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sábado, 2 de mayo de 2015

EDGAR CHERUBINI, LA IDEOLOGÍA DEL EXTERMINIO

El 17 de abril de 1975, hace 40 años, los Khmers rouges o Jémeres Rojos, tomaron Phnom Penh, la capital de Camboya. Eran 40.000 guerrilleros armados con Kaláshnikov, bazucas y granadas, surgidos de la selva, pequeños, famélicos, vestidos con pijamas negros, portando pañuelos rojos ajustados en la cabeza y calzando sandalias hechas con desechos de bandas de rodamiento de llantas. Su misterioso y anónimo líder era conocido como Pol Pot o Hermano número 1.

El mismo día de la ocupación, a partir de las 6:00 de la tarde, los miembros del Angkar o Partido Comunista Khmer, llamado también Partido Comunista de Kampuchea (PCK), portando megáfonos, conminaron a la población a evacuar la ciudad bajo el engaño de que esta sería bombardeada por los americanos. En 48 horas ya estaban en marcha hacia los campos de trabajo más de 2 millones de personas. Los Khmer rouges habían seleccionando previamente a funcionarios, sacerdotes, intelectuales y otros “enemigos burgueses” para asesinarlos a mansalva. Los extranjeros, en especial los periodistas, debían concentrarse en la Embajada de Francia. Los edificios públicos y las propiedades privadas de la ciudad fueron confiscadas y ocupadas por los Khmer rouge, sus familiares y allegados.

Jean Sévilla, periodista de Le Figaro Magazine afirma en “Abril Rojo” (Avril rouge, Le Figaro magazine, abril, 2015), que los intelectuales, políticos y periodistas de izquierda en Occidente, y en Francia en particular, se cegaron sobre lo que realmente estaba ocurriendo.  Ejemplo de ello, los titulares de Le Monde que celebraban la situación: “Liberada Phnom Penh”; “Entusiasmo popular”; “Siete días de fiesta por la liberación”; “Camboya será democrática, todas las libertades serán respetadas”.

Un mes después de estos acontecimientos, el 28 de abril, el periodista Jean Lacouture escribía loas a la revolución camboyana en Le Nouvel Observateur. Al referirse a la evacuación de los habitantes de Phnom Penh conducidos a lo que posteriormente se conocería como killing fields o “campos de la muerte”, la describe con gran eufemismo como “una audaz transfusión de gente hacia el campo”.

Información sesgada

El sesgo de los periodistas de izquierda impidió conocer lo que verdaderamente acontecía. A propósito de esto, Jean Sévilla cita un artículo de Patrice de Beer publicado en la edición de Le Monde el 10 de mayo, quien de regreso a París tras ser expulsado de Camboya, escribió: “¿Por qué esa actitud de crítica a la expulsión de corresponsales y observadores extranjeros?, qué les hace creer que los hombres de negro quieren ocultar que están perpetrando un baño de sangre, como quieren hacer ver los americanos. Nos guste o no, los camboyanos han decidido que ellos no quieren extranjeros en su país. (…) detrás del pijama negro y el pañuelo rojo en la cabeza, existe un orgullo nacionalista y una tremenda voluntad de retornar a sus fuentes rurales”.

Esa actitud ha sido siempre el reflejo del masoquismo político de la izquierda europea y en especial la francesa en relación con el Tercer Mundo. “Un Tercer Mundo espontáneo, sentimental, inocente y justo; un Occidente rapaz, materialista y cruel; sobre esa antítesis primaria y ambivalente la izquierda europea ha construido una corriente de pensamiento que se ha convertido en una ortopedia de la conciencia. Viven y proyectan una culpabilidad que hace de sus seguidores unos militantes de la expiación”, como bien lo define Pascal Bruckner (Le sanglot de l’homme blanc).

En 1977, ediciones Julliard publica los testimonios recogidos por el misionero católico François Ponchaud (Cambodge, année zéro) donde relata la tragedia de los sobrevivientes y refugiados de los “campos de la muerte”. Luego de leer el libro y entrevistar al autor, el periodista Jean Lacouture, hizo un mea culpa a propósito de su visión sesgada de los primeros tiempos: “Los nuevos dominadores de Phnom Penh inventaron algo original, un autogenocidio. Después de Auschwitz y el Gulag, pensamos que ya no se producirían esos horrores, pero ahora observamos el suicidio de un pueblo en nombre de la revolución, aún peor, en nombre del socialismo”.

¿Qué pretendía el Khmer rouge?

Este movimiento engendrado en París en la década de 1960, culpaba a los países industrializados, en especial a Estados Unidos, de ser los responsables del subdesarrollo de Indochina y de Camboya en particular, proponía el retorno al campo con el fin de lograr la “soberanía alimenticia” y la independencia a través de la “revolución agrícola”. Al tomar el poder, las primeras medidas fueron la abolición de la banca, las finanzas y la moneda, la prohibición de las religiones, la confiscación de todas las propiedades privadas y la reubicación de los habitantes de las zonas urbanas en granjas colectivas donde trabajarían de forma obligatoria. El propósito de esta política fue la de convertir a cada ciudadano camboyano en un “hombre nuevo” a través del retorno a sus raíces y a la cultura agraria.

El Khmer rouge intentó convertir a Camboya en una sociedad sin clases obligando a la población urbana a vivir en comunas a través de brutales métodos. En el programa de trabajos forzados para recuperar la agricultura, murieron 1.700.000 personas, aparte de las ejecuciones sumarias que ascendieron a más de 200.000. Un genocidio en nombre de una visión llamada por estos fanáticos “El paraíso verde”.

El Grupo de París, los futuros genocidas

En la década de 1950, unos jóvenes intelectuales camboyanos formaron el llamado Grupo de París. Provenían de familias de clase media, de terratenientes o de funcionarios públicos. Estos fueron los autores de la utopía revolucionaria del Khmer rouge. Formados en escuelas de élite en su país, más tarde fueron adoctrinados por el Partido Comunista Francés (PCF) en el pensamiento político marxista, en boga en las universidades parisinas a las que asistieron. El PCF y los guardianes del templo marxista francés, que siempre ha pensado que el Tercer Mundo es el terreno ideal donde ensayar sus dogmas, pero sin moverse de sus cafés y tribunas académicas, apoyó al grupo para la instauración en Camboya de las ideas comunistas de una sociedad sin clases y el retorno a una Edad de Oro agrícola, la utopía socialista en la Tierra.  Los del Grupo de París, apenas tomaron el poder, se convirtieron en feroces genocidas de su propio pueblo.

Entre los que integraron el Grupo de París se encontraba Saloth Sar, estudiante de l'École du livre de París, quien adoptaría el pseudónimo de Pol Pot o Hermano número 1. Pol Pot fue el líder del Khmer rouge desde la década de 1960 hasta su muerte en 1998. Luego de la toma de Phnom Penh en 1975, se convirtió en un dictador psicópata y genocida de su propio pueblo, su verdadera identidad se conocería años después de instaurado el terror. Leng Sary o “Hermano número 3”, estudiante en el Instituto de Estudios Políticos de París, mejor conocido como Sciences Po, fue otro de los líderes destacados. Khieu Samphan o “Hermano número 4”, considerado uno de los intelectos más brillantes de su generación, en su tesis doctoral expresó los lineamientos de la política adoptada por la Kampuchea Democrática, como así llamarían al nuevo Estado.

Donde se implanta el comunismo y su ideal del “hombre nuevo” o “Paraíso Socialista”, sea en la URSS, Corea del Norte, Camboya, Cuba o Venezuela, el resultado, con sus variantes, es el mismo: demolición de las instituciones democráticas, supresión de las libertades, totalitarismo, terrorismo de Estado, asesinatos selectivos o masivos, confiscaciones, caos económico, desabastecimiento, hambrunas y todas las secuelas que trae consigo la ideología del exterminio.

Edgar Cherubini Lecuna
edgar.cherubini@gmail.com
@edgarcherubini

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viernes, 7 de noviembre de 2014

DARÍO ACEVEDO CARMONA, LA CHISPA QUE NO INCENDIÓ LA PRADERA (I), DESDE COLOMBIA

DARÍO ACEVEDO CARMONA
Poca atención, por no decir nula, es la que se presta a algunos acontecimientos internos y externos que tuvieron incidencia importante en la génesis de las guerrillas marxistas en Colombia y en Latinoamérica.

Entre las tesis puestas a consideración, la gran mayoría da por sentada la plena validez de aquella que las explica como consecuencia directa de un cuadro social de profunda miseria, injusticias sociales, persecución y exclusión política. En el lenguaje político se expresa en la fórmula, aceptada casi inercialmente, de “las causas objetivas del conflicto social y armado”.

Sobre este asunto queda aún mucho por despejar tanto en sentido académico como en la retórica de las fuerzas políticas. Asumo que el problema es complejo, que no está saldado y que no tendremos un relato único a este respecto. La década de los sesenta merecen ser revisitadas en términos críticos, lo más lejano posible de posiciones militantes. Es difícil hacerlo porque sobreviven, a pesar del derrumbe del proyecto comunista, esquemas, clichés y rigideces.

Sobre la coyuntura internacional de aquellos años, marcada por la división  del mundo en áreas de influencia entre las grandes superpotencias USA y la URSS,  conocida como la “guerra fría”, es aconsejable observar de qué manera fue afectada Latinoamérica. Es recomendable remontar la mirada al vigésimo congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) de 1956 ya que en él se aprobó el “Informe Secreto” presentado por una comisión del partido que denunciaba los crímenes del régimen estalinista y el inicio del desmonte del mismo y del “culto a la personalidad” con el que se había elevado al “padrecito Stalin” a la categoría de un dios. También se aprobó la tesis sobre la posibilidad de la transición pacífica hacia el socialismo en los países democráticos utilizando los medios electorales. Ambas resoluciones dieron lugar a la más grande división del comunismo internacional en el siglo XX. Los comunistas chinos, en el poder desde 1949 y liderados por Mao Tze Dong, se opusieron a ambas y las calificaron de traición al marxismo-leninismo. Ellos se empecinaban en defender la obra de Stalin y en que la vía al socialismo tenía que ser a través de la lucha armada. Consecuencia inmediata y dramática, los partidos comunistas se dividieron en muchos países. El de Colombia, que surgía de nuevo a la legalidad y a la acción pública, gracias al Frente Nacional, tuvo su fraccionamiento interno. Una importante sección configuró el partido comunista marxista-leninista línea Beijing.

Un segundo acontecimiento que es preciso tener en cuenta fue el triunfo de la revolución de corte nacionalista liderada por Fidel Castro, el primero de enero de 1959. En poco tiempo la revolución se declaró comunista, enemiga del imperialismo yanqui, preconizó a nivel continental su ejemplo, agrupó a todos los movimientos de izquierda en un solo partido que abrazó la doctrina comunista y se alió con la Unión Soviética. En el seno del Comité Central se formó una sección llamada el Comité América, cuya función consistía en apoyar en todo sentido la revolución en el continente. El Ché Guevara fue el encargado de animar el ecumenismo de la revolución cubana con su teoría del “foco revolucionario”, que en pocas palabras quería decir que bastaba la formación de un núcleo de guerrilleros que se lanzaran intrépidamente a las armas y se pusieran al frente de las masas oprimidas y explotadas. Se pensaba que como las “condiciones objetivas” estaban dadas, tras el grupo de vanguardia (la chispa) que incendiaría la pradera, se levantarían las masas. Guevara la puso a prueba en Bolivia, pero fracasó estruendosamente. Algunos excomunistas afirman que fue víctima de una traición de los comunistas bolivianos prosoviéticos, pues el PCUS no miraba con buenos ojos esa teoría que calificaban de “foquista” y aventurera, además, estaba interesado en tener relaciones diplomáticas con los gobiernos del continente.

En 1958 se inició en Colombia el régimen del Frente Nacional que restableció la paz entre liberales y conservadores y las elecciones para presidente y corporaciones públicas pero, limitadas a los dos partidos tradicionales. No obstante ese carácter excluyente, el partido comunista línea Moscú retornó a la legalidad, el sindicalismo y otros movimientos sociales retomaron nuevos aires, surgieron varios grupos de izquierda y populistas y hasta disidencias de los partidos tradicionales. Al inicio del mandato del primer presidente, Alberto Lleras Camargo, este recibió una carta de apoyo a sus políticas de pacificación, restablecimiento de la democracia y a sus promesas orientadas a redimir la situación del campesinado, firmada por el líder guerrillero Pedro Antonio Marín, alias Manuel Marulanda Vélez, más tarde apodado “Tirofijo”, que para entonces, ya militaba en las filas del partido Comunista línea soviética. Marulanda integraba un pequeño sector de células campesinas en armas de orientación comunista que se acogieron a la paz frentenacionalista y se dedicaron al trabajo de adoctrinamiento en unas regiones en las que no permitían la presencia de otros partidos. Ese experimento no supuso la entrega de sus armas pero sí su silenciamiento. Sus dirigentes llamaron a esos grupos “Autodefensas campesinas” cuya política consistía en impulsar la lucha de las masas campesinas por la tierra para el que la trabaja.

¿Qué llevó a “Tirofijo” a enviar tal misiva?, ¿recibió acaso una orden del Comité Central de su partido para ratificar su adhesión a la tesis de la transición pacífica al socialismo? (Espere la segunda parte en la próxima columna)

Ruben Dario Acevedo Carmona
rdaceved@unal.edu.co
@darioacevedoc

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martes, 29 de abril de 2014

FREDDY IGNACIO NUÑEZ MARTINEZ, PEDIR PERDON

Este engendro del anacronismo llamado Partido Comunista de Venezuela, es  fiel expresión de la tragedia que vive el país desde la desgracia histórica que significo la llegada de Chávez al poder.

El 23 de abril publicó este diario una nota con la posición de ese grupo frente a la solicitud de una ley de amnistía. En ella dejan claro que no la apoyan, y dicen estar de acuerdo con el indulto presidencial tras la revisión de cada caso, “pero solo si esas personas piden perdón al pueblo y muestran arrepentimiento”.
Nada parece más peligroso que el ejercicio del poder cuando la realidad es un dato prescindible. Este modelo no sirve, hay un registro inmenso del fracaso planetario que acompaño al comunismo, del cual quedan como fósiles vivientes la atroz experiencia de Corea del Norte, y la martirizada Cuba. Sin olvidar el peculiar caso de China, que practica el más salvaje de los capitalismos, pero mantiene una dictadura totalitaria en lo político.
Los ejemplos que pretenden utilizar para justificar este desastre que ha arruinado al país, y ha creado una crisis profunda, como Brasil, por citar al más poderoso, nada tienen que ver con esa bolsería del socialismo del siglo XXI.
¿Quiénes han destruido a Venezuela exigen que la ciudadanía les pida perdón? 
Creo que el régimen no procesa racionalmente lo que está ocurriendo, y por eso pareciera que el diálogo ha comenzado a producirles urticaria. Es un hecho incontrastable que han fracasado estrepitosamente. Han multiplicado de manera inaudita y estúpida los problemas del país. Inseguridad, desempleo, crisis económica con empresas públicas y privadas quebradas, inflación, desabastecimiento, hospitales que no tienen como atender a la gente.
Esa es la realidad que no pueden negar. Han desarrollado una política de estimulo permanente al odio entre los venezolanos, cuya expresión más genuina son los asesinos llamados colectivos.
Han sextuplicado la deuda del país, dilapidado la más inmensa fortuna petrolera que jamás tuvimos, y el resultado lógicamente, es un país que da lástima dentro y fuera de sus fronteras.
Pretenden crear una sociedad de fanáticos que solo vean y oigan la propaganda del régimen, por eso les escuece tanto la protesta y pretenden callarla. Eso es imposible. Tendrán que meter presos a la gran mayoría de los venezolanos. 
Al régimen hay que recordarle que los tiempos de los “procesos de Moscú”, donde todo ciudadano, de cualquier condición, que resultara incómodo al régimen, era acusado de “enemigo del pueblo”, enjuiciado y obligado a pedir perdón, pasaron.
Aquí lo que hay es un inmenso deseo de unidad de las fuerzas democráticas para impedir que esas experiencias vergonzosas de la especie humana, puedan repetirse.
Glosando lo dicho por Mario Vargas Llosa en el evento internacional convocado por CEDICE, a propósito de su XXX aniversario, “este régimen saldrá”. “Hay que ayudarlos a encontrar la salida, y para ello es necesaria la protesta y la serenidad de la dirigencia opositora. La unidad, sin la cual se suicida, y el diálogo si es necesario”.
La meta esta clara, dotar a Venezuela de un gobierno democrático, moderno, que garantice la paz y la prosperidad económica de todos.
Freddy Nuñez
freddynm6311@gmail.com
@freddynm6311

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