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jueves, 28 de agosto de 2014

ODOARDO LEÓN-PONTE, PETRÓLEO EN TRES TIEMPOS.

La aparición del petróleo hizo posible la transición de nuestro país del oscurantismo a la modernidad, pero desde su aparición ha sido manejado en distintos tiempos según el gobierno de turno, sin que haya habido un telón de fondo común y continuado que formara parte de una política igualmente continuada y orientada al desarrollo del país y su gente. Al ser propiedad de un estado sin una sólida institucionalidad y en un país con escasa cultura ciudadana, con el manejo del petróleo desde el punto de vista político las consecuencias han significado, sin lugar a dudas, un perjuicio eventual y definitivo para el país y su gente: solo se han beneficiando grupos de poder en sus intereses personales y políticos.

CONCESIONES
Durante el gomecísmo, el petróleo se dio a través del régimen de concesiones y, por necesidad, a las empresas extranjeras y estas lo explotaron para su beneficio y colateralmente el del país a través de la modernización que vino con ella, pero con poco beneficio para el país, excepto en cuanto al desarrollo en términos de la información sobre su la existencia y disponibilidad y el desarrollo de la tecnología para explotarlo. Aparte, el sistema de concesiones se usó para beneficiar a adeptos y familiares del régimen y eventualmente fueron a parar a las manos de las empresas petroleras. En etapas subsiguientes se dieron más concesiones para ampliar los ingresos del estado en base a una mayor producción.

ESTATIZACIÓN
Con el inicio de la modernidad, comenzó también la reglamentación de la explotación del recurso petrolero pero igualmente comenzó la interferencia del gobierno en su desarrollo más allá de lo que resultó ser conveniente, frenándose el crecimiento de la actividad con la excusa politiquera incrementada de que las restricciones se debían a que el petróleo era explotado solo para beneficio de intereses foráneos y en perjuicio de los intereses venezolanos. Se manejaba el petróleo dentro de los visos del socialismo (enfoque orientado a la excusa por la incapacidad) que siempre rodeó y sirvió de base electoral a los gobiernos de turno del Siglo XX en la época democrática (incluyendo aunque no lo fuera e iniciándose con el gobierno de AD del ’45). Se impuso un freno a lo que pudo haber sido la conversión del país en una gigantesca potencia petrolera. Recordemos que para ese entonces no había aparecido el Medio Oriente con su gigantesca disponibilidad de crudos de excelente calidad. Con esa enorme competencia, unida a las limitaciones a su explotación basadas en “el control de las empresas básicas”, llegamos a la políticamente ansiada estatización de la actividad petrolera. Una cosa con la otra y manejando siempre el petróleo como  base política subyacente con fines político-electorales, con la creación de Pdvsa continuó el deterioro en la capacidad del país para explotarlo por insuficiente disponibilidad de fondos para invertir en su desarrollo. Llegamos a la apertura petrolera para permitir en crecimiento que no podíamos lograr directamente a través de Pdvsa Siglo XX. Se reabría una carretera vieja para fines necesarios. 

GALLINA SIN CABEZA
Y finalmente llegó el chavismo, una suerte de “hacemos lo que nos da la gana” sin pies ni cabeza, apoyada en la ilusión de que los ingresos irrefrenables permitirían las mayores locuras y que Pdvsa Siglo XXI podría convertirse en la estructura paralela de gobierno para todo propósito nacional e internacional. Así, se convirtió a la industria petrolera en una gallina sin cabeza (“headless chicken”) que, unida a la insuficiente actividad privada maniatada por el gobierno y a los escenarios existentes internacionalmente, hacen imposible enderezar la actividad petrolera, ahora única  proveedora de recursos y convertida en inviable por el camino transitado que nos va convirtiendo en país igualmente inviable.

Odoardo León-Ponte
odoardolp@gmail.com
@oleopon

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domingo, 24 de agosto de 2014

JOSUE ARTURO MOLINA SUAREZ, TODO ESTÁ PLANIFICADO, EL AGUIJÓN

         La situación vivida   en frontera   desnuda la  planificación   del  oficialismo para controlar la vida de los venezolanos. El flagelo del contrabando fue acrecentado por el régimen, hasta los extremos en que se encuentra, y tener  así  elementos para activar el aislamiento y empoderar las mafias de sus cercanos.

      
   La estatización de las actividades de la sociedad encuentra asidero en los reclamos a problemas presentes, que le han servido de caldo de cultivo al oficialismo para ir cerrando los espacios de libre tránsito, libertad de opinión y sistema de producción.  Las deudas contraídas con las empresas aéreas y la negativa de reconocerlas, la sustentan en el conflicto como método para generar  asperezas y propiciar el recogimiento.

         El sistema económico estatista tiene como finalidad desaparecer la propiedad privada. Las empresas expropiadas son llevadas a la ruina, con el propósito de facilitar a ciertos amigos de la revolución asumir el monopolio de los bienes y servicios, bajo la tutela del gobierno, dando forma a la escasez para arrodillar al pueblo. La dirección dada por el oficialismo a los asuntos de sus relaciones con los ciudadanos, es el de cerrar los espacios a cuenta gota, valiéndose del control de las instituciones para arrinconar la disidencia y suprimir las protestas sociales, criminalizándolas, persiguiendo y encarcelando a sus promotores o lideres.

         Miles de millones de dólares saqueados a la nación, (propiedad de los venezolanos), tiene como propósito la conformación de grupos de agentes financieros amigos de la revolución (testaferros),  para posteriormente ir apoderándose de empresas que no han podido expropiar como los medios de comunicación. Asociaciones con países de su entorno ideológico dan impulso a la estrategia de endeudamiento y entrega de la soberanía nacional.

         La aplicación del ship para gasolina no tardará en aplicarse a nivel nacional, al igual que sucederá con el llamado sistema biométrico, para el racionamiento de los alimentos, medicinas y todo lo demás. Hace unos años atrás, se le oía decir a venezolanos que el tema del control de la sociedad por parte del régimen era mentira, hoy se ve lo contrario. Todo está planificado. Ahora depende del pueblo aceptar o rechazar tales imposiciones. Es tiempo de actuar con coherencia y responsabilidad. Las impertinencias atornillan al régimen.

JOSUE ARTURO MOLINA SUAREZ

@JARTUROMS1


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miércoles, 9 de abril de 2014

TRINO MÁRQUEZ, EL OCASO DE LA DEMOCRACIA

Las nuevas dictaduras, las del siglo XXI, necesitan del sufragio popular

A partir del 2 de febrero de 1999, cuando Hugo Chávez asume la Presidencia de la República, comienza un progresivo proceso de destrucción de la democracia. El plan tenía como objetivo clave triturar las instituciones autónomas que garantizan la alternabilidad en el poder de las fuerzas que se mueven en el escenario político. Al comienzo, Chávez habla de gobernar hasta 2021. Luego amplió el horizonte hasta 2030. Más tarde dice que mandaría hasta que cumpliese 80 años. La Divina Providencia se interpuso en sus aspiraciones, pero el caudillo deja inoculado en sus herederos el virus autocrático. Honrar su memoria implica continuar la labor que él inicia: es preciso acabar hasta con el último rastro de cualquier institución que supervise y propicie la renovación en los mandos. Esta es la gran tarea que el maestro les fijó. La meta consiste en lograr la plena fusión entre el Gobierno, el Estado y el PSUV. Que la trinidad sea perfecta, tal como ocurría en las autocracias comunistas del pasado.

Para entender lo que ocurre en Venezuela no hay que ensanchar el concepto de democracia, sino modificar la definición de dictadura. A pesar de su parecido con la Cuba de los hermanos Castro, estamos en presencia de un régimen comunista posterior a la caída del Muro de Berlín y al colapso del Imperio Soviético, incluido el derrumbe de los países satélites de Europa Oriental.

Las características básicas de esos sistemas pueden resumirse del siguiente modo. 

Presencia de un fuerte componente represivo: nadie, por más encumbrado que sea, está a salvo de ser espiado, encarcelado y torturado; los sofisticados aparatos de seguridad supervisan a los ciudadanos que potencialmente representan un peligro para el Estado. 

Desprecio olímpico por los derechos humanos. 

Control total de las instituciones públicas a partir de la fusión entre el Gobierno, el Partido Comunista y el Estado. Las decisiones fundamentales se adoptan en el Comité Central del Partido, de donde emanan las instrucciones para los organismos públicos; esas órdenes son de estricto cumplimiento para todos los funcionarios. 

Ausencia de medios de información y comunicación independientes y hegemonía comunicacional, con el fin de divulgar e imponer la verdad oficial y uniformar el pensamiento de todos los ciudadanos. 

Subordinación de la Fuerza Armada a los dictámenes del Partido Comunista; los militares son fichas de la organización política. 

Intervención y control de la economía a través de la supresión de la propiedad privada, la estatización de los principales medios de producción, la colectivización del sector agrícola y la pequeña y mediana industria. Regulaciones y controles de todo tipo. Asfixia o desaparición de las organizaciones independientes de la sociedad civil: partidos, sindicatos, gremios, federaciones estudiantiles.

Aunque no tan exacerbados como en los antiguos países comunistas, todos esos rasgos se encuentran en Venezuela desde 1999, solo que la enorme resistencia desplegada por las fuerzas democráticas ha preservado importantes espacios donde existen la libertad y la independencia. Siguen operando algunos medios de información y comunicación independientes, y partidos políticos ajenos al Estado. El segmento ocupado por la propiedad privada continúa siendo significativo. Existen organizaciones no gubernamentales que defienden los derechos humanos.

En el plano político e institucional, sin embargo, no hay duda de que la democracia se degradó, y que avanzamos aceleradamente por el camino de la dictadura abierta y desembozada. El hecho de que en Venezuela se vote para elegir las autoridades públicas no modifica esta tendencia, únicamente la encubre. Las nuevas dictaduras, las del siglo XXI, necesitan del sufragio popular. Prefieren ser electas, antes que imponerse mediante el puro uso de la fuerza bruta.

El Gobierno convirtió el sufragio popular en una cortina de humo para ocultar los atropellos que comete con el fin de perpetuarse en el poder. Esos desafueros lesionan incluso la institución del voto. Las decisiones que el TSJ adoptó contra los alcaldes Daniel Ceballos y Enzo Scarano, y contra María Corina Machado -la diputada electa en 2010 con la mayor cantidad de votos-, cachetea la voluntad de los electores que sufragaron por esos representantes populares. La FAN es un apéndice del PSUV. La violación de los derechos humanos y el silencio cómplice de la Fiscalía y la Defensoría revelan el rostro más agresivo de la neodictadura.

Trino Marquez Cegarra
trino.marquez@gmail.com
@trinomarquezc

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lunes, 23 de diciembre de 2013

EDUARDO GUZMÁN PÉREZ, BALANCE DE LA ECONOMIA 2013, PRIMERA PARTE

PREMISA:

Concluye  un año fiscal este 2013, y 14 de haberse impuesto un sistema económico que se caracterizado  por la  intervención directa, estatización y controles sobre toda la vida económica del país, y, sin bloqueo económico.  

Si  tomamos en consideración  para soportar el actual  diagnóstico  y  análisis  sobre su comportamiento,  las  cifras  oficiales emanadas  del Banco Central de Venezuela,  de la CEPAL que es un organismos de sesgo  de izquierda, y, de otros agencia internacionales europeas y norteamericanas,   nos llevan a concluir que  la economía venezolana se caracterizó por un crecimiento extremadamente bajo  a estancado y una  elevada e incontrolada  inflación que ha impactado y deteriorado aceleradamente la calidad de vida y el bienestar de la población.  

De tal manera, que veamos en lo adelante cueles son los resultados de esa forma de manejar la economía a partir de 1999, y los resultados en cifras reales que devienen de tal situación al cierre de este año fiscal 2013:  

•        Debemos comenzar señalando que la tasa del PIB percapita se   desplomo al 0,3 %, que es  la más baja de Latinoamérica  (2.6%)  cerrando la economía en un crecimiento  cercano al 1.4, lo  que representa un 73%  menor con relación a los anteriores   años 2012-11 y 10. Mientras el  déficit fiscal del PIB  según cifras del Gobierno es del 4.3 % , mientras que el real es de un 20 %  lo que significa que es el más bajo de la región ,

•        La liquidez aumento en este  último año en un 64 %, que es una estrategia engañosa para mantener el crecimiento económico,  pasando  de 440 MM de Bs a 1 billón 80 MM de Bs. La errada política  económica del gobierno dirigida por Merentes, Giordani y ahora por Rafael Ramírez, solo ha demostrado que a más endeudamiento con abundancia en efectivo  en manos del público y menos oferta de bienes para la venta, disparó la especulación y los precios en concordancia con la ley de oferta y demanda.

MACRO INDICADORES:

•        La inflación sobre todos los bienes  fundamentales alcanzo la cifra al 31 de noviembre de 55 %, promediando un 49.5 % acumulada al 31 de diciembre, lo  que se traduce en siete veces  el promedio regional y en  la más alta de Latinoamérica. Y  110%  en alimentos básicos, en medio de una  severa escases de los mismos. Estimándose actualmente las reservas de esos alimentos estratégicos (leche, arroz carnes blancas/pescados, huevos, harinas precocidas y de trigo,  aceites comestibles, medicinas y bienes de aseo personal), en el mismo periodo en  apenas 20 %, stock que alcanzaría para un mes de suministro al público. (60 días de inventarios). Por una violenta caída de la producción nacional lo que obliga a importar cerca del 78 % de los alimentos básicos, que se están pagando con deuda de PDVSA.
•        Las instituciones financieras  saltan al 20% y servicios del gobierno al 27.5 % El sector privado de la economía avanza  al 1.1 %, mientras el sector gobierno debido a una expansión del gasto en más 2.6%.
•        La industria petrolera (PIB), cae a -03%  por una disminución  notable de la producción de crudos, así como de   otras industrias básicas del estado como la petroquímica, la industria de la construcción cae a -03 %. La agricultura cae a -5 % negativo y el sector siderúrgico  y minas a -20.8 %.
•        En el año 2012 el gasto público fue de 441. 678 MM de Bs, incluyendo créditos adicionales  y la Ley de Endeudamiento Complementario, y para este año 2013 se elevó a 669.MM. mientras que la deuda publica aceptada por el Estado  se elevó  en 40% del PIB (PIB 320 MM de $ americanos y sigue en aumento vertiginoso. Y la deuda de PDVSA alcanza los 44 MM/$ americanos y la externa de la nación es de 110 mil millones de dólares, lo que da un gran total de 154 mil millones de dólares que equivale al 50% del PIB.
•        A  partir del año 2004  el gobierno ha hecho nueve devaluaciones del bolívar, solamente en febrero de 2013 fue de  32 % , convirtiéndose en la unidad monetaria más devaluada de América latina , perdiendo este año casi un tercio de su valor  frente al dólar americano,.
•        Es de observar que el servicio de esa deuda (Pagos de intereses), se toma el 22 % del Presupuesto de la Nación  que es de 552, 6 MM/$ estimados para el 2014.
EL PRESUPUESTO Y  LOS  GASTOS DE LA NACION.

•        El presupuesto de gastos públicos de la Nación para el 2014 aprobado por la Asamblea Nacional es de  552.633 MM de bolívares,  mientras  el ingreso corriente según el Gobierno es de 439.870 MM de bolívares y las fuentes de financiamiento serán de 112.762 MM de bolívares con una inflación del orden del 30 %  y  el ingreso corriente según el Gobierno va a ser de 439.870 MM de bs. Mientras el año 2012, el gasto público fue de 441.687 MM de  bolívares, en el 2013 fue de 669 MM de bolívares, lo que demuestra que el presupuesto aprobado es marcadamente deficitario. Ese presupuesto aprobado más endeudamiento  va a alcanzar la cifra de 699,6 MM de Bs Que representa un 9.2 % mayor que el del año 2012 con una inflación que llego este año al 58 %.

•        La reservas internacionales en enero de 2013 eran de 28.878 MM de $  que caen en abril a 23.047 MM de $ actuales de Venezuela en un 80 % son en oro  algo menos de 20.000 MM de $ que son la mitad del 2008. En la actual están compuestas de la siguiente  manera: 80 % oro, 19 % en reservas del FMI y 10 % en reservas liquidas en billetes verdes. Al cierre de 2013 han caído e a 20.10 MM de dólares  y de acuerdo a la ley deberían estar en 60.000 MM de $, para un año de importaciones fluidas  y están a un tercio de esa cifra, de allí la  severa restricción de otorgamiento de divisas.

•        El desempleo durante el año 2013 es del orden del 8 % que lo sitúa entre los más altos de Latino América  y superior al regional en un 6. %.   Mientras  la canasta alimentaria para 5 personas en Noviembre de 2013  está en el orden de los 14 mil bolívares  y el salario real  2.997 Bs de un 70 % de la población, 

•        En los últimos 3 años los índices de pobreza real se han incrementado en un 30 %, mientras en otros países de la región ha disminuido sensiblemente.

* Profesor universitario de economía y analista del sector económico       


Primera  Parte de 2  
La segunda  parte es un análisis de la situación petrolera  durante el año 2013 y su incidencia en la economía

 guzmanperez@gmail.com

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martes, 12 de febrero de 2013

LA NACION DE ARGENTINA, EDITORIAL, EL FRACASO DE LA ESTATIZACION Y LA INTERVENCIÓN EN EL AGRO

 

La Nación - 11-Feb-13 - Opinión

http://www.lanacion.com.ar/1553673-el-fracaso-de-la-estatizacion-y-la-intervencion-en-el-agro

Editorial I
El fracaso de la estatización y la intervención en el agro

La ola estatizadora que impulsa el Gobierno en la economía se devora
la renta del campo y genera un retroceso que tardará en revertirse

Paso a paso, mediante impuestos, distorsiones y normas que aumentan los costos, se va concretando lo que se percibe como la estatización de la renta agraria, un propósito nacido de las entrañas del poder kirchnerista a poco de asumido el poder y esencialmente a partir de 2005, hace ya ocho años. Para ello se utilizaron cuantos mecanismos resultaron necesarios.

Bajo la tutela del secretario de Comercio Interior y contando con los sueños de quienes añoraron los organismos oficiales reguladores léase Juntas de Granos y otros- se crearon los Registros de Operaciones de Exportación, los ROEs verdes, rojos y blancos, destinados a disciplinar las exportaciones de granos, carnes y lácteos. Quiso ser una manera de desacoplar el mercado interno del exterior para beneficio de lo que denominó "la mesa de los argentinos", verdaderos destinatarios, según la versión oficial, de la producción de alimentos. El trigo fue objeto de fijación de cupos de exportación que distorsionaron de tal modo el mercado que redujeron el precio del cereal en el orden de los 50 dólares por tonelada, engrosando el bolsillo de terceros.

La Federación Agraria, por su parte, se vio despojada de la certificación del acopio de granos y de la emisión de las cartas de porte para el transporte de las cosechas, en tanto que el gobierno nacional asumió el control del Renatre, el registro de los trabajadores agrarios, funciones éstas de fuerte contenido estatizante. Las retenciones a las exportaciones, por su parte, alcanzan al astronómico 35 por ciento para la soja, 23 por ciento para el trigo y 20 por ciento para el maíz. Ocurrió por entonces el conflicto por la Resolución 125, destinada a establecer retenciones móviles a los granos, cuyo fracaso dejó una cicatriz nunca cerrada en las relaciones entre el agro y el Gobierno.

Por su lado, ganados y carnes comenzaron a ser hostigados en 2005 con acuerdos de precios seguidos de precios máximos cuya aplicación dio lugar a la prohibición de las exportaciones, medida extrema que afortunadamente fracasó por incompetencia en la redacción de la disposición administrativa que permitió la continuidad de buena parte de las exportaciones.

A todo esto, se derogó la devolución de los impuestos indirectos a las exportaciones de carnes y productos del agro, al mismo tiempo que se aumentaron las retenciones a sus exportaciones del 5 por ciento al 15 por ciento y se instrumentó un régimen de cuotas de exportación. Para incrementar la oferta interna de carnes bovinas se sancionó un sistema de subsidios a la producción en corrales que alcanzó altos registros, algunos de los cuales permanecen impagos mientras que otros son motivo de investigaciones por corrupción. Más recientemente, se sancionó un sistema llamado de encajes, en virtud del cual las empresas exportadoras deben reservar una proporción de su capacidad de almacenamiento, una suerte de stock de seguridad para abastecer el mercado interno , cuyo porcentaje fue variando con el tiempo.

Sin agotar el recetario intervencionista, se sancionó el régimen de la Gran Barata, por el cual se obliga a las mayores empresas exportadoras a vender carnes a precios reducidos a las grandes cadenas de supermercados. La condición para recibir ROEs y luego un preROE es, justamente, participar en las "baratas".

El inventario hasta aquí realizado sólo en materia de granos y carnes, y muy resumido, permite conocer la formidable artillería estatista e intervencionista en cuyo contexto quedó plasmado uno de los fracasos de la economía kirchnerista. En efecto, en menos de 10 años, la ganadería vacuna perdió entre 8 y 10 millones de cabezas y su exportación declinó a 180.000 toneladas por año, un tercio del promedio del último decenio.

Del lado de los granos, el fracaso se concentró en el trigo, cuya siembra se redujo de seis millones de hectáreas anuales a solo 3,5. Con una mirada indulgente, se puede concluir que el "yugo de la soja" puso a salvo de otro gran fracaso colectivo al sector granario, aunque el maíz, el girasol y el sorgo mantuvieron cosechas sin los crecimientos esperables. Finalmente, la cruda síntesis realizada requiere sumar dos elementos cruciales, la creciente inflación y el tipo de cambio a todas luces insuficiente.

Este es un reenvío de un mensaje de "Tábano Informa"
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domingo, 18 de diciembre de 2011

RAFAEL GROOSCORS CABALLERO EL EMPERADOR Y SU FEUDO

            No vamos a transportarnos, de regreso, a la edad media, ni siquiera  a la colonia. Probablemente comenzaremos nuestro relato ubicándolo en los alborozados días del nacimiento de nuestra Independencia. Cuando el supremo titular de la Capitanía General de Venezuela, Vicente Emparan, compelido a pronunciarse sobre la legitimidad de su gestión, ante un Cabildo extraordinario convocado por indignados de la época, renuncia a su mandato y deja correr los acontecimientos, convencido de que sus bases de sustentación, en el imperio, han sido derribadas. Para muchos comienza allí, en ese instante tan pomposamente celebrado cada año, con un primer latido, nuestra República y nuestra soberanía política y territorial.
            Luego vino la guerra, larga y sangrienta, la cual llenó de cadáveres los campos de la nueva unidad geográfica. Y conformó una cultura distinta en quienes a partir de ese momento pasaron a ser ciudadanos de la República de Venezuela, furiosamente independientes y quienes no creyeron ni a sus propios líderes, cuando se les invitó a formar parte, integrada, de una federación más ampulosa y de mayor contenido político, de mayor potencialidad económica y de mayor profundidad cultural. La Gran Colombia, para Venezuela,  tuvo su propio 19 de Abril en La Cosiata de 1826 y en el Congreso de Valencia, apadrinado por José Antonio Páez, en 1830, meses antes de la muerte de El Libertador. A partir de esa fecha, Venezuela sería definitivamente independiente, con conciencia de feudo impenetrable y tendría, desde entonces, su propio Emperador, su dueño.
            Hacemos esta síntesis histórica, más o menos acertada, sin apasionamiento, para situarnos en la génesis de nuestra conducta política como pueblo. Porque desde aquellos momentos comenzamos a configurarnos como una Nación igual a todas, sin sometimiento posible a patrones ni a modelos preconcebidos. Ni Europa, ni los Estados Unidos, ni los extraños imperios asiáticos tenían nada que deberíamos y podríamos  envidiarles. Éramos un inmenso feudo, con intrincadas fronteras y por eso necesitábamos un “Jefe”, un caudillo providencial a quien todos deberíamos admirar y a quien todos deberíamos estar prestos a obedecer. Así nos nació la leyenda del “gendarme necesario” y pasamos a ser gobernados por “monarquías” –gobiernos de un solo jefe--  naturalmente absolutistas. Unos tras otros, los vencedores de las guerras se independizaban en el trono, siempre desde un mismo centro de poder, por supuesto  situado en la Capital de la República: Caracas, cuyo “ejemplo” teníamos todos que seguir.  Los demás, o aprendíamos a ser “vivos” o nos conformábamos con ser pobres e incultos, sin “pegar gritos”, sordos y mudos, para permitir al Jefe el curso de su supuesta gobernabilidad.
            Tuvimos hasta una “guerra federal” y no nos faltaron los iracundos propagadores de ideas incendiarias, las que para nada nos hicieron cambiar el rumbo. Todos nos pusimos de acuerdo, tácitamente, para conformar un gran  Feudo de casi un millón de kilómetros cuadrados y se lo entregamos a un Emperador, a quien, como en su designación no concurría la gracia divina ni el derecho dinástico,  solíamos cambiar de nombre, pero manteniéndole su misma jerarquía y sus mismos atributos indelegables. Hasta que unos extraños investigadores encontraron petróleo en nuestro subsuelo y el mundo se precipitó hacia dos grandes guerras, así como al surgimiento de los extremismos ideológicos, fundamentados en profundas reflexiones filosóficas, lo cual nos obligó a mirarnos al espejo y vernos por primera vez nuestra propia cara de pueblo oprimido y atrasado, hundido en el pasado. La agitación le abrió la puerta a la democracia y comenzamos entonces a elegir al Emperador, “por voto popular” y a permitirle que gobernara, “democráticamente”, el inmenso feudo heredado. En todo caso, ahora el petróleo nos relevaría de la obligación tributaria y podríamos llegar a ser súbditos felices si quien nos gobernaba pasaba a ser más o menos generoso con cada uno de nosotros.
            Por eso tenemos hoy un Presidente Vitalicio, a quien no llamamos Emperador, aun cuando gobierne, lógicamente, como tal. Y una nación, que es un Feudo, donde todo lo que hay más allá de Caracas es “monte y culebra”. Y como el “Jefe” está enfermo y ya comenzamos a no quererlo, empezamos a buscar los nombres y las vías para sustituirlo, de la “mejor manera”, pacífica y electoralmente, para repetir su ejemplo y seguir gobernando al “pequeño imperio ramplón”.
            ¡Por Dios! ¡Hasta cuándo! ¿Necesitamos que los “indignados” nos digan que….. debemos cambiar la “monarquía” por una “plurarquía” y el “feudo” por una verdadera federación autonómica, para que la reunión de las ideas confrontadas por los diversos procuradores de los demás y para que la competencia entre las regiones, sabiamente encauzada, nos encaminen hacia el mundo moderno que todavía no conocemos y nos coloquen en la fila de los que esperan lo mejor, haciendo todo lo posible y necesario para lograrlo?
            A propósito del proceso que se avecina y que debería concluir el 7 de Octubre del año que viene, independientemente de que nos “saquemos” de encima a este pernicioso socialismo decadente, corrupto y destructor, debemos pensar en que hay otros males que es prioritario vencer. Uno de ellos, el principal por supuesto, es el rentismo petrolero, el que nos ha estado obligando a hablar de “misiones”, que son limosnas y que más bien alejan a los pobres del éxito en el combate a la pobreza. Que nos impide comprender que debemos enseñar a nuestro pueblo a trabajar y que debemos crear las condiciones, ¡instrumentalizarlas!, para que del laborismo colectivo salga la riqueza creciente, en lo económico y en lo cultural, para que cada vez nos procuremos mejores niveles de vida. El otro es el “presidencialismo” que convierte al electo como primer mandatario, en un único “monarca”, equivalente al Emperador. Deberíamos aprovechar la coyuntura para dividir las funciones de Jefe de Estado y de Jefe de Gobierno; para dejar al primero la honrosa y delicada misión de representarnos ante la comunidad internacional, como gran “embajador del pueblo” y al segundo, la tarea de la administración de un país, lleno de gente buena, útil y admirable y pleno, a su vez,  de riquezas materiales insuficientemente desarrolladas. Jefe de Gobierno que no podría mandar caprichosamente en orden a su propia inspiración,  ni en nombre de una falange ideológica, distinta al común y a la pluralidad de los adversos movimientos de opinión, justamente representados en el Parlamento, donde más importante que las individualidades son la confrontación y concertación de propuestas que deben dar lugar, permanentemente, a un gran plan de la nación, susceptible de ser perfeccionado en la medida en la cual se alcancen las grandes metas definidas con antelación.
           A renglón seguido tenemos que reflexionar acerca de la conveniencia o no, a estas alturas, del modelo “estatista”, muy propio de los regímenes autoritarios del pasado, así como de los surgidos de los extremismos ideológicos, dramáticamente apropiados de la escena europea en el siglo XX. El estado benefactor tiende a copar las iniciativas en el proceso de la producción y a cortar las libertades económicas, para encallejonar a las sociedades que lo instauran,  en una ruta que sus promotores admiten como segura, pero que las circunstancias y  la historia se ha empeñado en demostrar lo contrario. En función de “la mayor suma de felicidad colectiva” y de “la justicia social”, el modelo “estatista” combate a la llamada economía de mercado y propugna su sustitución por una centralizada, transformando al gerente y al trabajador en distintas categorías esclavistas, anulando en consecuencia valores esenciales de la condición humana y posponiendo la aparición de los genios que son quienes dan curso a los grandes avances tecnológicos. La Rusia comunista y la Alemania nazista, así como el espectáculo de la deprimente Cuba de los hermanos Castro, son una muestra del fracaso del “estatismo”, el cual, en Venezuela, desde hace bastante tiempo, tratamos de perfeccionar, infiltrados por una tendencia izquierdizante, definitivamente enemiga del progreso.
          Y, por último, es necesario que pensemos en que no hay territorios privilegiados; que cada palmo de nuestra geografía tiene los mismos derechos al desarrollo como todos los demás y que merezcamos un orden autonómico donde los zulianos y los apureños compitan con conciencia de su regionalidad, cada cual con sus propios medios, para conformar una real federación descentralizada, más parecida a la unión europea y a la unión norteamericana, que a los vastos desiertos padecidos por los africanos. Si de algo sirve el pasado es para que recordemos siempre su ocurrencia y no caigamos, ni en el presente ni en el futuro, en los mismos errores  que ya contabilizamos históricamente.

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domingo, 30 de octubre de 2011

LUIS ALBERTO ROMERO*: EL ARTE DE FAGOCITAR EL ESTADO. LOS GOBIERNOS PERONISTAS Y EL USO DE LA CAJA. LA NACIÓN - 18-OCT-11 – OPINIÓN DESDE ARGENTINA

Hay muchos rasgos comunes en la relación entre los distintos gobiernos peronistas y el Estado. Sobre todo en el modo de repartir sus beneficios. Es cierto que las circunstancias cambiaron varias veces desde 1946, y también variaron los dichos y discursos de sus jefes. Perón se presentó como hombre de Estado. Menem renegó del estatismo y enrostró a sus críticos el "haberse quedado en el 45". Kirchner reivindicó un estatismo más cercano a 1946 y denostó al menemismo. Las circunstancias importan, y los discursos son un componente importante de la política. Pero detrás de los cambios observo algunas continuidades notables en la práctica estatal del peronismo, algo así como una marca de fábrica.
Comencemos por el primer peronismo, entre 1946 y 1955. Perón era un hombre de Estado. Un militar que creía en el orden y los organigramas, en la planificación y la autarquía, y también en la acción estatal en pro de la justicia social. Recibió de los gobiernos conservadores un Estado con fuertes capacidades para intervenir y continuó desarrollándolas. A la vez, Perón era hombre de su época; compartía la crítica al Estado liberal y el entusiasmo por los experimentos corporativos. Su ideal de comunidad organizada incluía una relación fuerte entre el Estado y las corporaciones, mezcla de tutela y participación privilegiada, que se alejaba de la idea estatal universalista, fundada en el interés general. También fue propia de su concepción la superposición y hasta fusión entre el Estado, el movimiento y el gobierno.
En la historia las cosas vienen mezcladas, y no es fácil separar el trigo de la paja. La legislación sindical e industrial peronista fue decisiva para la equidad social; la instalación de los sindicatos en posiciones estatales destacadas se adecua a lo que en la época se llamó el Estado de Bienestar. Pero a la vez, el Estado fue pasando del universalismo y el interés general a la concesión diferencial de ventajas. Así, por ejemplo, el proyecto de un seguro social único del ministro Ramón Carrillo fue descartado en beneficio de los sindicatos y sus hospitales, como el Hospital Ferroviario, un camino que concluyó con la ley de obras sociales de 1970.
Bueno o malo, el sistema no es igualitario. La promoción de la industria -una decisión importante en la posguerra- se instrumentó a través del IAPI, donde funcionarios que eran también empresarios, como Miguel Miranda y Raúl Lagomarsino, iniciaron la práctica de distribuir los beneficios entre sus amigos y, probablemente, iniciar una corrupción de magnitud. La Fundación Eva Perón tenía un estatus indefinido y recursos ilimitados. Los recursos en su mayoría eran públicos; la administración fue tan privada y secreta que casi no han quedado rastros.
Cuando Perón volvió al poder, en 1973, muchos de estos rasgos se habían acentuado, salvo el de la fundación. El Estado había avanzado en sus políticas de promoción, que frecuentemente habían devenido en prebendas a grupos privilegiados. Cada corporación hizo pie en alguna de las agencias estatales -los sindicatos en Trabajo, los médicos en Salud, el campo en Agricultura, la Iglesia en Educación- y utilizó su influencia para mantener su propia ventaja y para competir ventajosamente en la puja distributiva, agudizada por la inflación y por la movilización social.
El Estado fue a la vez campo de batalla y botín. En 1973, Perón seguía siendo un hombre de Estado, a la antigua usanza. Volvió al gobierno con la firme idea de reconstruir la autoridad estatal y acabar con el tironeo corporativo. Se jugó por el Pacto Social y convocó a dos únicos firmantes, la CGT y la CGE, que estaban lejos de poder unificar y disciplinar a sus representados. El 12 de junio de 1974 reconoció su fracaso. El Estado, grande y débil a la vez, ya no podía poner orden en la sociedad.
Cuando el peronismo volvió al gobierno en 1989, muchas cosas habían cambiado. Los militares iniciaron la demolición sistemática del Estado y Alfonsín poco pudo hacer para revertirla. Cuando ocurrió la crisis hiperinflacionaria, el fisco estaba quebrado y abrumado por una deuda externa impagable y era incapaz de afrontar sus obligaciones básicas. Su burocracia estaba desarticulada y carente de normas y de ética funcionarial. Un conjunto de grupos prebendados y depredadores, en particular los contratistas, engordaban con la sangre del Estado. Por entonces, el viejo reclamo "liberal" se había remozado: en todo el mundo el llamado "neoliberalismo" reclamaba una reestructuración a fondo del Estado, el abandono de regulaciones y prebendas y la reducción de los gastos sociales, para que el "tigre capitalista" pudiera recuperar su voracidad creadora.
Menem se encaramó en este discurso y proclamó un cambio de rumbo radical. Otra vez, las cosas vinieron mezcladas, porque el viejo Estado era irrecuperable, pero el nuevo fue igualmente desastroso. Menem privatizó las empresas públicas, redujo el empleo estatal, estabilizó la moneda a costa de renunciar a la política monetaria, ordenó la deuda externa y recuperó el crédito, desreguló la economía y la abrió al mundo. Sus medidas combinaron la dimensión novedosa de la reducción y eficiencia estatal con otras más tradicionales, destinadas a construir su poder y a neutralizar resistencias y oposiciones. Por ese camino, los antiguos grupos prebendarios -y otros nuevos, como los políticos- encontraron la oportunidad para renovar y expandir su acción.
Los contratistas pudieron comprar a bajo costo parte de las empresas estatales. Los dirigentes sindicales se convirtieron en propietarios de empresas privatizadas. Los gobiernos provinciales financiaron su déficit con aportes del Tesoro y la provincia de Buenos Aires recibió el premio gordo: el Fondo del Conurbano. El nuevo prebendarismo, cada vez más focalizado y alejado de los viejos criterios generales -que a Perón le importaban-, se fundó en la discrecionalidad y en una nueva corrupción -visible, grosera, impune-, simbolizada por la "carpa chica" y el "robo para la corona". En suma, una versión sui generis, muy peronista, del neoliberalismo.
Las fallas de este modelo, conocidas por todos en su momento, estallaron en 2001, poniendo fin al interludio de la Alianza. Los peronistas recuperaron el gobierno y lo mantienen hasta hoy. Inicialmente, amparados por la profundidad de la crisis, encontraron en la devaluación una salida, razonable pero radicalmente inequitativa, que compensaron con políticas parciales de contención social. En ese momento, sorpresivamente, un giro en la economía mundial -la valoración de los productos agrícolas- inició un ciclo de prosperidad de una magnitud insospechada. Con ese sustento, el gobierno de Kirchner logró salir del pozo del endeudamiento externo y poner en marcha un modelo que, según declaró, combinaba el crecimiento con la distribución. A diferencia del denostado modelo neoliberal, culpable de la crisis, el nuevo modelo asignaría al Estado un papel fundamental.
¿Una vuelta al peronismo clásico? No exactamente. Aquel peronismo correspondió a una Argentina con un Estado que, aunque con fisuras, desarrollaba políticas generales y las proyectaba en el largo plazo, y que tenía mecanismos internos de regulación y control. El Estado posterior a 1976 perdió esas capacidades. Los militares iniciaron la tarea, Alfonsín no intentó revertirla y Menem la desarrolló y amplificó. Aunque Kirchner hizo y dijo cosas diferentes, en lo esencial mantuvo el rumbo de Menem.
Nuevamente, las cosas vienen mezcladas. El país prospera y la situación de los pobres mejoró. En una época de abundancia fiscal, el gobierno de los Kirchner parece signado por la corrupción, la construcción del poder y los subsidios. En la caja -entre pública y privada- está el núcleo del modelo, y el precio de la soja es su condición de existencia. La vieja palabra "corrupción" resulta insuficiente para caracterizar este formidable mecanismo de acumulación de dinero y poder. La eliminación de los controles institucionales -lo del Indec es un caso extremo y emblemático- permite administrar los subsidios estatales de manera discrecional, y la distribución incluye una buena parte pro domo sua. Ya se trate de intendentes del conurbano o de gobernadores provinciales, de organizaciones piqueteras, sindicatos o empresarios amigos, de jubilaciones u obras públicas, la lógica es la misma. Es algo que engruesa la caja. El gobierno da, pero podría no dar. Genera acatamiento y, de un modo u otro, contribuye a producir votos.
Menem y Kirchner coincidieron en un punto con Perón: la convicción de que el Estado debía manejarse férreamente desde el poder: la subordinación del Estado al gobierno. Perón lo logró con facilidad, por su carisma y por su talento para conducir desde el Estado una sociedad integrada y orgánica, y pudo mantener algún criterio general en sus políticas. Con menos carisma y talento, Menem y Kirchner manejaron con gobiernos fuertes un Estado calamitoso, que ellos mismos se han encargado de terminar de demoler, y condujeron una sociedad empobrecida y segmentada. Lo que el Estado da se decide cada vez de acuerdo con un simple cálculo de costos y beneficios, materiales y políticos.
En este manejo del Estado encuentro, en mundos tan diferentes, una marca originaria del peronismo. Hay otras, igualmente importantes, como su concepción de la democracia, plebiscitaria y poco republicana, o su discurso, nacionalista y populista. Pero de alguna manera confluyen en esta idea de un Estado que es el instrumento del gobierno y del movimiento y que administra y reparte prebendas de manera discrecional. Una manera de gobernar para la que conceptos habitualmente empleados -liberalismo, estatismo- tienen poco sentido.
* El autor es historiador, investigador principal del Conicet/UBA
http://www.lanacion.com.ar/1415516-el-arte-de-fagocitar-el-estado
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sábado, 15 de octubre de 2011

ALBERTO BENEGAS LYNCH (H)*: DISTURBIOS Y QUEJAS EN WALL STREET (FUENTE CATO INSTITUTE)

Como es del dominio público, la idea de los “indignados” europeos se ha trasladado a Wall Street, Chicago, St. Louis, Boston, Washington DC, Atlanta y Los Angeles. Lo primero que debe destacarse es que todas estas manifestaciones ocurren porque el sistema prevalente no funciona y hace agua por los cuatro costados. Solo pueden defender el mamarracho de sistema que vive hoy el llamado mundo libre los prebendarios y los señoritos del statu quo que fabrican suculentos negocios a la sombra de los amigos del poder que la juegan de empresarios.

En verdad resulta paradójico que las leyendas desplegadas en estas nuevas revueltas apoyen la reelección de Obama y se dirijan contra Wall Street que como escribe Ann Coulter “ha financiado en escala hasta hoy desconocida a Obama quien, en retribución, les entregó astronómicos salvatajes y Goldman Sachs se ha convertido en el cuarto poder del gobierno”. También las pancartas de marras la embisten contra el capitalismo, el lucro, la especulación, favorecen los impuestos a los ricos, apuntan al igualitarismo patrimonial y, consecuentemente, patrocinan la redistribución de ingresos.

Veamos esto por partes. En primer lugar no hay tal cosa como capitalismo debido a la intromisión permanente y sistemática del Leviatán que, como hemos consignado antes, hace que el gasto público —solamente de la administración central— se haya duplicado en la última década, el déficit fiscal es del 14% del PBI, de cada dólar gastado 42 centavos es deuda, las regulaciones contraproducentes ocupan 75 mil páginas, la manipulación en la tasa de interés de la Fed y la monetización sideral de la deuda conspiran contra las bases fundamentales de la economía, en un contexto de guerras y bases militares contraproducentes, legislaciones que afectan derechos individuales en nombre de la seguridad, “ayudas externas” que consolidan regímenes estatistas y corruptos, la permanencia del sistema bancario de reserva fraccional manipulada por la banca central que pone en vilo al sistema financiero cada vez que hay una cambio en la demanda de dinero, disposiciones laborales que afectan grandemente el mercado de trabajo y la insistencia en promesas de imposible cumplimiento como es la quebrada “seguridad social” y similares.  No debe extrañar entonces que las reyertas que comentamos sean justificadas y apañadas públicamente por Nancy Pelosi, Obama y otros capitostes del establisment, todos contrarios al espíritu capitalista.

En verdad hace rato que el capitalismo viene bombardeado sin descanso por los socialismos y keynesianismos que no le han dado respiro para transformarse en un sistema fascista, es decir, aquel que permite la propiedad privada nominalmente pero en la práctica los aparatos estatales manejan los flujos de fondos. Esto ya lo había advertido hace décadas Carlotte Twight (abogada y doctora en economía) en su libro America`s Emerging Fascist Economy (New York, Arlington House, 1975). Quedan islotes de libertad —algunos, por suerte, grandes— los cuales aun producen una notable prosperidad, pero el conjunto se va transformando en andrajos de capitalismo, convirtiéndose en una especie de adefesio irreconocible para el lugar de la tierra que ha experimentado la revolución liberal más fértil en lo que va de la historia del hombre.

A esto debe subrayarse lo dicho más arriba respecto de los pseudoepresarios y sus tejes y manejes en los despachos oficiales, lo cual se ilustra magníficamente en el reciente libro de Charles Gasparino titulado Bought and Paid For. The Unholy Alliance Between Barak Obama and Wall Street. Estos vínculos non sanctos han sido puestos de manifiesto con anterioridad por el empresario estadounidense Charles G. Koch con los siguientes interrogantes cuyas respuestas también ofrece: “¿Qué está pasando aquí? ¿Los dirigentes empresarios de EE.UU. se han vuelto locos? ¿Por qué están aniquilándose debido a la entrega de ellos mismos y sus empresas a manos de reglamentaciones gubernamentales? […], la contestación, desde luego, es simple. No, los empresarios no comparten el deseo del suicidio colectivo. Ellos piensan que obtienen ventajas especiales para sus empresas al estimular la intervención gubernamental en la economía. Pero se están engañando. En realidad están vendiendo su futuro a cambio de beneficios a corto plazo. En el largo plazo, como consecuencia de haber hecho que el gobierno sea tan poderoso como para destruirlos, sufrirán las consecuencias de su ceguera”.

En segundo lugar, estrechamente ligado al primero, el lucro —el cuadro de resultados, el sistema de ganancias y pérdidas— es imprescindible al efecto de asignar los siempre escasos factores productivos del modo más eficiente posible: quien acierta en los gustos de los consumidores obtiene beneficios y quien yerra incurre en quebrantos.

En tercer término, la especulación es inherente a toda acción humana puesto que significa nada más y nada menos que conjeturar que se pasará de una situación menos satisfactoria a una que le proporcione mayor satisfacción al sujeto actuante y desde su perspectiva. Se trate de actos sublimes o ruines, todos están marcados por la especulación: los propios manifestantes de hoy están especulando con ser escuchados en sus demandas, del mismo modo que el que estas líneas escribe especula con que lo dicho le resultará claro y convincente al lector.

Cuarto: gravar más pesadamente a los más eficientes significa un castigo a la productividad lo cual, precisamente, daña en grado sumo a los más necesitados puesto que las tasas de capitalización constituyen la única causa de ingresos y salarios en términos reales. Sin duda que si los patrimonios se obtienen fruto del saqueo con la complicidad gubernamental y el privilegio también otorgado por los mandones del momento, los resultados no serán los indicados ya que implican un desvío de recursos de los requeridos por la gente en el mercado hacia la politización del proceso.

Quinto: la igualdad en una sociedad libre es ante la ley no mediante ella. Las diferencias patrimoniales son el resultado del plebiscito diario en el mercado, lo cual es decidido por la gente con sus compras y abstenciones de comprar. Lo relevante no es el delta entre los relativamente más ricos y los relativamente más pobres sino que todos progresen y esto se logra, justamente, permitiendo la asignación de factores hacia las áreas que la gente estima prioritarias dadas las circunstancias imperantes. Por otra parte, es de interés destacar que todos somos pobres o ricos según con quien nos comparemos y, nuevamente, la indispensable movilidad social se obtiene en procesos abiertos y competitivos.

Por último, la llamada redistribución de ingresos se traduce en que los gobiernos por medio de la fuerza vuelven a distribuir lo que pacíficamente ya había distribuido la gente en el supermercado y afines. En realidad, como explica Thomas Sowell en Stanford, deberíamos dejar de hablar de distribución “puesto que los ingresos no se distribuyen, se ganan”. Este malentendido surge de la utilización de agregados y el tratamiento en textos de economía de producción y distribución como si se tratara de dos procesos separados en lugar de verlos como la cara y la contratara del mismo proceso. Esta desafortunada escisión hace que se trate a la producción como un bulto que aparece de algún lado y que debe ser “distribuido”.

En resumen, las sonoras y variopintas quejas en EE.UU. no deben echarse en saco roto. Hay en estas demostraciones muchas personas de buena voluntad que se encuentran afectadas en sus trabajos y desengañadas por un sistema en bancarrota. Es hora de volver a los valores y principios liberales propugnados por los Padres Fundadores, lo cual es hoy expuesto por algunos de los candidatos presidenciales del Partido Republicano para eventualmente ejecutarse en 2012 (si no es Ron Paul, tal vez Herman Cain ofrezca las garantías suficientes), a contramano de lo realizado por G. W. Bush que contradijo abiertamente buena parte de la tradición republicana. Es de desear que esto pueda llevarse a cabo para bien de la libertad en el mundo puesto que EE.UU. constituye un ejemplo, tradicionalmente para bien pero de un tiempo a esta parte lamentablemente para mal. Hagamos votos para que esta tendencia se revierta y sea seguida por los dirigentes europeos al efecto de poner orden en sus casas (para no decir nada de latinoamericanos admiradores del esperpento conocido como “socialismo del siglo xxi”).

Lograr estos objetivos es inseparable de los esfuerzos cotidianos en pos de la libertad que todos hagamos. Es indispensable mantener vivos estos sueños y proceder en consecuencia para beneficio de todos. En un ámbito más amplio y generalizado es lo que propició Steve Jobs en su ahora célebre y emotivo discurso en Stanford. Dicho sea de paso, se trata de un millonario como los vilipendiados en Wall Street en estos días, activistas que, tal como apuntó Mike Huckabee en Fox News, curiosamente se los ve en sus marchas utilizando en gran escala los dispositivos tecnológicos creados por Jobs. En todo caso, en conexión con la obtención de metas, destacamos esta parte de su presentación ante los graduados: “El tiempo es limitado, no lo desperdicien viviendo la vida de otros […] No dejen que el ruido que hace la opinión de otros opaque la voz interior de ustedes. Y, más importante, tengan el coraje de seguir sus corazones y sus intuiciones. Todo lo demás es secundario”.

* Académico asociado del Cato Institute y Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Argentina.

http://www.elcato.org/disturbios-y-quejas-en-wall-street

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domingo, 9 de octubre de 2011

RAFAEL GROOSCORS CABALLERO: EL EMPERADOR Y SU FEUDO

            No nos vamos a transportar, de regreso, a la edad media, ni siquiera  a la colonia. Probablemente comenzaremos nuestro relato, ubicándolo en los alborozados días del nacimiento de nuestra Independencia. Cuando el Capitán General de la Gobernación de Venezuela, Vicente Emparan, compelido a pronunciarse sobre la legitimidad de su gestión, ante un Cabildo extraordinario convocado por indignados de la época, renuncia a su mandato y deja correr los acontecimientos, convencido de que sus bases de sustentación, en el imperio, han sido derribadas. Para muchos comienza allí, en ese instante tan pomposamente celebrado cada año, con un primer latido, nuestra República y nuestra soberanía política y territorial.
            Luego vino la guerra, larga y sangrienta, la cual llenó de cadáveres los campos de la nueva unidad geográfica. Y conformó una cultura distinta en quienes a partir de ese momento pasaron a ser ciudadanos de la República de Venezuela, furiosamente independientes y quienes no creyeron ni a sus propios líderes, cuando se les invitó a formar parte, integrada, de una federación más ampulosa y de mayor contenido político, de mayor potencialidad económica y de mayor profundidad cultural. La Gran Colombia, para Venezuela,  tuvo su propio 19 de Abril en La Cosiata de 1826 y en el Congreso de Valencia, apadrinado por José Antonio Páez, en 1830, meses antes de la muerte de El Libertador. A partir de esa fecha, Venezuela sería definitivamente independiente, con conciencia de feudo impenetrable y tendría, desde entonces, su propio Emperador, su dueño.
            Hacemos esta síntesis histórica, más o menos acertada, sin apasionamiento, para situarnos en la génesis de nuestra conducta política como pueblo. Porque desde aquellos momentos comenzamos a configurarnos como una Nación igual a todas, sin sometimiento posible a patrones ni a modelos preconcebidos. Ni Europa, ni los Estados Unidos, ni los extraños imperios asiáticos tenían nada que deberíamos y podríamos  envidiarles. 
Éramos un inmenso feudo, con intrincadas fronteras y por eso necesitábamos un “Jefe”, un caudillo providencial a quien todos deberíamos admirar y a quien todos deberíamos estar prestos a obedecer. Así nos nació la leyenda del “gendarme necesario” y pasamos a ser gobernados por “monarquías” –gobiernos de un solo jefe--  naturalmente absolutistas. Unos tras otros, los vencedores de las guerras se independizaban en el trono, siempre desde un mismo centro de poder, por supuesto  situado en la Capital de la República: Caracas, cuyo “ejemplo” teníamos todos que seguir.  Los demás, o aprendíamos a ser “vivos” o nos conformábamos con ser pobres e incultos, sin “pegar gritos”, sordos y mudos, para permitir al Jefe el curso de su supuesta gobernabilidad.
            Tuvimos hasta una “guerra federal” y no nos faltaron los iracundos propagadores de ideas incendiarias, las que para nada nos hicieron cambiar el rumbo. Todos nos pusimos de acuerdo, tácitamente, para conformar un gran  Feudo de casi un millón de kilómetros cuadrados y se lo entregamos a un Emperador, a quien, como en su designación no concurría la gracia divina ni el derecho dinástico,  solíamos cambiar de nombre, pero manteniéndole su misma jerarquía y sus mismos atributos indelegables. Hasta que unos extraños investigadores encontraron petróleo en nuestro subsuelo y el mundo se precipitó hacia dos grandes guerras, así como al surgimiento de los extremismos ideológicos, fundamentados en profundas reflexiones filosóficas, lo cual nos obligó a mirarnos al espejo y vernos por primera vez nuestra propia cara de pueblo oprimido y atrasado, hundido en el pasado. La agitación le abrió la puerta a la democracia y comenzamos entonces a elegir al Emperador, “por voto popular” y a permitirle que gobernara, “democráticamente”, el inmenso feudo heredado. En todo caso, ahora el petróleo nos relevaría de la obligación tributaria y podríamos llegar a ser súbditos felices si quien nos gobernaba pasaba a ser más o menos generoso con cada uno de nosotros.
            Por eso tenemos hoy un Presidente Vitalicio, a quien no llamamos Emperador, aun cuando gobierne, lógicamente, como tal. Y una nación, que es un Feudo, donde todo lo que hay más allá de Caracas es “monte y culebra”. Y como el “Jefe” está enfermo y ya comenzamos a no quererlo, empezamos a buscar los nombres y las vías para sustituirlo, de la “mejor manera”, pacífica y electoralmente, para repetir su ejemplo y seguir gobernando al “pequeño imperio ramplón”.
            ¡Por Dios! ¡Hasta cuándo! ¿Necesitamos que los “indignados” nos digan que….. debemos cambiar la “monarquía” por una “plurarquía” y el “feudo” por una verdadera federación autonómica, para que la reunión de las ideas confrontadas por los diversos procuradores de los demás y para que la competencia entre las regiones, sabiamente encauzada, nos encaminen hacia el mundo moderno que todavía no conocemos y nos coloquen en la fila de los que esperan lo mejor, haciendo todo lo posible y necesario para lograrlo?
            A propósito del proceso que se avecina y que debería concluir el 7 de Octubre del año que viene, independientemente de que nos “saquemos” de encima a este pernicioso socialismo decadente, corrupto y destructor, debemos pensar en que hay otros males que debemos vencer. Uno de ellos, el principal por supuesto, es el rentismo petrolero, el que nos ha estado obligando a hablar de “misiones”, que son limosnas y que más bien alejan a los pobres del éxito en el combate a la pobreza. Que nos impide comprender que debemos enseñar a nuestro pueblo a trabajar y que debemos crear las condiciones, ¡instrumentalizarlas!, para que del laborismo colectivo salga la riqueza creciente, en lo económico y en lo cultural, para que cada vez nos procuremos mejores niveles de vida. El otro es el “presidencialismo” que convierte al electo como primer mandatario, en un único “monarca”, equivalente al Emperador. Deberíamos aprovechar la coyuntura para dividir las funciones de Jefe de Estado y de Jefe de Gobierno; para dejar al primero la honrosa y delicada misión de representarnos ante la comunidad internacional, como gran “embajador del pueblo” y al segundo la tarea de la administración de un país, lleno de gente buena, útil y admirable y pleno, a su vez,  de riquezas materiales insuficientemente desarrolladas. Jefe de Gobierno que no podría mandar caprichosamente en orden a su propia inspiración,  ni en nombre de una falange ideológica, distinta al común y a la pluralidad de los adversos movimientos de opinión, justamente representados en el Parlamento, donde más importante que las individualidades son la confrontación y concertación de propuestas que deben dar lugar, permanentemente, a un gran plan de la nación, susceptible de ser perfeccionado en la medida que se alcancen las grandes metas definidas con antelación.
           A renglón seguido tenemos que reflexionar acerca de la conveniencia o no, a estas alturas, del modelo “estatista”, muy propio de los regímenes autoritarios del pasado, así como de los surgidos de los extremismos ideológicos, dramáticamente apropiados de la escena europea en el siglo XX. El estado benefactor tiende a copar las iniciativas en el proceso de la producción y a cortar las libertades económicas, para encallejonar a las sociedades que lo instauran,  en una ruta que sus promotores admiten como segura, pero que las circunstancias y  la historia se ha empeñado en demostrar lo contrario. En función de “la mayor suma de felicidad colectiva” y de “la justicia social”, el modelo “estatista” combate a la llamada economía de mercado y propugna su sustitución por una centralizada, transformando al gerente y al trabajador en distintas categorías esclavistas, anulando en consecuencia valores esenciales de la condición humana y posponiendo la aparición de los genios que son quienes dan curso a los grandes avances tecnológicos. La Rusia comunista y la Alemania nacista, así como el espectáculo de la deprimente Cuba de los hermanos Castro, son una muestra del fracaso del “estatismo”, el cual, en Venezuela, desde hace bastante tiempo, tratamos de perfeccionar, infiltrados por una tendencia izquierdizante, definitivamente enemiga del progreso.
          Y, por último, es necesario que pensemos en que no hay territorios privilegiados; que cada palmo de nuestra geografía tiene los mismos derechos al desarrollo como todos los demás y que merezcamos un orden autonómico donde los zulianos y los apureños compitan con conciencia de su regionalidad, cada cual con sus propios medios, para conformar una real federación descentralizada, más parecida a la unión europea y a la unión norteamericana, que a los vastos desiertos padecidos por los africanos. Si de algo sirve el pasado es para que recordemos siempre su ocurrencia y no caigamos, ni en el presente ni en el futuro, en los mismos errores  que ya contabilizamos históricamente.
grooscors81@gmail.com.
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