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domingo, 23 de agosto de 2015

DARÍO ACEVEDO CARMONA, DE RECESO, DESDE COLOMBIA

Justo ahora que el Estado colombiano, según avistamos, va a sufrir la peor humillación desde la dolorosa separación de Panamá. Cuando se prepara, con total cinismo un golpe de estado por medio del establecimiento de un poder paralelo, o dual, como diría Gramsci o Lenin.

Porque, ¿de qué otra forma llamar a este esperpento que el presidente Santos, en desafortunada declaración confirmó estar negociando para avalar los “acuerdos de La Habana”? El tal “congresito”, al que le cambian el nombre por “Comisión Legislativa”, el mismo perro con distinta guasca, no es otra cosa que un golpe a nuestra democracia y a la constitución que la sustenta.
En su composición: al incorporar a individuos “sub-judice” y condenados por delitos atroces y a personas no elegidas por el constituyente primario. En sus funciones porque queda habilitada: para renunciar a los tratados internacionales que en materia de Justicia ha firmado Colombia y que según la retórica de “expertos” nacionales y extranjeros, como el delegado de la ONU, el exfiscal de la CPI y el presidente de la Corte Suprema, no pueden ser un obstáculo a la paz, para que las guerrillas se autoexculpen. Para inventar cárceles sin barrotes, penas sin cárcel, resarcimiento de víctimas sin reparación material, zonas vedadas a la Fuerza Pública, violar la Constitución Nacional…
El presidente Santos ofende la inteligencia de la mayoría de colombianos creyendo que cambiándole de nombre a sus regalos, pasarán inadvertidos. Por más que diga y repita que no habrá paz sin impunidad, sí la habrá, pues, penas sin prisión no dejan de ser una burla al sentido común.
Justo ahora que el gobierno que ha debilitado el mando de las Fuerzas Armadas, que ofrece dádivas a cambio de muy poco, que disculpa a-priori a quienes derriban aeronaves de la FAC y masacran soldados.  Justo ahora, que firmará una “tregua larga” (¿10 años como planteó el filósofo de la negociación Sergio Jaramillo, 20, o hasta que se cumplan todas las exigencias de los nuevos representantes del pueblo?) y condena como “enemigo de la paz” a más de medio país.
Justo ahora, por razones insuperables e incapacidad para enfrentar amenazas y “matoneo” de un portal innombrable y de un sujeto especializado en hacer de la injuria su herramienta argumental, me veo obligado a hacer un receso. (véase: http://anncol.eu/index.php/editorial/item/1475-como-desescalar-al-anticomunista-dario-acevedo-carmona-ii.
Haber leído, entre otras, la novela del destacado escritor cubano, Leonardo Padura, El hombre que amaba a los perros, me ha dejado buenas enseñanzas sobre hasta dónde pueden llegar en maldad en nombre de la “causa suprema” los militantes comunistas. Los amantes de la buena literatura y muy especialmente los intelectuales y académicos, deberían leer el apasionante relato sobre el operativo  montado por la agencia de seguridad soviética NKVD, con supervisión personal de Stalin, para deshacerse de Trosky, su principal enemigo, acusado de traición a la revolución y de los desastres de la economía soviética.
El relato es denso, requiere de la concentración extrema del lector para enlazar cuatro historias, la del asesino, Ramón Mercader, la del dictador Stalin con su paranoia y sueños de grandeza, la del perseguido sobre el que no deja de apuntar sus grandes calidades intelectuales, al igual que sus despiadadas órdenes de guerra de exterminio al Ejército Rojo del que fue fundador-jefe, y la del propio Padura que, en primera persona, narra sus encuentros con el asesino en playas cubanas,
Sin apartarse del tema, Padura desliza, en elegante prosa, su desencanto con la revolución cubana por el maltrato a las libertades y la democracia justificado como necesario en el malogrado intento de creación de la “nueva sociedad y el nuevo hombre”.
La novela lleva a profundas reflexiones sobre los crímenes y desastres del proyecto totalitario. A mí me ratificó lo que ya sabía a lo largo de un proceso paulatino de renuncia. Más que las disquisiciones entre teóricos marxistas, muchos de los cuales trataron y tratan de salvar “lo bueno” o “lo positivo” de la doctrina y que se avergüenzan de abjurar por temor a que los tilden de reaccionarios, la literatura del desencanto con tal sistema, escrita impecable y vivencialmente, me ha servido para comprender que las utopías religiosas trasladadas a la política, son caldo de cultivo del dogmatismo y derivan, indefectiblemente, en tragedias como las provocadas por el nazismo, el fascismo y el comunismo, apoyados en ideas de superioridad de una raza, una nación o una clase.
En la misma dirección tenemos la novela, El libro de un hombre solo, del escritor chino Gao Xing Jian sobre la orgía anticultural de la Revolución Cultural de Mao, la de Milan Kundera, La insoportable levedad del ser, escrita en el contexto de la invasión soviética y tropas del Pacto de Varsovia a la república Checa para ahogar la primavera socialista, los relatos de Sandor Márai sobre la ocupación rusa de Hungría. Y, por supuesto la obra de Mario Vargas Llosa y la de Octavio Paz, que descubrieron tempranamente la deriva dictatorial procomunista de la revolución cubana.
Carezco de la importancia y de la influencia que me adjudican gratuitamente ese portal, ese columnista y muchas personas del mundo académico e intelectual. Pero, no tengo duda de que gracias a ellos, hago parte del “registro” de quienes hablan de reconciliación mientras van matoniando a quien no piensa igual.  No estoy para proezas inútiles, por eso no acepto el debate en términos tan desiguales. Ellos tienen detrás un aparato armado y lobos bien camuflados, capaces de cazar patos y liebres.
A mis lectores, a mis críticos leales, muchas gracias por dedicar unos minutos a leer mis opiniones. Al diario El Espectador y a su director, don Fidel Cano, mis agradecimientos por brindarme este espacio y mi apoyo a su defensa de la libertad de expresión.
Justo ahora, me daré un receso.
Ruben Dario Acevedo Carmona
rdaceved@unal.edu.co
@darioacevedoc

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jueves, 13 de agosto de 2015

DARÍO ACEVEDO CARMONA, ABOGANDO POR EL ENEMIGO, DENUNCIA DE ACOSO, DESDE COLOMBIA

Que el presidente Santos, sin contar con un dictamen técnico, se haya apresurado a declarar que el helicóptero militar caído en Urabá, fue producto de un accidente debido al mal tiempo, nos ratifica que el orden de sus prioridades es firmar la paz a cualquier precio.

Según el video  filmado desde el helicóptero que acudió en auxilio del aparato siniestrado o derribado, no había mal tiempo, la visibilidad era plena, pero el Presidente y el ministro de Defensa, presurosos, salieron a decir que se había chocado contra una ladera en vez de esperar resultados de la investigación técnica, que era lo correcto.
Se ha advertido, con suficientes razones, que un cese de hostilidades por parte de las guerrillas es creíble si hay verificación y esta es ejecutable si la guerrilla se concentra. Como así no se pactó, las FARC se creen en el derecho de atacar a cualquier unidad militar que se acerque a los campamentos o zonas bajo su control, vía aérea, terrestre o acuática. La Fuerza Pública, de hecho y en contravía de la Constitución, por orden presidencial, debe abstenerse de hacer presencia para combatir a grupos violentos, y si no acata la intimidación se arriesga a ser atacada de sorpresa, como ocurrió con la patrulla del Ejército en Cauca el pasado 15 de abril.
De manera, que con las ventajas otorgadas por el presidente Santos, las FARC tienen patente de corso para hacer de las suyas en nombre de su derecho a defenderse y obtienen la seguridad de todas sus zonas y bases, que se cuentan por decenas.
Así pues, estamos en la situación más indeseable y riesgosa de todo este proceso de conversaciones de paz, un gobierno que ha dejado toda la iniciativa al rival, jugado por el nobel de paz, dispuesto a firmar a cambio de muy poco, que ha ofrecido el oro y el moro y que, incrementa sus regalos con el proyecto presentado al Congreso para eliminar la extradición de guerrilleros e iniciar gestiones por la liberación de alias Simón Trinidad.
Un presidente que cree más en las FARC que en la capacidad de combate de las FF. MM., pues ya está diciendo que si no hay paz no serán 20 o 25 años más de guerra sino medio siglo. Las palabras del Comandante Supremo de la Fuerza Pública, se inspiran en el falso dilema: es preferible firmar un mal acuerdo que seguir en guerra, y transmiten desconfianza hacia quienes a diario se juegan la vida en cumplimiento del deber.
¿Qué futuro nos espera a los colombianos con un ejército descabezado y sin mística para defender las instituciones? En los insucesos de las aeronaves de la Fuera Aérea Colombiana la premura del Gobierno en exonerar de responsabilidad a las guerrillas parece sugerir que hay que salvar como sea el cese bilateral pactado con las FARC. Es demasiado lo que se ha cedido en materia militar como para impedirle al Ejército Nacional el cumplimiento de la función constitucional de hacer presencia en todo el territorio nacional.
DENUNCIA: Son muchos los debates que estamos librando quienes escribimos nuestras reflexiones y pensamientos sobre un proceso en el que se está jugando el presente y el futuro del país. Desde la crítica de las armas, de la Justicia, la agenda nacional, la verdad jurídica hasta la interpretación histórica. Lo ideal es que lo podamos hacer en libertad, sin amenazas o intimidaciones. Por mis puntos de vista expuestos con franqueza, equivocados o no, y abiertos al debate, he recibido la descalificación intimidatoria del portal profariano ANNCOL a través de un editorial titulado, “¿Cómo desescalar el anticomunismo?” (del que yo sería un representante) y de uno de sus columnistas, Horacio Duque Giraldo, quien me califica de ser “una oscura ficha del fascismo uribista, seudo historiador que vive en Medellín quien vomita odio antidemocrático desde una equivocada columna en El Espectador”. En tono de bárbaros cruzados, el editorialista arrasa con el buen nombre del diario El Espectador, el de una universidad española y el de un municipio colombiano. Si así escriben sin estar en el poder, ¿qué no harán teniéndolo en sus manos? En los siguientes links se puede leer los textos en mención: http://anncol.eu/index.php/editorial/item/1258-como-desescalar-el-anticomunismo y http://anncol.eu/index.php/opinion/item/1171-horacio-duque#itemCommentsAnchor
En sus escritos no hay un solo argumento a favor del comunismo, será por eso que optan por un expediente característico de los dogmáticos: el anatema, el ataque Ad Hominen, detrás del cual esconden la pobreza teórica de la anacrónica doctrina. Y una intimidación enmascarada en la palabra “desescalar” con la que pretenden justificar la necesidad de acallar voces como la mía y cancelar toda crítica a su dogma.
Por venir de gente que justifica la “lucha armada revolucionaria”, considero justificado advertir ante la opinión pública nacional e internacional que puede estar en riesgo mi integridad y mi vida. Por eso, solicito del Gobierno Nacional medidas de protección y al doctor Humberto de la Calle que demande una rectificación de la delegación negociadora de las FARC.
Ruben Dario Acevedo Carmona
rdaceved@unal.edu.co
@darioacevedoc

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domingo, 12 de julio de 2015

DARÍO ACEVEDO CARMONA, COMO VAMOS, VAMOS MAL, MUY MAL, CASO COLOMBIA

La última encuesta Gallup, relegada a planos secundarios por los grandes medios, arroja unos resultados que deben preocuparnos muy seriamente por la suerte del país. En muy pocos aspectos se salvan del desastre algunas políticas públicas sin que eso quiera decir que en ellas se estén obteniendo buenas notas.

Por ejemplo, el 87% de los colombianos están en desacuerdo con el manejo dado por el gobierno al problema de la seguridad. La desaprobación a la gestión del presidente Santos va en aumento, cae al 66%. El 84% considera que el manejo de la corrupción está empeorando, el 77% está en desacuerdo con el manejo dado a la guerrilla, el descreimiento de que se va a llegar a un acuerdo con la guerrilla se elevó a 62%. Piensan que vamos por mal camino un 63%. Aumenta el porcentaje de quienes están por derrotar militarmente a las guerrillas, mientras decrece el de los que siguen creyendo en la salida negociada 45%. Se oponen a la participación de guerrilleros en política un 85%.

Comparadas con encuestas anteriores, se puede concluir que no estamos ante una respuesta coyuntural sino ante una tendencia, al parecer irreversible. Señal inequívoca de la sensación de estar mal gobernados y de estar viviendo una situación delicada y peligrosa.

Al comparar el manejo de unas cuantas variables entre Alvaro Uribe y Juan Manuel Santos, los resultados confirman una caída estrepitosa. Las cifras deben leerse en porcentaje. Algunos datos iniciales de Uribe en 2002 son herencia de Pastrana y los de Santos en 2010 son herencia de Uribe. Veamos:

Consideran que el país está mejorando (2002-2015): Uribe recibió en 32 y entregó con 52, con pico más alto en 73 (operación Jaque). Santos recibió en 52 y cae al 22, pico más alto 61 (luna de miel de 2010 y  muerte de Jojoy).

Piensan que se maneja bien la economía (2006-2015): Uribe subió de 42 a 46, Santos cae de 46 a 27.

Sobre empeoramiento en manejo de la guerrilla (2006-2015): Con Uribe se redujo de 46 a 36, con Santos de 36 se subió a 77.

Inseguridad (2006-2015): mejorando: con Uribe bajó percepción de 48 a 22, con Santos bajó de 22 a 8. A la inversa, empeorando: Uribe de 41 a 62 y Santos de 62 a 87.

Aprobación de gestión del presidente (2002-2015): Uribe inicia con 30 y termina en 75, Santos inicia con 75 y cae a 28. Rechazo a gestión del presidente (2002-2015): Uribe inicia en 25 y termina en 17, Santos inicia en 17 y cae a 65.

En materia de favorabilidad personal (2002-2015): Uribe inicia en 70 y terminó en 75, su pico más alto fue 85 y el más bajo 63. Santos inició en 75 y cae a 57, su pico más alto fue 80 (muerte del Mono Jojoy) y el más bajo 46 (paro agrario).

La desfavorabilidad del Congreso (2002-2015): con Uribe subió a 56 en todo el apogeo de la “parapolítica”, con Santos ha subido a 72.

La imagen negativa de los partidos políticos (2006-2015) mantiene su caída constante, con Uribe alcanzó tope máximo de 61, Con Santos llegó a 81.

La Fiscalía General tuvo un nivel alto de favorabilidad con Uribe hasta un 60, con Santos cae al 42.

La favorabilidad de las Fuerzas Militares (2002-2015) Con Uribe subió de 79 a 85, con Santos cae de 85 a 77.

Favorabilidad de la Corte Constitucional (2001-2015): con Uribe subió de 53 a 63, con Santos cae de 63 a 33.

Favorabilidad del sistema judicial (2005-2015): Con Uribe cae de 49 a 37, con Santos cae de 37 a 19.

La favorabilidad de la Corte Suprema de Justicia (2008-2015): Con Uribe va de 60 a 61, con Santos cae de 61 a 29.

Creencia de que Fuerzas Militares están en capacidad de derrotar a las guerrillas (2002-2015): Uribe aumentó de 63 a 85, Santos la redujo de 85 a 72.

Creencia de que guerrillas se pueden tomar el poder por las armas (2002-2015): Uribe la redujo de 33 a 13, Santos la subió de 13 a 35.

El presidente Santos presenta mejores resultados en los rubros de empleo y relaciones internacionales, y hay pocas diferencias en vivienda de interés popular, infancia, percepción sobre democracia, garantías y medios de comunicación.

El país, pues, está retrocediendo a ritmo constante, en algunos temas hasta los niveles críticos de 2002. Se ha deteriorado la confianza en las instituciones, en particular, es grave la caída de la confianza en los órganos de la Justicia. Hay retrocesos en el manejo de las guerrillas y la seguridad. Entretanto, aumenta la desazón con las negociaciones en Cuba y crece la idea de que la guerrilla si puede llegar a tomarse el poder por la vía militar.

Ahí están las cifras, contundentes y a la vista. En mi concepto, todo ello es el fruto de políticas erradas, de propuestas fracasadas, de la violencia guerrillera y del mal gobierno de Santos. Urge una profunda reconsideración para recuperar el terreno perdido y evitar que las guerrillas se aprovechen del caos reinante y de la falta de fe de la población en las instituciones. Llegó el momento de ponerle, cuanto antes, un tope cronológico, temático, procedimental y penal a las conversaciones de paz.

Si el gobierno no reacciona en defensa del Estado de Derecho, de sus instituciones, de la democracia y la libertad, a la Oposición no le queda otra alternativa que convocar a la población a la resistencia civil y callejera, pacífica pero clara, en el objetivo de evitar que Colombia se convierta en un estado fallido.

Ruben Dario Acevedo Carmona
rdaceved@unal.edu.co
@darioacevedoc

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sábado, 18 de abril de 2015

DARÍO ACEVEDO CARMONA, LA JUSTICIA UNA “MALEZA” PARA LAS FARC, CASO COLOMBIA

En tono perentorio, Iván Márquez exigió al gobierno colombiano “retirar toda la maleza jurídica que han atravesado como una mula muerta en el camino de la paz” y que todos los “intervinientes en la guerra” por igual, les pidan perdón a las víctimas.

Días más tarde, con lenguaje igual de intolerante que el gubernamental, las FARC regañaron a los generales retirados y a la Oposición espetando desafiantes “ya que no pudieron resolver el conflicto por medio de una guerra sin cuartel; entonces dejen hacer la paz”.

Las FARC se dan el lujo de burlarse de temas de la mayor relevancia en la negociación como los relativos a la aplicación de justicia, reconocimiento de las víctimas y el derecho de la Oposición y la opinión pública a formular críticas a esos diálogos infructuosos.
Hábiles y astutas han sacado ventaja de declaraciones del presidente Santos, de ministros, del equipo negociador y del Fiscal General en el sentido de que ninguna guerrilla en el mundo ha negociado para ir a la cárcel, que todos los crímenes de las guerrillas son conexos con el delito político de rebelión y que las críticas a las negociaciones son un estorbo.
Al tildar de “maleza jurídica” las normas nacionales e internacionales sobre conflictos armados y terrorismo, los jefes farianos pretenden cerrar, de una vez y para siempre, cualquier pretensión de pagar cárcel por sus crímenes, puesto que con sus acciones bélicas, dicen, nunca pretendieron hacerle daño a la población civil.
Sus desaforadas aspiraciones revelan una estrategia diseñada con filigrana por miembros del Secretariado. El primer paso  de ella consistió en haber obtenido reconocimiento de contraparte y sentarse de igual a igual con el gobierno. El segundo, en acordar una agenda en apariencia limitada, pero elástica como un caucho. El tercero, la aplicación de la operación tortuga en la Mesa y en la redacción parsimoniosa de asuntos secundarios o abstractos. El cuarto paso, en lograr reunir a miembros del Secretariado y el Estado Mayor que, visto por el asesor oficial, Joaquín Villalobos, como muestra de debilidad, ha representado en realidad la ocasión de rehacer, rectificar, reorganizar y replantear sus problemas de táctica y estrategia y, hasta de salud. Han limado asperezas, despejado dudas internas, y perfeccionado y acomodado su política negociadora en la más prolongada y tranquila conferencia nacional de toda su historia.
A medida que la negociación transcurría, detectaron las flaquezas, afanes y debilidades del contradictor y tomaron conciencia de que podrían llegar cada vez más lejos en sus exigencias. Por ejemplo, aprovecharon la urgencia del presidente para reelegirse. Juegan bazas políticas con eficaz astucia, como presionar el cese bilateral del fuego a partir de la declaración unilateral del mismo sin incluir el cese en actividades “conexas” de narcotráfico, extorsión, reclutamiento de menores y compra de armas.
Intensos deben ser los debates, en esa conferencia, sobre el manejo que se le debe dar a cada problema o asunto de la Mesa. No es raro en reuniones de comunistas, así estas sean jerarquizadas, que se presenten divergencias e incluso que se formen tendencias. No faltarán los que creen posible salir limpios e inmaculados en materia jurídica y hasta con representación en organismos del Estado y constituyente a su medida y numerosos cupos propios. Por supuesto, también, sobre el destino de las armas, la reubicación de sus cuentas  en paraísos fiscales y el manejo de los “negocios” y dineros para cuadrar caja.
Y es que jugar con la prisa de la contraparte es un principio clave en negociaciones de este tipo, en eso son duchos los comunistas. De modo que no es un desatino pensar que una línea dura se ha impuesto en la conferencia guerrillera y que por ello ya ni se preocupen por “dorar la píldora”. Saben que tienen la sartén por el mango, que el presidente Santos es capaz de acceder a todas sus demandas. Le cobrarán bien caro darle un sí para la fiesta mundial que ha preparado con estrambóticos costos de la que ya no podrá bajarse. Lo único que falta para que se consagre el anhelado matrimonio es el sí de las FARC, el novio, pero el padre de la prometida no esperaba que el pretendiente exigiera mayor dote que la ofrecida en principio.
CODA: Mientras la mayoría del país celebra con espíritu religioso la visita del gran Pastor Francisco, furibundos anticlericales, agnósticos e irreligiosos, en contradicción con su laicidad, quieren darle un barniz político al acontecimiento. ¿Esperan que el Papa oficie el matrimonio?
Ruben Dario Acevedo Carmona
rdaceved@unal.edu.co
@darioacevedoc

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domingo, 12 de abril de 2015

DARÍO ACEVEDO CARMONA, ¿CON QUIÉNES SE ESTÁ NEGOCIANDO EL FUTURO DE COLOMBIA?

Para entender por qué las FARC se empecinan en sostener posiciones que causan estupor y rechazo entre amplios sectores de la opinión pública es necesario que nos remitamos a tres cuestiones centrales en toda organización política comunista: la ideología, los fines y los métodos.

En materia ideológica las FARC desde su origen se reconocieron a sí mismas como un ejército guiado por el marxismo-leninismo y orgánicamente como el brazo armado del partido comunista colombiano. Jacobo Arenas, Manuel Marulanda, Alfonso Cano y otros miembros del Secretariado pertenecían al Comité Central. ¿Por qué interesa esta filiación? De acuerdo con lo expresado por los más destacados ideólogos y desarrolladores del esta teoría en textos de corte doctrinario, la humanidad marcha hacia el sistema comunista que supondría la eliminación de las clases sociales, del estado y la conquista de la igualdad entre los seres humanos. Para llegar a esa meta es preciso atravesar una larga etapa de transición que supone la instauración de la dictadura del proletariado, clase superior destinada a abolir la explotación capitalista y la colectivización de los medios de producción. Curiosamente, el estado experimentará un pronunciado fortalecimiento necesario para eliminar por la fuerza toda la resistencia que opondrán las “viejas” clases.
La ideología comunista considera que la democracia es un sistema de gobierno engañoso, fraudulento, que supuestamente expresa la voluntad popular. La democracia burguesa es la más refinada forma de solapar el centro real del poder. Aun así, usarla o no ha constituido un punto de fricción y división en las filas marxistas. En el mejor de los casos, los comunistas la utilizarán, según Lenin, como espacio y medio para posicionarse y escalar en la lucha por la conquista del poder, sin olvidar que este, finalmente, se obtendrá por medio de la revolución violenta.
Pero el socialismo, que según Marx debía alcanzarse en primera instancia en sociedades capitalistas, tuvo su primer éxito en la semifeudal Rusia de los zares. Una gran operación de revisionismo sacudió el dogma. En adelante, los comunistas intentarán la revolución en sociedades semifeudales o precapitalistas, pero, para obviar la condición capitalista que Marx consideró prerrequisito del socialismo, los comunistas visualizaron una etapa previa al socialismo. Lenin la llamo la Nueva Política Económica, Mao la Nueva Democracia, Dimitrov y Stalin Democracias Populares. La idea consistía en propiciar el capitalismo, democratizar la propiedad de la tierra, mantener la democracia haciendo alianzas con la burguesía, partidos y movimientos progresistas, a los que luego pateaban en el trasero, bajo la dirección del proletariado y su partido comunista.
Las ideas de Marx, Lenin y otros ideólogos son tenidas por científicas. El marxismo fue convertido en paradigma que se hizo dominante en el mundo académico por muchas décadas. Los fines, además de inscribirse en una visión finalista y fatalista de la Historia, son defendidos como la expresión más elevada de altruismo que merece, por tanto, todos los sacrificios aún el de la propia vida.
Los comunistas se creen moralmente superiores a los demás. Para ellos “el fin justifica los medios” pues la “grandeza” de sus objetivos así lo dicta. Por eso ni se inmutan conque regímenes comunistas o sus ejércitos y guerrillas “liberadoras” sean responsables de la muerte de 6 millones de campesinos en la Rusia de Stalin, millones de perseguidos por disidencia y hambre en la China de Mao, atrocidades inenarrables de Pol Pot en Camboya, del “presidente Gonzalo” en Perú, fusilamientos de Fidel y el Ché en Cuba, crímenes de guerra de las FARC en Colombia, dictaduras de un solo partido, abolición de libertades, persecución a intelectuales, campos de concentración y trabajos forzados.
Los comunistas apelan a la lucha armada pues creen legítima la violencia revolucionaria, azuzan el odio de clases, desprestigian la democracia “burguesa” y utilizan los problemas consustanciales a la sociedad capitalista para generar desorden social y caos institucional como parte de su estrategia. Para ellos no hay límites morales ni leyes a acatar ni instituciones a respetar porque hacen parte del “SISTEMA” que se debe destruir para dar lugar a la “nueva sociedad” y al “hombre nuevo”.
Las Farc, que fundamentan todas sus acciones en la ideología marxista, no han renunciado ni modificado su lealtad a ese credo fracasado en la exUnión Soviética y China.
De ahí se desprende la justificación, cínica a los ojos del mundo libre, de su proceder. Sus crímenes son incondenables porque son conexos a un ideal altruista y hacen parte del sacrificio que debemos pagar para alcanzar la felicidad socialista. Carecer del apoyo de las mayorías los tiene sin cuidado. No reconocen la legitimidad de los derechos humanos, del derecho internacional humanitario ni la separación de poderes por su carácter burgués.
La negativa de las FARC a entregar las armas tiene que ver con la convicción de que “el poder nace del fusil”. En tanto su mira es conquistarlo, procuran derrotar el ejército burgués por medios militares y terroristas y su degradación moral, sicológica y numérica.
Son pacientes y saben dar rodeos para llegar a esa meta final, lo reconocían Raúl Reyes y Tirofijo y lo repiten Timochenko, Márquez y compañía. Hay comunistas armados y desarmados, estos quizás los más fuertes, infiltrados en el “SISTEMA”, en las instituciones, los del PC3 son clandestinos aunque se camuflan en la legalidad, otros son activistas de movimientos sociales, aplicando la lección leninista de “combinar todas las formas de lucha” y la estalinista de convertir las organizaciones populares en “correas de transmisión” entre el partido y las masas.
Así las cosas ¿Es correcto guardar silencio mientras Santos y sus filósofos despistados negocian sin firmeza el futuro de Colombia con una fuerza que piensa y actúa acorde con una ideología totalitaria?
Ruben Dario Acevedo Carmona
rdaceved@unal.edu.co
@darioacevedoc

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lunes, 29 de diciembre de 2014

DARÍO ACEVEDO CARMONA, LA FASCINACIÓN POR EL GUERRILERO, DESDE COLOMBIA

DARÍO ACEVEDO CARMONA,
Siento como si el tiempo hubiera dado marcha atrás al leer columnistas que escriben  de la misma forma que lo hacían algunos periodistas en los años 70 y 80, fascinadas por el halo heroico, la astucia guerrillera y el vedetismo de sus comandantes.

Como si después de aquellas “gestas” que nos deslumbraron, cuando Jaime Báteman, el hombre más buscado por las autoridades, caminaba por las calles de Bogotá tranquilamente, nada hubiese cambiado.

El fracaso del comunismo, el poder corruptor del narcotráfico sobre la  política y los gobernantes, y sobre quienes lo pretendían derrotar, el paramilitarismo y su doloroso reinado de justicia privada, los crímenes de guerra de unos y otros y unos cuantos que luchaban por relegitimar el Estado a través de reformas.

Las heridas y las víctimas de esta confrontación asimétrica han quedado regadas por todos los lados. La Justicia ha sobreaguado a duras penas, pero cojeando y todo, ha llegado, incluso contra agentes del propio Sistema.

Por eso me causa estupor leer columnas en las que se trasluce la fascinación por el jefe “guerrero”, se invierten las responsabilidades penales y se justifica que sobre los criminales no caiga la Justicia.

Una de esas columnas fue la que escribió María Elvira Bonilla (El Espectador 15/12/2014) acerca de su encuentro con alias “Pablo Catatumbo”, jefe de las FARC, haciendo un reconocimiento del sitio, el paisaje habanero y la persona, totalmente aséptico como si no hubiera estado frente a uno de los máximos dirigentes e ideólogos de una agrupación terrorista.

Bonilla se sobrepasó en valoraciones al decir que “es más fácil dialogar con los guerrilleros en La Habana que con los negociadores gubernamentales”, desconociendo el secretismo pactado por ambos. Luego se desparramó, sin pudor y sin crítica, al presentar el lado humano del hombre que suspira con la literatura de Sandor Márai, premio nobel húngaro que se distinguió por narrar de manera magistral el horror vivido por su pueblo a raíz del comunismo impuesto a la fuerza. ¿Por qué no le preguntó por esa experiencia borrascosa de sufrimiento del régimen del terror estalinista? ¿Si había leído ¡Tierra, tierra! sobre su llegada a Estados Unidos? Es claro que la periodista no quiso molestarlo con preguntas “ofensivas” o retadoras. El leit motiv del oficio, tal parece, lo dejó en casa.

De manera que “Catatumbo”, el jefe militar de la cuadrilla que asesinó fríamente a los diputados del Valle del Cauca después de secuestrarlos, es un hombre horrorizado “por esta guerra” de la que él y las FARC “quieren salir”. Eso sí, “no de cualquier manera”, puesto que 40 años con “fusil y camuflado” y “alzado en armas” buscando el “ideal altruista” de “derrotar la desigualdad y la injusticia… no pueden concluir en una cárcel”. Ni una palabra sobre las viudas, los huérfanos, los finqueros arruinados, los niños reclutados ni la degradación del narcotráfico.

La columna es de manera inequívoca una síntesis, a manera de caja de resonancia, de lo que “Catatumbo” piensa de su suerte y la de sus “camaradas” que no se ven “entrando con sus manos esposadas a una prisión”, no sabe uno si es que se le paralizó la lengua y simplemente le puso la grabadora y transcribió tal cual. No hay inquietudes ni señales de contrapunteo ni cuestionamientos. Le convendría mucho leer las entrevistas de Oriana Fallaci.

Bonilla le reconoce a ‘Catatumbo’ poseer “memoria de guerrero” que le permite tener “presente la larga y variada lista de los protagonistas de un conflicto viejo…”, como para que no queden dudas de que sus “responsabilidades son iguales a las de otros”. ¿Cómo es que no cae en cuenta que esa es una añeja estratagema con la que se pretende distribuir ‘democráticamente’ la culpa y la mala conciencia, pues haciendo a todos culpables termina siendo lo mismo ser soldado o policía que guerrillero. Ah!, la culpa colectiva, el concepto ideal para lavar la mala conciencia.

Y para rematar, le transcribe la idea de que el Estado es el principal responsable de todo, “En el ápice de la responsabilidad, coronando el cuadro, está un Estado débil e impotente que ilegítima e irresponsablemente alimentó o toleró un orden de cosas contrario al ordenamiento legal”, cliché usual de ‘Voz’ el periódico-panfleto de los comunistas criollos.

La columna de Natalia Springer (El Tiempo 15/12/2014) no debe pasar desapercibida, ya que se ubica en la tendencia a achacarle toda las culpas al Estado. En el colmo de los desafueros, intenta invertir el orden de los hechos y responsabilidades en la sangrienta toma del Palacio de Justica por el M-19, una locura de la que los exmilitantes del grupo se han arrepentido. Según Springer, la culpa en la “masacre” es por igual del Estado y el M-19, “el máximo responsable” fue el presidente Belisario Betancur, la tropa “disparó indiscriminadamente contra guerrilleros y magistrados” no fue la guerrilla la que entró de esa forma ajusticiando magistrados y celadores. Betancur “en defensa de las instituciones, ordenó la destrucción de la Cúpula del Poder Judicial…” (sí, leyeron bien, ‘ordenó’).

Concluye sus ligerezas, que demuestran poca o tendenciosa lectura de informes de comisiones y protagonistas diversos, igualando el narcotráfico con el Estado por el daño causado a la sociedad colombiana “la responsabilidad del poder Ejecutivo… en la conducción de una guerra feroz y ruinosa”, descalificando de un plumazo todo lo actuado por el Estado.

Coda: el cese unilateral de hostilidades de las FARC, condicionado a no ser atacados, es lo mismo que un cese bilateral. Para evitar dobleces y trampas los guerrilleros deben concentrarse y organismos de la ONU los únicos garantes.

Ruben Dario Acevedo Carmona
rdaceved@unal.edu.co
@darioacevedoc

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domingo, 30 de noviembre de 2014

DARÍO ACEVEDO CARMONA, DEFORMACIÓN TROPICAL DEL DELITO POLÍTICO, DESDE COLOMBIA

DARÍO ACEVEDO CARMONA
En entrevista concedida a CNN el 28 de septiembre de 2012, el presidente Santos manifestó que "no se les puede pedir a las Farc que se arrodillen, se rindan y entreguen las armas. No lo harán. Debe existir una salida, y esta salida debe permitirles participar en la arena política".

Dos años largos después, en medio de una grave crisis del proceso de conversaciones de La Habana, Santos retoma su apreciación de forma más concreta al convocar a la redefinición del delito político de tal forma que se admita la conexidad del narcotráfico y el secuestro. Así, abre la puerta a una solución interna, propia, sin ataduras internacionales, para que los guerrilleros incursos en delitos horrendos, puedan participar en política.
Un cambio de esa envergadura dejaría el derecho penal prácticamente sin objeto ya que una porción muy grande de los delitos penales en el país están relacionados con el secuestro, la extorsión y el narcotráfico (este último toma cuerpo en numerosos hechos de sangre). Emocionada, la presidente del Polo Democrático Clara López, propuso que todos los delitos penales sean vistos como conexos con el delito político.
Esa maniobra impúdica, de salir avante, convertiría a Colombia en un país paria en materia de aplicación del derecho internacional y de observancia de los derechos humanos. Significaría entrar en rebeldía contra la Corte y el Estatuto Penal Internacional e internamente, consolidaría la profunda división en la que, de hecho, estamos sumidos como consecuencia de unas conversaciones adelantadas dentro de la mayor confusión.
Lo que se pone de presente en esta coyuntura, es la existencia de condicionamientos insalvables, de parte y parte, que no fueron precisados en el temario de la agenda acordada al inicio.
Los jefes de la guerrilla han procedido con total astucia durante el proceso. Han logrado tomar la manija hasta el punto de sacar partido del secuestro del general Rubén Darío Alzate, al que presentan como prisionero fruto de acción legítima de guerra. Se asumen contraparte del conflicto.
Han sido y siguen siendo coherentes en sus pretensiones, como cuando al comienzo del diálogo uno de sus jefes dijo que entre sus objetivos figuraba: “acallar a las armas, pero también y, sobre todo, refundar nuestro país, que es el cuarto más desigual del mundo… Todos los temas son importantes y necesitan ser tratados tranquilamente y negociados escrupulosamente. Tienen que ver con la soberanía alimentaria, la salud, la educación, el derecho al trabajo, la seguridad social. Debemos reinventar Colombia, que es un país muy injusto” (www.RadioSantafé.com, Bogotá, octubre 8 de 2012)
Casi todos los nudos de la negociación conducen, pues, al problema de la participación política, puesto que las Farc pretenden o aspiran a hacer política de una manera que supondría el desbarajuste de la Constitución ya que la concepción clásica del delito político y sus conexos así como los compromisos internacionales, forman parte del Bloque de Constitucionalidad. La iniciativa presidencial facilitaría a las guerrillas hacer política sin entregar las armas, sin admitir culpabilidad en crímenes de guerra y de lesa humanidad y, por tanto, sin penas privativas de la libertad.
Que se trata del almendrón de la negociación y de una exigencia perentoria lo podemos constatar en la respuesta que Alberto Pinzón Sánchez, ideólogo asiduo del portal ANNCOL de las Farc, que, como bien sabemos, es donde ella expone su línea de pensamiento, da a la periodista Cecilia Orozco cuando le pregunta si los jefes de las Farc aceptarían ir a la cárcel para cumplir convenios internacionales firmados por el Estado colombiano: “Las Farc no han luchado contra la justicia internacional sino contra el Estado… (éste) debe encontrar, en una discusión amplia con la insurgencia, la solución política en cuanto a cómo va a funcionar la nueva legalidad… una negociación realista debería basarse en las reformas estructurales que demanda el país y que hay que garantizar en un texto constitucional… tendrían que ser validadas en una constituyente” (elespectador.com, noviembre 23 de 2014).
Los jefes guerrilleros saben que si son condenados, aún en el Marco Jurídico de la Paz y en el modelo de Justicia Transicional, quedan inhabilitados, de por vida, para ocupar cargos públicos y de representación popular. El Gobierno Santos, en su estrategia negociadora, concedió, sin haberse sentado en la mesa, que habría cambios para facilitarlos, tal como dijo en 2012 y nos recuerda hoy de nuevo. Para despejar dudas, releamos la tesis del Alto Comisionado de Paz que abre la puerta al estropicio que nos proponen, dijo él que, durante el periodo de “transición de 10 años” tenemos que: “echar mano de todo tipo de medidas y mecanismos de excepción: medidas jurídicas, recursos extraordinarios, instituciones nuevas…” (Conferencia de Sergio Jaramillo en Universidad Externado, mayo 9 de 2013).
Por ello es que ahora, para evitar el fracaso y sin ningún pudor, el Gobierno propone la “medida de excepción” de redefinir el delito político y sus conexidades.
De manera que cuando Humberto de la Calle, el mismo Presidente y el Alto Comisionado le dicen a la opinión pública que no habrá cambios en la Constitución ni se negociará la institucionalidad, simple y llanamente mienten.
Ruben Dario Acevedo Carmona
rdaceved@unal.edu.co
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jueves, 13 de noviembre de 2014

DARÍO ACEVEDO CARMONA, LA CHISPA QUE NO INCENDIÓ LA PRADERA (II)

DARÍO ACEVEDO CARMONA
En los primeros años del Frente Nacional fueron varios los ensayos revolucionarios que se hicieron, inspirados por la revolución cubana la mayoría. Esto representó la perdida de la condición de liderazgo hegemónico que ostentaba el partido Comunista prosoviético en el ámbito de la Izquierda. Las nuevas agrupaciones criticaron su pacifismo y su revisionismo, lo acusaban de conciliar con el sistema, por privilegiar el reformismo que adormecía a las masas y traidor al dogma de la lucha armada revolucionaria.

Los comunistas debieron sentirse incómodos ante el dilema de mantenerse fieles a la línea del vigésimo congreso del PCUS sobre la “transición pacífica” o sostener los núcleos armados desmovilizados de las autodefensas de “Tirofijo”. No se conoce información documental que nos permita establecer con exactitud cómo se abordó y se resolvió el problema: ¿cómo no ser hostil a la revolución cubana, a la que no miraban con simpatía, sin adoptar su estrategia foquista? Alvaro Delgado, exmiembro del Comité Central en el libro Todo tiempo pasado fue peor, cuenta que fue Manuel Cepeda Vargas el que propuso la fórmula de rescatar la idea leninista de la combinación de todas las formas de lucha, que significa tener un pie en la legalidad y otro en la ilegalidad. Alias “Tirofijo” fue elevado a la condición de miembro del Comité Central del partido Comunista y este organismo, a su vez, nombró comisario político del partido en las FARC a alias Jacobo Arenas, el ideólogo cuya función consistía en el adoctrinamiento comunista de los guerrilleros.
Mientras las izquierdas se estremecían al calor de intensas y furiosas rivalidades ideológicas en torno a cuál era la línea correcta, del otro lado, Estados Unidos, consciente del peligro que representaban esas tendencias en su considerado “patio trasero”, diseñó dos estrategias para contener el avance del comunismo. Por una parte, lanzó la política de la Alianza para el Progreso que se ocupó del financiamiento de proyectos de carácter social como el incremento de la cobertura y la calidad en la educación, la reforma agraria y la salud. De otra, creó la doctrina de la Seguridad Nacional orientada a reprimir grupos guerrilleros, protestas populares y todo foco de influencia a las que los Estados Unidos y sus gobiernos aliados, en el marco de la “Guerra Fría”, consideraran un peligro de infiltración comunista. Esta política estipulaba, cuando fuere necesario, la opción de propiciar golpes de estado para que dictadores de la más baja calaña tomaran el poder y reprimieran a los subversivos. En no pocas ocasiones, esos dictadores extendieron el radio de acción de sus arbitrariedades a fuerzas democráticas.
No hay evidencia constatable de que estas políticas y en particular la segunda provocaran insurrecciones por doquier o hubiesen sido la causa determinante en la escogencia de la vía armada por los grupos que se lanzaron a la guerra de guerrillas, aunque estos en sus panfletos y documentos denunciaban dicha estrategia del “imperialismo yanqui” como una de las causales.
Entre los años 1964 y 1966 surgieron en Colombia tres movimientos guerrilleros inspirados en cada uno de los faros revolucionarios del mundo. El primero de ellos surgió después de una operación del Ejército colombiano en la región de Marquetalia en contra de las llamadas “repúblicas independientes” controladas por las Autodefensas Campesinas de “Tirofijo”, para restablecer, según se sostuvo por parte del gobierno de Guillermo León Valencia, la soberanía sobre el territorio y garantizar el libre juego de los partidos. Por unos meses, esta guerrilla se mantuvo a la defensiva hasta que en 1966 se declaró revolucionaria con aspiración de tomarse el poder y realizar la “revolución agraria democrático-burguesa” denominación usada por el estalinismo y el maoísmo para caracterizar a las revoluciones en países del Tercer Mundo.
Al año siguiente ocurrió el lanzamiento del Ejército de Liberación Nacional (ELN) a través de varias incursiones armadas, la más publicitada de las cuales fue la toma de la población de Simacota y el asalto a un tren en el departamento de Santander. Esta guerrilla se internó en las selvas y montañas del Opón y el Carare. Su liderazgo estaba integrado por los hermanos Vásquez Castaño, provenientes del sector radical e izquierdista del Movimiento Revolucionario Liberal (MRL) y un grupo de estudiantes universitarios, la mayoría de las universidades Industrial de Santander y Nacional de Colombia. Algunos de estos habían viajado a Cuba con el supuesto fin de estudiar y aprender de su sistema educativo, pero, realmente, el de prepararse en las artes de la guerra de guerrillas. Su estilo, su discurso y su accionar revelaban la influencia del foquismo castro-guevarista y por eso se puede calificar como un intento de calcar la experiencia cubana. A diferencia de otras tendencias, y de ahí su rivalidad y enemistad con los comunistas y las Farc, negaban la necesidad del partido para liderar la revolución, y creían, a la manera del Ché, que el grupo de avanzada haría las veces de chispa que incendiaría la pradera. El ELN fue calificado por otros grupos marxistas de aventurero, voluntarista y aislado de las masas aunque su programa era en esencia el mismo de las Farc.
Finalmente, a comienzos del año 1966, el partido Comunista de Colombia Marxista-Leninista pro-Beijing, fiel al pensamiento maoísta, impulsó en el país la fórmula de la Guerra Popular Prolongada. Esta teoría plantea que la revolución debe iniciarse en el campo y luego rodear las ciudades, el peso principal del esfuerzo militar reside en el campesinado pero bajo el liderazgo de la clase obrera a través de su partido. Contempla la formación de una alianza de los comunistas con otros sectores de la sociedad en un frente patriótico antiimperialista. El aparato militar (EPL) es el ejército del pueblo cuya tarea es conquistar el poder por medio de las armas  bajo la  consigna maoísta “el poder nace del fusil”. El objetivo inmediato es realizar la revolución “democrático-burguesa” fase preparatoria para la instauración del socialismo y la dictadura del proletariado.
Tal como el ELN, los maoístas pensaban, metafóricamente, que una chispa podría incendiar la pradera, pero, se diferenciaban en cuanto consideraban que la guerra era una gesta prolongada y el partido era necesario para dirigir la revolución. Incrustados en las montañas del noroeste colombiano, intentaron, por varios años, construir las bases de apoyo popular a su proyecto.
(Espere la tercera y última parte en próxima columna)

Ruben Dario Acevedo Carmona
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viernes, 7 de noviembre de 2014

DARÍO ACEVEDO CARMONA, LA CHISPA QUE NO INCENDIÓ LA PRADERA (I), DESDE COLOMBIA

DARÍO ACEVEDO CARMONA
Poca atención, por no decir nula, es la que se presta a algunos acontecimientos internos y externos que tuvieron incidencia importante en la génesis de las guerrillas marxistas en Colombia y en Latinoamérica.

Entre las tesis puestas a consideración, la gran mayoría da por sentada la plena validez de aquella que las explica como consecuencia directa de un cuadro social de profunda miseria, injusticias sociales, persecución y exclusión política. En el lenguaje político se expresa en la fórmula, aceptada casi inercialmente, de “las causas objetivas del conflicto social y armado”.

Sobre este asunto queda aún mucho por despejar tanto en sentido académico como en la retórica de las fuerzas políticas. Asumo que el problema es complejo, que no está saldado y que no tendremos un relato único a este respecto. La década de los sesenta merecen ser revisitadas en términos críticos, lo más lejano posible de posiciones militantes. Es difícil hacerlo porque sobreviven, a pesar del derrumbe del proyecto comunista, esquemas, clichés y rigideces.

Sobre la coyuntura internacional de aquellos años, marcada por la división  del mundo en áreas de influencia entre las grandes superpotencias USA y la URSS,  conocida como la “guerra fría”, es aconsejable observar de qué manera fue afectada Latinoamérica. Es recomendable remontar la mirada al vigésimo congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) de 1956 ya que en él se aprobó el “Informe Secreto” presentado por una comisión del partido que denunciaba los crímenes del régimen estalinista y el inicio del desmonte del mismo y del “culto a la personalidad” con el que se había elevado al “padrecito Stalin” a la categoría de un dios. También se aprobó la tesis sobre la posibilidad de la transición pacífica hacia el socialismo en los países democráticos utilizando los medios electorales. Ambas resoluciones dieron lugar a la más grande división del comunismo internacional en el siglo XX. Los comunistas chinos, en el poder desde 1949 y liderados por Mao Tze Dong, se opusieron a ambas y las calificaron de traición al marxismo-leninismo. Ellos se empecinaban en defender la obra de Stalin y en que la vía al socialismo tenía que ser a través de la lucha armada. Consecuencia inmediata y dramática, los partidos comunistas se dividieron en muchos países. El de Colombia, que surgía de nuevo a la legalidad y a la acción pública, gracias al Frente Nacional, tuvo su fraccionamiento interno. Una importante sección configuró el partido comunista marxista-leninista línea Beijing.

Un segundo acontecimiento que es preciso tener en cuenta fue el triunfo de la revolución de corte nacionalista liderada por Fidel Castro, el primero de enero de 1959. En poco tiempo la revolución se declaró comunista, enemiga del imperialismo yanqui, preconizó a nivel continental su ejemplo, agrupó a todos los movimientos de izquierda en un solo partido que abrazó la doctrina comunista y se alió con la Unión Soviética. En el seno del Comité Central se formó una sección llamada el Comité América, cuya función consistía en apoyar en todo sentido la revolución en el continente. El Ché Guevara fue el encargado de animar el ecumenismo de la revolución cubana con su teoría del “foco revolucionario”, que en pocas palabras quería decir que bastaba la formación de un núcleo de guerrilleros que se lanzaran intrépidamente a las armas y se pusieran al frente de las masas oprimidas y explotadas. Se pensaba que como las “condiciones objetivas” estaban dadas, tras el grupo de vanguardia (la chispa) que incendiaría la pradera, se levantarían las masas. Guevara la puso a prueba en Bolivia, pero fracasó estruendosamente. Algunos excomunistas afirman que fue víctima de una traición de los comunistas bolivianos prosoviéticos, pues el PCUS no miraba con buenos ojos esa teoría que calificaban de “foquista” y aventurera, además, estaba interesado en tener relaciones diplomáticas con los gobiernos del continente.

En 1958 se inició en Colombia el régimen del Frente Nacional que restableció la paz entre liberales y conservadores y las elecciones para presidente y corporaciones públicas pero, limitadas a los dos partidos tradicionales. No obstante ese carácter excluyente, el partido comunista línea Moscú retornó a la legalidad, el sindicalismo y otros movimientos sociales retomaron nuevos aires, surgieron varios grupos de izquierda y populistas y hasta disidencias de los partidos tradicionales. Al inicio del mandato del primer presidente, Alberto Lleras Camargo, este recibió una carta de apoyo a sus políticas de pacificación, restablecimiento de la democracia y a sus promesas orientadas a redimir la situación del campesinado, firmada por el líder guerrillero Pedro Antonio Marín, alias Manuel Marulanda Vélez, más tarde apodado “Tirofijo”, que para entonces, ya militaba en las filas del partido Comunista línea soviética. Marulanda integraba un pequeño sector de células campesinas en armas de orientación comunista que se acogieron a la paz frentenacionalista y se dedicaron al trabajo de adoctrinamiento en unas regiones en las que no permitían la presencia de otros partidos. Ese experimento no supuso la entrega de sus armas pero sí su silenciamiento. Sus dirigentes llamaron a esos grupos “Autodefensas campesinas” cuya política consistía en impulsar la lucha de las masas campesinas por la tierra para el que la trabaja.

¿Qué llevó a “Tirofijo” a enviar tal misiva?, ¿recibió acaso una orden del Comité Central de su partido para ratificar su adhesión a la tesis de la transición pacífica al socialismo? (Espere la segunda parte en la próxima columna)

Ruben Dario Acevedo Carmona
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jueves, 6 de noviembre de 2014

DARÍO ACEVEDO CARMONA, CUMBRE BORRASCOSA, DESDE COLOMBIA

DARÍO ACEVEDO CARMONA

La última vez que los mandos de las FARC estuvieron juntos fue en febrero de 2002, en El Caguán. De ahí en adelante solo han retrocedido y huido ante la ofensiva del Estado y sus Fuerzas Militares. Hoy vuelven a reunirse en La Habana en condiciones óptimas de comodidad y seguridad. Podrán hacer la Conferencia más tranquila de su historia.

Gracias al presidente Santos y a su cuestionable política de paz, las FARC resucitaron, sus jefes se han vuelto a saludar, a mirarse cómo han engordado y envejecido, han constatado quienes siguen con vida. Se contarán historias, hablarán con nostalgia de los que ya no están, de corregir errores, harán cuentas, dirán que pasaron un mal momento, calibrarán sus fuerzas y trazarán una línea de conducta. Refrendarán su sagrado juramento de tomarse el poder por medio de las armas.
Los 18 que llegan hacen declaraciones tan graves y desafiantes como las de quienes, como Iván Márquez y compañía han hecho desde hace dos años. Uno de los “históricos”, alias Pastor Alape, leyó un texto en que afirma que en su lenguaje no figuran las palabras “entrega de armas”, “transición”, “desmovilización”, que la “dejación de armas” y el “cese de fuego” son temas bilaterales. Habla de “armisticio” que significa, según el diccionario de la RAE, cese temporal de hostilidades mientras se acuerda la paz.
Nada nuevo, siempre lo mismo, tal como el general Mendieta le contó a la nación, no hay un cambio de actitud en las FARC. Algunos intelectuales se devanan los sesos apelando a experiencias de otras negociaciones para justificar el “alargue” de las conversaciones, el “secretismo”, el trato de “par” o “contraparte” a las FARC, y hasta “las causas objetivas de su alzamiento”, pero, se olvidan de reconocer con quiénes estamos tratando, ahí les falla su capacidad investigativa. Olvidan que algunas negociaciones se adelantaron, incluso en Colombia, mediando declaraciones sobre el fracaso de la vía armada y su intención de acogerse a la democracia.
La retórica de los jefes guerrilleros es la misma y debe ser tomada en serio pues coincide con sus ataques terroristas. En cambio, el discurso oficial está afectado por la incoherencia, la ingenuidad y el entreguismo. Según el presidente Santos, todo lo que está sucediendo es “una buena señal” de que los diálogos “van por buen camino”. Expresó, sin rubor, que los negociadores de la guerrilla necesitan hacer consultas con los suyos y que por eso el gobierno ha facilitado el desplazamiento de “los que están COMBATIENDO… los más duros” (mayúsculas mías), de modo que el accionar terrorista es “combate” y piensa que en la guerrilla hay duros y blandos.
Por supuesto están en pie de lucha si por tal se entiende que antes de viajar a La Habana dejaron instrucciones para seguir “combatiendo”, por ejemplo, asesinaron un policía en Caquetá, colocaron un explosivo a metros de una escuela en Meta, volaron un oleoducto en Putumayo, instalaron una red de minas quiebrapatas en Cauca, atacaron una hidroeléctrica en Tolima.
El jefe negociador del gobierno, el doctor de la Calle, en el colmo de la ingenuidad pretende hacernos ver que la presencia de oficiales de la república en reuniones con criminales de guerra en La Habana, que siguen asesinando policías y soldados, “es un homenaje, una manifestación de respeto a nuestras Fuerzas”.
Y por si fuera poco, deja mal parado a Santos su ministro de Defensa cuando afirma que los guerrilleros que viajaron a Cuba “están allá huyendo de las acciones directas de las FF. AA. (El Espectador, oct. 24/2014)” pues eso quiere decir que la autorización presidencial los salvó de caer en manos del Ejército. ¿Habrá algo más contradictorio que ordenar “perseguirlos” para luego dejarlos escapar a través de innumerables operativos de despeje?
La delegación Oficial podría aclararnos cuántos miembros de las FARC están en Cuba en condición “legal”, es decir, con las órdenes de captura suspendidas. Si cada delegación puede acreditar 30, ¿a dónde han ido los guerrilleros reemplazados por los 18 que llegaron? Porque uno se imagina que no se quedaron allá, y si regresaron al país no será para cantar villancicos.
Las facilidades que le ha proporcionado este gobierno a las FARC no es cosa menuda. La conferencia nacional de las FARC permitida por el presidente Santos suena a un “cañazo” de esos que hace un jugador de póker desesperado por una mala racha que decide jugarse por el todo o nada. Con la salvedad de que aquí el jugador no está poniendo en el asador su billetera sino la suerte de un país y la unidad en torno a sus instituciones.
Entiéndase pues, que la función de los escándalos armados por periodistas amigos del presidente contra Uribe por sus intentos de negociar con las guerrillas, tienen por objeto ablandar a la opinión para que le parezca normal la cumbre de las FARC consentida por el presidente.
Ruben Dario Acevedo Carmona 
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sábado, 25 de octubre de 2014

DARÍO ACEVEDO CARMONA, HACIA UNA PAZ TRAMPOSA, AHORA COLOMBIA,

Cabalgan, el presidente, sus amigos y aliados, sobre el sofisma de que los críticos de esta negociación somos enemigos de la paz, que nos oponemos a negociar. De ahí su pretensión de presentar los intentos que hizo Uribe como una contradicción y demostración de incoherencia e hipocresía.

SANTOS EL SOFISTA
El expresidente Uribe no lo niega, confirmó que había realizado cerca de 26 acercamientos y que estos fracasaron porque los irregulares no aceptaron la condición de cesar hostilidades. Sostiene que la política de Seguridad Democrática estaba orientada a devolverles la seguridad a los colombianos y forzar una negociación con los violentos en condiciones impuestas por el Estado, lo contrario a la estrategia santista.

Por eso, la andanada contra el expresidente y senador Uribe en las dos últimas semanas tiene mucho de argucias y de trama, preparada por varios personajes. No hay que ser agente 007 para ligar hechos y sacar conclusiones. El gobierno anda empeñado en vender la idea de la cercanía de la paz. Para aclimatar su objetivo ha organizado campañas publicitarias, realizado giras nacionales e internacionales, ha ganado el favor de varios mandatarios, ha pronunciado discursos y conferencias en numerosos escenarios y ante públicos muy diversos. Es como si nos estuvieran preparando para una gran fiesta nacional en la que recibiremos a un invitado muy especial. Ha entregado las banderas éticas y morales del Estado en la lucha contra los terroristas, les ha dado reconocimiento, oxígeno, tiempo suficiente para reparar lazos y reponer energías, y hasta les facilitó reunión cumbre a los números uno de las FARC y el ELN.

Pero, el invitado parece querer aguarle la fiesta cuando declara que la paz no está tan cerca, que faltan muchas cosas para discutir. Aprovecha la debilidad de carácter del gobernante y su premura para firmarla y entonces lo chantajea, le exige cosas que no figuran en los acuerdos iniciales, aumentan el número y la complejidad de sus demandas. Una de ellas, indica que hay que doblegar, destruir, arrasar o neutralizar a Uribe, al que consideran su principal enemigo. Ya lograron sacrificar a altos oficiales que les propiciaron fuertes golpes. Las Farc quieren todas las garantías y todas las seguridades para allegarse a una firma. Han pedido leyes y se las han dado o prometido, cambios y los han satisfecho, tiempos y se los han alargado, salvamento de jefes en peligro y los han obtenido. Pero, su presa principal es Uribe. Cazado Uribe, sus seguidores y su partido dejarán de ser una “amenaza” para ellos y para su paz.

Todos los elementos dan para hablar de una especie de confabulación, en curso quizás, desde cuando el presidente Santos, experto en esas mañas, era ministro de Defensa y llevó al filósofo Sergio Jaramillo al viceministerio durante el segundo mandato de Uribe. Entre ambos deben haber preparado las líneas gruesas y delgadas de su proyecto. La amistad que los une les facilitó mantener a buen recaudo su plan y darle tiempo al filósofo de redactar el documento que igualó al Estado con las FARC como apuesta inicial.

En el camino han sucedido muchas cosas. Las muertes del “Mono Jojoy” y “Cano” (en operativos planeados por Uribe al final de su gobierno). El atentado contra el exministro Fernando Londoño Hoyos del que culparon a la “extrema derecha”. La expedición del Marco Jurídico para la paz, el nombramiento de un Fiscal dedicado a promover la impunidad para criminales de guerra y de lesa humanidad. El presidente, gran relacionista, ha ganado buenos aliados en las altas Cortes con su “mermelada”. En su campaña reeleccionista arrasó con el pudor y la vergüenza al invertir jugosas sumas en publicidad oficial.

Ahora está tramitando una reforma dizque para el equilibrio de poderes. Entre un artículo y otro hay verdaderos orangutanes como el de que se apruebe un referendo para ratificar la paz y se pase por la faja el control de constitucionalidad que habría que hacer en todo lo que se está cediendo, la eliminación del fuero del Contralor y del Procurador (para completar la captura de todos los poderes).

El presidente ha debilitado la Fuerza Pública provocando varias crisis en el Alto Mando que ha dejado por el suelo a los mejores guerreros de la institucionalidad.

Una Oposición estigmatizada como enemiga de la paz, un Ejército con sus altos mandos investigados por la Fiscalía, unos magistrados cooptados, otros cebados. Unos medios incondicionales que temen perder la pauta publicitaria oficial. Los partidos de la Unidad Nacional que renunciaron a la defensa del Estado y la democracia y prefieren hacerle la guerra a Uribe y al Centro Democrático. Y unas elites económicas, con honrosas excepciones, carentes de sentido del olfato para descubrir que los están llevando al matadero.

Todo este entramado, a la manera del rodaje de una película, se ha impuesto con el método de los hechos cumplidos. De a pocos, sin librar batallas teóricas o ideológicas, maniobrando con astucia, dando golpes bajos  y arteros, diciendo una cosa y haciendo lo contrario, enviando mensajes de reconciliación a Uribe mientras lo ataca por otros lados. Periodistas supuestamente independientes caen de bruces en el lodazal de la mermelada oficial. Por eso dejan de ser creíbles Coronell, Arismendi, Yamit, el cuñado Pombo y el sobrino que dirige la revista Semana.

Cabe pues preguntar ¿hacia dónde nos conduce el presidente al acrecentar las expectativas de una inminente firma de la paz en lo que resta de este año?

Lo que se viene para el país no es nada agradable ni positivo para nuestra imperfecta y débil democracia. Un arreglo que llamarán Paz, concertada a la medida de una guerrilla crecida y arrogante, que poblará la vida nacional de aparatos, comisiones y leyes, sin penas de cárcel ni entrega de armas y con un andamiaje de estímulo de las luchas sociales y de masas en el marco de lo que llaman “democracia directa” que significa agitación y movilización permanente para agudizar las contradicciones del régimen, presionar por el cumplimiento de los acuerdos y exigir más y más y más.

Mientras tanto, instituciones legales y funcionarios públicos perderán poder y capacidad de ejercer y gobernar, expectantes e impotentes ante el espectáculo de un país entregado a las minorías de vanguardia. Lenin no la hubiera tenido tan fácil.

Será el final de una etapa e inicio de la segunda, la “transición”.

Ruben Dario Acevedo Carmona
rdaceved@unal.edu.co
@darioacevedoc

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