUIÉN SE DEBE LA FUNDACIÓN DE BOLIVIA…?

A los 190 años de la fundación de Bolivia, consagrada en el Acta de Independencia del Alto Perú, firmada en Chuquisaca el 6 de agosto de 1825, es digno de reconocimiento, los méritos del Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, a quien se debe la iniciativa de esta obra emancipadora, no obstante las disidencias con El Libertador Simón Bolívar. El glorioso triunfo de Sucre en la Batalla de Ayacucho que otorgó la libertad a Perú y extirpó el poder español, en diciembre del año anterior, tuvo pronta resonancia en la región del Alto Perú, donde soplaban inquietos aires de autonomía, se produjo el natural entusiasmo de sus moradores, fruto de la esperanza emancipadora. Sucre escuchó el clamor, midiendo con prudencia las posibles consecuencias que un pronunciamiento separatista podrían generar en el virreinato del Río de La Plata, aunque desde los tempranos tiempos del régimen colonial hispánico, las poblaciones de La Paz, Potosí, Cochabamba y Chuquisaca eran territorio peruano y  la voluntad manifiesta de sus pobladores, la autonomía.

Sucre, ante las exigencias de sus ciudadanos, además de la autoridad discrecional de la cual estaba investido, por delegación expresa de Bolívar, asumió sus atribuciones como General de División de las fuerzas colombianas en Perú. En tal virtud, Sucre, no dudó en adoptar la decisión que consideró pertinente y oportuna. El 7 de febrero de 1825 entró en La Paz, en medio de entusiastas aclamaciones y el día 9, redactó y firmó el histórico decreto para convocar la Asamblea de las provincias del Alto Perú y decidir el destino que conduciría a la fundación de la nueva República.  Así se lo comunica a El Libertador quien se hallaba en Lima, pero… Bolívar, dotado de poderes dictatoriales, y no exento de las debilidades del ego, reaccionó enérgico, desaprobando la iniciativa de su leal subalterno: “Ni usted ni yo  –le dice– ni el Congreso mismo del Perú, ni de Colombia, podemos romper y violar la base del derecho público que tenemos reconocido en América. El Alto Perú es una dependencia del virreinato de Buenos Aires. Llamando usted a estas provincias a ejercer su soberanía, las separa de hecho, de las demás provincias del Río de La Plata.  Hay que recordar que la iniciativa a ejercer su soberanía, fue de las provincias, no de Sucre, quien atendió el clamor con idéntica justificación a la asumida por el Congreso de Caracas en 1811, después de la expresión bolivariana de: “¿…300 años de calma no bastan…?” 
Venezuela no pidió permiso a España para asumir y ejercer su soberanía; la conquistó después de 10 años de sangre y sacrificios. Ante el Decreto de Sucre, Bolívar agrega, en ácido reproche: “…convenga usted conmigo, aunque le duela su amor propio, que la moderación de usted le ha dado un paso que jamás pudo ser más lento.  Lo que a mí me hacía dudar y por lo mismo no resolver, lo juzgó usted muy sencillo y lo hizo sin necesidad… primero porque el país no se había libertado, segundo, porque un militar no tiene que meterse sino en el ministerio de sus armas y tercero, porque no tenía órdenes para ello”.  
Si ello es así, ¿cómo explicar el Bolívar estadista, político, pensador, constitucionalista? ¿Cómo explicar el Bolívar de la Carta de Jamaica, del Manifiesto de Cartagena y del Discurso ante el Congreso de Angostura?  Y en cuanto al regaño de que “no tenía órdenes para ello”, valga la firme y respetuosa repuesta de Sucre: “Mil veces he pedido a usted instrucciones respecto al Alto Perú y se me han negado… tomé el camino más noble y generoso que fue convocar la Asamblea General de las Provincias… en mi triste opinión encuentro haber hecho un servicio al país a Buenos Aires y a la América…”.  
Al reconocer el gobierno de Buenos Aires las legítimas aspiraciones de las provincias, Bolívar  rectificó su criterio. Instalada la Asamblea el 10 de julio de acuerdo con la convocatoria expedida por Sucre, ésta fue reconocida por los altoperuanos, como base del acto jurídico que dio a luz la República de Bolívar, mediante el Acta de Independencia firmada en Chuquisaca –ciudad capital Sucre- el 6 de agosto de 1825.
Según el proceso emancipador de los países de América meridional, en 1819, el Departamento de Venezuela –conocida como 3ª República-, se incorpora a Nueva Granada incluyendo la provincia de  Quito y Panamá, para integrar la Gran Colombia. El 7 de agosto del mismo año, Bolívar derrota a los españoles en la Batalla de Boyacá  y dos años después en junio de 1821,  Bolívar logra el triunfo sobre las fuerzas realistas en la batalla de Carabobo y con ella, extirpa el poder español en ambos departamentos. 
Sucre, por su parte, logra la independencia del territorio ecuatoriano con la victoria en la batalla de Pichincha el 24 de mayo de 1822. El 10 de agosto se consagra como República de El Ecuador y se integra a la Gran Colombia. Con el triunfo de Ayacucho, por Sucre, se produce la emancipación de España en la América meridional y tres años después completa la obra con la fundación de Bolivia. Históricamente Bolívar concibe la obra emancipadora integral, mientras Antonio J. de Sucre la realiza en Perú y Bolivia. Honor a quien honor merece.
Raul Sanz Machado
rsanzmachado@gmail.com
@rsanzmachado

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viernes, 5 de junio de 2015

JUAN JOSÉ MONSANT ARISTIMUÑO, QUIZÁ POR ELLO…

Ni siquiera nuestro profesor de historia Miguel Hurtado Peña, mientras impartía sus bien documentadas y brillantes clases nos lograba explicar el por qué de ese terrible Decreto de Guerra a Muerte dictado por el Libertador, que nos lucía una barbaridad; algo así como las palabras de Jesús al espetarle a sus discípulos que quien no estaba con él estaba contra él, aunque no fueran sus palabras exactas, pero así han sido recogidas y traducidas.

            No comprendíamos  por qué si un español o canario no colaboraba activamente en la causa republicana (ya habíamos estudiado la Constitución de Cádiz), sería pasado por las armas; en tanto que  si un americano permanecía indiferente, aún así, le sería perdonada su vida y propiedades. ¡Vaya con ese Bolívar, y      con “el diablo” Briceño!.
      Claro, ahora uno se imagina la enorme pluralidad de contradicciones entre los patriotas, diferentes estrategias, tácticas, ambiciones y esa siempre presente anarquía de lo hispano reproducida en el indiano. Precisamente lo que más admiramos de Bolívar, aparte de su persistencia y desprendimiento, fue en esa capacidad, sagacidad y carácter para imponerse sobre aquellas montoneras regadas por la Capitanía General de Venezuela y en el Nuevo Reino de Granada. Quizá por ello, más que una afrenta al enemigo español, el Decreto fue dirigido a los criollos, a los nacidos en América que aún no se sabían americanos; aquel gentilicio con el que nos definiría más tarde, en Jamaica, como seres distinto al europeo, al indio y al africano: simplemente  americanos. Como diría un centroamericano: ¡”Púchica”,  qué talento!
            Estaba tan decidido Bolívar a instaurar la republica, que al mismísimo héroe de la Revolución Francesa, el estratega de la emperatriz Catalina de Rusia, al amigo de Tomas Jefferson,  Francisco de Miranda, logró montarlo en un barco español para que fuera encerrado de por vida en La Carraca, cosa de no estar molestando por estas tierras irredentas.
            Un hombre culto como Bolívar, aristócrata él, hijo de la Ilustración y del Romanticismo, amante de la estética, el buen vino, la danza y del bello sexo, no podía menos que valorarse asimismo y saber que la república se instalaría en América; aún pasando por encima de los timoratos, ambiciosos e intrigantes locales. Logró su objetivo, pero murió en el intento, y fue sepultado con una camisa donada por comerciante español, allí, en la amada y generosa Santa Marta.
            Quizá por ello, por esa historia pequeña de mezquindades, intrigas, ambiciones y unidimensionalidades, es que la oposición oficial, la MUD, tomó la decisión de no respaldar, participar, en la marcha pacifica por la libertad de los prisioneros políticos, convocada por López y Ceballos.
Juan Jose Monsant Aristimuño
jjmonsant@gmail.com
@jjmonsant

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jueves, 28 de mayo de 2015

LEANDRO AREA PEREIRA, MITOS,HEROES Y CULPAS

Cada país posee un repertorio en el que se exhiben efemérides, héroes, fechas patrias, paisajes y personajes de todo pelo y alcurnia que conforman el representativo de identidad de esa nación. Así, seguro estoy de que Pelé estaría presente en el del Brasil, la Virgen de la Coromoto en el de Venezuela y Celia Cruz, quizás, en el cubano.

En el caso nuestro hay de entre estos ungidos representantes, cuatro que llaman mi atención y que vistos en su conjunto y a pesar de sus aparentes diferencias, que son de toda índole, permiten una elaboración caleidoscópica sobre el representativo social del venezolano y su furtiva imagen. Ellos son Simón Bolívar, el Padre de la Patria; María Lionza, diosa virgen; José Gregorio Hernández, el médico de los pobres y Armando Reverón, el pintor de la luz. Relacionando estos cuatro personajes, exprimiéndolos si se pudiera en uno solo, pudiéramos percibir el sabor y el aroma de lo que hemos sido como pueblo; nuestro oscuro horizonte.

Para un joven de hoy estas figuras son poco familiares, es verdad, y no forman parte en apariencia de su radar informativo ni son parientes próximos de sus gustos y deseos, y menos aún de su sensibilidad. Pero a pesar de ello son los que sin saberlo les mueven el piso. El país en que viven, la realidad que soportan y con la que cada vez menos quieren sentirse vinculados, se encuentra permeada por la presencia fantasmagórica de esos mitos que, así como el de ser  un país rico, se han convertido en leyendas que por más apolilladas que estén, siguen ejerciendo una inmensa influencia sobre nuestras maneras de vivir, que son el pensar, el sentir y el actuar. Son de tal peso sus influjos, que no hay gesto como forma de expresión corporal o palabra como manera del pensamiento o acción, que no esté determinados por su espectral presencia.

He dicho en otra parte y lo repito aquí que en este tremedal llamado Venezuela, sin distingos de raza, sexo o disgusto político, cargamos en nuestro relicario de penitencias, restos de esos náufragos con los que nos identificamos sin saberlo. Cada sociedad somatiza sus mitos, goces, derrotas, rencores y ausencias, y las hace propias. Los convertimos en materia y espíritu y traducimos en comportamientos automáticos pues viven en nuestros tatuajes más profundos. Pobre de ellos. Somos los leyendas que nos nombran.

Bolívar, Hernández, María Lionza y Reverón, ¿qué tendrán en común? El ostracismo, su expulsión, su confinamiento, su expatriación, su desarraigo, su exilio, su condena, su muerte prematura. Todos ellos seres inacabados, inconclusos, derrotados, exaltados a conveniencia por la misericordia de unos cuantos.

Cada uno de nosotros está cargado de esa vibra que como hemos dicho se transfiere a través de múltiples e insospechados caminos al ser hereditario que somos a través del parto biológico, que es uno, y del parto social que es múltiple y constante y que valora lo que le rodea desde esos imanes, esas brújulas selectivas y atávicas.

Pensar en estos asuntos después que salgamos de las caraotas y el arroz y las elecciones puede resultar importante.
                     
Leandro Area Pereira
leandro.area@gmail.com
@leandroarea

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domingo, 17 de mayo de 2015

JOSÉ FÉLIX DÍAZ BERMÚDEZ, JAMAICA 1815

La isla de Jamaica fue descubierta por Cristóbal Colón en 1494.  Sujeta a la autoridad británica en el siglo XIX, su ubicación era particularmente estratégica debido a su cercanía a dos de las más importantes posesiones coloniales españolas en el Caribe: Santo Domingo y Cuba.

Las descripciones que se han hecho sobre ella en las primeras décadas de aquel siglo esencial -como lo registraba el antiguo diccionario geográfico: "Darby's Universal Gazetter"-, evidencia su particularidad: "una cadena de colinas corre a lo largo de E. a W., de donde numerosos ríos toman su lugar en ambos lados...; los azúcares se llevan a muchos de ellos en canoas, desde las plantaciones remotas a la orilla del mar...; las lluvias no son tan frecuentes como antes, que se supone que es debido a la tala de los bosques...". El calor, por momentos, hacía irrespirable el aire, sofocaba a los cuerpos provenientes de otras latitudes y climas.

Cuando Simón Bolívar se encontraba en Jamaica en el año de 1815, en aquel instante de su vida en el cual contemporizó, como en tantos otros, con la derrota y el exilio, pudo apreciar el difícil ambiente insular que se consideraba: "insano especialmente para los recién llegados. Los meses de julio, agosto y septiembre -época en la que concibió y escribió su célebre carta- se llaman los meses de huracanes porque entonces ellos son los más frecuentes".

En cuanto al gobierno de la isla del cual esperaba Bolívar una muestra de consideración elemental, fue explicado en el citado libro así: "... Jamaica es un verdadero establecimiento colonial británico en el cual está investido un gobernador, nombrado y sólo susceptible a la corona; un consejo compuesto por 12 miembros cuyos poderes emanan de la misma fuente que la del gobernador, y una asamblea compuesta por 43 miembros que son elegidos por, y representan a los propietarios libres".

Los productos de Jamaica eran abundantes, resultado del trabajo afanoso de generaciones y de los hombres acostumbrados a su clima y a su tierra. El azúcar, la melaza y el ron constituían géneros importantes junto al algodón, el añil, el cacao y algo de tabaco. Sus frutos: las naranjas, los limones, las toronjas, además de las granadas, las piñas, los melones y las guayabas, todo lo cual evidenciaba variedad de cultivos y el afán por la agricultura, sin olvidar las actividades del comercio y las hazañas de los mares que desde hacía tiempo resultaban peligrosas por las circunstancias del momento.

La situación social en Jamaica, caracterizadora de aquella época, reflejaba un favorable crecimiento que justificaba la presencia de hombres de todas partes que llegaban a sus puertos anticipando viajes y narrando sucesos. Mientras que en el año 1787 habitaban allí 23.000 blancos, 4.093 de otras razas y 250.000 esclavos, en el año 1815 existían: 30.000 de los primeros, 15.000 de los segundos y 315.000 de los terceros.

Jamaica, al igual que otras islas del Caribe, se había convertido en lugar de refugio de  los venezolanos, opositores del gobierno español, cuando la expedición militar de don Pablo Morillo avanzaba indeteniblemente y recuperaba las posesiones que en tierra firme y en el mar habían alcanzado los independentistas.

Esa trama de relaciones y contactos se manifestó en las comunicaciones sostenidas entre diversas autoridades extranjeras y los defensores de Cartagena,  entre aquellas el ilustre presidente Pétion, quien disponía de fusiles y había suministrado a los rebeldes harina, frijoles y maíz, y quien fue acusado de: "auxiliar a los de Cartagena y auxiliar a toda la costa", al descubrirse documentos de los insurgentes con gobiernos y habitantes de las Antillas.

Los proyectos de Bolívar en Jamaica fueron puestos en evidencia, entre otros, por el gobernador español en La Habana, quien informaba sobre la presencia en la isla de comisionados del gobierno insurgente de Cartagena con planes de viajar a Inglaterra y junto a ellos el Libertador. Igualmente, el general Pablo Morillo señalaba con respecto a Bolívar que si bien descartaba su actuación sobre la entonces recuperada plaza: "si temo caiga sobre Venezuela...", por lo cual demandaba la formación de un ejército de: "cuatro mil hombres que pide corriendo la costa" para enfrentar los múltiples intentos que en la Nueva Granada y Venezuela iban a producirse.

Morillo, se dirigió formalmente al almirante inglés en Jamaica denunciando la recepción que se le daba a aquellos hombres, acto con lo cual se atentaba, a su juicio, contra los intereses políticos de España y la tranquilidad de sus dominios.

La historia desenvolvería sus enigmas y aquellos individuos, perseguidos y exilados ayer, serían los actores de cambios fundamentales en el futuro de nuestros países, lo cual Bolívar advirtió proféticamente en Jamaica: Venezuela sin opresores y tiranos, América Libre.

Jose Felix Diaz Bermudez
jfd599@gmail.com
@jfd599

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miércoles, 6 de mayo de 2015

ENRIQUE MELÉNDEZ, LA DECADENCIA DEL CAUDILLISMO

Se puede decir que Chávez constituye la decadencia de nuestro caudillismo, como fenómeno de nuestra sociedad, siendo la excelencia el Libertador; sobre todo, porque a la parte hazañosa de su condición de guerrero, le añadió la de su condición de filósofo, en especial, política, y de formación inglesa, y la prueba está en su famoso Discurso de Angostura; que una vez que lo elabora lo envía, para su consulta, a varios intelectuales de la época, como el inglés Bentham; precisamente, en cuyas ideas se había inspirado Bolívar, sobre todo, por aquello que decía Bentham de que el sistema de gobierno más perfecto era aquel que le producía la mayor suma de bienestar a su sociedad; es decir, un gobierno de corte utilitarista, como se conceptualizaron las ideas de este pensador inglés; lo que significa que Bolívar no era ningún improvisado; que es, por su puesto, en lo que en nada se le pareció Chávez, y que por ahí se demostraba que no era el mejor orador, que hemos tenido; como lo hace ver el oficialismo, y a juicio de Carlos Fuentes, Chávez lo que tenía era un basurero en la cabeza.

         Incluso, en su afán de caudillo caribeño, el Libertador no tomó en cuenta algo, que él dice allí; que es malo que una persona se acostumbre a gobernar; porque entonces acostumbra a su pueblo a sólo obedecerlo a él, y en su ceguera por imponer su famosa Constitución de Bolivia se peleó hasta con ese Bentham. 

Porque por ahí comienzan todos los caudillos nuestros; por modificar la Constitución, y consagrar un artículo dedicado a la presidencia vitalicia; como era el caso del Libertador, o a la reelección indefinida, como sería el caso de Chávez; quien terminó imponiéndola por la fuerza, a través de un trajín electoral, y no obstante, habiéndola rechazado el pueblo, a través de un referéndum desaprobatorio; pasando en nuestros anales por el famoso episodio de José Tadeo de Monagas; quien, tan pronto atropella al Congreso Nacional en 1848; lo disuelve, y nombra otro, escogido a dedo, dirá: “La Constitución da para todo”; frase pronunciada a instancias de Diego Bautista Urbaneja, según se ha dicho, y quien se lo aconsejó así, para que no dijera lo contrario; que era que la Constitución no servía para nada.

         Porque si uno se pone a ver en el fondo la Constitución de Bolivia era la Constitución de Bolívar, y ni Páez ni Santander se la admitían; aun cuando cada uno iba a terminar siendo un cuadillo local, con respecto a aquel aprendiz de monarca, y de allí el que se comenzó a hablar de Simón I. “¿Después de su muerte, quién será su sucesor?” Se atrevió a preguntarle Santander, lo que le valió la amistad suya para siempre. En vista de que trataba de imponer esta Constitución en 5 naciones, entonces se hablaba del imperio Bolívar, émulo de Napoleón Bonaparte. Pues tómese en cuenta que una de sus más grandes frustraciones, poco antes de su muerte, es no estar en condiciones físicas, para dirigirse el Sur, y poner orden en Perú; que se había declarado independiente de su tutela, y que por cosas del destino; yo diría que por una de sus tantas payadas, Chávez recicló en la historia, y entonces el término bolivariano vino a filtrarse, en ese sentido, en nuestra Constitución; por aquello de República Bolivariana, y que, como más de uno se lo hizo ver a Chávez en su momento, se trataba de una inconsecuencia con respecto a Bolívar, si se tomaba en cuenta que esa IV República, a la cual él se refería era la República de Páez, y la que le había desprendido éste al Libertador del gran Estado de Colombia.

         Una de las definiciones más precisas de lo que ha sido el caudillismo nuestro la ofrece Mariano Picón Salas, refiriéndose a Cipriano Castro; una figura a la que considera violenta, contradictoria, alternativamente, libertina y heroica. Ya se sabe la fama de mujeriegos insaciables que fueron desde el Libertador, hasta Chávez; pasando por ese Cipriano Castro, cuya obsesión por una adolescente dio lugar a una novela conocida como El Cabito; una verdadera tragedia de carácter romántico, escrita por un tal Pío Gil, y en cuyos cuadros de costumbre, según los va describiendo, no deja de estar presente tampoco eso que caracteriza a nuestro espíritu picaresco, como es la abyección o lo que en términos coloquiales se conoce como jalabolas, y entonces una forma de ganarse la voluntad del presidente era ofrecerle una muchacha bien buenamoza.

         Cuenta Madariaga que en una quinta, donde se alojaba el Libertador en el año de 1827, poco antes de llegar a Bogotá, con ocasión de una cena, éste terminó montándose en la mesa, donde había transcurrido la misma, y que comenzó a caminar por encima de los platos y, entre tanto, caían los vasos y las botellas. ¿No está reflejado allí un caudillo muy caribeño?

         Que fue lo que le permitió a Chávez expresar, con toda la arrogancia del caso, que él era el único que estaba preparado para gobernar a Venezuela; es decir, porque el propio Libertador también lo proclamaba por mayo de 1830; esto es, a pocos meses de su muerte, momentos en los que deliraba, y añoraba que Inglaterra nos conquistara y nos colonizara; habida cuenta de que, según sus palabras, “América se ha vuelto ingobernable para nosotros”; como lo comienza diciendo en la famosa carta, que le envía en ese momento a Juan José Flores; que ha sido muy citada; que, según Madariaga, en sus delirios, a medida que la fiebre le aumentaba, ya en los días 15 ó 16 de diciembre de 1830 repetía la misma, como de memoria: “Este país caerá, irrefragablemente, en manos de la multitud desenfrenada, para pasar a ser gobernado, luego, por caudillos de todos colores y razas…” Conjetura Madariaga que esto último era con Páez. “Devorados por todos los crímenes y extinguidos por la ferocidad, los europeos no se dignarán conquistarnos”. Era el instante en que reconocía que se habían perdido tres siglos de ilustración e industria, y que es en el fondo lo que sentimos ahora con este paso de Chávez por nuestra historia.
                           
Enrique Melendez O.
melendezo.enrique@yahoo.com
@emelendezo

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lunes, 8 de diciembre de 2014

OSWALDO ÁLVAREZ PAZ, EL NOMBRE DE LA MONEDA

OSWALDO ÁLVAREZ PAZ
Desde hace algún tiempo reflexionamos sobre el nombre de la moneda venezolana. Para ser más preciso, fue como consecuencia de conversaciones y algunas declaraciones del inolvidable Renny Otolina a partir del año de 1974. Había olvidado la época, pero el planteamiento del para entonces número uno de la televisión, ha seguido vivo en la mente. El año lo recordó recientemente un opinador en la prensa, al cual le agradezco haber refrescado el dato.

Renny planteaba que deberíamos cambiar el nombre a la moneda. Bolívar no merecía ser expuesto a las altas y bajas comunes en las finanzas públicas y en las políticas monetarias. 

Lo hacía con visión trascendente. En aquel tiempo el bolívar era una de las monedas más estables del mundo. Igualmente la economía del país, a pesar de indiscutibles fallas, no anunciaba los nubarrones que hemos enfrentado posteriormente. Nuestro desaparecido amigo miraba más allá de su tiempo inmediato. Ese bolívar monetario hoy no vale nada, está desprestigiado, devaluado y convertido en basura gracias a la corrupta incompetencia del régimen. Estos dieciséis años de “revolución del siglo XXI” han sido lo peor que pudo pasarle a la imagen, al recuerdo y a la proyección histórica de El Libertador, Simón Bolívar.

Deberíamos retomar las preocupaciones de Renny y atender su iniciativa de cambiar el nombre a la moneda. Bolívar no se merece esto que estamos viviendo. No hay como explicar a los jóvenes presentes y futuros la vinculación existente entre el actual desastre monetario y la figura del héroe que nos empeñamos en mantener por encima del más antipatriota y entreguista de los gobiernos que hemos tenido a lo largo de nuestra historia. Nada importante lo impide, a excepción del complejo de culpa que hará que los máximos responsables saboteen la iniciativa para no quedar con otra marca infame sobre sus hombros.

Rescatemos a El Libertador. Detengamos el creciente desprestigio a que está sometido el bolívar con relación a cualquier moneda extranjera. Ni hablar del dólar o del peso colombiano.

Oswaldo Alvarez Paz
oalvarezpaz@gmail.com
@osalpaz

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viernes, 5 de diciembre de 2014

JOSE FELIX DIAZ BERMUDEZ, SIMON BOLIVAR PONDERADO POR JOHN F. KENNEDY

JOSE FELIX DIAZ BERMUDEZ
El recordado presidente estadounidense John F. Kennedy, quien fue uno de los más notables estadistas, políticos y líderes de su país y del mundo democrático durante el siglo XX, testimonió en una significativa ocasión su respeto y admiración profunda por la figura de Simón Bolívar al conmemorarse los 150 años de la declaración de la independencia Venezuela.

El 5 de julio de 1961 pronunció un memorable discurso ante la estatua ecuestre  del Libertador en Washington, con la solemnidad propia de los sucesos memorables, en el cual se exaltó el valor universal de nuestro héroe y, al mismo tiempo, la significación de su mensaje, la trascendencia de su obra forjadora y realizadora de los principios esenciales que surgieron a raíz de las revoluciones verdaderas, aquellas que supieron impulsar cambios significativos, el avance de la humanidad, el inicio de una nueva historia que inspiró, primero en los Estados Unidos y luego en Francia, la creación de un mundo de derechos, igualdad, fraternidad y libertad.

El importante acto representó igualmente a través de Bolívar un homenaje a la Venezuela democrática que iniciaba una importante etapa de su historia política luego del derrocamiento de la dictadura militar en 1958.

En el acto expresó con elocuencia el presidente Kennedy lo siguiente:

“Celebramos hoy la liberación, hace 150 años, de una gran nación americana, Venezuela. Lo hacemos frente a una estatua de su libertador, Simón Bolívar, un ilustre americano que representa la relación común de todas las Repúblicas hermanas de esta gran comunidad. Con este acto, damos doble testimonio de nuestra amistad por la tierra que le dio origen y que se puso en marcha en el camino de la libertad y de nuestra dedicación al ideal de la que fue el primero y quizás el más grande profeta la unidad de las Américas…”.

Resaltó Kennedy en ese importante discurso los estrechos vínculos ideológicos e históricos que unen a la revolución de independencia de los Estados Unidos y  de Venezuela y, al mismo tiempo, el verdadero alcance de su sentido político afirmando que: “Esta determinación es la expresión actual de la gran revolución mundial cuyos principios se manifestaron en  Filadelfia hace 185 años ayer y de nuevo en Caracas hace 150 años hoy, y cuyos objetivos no deben considerarse como definitivamente terminados o cumplidos. Fue y es una revolución basada en los ideales de la igualdad y la dignidad humana, una revolución que inspira a los hombres, en tanto el hombre aspira a ser libre, ya que deben serlo eternamente; una revolución tan flexible que responde a las necesidades de todos nuestros países, de todas nuestras razas, de todas nuestras culturas”, pero que al mismo tiempo: “Como todos los grandes movimientos de la historia del hombre, ha seguido un curso irregular…” pero que se hace preciso superar para bien del género humano y del curso progresivo de la civilización.

Advertía igualmente con sabiduría el ilustre presidente como muchos de los auténticos ideales de Bolívar han sido desconocidos en la realidad de las naciones y de los individuos que falsamente los proclaman: “Los hombres han tratado de frenarlo para desviarlo. Sus ideales han sido distorsionados y redefinidos para minar su esencia, que es la libertad. Pero siempre que esta revolución se ha puesto en peligro los hombres han llegado a fortalecer la fe de los demás en la misma, para inspirar su defensa”.

“Bolívar, con su visión y genio…”, había anticipado tal y como lo resaltaba Kennedy: “los  objetivos perseguidos que nos esforzamos por alcanzar en la actualidad. Su mayor sueño era  una unión mutuamente defensiva de todas las repúblicas del hemisferio contra la agresión de filosofías extranjeras. Su principio inspira la determinación de los estadistas de la actualidad de las Américas para proteger su patrimonio de la libertad de la invasión foránea, para realizar al máximo la grandeza espiritual y material de nuestros países, para extender a todo el continente americano los beneficios de la libertad y la justicia social; al hacer la guerra común contra la pobreza, la enfermedad y la inhumanidad del hombre hacia el hombre…”.

Por último, Kennedy conceptuó con alto sentido y criterio de estadista que en: “Cada acción que tomamos la libertad tiene implicaciones que van más allá de las fronteras de nuestro propio país. Este hemisferio busca de una vida mejor para su pueblo, se ha comprometido a progresar, y se ha comprometido a que el progreso sea a través de la libertad”. Libertad que en definitiva es de uno y es de todos, es el derecho que por igual nos corresponde y que en caso de faltar en algún sitio se pierde para todos. Su defensa es el perpetuo legado de Bolívar, así como de los grandes estadistas y demócratas como lo fue
John Fitzgerald Kennedy.

Jose Felix Diaz Bermudez
jfd599@gmail.com
@jfd599

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jueves, 27 de noviembre de 2014

CARLOS E. AGUILERA A., A CONSTRUIR UN MEJOR PAÍS

“Puede ser que mi ejemplo estimule a otros americanos a imitar mi arrojo y al fin tendremos todo propio, sin mendigar modelos” SIMÓN BOLÍVAR
CARLOS E. AGUILERA A.
Si quienes detentan el poder desde hace 15 años y que dicen ser bolivarianos, tomaran al pie de la letra los enunciados, discursos y citas del Libertador SIMÓN BOLÍVAR, no cometerían los estropicios, barbaridades y cuanta estupidez se les ha ocurrido, amparados dizque en un llamado socialismo del siglo XXI , que ha convertido a nuestro país, uno de los más prósperos de América Latina, en un basurero en el que se revuelcan en estiércol la corrupción, inseguridad, nepotismo, abuso de poder, y una laya de lacras que afectan la salud de la nación.

Sabias palabras del Padre de la Patria cuando sentenció en uno de sus pensamientos: “Con mi nombre se quiere hacer en Colombia (Venezuela, Colombia y Ecuador) para aquel entonces denominada Colombia la Grande), el bien y el mal y muchos lo invocan como el texto de sus disparates”.
Nada es más trágico para los pueblos que perder la fe y la esperanza de un futuro mejor. Preocupa si, que el colectivo se colme de pesimismo, desconfianza, incredibilidad y que muestre su indiferencia, que en el lenguaje coloquial solemos denominar “quemeimportismo”. Es lamentable que hombres y mujeres, que en tiempos recientes, marcharon y colmaron calles, avenidas y autopistas de Caracas y otras importantes ciudades del país, hayan dejado de luchar por la justicia social, la libertad y los derechos humanos y que asuman un comportamiento pasivo, frente a los avatares políticos y económicos que agobian a los venezolanos en general, sin  distinción de colores políticos, razas, credos, ni religiones, y que solo piensen que otros ”sacarán las castañas del fuego”.
Se debe tomar conciencia de que cada venezolano tiene una responsabilidad social e histórica para construir la vida, repensar en el país que queremos y ansiamos; rescatar los valores del humanismo y alcanzar el bienestar personal y social tan esquivo en los actuales momentos, pero no imposible.
L@s venezolan@s estamos obligados necesariamente a reflexionar y comenzar por admitir nuestras propias culpas, por haber permitido llegar a esta crisis, y que lobos disfrazados de ovejas, nos engañen y mientan; que nos manipulen con mensajes demagógicos y populistas y dejar que las luchas y movimientos sociales sean confiscados por los grupos que hoy se enseñorean en el poder, pisoteando la Carta Magna, a como de lugar, pues se creen dueños del país; por contemplar impávidos que se hayan conculcado los derechos humanos y que los poderes del estado hayan sido secuestrados por el régimen, y por último, por consentir que la corrupción reine tan campante, por culpa de quienes arropados en el más cínico celestinaje, han permitido y siguen permitiendo el saqueo de las arcas nacionales.
Hemos llegado a una dolorosa situación en la que miles de venezolanos, hombres, mujeres, niños y ancianos, en todo el territorio nacional, confrontan serias necesidades para el sustento diario, falta de medicinas, desempleo y en definitiva toda una serie de vicisitudes, que les imposibilita vivir dignamente y con una mejor calidad de vida y que jamás pensaron que se llegara a extremos inauditos de pobreza y necesidades, gracias a los grupos que detentan el poder y que se jactan con falsos discursos, mensajes, cuñas por radio, televisión y medios impresos, de que el poder es del pueblo, una falacia con la que desde que el difunto Chávez llegó al poder, la mantienen latente. Basta ver y escuchar diariamente al inquilino de Miraflores, en cuanto sarao político monta el partido del régimen en Caracas y las principales capitales de estado, para comprender que todo cuanto  afirma este periodista, se ajusta a la verdad.
No podemos seguir siendo permisivos con un gobierno (¿) mentiroso y tampoco dejarnos arrastrar poco a poco al paraíso terrenal con  nombre de mujer llamado Cuba, por ser en los últimos tiempos pacíficos y guardar  “un silencio parecido a la estupidez”. Por el contrario, debemos reconocer nuestras culpas, tomar conciencia sobre ellas y luchar ahora más que nunca con fuerza, coraje y decisión para construir el país que anhelamos y ansiamos.
¿Qué hacer para cambiar?
Es hora de despertar y marchar unidos para recuperar la fe y la esperanza, para rescatar los valores morales y éticos; defender la paz, consolidar y profundizar la democracia; hacer respetar nuestros derechos y libertades, liquidar el socialismo del siglo XXI , que su propio mentor Heinz Dieterich adujo perdió su brújula, pero que sin embargo se nos pretende imponer.
Debemos pensar que las utopías son posibles, porque aún tenemos derecho a soñar con una patria nueva, justa soberana, libre e independiente, porque en los regimenes dictatoriales no hay espacio que pueda escaparse a su control, ya que además la administración de justicia responde a sus propios intereses y caprichos y que en algunas ocasiones sus actores solo actúan como marionetas funcionales de un  proyecto político, que no es otra cosa que el comunismo, con la aviesa intención de perpetuarse en el poder.
En días pasados se celebró en Zaragoza, España, el Primer Parlamento Iberoamericano de la Juventud, y en el mismo, una joven politóloga guatemalteca, repitió con mucha lucidez una resplandeciente verdad, cuando hizo referencia al daño que causa el populismo a la democracia, con el agregado de que “en América Latina hay que buscar nuevas alternativas, por el daño que ha originado y sigue originando  a la región, y que todo gobierno está obligado a servir al ciudadano, al que se le debe respetar sus inalienables derechos a la vida, libertad y a la propiedad”
Carlos E. Aguilera A.,
careduagui@yahoo.com
@_toquedediana
Miembro fundador del Colegio Nacional de Periodistas (CNP-122)

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sábado, 26 de julio de 2014

ENRIQUE PRIETO SILVA, SIMON BOLIVAR: ¡MITOS Y VERDADES!

Mucho se ha escrito sobre El Libertador, Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar, el gran héroe de la independencia americana, quien naciera en la ciudad de Caracas el 24 de julio de 1783, y muriera en la Quinta de San Pedro Alejandrino, cerca de Santa Marta, Colombia el 17 de diciembre de 1830. Hoy, a 231 años de su nacimiento sigue vivo el debate ideológico sobre su vida, sus hechos, sus virtudes, sus proezas, sus mitos y sus verdades. Sin dejar de reconocer, que mucho daño se le ha hecho a su figura, cuando se le endiosa o diviniza quitándole la fruición del hombre, que pensó, amó y sintió el placer humano de generar un gentilicio nuevo, en un pueblo que había vivido bajo la égida de un conquistador.

Bolívar, nació en el seno de una acaudalada familia criolla, sus padres Juan Vicente Bolívar y María de la Concepción Palacios, y en posesión de un mayorazgo instituido para él, por el presbítero Juan Félix Jerez y Aristeguieta.
Nos dice nuestro insigne novelista e historiador, Don Arturo Uslar Pietri, en prólogo que hace a Augusto Mijares en su obra biográfica "El Libertador”, que “Bolívar era venezolano... un venezolano de vieja data, su primer abuelo llegó a la recién fundada Caracas cuando el siglo XVI desarrollaba lentamente sus últimos lustros. Puede decirse, literalmente, que su familia creció con el país y estuvo directamente mezclada a su historia”. “Pertenecían a la orgullosa casta de los blancos criollos, con viejos papeles de hidalguía de su origen vizcaíno - la Villa de Bolívar-  y con fundadas aspiraciones a un título de nobleza”. Quedó huérfano de padre a los dos años, y de madre a los nueve, teniendo como su principal educador al maestro Simón Rodríguez, contando además entre sus preceptores a Andrés Bello y Guillermo Peldrón. Viajó en su juventud por Europa con su maestro Simón Rodríguez, de cuya guía nació su inquietud por la lectura de los clásicos latinos: Montesquieu, Rousseau, Holbach, Spinoza y los enciclopedistas.
En 1797 ingresó como cadete en el batallón de Milicias de blancos de los valles de Aragua y dos años más tarde en 1799, viaja a Madrid, donde conoció a María Teresa Rodríguez del Toro y Alayza, con quien contrajo matrimonio, contando apenas 19 años de edad el 26 de mayo de 1802, y pronto regresan a Caracas para dedicarse a la agricultura en las haciendas heredadas de sus progenitores, y a escasos ocho meses de su matrimonio, el 22 de enero de 1803 muere su esposa, por lo que emprendió un nuevo viaje a Europa, esta vez más consciente de la necesidad de un aprendizaje a fondo. Profundizó sus estudios con la orientación del sabio marqués Gerónimo de Ustáriz, quien le introdujo en la lectura de los clásicos antiguos y modernos, de los filósofos y de los grandes pensadores. Luego de pasar por Cádiz y Madrid, viajo a Francia e Italia, hasta radicarse en París, donde conoció a Alexander Humboldt y en 1805 se afilió a la masonería. Durante este viaje, en su visita  a Roma, recorriendo con su maestro y Amigo Simón Rodríguez el Monte Sacro, el 15 de agosto de 1805, juró libertar a su patria. Y en 1806, al conocer la acción independentista de Miranda, emprendió el regreso a Venezuela y después de viajar por los Estados Unidos, arribó en junio de 1807, donde se incorporó al movimiento independentista, formando parte de los círculos promotores del 19 de abril de 1810, siendo designado por la Junta de Caracas, junto a López Méndez y Andrés Bello, comisionado ante el gobierno británico. Luego de proclamada la independencia el 5 de julio de 1811, el joven Bolívar se incorporó al ejército con el grado de coronel. Desde entonces comienza la vida militar de quien luego fuera libertador de cinco repúblicas: Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú, Panamá y Venezuela.
En su hazaña bélica tuvo triunfos y derrotas, de particular interés la Batalla de Carabobo el 24 de junio de 1821, con la que selló la independencia de Venezuela, y creó la plataforma para la independencia de las repúblicas bolivarianas. Se reseñan hechos y acciones que encumbran su obra. Se le ve como jurista, como estadista, como guerrero, como literato, como humanista, y, hasta como profeta y dictador. Expresa de él Francisco García Calderón: “Bolívar supera a unos en ambición, a otros en heroísmo, a todos en actividad multiforme, en don profético, en imperio. Fue, en medio de gloriosos generales, de enemigos caudillos, el héroe de Carlyle: “Fuente de luz de íntima y nativa originalidad, virilidad, nobleza y heroísmo, a cuyo contacto todas las almas se sienten en su elemento”. Ante él cedían todos los poderes. “A veces -escribió su adversario el general Santander- me acerco a Bolívar lleno de venganza y el sólo verlo y oírlo me he desarmado y he salido lleno de admiración”. El pueblo, con infalible instinto, lo endiosa, comprende su misión heroica. El clero lo exalta y en la misa de las iglesias católicas se canta la gloria de Bolívar entre la Epístola y el Evangelio. Es estadista y guerrero, traza planes de batalla, organiza legiones, redacta estatutos, da consejos de diplomacia, dirige grandes campañas. Su genio es tan rico, tan diverso como el de Napoleón. Cinco naciones que libertó del dominio español le parecieron estrecho escenario para su acción magnifica. Había concebido un vasto plan de confederación continental. Reunió en Panamá a los embajadores de diez repúblicas y soñó en una liga anfictiónica de estas democracias para influir en los destinos del mundo.
Agrega Francisco García Calderón: “Bolívar es general y estadista, tan grande en los congresos como en las batallas. Es superior a todos los caudillos como político. Es un tribuno. Es el pensador de la revolución; redacta constituciones, analiza el estado social de las democracias que liberta, anuncia con la precisión de un vidente el porvenir”. Enemigo de los ideólogos, como el primer cónsul; idealista, romántico, ambicioso de síntesis en las ideas y en la política, no olvida las rudas condiciones de su acción. Su latino ensueño parece templado por un realismo sajón. Discípulo de Rousseau, quiere que la autoridad del pueblo sea el único poder que exista sobre la tierra. Ante la democracia anárquica busca inquietamente un poder moral. En 1823 pensaba: “La soberanía del pueblo no es ilimitada: la justicia es su base y la utilidad perfecta le pone término”. Es republicano: desde que Napoleón (a quien tanto admiraba) fue rey, decía: “su gloria me parece el resplandor del infierno”. No quiso ser Napoleón y menos Iturbide, a pesar del servil entusiasmo de sus amigos. Desdeñó las glorias imperiales para ser soldado de la independencia. Analizó profundamente los defectos de una futura monarquía en las antiguas colonias españolas.
Aterrado contempla las contradicciones de la vida americana y de ella extrae el sumun de esas negaciones contra la libertad. Así escribe: “…el desorden trae la dictadura y ésta es enemiga de la democracia”. “La continuación de la autoridad en un mismo individuo frecuentemente ha sido el término de los gobiernos democráticos”. Y en ese contradictorio pensar del bien y el mal extrae otras contradicciones: “La libertad indefinida, la democracia absoluta, son los escollos donde han ido a estrellarse todas las esperanzas republicanas”. Libertad sin licencia, autoridad sin tiranía: tales son los ideales de Bolívar. En vano lucha por ellos, entre generales ambiciosos y pueblos desordenados. Comprende antes de morir la vanidad de su esfuerzo, por ello exclama: “Los que han servido a la revolución han arado en el mar.... Si fuera posible que una parte del mundo volviera al caos primitivo, éste sería el último periodo de la América”. Denuncia la miseria moral de estas nuevas repúblicas con la crudeza de los profetas hebreos: “No hay buena fe en América, ni entre los hombres, ni entre las naciones. Los tratados son papeles; las constituciones libros; las elecciones, combates; la libertad, anarquía, la vida, un tormento”. Enervado en el pesimismo, credo de su madurez, se funda en el implacable análisis de los defectos americanos. Comprendió la originalidad y los vicios del nuevo continente. “Nosotros somos -decía- un pequeño género humano; poseemos un mundo aparte, cercado por dilatados mares; nuevos en casi todas las artes y las ciencias, aunque en cierto modo, viejos en los usos de la sociedad civil. Yo considero el estado actual de la América como cuando, desplomado el imperio romano, cada desmembración formó un sistema político, conforme a sus intereses, situación o corporaciones....” “Ni nosotros, ni la generación que nos suceda --pensaba en 1822-- verá el brillo de la América que estamos fundando. Yo considero a la América en crisálida; al fin habrá una nueva casta de todas las razas que producirá la homogeneidad del pueblo”.
En esa vida de contradicciones renace un hombre diferente del que se originan los mitos, verdades y leyendas. El orgullo aristocrático y la ambición lo llevaron a la autocracia. Ejerció la dictadura y fue creyente de los beneficios de la presidencia vitalicia. Decía, que en la república, el ejecutivo debe ser más fuerte, porque todo conspira contra él, en tanto que en las monarquías el más fuerte debe ser el legislativo, porque todo conspira en favor del monarca. Estas mismas ventajas deben confirmar la necesidad de atribuir a un magistrado republicano una suma mayor de autoridad que la que posee un príncipe constitucional. No olvida los peligros de una presidencia autoritaria. Lo inquieta la anarquía, “que hace crecer la feroz hidra de la discordante anarquía, como una vegetación viciosa, ahogando su obra triunfal”. Aterrado contempla las contradicciones de la vida americana: el desorden trae la dictadura y ésta es enemiga de la democracia. “La continuación de la autoridad en un mismo individuo, frecuentemente ha sido el término de los gobiernos democráticos”. Pero también: “La libertad indefinida, la democracia absoluta, son los escollos donde han ido a estrellarse todas las esperanzas republicanas”. Libertad sin licencia, autoridad sin tiranía fueron sus ideales, pero en vano luchó por ellos. Hoy a sus 231 años, han querido hacer surgir un nuevo bolivarianismo, que en realidad es una insulsa parodia del Paladín Americano.

Enrique Prieto Silva
eprieto@cantv.net
@Enriqueprietos

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miércoles, 23 de julio de 2014

JOSÉ FÉLIX DÍAZ BERMÚDEZ, ESTEBAN PALACIOS, UN TÍO DE BOLÍVAR

Los méritos militares de don Esteban Palacios y Blanco, el más querido de los tíos de Bolívar, fueron los propios de un hidalgo americano quien llegó a ser Cadete del Escuadrón de Milicias de Voluntarios Blancos de Caballería de Caracas, Alférez graduado en 1792, Portaestandarte en 1794 y, finalmente, Alférez de la Primera Compañía del Escuadrón de Milicias Disciplinadas de Caracas en 1797.

Procedía don Esteban de una importante familia colonial: Su bisabuelo, don José de Palacios y Sojo, había sido Regidor y Alcalde Ordinario de Caracas, Capitán en las Compañías de Infantería Españolas de los Voluntarios en las que fue Teniente Gobernador. Su abuelo, don Feliciano Palacios y Sojo, fue Alférez Real Perpetuo por fuero de heredad de Caracas, ejerció el cargo de Procurador General, Alcalde de la Santa Hermandad y Regidor, recordado además por haber promovido la construcción de un puente que unió a la ciudad, la instalación de una fuente de agua en la Plaza Mayor y la colocación de sus portales,  lo cual testimoniaba sus desvelos ciudadanos. Igualmente fue Subteniente de la Compañía de Milicias y Capitán. Su padre, don Feliciano Palacios, fue Alférez Mayor de Caracas, Capitán de la Primera Compañía Miliciana de Blancos de la ciudad y participó en los difíciles sucesos de las rebeliones de Juan Francisco de León, cargo que ejerció hasta que ocupó el de Tesorero Diocesano de la Santa Cruzada y, por último, bajo la gobernación de don Luis de Unzaga, se desempeñó como Capitán en los tiempos de la guerra entre Inglaterra y España.

El empeño y la fidelidad como la que los Palacios se habían dedicado a la carrera de las armas era notorio en la Provincia y entre los hijos de don Feliciano cuatro de ellos fueron oficiales que prestaron servicios en los Reales cuerpos. Sobre don Esteban destacaron sus superiores:"la aplicación y amor con que sirve", y que: "ha asistido a todos los ejercicios doctrinales con bastante aplicación y adelantamiento", entre otros. No obstante ello, reiteradas solicitudes de ascenso le fueron demoradas retardando innecesariamente su carrera.

Los muchos intereses de su anciano padre en Miranda del Ebro, en Burgos, en Cádiz, en Sevilla y en la Corte de Madrid, así como también los de su hermana María Concepción: "viuda del Coronel don Juan Vicente de Bolívar, y con cuatro hijos menores", tal y como refería, justificaron que solicitase don Esteban en 1791 una licencia por dos años para viajar a España.

La muerte sorpresiva de su hermana y luego la de su padre le hizo considerar su regreso a Venezuela al haber sido nombrado: "tutor y curador de su sobrino carnal don Simón de Bolívar y Palacios, que es menor de 12 años, y siendo sus mayorazgos crecidos y su edad tierna", lo cual hacía preciso: "atender en conciencia a aquellas obligaciones tan justas, como también a cuidar sus propios intereses". Sin embargo en virtud de su permanencia en España, el tío Carlos se encargó de la tutoría propiciando litigios y diferencias. Don Esteban amonestó a su hermano no habitase en la casa de Bolívar: "para no excitar la crítica pública de que te prevales de la curatela...".

Don Esteban representó para Bolívar la presencia entrañable de su: "querido tío" y de su: "buen padrino". Le llevó a España y estuvo a su lado donde se aseguró que recibiera una buena educación en materias como lengua, historia, matemáticas, esgrima y baile, "a todo se prestó siempre dócil y contento". Junto a él presenció Bolívar las contrariedades de la vida cortesana de Madrid.

Años después Bolívar evocó ante él los recuerdos de una época feliz: la imagen de su madre con la cual don Esteban guardaba parecidos, sus hermanos, sus parientes, los primeros juegos, los regalos del padrino generoso y solícito. Ante él desbordó sus sentimientos, lo más entrañable del pasado, lo más significativo del presente, lo más enaltecedor del porvenir. Ante él se condolió Bolívar del sacrificio y del horror, la sangre y los padecimientos que sufrieron los suyos y lamentaba que la ciudad en que todos nacieron y vivieron, la que fue culta, hermosa y distinguida, ya no existía, desaparecida en medio de tantas desgracias y catástrofes pero que sin embargo, enaltecida en los fastos de la historia, se negó a ser sumisa, se negó a ser esclava, ciudad inconforme y rebelde que simbolizó en todo tiempo el fin de los tiranos y en la cual al decir de Bolívar: "sus cenizas, sus monumentos, la tierra que la tuvo, han quedado resplandecientes de libertad", y así se lo testimonió a su tío a quien denominó pleno de afectos y memorias: "mi segundo padre".

Don Esteban fue diputado suplente por Venezuela ante las Cortes liberales de Cádiz entre 1810 y 1814 y apoyó junto a los parlamentarios americanos las reformas políticas, la libertad de imprenta,  la igualdad de derechos, la amnistía para los rebeldes, la eliminación de la esclavitud. Murió en octubre de 1830.

Jose Felix Diaz Bermudez

jfd599@gmail.com
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viernes, 11 de julio de 2014

ENRIQUE PRIETO SILVA, ¡INDEPENDENCIA 203 AÑOS DESPUÉS!

Recordamos del "difunto": ¡Independencia y Patria Socialista! De su vacío poder intelectual nunca podía salir nada que tuviera visión ni sentido para cavilar sobre ningún ideario, toda vez que las ideas surgen de una base intelectual referencial, perfilada de un conocimiento madurado con perspectivas de un futuro soñado sobre la base de una mejor realidad. 

JURAMENTO DE BOLIVAR
La idea de independencia hace 203 años, no surgió de una visión soñada ni mesiánica, sino de una aspiración ya madurada de un pueblo que creyó llegado el momento de dejar la dependencia política, el quehacer económico maltratado por un poder externo imperial y el deseo ya aferrado de dar lustre a un nacionalismo surgido del mestizaje durante varios siglos. Fue una idea simple: "liberación del colonialismo"; y por fuerza del destino, surgió como el primero y más grande movimiento independentista de Latinoamérica, con un ideario libertario autóctono enriquecido con las ideas de Francisco de Miranda.

A 203 años de la Independencia, vivimos un deambular por la inopia y la insípida idea de patriotismo patriotero.  En el decurso institucional, las Fuerzas Armadas atraviesan un nuevo aniversario de la Independencia, soportando la insidia provocada por el difunto majadero, con la voz atroz de de un gelatinoso general perfilado en la tribuna política sin descargos, el general Vladimir Padrino, quien en un reto a la historia se atrevió a decir: "¡Independencia y libertad, independencia y revolución, independencia y patria socialista, el comandante  vive!" Todo un reto a la patria que se configura después de la muerte del "insepulto". Y ya en el ridículo, insiste en su cursi tesis de que: "se trata de un golpe de Estado en situación continuada y esto no es nuevo: ya son quince años lidiando con esto" que fue fraguado, reiteró, "bajo la doctrina de la guerra no convencional de Estados Unidos". ¡Mayor ridiculez imposible!
¡Compatriotas militares! La Patria no está en peligro. El peligro que se cierne en su naturaleza es la desviación institucional de la Fuerzas Armadas. Allí se han enquistado una suerte de "herederos" del militar militarista más ortodoxo y retrógrado en los 203 años después de Carabobo que los embaucó metiéndolos en un enjambre de sortilegios, haciéndoles creer que la independencia de la patria peligra, inventando un nuevo imperio y haciéndoles creer, que Bolívar fracasó en su intento de libertad, por lo que él, por efluvio y emanación mesiánica, habiendo contactado sus restos, descubrió lo que le faltó en su obra. 
Vale preguntarse: ¿Se fundamentaba el "difunto" en el imperio contra el que luchó Bolívar? 
La historia en la voz de sus más insignes historiadores, poetas y novelistas nos lo recuerdan:
“Este pueblo ha dado para todo; severidad para los viejos tiempos; austeridad para la República; depravación para los Emperadores; catacumbas para los cristianos; valor para conquistar el mundo entero; ambición para convertir todos los Estados de la tierra en arrabales tributarios; mujeres para hacer pasar las ruedas sacrílegas de su carruaje sobre el tronco destrozado de sus padres; oradores para conmover, como Cicerón; poetas para seducir con su canto, como Virgilio; satíricos, como Juvenal y Lucrecio; filósofos débiles, como Séneca; y ciudadanos enteros, como Catón”.
Sin embargo, pareciera, que Cuba, Bielorusia, Rusia, Iran, y hasta los tristes y pobres pueblos latinos que le han secundado, estuvieran más cerca que nosotros de este imperio contra el que lucha la “revolución bolivariana”.
Enrique Prieto Silva
eprieto@cantv.net
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miércoles, 2 de julio de 2014

AMÉRICO MARTÍN, DE LA DUDOSA MORAL

Me sirve la excelente obra de Inés Quintero sobre el Precursor Miranda –“El hijo de la panadera”- para insistir en el equívoco tema de la moral pura y la que reina en el ámbito de la política. Pueden aprovecharse los duros retos que a través de los accidentes de su historia de revolucionarios determinaron el pragmatismo de dos líderes políticos instalados con justo título en el corazón de los latinoamericanos.

Las huellas del iluminado Miranda se habrán borrado, quizá, en España, Francia, Rusia, Inglaterra y EEUU, lugares donde su presencia fue intensa, pero entre nosotros, no. ¿Por qué no? Porque fue parte decisiva de una historia determinante de nuestro modo de ser. Pero adicionalmente porque los anacrónicos hábitos del fundamentalismo dogmático, por causas difíciles de entender, lo han enaltecido hasta la cima de la leyenda o el mito. El peor de los mitos es el concebido para el servicio de los poderes dominantes.

Digamos con Klausewitz: “La guerra es la continuación de las relaciones políticas, es una gestión de las mismas por otros medios”.

Me permitiré repetirlo -con más provecho- al revés: La política es lo que evita una guerra o permite superarla después de iniciada, con menos costo.

Precisamente, porque quiere impedir un conflicto bélico o ponerle fin a una carnicería ya en marcha, la política tiene una marcada propensión realista. Debe tratar de lograr lo esencial de sus objetivos, aceptando necesarias flexibilizaciones pragmáticas.

“Flexibilidades pragmáticas”. Esa fórmula suena mal porque supone diálogos, negociaciones, transacciones. Pero aunque suene mal, el pragmatismo puede ser vital para obtener sustanciales logros democráticos. Y en cambio, el moralismo que lo rechaza podría acaso terminar siendo una perniciosa violación de la Moral.

Nos recuerda la profesora Quintero que Miranda se tragó toda la irritación que cargaba contra William Pitt, el frío ministro inglés, para no estorbar su patriótico esfuerzo por poner la fuerza británica del lado de la causa emancipadora de la América Hispana. A sabiendas del interés o codicia que pudiera haber en las potencias inglesa y estadounidense, no vaciló en ofrecerles Trinidad, Puerto Rico y Margarita a cambio de su ayuda.

¿Se pasó de raya? ¿Era esa concesión ciertamente necesaria? ¿Trataba –al incluirla casi como señuelo- de reducir al mínimo la entrega de territorios más importantes? Tal vez sí, tal vez no. Pero Miranda no dio ese paso por ser hombre de índole inmoral, entreguista o –como dicen ahora- “apátrida”. Es lo contrario, lo hacía impulsado –con razón o sin ella- al logro de la independencia del extenso territorio hispanoamericano. Una una óptica pragmática, pero intencionadamente Moral. Así, con “M” mayúscula.

El realismo político puede prevalecer sobre la Ética pura, cuando la suprema Moral está en juego o en peligro. Entendiendo en este caso por “suprema moral” la independencia, la democracia, la libertad, la seguridad y la paz. Ese inmenso destino puede perderse si quienes buscan alcanzarlo reaccionan como duques ofendidos a la posibilidad de hacer la más pequeña pero salvadora o inevitable concesión o se nieguen por mal entendido moralismo a dialogar con quienes tengan las manos sucias.

Miranda se reunió a consciencia con embajadores españoles que registraron sus movimientos para denunciarlos al monarca que quería eliminarlo, por no mencionar a Catalina y sus validos, que lo trataron muy bien y sin embargo no vacilarían en mancharse con la sangre de quienes se enfrentaran al imperio ruso.

Miranda era un político, era un patriota de elevados sentimientos, y como tal sabía que ese oficio, cual hacer humano, no es contrario a la moral. Pero entendía que nada más erróneo, disparatado incluso, que olvidar la particular forma como se combinaron Moral y Política en la Historia. Una sin la otra podía triunfar pero en forma muy perversa e inhumana. La victoria de una gran causa debía emanar de un alto pragmatismo, eso sí: “gobernado” por reglas éticas sabiamente combinadas. El principismo puro en el área mencionada podría quedar reducido a un desahogo impotente y vanidoso. Una falsa moral sin resultado, como no fuera cultivar el autobombo.

Otra notable lección queda subrayada en la obra de Inés Quintero. La de la fatuidad, falacia y papel de los mitos personalizados, que estrangulan la libertad de pensar y de crear.

No creo que al destacar dos cuestionables momentos en la conducta de Miranda y de Bolívar, la autora haya tenido otra intención que la de establecer la verdad. Una forma de humanizarlos o más bien de no endiosarlos. La capitulación de Miranda frente a Monteverde había merecido comentarios contradictorios de autores impecables. Augusto Mijares la adorna un poco para defender al gran hombre.

Quintero examina las realidades con mucho rigor. No emite juicios de valor. Los hechos hablan por sí mismos. Miranda dejó a sus compañeros en las fauces de un tirano mientras intentaba escapar. Llevaba una elevada suma de dinero de las exhaustas finanzas de la República. O peor -según sus acusadores- como salario de traición que le habría pagado Monteverde.

Bolívar, de las Casas y Miguel Peña fueron los principales involucrados en la detención del trágico Precursor. Lo llamaron traidor, lo infamaron. A tenor de carta del tirano Monteverde y declaración de un amigo realista de Bolívar, el futuro Libertador fue premiado con el perdón y un pasaporte que le permitió salir de Venezuela. El cruel jefe canario agradeció su oportuna intervención contra Miranda

Miranda y Bolívar fueron grandes americanos, pero no deidades impolutas. Esas mencionadas bajezas morales sirven para demostrarlo. Al evocarlas de nuevo por amor a la verdad, la historiadora Inés Quintero merece nuestra gratitud.

Americo Martin
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