BIENVENIDOS AMIGOS PUES OTRA VENEZUELA ES POSIBLE. LUCHEMOS POR LA DEMOCRACIA LIBERAL

LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA
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viernes, 23 de octubre de 2015

LEANDRO AREA PEREIRA, ¡VOTA UNIDAD!

Lo escribo, me la juego y me persigno para darme la fuerza y el valor de creer y así exponerlo, que se puede construir un mejor país que el que tenemos. Y ello sin grandes alharacas, sin las trompetas ni  las espadas que la violencia partera de la historia exige, pues dejaría heridas sempiternas, derrotas bíblicas, que de eso no se trata.

Prefiero las transformaciones sociales que provienen de lo más hondo, que son las que más duran y convencen, a las derivadas  de traumas que siempre mal curados alientan odios ancestrales donde se posarán, a través de los siglos, tantas épicas moscas y siniestras.

Pero entiendo que, por más que se las quiera, hay ambiciones como ésta que anhelo que se cansan, empobrecen o enconan en el fondo sin fondo de la esperanza fastidiada de los días y que acaban por convertir lo que fuera ilusión en desencanto y rabia, en marchito no más, proclive a otros destinos.

Frente a esa innegable realidad es que vengo a exponer que podemos cambiar sin empezar de cero, sin complejos de Adán, sin destruirnos, sin abrumes de guerra o de suicidio, sin histerias, sin derrames de resentimiento convertido en persecuciones y en justificación a revanchismos posteriores. Sin repetir al que decimos negar.

Con justicia, eso sí, nada de impunidad, para que no queden dudas y migajas sobre la mesa. Pero además con hechos civiles y electorales, magníficos y contundentes, como el del reto que tenemos enfrente que implicará la determinación ciudadana de salir a la calle y votar como huella primera, para cambiar democráticamente un modelo de vida insostenible aquí y donde sea.

La historia sabe, por vieja y diabla, que necesita de nuestro envejecimiento para alimentarse. Ella conoce hasta la saciedad que nada es de una vez o para siempre y que se requiere de madurez o ruina para que las condiciones se presten a la transformación. Y ya de corrompidos y corruptos estamos hasta el tuétano. Somos lo que no llegamos a ser por inconclusos, mineros y desafinados, por la desproporción o el abandono, y ya es hora de asumir esa experiencia vital acumulada a favor de nuestra memoria inteligente. Así sea.

Pero hoy hay gente que tiene frente a sí, cómo no comprenderlos, un farallón de dudas, un abismo de sinsabores y de mal aliento, un dragón visceral que nos hace salobres, desconocidos que nunca imaginamos llegaríamos a ser lo que ahora somos.

Por esa comprensión del otro, ese ponernos en los zapatos de ellos, es que nuestra pasión debe concentrar todo su esfuerzo en transformar en energía política convincente, voto unitario, todo el pozo de malestar acumulado entre tanta gente que ni bandera tiene.
¡Fuera abstención, desunión, dejadez, tristeza, odio, desilusión, apatía, abatimiento, melancolía, venganza, cansancio, descorazonamiento, abulia, aburrimiento, iracundia, vergüenza, tedio, yo no me meto en eso! ¡Adiós aves de mal agüero!

Bienvenida sea la conciencia, la esperanza de que nuestra participación política en este tiempo que se nos viene encima y presuroso, puede sembrar las semillas que deseamos y recoger los frutos del esfuerzo.

No dejemos pasar esta oportunidad electoral que ya se acerca frente a un gobierno incapaz y perverso que intentó, y mire usted que lo logró transitoriamente, sepultar nuestras vidas en el sarcasmo de sus aberraciones y ganancias banqueras.

¡Hagamos mucho, todos a la vez, juntos por si te quedan dudas o temores. Aún no es tarde. Por la memoria que seremos!

Leandro Area Pereira
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martes, 25 de agosto de 2015

LEANDRO AREA PEREIRA, SOBRE EL CIERRE DE LA FRONTERA COLOMBO-VENEZOLANA

Ya está demostrado que a mayor escándalo político, vagabundería económica y descontento social, mayores son las probabilidades de que aparezcan, se cocinen y capitalicen conflictos y roces fronterizos que al fin y al cabo distraen a la ciudadanía de las reales razones y causas de los males que la abruman y empobrecen.

El objetivo es siempre y en todos los casos el de desnaturalizar el malestar, inducir a evadir la realidad, crear un fuego allá en el horizonte anónimo de los límites que nos distraiga del hoy, del ahora y aquí, para falsificarnos el desengaño cotidiano e inventarnos en la figura de algún héroe, que pudiera hasta adquirir el nombre anónimo de patria, un motivo pomposo de reencuentro colectivo, una farsa, un negocio sin riesgo en lo inmediato.

En suma, no caigamos en la trampa de la tardía y fingida defensa de la soberanía y menos en la manipulada culpa de la traición a la patria, que son ambas artimañas de las más torvas y primitivas que lo que buscan es tapar el rotundo fracaso del régimen actual.

Lo que toca es salir del gobierno de Nicolás Maduro por vía electoral. El gobierno de Maduro ya no encuentra de que frontera ahorcarse.

Leandro Area Pereira
leandro.area@gmail.com
@leandroarea

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sábado, 1 de agosto de 2015

LEANDRO AREA PEREIRA, LOS PERROS CALLEJEROS

El 27 de julio se celebra, desde el año 2011 y por iniciativa del chileno Ignacio Gac, el Día Internacional del Perro Callejero. Hablamos de aquél otro prójimo abandonado a su suerte de olfato y dentadura que sin humana y solidaria compañía encontrará, bien de seguro, un final marcado por la crueldad. Agreguemos además y no de paso los problemas sociales y de salud pública que acarrea su trajinar trashumante por ciudades y demás descampados. En deuda con ellos estamos pues también, instituciones y personas.

Los ojos de esos perros perdidos, de tan melancólicos que son, reflejan su caminar anónimo a través de asfalto y espinares. Qué no diéramos por darles una mano o llevarlos a casa, pero pocos se dejan de ariscos que se han vuelto ante su angustia de pellejo o de migaja al menos. O insensibles nosotros, quizás. Explicaciones todas exculpatorias pueden serlo y no lo niego, o miedo atávico a la rabia ancestral y contagiosa del mordisco in fraganti de su hocico espumante.

Idealizados, los perros todos son los seres más maravillosos que la imaginación ha podido concebir. No existe en el cosmos un extraterrestre más gentil y  noble compañero, y no es casual que más de una vez los frecuentemos equivocadamente como hermanos y los tratemos de tal cuales, pues esta connotación viene y va naturalmente cargada de afecto y cercanía, aunque ello no obste para que quienes abusan de todo lo posible, nosotros quién si no, los hayamos convertido en objetos de circo, en mercancía, en negocio, en tienda irrespetuosa de disfraces cuadrúpedos.

Lo cierto es que el perro, cuyo origen remoto está en el lobo, convive con el humano que hemos llegado a ser a fuerza de apoyo y mutua protección. Amigo, es el mejor, después viene el caballo por razones distintas, pues ante todo trance y prueba, en una relación que es tanto utilitaria como afectiva, da muestras de lealtad suprema y sacrificio desmedido.

Ahora divago y anoto que los perros parecen pertenecer a un estadio de existencia superior, cuyo propósito es el de servirnos de apoyo, guía y reflexión en el interminable camino hacia la superación espiritual y personal.

Ellos son ángeles de luz o seres en tránsito, venidos también y al mismo tiempo a aprender y a enseñar, a humildes dar y recibir, a facilitarnos ejemplo y  protección para que podamos descubrir y perfeccionar nuestras sensibilidades y a disolver nuestros miedos y padecimientos más profundos entre los que destaca la falta de comunicación de bondades, sean éstas desconocidas o reprimidas y por lo tanto desaprovechadas. Somos en todo caso energías complementarias y comunicativas. Quien ha querido a un perro, amarlo diría yo, lo sabe plenamente.

Por ahí oigo a Susi, pastor alemán ella, jugar con mis otros hijos, que corren, se persiguen y muerden, y toman agua casi del mismo cuenco. Registro sus gritos y ladridos, alborozo común, y me transporto a través de su coro a mi pasado más remoto, donde descalzo, corriendo entre las breñas y jadeando en jauría, perseguía a nerviosos venados en las faldas del Ávila con el sol reverberando en sus miradas, impávidas de asombro.

Los perros nos delatan y si callejeros y huérfanos más aún todavía. Almas en pena, seres desorientados como tú, como yo, ladrando de emoción o de miedo, pidiendo misericordia por favor. Menos mal que no hablan, se rompería el encanto, se acabaría el hechizo, se ocultaría la  verdad de ese amor verdadero.

Leandro Area Pereira
leandro.area@gmail.com
@leandroarea

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miércoles, 10 de junio de 2015

LEANDRO AREA PEREIRA,¡ELECCIONES YA!

El título pareciera repetir la consigna más subversiva de los años de la dictadura en Venezuela. Al expresarla, en forma de grafiti,  un muchacho de la época se jugaba la vida al ser calificado de enemigo del régimen. Ay de aquél que osara ventilar en las paredes de lo público lo que todo el mundo murmuraba en privado. Los medios de comunicación, ni pío. La clandestinidad estaba de moda para la libertad. Hoy estas exigencias de respeto político siguen vigentes. No sería malo volver a la calle con este inocente reclamo.

Más aún cuando se presume que viviendo en un sistema democrático, donde debieran cumplirse Constitución, leyes y procedimientos que obligan, por plazo vencido, a la elección de los miembros de una nueva Asamblea Nacional, el Consejo Nacional Electoral, responsable administrativo de esa contienda, guarde silencio mudo jugando con el ya deteriorado equilibrio mental del país. Con su actitud no hace sino abrir paso a todo tipo de conjeturas, ninguna de ellas sacada del sombrero de un mago ni de un plan conspirador.

O será que quiere que le remachen aquello de impostor, y entonces salir, bajando despacito por la  rampa, con el país en vilo y en cadena nacional, a dar declaraciones, encrispando más aún los resortes emocionales del país que no están para tejemanejes ni empastelamientos, a menos que lo que se esté buscando sea precisamente eso.

Y menos todavía si le suponemos garante de las cuentas de la voluntad popular, no he dicho fraudulento, el banquero, si se me permite la torpe alusión,  de nuestros capitales ciudadanos, que nos impone un hasta que a él le provoque, cuando el cuento es que nosotros lo que queremos es, y ya, invertir en democracia.

Pero nada, que lo que hacen es que dilatan y retrasan, se hacen de alguna otitis, culipandean, no responden, haciendo sospechar, hasta a las más inocentes palomas, que se trata de un plan, de una fragua con la que se intenta crear confusión, desesperación, desasosiego en la oposición, que viene navegando y administrando con claridad de horizonte, polo a tierra, sus demonios internos.

Y este retraso del período es más grave aún cuando la realidad, que es la mejor de las encuestas existentes, enseña un índice de mayúscula desaprobación de la ciudadanía a la gestión del gobierno en cualquier materia bajo su responsabilidad. El hambre, la enfermedad, la muerte, la corrupción, el robo, la represión y los presos políticos, la indolencia, el irrespeto y el embuste contumaz son las evidencias más claras, patéticas, que no se pueden tapar ni con todos los dedos de ambas manos.
El ciudadano aspira a decir, es su derecho, lo que opina sobre los candidatos de la oposición y del gobierno a la Asamblea Nacional, a través de elecciones libres bajo el resguardo de observadores internacionales independientes, capaces, honrados y respetados. Que las opciones políticas midan sus fuerzas, su popularidad en todos los rincones del país. Que no se quede un venezolano sin la posibilidad de votar. Que cese el manguareo con la fecha electoral que hace enardecer los ánimos.

La oposición está cumpliendo con su cronograma de actividades y no hay trampa que pueda frente a una mayoría aplastante. Ojo con la abstención fruto de la desesperanza que es a lo que juega este retraso maquinado por el gobierno a través de uno de sus músculos más sumisos y sombríos: El Consejo Nacional Electoral.

Leandro Area Pereira
leandro.area@gmail.com
@leandroarea

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jueves, 28 de mayo de 2015

LEANDRO AREA PEREIRA, MITOS,HEROES Y CULPAS

Cada país posee un repertorio en el que se exhiben efemérides, héroes, fechas patrias, paisajes y personajes de todo pelo y alcurnia que conforman el representativo de identidad de esa nación. Así, seguro estoy de que Pelé estaría presente en el del Brasil, la Virgen de la Coromoto en el de Venezuela y Celia Cruz, quizás, en el cubano.

En el caso nuestro hay de entre estos ungidos representantes, cuatro que llaman mi atención y que vistos en su conjunto y a pesar de sus aparentes diferencias, que son de toda índole, permiten una elaboración caleidoscópica sobre el representativo social del venezolano y su furtiva imagen. Ellos son Simón Bolívar, el Padre de la Patria; María Lionza, diosa virgen; José Gregorio Hernández, el médico de los pobres y Armando Reverón, el pintor de la luz. Relacionando estos cuatro personajes, exprimiéndolos si se pudiera en uno solo, pudiéramos percibir el sabor y el aroma de lo que hemos sido como pueblo; nuestro oscuro horizonte.

Para un joven de hoy estas figuras son poco familiares, es verdad, y no forman parte en apariencia de su radar informativo ni son parientes próximos de sus gustos y deseos, y menos aún de su sensibilidad. Pero a pesar de ello son los que sin saberlo les mueven el piso. El país en que viven, la realidad que soportan y con la que cada vez menos quieren sentirse vinculados, se encuentra permeada por la presencia fantasmagórica de esos mitos que, así como el de ser  un país rico, se han convertido en leyendas que por más apolilladas que estén, siguen ejerciendo una inmensa influencia sobre nuestras maneras de vivir, que son el pensar, el sentir y el actuar. Son de tal peso sus influjos, que no hay gesto como forma de expresión corporal o palabra como manera del pensamiento o acción, que no esté determinados por su espectral presencia.

He dicho en otra parte y lo repito aquí que en este tremedal llamado Venezuela, sin distingos de raza, sexo o disgusto político, cargamos en nuestro relicario de penitencias, restos de esos náufragos con los que nos identificamos sin saberlo. Cada sociedad somatiza sus mitos, goces, derrotas, rencores y ausencias, y las hace propias. Los convertimos en materia y espíritu y traducimos en comportamientos automáticos pues viven en nuestros tatuajes más profundos. Pobre de ellos. Somos los leyendas que nos nombran.

Bolívar, Hernández, María Lionza y Reverón, ¿qué tendrán en común? El ostracismo, su expulsión, su confinamiento, su expatriación, su desarraigo, su exilio, su condena, su muerte prematura. Todos ellos seres inacabados, inconclusos, derrotados, exaltados a conveniencia por la misericordia de unos cuantos.

Cada uno de nosotros está cargado de esa vibra que como hemos dicho se transfiere a través de múltiples e insospechados caminos al ser hereditario que somos a través del parto biológico, que es uno, y del parto social que es múltiple y constante y que valora lo que le rodea desde esos imanes, esas brújulas selectivas y atávicas.

Pensar en estos asuntos después que salgamos de las caraotas y el arroz y las elecciones puede resultar importante.
                     
Leandro Area Pereira
leandro.area@gmail.com
@leandroarea

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domingo, 3 de mayo de 2015

LEANDRO AREA PEREIRA, EL EXILIO VENEZOLANO

Para los venezolanos, el exilio es sinónimo de calamidad personal, familiar, social y política. Presuntamente voluntario, lo es casi siempre forzado. Su  especificidad reside en que no es tan solo cuestión de economías o dineros, aunque a decir verdad aquí el gobierno tiene confiscado todo bien incluyendo las posibilidades de progreso; no obedece, en apariencia, a guerra declarada, aunque claro que lo es; tampoco pinta a exclusión o persecución por raza, religión, credo político, a pesar de ser lo que más se le antoja.

Si fuera por impericia  gubernamental nada más pero es sobre todo la maldad lo que supera nuestros límites, la pestilencia de tanta descomposición macerada en el espíritu durante años la que crea esa conmoción de zozobra, de asedio, de secuestro social y de hartazgo que inducen a la desesperanza o a la rabia del que siente se ahoga en el desasosiego de los días que se repiten sin fecha de expiración previsible  y requiere, desesperadamente, de una bocanada de auxilio.

Lo demencial del éxodo venezolano es la sevicia en la que se regodean y  la impunidad con la que lo ejecutan sus causantes que en definitiva lo que quieren es un país sin gente, un lugar sin nadie sino de ellos propio donde hacer y deshacer, aún más, lo que les viene en gana sin importarles ni pizca ni tampoco la opinión de la comunidad internacional, siempre ella tan allá a lo lejos, zigzagueante y respingada, que les importa un bledo.

Aquí y a la vista de todos se lleva a cabo  ese plan desfasado de isla que a juro se repita, de auto bloqueo, de dictadura electoral para delinquir legítimamente más aún y a sus anchas, mientras las vidas de los demás, los derechos humanos los llaman, se avasallan, encojen y marchitan dentro de un caracol proscrito de chivos expiatorios.

La particularidad de nuestra migración colectiva es que los que nos quedamos dentro padecemos de exilio interior que es  la epidemia inoculada desde el poder que ha echado raíz en nuestros estrujados corazones cotidianos cuya sensibilidad se ha aguzado para la auto protección y la agresividad antes que para la construcción y la bondad.

Compartir en estas circunstancias es verbo exclusivo para con los íntimos si acaso. Dialogar, un tesoro inaudible. Los desacuerdos y la indiferencia reverdecen, porque el diccionario de nuestro común sentido flota en una charca de desencuentros y de desconfianzas, y así no nos convoca el semejante que éramos.

Mala yerba esa la de maltratar al otro. Peste humana con historial bíblico  capaz de invadir por todos los resquicios tanto a los que se van como a los que se quedan. Sombra que te acorrala esa la de los atropellos, mientras tú empequeñeces de frustración, melancolía o furia, y te distancias de tu centro, de tu orgullo, de la savia que daba vida a lo que fuiste, del pezón originario, de tu pertenencia, tu reconocimiento y estima, tu memoria, tu espejo, tu destino en la tierra.

Las razones del éxodo son siempre invasivas, depredadoras y excluyentes. La persecución como arma política tiránica supone más de un rostro y miles de antifaces. Se teje y ejecuta a través de insospechados trámites y consentimientos, siempre conexos a jaurías y a jaulas, a ejecutores y a ejecutados, al desprecio. En estas condiciones hay transporte de sobra para las despedidas.

Leandro Area Pereira
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jueves, 23 de abril de 2015

LEANDRO AREA PEREIRA, LA CUMBRE: RON CON COCA COLA.

ABRE EL PIQUITO PAJARITO ROJO
Para los inflamados enemigos de las cumbres, como si éstas fueran organizadas para servir de algo más que no sea legitimar  una decisión ya asumida por líderes y gobiernos a través de sus cancillerías, la Séptima Cumbre de las Américas, realizada recientemente en Panamá, debió serles motivo de frustración y encono.

Y no es para menos, pues en flamante escenario buscado, escogido, propicio y público, y con una difusión espectacular, se dio inicio formal a un nuevo período histórico en las relaciones del Continente Americano. Se incluye lo político,  lo económico y por lo tanto lo ideológico, y ello se concretó con un simbólico apretón de manos entre los presidentes Obama y Castro.

Que este proceso de reconciliación sea lento, lleno de escollos y turbulencias, críticas, enemigos internos y externos, y posibles fracasos, lo presumen hasta las más inocentes palomas. Porque desmontar, descongelar un muro de prejuicios y agresiones mutuas que aprovechadas por terceros ya duraba por lo menos desde que Cuba fue expulsada de la OEA en 1962, no puede ser asunto que se resuelva con un mágico gesto de amistad por más sincero que éste sea.

Pero ello de por si valió la cumbre realizada con garbo y paciencia en el querido Panamá de mis tabogas. Sólo ese hecho crucial cristalizó la pena de tanto esfuerzo, además de enseñarnos que la política es la ciencia o el arte de lo que a veces pareciera imposible.

Frente a todos los países miembros de las Américas, sin falta alguna de sus jefes de Estado y de Gobierno, y como llevándole la contraria a todos los saboteos e incidentes programados, pagados y ejecutados por autores intelectuales foráneos, ambos mandatarios estrecharon sus manos, en foto que recorre el mundo, en gesto que horas antes se creía improbable.

Es tan paradójico y sorpresivo todo lo que ha ocurrido en tan poco tiempo, que hasta los amigos más íntimos de la Revolución Cubana de antaño, de Fidel, Playa Girón y demás, andan tan desconcertados y sin piso ante esta nueva realidad que no saben qué hacer, dónde meterse, qué discurso inventar.

Por otra parte, toda aquella campaña-show antimperialista guiada y pagada otra vez desde Venezuela, en reacción a la decisión de declararla como “una amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional y a la política exterior de los Estados Unidos”, no les dio fruto alguno. Y si se quería hacer desistir, contaminar o retrasar la decisión cubana de restablecer  relaciones con Washington, pues no lo consiguió.

Es una decisión tomada. Cuba no aguanta más porque entre otras circunstancias históricas ya Venezuela no es la ubre de antes y también porque la opinión pública en los Estados Unidos ha venido variando en relación al tema cubano. Además porque a Obama, si le faltaba aún dejar alguna huella, aparte de haber sido el primer presidente afro descendiente de su país, se la jugó como gran líder que es, con una visión política de largo alcance. De los Castro, ni pendejos que  fueran.

A la luz de los elementos narrados, cada día más los desteñidos esfuerzos de algunos líderes y movimientos de militares golpistas  o revolucionarios en América Latina por imponer regímenes de fuerza, ponen al descubierto su fracaso. Tan es así que la propia Cuba ha prestado su territorio y apoyo para resolver el viejo conflicto colombiano.

Ojala no tengamos que esperar cincuenta años para que la libertad, la democracia y el respeto a los derechos humanos regresen a nuestro continente. Ese apretón de manos es verdaderamente histórico y pudiera cambiar, sin más, el curso de la historia.

Leandro Area Pereira
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domingo, 12 de abril de 2015

LEANDRO AREA PEREIRA, TRISTE PAÍS DESVENCIJADO EL MÍO

Triste este país desvencijado el mío al que han convertido en una ranchería destartalada y lúgubre. No he encontrado antónimo suficiente para “milagro”, pero en estos días de loas a la invasión y al anti imperialismo, por lo que electoralmente pudieran tener de prósperas esas trincheras trasnochadas al acorralado gobierno, escuché avergonzado decir a un ciudadano en una interminable cola trashumante en busca de jabón, que se trataba de una “venezolanada” eso de convertir  al abono en estiércol.

Y que Venezuela sea un país rico mientras crece como la verdolaga la pobreza, del espíritu incluido, es una mentira catedral, a pesar de que el régimen cacaree fanfarrón, para darse un tupé que lo descubre, en un exceso más con el que quiere cubrir su dictadora desnudez, que somos (sic) la nación con mayores reservas petrolíferas probadas del universo entero. ¿Y qué? Como si eso nos hiciera imprescindibles, poderosos o prósperos. Verborrea, desplante, buche y pluma no más.

La Venezuela de hoy es un lugar tan triste y agrego peligroso, que ya ni desde lejos se le parece al del recuerdo aquel y vago del hasta ayer no más, que habría que pedir segundas opiniones, porque de una enfermedad terminal se trata este abandono. Porque una nación supongo, es un conjunto de prismas enaltecidos en un sentimiento en el que se multiplican en el tiempo, enfoques y diferencias, riquezas y necesidades. Eso fuimos o al menos lo creíamos. Ya no. Ahora lo de moda es la calcomanía de la lucha de clases.

Y agrego a esta penuria la secuestrada geografía que  alejada y esquiva, se oculta  por que ya no somos libres para explorarla. Hoy andan las montañas, los ríos, las llanuras, las calles, cada vez más turbios, yermos, expropiados.  Exfoliados por la ambición del poder eunuco que no provoca sino corrupción,  que no siembra sino tempestades,  que no levanta ni polvo,  que no produce sino desasosiego, que llena su vacío regalando a raudales neveras y peroles.

Y añado además naturaleza, que es geografía humanizada, donde todo es cada día más jungla, más espacio adueñado de ponzoña, minado por bandas del invisible miedo que se ensañan a la vista de todos, esgrimiendo el coleto rojo de su impunidad acolitada y permisada desde las altas cumbres. Ya pocos la visitan de lo envenenada que la mantienen, ni tampoco se atreven los expedicionarios, ¡qué cuentos de Humboldt y Bonpland!

Todos andamos huyendo o rebotando y escondiéndonos de una realidad agresiva más profunda que la que se expresa en la estadística semanal de cadáveres y otros parientes, tantos que ya no asustan. ¿Nacerán alguna vez de nuestra indolencia a buscar los culpables?

A todas éstas, la crianza de mascotas debe estar muy en boga, pero no vaya usted a creer que como forma de sensibilidad o civilización, sino como escape de la soledad, del cobarde que somos, de la desconfianza, desencantados con nosotros  mismos.
Aquí parece ya verdad, que a mayor ingreso petrolero aumenta el índice de corrupción, de arbitrariedad y de sumisión ciudadana. A mayor obsesión de consumo, somos más huérfanos mentales, más dependientes, menesterosos y  pedigüeños, mayor el número de pasajeros en tránsito del minero que somos y que necesitan de una tournée por un exilio dorado, o así nos lo creemos, para no volver más, para no regresar a nuestras fauces. Es increíble observar que a veces pareciera que vamos en un vagón al matadero y además aplaudiendo o haciéndonos los locos.

Leandro Area Pereira
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lunes, 16 de marzo de 2015

LEANDRO AREA PEREIRA, ¿INGENUOS O CARIBES?

Nada es gratuito y hasta la ingenuidad tiene taquilla asegurada. Al menos eso infiero de la afirmación hecha por José Ortega y Gasset en su libro “La Rebelión de las Masas” (1927), según la cual: “…el engaño resulta ser un humilde parásito de la ingenuidad”. 

Claro que ello no me permite concluir que por cándidos hayamos sido mentidos por sus páginas, las que a pesar del tiempo transcurrido crecen actuales y provocadoras. Las ideas de Ortega, tan españolas ellas, universales hoy, están cargadas de parentela, imágenes y preocupaciones cercanas a los que ahora vagamos por este laberinto de Hispanoamérica que padecemos de frustración ante tantas promesas desgajadas y mitos delirantes como aquél de “El Dorado” y  cuya realidad se encuentra atascada entre un pasado que nos abstrae del porvenir, un presente excesivo y áspero, y un futuro vacío por incierto e interrogante.

Pero para ser justos con el español, lo que él plantea o yo creo entender, es el tema de la “masificación” como tendencia, atajo y realidad de un tiempo de contracción de la individualidad, producto de la crisis del Estado Social de Derecho en tanto administrador de los bienes públicos y como consecuencia además del desborde del malestar social convertido en movimientos políticos fundamentalmente no democráticos.

Lo cierto es que en todas las teorías políticas de nuestro tiempo, las masas, el pueblo, los descamisados, los condenados de la tierra, los pobres en suma, han sido elevados en una especie de lástima inconclusa, culpa eterna, hasta el panteón de la idolatría al ser considerados junto a la violencia como los actores privilegiados en los partos históricos que implican ruptura de cordón umbilical con el viejo orden, siempre injusto, partiendo del presupuesto ilusorio y propagandístico de que todo puede comenzar de nuevo cual Edén. Que el pasado es capaz de borrarse a través de algunas genuflexiones frente a la guillotina o el sórdido levanten-apunten-fuego de los fusilamientos, las cámaras de gas, los juicios de los Tribunales Populares o las persecuciones, las expropiaciones o las mentiras, de lo más constitucionales todas ellas.

 A todas éstas, la democracia, muy elegante y circunspecta, ha sido más que alcahueta y timorata con sus enemigos y por ende más frágil y propensa a zancadillas y perfidias. Debilidad política que no le ha dejado ver y actuar a tiempo, cara a errores propios y vicios ajenos, frente a unos energúmenos que anclados en el barco taimado de la revolución, ganan acólitos para su indigestión en un tiempo propicio para ello, donde se conjugan a su favor el crecimiento de la pobreza y las desigualdades, la corrupción, la impunidad y el desdén por los principios en los que se sustenta la vida en democracia.

 La masificación aquí y allá, lo digo por y con Ortega, nos ha hecho, si así puede inferirse, ciudadanos estúpidos, sinónimo éste de insensatos, propiciadores además y voluntarios del engaño, y en todo caso complacientes con nuestra pérdida de individualidad que es a fin de cuenta, libertad, y todo a cambio de hacernos irresponsables, inmóviles, de lo que ocurre a nuestro alrededor, bajo el paraguas pendenciero del “nosotros”.

La ingenuidad política se cobra en la taquilla del engaño con moneda barata y humillante, ya que no media soborno alguno, todo se hace a gusto de las partes. Que de ello tenemos y sabemos de sobra en Venezuela cuyo modelo se ha convertido en epidemia para ser re-exportado en envase de lujo, ahora al Viejo Continente.

Leandro Area Pereira
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sábado, 14 de marzo de 2015

LEANDRO AREA PEREIRA, LA FRONTERA ESEQUIBA

Hace ya algún tiempo que Guyana se ha convertido en tema noticioso pero no como expresión de debate nacional sobre los intereses de Venezuela, sino gracias al esfuerzo comunicacional de algunos experimentados y atentos diplomáticos, a militares de vieja profesión y casta democrática, a estudiosos del tema y a periodistas también que siempre andan alertas, defensores todos de los intereses de la nación. Así es que nos hemos  podido enterar y conocer, de buena fuente, lo que allí se cocina, ocurre e implementa, en relación a la reclamación venezolana sobre el Esequibo.

Y advierten, en los escasos espacios que a duras penas rasguñan en la prensa y demás medios, cada vez más controlados y sumisos a los intereses de la ideología gubernamental, sobre los peligros que corre la nación en su histórica y justa reclamación frente a Guyana.

 Y afirman que el vecino pasando por encima de pactos y de formas establecidas por las partes frente a la comunidad internacional en el Acuerdo de Ginebra de 1966, donde se reconoce la reclamación venezolana sobre el Territorio Esequibo, pretende ahora ejercer presiones y crear tensiones al otorgar de manera arbitraria e inconsulta, concesiones a empresas norteamericanas para la exploración petrolífera en áreas marinas y submarinas, las cuales nunca han sido objeto de discusión y sobre las que la Armada Venezolana ha ejercido y ejerce, sobran motivos de orgullo para destacarlo y confianza en que lo seguirá haciendo, permanente control en demostración de soberanía indiscutible en esa nuestra fachada atlántica.

El gobierno de Guyana, pasajero circunstancial y socio ideológico y beneficiario del de Venezuela en su condición de miembro de Petrocaribe, ha puesto a funcionar un plan de vieja data que ahora consigue madre y padres y coyuntura favorable en la debilidad interna e internacional del gobierno venezolano y de ambiciosos intereses en juego, políticos, energéticos y geo-estratégicos, que se mueven sin que aquí se entiendan y se sepa reaccionar a tiempo.  Eso es lo que uno puede suponer, a menos que el gobierno nacional esté dejando hacer y dejando pasar para lograr un objetivo inconfesable como sería el dejar llevar por su propio peso el caso a la Corte Internacional de Justicia de La Haya, en donde tenemos todas las de perder.

Porque es que el gobierno venezolano cuando ha debido hablar de verdad, ha callado y por tanto, otorgado; cuando ha debido actuar, dejó pasar o responde tan tímido e inconcluso que parece más que desdén, no sé si calculo; cuando debió poner la cara y reclamar, tan forajido él ante solicitudes democráticas y legítimas de la ciudadanía, hace silencio encubridor.

Ante esta situación de riesgo verdadero de pérdida de soberanía nacional, estamos en la obligación de reaccionar en todos los frentes posibles y previstos confiando en que nuestra Fuerza Armada se reafirme en su capacidad y orgullo de los honores que bien se ganó entre sus compatriotas en el ejercicio de su pasado histórico.

Esa fachada atlántica es tan vital para los que compartimos un destino común en estas tierras de Simón Bolívar, como lo es también el Golfo de Venezuela. Es además entrada y salida, hacia y desde toda América Latina a través de las cabeceras del río padre, el soberbio Orinoco, arteria yugular de nuestra identidad e imagen, llave de nuestro corazón más íntimo y desconocido,  candado de las riquezas y pobrezas del país mineral que somos, nuestro rostro embadurnado de petróleo inconstante frente al mundo.

Leandro Area Pereira
leandro.area@gmail.com
@leandroarea

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martes, 10 de marzo de 2015

LEANDRO AREA PEREIRA, ¿INGENUOS O CARIBES?

Nada es gratuito y hasta la ingenuidad tiene taquilla asegurada. Al menos eso infiero de la afirmación hecha por José Ortega y Gasset en su libro “La Rebelión de las Masas” (1927), según la cual: “…el engaño resulta ser un humilde parásito de la ingenuidad”. Claro que ello no me permite concluir que por cándidos hayamos sido mentidos por sus páginas, las que a pesar del tiempo transcurrido crecen actuales y provocadoras.

 Las ideas de Ortega, tan españolas ellas, universales hoy, están cargadas de parentela, imágenes y preocupaciones cercanas a los que ahora vagamos por este laberinto de Hispanoamérica que padecemos de frustración ante tantas promesas desgajadas y mitos delirantes como aquél de “El Dorado” y  cuya realidad se encuentra atascada entre un pasado que nos abstrae del porvenir, un presente excesivo y áspero, y un futuro vacío por incierto e interrogante.

Pero para ser justos con el español, lo que él plantea o yo creo entender, es el tema de la “masificación” como tendencia, atajo y realidad de un tiempo de contracción de la individualidad, producto de la crisis del Estado Social de Derecho en tanto administrador de los bienes públicos y como consecuencia además del desborde del malestar social convertido en movimientos políticos fundamentalmente no democráticos.

Lo cierto es que en todas las teorías políticas de nuestro tiempo, las masas, el pueblo, los descamisados, los condenados de la tierra, los pobres en suma, han sido elevados en una especie de lástima inconclusa, culpa eterna, hasta el panteón de la idolatría al ser considerados junto a la violencia como los actores privilegiados en los partos históricos que implican ruptura de cordón umbilical con el viejo orden, siempre injusto, partiendo del presupuesto ilusorio y propagandístico de que todo puede comenzar de nuevo cual Edén. Que el pasado es capaz de borrarse a través de algunas genuflexiones frente a la guillotina o el sórdido levanten-apunten-fuego de los fusilamientos, las cámaras de gas, los juicios de los Tribunales Populares o las persecuciones, las expropiaciones o las mentiras, de lo más constitucionales todas ellas.

A todas éstas, la democracia, muy elegante y circunspecta, ha sido más que alcahueta y timorata con sus enemigos y por ende más frágil y propensa a zancadillas y perfidias. Debilidad política que no le ha dejado ver y actuar a tiempo, cara a errores propios y vicios ajenos, frente a unos energúmenos que anclados en el barco taimado de la revolución, ganan acólitos para su indigestión en un tiempo propicio para ello, donde se conjugan a su favor el crecimiento de la pobreza y las desigualdades, la corrupción, la impunidad y el desdén por los principios en los que se sustenta la vida en democracia.

La masificación aquí y allá, lo digo por y con Ortega, nos ha hecho, si así puede inferirse, ciudadanos estúpidos, sinónimo éste de insensatos, propiciadores además y voluntarios del engaño, y en todo caso complacientes con nuestra pérdida de individualidad que es a fin de cuenta, libertad, y todo a cambio de hacernos irresponsables, inmóviles, de lo que ocurre a nuestro alrededor, bajo el paraguas pendenciero del “nosotros”.

La ingenuidad política se cobra en la taquilla del engaño con moneda barata y humillante, ya que no media soborno alguno, todo se hace a gusto de las partes. Que de ello tenemos y sabemos de sobra en Venezuela cuyo modelo se ha convertido en epidemia para ser re-exportado en envase de lujo, ahora al Viejo Continente.

Leandro Area Pereira
leandro.area@gmail.com
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sábado, 28 de febrero de 2015

LEANDRO AREA PEREIRA, YO ESCRIBIA EN TAL CUAL

Ya se sabe, más no lo suficiente, que el periódico TalCual en su edición impresa diaria dejará de salir a la calle a partir del 27 de febrero sobre todo por el capricho, la venganza, de un funcionario del gobierno.

TalCual fue desde sus inicios una de las moradas dignas, de las pocas que quedan en Venezuela, para los que creyendo en la fuerza de las ideas apostamos por la emoción de las palabras y la libertad de expresión como pilares fundacionales del respeto a los derechos humanos y la democracia.

Con este objetivo se convirtió en un medio opositor para decir en público, a riesgo pero sin miedo, lo que cada vez más se diluye en cuchicheo y censura; un instrumento para educar el carácter civil y social que sin él permanecería inconcluso; ideas que en su ausencia habrían quedado huérfanas de réplica, debate y construcción de opinión pública, que en eso se basa en gran medida el papel de la inteligencia como madre propiciadora de diálogo más allá de nuestras diferencias. Y todo esto en un país que se revuelca en el infortunio de verse acorralado, sobre todo en lo que a su capacidad creadora se refiere, por los que se aferran al poder y no oyen. Y la palabra es una de esas perseguidas.

País decía, al que se ha intentado brutalizar con todos los recursos del odio, ya que el error, la prepotencia o la corrupción por sí solas no permitirían comprender en su totalidad la magnitud de este fracaso que no es producto tan solo de equivocaciones, por más continuadas, obstinadas y soberbias que  sean, sino más bien desprecio.

Es odio como política de Estado, es vejación que sin llegar al brutal exterminio, se ha inventado una forma de ruina progresiva del otro, de su ciudadanía, por vías legales y para-legales y cobardemente aceptadas por tantísimos miembros de la comunidad internacional, para quienes valores y principios democráticos sin pedir más allá, son hazmerreir de burócratas y de jefes de estado y de gobierno que apuestan más bien por el pragmatismo sinvergüenza o la política de los tres monitos (ni oigo ni miro ni hablo) frente a lo que ocurre en sus propias narices y que hoy contamina a todos por doquier.

Porque las cosas no andan bien en el mundo. Por donde usted lo mire hay eventos concretos que apuntan hacia la destrucción y la barbarie mientras  los líderes del mundo vagan a la deriva sin que quede la menor duda de que la maldad y el atropello siguen su curso a una velocidad inalcanzable.

En este mare magnum TalCual deja un ejemplo, un rastro, una escuela de voluntad y tesón, arte de pelear contra las cuerdas, sin recursos materiales pero con principios y ahíncos, acompañado por gente que uno ni conocía ni aún conoce, pero sabía que compartía, comparte, ese dolor y orgullo ancestral de ser venezolanos.

A mí  que me cuesta tanto despedirme de lo amado, a quién no, me niego a que sea luto lo que siento, es ánimo más bien, es rabia, todo junto, es ilusión del nieto que vendrá y anda en camino, porque a la patria la miro barrigona.

Leandro Area


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domingo, 1 de febrero de 2015

LEANDRO AREA PEREIRA, ENTRE BOLSAS

Las calles de Venezuela sin distingo de nacionalidad, ubicación geográfica u otras excentricidades, están llenas de gente que lleva o trae alguna bolsa. Es más, tal performance se ha convertido en expresión de éxito personal y social, en orgullosa exhibición, y si acaso llegaran a llamarte bolsiclón deberás sentirte antes que ofendido, honrado.
No me referiré a las colas pues ni en su acepción vial o animal, ni tampoco pedestre,  en la que dándonos la espalda unos a otros, en fila india de hormigas amaestradas, desfilamos hacia nuestro destino vergonzante. Así que más que sobre las colas discurriré  sobre las bolsas que cual botín pirata se terminan rebuscando en el mercado de la casualidad.
Aquí entonces resulta que, por obra y desgracia del castro-socialismo vernáculo, bolsa, en la dialéctica de las contradicciones, es pariente cercano al éxito, al logro, a poder de compra, a la prosperidad, y no son sino expresiones del orgullo social y patrio que nos embargan, y si no, tómele usted la foto, perdón que está prohibido, a la cara de orgullo de la gente que sale del mercado con un par de estas tripas transparentes sobre la grupera, envidia de los demás colíferos mortales, que ni el mismo Don Juan Ramón Jiménez en su “Platero y Yo” imaginó en lo que de insólito y denigrante tiene tal desprecio para un jumento que se estime.
A todas éstas, soy proclive a pensar que esta realidad requiere del análisis científico, en el que el tema de las colas, por ejemplo, sea abordado por la Sociología y si no que lo diga Lipotevski, sí, Gilles, y el de las bolsas por la Psicología Social que ha dado algunos pasos en tal sentido a través de los descubrimientos de la Teoría de la Comparación Social o de la Disonancia de Festinger. Ni siquiera Cortázar, con todo lo argentino que se quiera, logró en “La Autopista del Sur”, afrancesado cuento, describir lo que podían tutearse la necesidad y la genuflexión.
Más volviendo al terruño, no quedan dudas de que el asunto no está tanto en la cola como en la bolsa, la que en definición marxista pudiera ser concebida como una mercancía, pero que en nuestro caso, más allá de su valor de uso y de cambio, habría que agregar otro, su inusitado estado de revelación, de Dios existe, carnet de membrecía del jet set consumista.
El que ostenta una bolsa, sin distingo de clase, raza, religión o preferencia política, en lo que llena aquél macuto transparente, se transmuta, es persona distinta, echona ella. Tal vez por eso sea que hay individuos que salen de su casa ya con las bolsas llenas para que les pregunten, para sentirse henchidas de placer por el reconocimiento social que despiertan en las vidriosas y envidiosas miradas del prójimo ni tanto.
Allá en Cuba balseros, aquí no más bolseros. Así estaremos de bien que aquél espantapájaros filosófico que era Jean Paul Sartre lo expresó  iluminado en El Ser y la Nada: “el hombre es una pasión inútil”. La bolsa o la vida diríamos más bien por aquí, en todo caso protagónicos.
Leandro Area Pereira
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jueves, 22 de enero de 2015

LEANDRO AREA PEREIRA, VENEZUELA: DELIRIOS Y CEGUERAS

Deberían sentirse avergonzados, derrotados, pero cómo exigir o esperar esas virtudes. Pena tendría que darles el oprobio al que han llevado al país, a cada uno de los venezolanos, a cada uno de los que nacerán pronto y no se merecían un destino de jaula.

Mis opiniones, cálculos y posturas no son las del especialista en cifras y cuadros estadísticos, garabatos que demuestran, dicen los entendidos, tendencias desastrosas, fracasos y grises perspectivas. Este proyecto llamado Socialismo del Siglo XXI ha sido el más costoso, corrupto e improductivo en la historia de la humanidad, y ahora que se desploma en picada abismal, nos arrastra a todos con él como pasajeros secuestrados. El contenido de la caja negra de este delirio selvático es público y notorio. No se puede mantener en secreto la obsesión de botija que a manos llenas se repartió a cambio de silencio imposible.

Los escombros de esta pesadilla los cargamos en la vida de todos los días. En la calle que ya no se camina, en la plaza sin luz que ya nadie visita, en la escuela que no enseña, en el hospital donde sobre todo se muere, en la decapitada justicia, en la mirada, el sabor, el sonido, el olfato y el gusto, amargos todos ellos. En la voz, la palabra, el silencio. En el miedo de cada cual, porque decir "nosotros" en impropio. ¿Quién es ese "nosotros"?

Frustración y descomposición deberían confesar pues y por lo menos, los que apostaron por esa ventolera de cambiar al país y luego perdieron todo lo jugado en lo que de sueño de país o ambición legítima de poder pudo tener en sus inicios, y se abortó ya desde sus primeros pasos y después ni se diga en aquél golpe de estado a la democracia, a una sociedad fácil con una dirigencia más carcomida aún.

A éstas, el pensamiento no deja de alterarse; la imagen de la realidad que se posa en los barrotes de nuestros balcones ciudadanos es la que ocupa la naturaleza exuberante frente al diminutivo social que no hemos podido superar a pesar de alardes y campañas publicitarias sobre las virtudes cívicas del venezolano. A toda esa intención, no por malsana, se la traga la selva que nos cuece.

Supuestamente imaginativos mas no más allá de imaginarios colectivos como Bolívar, José Gregorio Hernández o María Lionza, nunca llegamos a creer que llegaríamos a este llegadero del eterno retorno, ahora sí de nuestra dictadura, populismo y sumisión consentidos y recurrentes.

Narrábamos esos aconteceres como cuentos de niños. Había una vez, contábamos Dibujábamos nuestra historia en pizarrones escolares, los bigotes de Gómez, “el bagre”. Nos llevaban al Museo a ver a "Miranda en la Carraca", como si eso nos salvara de la ignominia que fuimos y volveríamos a ser. Nos reíamos de Pérez Jiménez, el gordito aquél, bonchón persiguiendo carajitas desnudas en su Vespa de nuestros sueños más gozosos.

Complementaban este álbum de barajitas y de ejemplos las buenas excepciones de la partida: el "Sabio" Vargas, López Contreras, Medina Angarita, Rómulo Gallegos. Y vino a venir pasajero el capítulo de la democracia; tiempo de doble tesitura, por lo que de corrupta e ineficaz tuvo y frágil además, a pesar de todas sus glorias, que las hubo, para que no me brinquen encima ahora sus amantes llorones, que quién sabe si al final dejaron al “gocho” Pérez sucumbir en manos de esto que ahora somos.

Lo cierto es que hemos sido imaginadores del pasado, propiciadores se diría y en buena medida de aquello, de nuestro caudillismo, de las arengas puebleras, ¡ah, esos andinos sí sabían gobernar, carajo! Mentiras, gobernaron cien años y qué. Alborotadores de excentricidades, sí, nuestra historiografía no logró cambiar el esquema: aquél gustico a monte, a ruana, a caballo, a polvareda y humedales, persiguiendo un fantasma de machete en la mano, a un caudillo, hacia no sé dónde, hacia no sé qué, hacia no sé cuándo. Tierra de gracia. Bochinche y más bochinche. Barbarie contra civilización.

Porque si no habitara entre nosotros ese fantasma colectivo del caudillaje, cómo fue que entonces se sembró tanto odio, por qué se inventaron tantos enemigos, de cuándo acá somos dos sociedades, quién el arquitecto de tanta distancia, quién borró el horizonte, quién plantó esta patraña y quién la riega constante.

Los dueños de esta implosión elaborada, los generales de tanto veneno, deberían dormir desde hace tiempo en su propio panteón de pesadilla, pues tanto mal repartido y sembrado, merece una pena que la justicia de los hombres no es capaz por sí sola de otorgar.

Pero no, están aquí tan campantes, gobernando al país, destruyéndolo como si nada; como antes. Y es tal su delirio y su ceguera, que son incapaces de ver que no tan lejos se divisa un volcán que ya fumea más que desilusión y escupe bocanadas de rabia y de desesperanza, que a buenas o por malas deberá vomitar para finalmente, reposar en su destino de ceniza. Y a empezar otra vez, como siempre.

Leandro Area Pereira
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jueves, 8 de enero de 2015

LEANDRO AREA PEREIRA, COLORÍN, COLORAO, CUENTO NO ACABADO

LEANDRO AREA PEREIRA
Al contrario, este cuento no se ha acabado y a cada rato pareciera estar comenzando de nuevo en una realidad que patina sobre sí misma y se hunde más. El gobierno venezolano no encuentra forma de salir de este embrollo y más bien, terco hasta la risa ajena, llevándose al país en los cachos, sigue insistiendo en la epopeya de la liberación que ha venido a parar, cuándo no, en pobreza, injusticia y atraso. La política, la economía, la vida cotidiana han sido confinadas a un cerrojo manejado por quienes se hacen representar por el color rojo en lo que comunismo y sangre tienen de mensaje cifrado.

Lo del descenso en los precios petroleros y sus consecuencias sobre la vida de la nación no ha hecho si no regurgitar en el rumiante heliogábalo que son lo que era ya una indigestión social incontenible. Fracaso del modelo económico  alternado paradójicamente con  bonanza irreal pero peor aún, mal administrada por medio de despilfarro, creación de falsa ilusiones, analgésicos anti ácidos y anti flatulentos, trajeron estos barros.

No pienso que corrupción, dádivas o propinas hayan bajado sus santamarías por esta crisis petrolera, ya que el negocio político del gobierno depende en buena parte de estos compinches. Esa es una economía que se mueve con distintos resortes y de ser así, viendo el desmadre moral que nos comparsa, no me imagino aún al Sindicato Único de la Corrupción, en razón de glamour más que otra cosa, haciendo huelga de hambre demandando derechos.

Las salidas asomadas por estos gobernantes han sido las de siempre: retórica provocadora, mayor endeudamiento externo, más impuestos y represión. Los errores no se discuten, las alternativas no se plantean, pues sería confesar desde su lumpia heroica que fracasaron.

Y aunque los cuentos se puedan alargar hasta el hartazgo, es de suponer que en algún lugar de eso que los románticos llaman  la “conciencia social” existe una dormida sensibilidad que los dirigentes políticos deben ayudar a despertar. Por el  momento esa opción sigue patrullada por los dueños del socialismo monopólico que dominan la realidad mental de nuestro prójimo desde la hegemonía militar y mediática.

Ya pasadas las esperanzas frígidas de los que aspiraban a cargos y a mayor democracia en el TSJ o en el CNE, otros cuentos corren. Que si el del estallido social provocado y propiciatorio de un golpe desde dentro o desde fuera, por ellos mismos o por otros; que si el espontáneo, producto del acumulado descontento social que ahora no ve salida en esperanzas arratonadas de bolsillos vacíos mientras que  los de sus pares revolucionarios se llenan a mares.

Faltará en esta historia más de un capítulo para que la democracia, palabreja con la que nos llenamos la boca fácilmente, cobre su sentido real que no es sino en sugerido en la metáfora del derecho irrenunciable que tiene cada quien para alcanzar la libertad de sentirse a sí mismo dispuesto y sin ataduras para emprender los desafíos que su pasión le exigen.

Leandro Area Pereira
leandro.area@gmail.com
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