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martes, 24 de marzo de 2015

SAÚL GODOY GÓMEZ, EL NACIONALISMO DE TONTOS,

Así como hay un oro de tontos, que es la pirita, que parece oro pero no es, así tenemos distintos nacionalismos, hay una discusión inacabada acerca de si el nacionalismo sirve para algo, teniendo al otro extremo y como contrapartida, al espíritu cosmopolita, ese que se debe a la comunidad humana del mundo entero y que la autora, Martha Nussbaum, señala como esencial para la convivencia humana a un nivel planetario.
Lo que está sucediendo con nuestro país y el movimiento chavista, que ha preocupado al gobierno de los EEUU, al punto, de declarar a nuestro estado una amenaza para su seguridad nacional, nos habla de una realidad que se extiende mucha más allá de nuestras fronteras y de nuestros valores locales.
La globalización es un fenómeno innegable, nos afecta ya que no somos una isla despegada del mundo, los derechos humanos son valores universales que se entiende, vigentes para todas las naciones, aunque existan lugares donde sean violados; la justicia internacional es cada día una realidad que se hace sentir, la seguridad sanitaria del planeta es un sistema que funciona como lo vemos en el caso de los brotes de la epidemia de ébola en África, lo mismo sucede con los temas ambientales, la pesca, la regulación de los espacios aéreos, el asunto energético, el problema de la producción de alimentos, el terrorismo y muchos otros asuntos que son de carácter global.
El mundo se ha hecho más interconectado, las distancias se han acortado, lo que sucede al otro lado del mundo termina por afectarnos de alguna manera, ahora más que nunca se hace evidente la existencia de esa “noosfera” de la que hablaba Teilhard de Chardin, y que la constituyen las autopistas de la información y el mundo digital, de modo que, pretender vivir en nacionalismos absolutos e interesados, mirándonos el ombligo, para negar nuestra participación en los asuntos del orbe y negar el cosmopolitismo, no ayuda a nadie, al contrario, complica las cosas.
El nacionalismo se confunde con el patriotismo, ya he explicado lo que entiendo y el estado en que se encuentra este sistema de valores políticos en nuestro país, los nacionalismos son los que producen las barreras entre los pueblos, hacen difícil el tráfico internacional, desaceleran los tratados y compromisos regionales, evitan o entorpecen muchas veces la cooperación internacional, producen malos entendidos y discriminación entre razas y culturas, son caldo de cultivo de odios y rencillas que fomentan diferencias insalvables y hasta guerras entre los países, crean condiciones hostiles hacia otros grupos humanos, construyen estereotipos que llevan a comportamientos ofensivos para otras culturas.
La tendencia mundial es ir hacia el cosmopolitismo, hacia un orden mundial, a un entendimiento y el desarrollo de una cultura universal que se nutre de los diferentes aportes locales y regionales, ese provincialismo a ultranza lo que promueve es el aislamiento de los pueblos, y estamos hoy en esa ruta por un mundo más ecuménico, querámoslo o no.
El chavismo es una subcultura que proviene del marxismo leninista, es combativo y con pretensiones universalistas, lamentablemente también es antidemocrático y totalitario y acepta como parte de su filosofía las tesis anticolonialistas y de liberación del hombre de la opresión, pero sólo para imponer su voluntad, es fundamentalmente antiimperialista y cree en la lucha revolucionaria, lo que lo pone en la vía expresa para apoyar y hacerse parte de todas las luchas insurgentes del mundo, de aliarse con fundamentalismos, con organizaciones criminales y terroristas, con el narcotráfico y todo movimiento que subvierta el orden establecido.
El chavismo ha movido sus influencias y su aparato político mucho más allá de nuestro territorio, afectando una serie de países en Latinoamérica, sostiene una red mundial de medios de comunicación para sostener sus argumentos y doctrinas, financia y apoya movimientos políticos radicales como Podemos en España (considerado una amenaza contra la seguridad europea), tiene conexiones con movimientos separatistas y minorías en armas en diferentes continentes, se asocia con movimientos violentos, entre ellos los islámicos, que buscan la destrucción justamente de intereses occidentales y del mundo libre, es decir, afectan directamente los intereses de los EEUU, que tiene los medios y la fuerza suficiente para detener esas pretensiones.
Todos conocemos de la falta de respeto y de consideración que el chavismo ha tenido en contra del gobierno de los EEUU, los insulta, se la pasa acusándolos de cualquier cantidad de crímenes y desaguisados, los ofende como quien practica un deporte, e incluso, ha tenido el tupé de ir a su territorio a efectuar reuniones con organizaciones que no son amistosas con la forma de vida norteamericana, en los foros internacionales se comportan como si tuviera un agravio en contra de ese gobierno y su pueblo, lo peor de la situación es que ese grupo de venezolanos, que no representa ni al 20% del país, se cree en el derecho y con la suficiente fuerza para actuar, en nuestro nombre, como un provocador ante los lideres de ese país.
Debo acotar, de los países de América del Sur, Venezuela, ha sido uno de los pocos que se han caracterizado por un trato cordial y de cooperación con esa potencia mundial, no tenemos historias de agresiones ni ocupaciones, hemos sido buenos vecinos y en más de una ocasión los EEUU nos ha ayudado a salir de situaciones difíciles, ha habido reciprocidad y buena voluntad, hemos sido, hasta este momento, proveedores confiables de petróleo y sostenido una relación de negocios de muy buen nivel, hay un alto intercambio cultural y un flujo migratorio satisfactorio, hasta el momento.
Pero las conexiones del chavismo con el castrismo cubano, han contaminado nuestras relaciones con una serie de reclamos y “deudas históricas” que ni siquiera son de nosotros, y a pesar de que Cuba anda en otra “onda” con los EEUU, persiste en nuestra cultura, en nuestro nacionalismo, un pesado fardo de resentimiento ideológico importado por el comunismo castrista.
Y algunos de los líderes de la oposición, ante las sanciones que el gobierno de los EEUU le ha impuesto a algunos altos funcionarios del gobierno chavista por violadores de derechos humanos, y la alerta asumida por ese país ante la creciente actitud belicosa y pésima influencia del chavismo a nivel internacional, me ha sorprendido que justamente, personas a las que consideraba medianamente inteligentes, adoptaron una actitud nacionalista, del nacionalismo falso y fatuo, ante la actitud del gigante del norte y han reclamado como desmedida e injerencista, la alerta asumida por el Presidente Obama.
El chavismo, al encontrarse en esta situación, que ellos mismos provocaron por su contínua violación a los DDHH y su notoria participación en el narcotráfico, y ante una posible escalada de acciones por parte del gobierno de los EEUU, ha decidido apelar al llamado extremo de lealtad a sus grupos y al pueblo, recurriendo al nacionalismo, pero ese sentimiento de lealtad no ha sido correspondido por el chavismo hacia su pueblo, al que ha descuidado y menospreciado, para poder atender sus necesidades de internacionalizar sus políticas, han preferido con mucho sacrificar la seguridad y calidad de vida de los venezolanos en aras de sus intereses mundiales, y eso tiene un costo, la disminución de ese sentimiento nacionalista.
El comportamiento chavista y en especial, del que se dice nuestro presidente, el ciudadano de origen colombiano, Nicolás Maduro, actuando como agente del castrismo cubano, ha sido el de unos provocadores, aumentando el tono de agresividad e insultos para con ese gobierno, como si tuvieran los recursos y las armas para enfrentarlos, impulsando acciones que ponen en peligro el orden mundial, poniéndonos a los venezolanos como rehenes tras los cuales se protegen, mientras profieren amenazas.
Lo menos que se le puede pedir a un ciudadano consciente de la situación del país, y de los peligros a los que nos han llevado estos energúmenos chavistas, es el de por lo menos, ser imparcial, pero jamás de ponerse de lado de la sin razón, de la barbarie que han desatado en nuestra nación y aún menos, uitilizando nacionalismos estúpidos, asumiendo las medidas tomadas por Washington como si fueran en contra del país en general, y no en contra de la banda criminal que nos gobierna.
Hay una realidad dolorosa e insoslayable, la Venezuela decente, institucional, democrática y libre no dispone de los mecanismos, ni la fuerza para sancionar y corregir los delitos que se están cometiendo desde el poder en contra de los mismos venezolanos y de la comunidad internacional, no tenemos la capacidad para desmantelar la red de corrupción y violaciones que el chavismo se ha acostumbrado a imponer ante el mundo, si hay un país que se sienta afectado y pueda parar estos desmanes, pues bienvenido, y si hay un precio que pagar o daños colaterales que sufrir, pues sea ese el costo que debemos asumir por nuestra propia ineptitud.
Los que me toman por un pitiyanqui, quiero decirles, que efectivamente, admiro la historia y la cultura norteamericana, tuve oportunidad de educarme en sus universidades y mientras viví allí fui tratado con respeto y amistad.   Los EEUU, en este contexto global del que les hablaba al principio, han asumido la defensa de los valores occidentales y del mundo libre, yo ni soy islámico, ni chino, ni comunista, ni un aborigen de una tribu primitiva, mis raíces son mestizas, occidentales y cristianas, mi educación es fundamentalmente eurocentrista clásica, creo en los derechos universales del hombre, en las libertades y en el capitalismo, y sin que me quede nada por dentro, si los EEUU son los que defienden mi forma de pensar y de vivir, tienen en mi un aliado, y aunque no esté de acuerdo en muchas cosas en la manera que tienen de actuar y de resolver sus asuntos, los prefiero, con mucho, al gobierno cubano y a la banda de mafiosos que sustentan el poder en mi país y que ahora les ha dado por asesinar a los presos políticos en sus propias celdas.

Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul

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lunes, 10 de febrero de 2014

DANIEL CHALBAUD LANGE, NACIONALISMO E IDENTIDAD

Asimilando el Nacionalismo a la Identidad Nacional, comparto la opinión de su poder. Si imaginamos la Arquitectura de la Seguridad Nacional dibujada en un techo que podemos llamar Seguridad Nacional Integral sustentado por dos pilares fundamentales: Desarrollo Integral y Defensa Integral, debemos aceptar que la base de sustentación tanto de los pilares como del techo está constituida por la Identidad Nacional. Es la Identidad .Nacional la que garantiza la fortaleza del desarrollo y de la defensa nacional y, por supuesto, de la Seguridad Nacional Integral en los aspectos económicos, políticos, económicos, sociales, culturales, ambientales y militares de una nación.



Aceptando que la Identidad Nacional es un SENTIMIENTO que nace, crece y se contagia -desde el vientre de la madre- con el conocimiento y el amor  profundo a la patria, y que internalizándose en nuestra alma, nos impulsa a defenderla en cualquier lugar del mundo en que nos encontremos, podemos derivar que la misma  tiene un sentido de pertenencia, es extraterritorial, se percibe a través de los sentidos, se afianza o se pierde con el buen o el mal ejemplo y se materializa en lágrimas de dolor o de alegría.


La historia nos ha demostrado que muchos imperios, países o unión de países han fracasado porque, a pesar de tener un gran poderío bélico y de contar con ingentes recursos materiales para su desarrollo, han desaparecido por la carencia de una verdadera identidad nacional (nacionalismo). Ello nos lleva a reflexionar, con la ayuda de algunas preguntas, para comprender la importancia del poder de la Identidad  Nacional en la sobrevivencia de los pueblos.



--¿Fue únicamente la inteligencia y el apoyo financiero que recibió Japón lo que permitió levantar a ese pueblo después de la segunda Guerra Mundial?

--¿Es sólo la inteligencia que se le atribuye al pueblo de Israel, el único factor que les ha permitido sobrevivir como estado soberano?

--¿Fue únicamente el apoyo monetario lo que permitió al pueblo alemán resurgir de las cenizas de la guerra y de la impuesta separación en dos países?

--Acaso, hoy día, ¿Ha sido la incapacidad bélica de turcos, iraníes o iraqueses, lo que no ha impedido que más de treinta millones de Kurdos estén luchando por conquistar un espacio geográfico que los consolide como estado soberano?

--Y, en nuestro continente, ¿Ha sido únicamente el apoyo de, ayer Rusia y hoy Venezuela, lo que ha permitido al pueblo cubano soportar sesenta años de presiones económicas y políticas?

Soy un convencido que las respuestas a esas interrogantes son un rotundo "NO", porque existe en las sociedades, en los pueblos, una fortaleza que es superior al dinero, a las armas y a la inteligencia, que logra imponerse a las dificultades y tiene nombre y apellido: IDENTIDAD NACIONAL.

Daniel Chalbaud Lange.
vonlange1939@gmail.com

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miércoles, 18 de septiembre de 2013

SAÚL GODOY GÓMEZ, EL NACIONALISMO

Isaiah Berlin estaba conteste en que, dentro de las necesidades del ser humano, éste  requiere de  comida, saciar su sed, tener seguridad, un techo y, entre las muchas cosas que necesita, precisa “pertenecer”, ser parte de una sociedad, con un mismo lenguaje, estar con gente que comparta una misma cultura, que entre ellos se sienta a gusto, que cuando hablen, no haya que explicar muchas cosas, pues todos se entienden.

Pero si además se le da la promesa y la ilusión de que van a pertenecer a un grupo dominante, con poder, a un Estado Nación con un plan histórico, con un pasado glorioso y un futuro de triunfos, la oferta puede ser demasiado tentadora, sobre todo para gente ignara, incapacitada para decidir por ellos mismos cosas tan importantes como qué hacer con sus vidas; una propuesta de esta naturaleza les resuelve todas sus angustias, ya no tienen que pensar, todo viene preparado, las preguntas y las respuestas, qué hacer y cómo hacerlo, a dónde ir, con quién estar, qué decir… sólo hay que seguir al líder, obedecer y jamás cuestionarse las razones y las consecuencias de sus actos.
El nacionalismo necesita de las masas, mientras más necesitadas e ignorantes mejor, y, por supuesto, de un líder (tratar de hacer nacionalismo sin un líder es un absurdo, pero es imposible tratar de hacerlo con un extranjero). Entre los líderes, el demagogo es el más peligroso, ya que utiliza las ideas y la palabra sin importar sus consecuencias, y al contrario de otro tipo de conductores de hombres, que usan el poder de la masa para fines constructivos y para el progreso de sus naciones, el demagogo conduce a las masas, inevitablemente, por caminos oscuros hacia la destrucción.
Eso fue lo que hizo Hitler en la primera mitad del siglo XX en Alemania, y lo que hizo Stalin en Rusia, Mao en China, Pol Pot en Camboya, Fidel en Cuba, Chávez en Venezuela; por supuesto, cada uno de esos nacionalismos tenía sus diferencias, sus características regionales e históricas, sus muy particulares líderes y circunstancias; pero, a pesar de los matices, había un trasfondo común para todos esos nacionalismos: una patria y un proyecto.
En primer lugar, tenemos que admitir que el nacionalismo representa la fuerza social más poderosa en muchos lugares del mundo, y no es exclusivo de la derecha, la izquierda lo sufre con igual intensidad y frecuencia; no importa la ideología cuando el nacionalismo revuelve las pasiones más profundas de un pueblo, y como pasión que es, apela a las más básicas y primitivas  de las pulsiones del ser humano, esas que atañen a la tribu, al grupo, al terruño, a los ancestros… por ello no es de extrañar que muchos intelectuales y personas preparadas se dejen arrastrar por esa marejada de patriotismo y supremacía, consciente o inconscientemente se entregan a la fiebre de un líder y una cultura, creen fervientemente en la superioridad de ideales y posibilidades del grupo, en sus promesas de una mayor gloria y alcances, que están fuera de las posibilidades de un individuo.
El nacionalismo necesita de una herida abierta o una humillación, el resentimiento es clave para el surgimiento de este movimiento, bien sea por un pasado colonial, una guerra perdida, una ideología diferente, la envidia a una cultura superior inalcanzable, la riqueza de los otros… Siempre hay una o varias razones que funcionan como espuelas en los ijares del pueblo y que el líder utiliza para provocar ese reclamo histórico, ese deber impostergable de hacer justicia; aquí surge el segundo ingrediente, pegadito del resentimiento y el desprecio hacia los otros, y es la creencia inculcada por el líder a las masas de un destino superior para su pueblo, primero en la negativa a seguir patrones o copiar comportamientos ¿O es que no somos tan buenos como ellos… quizás hasta mejores?  Entonces empieza el proceso de transformar en veneno todo lo que viene de “allá” para “acá”, comienza la descalificación del otro, de su sistema de vida, de su cultura, todo con la intención de alimentar el odio y definir el enemigo.
Berlin asume que se trata de un complejo de inferioridad, sublimado en uno de superioridad, con el fin de justificar agresiones, levantar muros, iniciar persecuciones, expulsar embajadores y declarar la guerra. Para ello hay que enaltecer los valores autóctonos, se devela un pasado glorioso, de grandes avances, con idearios insuperables y dignos de seguir, algunos llegan a falsificar evidencias y modificar la historia para construir una edad dorada que todo el mundo quisiera tener como suya.
De aquí nace un perverso altruismo; el deber de una nación de imponer a las otras su visión del mundo, sus costumbres, sus glorias, se transforma en un acto de “caridad” al ayudar a los otros a surgir, al civilizarlos en la verdad verdadera, esa es la misión que justifica el dominio y el conflicto.
Berlin creía en una conciencia nacional, saludable, armónica y necesaria para los pueblos; al llevarla al extremo, los nacionalistas la convirtieron en una patología. Uno de sus más nocivos catalizadores, nos señala, es la soberanía, que es cosa muy distinta a la independencia nacional; la soberanía conduce a los grupos humanos en curso directo hacia el conflicto y los enfrentamientos, es por ello que los nacionalismos tienen en la soberanía su piedra angular, la idea de soberanía sostiene todo el edificio del nacionalismo, la soberanía es y será, según Berlin, el mayor obstáculo para una convivencia mundial.

(Este artículo se basó en una entrevista para radio que le hizo Bryan Mcgee, en 1992, a Sir Isaiah Berlin). – 

saulgodoy@gmail.com


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sábado, 28 de abril de 2012

EMILIO NOUEL V., ELECCION FRANCESA Y EL FUTURO EUROPEO


Los resultados que anunciaban las encuestadoras más prestigiosas para la primera vuelta de las elecciones francesas se dieron. La diferencia entre Sarkó y Hollande fue mínima. Entre ellos dos se decidirá el asunto.

El candidato socialista consigue el 28% 

y el centroderechista se hace con el 26%

Sin embargo, la fuerza política que surge como fiel de la balanza para dentro de una semana, es la representada por la señora Marine Le Pen. Superó con mucho la más alta votación de su padre. Logró un 18 % del total. El 50 % de los no profesionales, que no tienen un diploma, voto por ella. También el 20 % de los jóvenes. El 26 % de las personas entre 35 y 49 años y de las comunidades rurales.
Sin duda, un resultado que tiene preocupada a las autoridades de la Unión Europea en Bruselas, habida cuenta del discurso antieuropeísta y ultranacionalista de aquella.
Si esta fuerza política mantiene el apoyo obtenido o lo aumenta para las legislativas de junio, la dinámica de la política francesa sufrirá cambios importantes.
Para los candidatos finalistas, conquistar una tajada importante de los votantes de las opciones descartadas es trabajo duro y complejo que los estrategas electorales de los equipos en liza están ejecutando.
Ir o mantenerse en el centro o desplazarse a los extremos son cursos no exentos de riesgo. Sarkozy y Hollande, y sus asesores, no la tienen fácil.
Las alianzas y acuerdos están planteados, sobre todo con vista a las legislativas. 
¿Qué dice la gente al respecto?
El 64 % de los que votaron al Presidente se inclinan por acuerdos entre Unión por un Movimiento Popular (UMP), partido de Sarkozy, y el Frente Nacional de Le Pen. El 59 % de los votantes de esta última piensa lo mismo.
Por otro lado, un sondeo de OpinionWay, citado por Les echos, indicaría que el 64 % de los franceses se oponen a una eventual alianza entre UMP y FN. Los sondeos recientes siguen dando el triunfo a Hollande sobre Sarkozy (intención de voto: 54 % a 45 %), aunque debe decirse que el último salió bien parado de la primera vuelta, habida cuenta de que fue el blanco de ataque de todos los candidatos.
Según estos sondeos, los votantes de Le Pen, sólo en un 45% se pronuncian por el Presidente y 23% por el retador. Se abstendría el 32%.
De los votantes de Bayrou, que quedó en el cuarto lugar, el 37% se inclinaría por Sarkozy y 33% por Hollande. El 81% de los del petit Chávez francés, Melenchon, votarían por Hollande.
Por otro lado, la mitad de los franceses (50%), desearía que ganara Hollande.
No obstante, sabemos que las vueltas que da la política nos podrían traer sorpresas. Y el tema de las alianzas posibles, las abstenciones de parte de los que votaron en la primera vuelta y la movilización de los que no lo hicieron, pueden producir resultados diferentes a los de los sondeos, colocando las diferencias entre los dos candidatos más pequeñas de lo que aparentan.
Más allá de estos temas político-numéricos, la posibilidad cierta de que la izquierda moderada socialdemócrata, de capa caída en los últimos tiempos en esa región, llegue al poder en un país de tanta importancia mundial y europea, no es asunto menor.
Y lo es, no porque tal triunfo electoral pueda tener significación para los que se adscriben o simpatizan con esa corriente política mundial, sino por las políticas que adelantaría un gobierno socialista, habida cuenta del berenjenal fiscal-financiero en que está metida Europa en la actualidad.
Es posible que Hollande enfrente las orientaciones financieras que hasta ahora han impuesto en Europa el duo Merkel-Sarkozy, lo cual no deja de ser preocupante toda vez que se podría desencadenar un debate que afectaría la necesaria gobernabilidad en la zona y la percepción que de ésta se tenga en los mercados. 
Quisiera pensar que las consignas o planteamientos, algunos anacrónicos, que al calor de lo electoral se han emitido, no sean los que inspiren las políticas que se instrumenten y ejecuten. Serían contraproducentes, no sólo para los franceses sino para la Unión como un todo. Y el buen funcionamiento de la Unión interesa a la economía planetaria. Los efectos negativos de las crisis de los países, tarde o temprano, trascienden las fronteras. El efecto de contagio está más que demostrado con las crisis anteriores. De hecho, la que padecen los europeos es también consecuencia de otras generadas en contextos distintos.
La globalización nos ha hecho partícipes de un mundo cada vez más interdependiente e interconectado, que exige igualmente salidas conjuntas a todos los desafíos que la vida planetaria nos presenta.
No es tiempo de pócimas mágicas, de ensoñaciones ideológicas o nacionalismos estériles. Se imponen soluciones realistas a tan graves problemas. Sólo el esfuerzo productivo, políticas de crecimiento, la elevación de la competitividad, el impulso al desarrollo tecnológico y el manejo racional (austeridad) de los recursos públicos, pueden sacar adelante a los países europeos que están experimentando situaciones fiscales y financieras críticas.
El panorama no luce fácil y las opciones son muy discutidas. Las posiciones encontradas tendrán que buscar un punto de equilibrio. Habrá que hacer un gran esfuerzo para acordar un camino conjunto que no se lleve por delante los logros de la Unión.
Y no hay que olvidar que estas crisis son el caldo de cultivo de las más horrendas derivas antidemocráticas o totalitarias. Y ya sabemos de la debilidad intrínseca de los regímenes políticos libres. No son pocos los movimientos de ideologías demenciales que tienen vida en Europa. 
Sólo nos resta esperar que en Francia -gane quien gane- el nuevo gobierno asuma sus responsabilidades con una visión pragmática, moderna y acorde con las graves circunstancias que vive esa región.
Emilio Nouel 
emilio.nouel@gmail.com
@EnouelV

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jueves, 8 de marzo de 2012

LUIS ALBERTO ROMERO: EL NACIONALISMO PATOLOGICO (DESDE ARGENTINA)

Tábano Informa

La Nación - 07-Mar-12 - Opinión

http://www.lanacion.com.ar/1454354-el-nacionalismo-patologico

Los peligros de postular una matriz nacional única y excluyente
El nacionalismo patológico

por Luis Alberto Romero

Nuestro país padece de un nacionalismo patológico, instalado en el sentido común de sus habitantes. Un sentimiento que gobierna sus juicios y sus prejuicios. Que combina soberbia con paranoia y demanda la unidad del pueblo detrás de su gobernante -quienquiera que sea- contra el enemigo y sus agentes, que frecuentemente son otros argentinos.

No siempre fue así. En el siglo XIX la nación argentina -como otras en su tiempo- se construyó impulsada por un nacionalismo constructivo e integrador, que convocó a todos los hombres del mundo, sin distinciones, dispuestos a vivir bajo su Constitución. Pero luego -aquí y en el mundo- el nacionalismo fue atrapado por la idea de la unidad de la nación, y la existencia de un elemento común y homogeneizador, esencial y eterno, que empezó a ser conocido como "ser nacional". Curiosamente, se lo invocó con éxito en una sociedad de inmigrantes, heterogénea y plural.

El nacionalismo agregó un matiz interesante a nuestra cultura. El criollismo -muy cultivado por los inmigrantes- valoró la música y las danzas del país; se descubrió el mérito del Martín Fierro ; se reflexionó sobre las diferencias entre la lengua argentina y la castellana, y sobre otras muchas cosas. Fueron debates ricos e iluminadores, en los que sin embargo anidaba una serpiente: la voluntad de encontrar una matriz nacional única y distintiva y declarar que lo que no coincidía con ella debía ser desechado y enviado al rincón del cosmopolitismo o la extranjería.

En el fondo, se trataba de una puja política: quién era el que imponía su definición de nacionalidad. En ella ingresaron actores de más peso que los literatos y artistas, que le dieron al nacionalismo una proyección militante y agresiva. La Iglesia, luchando contra la modernidad y el liberalismo, afirmó que la Argentina era esencialmente católica. El Ejército, en pleno ciclo ascendente, se proclamó defensor de una nacionalidad arraigada en el territorio cuyas fronteras defendía. El peronismo se proclamó la expresión total de la nación y de su pueblo.

La combinación de estas tradiciones nacionalistas nos legó un par de compuestos ideológicos duros y poderosos. Primero el nacional catolicismo de la espada y la cruz, cuyas consecuencias padecimos hasta el fin de la última dictadura. Luego, el peronismo integró el nacionalismo con el populismo. No necesita mucha caracterización: escuchamos su voz a diario en las tribunas oficiales.

El nacionalismo tiene muchas caras pero un núcleo esencial, que es político antes que ideológico: hay alguien que se arroga el poder de definir la Nación sagrada, y consecuentemente el poder de condenar a los otros, a quienes califica de antipatriotas o, peor aún, apátridas. Esta palabra, común durante la última dictadura, ha vuelto a circular, y en boca de personajes conspicuos. En 1983 pareció que la Argentina democrática y republicana tomaba distancia de ese nacionalismo malsano. Hoy queda poco de aquel resurgimiento pluralista; el nacionalismo esencial se impone y hasta encajona a sus mismos críticos.

Estoy convencido de que debemos tomar distancia de todo lo que hoy evoca este nacionalismo. La misma palabra, de origen noble, me parece ya irrecuperable, manchada por las connotaciones que le han agregado el chauvinismo, el integrismo católico, el militarismo y, sobre todo, el populismo. Pero necesitamos denominar de alguna manera el sentimiento que, desligado de toda esa herencia perniciosa, une a quienes vivimos en el país, porque nacimos aquí, o vinimos, o decidimos quedarnos. Necesitamos una palabra más adecuada para expresar dignamente esa cohesión espiritual que forma parte de la existencia de una comunidad nacional.

Tenemos disponible la palabra patriotismo. No está exenta de antecedentes cuestionables. Basta pensar en la Liga Patriótica de 1919 o en cierto uso que hoy se insinúa. Pero a la vez está llena de resonancias muy adecuadas para la nación que algunos queremos construir, y para los combates que debemos librar. Evoca la república romana, la virtud del ciudadano y la dignidad del servicio público, el cursus honorum , antes de que los procónsules se sintieran autorizados a "hacer una diferencia". También evoca los primeros tiempos del país argentino que se hacía de a poco, cuando la patria no era un ente abstracto que exigía sacrificios insensatos y justificaba acciones aberrantes, sino un terruño, el lugar de donde era cada uno y de dónde eran los padres. Podemos verlo como un término a la vez austero, cálido e inofensivo, adecuado para fundamentar el sentimiento de pertenencia a la comunidad nacional.

Quienes queremos una Argentina democrática, plural y convivial, fundada en la ley, deberíamos trabajar sobre esa palabra y adecuarla a una sociedad como la nuestra, donde los hijos del terruño no son tantos y donde las patrias, en su sentido literal, son muchas y lejanas, porque la mayoría de nuestros ancestros llegaron y se quedaron, y otros muchos argentinos están llegando ahora mismo, desde China o desde Perú. Los argentinos somos diversos, y eso es bueno. Tenemos distintas costumbres, creencias, tradiciones, lenguas, credos religiosos e ideas políticas. No pretendamos homogeneizarlas, sino encontrar un modo civilizado de convivencia, que haga de la diferencia una virtud.

Entre tantas diferencias, hay algo que los argentinos tenemos en común, de modo categórico: un acuerdo para vivir bajo una misma ley. Un contrato político. Su base es la Constitución, sancionada en 1853 y ratificada recientemente. Ella establece derechos y deberes, y una reciprocidad. Los derechos deben ser reconocidos y cuidados por las autoridades. Los deberes deben ser cumplidos por los ciudadanos. Establece también un régimen republicano, federal y democrático; las tres cosas juntas y en armonía. Sobre ese contrato político se fundó el Estado, al que le hemos asignado la tarea de construir y defender el interés general.

Aquí el patriotismo comienza a jugar un papel importante. El Estado debe ser gobernado patrióticamente. No es fácil: hay que pensar en la virtud y resistir las tentaciones del poder, y hay que adecuar los principios a las cambiantes circunstancias, sin que la táctica lleve a dejar de lado la estrategia.

Los gobernantes patriotas tienen que articular los distintos intereses particulares con vistas al interés general. No pueden en cambio expoliar al Estado en beneficio propio o de los amigos, como es común hoy. Los gobernantes patriotas deben mantener el equilibrio entre los distintos poderes y atender especialmente a las instituciones destinadas a controlarlos. Los gobernantes patriotas deben salvaguardar los derechos de los habitantes, como por ejemplo el de transitar libremente, sin morir en la contienda.

En suma, el amor a la patria que algunos postulamos no es un sentimiento ciego y absoluto, ni tampoco una declamación. Debe fundarse sobre el Estado de Derecho y el acuerdo deliberado de los ciudadanos. Mira al pasado y al futuro, pues la patria es a la vez un legado y una tarea. Cada uno de nosotros recibimos la patria que construyeron nuestros antecesores. Nuestra tarea es mejorarla y no simplemente perpetuarla; mucho menos, someternos a supuestos mandatos. Para eso tenemos que conocer su historia, con sentido crítico. Tenemos que tomar distancia de los mitos sobre el pasado, que suelen encubrir propósitos políticos nefastos. Tenemos que reconocer que su formación resultó de un proceso contradictorio y zigzagueante, sin grandes héroes ni grandes villanos.

En una patria de ciudadanos, cada nueva generación elige el camino y construye el futuro. Ernest Renan lo dijo en una bella frase: "La nación es un plebiscito cotidiano". Día a día, en lo grande y en lo chico, cuando votamos o cuando cruzamos una esquina, estamos eligiendo la nación que queremos construir.

Hoy nos enfrentamos con una nación con el rostro desfigurado por el nacionalismo patológico. Pero podemos tener una nación mucho mejor. El patriotismo sólo no alcanza, pero ciertamente es indispensable.

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martes, 5 de mayo de 2009

+NARCOTRÁFICO, NACIONALISMO Y POPULISMO AMENAZAN DEMOCRACIA LATINOAMERICANA, UN DEBATE ACERCA DE “LA DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA”, 05.05.09

NARCOTRÁFICO, NACIONALISMO Y POPULISMO AMENAZAN DEMOCRACIA LATINOAMERICANA, UN DEBATE ACERCA DE “LA DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA”, MARIO VARGAS LLOSA, EL CHILENO JORGE EDWARDS Y EL MEXICANO ENRIQUE KRAUZE. CONVERSATORIO EN EL DIARIO EL COMERCIO, LIMA, PERU, 05.05.09.

La democracia en los países latinoamericanos tiene tres grandes enemigos, el narcotráfico, el nacionalismo y el populismo, coincidieron hoy en señalar tres destacados intelectuales: el peruano Mario Vargas Llosa, el chileno Jorge Edwards y el mexicano Enrique Krauze.

Invitados por el diario limeño El Comercio para celebrar sus 170 años de vida con un debate acerca de “La Democracia en América Latina”, los tres ofrecieron sus reflexiones sobre el momento actual de la política continental y cosecharon cálidos aplausos, aunque se echó en falta un punto de discrepancia entre ellos.

Llevó la voz cantante Mario Vargas Llosa, quien reconoció que, a excepción de Cuba, “una dictadura tradicional”, el resto del continente goza de sistemas democráticos, pero advirtió del peligro del deterioro de la democracia en países como Venezuela, Bolivia e incluso Nicaragua.

Allí, a su juicio los Gobiernos van restringiendo las libertades y deteriorando desde dentro las instituciones con la anuencia de los propios electores, que refrendan una y otra vez las propuestas de sus gobernantes en nombre de una supuesta “democracia popular”.


El presidente del Perú, Alan Garcia (c); el director del diario El Comercio, Francisco Miro-Quesada (2-i), el escritor peruano Mario Vargas Llosa (d) y el escritor chileno Jorge Edwards (i) participan en el conversatorio “Libertad y Democracia en América Latina” ayer, 4 de mayo de 2009, en Lima (Perú), al conmemorarse los 170 años del diario El Comercio. EFE/Paolo Aguilar

Pese a que confesó sentir “admiración” por el presidente de Colombia, Álvaro Uribe, Vargas Llosa advirtió contra las tentaciones de este último de cambiar las reglas de juego valiéndose de su popularidad para encaminarse a un tercer mandato, desvirtuando así la esencia de la democracia, que es la alternancia.

El mexicano Krauze, que no pudo viajar a Lima por las restricciones aéreas que sufre su país debido a la gripe A, enfatizó en una videoconferencia la importancia del problema del narcotráfico.

Por ello, pidió a Estados Unidos un mayor esfuerzo en sus estamentos intelectuales y empresariales para hacer frente junto con todo el continente a una de las mayores amenazas comunes.

Krauze también quiso aportar una reflexión sobre la estabilidad de las dictaduras y las democracias.

Según él, Chile es donde con más firmeza se han asentado las instituciones democráticas por ser también el país con una tradición republicana más larga a lo largo del siglo XIX, algo que comparte en menor medida México.


Por su parte, Edwards se lamentó de que los países latinoamericanos sigan minados por una de las peores lacras de lo que consideró parte del legado hispánico: la tendencia a la división y la manía de la confrontación.

El escritor peruano Mario Vargas Llosa (i) participa en el conversatorio “Libertad y Democracia en América Latina” ayer, 4 de mayo de 2009, en Lima (Perú), al conmemorarse los 170 años del diario El Comercio. EFE/Paolo Aguilar
El chileno abogó por una cultura en la que se honre a los héroes civiles (intelectuales o políticos) en lugar de a los de guerra, que es lo que tradicionalmente se hace en Latinoamérica.

Del mismo modo, se lamentó de que los países de herencia hispana dediquen tanto dinero a los gastos militares y dijo que si solamente Perú, Chile y Bolivia consiguieran establecer unas relaciones fraternales, el rumbo de toda Suramérica sería diferente y sin duda más próspero.

A modo de conclusión, Vargas Llosa animó a los jóvenes de los países americanos a entender la grandeza de la democracia: que es un sistema perfectible y corregible, siempre por la vía pacífica, y eso la hace superior a cualquier dictadura, que es el mal absoluto.
EFE


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