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miércoles, 4 de junio de 2014

ELENA VALERO NARVÁEZ, EL PRESENTE SURGE DEL PASADO, CASO ARGENTINA

En Argentina, durante diez años, el gobierno kirchnerista se ha dedicado a destruir las instituciones. Se ha dejado muy poco por hacer para lograrlo, desde el avasallamiento del Congreso, hasta la utilización de superpoderes para favorecer la corrupción en pos de conseguir la adhesión incondicional de políticos y jueces,  aumentando de ese modo el poder, hasta límites casi dictatoriales. 

En la actualidad, las consecuencias de ésta política la estamos sintiendo en carne propia: alta inflación, enfermedad transmitida por el gobierno que está vaciando los bolsillos de los argentinos, comiéndoles el futuro, además de desprestigiándolos internacionalmente  evitando la llegada del aire que podrían darnos las inversiones.
La esperanza de un futuro mejor es la carta que se juega nuestro país. Todos sabemos que solo puede llegar a través de nuestros representantes quienes están tratando de llegar al 2015 haciendo, con indolencia premeditada, algunos pocos deberes para que no nos alcance, antes de darle el bastón de mando al futuro presidente, la catástrofe. En 1990, fue el motivo del cambio. Nadie olvida la hiperinflación y el apoyo que se le dio al nuevo rumbo iniciado por el ex presidente Menem, correcto al principio, antes de que el gasto público y otros errores, le quitaran la confianza de la gente.
Todos los aspirantes a la presidencia del próximo período, saben que ante la vista del precipicio “hay que hacer” pero la cosa es saber qué y como lograrlo.
Los historiadores sabemos que no hay mejor maestro que la historia. Observar las causas de los fracasos y de los éxitos  ayuda a decidir mejor. Tenemos ejemplos de todos los colores para que, dejando de lado toda fanática ideología, con tolerancia y transacciones con la oposición y las democracias del mundo,  reflejando los valores comunes, pudiéramos ir levantando  cabeza.
No solamente necesitaremos de quienes dirigen la política sino, también, todos debiéramos compartir la responsabilidad del desafío, participando de la vida política, social y cultural para transitar hacia un país donde se respeten , la dignidad de las personas, la igualdad ante la ley y quede a salvo la libertad de los ciudadanos.
En materia de relaciones exteriores, tan ligada a la política interna, la base debería reflejar la interdependencia de la civilización mundial para no obstaculizar los vínculos con todos los países que colaboran en la democratización del mundo, defendiendo los principios que rigen  la democracia liberal, congreso independiente, respeto por la constitución y los derechos civiles además de tolerancia, sobre todo, por las minorías.
Los jóvenes candidatos a presidente debieran ser optimistas, a pesar de que el pasado kirchnerista nos ha llevado a la pérdida de fé en el hombre como ser racional. La esperanza reside en ampliar nuestra comprensión de la historia, en inculcar la fe en la democracia como método pacifico de llegar al poder, y en dejar de creer en posiciones deterministas que nos hacen esclavos del “destino”. El pasado, afortunadamente, no determina el futuro, por lo cual tenemos  varias alternativas dentro , por supuesto, de la difícil situación en la que nos hallamos.
Lo importante -espero que se dé esta vez- es no dar una respuesta utópica al desafío que se viene en el 2015. Por eso,  revisar la historia nos sirve sabiendo que aunque es  irrepetible, los hechos no son totalmente nuevos ya que el hombre ante situaciones semejantes tiende a actuar de manera similar..
Para dar respuesta valedera se necesitan hombres con fe en la razón dejando el proselitismo populista basado siempre en promesas utópicas, para  tomar el rumbo y las medidas que los problemas reales reclaman, siempre inculcando con la palabra y el ejemplo la tolerancia, la decencia y sobre todo el respeto a los derechos individuales.
Ante los graves problemas que ya nos muestran  la cara, lo peor sería que se creyera, como muchas veces en el pasado, que con solo regresar a la normalidad constitucional se puede evadir nuevamente la realidad y continuar con las políticas que la han olvidado y por ello nos han sumido, una vez más, en un rotundo fracaso, el cual está pesando sobre las espaldas de  todos los argentinos.
Elena Valero Narváez
evaleronarvaez@hotmail.com
@evaleronarvaez

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martes, 20 de mayo de 2014

ENRIQUE G. AVOGADRO, CON EL SOL DE LA PERSECUCIÓN A LA ESPALDA, DESDE ARGENTINA

“Cuando ya ni un perro pasa por la calle vos seguís pendiente de cualquier detalle, y vagás buscando restos de ternura como los cirujas, entre la basura...” Chico Novarro
Tal como muchos preveíamos, el nefando aroma que emerge de la Casa Rosada ha hecho que, finalmente, los habitantes de Comodoro Py empiecen a fruncir la nariz con asco. En menos de una semana, varias de las tortugas que pueblan el edificio de Retiro han comenzado a flexionar sus músculos adormecidos y, lentamente aún, a entrar en las gateras para la gran carrera con la que pretenden conmemorar el fin de una época y, a la vez, reciclarse.

Ya el juicio oral en curso a personajes de la laya de Avioncito Jaime y Schiavi señalaron un nuevo e inquietante movimiento pero, el martes último, Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal anuló un dictamen fiscal que pretendía desactivar la causa iniciada por la firma del contrato entre YPF y Chevron relacionado con Vaca Muerta y, como consecuencia, ordenó continuar investigando el caso, que involucra a la Presidente. Al menos, esa tarea permitirá que los argentinos conozcamos los términos de ese acuerdo, hasta ahora mantenido en secreto incluso frente a la Legislatura provincial que lo convalidó.

La Corte, contra la cual tanto he dicho, parece haberse dado cuenta que el presidencial aviso –“vamos por todo”- ya no estaba tan dirigido a Clarín, en esa loca batalla que terminó en derrota el 7 de diciembre, sino a las sillas curules del cuarto piso de Tucumán 550. Con la muerte de la Dra. Argibay, rápidamente cerró filas –incluyendo al propio Zaffaroni- para levantar un muro infranqueable frente al prometido avasallamiento. A partir del jueves, cuando los ministros ratificaron la vigencia de la ley que lleva la firma original de doña Cristina, entonces Senadora, y que redujo su número a cinco jueces, y claramente explicó que mientras no se produzcan dos nuevas vacantes el kirchnerismo no puede soñar, siquiera, con proponer un candidato; aún así, para lograrlo entonces, doña Cristina debería contar, por convicción o por “banelco”, con el voto de dos tercios de la cámara alta, un número que hoy no tiene y que, dado el mismo olor fétido ya mencionado, será muy difícil de adquirir.

Esto significa, además, llevar tranquilidad a la ciudadanía en general, que hubiera debido preocuparse –y ocuparse- mucho más de lo que ha hecho por la intención del oficialismo de designar doscientos cuarenta y cinco conjueces para llenar igual cantidad de las vacantes, que ha generado con su buscada paralización de los procesos de selección en el Consejo de la Magistratura. Pese a que llevará al Congreso esa iniciativa, que pretende aprobar sin reunir la mayoría legal, los fallos que esos sospechados neo-magistrados puedan dictar serán revisados por la propia Corte que, además, puede fulminar anticipadamente todo el proceso declarando su inconstitucionalidad.

La misma Cámara Federal, al fin, hizo precisamente eso con el inexplicable mamarracho del memorándum que el ex Twitterman firmó con Irán, que ya había quedado totalmente deshilachado por la resistencia de los ayatollahs a aprobarlo. Ante tamaño deserción de los jueces que hasta hoy –hay que recordar que anularon el valor probatorio de los miles y miles de mails encontrados en la computadora de un testaferro de Avioncito Jaime- consideraba propia tropa, el Gobierno ya interpuso recurso de casación, una instancia que tampoco ya parece serle muy favorable.

La mayor prueba la dio la Sala IV de la Cámara Nacional de Casación Federal, al rechazar, muy duramente por cierto, los argumentos utilizados por la defensa de Guita-rrita y por el propio Fiscal de Cámara (el inefable De Luca, integrante de la agrupación kirchnerista “Justicia Legítima”, que encabeza la Procuradora Giles Carbó) para intentar desincriminarlo en un juicio penal, en el que está imputado de realizar negociaciones incompatibles con la función pública cuando era Ministro de Economía, con la intención de robar para sus mandates la imprenta de billetes que, entonces, se llamaba Ciccone. Seguramente, esa resolución de Casación será apelada a la Corte Suprema pero, como ésta ha dicho hasta el cansancio que sólo estudia sentencias definitivas, estoy convencido que ese recurso extraordinario será rechazado.

Eso pone, a Guita-rrita, al borde del procesamiento, y el Juez Lijo, y el Fiscal Di Lello, que ya ha pedido que se lo llame a prestar declaración indagatoria, avanzarán en ese sentido. La cuestión, entonces, pasará por cuánta fidelidad o temor harán que Boudou calle y se convierta en chivo expiatorio o incrimine a sus mandantes, la misma pregunta que me formulo respecto a Báez, Fariña, Eláskar y el resto de los socios y testaferros de los Kirchner que han sido expuestos por el periodismo a la luz pública. Nadie, en toda la Argentina, puede creer que el actual Vicepresidente haya imaginado armar, con la fábrica de papel moneda y pasaportes, una quintita propia en un gobierno en el que sus funcionarios, antes de responder a un simple ‘buenos días’, piden permiso.

El otro tema que está avanzando es la denuncia de Prat-Gay por el indebido –a la luz del presunto “sinceramiento” de las estadísticas del INDEC- pago de nada menos de dos mil millones de dólares a los tenedores de los cupones de bonos atados al crecimiento del PBI en 2009. Lamentablemente, resultará imposible recuperar ese pago de quienes lo cobraron pero, al menos, nos quedará el consuelo de meter presos a los funcionarios que declararon poseerlos en sus declaraciones juradas y que disponían información privilegiada (“inside information”) para adquirirlos, como sucede en Europa y los Estados Unidos. Pienso que también habría que investigar a quienes vendieron esos cupones cuando se enteraron, con varios días de anticipación, que doña Cristina no los pagaría en 2014.

Con ese pseudo “sinceramiento” (el IPC-UN, reciente invento de Kiciloff, ya está ocultando doce puntos porcentuales en la inflación anual), que aún falta en las estadísticas de pobreza e indigencia que el INDEC se rehusa a publicar, gran parte de lo poco que quedaba en pie del “relato” también se desflecó; ahora resulta que también las tasas de crecimiento, como los fantásticos préstamos imaginados y el ‘tren bala’, fueron verdaderos cuentos chinos.

Cualquier ser normal –y la Presidente, pese a la opinión generalizada, no escapa a esa categoría- se angustia cuando siente en la nuca el hálito de una persecución en la nuca que que ésta, cada día, ha comenzado a comerle un peón; resta sólo saber si optará por entregar a quienes la rodean y enmascaran a los leones, confiando en que la omertá de los mafiosos los hará callar o, por el contrario, por continuar abroquelándose frente al “relatado” ataque, cuya autoría adjudica a los medios concentrados y a las grandes corporaciones.

El martes pasado, lamentablemente, las máquinas que están transformando a la calle Suipacha en peatonal, cortaron por accidente el cable de suministro eléctrico a toda la cuadra y, por ello, no pude concretar el programa de televisión previsto, para hablar de impuestos y de la matriz recaudatoria, presente y futura, para devolver el federalismo a la nación, con los doctores Eduardo Conesa y Guillermo Sandler; espero poder salir al aire esta semana, en el horario habitual de “Un País Distinto”.

Enrique Guillermo Avogadro
ega1avogadro@gmail.com
@egavogadro

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viernes, 9 de mayo de 2014

RAUL ZORZON, LA HERENCIA MALDITA, DESDE ARGENTINA

En la recta final de la conflictiva era kirchnerista van quedando en el camino secuelas dolorosas ante tantos desaciertos. Perdimos el tren de la historia; pero eso no quiere decir que más adelante con otro gobierno podamos volver a subirnos. “Dependerá de la voluntad de los argentinos”.
Este modelo fue creado con un sistema clientelar para “dar” sin reparos a cambio de “exigir”. En esto la contraprestación es indispensable porque en ella está inmerso el valor del trabajo y la dignidad humana. Instalaron la cultura del menor esfuerzo posible.
Es el gobierno que recaudó fortunas en estos doce años de gestión, ya sea por actividad económica, devaluación e inflación, y también en forma ilegal con abusos insoportables; basta con revisar el espoleo al campo. El reciente anuncio sobre el trigo fue interpretado como una burla al sector. Por estos días un diputado oficialista aconsejó a los productores que dejen de sembrar trigo y se dediquen a la soja que a él la va muy bien. Si esto sigue así tendrán que volver a importar este cereal.
¿Es esta la administración más inmoral que se tenga memoria, incluida la deplorable década de los noventa? -  los resultados son contundentes, nunca se vio tantas malversaciones en un gobierno democrático. La evidencia es que se desgastó tanto el relato que los justificativos quedan desvanecidos y la ola de fraudes al descubierto.
Los escándalos que se denuncian a diario exceden lo increíble y desafían el asombro. En esa  jugada de redoblar la apuesta han alterado el medio cultural de una sociedad que se ha tornado resignada y sobre todo indiferente. La disgregación social crece en forma exponencial por un desenfreno exacerbado que acelera esa división.
Por sus enunciados políticos, a cambio de optar por lo que une se inclinaron por lo que divide, rompiendo el lazo fundamental de toda sociedad como son las familias y la decencia, y en esa fragmentación gobiernan. No se entiende como el gobernador Scioli, un adicto k, dice que ahora entramos en una nueva etapa de país. La pregunta es obvia: ¿antes que hicieron? La respuesta es el pretexto de una matriz justificativa: “todavía falta por hacer”.
La discriminación en la distribución de los recursos hizo que el crecimiento se concentrara en pocas manos; quedaron en las palmas de los aprovechadores de turno. Con todos los planes sociales que fueron creados (desgraciadamente en un contexto asfixiante de clientelismo político) se profundizó aún más la brecha entre los más pudientes y los que menos tienen. El ajuste en marcha instalará la tan temida estanflación que terminará de pulverizar los salarios. Las tres cuarta parte de los argentinos cree que la situación empeorará, y el 60% dice que no hay empleo. Los que todavía buscan trabajo tienen que rogarle a San Cayetano. 
Las estadísticas oficiales dicen que la pobreza ha disminuido, pero eso depende como se mire. Si bien es menor a las mediciones del 2001, no es menos cierto que con el nivel de crecimiento se podría haberla reducido en forma drástica. En este contexto las proyecciones para el futuro pueden ser dramáticas. Paradójicamente si la maquinaria de fabricar pobres que este gobierno ha puesto en marcha sigue funcionando, y esta aumentara en un 10% como posiblemente ocurra, los desposeídos en Argentina serían reos de sumisión para “que en el 2015 esta administración intente continuar”.
Según la Pontificia Universidad Católica Argentina, institución creíble hasta para el oficialismo ya que ahora aceptan a Francisco (y no a Bergoglio) en nuestro país más de dos millones y medio de niños padecen hambre y la pobreza sobrepasa del 27%. Para organismos que dependen del Conicet esta supera el 30%. Como contrapartida a este anuncio el ministro Kicillof, desafiante, dijo que es ridículo creer en esos datos. En su reciente incursión en el Fondo Monetario volvió con las manos vacías; claro, “dijo que no fue a buscar nada”.
La temible inseguridad toca los extremos del crimen violento y desespera a la sociedad; es como si la vida ya no vale nada. Delincuentes exaltados infringen a personas indefensas todo tipo de despojos y vejaciones, y el que se resiste es asesinado sin piedad; el gobierno a la deriva mira indiferente, todo da lo mismo. Las cifras de muertes ya se asemejan a las de Venezuela; en ese atribulado país caribeño son asesinadas más de cuarenta personas por día.
La justicia está paralizada por omisión y por presión. Los juzgados que no responden a las directivas oficiales carecen hasta de elementos básicos y lugares físicos para juzgar a los que delinquen, y lo que sobra son presiones. A los fiscales que se animan a investigar delitos conexos con el oficialismo son acorralados y amenazados con juicios políticos. El caso del Fiscal Campagnoli es emblemático, veremos en pleno mundial de futbol que hacen con él.
La mayoría oficialista se apresta a nombrar más de 300 conjueces, el motivo no debe ser otro que organizar la impunidad. Causas de delitos muy significativos terminarán prescribiendo.
El narcotráfico es el nuevo flagelo instalado que hace estragos en la población. En el conurbano bonaerense las cocinas de elaboración de drogas se multiplican. Las villas de emergencia son usadas como refugio de narcos asociados con fuerzas de seguridad y una porción de la dirigencia política incluida; es la noticia que preocupa demasiado.
Rosario está sitiada por narcotraficantes que la vida se torna peligrosa, se apoderaron hasta de las fuerzas del orden; Todos los días suceden asesinatos de bandidos que defienden su espacio. Las rutas nacionales 11 que viene del Paraguay, y la 34 que llega desde Bolivia confluyen es esta gran ciudad. Estas carreteras hoy no tienen controles en las fronteras.
La gran contradicción en los argumentos oficiales es que estos flagelos son causados por la pobreza. Si esas aseveraciones fueran tan ciertas la progresión es otra: son ellos mismos los responsables ya que son los que gobiernan; además si esto fuera del todo así no se entiende la revoleada frase “crecimiento con inclusión”. La consecuencia mayor de estas calamidades es la rebeldía que causa los malos ejemplos que se ven a diario.
La economía muestra signos inquietantes en su desaceleración y ya está instalado el problema del desempleo. Las empresas no paran de suspender y despedir trabajadores, la industria automotriz encabeza ese ranquin y la de maquinarias agrícolas va en esa dirección. Este flagelo será el detonante de futuras medidas de fuerza.
El retraso cambiario vuelve a distorsionar la competitividad y la reciente devaluación fue absorbida por una incontrolable inflación que pega fuerte sobre el salario. Las empresas prendieron la luz de alerta sobre los problemas latentes; la inversión está paralizada y se acentúa la falta de confianza en un gobierno sin rumbo. Por fin alguien se sinceró y dijo que si no hay cambios esta crisis puede terminar peor que en el 2001.
El financiamiento dejó de ser fuente de evolución de capital para transformarse en ahogo financiero que devora el patrimonio. La tasa de interés bancaria sobrepasó en algunos casos largamente el cien por ciento. Hoy el crédito indispensable es inviable.
El campo no escapa a esta crisis, la subsistencia de muchos productores agropecuarios se ve muy comprometida por el elevado costo en los insumos y en especialmente en el gasoil. No se puede entender las recientes declaraciones de la presidenta al afirmar que cuando mayor son las retenciones, mayor es la rentabilidad. Solamente alguien que no conoce el tema puede decir semejante contradicción, y es la presidenta.
Esto es parte de la herencia que recibirá el próximo gobierno a partir del 2015. Patrimonio de una administración legítima pero fratricida con un pueblo indiferente.
Raúl R. Zorzón
rzorzon@malabrigo.com

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miércoles, 29 de enero de 2014

GABRIEL S. BORAGINA, SUBSIDIOS...PARA POCOS, DESDE ARGENTINA

El gobierno argentino, a cargo del "Frente para la Victoria" de los Kirchner (FpV), ha anunciado el otorgamiento de un nuevo subsidio, esta vez destinado a los jóvenes que no trabajan ni estudian, lo que merece varias reflexiones. 
En primer lugar, se trata de un reconocimiento implícito del estrepitoso fracaso de este gobierno en materia laboral y educativa, lo que resulta más revelador aun si se tiene en cuenta el dilatadísimo lapso que lleva a cargo del ejecutivo (un decenio exacto) tiempo más que suficiente para haber tenido por solucionado los problemas más acuciantes del país, entre ellos el educativo y laboral. Se trata pues, de una admisión tácita de su más completa derrota en dichos sectores.
Desde luego, no estamos ante el primer gobierno que hace uso del sistema de subsidios. Como explica el Profesor Dr. Alberto Benegas Lynch (h):
"En los reiterados casos de subsidios que otorgan los gobiernos existe la costumbre de recortar el plano visual y circunscribir los efectos para el caso de los sujetos subsidiados. Obsérvese el curso de las campañas electorales: ya se trate de promesas de subsidios encubiertos o subsidios que se presentan crudamente al descubierto (en general se trata de los primeros) en cualquier caso se pretende recortar el plano visual señalando los beneficios que obtendrá el subsidiado. En verdad, esos beneficios son en muchos casos ciertos, pero el subsidio significa que el gobierno recurre a la fuerza para sacar recursos que hubieran sido destinados a un sector para destinarlos a otro. Se hubieran destinado al primer sector porque allí resultan de mayor provecho lo cual, a su vez, implica que las posibilidades de capitalización disminuyen con lo que, como una consecuencia no buscada, los ingresos y salarios en términos reales también merman. Por tanto, el cambio forzado de un sector por otro, significa menor nivel de vida para la gente en beneficio del subsidiado."[1]
Como decíamos, en el caso del FpV, lo que se evidencia con esta medida es que no se han generado fuentes genuinas de trabajo que capten la mano de obra que ahora se pretende subsidiar, y esos nuevos puestos laborales no han aparecido en la última década, por cuanto el gobierno del FpV ha obstaculizado de todas las maneras posibles -e incluso ha combatido fervorosamente- la producción y el comercio en prácticamente todas las áreas de producción y comercialización, a través de varios instrumentos, pero con mayor énfasis mediante los fiscales, claramente confiscatorios.
"Una vez que se abren las compuertas de los subsidios se monta una máquina que hace que se desate una competencia por los recursos escasos de lo que se ofrece. De este modo los empresarios desvían su atención del mercado y la centran en quienes otorgan subsidios. Se desata así una lucha para ver quién saca mejor partida a expensas de los demás ya que el subsidio necesariamente proviene de los bolsillos de otros que resultan expoliados. Pero aquí no se trata simplemente de una suma cero, es decir, de una transferencia coactiva de un grupo o de una persona a otro grupo o persona. La competencia por obtener se desata debido a que los recursos son limitados. También son limitados los privilegios aunque no se trate de una transferencia directa de recursos puesto que si todos son privilegiados no habría privilegiados."[2]
Pese a que el Profesor A. Benegas Lynch (h) se refiere en el párrafo citado a los empresarios, los efectos son similares respecto de todos aquellos que -sin ser empresarios- reciben un subsidio. Es un principio básico de la economía que los recursos son escasos y las necesidades son ilimitadas. Esto implica que los subsidiados, en poco tiempo, considerarán insuficiente el subsidio recibido y no tardarán en reclamar una mayor cuantía del mismo, o incluso subsidios adicionales al primero, o ambas cosas a la vez. Pero también no tardarán en oírse los reclamos de aquellos que han quedado afuera del beneficio, y se consideran con "derecho" al mismo por razones similares a los primeros favorecidos, o "argumentos" parecidos a los de estos.
En el caso analizado, lo que en realidad se está otorgando es un subsidio al desempleo. Al respecto, ya había enseñado Henry Hazlitt:
"Tampoco puede rectificarse la situación concediendo subsidios por paro. Tal subsidio, en primer lugar, es pagado en gran parte, directa o indirectamente, con los salarios de los que trabajan. Reduce, por consiguiente, esos salarios. Además, según hemos visto, un socorro «adecuado» provoca paro. Esto ocurre de diversas formas. Cuando en el pasado las poderosas uniones sindicales habían de sostener a sus miembros sin empleo, reflexionaban mucho antes de decidirse a solicitar unos salarios que darían lugar al paro de parte de sus afiliados. Pero cuando existe un sistema de subsidios en virtud del cual es el contribuyente quien sostiene a los obreros sin empleo, consecuencia de los excesivos aumentos de salarios, aquella prudencia en las exigencias de los sindicatos desaparece. Además, según hemos indicado ya, un socorro «adecuado» invitará a muchos a no buscar trabajo alguno y hará que otros piensen que se les está pidiendo que trabajen no por el salario ofrecido, sino sólo por la diferencia entre dicho salario y el importe del socorro Y un paro extenso significa que se produce menos, que la colectividad se empobrece y que todos tendremos menor cantidad de bienes a nuestra disposición."[3]
El subsidio que otorga el gobierno revela -en pocas palabras- que existe mayor desempleo en el renglón subsidiado, o en la franja de los receptores del subsidio. Nuevamente, es una confesión ficta del fracaso de sus políticas de "pleno empleo". Y como explica Hazlitt, el desempleo no se subsana con subsidios, sino que, por el contrario, se lo empeora.
Otro tanto sucede en el campo educativo. Si el que no estudia recibe dinero por no hacerlo, va de suyo que se lo está invitando a permanecer en la ignorancia.

[1] El juicio crítico como progreso. Editorial Sudamericana. Pág. 102-103
[2] El juicio crítico... pág. 515 a 518
[3] La economía en una lección. Pág. 75.

Gabriel S. Boragina
gabriel.boragina@gmail.com

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miércoles, 16 de octubre de 2013

ÁLVARO VARGAS LLOSA¸ EL DERRUMBRE DE LA ERA KIRCHNER.

La política argentina es ininteligible sin sopesar el factor trágico, en el sentido helénico, con su carga de crimen y castigo, de caída del héroe que desafía a los dioses. La repentina operación de Cristina Kirchner por un problema cerebrovascular, fruto de un traumatismo sufrido en agosto y que se había mantenido oculto, es un episodio profundamente argentino. Como lo es la permanente sensación, ampliada con este episodio, de que Cristina, como los personajes de Sófocles, huye hacia adelante como si buscara un destino catastrófico que no se siente capaz de evitar.

Todos los elementos de una tragedia sofocliana están ahí: la jefa de la tribu peronista y presidenta del país, que hace apenas dos años resultó reelecta con 54 por ciento de los votos, se ve obligada a operarse y guardar reposo por varias semanas en el preciso momento en el que todo se derrumba: las relaciones exteriores, las finanzas, las encuestas y la tercera elección consecutiva. Todo en ella tiende a la desmesura, al apocalipsis, nada puede ser normal. Y la sucede, bajo una forma ambigua que nadie entiende del todo, un vicepresidente, Amado Boudou, que es objeto de causas judiciales por corrupción, de marginación política a manos de los propios kirchneristas y del desencanto de la mandataria, que lo colocó allí a partir de una decisión inconsulta de cara a los últimos comicios. Tan es así que es y no es presidente interino, es y no es encargado temporal de la presidencia.

Este es el escenario estrambótico en el que se desarrollarán los días finales de la campaña electoral que el 27 de octubre, y a menos que la tragedia griega derive en teofanía (para seguir con el símil helénico), sepultará la era Kirchner en las urnas, cancelando de forma definitiva toda posibilidad de perpetuación en el poder.

El peronismo, como recuerdan de tanto en tanto diversos analistas, perdona la traición, pero no la derrota. Por eso poco antes de que, en agosto pasado, las primarias relacionadas infligieran un castigo electoral a la presidenta, empezaron a ser evidentes las movidas de muchos peronistas para buscarse un futuro “post-Cristina”. La mandataria, a pesar de la adulación de que es objeto entre sus fieles, transmitía una imagen de creciente aislamiento. La pregunta es: ¿acelerará la relativa salida de circulación de la presidenta este proceso o la frenará?

Sólo el miedo a quedar súbitamente desamparados o algún indicio de que el padecimiento de Cristina Kirchner está despertando una compasión popular podría frenar esa desbandada de peronistas en busca de un madero al que aferrarse en medio del naufragio. Pero esto no es probable, porque el alejamiento de la presidenta no los sume en un desamparo súbito: ya tienen asumido el escenario “post-Cristina” desde hace rato. Por otro lado, el hastío popular con el gobierno alcanza tales dimensiones que suena excesiva la posibilidad de una repentina ola de conmiseración para con la presidenta, como ocurrió tras la muerte de Néstor Kirchner. En todo caso, de conmiseración que se traduzca en el deseo de perpetuarla en el mando de la nación.

La era Kirchner se ha basado, igual que en tiempos de Perón, en obligar al campo a subvencionar a la ciudad, exprimiendo con impuestos a la vaca lechera de la agricultura y derramando sobre los votantes, especialmente los de la provincia de Buenos Aires, que representa casi 40 por ciento de todos los sufragios del país, una deliciosa ducha de subvenciones. Al mismo tiempo, y siempre en beneficio de ese voto cautivo, se han controlado los precios de los servicios y de algunos bienes. Todo ello, acompañado de eventuales nacionalizaciones y la creación de un clima irrespirable para obligar a ciertas compañías a venderle sus activos al gobierno, y una retórica durísima contra los empresarios extranjeros y aquellos empresarios nacionales que no forman parte del círculo, siempre cambiante, de los elegidos.

El problema es que el “modelo” argentino está en un trance de agotamiento que ha minado considerablemente las bases del populismo en ese país. Es cierto que no todos los decepcionados quieren girar hacia el modelo liberal: muchos intereses populistas, por ejemplo los encarnados en el líder sindical Hugo Moyano, quieren, por el contrario, una radicalización, al igual que el modelo peruano de los años 80, cuando tocó fondo con el primer Alan García, provocó que sectores radicales de izquierda presionaran para acelerar la captura de las instituciones y la estatización de la vida, así, a secas. Y también es cierto que hay sectores no populistas que están tan convencidos del arraigo que tiene esta ideología en la población, que temen que sea imposible proponer un giro copernicano y se resignan a cambiar de líderes pero no de modelo. En todo caso, lo que está fuera de duda es que el modelo va llegando a su fin y que lo que estamos observando en el plano político deriva de eso. También, que se abre lo que los sajones llaman una “ventana de oportunidad” para cambiar de modelo.

No extraña que el gasto público, que hace cinco años representaba el 35 por ciento del PBI, ahora represente el 46 por ciento, y que para financiar lo que ya no tenían cómo financiar el gobierno tuviera que capturar las pensiones, donde estaba concentrado el ahorro nacional, y las reservas, que son como las joyas de la familia, y subiera todavía más los impuestos a los empresarios del campo, esos héroes civiles de Argentina que, a pesar de tanta adversidad, siguen siendo tan visionarios, tecnificados y globales como siempre. La mitad del déficit de este año, superior, según el FMI, al que la estadística oficial admite, el gobierno lo está financiando con las reservas y las pensiones del pueblo argentino.

Las consecuencias de estas políticas las vemos ahora con más claridad que cuando el “boom” daba al modelo argentino un aura de invencibilidad: la economía crecerá muy poco este año, aunque, como se sabe, las estadísticas ficticias de Argentina, que le han valido una censura del FMI, tratan de inflar la cifra. Para intentar contrarrestar la fuga de capitales y la disminución acelerada de las reservas, se han establecido en ciertos momentos controles que no se veían en América Latina desde Velasco Alvarado en el Perú y Salvador Allende en Chile. En el aeropuerto de Ezeiza ha habido días, según testimonios de personas que lo padecieron en carne propia, en que los perros ya no apuntaban el olfato contra la droga sino contra los dólares, y sigue siendo el caso que si un industrial necesita importar insumos, está obligado a exportar algo para compensar la salida de divisas, de tal modo que el fabricante de autos Porsche se ha visto forzado a vender vinos y la BMW a vender arroz.

Por supuesto, en este ambiente era inevitable la captura de una fruta jugosa como YPF, la filial de Repsol, que tantas protestas provocó en medio mundo. Era la consecuencia del descalabro que el control de precios había producido en la industria energética (y que de paso había afectado, como sabemos, a los chilenos, porque llevó a Buenos Aires a incumplir sus compromisos con Santiago).

En resumen, Argentina desperdició el billón de dólares que generó la bonanza de los “commodities” para el fisco desde 2003 hasta la fecha. Además, el modelo infligió al país un descrédito internacional del que son pruebas fehacientes tanto el cierre de los mercados de capitales para el gobierno argentino desde hace varios años como las sucesivas derrotas del Estado platense en tribunales norteamericanos ante los tenedores de bonos que se negaron en su día a aceptar las dos quitas llamadas “reestructuración”. Esa es la factura que los argentinos le están pasando al gobierno de Cristina Kirchner.

Pero el modelo no se agota en el aspecto económico. El aspecto político e institucional ha sido igualmente importante. Se ha caracterizado por la concentración de poder en la persona de la mandataria (y antes del matrimonio Kirchner). Esto se nota hoy más que nunca, cuando el vicepresidente Boudou ni siquiera puede asumir, mientras su jefa convalece, una presidencia real. Sus poderes son, según los propios kirchneristas se han encargado de aclarar, más bien secundarios, porque el poder sigue en manos de ella, aun en su estado.

El esquema ha tenido distintos pilares políticos en estos últimos años. Hoy, uno de ellos es La Cámpora, el grupo de jóvenes no tan jóvenes inicialmente agrupados alrededor del hijo de la presidenta que ha copado sectores claves de la administración. De esa matriz salieron personajes como Carlos Zannini, teóricamente un secretario legal de la Presidencia, pero en la práctica un operador político al servicio de Cristina. Los vasos comunicantes entre el modelo político y el modelo económico se dan a través de personajes como Axel Kicillof, una especie de viceministro de Economía, autor de una abracadabrante lista de desaguisados en esa materia, y Guillermo Moreno, el encargado de temas comerciales internos, cuyos llamados telefónicos han tenido a medio empresariado argentino en estado de semiterror en estos años por las amenazas constantes.

En todo caso, si las elecciones confirman el contundente revés que pronostican los sondeos en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Mendoza y Córdoba, y en la capital federal, la era Kirchner habrá llegado a su fin. Otra cosa es adivinar lo que puede esperarse del oficialismo en ese momento: si la aglomeración de los náufragos alrededor del gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli, para frenar a Sergio Massa, el peronista disidente que amenaza con convertirse en figura presidenciable si triunfa en esa misma provincia, o la estampida de todos hacia la estrella peronista en ascenso, a la que hasta ayer vituperaban por su traición.

Ahora, con una Cristina disminuida y con orden de reposo, se abre el interrogante de cómo podrá funcionar esta maquinaria de poder concentrado si la cabeza no puede dar tantas órdenes. ¿Seguirá intentando darlas a riesgo de poner la salud en peligro? ¿Tratarán estos personajes de seguir operando como hasta ahora, o se verán en serios aprietos en la medida en que la ausencia relativa de Cristina haga disminuir su poder de atemorizar al resto de la burocracia y al país productivo?

Tampoco está claro lo que pasará en la oposición, donde la tentación de aliarse a Massa (para deshacerse del kirchnerismo) coexiste con las expectativas que albergan antiguos disidentes peronistas, radicales, socialistas y Mauricio Macri, jefe del gobierno de la capital, de llegar a la Casa Rosada. Eso dependerá de cuán dura sea la derrota del kirchnerismo, que determinará a su vez cuán pesada será la mochila peronista que el disidente Massa deberá cargar. También, de cómo queden las distintas facciones opositoras situadas en el tablero: la división y falta de proyecto unitario han sido hasta ahora, junto con los altos precios de los cereales y oleaginosas, responsables de que no surgiera un proyecto alternativo durante toda la década.





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