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jueves, 28 de agosto de 2014

ODOARDO LEÓN-PONTE, PETRÓLEO EN TRES TIEMPOS.

La aparición del petróleo hizo posible la transición de nuestro país del oscurantismo a la modernidad, pero desde su aparición ha sido manejado en distintos tiempos según el gobierno de turno, sin que haya habido un telón de fondo común y continuado que formara parte de una política igualmente continuada y orientada al desarrollo del país y su gente. Al ser propiedad de un estado sin una sólida institucionalidad y en un país con escasa cultura ciudadana, con el manejo del petróleo desde el punto de vista político las consecuencias han significado, sin lugar a dudas, un perjuicio eventual y definitivo para el país y su gente: solo se han beneficiando grupos de poder en sus intereses personales y políticos.

CONCESIONES
Durante el gomecísmo, el petróleo se dio a través del régimen de concesiones y, por necesidad, a las empresas extranjeras y estas lo explotaron para su beneficio y colateralmente el del país a través de la modernización que vino con ella, pero con poco beneficio para el país, excepto en cuanto al desarrollo en términos de la información sobre su la existencia y disponibilidad y el desarrollo de la tecnología para explotarlo. Aparte, el sistema de concesiones se usó para beneficiar a adeptos y familiares del régimen y eventualmente fueron a parar a las manos de las empresas petroleras. En etapas subsiguientes se dieron más concesiones para ampliar los ingresos del estado en base a una mayor producción.

ESTATIZACIÓN
Con el inicio de la modernidad, comenzó también la reglamentación de la explotación del recurso petrolero pero igualmente comenzó la interferencia del gobierno en su desarrollo más allá de lo que resultó ser conveniente, frenándose el crecimiento de la actividad con la excusa politiquera incrementada de que las restricciones se debían a que el petróleo era explotado solo para beneficio de intereses foráneos y en perjuicio de los intereses venezolanos. Se manejaba el petróleo dentro de los visos del socialismo (enfoque orientado a la excusa por la incapacidad) que siempre rodeó y sirvió de base electoral a los gobiernos de turno del Siglo XX en la época democrática (incluyendo aunque no lo fuera e iniciándose con el gobierno de AD del ’45). Se impuso un freno a lo que pudo haber sido la conversión del país en una gigantesca potencia petrolera. Recordemos que para ese entonces no había aparecido el Medio Oriente con su gigantesca disponibilidad de crudos de excelente calidad. Con esa enorme competencia, unida a las limitaciones a su explotación basadas en “el control de las empresas básicas”, llegamos a la políticamente ansiada estatización de la actividad petrolera. Una cosa con la otra y manejando siempre el petróleo como  base política subyacente con fines político-electorales, con la creación de Pdvsa continuó el deterioro en la capacidad del país para explotarlo por insuficiente disponibilidad de fondos para invertir en su desarrollo. Llegamos a la apertura petrolera para permitir en crecimiento que no podíamos lograr directamente a través de Pdvsa Siglo XX. Se reabría una carretera vieja para fines necesarios. 

GALLINA SIN CABEZA
Y finalmente llegó el chavismo, una suerte de “hacemos lo que nos da la gana” sin pies ni cabeza, apoyada en la ilusión de que los ingresos irrefrenables permitirían las mayores locuras y que Pdvsa Siglo XXI podría convertirse en la estructura paralela de gobierno para todo propósito nacional e internacional. Así, se convirtió a la industria petrolera en una gallina sin cabeza (“headless chicken”) que, unida a la insuficiente actividad privada maniatada por el gobierno y a los escenarios existentes internacionalmente, hacen imposible enderezar la actividad petrolera, ahora única  proveedora de recursos y convertida en inviable por el camino transitado que nos va convirtiendo en país igualmente inviable.

Odoardo León-Ponte
odoardolp@gmail.com
@oleopon

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viernes, 1 de agosto de 2014

LUIS UGALDE, LA SALIDA DEL GOMECISMO

En menos de cuatro años se disolvió el poder gomecista que a finales de 1935 era total; Gómez salió del poder y el país salió del gomecismo. Muerto el dictador, la salida fue rápida, relativamente incruenta y con un recorrido impensable. ¿Qué papel juega el liderazgo opositor con la presión de gente en la calle, y el del gobierno que trata de mantenerse cediendo y enfrentando a sus inmovilistas? Ver los hechos para aprender política.

Muere el dictador Juan Vicente Gómez en diciembre de 1935 y asume la presidencia López Contreras, su ministro de Defensa que, con “calma y cordura”, encauzará ejecutivamente la transición de la Venezuela dictatorial que se resiste a morir (los gomecistas duros ven a López como traidor). 

Entender a aquella oposición plural que, saliendo de las cárceles, del exilio y de la clandestinidad, avanza incierta entre dolores de parto. López proclama su fidelidad a Gómez y protege a sus familiares enviándolos al exilio, mientras permite el regreso de encarcelados y exiliados, y hasta los nombra ministros. 

Los intelectuales opositores, encabezados por Andrés Eloy Blanco, publican en la prensa su “manifiesto” con exigencias de cambios democráticos y sociales. La oposición empieza a definirse en agrupaciones y embriones de partidos como ORVE, PRP, UNR… 

La Federación de Estudiantes Venezolanos, con Jóvito Villalba al frente, se pone los pantalones largos y con lenguaje radical exige al gobierno un cambio total sin ambigüedades. 

La gente sale a la calle en marchas multitudinarias, a sol y sombra de tolerancia y represión. El 13 de febrero de 1936 el río desbordado de gente, (30.000 personas en una Caracas que no llegaba a 300.000 habitantes), marcha desde la UCV (esquina San Francisco) hasta la Gobernación y luego hasta Miraflores. 

López Contreras recibe una comisión encabezada por el rector y el estudiante Jóvito Villalba, quien exige cambio total del gobierno, con exclusión de todos los gomecistas, libertades democráticas y sindicales… 

López da buenas palabras y algunos golpes de timón audaces, como sacar al general Elbano Mibelli de la cárcel de La Rotunda y colocarlo al frente de la Gobernación de Caracas. 

Las grandes protestas de febrero obtienen la sorprendente respuesta del “Programa de Febrero” (21-2-36) con lista de necesidades y cambios, elaborada por opositores (se atribuye a Caracciolo Parra Pérez, Alberto Adriani y a Diógenes Escalante). Nuevo gobierno con ese programa y con hombres que han pasado por la cárcel y el exilio.

Eran los cambios que urgían; la Constitución antidemocrática podía esperar mientras se adelantaban las transformaciones… 

Queda el paso desagradable de la elección presidencial para 1936-43). Los recién encandilados por la utopía todavía no distinguen el camino de su meta, rechazan el Congreso gomecista y exigen de inmediato una Asamblea Constituyente (¡!) o nuevo Congreso elegido con voto popular. 

Pero otros temen una reacción dictatorial si fuerzan los cambios, comprenden la transición y ven con realismo la elección gomecista de López. Rómulo Betancourt dirá “hay que aceptar la reunión del Congreso gomecista con el pañuelo en la nariz”. En los jóvenes la política empieza a sembrarse con la utopía, pero solo nace cuando saca su tren de aterrizaje para transformar lo necesario en posible y lo posible en real. No pocos (ayer y hoy) se estrellan catastróficamente en el primer intento de aterrizar su utopía.

Y así, con dos pasos adelante y uno atrás, se desarrollan las grandes manifestaciones de junio de 1936, la inédita huelga petrolera de diciembre, las nuevas leyes y prácticas represivas anticomunistas con las que cualquier opositor era tachado de “comunista”, como hoy de “imperialista”. Siguen nuevos exilios y clandestinidades… A pesar del poder militar y de las leyes dictatoriales, el gomecismo agoniza y la democracia va naciendo en la gente; más tarde vendrá el cambio de Constitución y la elección presidencial de 1941. 

Hoy, con más razón, no es la Constitución lo que le duele a Venezuela, sino su sistemática violación desde el poder. Más bien la Constitución actual es un arma de los demócratas para exigir cambios en el gobierno. 

Todos los demócratas a una exigiendo y actuando una decena de puntos claves. La salida del gomecismo se origina desde dentro con López Contreras que evoluciona, presionado por las circunstancias y por una oposición que denuncia, protesta y dialoga al mismo tiempo. 

Ya habrá tiempo para leyes, elecciones presidenciales, constituyentes con discursos prometiendo –una vez más en nuestra historia– la ilusa “refundación” de la República. 

Lo hemos hecho con más de 20 constituciones pensando que lo importante es la utopía sin tren de aterrizaje, cuando lo necesario es cambiar la realidad y la gente desterrando prácticas que violan sus esperanzas y bloquean sus capacidades realistas de lograrlas. Por ahora, militarismo en maduración.

Luis M. Ugalde O. s.j.
lugalde@ucab.edu.ve

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