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miércoles, 25 de enero de 2012

ANTHONY GREGORY: POR QUÉ LA IZQUIERDA LE TEME AL LIBERTARIANISMO

Las críticas izquierdistas al libertarianismo se han incrementado últimamente, una fenómeno que justifica una explicación. Nosotros, los libertarios, podríamos justificadamente hallarla bastante confusa. Durante décadas hemos considerado que nuestra batalla estaba mayormente pérdida, al menos en el corto plazo. Somos una minoría pequeña y relativamente carente de poder. El Estado ha causado estragos, expandiéndose virtualmente en casi todas direcciones a lo largo de toda mi vida y la de mis padres. No obstante, casi todas las semanas nuestra amada filosofía de no-agresión está sujeta a una crítica despiadada, relativamente bastante leída, de parte de ciertos progresistas. En la superficie, parece al menos tan mal encausada como la histeria derechista respecto de los marxistas durante la Guerra Fría. Pero al menos el marxismo era el supuesto dogma de la Unión Soviética, un régimen con miles de ojivas nucleares listas para ser lanzadas. ¿Por qué entonces tanta preocupación por tan poca cosa?

Podríamos recorrer todas estas críticas línea por línea y exponer los numerosos errores fácticos y las groseras malas interpretaciones, ya sean hipócritas o no intencionadas. Pero podría ser más útil preguntarnos, ¿Por qué todo este énfasis en la supuesta amenaza demoníaca del libertarianlismo en primer término?
No hace mucho Jacob Weisberg declaraba el fin del libertarianismo en la publicación Slate. ¿La hora de la muerte? El colapso financiero, que demostraba que nuestra “ideología no tiene ningún sentido”. Menos de tres años después, la misma publicación en la web está exponiendo “la estafa de la libertad”: “Con el libertarianismo por todas partes, es difícil recordar que apenas en una fecha tan reciente como la década de 1970, no se lo hallaba por ningún lado”.
Gracioso, pensaba que el liberartarianismo estaba muerto. Ahora resulta que es una estafa insidiosa digna de múltiples artículos exponiendo el peligro que se esconde debajo de la fachada. En 28 meses, nuestra difunta ideología ha resucitado en una amenaza omnipresente.
Si solamente fuera eso. Pese a la histeria de los izquierdistas de que el libertarianismo está penetrando a los Tea Party, definiendo la política republicana, y es central al mensaje expuesto por Glenn Beck, esto es algo que está tan alejado de la verdad, un delirio tan paranoico, que hace que los bocetos más incoherentes de Beck sobre su notoria pizarra luzcan en comparación como un análisis político plausible y sensible.
El gobierno se torna más grande cada día y cada año, no importa cómo lo mensuremos. Hay más leyes, más policías, más presos que nunca. El imperio y el poder presidencial han venido aumentando desde hace décadas. El gasto se ha incrementado en todos los niveles. Nuevas burocracias, edictos, programas sociales, y prohibiciones surgen constantemente. Prácticamente ninguna regulación es jamás derogada—sí, allá por la década de 1990, Clinton firmó una desregulación parcial de ciertas prácticas bancarias (con la oposición de Ron Paul, ya que era falsa, para empezar), que no tenía nada que ver con la crisis financiera y sin embargo se la culpa por todos los problemas económicos que tuvieron lugar en la última década. Sí, allá por la década de 1980, Reagan redujo las tasas impositivas marginales a la vez que aumentó otros tributos y se posicionó para duplicar el gobierno federal, y, de acuerdo con los socialistas, desde entonces hemos estado en una espiral de laissez-faire. Pero cualquiera que realmente piense que el libertarianismo ha sido dominante en este país claramente tiene muy poca comprensión de qué es el libertarianismo—o está totalmente alejado de la realidad.
Weisberg se equivocó en 2008 cuando predijo la desaparición de nuestra filosofía tras una época de gran influencia, y el escritor compañero de ruta enSlate se equivoca ahora cuando piensa que la ve por todas partes. Es revelador, sin embargo, que cuando eligen ir tras los conservadores del Tea Party, los “think-tanks” de Washington D.C., y el ala derecha del Partido Republicano, por lo general no atacan a estas personas por sus muchas opiniones anti-libertarias (opiniones a las que la izquierda dice oponerse también): Su amor por el Estado policiaco, su apoyo a la guerra contra las drogas, su desprecio por la Cuarta Enmienda, su comodidad con la tortura, su satanización de los inmigrantes y extranjeros, y, sobre todo, su inquebrantable afición militarista. No, estas posiciones, si bien pasadas de moda en algunos círculos socialistas, están al menos dentro de los parámetros respetables del debate. Pero si algún conservador alguna vez mencionó la Décima Enmienda de manera favorable, cuestionó la legitimidad del Estado de Bienestar, o dijo tal vez que el déficit presupuestario debería ser recortado por lo menos un tercio este año—¡que horror! Esto va mucho más allá de los límites de la discusión razonable.
Y, da la casualidad que estas son posiciones que los libertarios hallaríamos de alguna manera agradables, y así vemos que el verdadero problema con Glenn Beck no son sus coqueteos con el fascismo y el militarismo; es la extraña manera en que se pregunta en voz alta si el gobierno se ha vuelto un tanto demasiado grande y podría representar una amenaza para la libertad. Los conservadores populistas no son expuestos por ser proteccionistas—eso es tolerable—sino en cambio por aferrarse a sus armas y el localismo. Los expertos en políticas neolibertarias no son atacados por ser blandos sobre la guerra sino por ser demasiado duros con el Estado.
El hecho es que la mayoría de los socialistas odian y temen al libertarianismo más de lo que se oponen al conservadurismo moderno. Tiene sentido. En primer lugar, los conservadores y los socialistas parecen estar de acuerdo en el 90% de los temas, ciertamente en comparación con las opiniones de los libertarios principistas. Todos ellos son partidarios de contar con fuerzas armadas fuertes. Nosotros tendemos a desear abolir los ejércitos permanentes. Todos ellos consideran que la policía necesita más poder—para acabar con las armas, si usted es un socialista, y para acabar con las drogas, si usted es un conservador. Nosotros los libertarios creemos que la policía tiene demasiado poder y coqueteamos con la idea de acabar con ella por completo. Los conservadores y los socialistas desean todos mantener intactos el Medicare, la Seguridad Social, y las escuelas públicas, con pequeños ajustes. Nosotros vemos a estos programas como lo que son: programas autoritarios y regresivos de la clase parasitaria para controlar a los jóvenes y fomentar los conflictos inter-generacionales.
Segundo, el conservadurismo es una oposición mucho mejor para que los socialistas lo ataquen que el libertarianismo. Ellos pueden lidiar con la amistosa rivalidad entre fascistas y socialistas. Con el Estado central como su punto de confluencia, los dos campos disfrutan de proferirse insultos el uno al otro, jugar juegos de guerra culturales, compitiendo por el poder, haciendo lo que pueden para expandir al gobierno sabiendo que incluso si perdiesen el control, éste eventualmente regresará a ellos.
Esto podría explicar por qué cuando los izquierdistas condenan el conservadurismo por sus hipócritas reclamos al libertarianismo, rara vez prosiguen afirmando que el verdadero libertarianismo sería en realidad preferible. Por el contrario, el argumento suele ser el de que dado que los conservadores después de todo son colectivistas, deberían encariñarse con el sabor del colectivismo socialista adoptado por los demócratas. La izquierda afirma correctamente que la derecha no abraza a la genuina libre empresa, sino al socialismo para los ricos, y que la derecha no está en verdad a favor de un Estado pequeño, no cuando este viene a imponer sus valores. ¿Pero entonces la izquierda concluye que el libertarianismo no es tan malo, después de todo? No usualmente. Porque al final, cuanto más anti-gobierno es la derecha, más es una amenaza para el proyecto de la social democracia y el militarismo humanitario de la izquierda.
Pero el libertarianismo, aunque débil su influencia hoy en día, es una amenaza mucho mayor en el largo plazo para la izquierda que cualquier forma de conservadurismo, y los intelectuales de izquierdas lo perciben aún cuando no pueden explicar por qué. El izquierdismo, lo sepan o no, es una permutación distorsionada de la tradición liberal clásica. La izquierda estatista pactó con el diablo—el Estado-nación, la autoridad centralizada de la clase más rapaz—supuestamente con el objetivo de acelerar la liberación del hombre común y la nivelación del campo de juego. Más de un siglo después de que los progresistas y socialistas distorsionaron al liberalismo en una ideología anti-libertad y pro-Estado, ven que han hecho del mundo un gran descalabro y que, como ellos mismos se quejan, la desigualdad social persiste, el corporativismo florece y las guerras se propagan. Como los principales arquitectos políticos del siglo 20 en Occidente, no tienen nadie a quien culpar sino a sí mismos, por lo que nos toman por blanco—a los verdaderos liberales, aquellos que nunca dejan de lado el auténtico idealismo liberal, que aman la dignidad y los derechos individuales de cada hombre, mujer o niño, independientemente de su nacionalidad o clase, y aborrecen la violencia estatal y el autoritarismo coercitivo en todas sus formas.
Pero Barack Obama es realmente lo que ha hecho que la ilusión de la izquierda liberal cediese ante el peso de su propia absurdidad. Aquí tenemos al perfecto modelo de la izquierda liberal socialdemócrata. Derrotó a la centrista Hillary Clinton y luego ganó las elecciones nacionales. Tuvo un Congreso demócrata durante dos años. Tuvo capital político a raudales en virtud de continuar a una completamente fallida e impopular administración republicana. El mundo le dio la bienvenida. El centro lo vitoreó. ¿Y qué hizo?
Arrojó dinero con pala a los EE.UU. corporativos, los bancos y los fabricantes de automóviles. Abogó por los rescates financieros de las mismas empresas de Wall Street a las que sus partidarios culparon por el colapso financiero. Eligió el CEO de General Electric para supervisar el problema del desempleo. Designó a los clientes habituales del corporativismo estatal para cada rol importante en la planificación centralizada de las finanzas. Después de garantizar una nueva era de transparencia, condujo todas sus actividades regulatorias detrás de un manto de silencio sin precedentes. Planeó su esquema de atención de la salud, la joya de la corona de su agenda doméstica, en alianza con las compañías farmacéuticas y aseguradoras.
Continuó la guerra en Irak, extendiendo incluso el cronograma de Bush con el objetivo de permanecer más tiempo que el planeado por la anterior administración. Triplicó la presencia de los EE.UU. en Afganistán y luego le tomó más de dos años anunciar una eventual reducción para retrotraerla a sólo el doble de la presencia de Bush. Amplió la guerra en Pakistán lanzando ataques con aviones teledirigidos a un ritmo vertiginoso. Comenzó una guerra con pretextos falsos en Libia, cambiando las reglas de juego y haciendo todo esto sin la aprobación del Congreso. Bombardeó Yemen y mintió al respecto.
De manera entusiasta aprobó escuchas telefónicas no autorizadas, la remisión de sospechosos a países extranjeros para su interrogatorio, la Ley Patriota, el abuso en las prisiones, la detención sin juicio, violaciones al hábeas corpus, y s repugnantes medidas de seguridad invasivas en los aeropuertos. Deportó a más inmigrantes que Bush. Incrementó el financiamiento de la guerra contra las drogas en México. Invocó la Ley de Espionaje más que todos los presidentes anteriores juntos, torturó a un denunciante, y reclamó el derecho de matar a cualquier ciudadano de los EE.UU. de manera unilateral en la tierra sin siquiera un voto de aprobación del Congreso o un encogimiento de hombros de los tribunales.
Los liberales de izquierda que apoyan a este criminal de guerra y cómplice de Wall Street han hecho su elección: es mejor tener al militarismo y al Estado policiaco, con tal que ello signifique un poco más de influencia sobre la política nacional, aún si ella también se ve comprometida por la interferencia corporativa, que el hecho de adoptar una agenda radical contra la guerra que pudiese complicar sus aspiraciones domésticas.
Nuestros críticos se quejan de que los Estados Unidos se han “movido hacia la derecha” en las últimas tres décadas, y eso supuestamente incluiría al historial de Obama hasta ahora, el cual parece mayormente un tercer mandato de Bush. Sin embargo, ni una sola de las atroces políticas mencionadas es aceptable para los libertarios. Todas ellas son un anatema para los libertarios. Y también lo son casi todas las políticas emprendidas en las últimas tres generaciones. Y seguramente, esto es válido sobre todo para las guerras. Los pocos honestos de la izquierda lo reconocen. Como lo expresa el iconoclasta Thad Russell:
Soy un hombre de izquierdas. Fui criado por los socialistas en Berkeley. Siempre he sido de izquierdas. Me topé con Antiwar.com hace unos tres años. . . . Esto es lo que la izquierda debería estar haciendo. Esto es lo que la izquierda debería estar diciendo. . . . Libertarios como Antiwar.com, como Ron Paul, han sido las principales voces del movimiento contra la guerra. Ellos han sido los más principistas, los más consistentes, sin importar quién es el presidente. Ellos han estado diciendo una y otra vez: “Estas guerras son desastres El imperio debe terminar”. Y la izquierda los rechaza porque creen que son cómplices de las corporaciones o son racistas o no se preocupan por la gente. ¿Cómo podrían no preocuparse por la gente si son las principales voces contra la matanza de personas en nuestro nombre?
Ciertamente, si en verdad no nos preocupamos por la gente, ¿por qué los libertarios desperdiciaríamos tanto tiempo librando lo que a menudo parece ser una batalla sisifeana? ¿Por qué tan solo no presionamos por contratos federales en Washington? ¿Por qué no conseguimos puestos en el gobierno y vivimos de los contribuyentes? ¿Por qué no ignoramos por completo a la política, en lugar de preocuparnos día y noche por las políticas opresivas cuyos efectos directos son más a menudo soportados por otras personas? El hecho es que el libertarianismo es un sistema ético cuyo descubrimiento tiende a compeler a quienes se adhieren a él a luchar—y mayormente no a favor de sí mismos, sino por la libertad de sus semejantes, de perfectos desconocidos.
Por desgracia, la mayor parte de la izquierda no se centrará preferiblemente en el 98% de la agenda de Obama que se asimila a la de George W. Bush, incluidos todos los excesos de la guerra contra el terror que condenaron durante siete años. O cómicamente atribuirán el historial de Obama que se asemeja al de Bush como parte de la “cultura del individualismo” de la cual los libertarios somos de alguna manera responsables. Al libertarianismo, comprenda usted, se lo puede encontrar en la Casa Blanca de Obama tanto como asecha detrás de cada Bush. Usted puede expandir el gobierno en todos las áreas pero si dice algo bueno sobre el mercado o reduce los impuestos en un par de puntos porcentuales, de todo lo malo que suceda en su vigilia será culpable el libertarianismo.
Ya sea por una mala orientación intencionada o no, estos izquierdistas colocan sus animadversión sobre aquellos que se atreven a pensar que un gobierno federal de casi cuatro billones de dólares (trillones en inglés) es demasiado grande, culpando a los republicanos por ser demasiado libertarios y culpando a los libertarios por ser demasiado idealistas o egoístas. Incluso van tras Ron Paul, que siempre ha prometido reducir de inmediato el Estado beligerante y la guerra contra las drogas, mientras que es más gradualista respecto del Estado de Bienestar. Incluso lo atacan por su heroica postura sobre la legalización de la heroína. ¿Por qué? Ellos tienen que cuestionar la idea misma del libertarianismo, incluso si ello significa asestarnos un golpe por las posiciones que creíamos que compartían, como sobre la reforma en materia de drogas.
Durante los años de Bush, muchos libertarios, incluido yo mismo, sostuvimos que dichosamente toleraríamos, de momento, al Estado de Bienestar de los demócratas si en verdad ello significaba el final de la máquina de guerra y el Estado policíaco neoconservador. Por supuesto, ahora tenemos a los tres con una fuerza más plena que en muchas décadas. Mientras que por el bien de la paz, muchos de nosotros toleraríamos el bienestar, los socialistas son diferentes: En aras del bienestar, tolerarán la guerra o por lo menos al emperador peleándola. Karl Hess tenía razón: “Cada vez que usted pone su fe en el gobierno grande por cualquier razón, tarde o temprano uno termina un apologista del asesinato en masa”.
Todo aquel que vota por Barack Obama, un hombre con la sangre de miles de inocentes en sus manos, para evitar una nueva administración republicana que presumiblemente (aunque improbable) reducirá al Estado nacional, parecería tener algunas prioridades contritas. ¿Usted realmente se preocupa por la gente más pobre y más inocente? Arroje a su partido, su presidente, sus sueños socialdemócratas bajo el autobús—amenace con retirarle sus votos a cualquier demócrata que preste su apoyo a cualquier guerra alguna vez.
Dicha plática sobre quitarle apoyo al Estado asusta a la izquierda estatista, que puede también sentirse muy avergonzada del hecho que los opositores más principistas del imperio y la opresión no sean, obviamente, los intervencionistas económicos, sino aquellos cuya filosofía yace en algún lugar del espectro entre el anarquismo y el anti-federalismo. Aparte de su pura vergüenza, hay otra explicación para su deflexión, para sus ataques contra el libertarianismo mientras su presidente hace trizas el Bill of Rights, quiebra al país, y masacra en su nombre: La izquierda sabe que en el muy largo plazo, el libertarianismo es realmente el gran adversario filosófico al que debe enfrentar. El conservadurismo es categóricamente la ideología del pasado.
El choque futuro será entre quienes buscan la libertad del Estado y aquellos que buscan la salvación a través del Estado, aquellos que ven al Estado como el enemigo y aquellos que de alguna manera piensan que el Estado puede proteger a las masas de la clase dominante. Como libertarios, nuestro sueño es más utópico y nuestros ideales son más elevados, pero nuestra comprensión de la realidad es mucho más fundamentada y justificada. El sistema basado en la voluntad y el mercado es mucho más humanos y productivo que cualquier otra alternativa coercitiva. El Estado es el enemigo del hombre común. Esta es una verdad inmutable de la condición humana. Obama, como Bush antes de él, sólo demuestra la imposibilidad de divorciar al partido del poder del partido del privilegio. Eventualmente los jóvenes, los idealistas y aquellos que esperan un cambio se alejarán de las promesas mentirosas del estatismo de izquierdas y abrazarán el programa radical y realista de la libertad individual. Ya ha comenzado a suceder, razón por la cual el otro bando se encuentra frenético y atemorizado.

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miércoles, 13 de abril de 2011

SER DE IZQUIERDA O DE DERECHA ENVIADO A NUESTROS CORREOS POR PABLO YARURO



Una universitaria cursaba el último 
año de sus estudios en la Facultad.
Como suele ser frecuente en el medio universitario, la chica pensaba que era de izquierda y, como tal estaba a favor de la distribución de la riqueza.
Tenía vergüenza de su padre. Él era de derecha y estaba en contra de los programas socialistas.
La mayoría de sus profesores le habían asegurado que la de su papá era una filosofía equivocada.
Por lo anterior, un día ella decidió enfrentar a su padre.
Le habló del materialismo histórico y la dialéctica de Marx tratando de hacerle ver cuán equivocado estaba al defender un sistema tan injusto.
En eso, como queriendo hablar de otra cosa, su padre le preguntó:
-¿Cómo van tus estudios universitarios?
-Van bien -respondió la hija, muy orgullosa y contenta-.
Tengo de promedio 19, hasta ahora. Me cuesta bastante trabajo, no voy a los boliches, no salgo, no tengo novio y duermo cinco horas al día, pero, por eso ando bastante bien, y voy a recibirme en término de un año.
Entonces el padre le pregunta: -Y a tu amiga Soledad , ¿cómo le va?
La hija respondió muy segura: -Bastante mal, porque no alcanza 8,(tiene 7 de promedio), pero ella se va a bailar, pasea, fiesta que hay está presente, estudia lo mínimo, y falta bastante... no creo que se reciba, por lo menos este año.
El padre, mirándola a los ojos, le respondió: -Entonces hablá con tus profesores y pidele que le transfieran 3 de los 19 puntos tuyos a ella. Esta sería una buena y equitativa distribución de notas porque así las dos aprobarían las materias.
Indignada, ella le respondió: -¡Estás loco? ¡Me rompo el coco para tener 19 de promedio! ¡Te parece justo que todo mi esfuerzo se lo pasen a una huevona, vaga, que no se preocupa por su carrera! Aunque la persona con quien tengo que compartir mi sacrificio sea mi mejor amiga... ¡¡No pienso regalarle mi trabajo!!
Su padre la abrazó cariñosamente y le dijo:
Bienvenida a la derecha!
Moraleja: Todos somos rápidos para repartir lo que es ajeno.

Es muy cortito, tremendamente claro y se aplica 100% a nuestra realidad social:
Pensamiento de A.Rogers (1931)
Todo lo que una persona recibe sin haber trabajado para obtenerlo, otra persona deberá haber trabajado para ello, pero sin recibirlo.


El gobierno no puede entregar nada a alguien, si antes no se lo ha quitado a alguna otra persona.

Cuando la mitad de las personas llegan a la conclusión que ellas no tienen que trabajar porque la otra mitad está obligada a hacerse cargo de ellas, y cuando esta otra mitad se convence de que no vale la pena trabajar porque alguien les quitará lo que han logrado con su esfuerzo, eso... mi querido amigo... ...es el fin de cualquier Nación.
“No se puede multiplicar la riqueza dividiéndola”.

Dr. Adrian Rogers, 1931
cunaviche@yahoo.com
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martes, 22 de marzo de 2011

A LA DERECHA DE DIOS. JUAN CARLOS APITZ B.

En Venezuela todos son de izquierda, eso es lo chévere. Como mínimo, se autoproclaman socialdemócratas cuando el sentimiento de culpa y del ridículo los hace distanciarse del socialismo chavecista. Nadie es de derecha, a lo sumo ¿¡centro humanista!? Para otros, los más frívolos y sutiles, no hay ninguna distinción. Se trata de una discusión bizantina.

Norberto Bobbio, en Derecha e izquierda: Razones y significados de una distinción política, critica la idea de que el distingo quedó obsoleto, y tiene razón. También tiene razón cuando critica la supuesta imposibilidad de distinguir lo bueno de lo malo para la sociedad. Pero son dos distingos diferentes, y, creemos, tiende a confundirlos. Trata de rescatar el concepto de la izquierda como protagonista de lo bueno para la sociedad. Es un error. Ni la izquierda ni la derecha son el bien (o el mal). Se puede estar bien o mal en esto o en aquello, pero no se puede ser el bien o el mal.

Así, ni la izquierda ni la derecha son el valor absoluto que se enfrenta al antivalor absoluto. Hay valores que defiende la izquierda, valores que defiende la derecha y valores que pasan de unas banderías a otras. Por eso, tanto absolutismo produce confusiones. Si todo lo bueno para la sociedad tiene que ser de izquierda y resulta que, en tal caso, lo bueno es lo que defendía la derecha, ¿lo reaccionario se convierte en revolucionario?

En nuestro país la derecha es inhabitable, un infierno de todos tan temido que nadie lo quiere voluntariamente ocupar; a donde hay que empujar a quien se deje, para tener la seguridad de que uno sí es de izquierda (puesto que allá está la derecha, señalada con dedo flamígero).

Pero, ¿quién va a dejarse hundir en el infierno para que los fariseos gocen de la gloria de juzgarnos desde el cielo? Nadie. Por eso, el infierno está vacío. Si la derecha no merece más que la muerte política, no puede haber derecha. Pero tampoco izquierda. Donde no hay derecha, la izquierda abarca todo, y por lo mismo no quiere decir nada. Donde la izquierda legitima, pero la derecha no, toda izquierda se vuelve sospechosa de ilegitimidad: todos acaban persiguiendo a todos. Donde hay que ser de izquierda para ser, ser de izquierda y nada es lo mismo.

En rigor, no se puede ser de izquierda (ni de derecha): no hay tal manera absoluta de ser. Se está a la izquierda o a la derecha, en tal punto, con respecto a tal otra posición. Por lo mismo, considerando todo el espectro de posiciones posibles, lo normal es estar simultáneamente a la izquierda y a la derecha: a la izquierda de unos y a la derecha de otros.

La idea convencional de izquierda/derecha se corresponde con otra polaridad espacial: arriba/abajo. Se supone que la izquierda está abajo, con el pueblo y que la derecha está arriba; sobre ese volcán: que la gente de arriba está por el statu quo y la de abajo por el cambio. Pero no hay que olvidar que izquierda, derecha, arriba y abajo, son conceptos relativos. Todo depende de qué tan abajo o tan arriba; dónde y cuándo.

En fin, todos los venezolanos queremos ser de izquierda, hasta los de derecha. A pesar de que, como los revelan los evangelios, "el Señor Jesús, después de hablarles, subió al cielo, y está sentado a la derecha de Dios (Padre)".

www.juancarlosapitz.com
justiciapitz@hotmail.com
@justiciapitz

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jueves, 13 de enero de 2011

LA IMPUNIDAD "PROGRESISTA" POR ALBERTO LOSSADA SARDI

¿Cuál será el incantesimo del que goza el “progresismo” universal que le permite incurrir en las más graves y descaradas burlas al ordenamiento jurídico sin que alguien exija las legitimas sanciones o denuncie abiertamente tal conducta y todo se vaya en “recomendaciones” o llamaditas de atención inútiles que se convierten en amenazas y verdaderas acciones de hecho si acontece en el campo contrario? Y pongo por ejemplo el caso Honduras; por actuar en los términos especificados en su Constitución en la destitución de Zelaya fue aislada y declarada paria por la comunidad latinoamericana, a tal punto que hoy, tras elecciones debidamente objeto de observación internacional y aceptadas como limpias, aún hay países de nuestro continente que no reconocen al ganador ni le permiten volver al seno de la O. E. A., mientras que a nuestro dilecto líder se le permite abiertamente burlarse de los resultados del referendo e imponernos lo rechazado en él por la mayoría de los votantes sin que UNO solo de esos países haga UN comentario al respecto, pues se trataría de “injerencia en los asuntos internos”. ¿Y lo de Honduras qué fue? ¿Un vals de quince años de alguna jovencita?.

Es verdaderamente asombroso que con la misma voz con que se condena a Pinochet por sus delitos y crímenes se alabe a Fidel por los mismos, que se condene a Hitler y se tolere a Pol Pot, que Haile Mengistu Mariam, Stalin, Mao o Kim Il Sung sean llamados “progresistas” y Somoza, Trujillo o Videla genocidas o asesinos. ¿No son los mismos delitos? ¿O es que los que comete la izquierda están perdonados de antemano por ser de la izquierda y los de la derecha condenados de antemano por ser de la derecha? Y si a ver vamos, ¿la bandera bajo la cual se cubría Hitler no era la “nacional socialista” (national sozialismus)?

¿Cuál es el apasionamiento de la dirigencia mundial con la “izquierda”? ¿Qué milagros ha producido la izquierda más allá de quebrar economías, malgastar dineros sin tutela formal y, en términos bastante generales, empobrecer sociedades más o menos funcionales? No termino de entender cuál es el oscuro delito de una “derecha” (que a fin de cuentas no lo es, simplemente NO es la izquierda) que crea mejoras visibles que, a su vez, se reflejan en parte de la sociedad que dirigen. No hay que ir muy lejos; ni nombro a Venezuela, pero sí voy hasta España, Portugal o Grecia. ¿En qué situación se encuentran bajo gobiernos socialistas? ¿Que la “derecha” irrespeta los DDHH? ¿Y qué vemos en nuestro país, respeto absoluto a ellos? Y si a irrespetar vamos, ¿no sería más lógico hacerlo bajo condiciones de vida más aceptables? No sé, me parece que esto de la izquierda vs. la derecha es una gran tomadera de pelo ideada no sé por cuál politólogo ocioso buscando laureles fáciles. Porque a la larga, izquierda o derecha son, simplemente, etiquetas para disfrazar errores y cargar culpas a otros. La realidad es que, independientemente de su nombre o ubicación en el “espectro político” (otra cursilería inexplicable), el mejor sistema es aquel que funcione en beneficio de sus ciudadanos, y no el que venga apoyado por la izquierda jurásica o la derecha tecnócrata. No se puede pretender que lo que funcione en un país tenga, necesariamente, que funcionar en otro. No se puede pedir a un pueblo subeducado, en condiciones sanitarias deplorables, sin poder adquisitivo, que reaccione de la misma manera que otro que cumple con el mínimo (por lo menos) en esos renglones. El pueblo subeducado tenderá a confundir libertad con libertinaje, no tendrá parámetros en término de valores, y verá su precaria situación como culpa de quienes sí se han esforzado por mejorar la suya. El pueblo con una educación razonable, los verá como ejemplo y motivación propia para llegar más lejos.

La izquierda parte de supuestos poco lógicos, como comenzamos a ver con su fracaso por casi todas partes donde ha llegado. Pretender una igualdad más allá de igualdad ante la ley, en la educación y en la salud, es negar, de plano, las diferencias genéticas de cada cual. Necesariamente habrá quien no tenga las condiciones para un doctorado y necesariamente habrá quien tenga que limpiar las calles, y tal situación no es culpa ni de la derecha ni de la izquierda; es una característica humana con que se nace. La derecha permite desarrollar capacidades latentes de muchas maneras: becas, ayudas y hasta contratar al educando en labores afines a sus estudios. La izquierda derrocha recursos en estudiantes sin futuro, bien por incapacidad, bien por falta de voluntad. ¿Recuerdan los “estudiantes” que llevaban diez y doce años en una carrera pues su afán era hacer política y no graduarse?

La flagrante violación del ordenamiento jurídico de parte de la izquierda, en nuestro caso, es tan evidente que ni siquiera es respondida. A la instalación de la nueva Asamblea faltaron tres diputados, objetos de procesos “amañados”, a quienes se les negó el permiso para acudir a juramentarse. Y en plena instalación de ella, tras elegirse la nueva Junta Directiva –punto único del día- se lee una comunicación del T. S. J. –en vacaciones judiciales- solicitando el allanamiento de la inmunidad parlamentaria de esos tres diputados. La pregunta es elemental: si son diputados y tienen inmunidad, ¿cómo es que están presos? Y, segundo, ¿por qué no se les permitió juramentarse como diputados para proceder con la solicitud? ¿Si esto ocurre en un régimen de “derecha”, ¿hasta dónde se escucharían los gritos y hasta dónde hubiera llegado la protesta mundial?

Pero no, la inmunidad “progresista” es apabullante, intolerante e intolerable y pasa por encima de cualquier derecho o ley sin miedo a crítica alguna porque su leit motiv es “la felicidad del pueblo”, “la justicia” y los intereses del “colectivo” que están por encima de los más elementales DDHH, aunque sea a costa de la propia “felicidad” y “justicia” del “colectivo”. Es decir, la felicidad por decreto…

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miércoles, 10 de noviembre de 2010

EE UU: ¿REPÚBLICA BANANERA?. ANIBAL ROMERO

En 2008 Barack Obama se presentó como factor de unidad nacional que superaría las divisiones de Washington. Como Presidente, sin embargo, ejecutó la agenda del sector radical del partido Demócrata, ante el repudio del electorado. En lugar de concentrarse en la crisis económica optó por imponer, sin un voto Republicano, una ley de seguridad social de 2.600 páginas (sin contar apéndices), un desmesurado proyecto de ingeniería social típico de mentalidades socialistas.

En dos años Obama sumó más a la deuda estadounidense que su predecesor en ocho, y el desempleo alcanzó 10% de la fuerza laboral. Su política exterior consiste en apaciguar a los enemigos (Irán) y enajenar a los amigos (Israel).

Mas si uno lee los editoriales y análisis de la prensa europea y latinoamericana acerca del resultado, no encuentra explicación coherente de lo ocurrido en las recientes elecciones parlamentarias. Al mesianismo pro-Obama se añade ahora el misterio. Una derrota como no se veía desde 1948 es minimizada sin sentido alguno.

Lo peor no ha sido que Obama, quien hizo campaña como centrista, haya gobernado hasta ahora como un socialdemócrata de izquierda europeo. Lo peor es que el primer Presidente de color, en lugar de utilizar su triunfo para alentar a los afroamericanos y latinos a dejar atrás la cultura de la victimización y la dependencia, haya ampliado exponencialmente el poder del gobierno en la economía y sobre las vidas de la gente, en especial de minorías que requieren, por el contrario, abandonar las subordinaciones tutelares y abrirse paso como ciudadanos libres de un país libre, capaces de valerse por sí mismos sin muletas paternalistas.

Da vergüenza pasearse por la mayoría de los comentarios de la prensa izquierdizante en EEUU, Europa y América Latina. En primer lugar ni cuenta se dieron de la importancia del “Tea Party”, un movimiento aluvional con hondas raíces en la sociedad norteamericana y sus tradiciones libertarias. Cuando al fin se percataron de su impacto trataron de descalificarlo como “racista”. Y ahora, consumado su avance, los mismos despistados de antes anuncian que el “Tea Party” dividirá al partido Republicano. ¿En qué quedamos entonces? ¿Es o no es un fenómeno de importancia que requiere explicación en lugar de insultos?

Una significativa mayoría del electorado rechaza la agenda de Obama y el Presidente debería rectificar para dar respuesta a las legítimas aspiraciones de la gente. Si EE UU tuviese un sistema parlamentario Obama ya estaría fuera del poder. Pero las circunstancias le dan la oportunidad de rectificar.

En cuanto a los Republicanos, deberían entender que su imperativo es mantener los principios y a la vez ser flexibles en las tácticas políticas. Si bien el electorado estadounidense es en su mayor parte de centro-derecha, es también maduro y crítico; ha demostrado la capacidad de exigir respuestas a los políticos y juzgarles severamente cuando así lo aconsejan los vaivenes de la vida.

Me parece difícil, pero no imposible, que Obama cambie. A diferencia de Clinton, Obama es poco pragmático y está demasiado comprometido con el ala izquierda del partido Demócrata. Tampoco pareciera poseer la destreza para “conectarse” a estas alturas con la gente. La vanidad, alimentada por sus admiradores internacionales, se le ha subido a la cabeza.

Los Republicanos no tienen sino que actuar con prudencia y equilibrio, proponiendo opciones serias hacia adelante. De lo contrario, con el endeudamiento y la demagogia que le corroen, EE UU se arriesga a convertirse en República bananera.

aromeroarticulos@yahoo.com

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miércoles, 13 de octubre de 2010

LA ULTRADERECHA Y CHÁVEZ COINCIDEN EN ATACAR DURO A LA MUD. DAMIÁN PRAT C.

¿Por qué la oposición democrática ganó el voto popular en las elecciones parlamentarias del 26-S y por que se ganaron los estados mas poblados y la mayor parte de las ciudades mas grandes del país?. Ese resultado tiene, como es lo usual varios factores. Uno muy importante es el fracaso estruendoso del gobierno, el caos de los servicios públicos, el desastre de casi todas las estatizaciones, la indolencia del gobierno ante el drama de la inseguridad, el agotamiento de cada vez mas venezolanos ante el discurso de confrontación, agresiones y odio del gobierno, la inflación galopante, la “regaladera”, la corrupción desbocada del mas alto gobierno, el camino cada vez mas descarado hacia el viejo comunismo fracasado, los atropellos a gobernadores y alcaldes elegidos por el pueblo. El fariseísmo de quienes hacen lo contrario de lo que predican. En fin, todo lo que sabemos.

Ese fracaso, el agotamiento y la desilusión de sectores cada vez mas amplios del pueblo, sin embargo, no habrían fructificado en lograr una nueva mayoría en el voto popular (birlado en el número de diputados por las tramposerías de la ley electoral y los “arreglos” de los circuitos) sin al menos dos condiciones o factores claves: 1.- La tenaz definición por parte de esas fuerzas políticas en perseverar en una ruta democrática clara. Fue a partir de las elecciones de 2006 cuando comenzó a abrirse camino esa ruta exitosa, venciendo las “auto-suicidas” tendencias abstencionistas, el desaliento y el “no se puede”. 2.- Haber superado todos los obstáculos con el establecimiento de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) alcanzando la UNIDAD casi 100% perfecta. Ese formidable instrumento unitario canalizó con éxito todas las fuerzas del cambio en la sociedad venezolana. El 26-S ganó la ruta democrática, ganó la Unidad, ganó la MUD, ganaron los casi 6 millones de ciudadanos que resistieron los abusos de poder, el grosero y desmedido ventajismo, las amenazas y ganaron los factores políticos que son los artífices de esa ruta y esa Unidad.

Ese 52% del voto popular y los 65 diputados, los rotundos triunfos con repetición ampliada del Zulia, Táchira, Miranda, Carabobo, Nueva Esparta, de Maracaibo, Petare, Caracas mirandina, Ciudad Bolívar, San Cristóbal, mas las buenas nuevas de la nueva mayoría en Anzoátegui, Sucre, Aragua, Lara (sumando la MUD con el PPT de Henry Falcón dá 68%), Maracay, Valencia, Puerto La Cruz, Barcelona, El Tigre, Cumaná, la Costa Oriental del Lago, Guarenas, Los Teques, Barquisimeto, San Francisco de Maracaibo e incluso Caracas-Libertador (también en Bolívar, además de la capital, todas las tres parroquias de Puerto Ordaz, incluyendo Unare, Upata, El Callao, Guasipati). Son entre 5 millones 500 mil votos y 5 millones 800 mil votos. Entre 400 mil y 600 mil por encima de la alianza oficialista cuyo centro de campaña fue la figura de Chávez ocultando a sus propios candidatos.

Para medir el alcance de este triunfo, hay que recordar varias cosas. 1.- La “certeza” de casi todo el país –lo calculaba así el gobierno y lo pensaban con pesimismo también vastos sectores de la ciudadanía opositora- hasta principios de año de que “no habrá unidad porque al final se dividirán”. 2.- Los grupos e individualidades que apostaban al fracaso de la Unidad, que pronosticaban “que la MUD sacará cuando mucho 40 diputados y perderá por paliza el voto popular”. 3.- Los grupos que se aprestaban a lanzar al día siguiente del 26-S la proclama de “la desaparición de la MUD y de los partidos”. 4.- Los otros grupos de la extrema derecha ultrosa que se aprestaban a lanzar su campaña contra la “oposición colaboracionista que se presta para el fraude”. 5.- El gobierno que dijo una y otra vez que obtendrían no solo amplia mayoría en el voto popular sino que lograrían “los dos tercios de diputados”, es decir unos 110 a 115 diputados y “demolerían” a la oposición.

Por supuesto que recalcar este resultado exitoso producto de las políticas y estrategias correctas de la MUD, de los partidos comprometidos y de los factores y ciudadanos democráticos, no significa para nada creer que “el mandado está hecho” y que “de aquí al 2012 todo es soplar y hacer botellas”. En absoluto. Los obstáculos serán muy grandes. Los próximos dos años serán muy duros, porque la oligarquía gobernante, que se cree “dueña predestinada de la historia”, se resiste a perder sus prebendas y privilegios. Tan duros meses que requerirán de mucho temple, decisión de lucha, resistencia pero también de serenidad. Cabeza fría y corazón ardiente. Ni amilanarse pero tampoco dejarse arrastrar por la desesperación. Certeza y firme tenacidad en la ruta democrática, así como en la Unidad. Que sea el gobierno quien pague los costos políticos de atropellar la democracia y los derechos y de seguir cavando en el hoyo en que ellos mismos se han metido por no escuchar la voz del pueblo.

Convicción de acompañar al pueblo en la lucha social, defender la democracia, la descentralización, los derechos de la propiedad y los derechos laborales, la libertad de expresión, la pluralidad informativa, la soberanía nacional y al país productivo. El derecho de la familia venezolana a progresar y ascender socialmente, de tener mejor calidad de vida. El propósito estratégico de mantener el norte del diálogo, la reconciliación nacional y el reencuentro de los venezolanos. Esa oposición democrática y sus partidos deben proponerse superar sus carencias organizativas y de trabajo social para lograr la fortaleza sin la cual el triunfo democrático será mas difícil.

El fin de semana, Chávez lanzó sus habituales insultos y ofensas contra la MUD a la que calificó de “la ultraderecha” queriendo con esa falacia sin sentido restarle legitimidad política y democrática a una oposición que en su 99% es “de centro” con acentos social demócratas, de centro izquierda, de centro derecha democrática o demócratas cristianas. Ni un solo partido en la MUD es “de ultra derecha” ni nada parecido. Pero la agresión desnuda lo débil que siente Chávez sus fuerzas. El terreno que ha perdido. El descenso sostenido elección tras elección. Trata de desvirtuar porque la Unidad Democrática ha ganado legitimidad y lo ha superado.

En simultáneo, desde grupúsculos que se definen ellos mismos como “la derecha” atacan a la MUD. La llaman “traidora, colaboracionista, vendida al gobierno”. Tratan de revivir historias tontas sobre “las trampas” y truculentas historias conspirativas. Tratan de estimular la angustia legítima de muchos ciudadanos por los atropellos y conducir esa desesperación contra la oposición democrática haciendo ver que “son tontos y no hacen nada”. Tonta sería la oposición si se dejara arrastrar a la agenda de confrontación extrema de Chávez. Tontos serían si le hicieran el juego a Chávez como los “extremistas de cafetín e Internet” pretenden. La MUD y su fuerza parlamentaria deben, igual que en la campaña electoral, desarrollar su propia agenda.

En fin, los virulentos ataques de Chávez y de la “extrema derecha”, coincidentes como siempre, indican que “va bien la oposición democrática”. El deber de todos nosotros es participar, aportar, sumarse, luchar, tener coraje y cabeza fría.

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LA MALA HORA DE LA IZQUIERDA. SAÚL HERNÁNDEZ BOLÍVAR (DESDE COLOMBIA)

No es cosa de todos los días una sucesión de hechos que dé cuenta del fracaso de la izquierda, aunque tampoco es motivo de sorpresa. Algunos incidentes son meras frivolidades, como el rodillazo en los genitales que le propinó Evo Morales a un contrincante en un partido de fútbol, algo totalmente impresentable en un primer mandatario. Pero hay muchos acontecimientos que evidencian una seguidilla de reveses que son prueba de la inconsistencia de esa ideología. Veamos unos casos al vuelo:

- Chávez perdió estrepitosamente el 26 de septiembre, y de la peor manera. Con menos del 50% de los votos obtuvo más del 60% de las curules y, a pesar de la trampa (una vieja treta inventada en EEUU en 1812, llamada gerrymandering), perdió la mayoría calificada en la Asamblea Nacional. Seguramente, obrará alguna artimaña para quitarle poder al legislativo antes de que se posesionen los recién elegidos.

- Rafael Correa protagonizó una opereta ridícula que quiere hacer pasar como intentona de ‘golpe de Estado’, la que convirtió en un pretexto para “radicalizar la revolución”, como lo ha anunciado.

- Piedad Córdoba fue sancionada por la Procuraduría por su evidente colaboración con las Farc. Más del 70% de los colombianos apoyaron la decisión, cansados de sus excesos y de su aura de intocable.

- Dilma Rousseff no ganó en primera vuelta, en Brasil, a pesar de la descarada intervención de Lula a su favor. Una alianza entre José Serra y Marina Silva (tercera fuerza electoral), podría dar al traste con el triunfo de Rousseff, una ex guerrillera sin mucha experiencia, rodeada de escándalos de corrupción que rehúye entrevistas y debates para no exteriorizar su incompetencia.

- Raúl Castro tuvo que aceptar la debacle económica de la isla y echar 500.000 personas de sus cargos estatales para mandarlos a trabajar dizque por ‘cuenta propia’, tras 50 años de aniquilar la iniciativa privada. Ya Fidel había dicho: “El modelo cubano ya no funciona ni para nosotros”.

- El dictador norcoreano Kim Yong-il ascendió a su hijo Kim Yong-un, de 27 años, a general de cuatro estrellas para que lo suceda al momento de su muerte o incapacidad permanente, cosas que se consideran próximas, dado el estado de salud del sátrapa. Lo que se pretende, por supuesto, es mantener el régimen y evitar su caída tras la desaparición del líder. Y para mantener el poder, el hijo tendrá que ser más despótico que el padre.

- Barack Obama se sigue derrumbando en las encuestas y, de paso, se lleva al Partido Demócrata. Los escasos resultados de su gobierno han catapultado al Tea Party, dándole preeminencia a figuras de la derecha tan mediocres como la señora Palin. En las legislativas del 2 de noviembre se verán los resultados. También han tomado fuerza las medidas contra los inmigrantes como la llamada ‘Ley de Arizona’.

- Precisamente, la inmigración de ilegales le está pasando la cuenta de cobro a la izquierda en Suecia, donde ya no soportan la ‘invasión’ de iraquíes. Y en casi toda Europa crece un sentimiento xenófobo, anti islamista básicamente, que se manifiesta ya en acciones como la expulsión de gitanos no solo de Francia sino también de Dinamarca, Bélgica, Suecia, Italia y Alemania.

- Ligado a lo anterior, la ‘socialdemocracia’ (izquierda) europea atraviesa un profundo declive ya que la crisis financiera puso en duda el ‘Estado de bienestar’ en toda Europa. Más que al capitalismo salvaje, las quiebras de Grecia, España, Portugal o Irlanda se atribuyen a los excesos de la protección social. Ahora, 24 de los 27 países de la Unión Europea están gobernados por la derecha: fin de la utopía.

- De la muerte de ‘Jojoy’ no hablemos; el mayor detrimento para la izquierda lo traerán sus computadores. Por ejemplo, los nexos de Eta y las Farc con Venezuela dejan mal parado al gobierno de Chávez. Rodríguez Zapatero no podrá seguir haciendo oídos sordos a las imputaciones que, contra el gobierno de Venezuela, hará la Audiencia Nacional de España, que ya pidió la información contenida en esos equipos. También se ha descubierto complicidad con Eta en Argentina, por parte de las Madres de la Plaza de Mayo y su radical cabecilla Hebe de Bonafini.

Finalmente, hay que resaltar el Nobel obtenido por Mario Vargas Llosa, un defensor de la libertad que ha combatido como nadie las demasías de la izquierda. El escritor peruano es, además, una muestra fehaciente de que el discurso moral e intelectual no es exclusivo de la izquierda. Por el contrario, a menudo, los intelectuales de izquierda se ven obligados a hacerle esguinces a toda evidencia para acomodar el discurso. Eso porque sus postulados son insostenibles, se hunden en sus propias contradicciones. No obstante, es muy probable que esta mala hora no sea la última pues si bien la izquierda se ve condenada por la experiencia histórica, el fanatismo la sostiene.

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