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domingo, 29 de marzo de 2015

VICTOR RODRIGUEZ CEDEÑO, ¿DE QUE HABLAMOS?


La decisión de Washington de adoptar “sanciones” individuales a un grupo de funcionarios venezolanos que habría cometido violaciones de derechos humanos y más allá, dada la gravedad, la sistematicidad y la generalidad del caso, crímenes internacionales; y que estarían, además, incursos en actos de corrupción relacionados con materias de intereses de la comunidad internacional, es decir, con el financiamiento del terrorismo y el lavado de dinero producto de negocios turbios incluido el narcotráfico, ha generado un debate muy importante no sólo en el país, en donde la dictadura mediática trata de mostrar al régimen como “víctima” de una eventual “invasión” de los Estados Unidos, sino en el plano internacional.

El debate ha sido extraño, por decir lo menos, tanto dentro como fuera del país. No dejan de sorprender las expresiones de dirigentes opositores y de distintas personalidades nacionales quienes curiosa y lamentablemente coinciden con el guion cubano, al referirse a la inconveniencia de las “sanciones”. Mayor sorpresa causa aun la posición expresada en declaraciones y silencios elocuentes de los gobiernos de la región que insisten en ignorar la realidad venezolana y despreciar nuestra lucha por la democracia y por el respeto de los derechos humanos. Todos saben perfectamente que la orden ejecutiva de Obama lejos de “legalizar” la “invasión”  al país, para “controlar” nuestro petróleo que Estados Unidos recibe desde hace tiempo en base a una aceptada relación comercial que permite los únicos ingresos incondicionados al país, lo que busca es defender la democracia y la sociedad venezolana, víctima de los atropellos de un régimen que en ejercicio de una farsa insuperable, actúa ilegítima y perversamente en nombre del pueblo para violentar descaradamente los derechos del individuo.

Las declaraciones de unos y otros son patéticas. Por supuesto, destacan las de Unasur y su cuestionado Secretario General, el colombiano Samper; las del Canciller ecuatoriano que plantean dolosamente un diálogo imposible, desviando la atención sobre lo que realmente es el objeto de la crisis: el golpe permanente a la democracia y la violación sistemática y generalizada de los derechos humanos para imponer un régimen totalitario común en la región. No menos deplorables las declaraciones del Canciller chileno quien afirmo muy cómodamente que no era “alentadora la sanción de Estados Unidos contra Venezuela” malinterpretando por ignorancia o conveniencia el sentido que sabemos tienen tales “medidas unilaterales”.

¿Hay confusión o simplemente complicidad en el tratamiento de este asunto? El problema no es la relación entre los dos países, afectada por los constantes ataques del régimen bolivariano y las desproporcionadas medidas del régimen de Maduro que expulsa, como “sanción” a Washington, más de 80 funcionarios de la Embajada de Estados Unidos en Caracas. De lo que realmente se trata es de la lucha por la libertad y la dignidad, del cese de los atropellos y de la recuperación de nuestra integridad y soberanía hoy en manos de los cubanos gracias a la sumisión del régimen a La Habana que definitivamente dirige nuestro destino como nación, lo que constituye una amenaza no para los Estados Unidos, sino para toda la región cuya futuro sin duda está relacionado con la estabilidad en el país.

Las “medidas unilaterales” que no son tales y menos de alcance extraterritorial, como lo afirman los entreguistas revolucionarios, no deben interpretarse como “injerencia” en nuestros asuntos internos, menos como una declaración de guerra de parte de los Estados Unidos. Tales “medidas”  constituyen un acto soberano de un Estado independiente, dirigido a un grupo de funcionarios que habrían cometido ilícitos que afectan más allá de los intereses de los Estados Unidos, los intereses de la comunidad internacional, pues la tortura, la violencia de Estado, la participación en actividades relacionadas con el terrorismo y el narcotráfico son del interés de la comunidad internacional en su conjunto.

Defender la democracia y sus valores, los derechos humanos, la vida de un pueblo que hoy mayoritariamente exige libertad y respeto no puede constituir de ninguna manera un acto de injerencia. Muy distintamente, la comunidad internacional, los Estados, las instituciones internacionales, la sociedad civil representadas en las ONG tienen no solamente el derecho sino la obligación de “intervenir” en cualquier parte del mundo en donde se violen los derechos humanos, en donde un grupo imponga una dictadura en perjuicio de los derechos de los ciudadanos, practique la tortura, ajusticie sin procesos a opositores, desaparezca personas como en las épocas de las dictaduras de la región en cuya lucha, por cierto, los venezolanos nos “inmiscuimos” para liberarlos de las botas militares y hacer que sus pueblos y sus sistemas políticos sean hoy lo que, para bien o para mal, son.

No sé si son conscientes de lo que realmente sucede en el país o si prefieren unirse a la comparsa con un silencio estremecedor. En todo caso, las consecuencias son nefastas para el país y para la región.

Victor Rodriguez Cedeño
vitoco98@hotmail.com 
@VITOCO98 

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lunes, 17 de noviembre de 2014

ALFREDO M. CEPERO, LA PERRETA DE OBAMA Y LA TAREA REPUBLICANA.

ALFREDO M. CEPERO
De lo que no me cabe duda alguna es de que esta guerra entre el Congreso republicano y la Casa Blanca demócrata continuará por los dos años que le quedan a Obama en la presidencia.

El pasado 4 de noviembre Barack Obama recibió una soberana pateadura por parte de un pueblo norteamericano que ya no presta atención a su retórica populista porque está cansado de su izquierda vitriólica, de sus mentiras y de su incapacidad para gobernar. Los republicanos ganaron 7 escaños en el Senado, 12 en la Cámara de Representantes y ahora controlan 30 de las 50 gobernaciones del país pero no merecían ganar porque no presentaron una alternativa creíble y viable al desastre que ha sido la presidencia de Obama. Se limitaron a capitalizar los bajos niveles de popularidad del presidente y les salió bien la rudimentaria estrategia.

Los demócratas, por su parte, perdieron y merecieron perder porque les fallaron a los negros, a los hispanos y a los jóvenes, tres bloques de votantes que los favorecieron en las campañas presidenciales de 2008 y 2012. Para mayor desprestigio del Partido Demócrata, su ritornelo de "guerra contra las mujeres" por parte de los republicanos ha perdido credibilidad y fuerza para estimular al voto femenino.

Pero, como tantas veces ha dicho el propio Mesías cuando ha sido favorecido en las urnas, las elecciones tienen consecuencias y los republicanos controlan ahora las dos cámaras del Congreso. Esto constituye dos tercios del poder de aprobar y sancionar leyes según el sabio instrumento creado por Madison, Franklin, Jefferson y los demás redactores de la constitución norteamericana. El pueblo de los Estados Unidos optó por un gobierno dividido y ninguno de los dos bandos podrá gobernar a la brava como lo hicieron los demócratas en los primeros dos años de Obama.

Si los líderes de ambos partidos tuvieran suficiente vergüenza, que han dado pruebas de no tenerla, para cumplir con el mandato de los electores de garantizar la seguridad nacional y mejorar las condiciones de vida del pueblo norteamericano trabajarían juntos. Pero las primeras declaraciones posteriores a las elecciones desde ambas orillas de este río revuelto de la política norteamericana no nos dan motivo alguno para el optimismo.

Por el contrario, el balbuceo de Obama al día siguiente de las elecciones fue al mismo tiempo una renuencia a aceptar con elegancia la derrota y una declaración de guerra. Montó una perreta y se limitó a decir que los republicanos habían tenido "una buena noche" y que "escucharía sus proyectos" pero no ofreció idea alguna sobre sus propios planes. Para calentar aún más la discordia, los amenazó con dictar un decreto legalizando a centenares de miles de inmigrantes ilegales antes de que el nuevo Congreso tomara posesión.

Primero utilizaría su arma favorita del decreto en un reto flagrante al poder constitucional del Congreso de dictar leyes, sobre todo en el tema de inmigración. Después hablaría con sus adversarios republicanos sobre proyectos futuros. Todo esto en boca de un autoproclamado abogado constitucionalista devenido en pendenciero de barrio al estilo de sus mentores políticos de Chicago.

Los republicanos, por otra parte, aunque no fueron tan lejos, no se quedaron atrás. El siempre pausado senador republicano Mitch McConnell, a punto de tomar posesión de Presidente de la Mayoría en el Senado, dijo que si Obama daba el paso de legalizar por decreto a los ilegales estaría contaminando las aguas de cualquier colaboración entre ambos partidos. Y en una metáfora taurina agregó: "Sería como esgrimir un pañuelo rojo frente a un toro bravío".

Por su parte, John Boehner, el republicano que preside la Cámara de Representantes, elevó el nivel de la confrontación. Dijo, y estoy parafraseando, que si el presidente daba ese paso podía olvidarse de que el nuevo Congreso aprobara ley alguna sobre inmigración en los próximos dos años. El hecho es que en esta confrontación entre fanáticos ideológicos los mayores perdedores han sido los inmigrantes. Y si tuvieran sentido común, en vez de militancia ciega y lealtad perruna, con perdón de los perros, les pasarían la cuenta a los intransigentes de ambos partidos.

De lo que no me cabe duda alguna es de que esta guerra entre el Congreso republicano y la Casa Blanca demócrata continuará por los dos años que le quedan a Obama en la presidencia. Que el presidente está provocando a propósito a los republicanos con la esperanza de que éstos traten de someterlo a un juicio político (impeachment). Un Obama convertido en víctima desviaría la atención de los múltiples fracasos de su gestión presidencial. Es el recurso de los fracasados y los desesperados.

Por eso ni McConnell ni Boehner muestran inclinación alguna por este procedimiento y parecen inclinados a retar a Obama con la disciplina de un franco tirador que rehúye las ráfagas y neutraliza a sus enemigos bala por bala. Su arsenal incluye más de 380 leyes aprobadas por la Cámara de Representantes republicana que fueron engavetas por el demócrata Harry Reid en el Senado evitando que llegaran a la Casa Blanca. Ahora, los republicanos se las enviarán una por una para que Obama las apruebe o las vete. Sin Reid se le acabó la inmunidad. El pueblo sabrá ahora quién es el verdadero obstruccionista.

Pero no todo es color de rosa para el partido del elefante. Ahora tienen poder y no pueden seguir reclamando impotencia ante los desafueros jurídicos y los ardides políticos del presidente. Hay numerosas asignaturas pendientes cuya aplicación no puede ser aplazada y muchas de ellas cuentan con el apoyo de muchos demócratas en ambas cámaras. Tiene que parar la invasión demográfica garantizando la seguridad en las fronteras. Los israelíes demostraron que las cercas funcionan con la que construyeron entre Israel y Gaza. Tienen que dar pasos firmes hacia la independencia energética comenzando con la aprobación del oleoducto de Keystone. Basta ya de poner la seguridad de los Estados Unidos en manos de enemigos que financian a terroristas con el dinero del petróleo que le venden a Washington.

Tienen asimismo que promover la creación de empleos bien remunerados, no las miserias de empleos a tiempo parcial de Obama, reduciendo el impuesto sobre repatriación de utilidades, y hasta dando un período de gracia, a compañías norteamericanas con operaciones en ultramar. Tienen que encaminarse sin dilación ni descanso hacia la hasta ahora elusiva meta de una Enmienda sobre Presupuesto Balanceado. Cuando Obama salga de la Casa Blanca dejará atrás una deuda nacional superior a los 20 MILLONES DE MILLONES (trillones en inglés) de dólares. Sería indigno e inmoral no tratar de aliviar esa carga a nuestros hijos y nietos.

Y tan importante como los puntos anteriores es la restauración de los Estados Unidos como primera potencia del mundo. Una potencia que disfrute de la confianza de sus aliados y sea temida por sus adversarios. Para ello es importante reponer los fondos que le fueron retirados al Pentágono y emplazar de nuevo proyectiles con cargas nucleares en Europa apuntando a la cabeza de facinerosos como Vladimir Putin. El respeto, como la libertad, no se mendiga sino se conquista con el poderío militar y, de ser necesario, el uso de la fuerza. Como se demostró con Gadafi y con Hussein, la fuerza es el único lenguaje que entienden los rufianes.

En conclusión, con las victorias electorales vienen las responsabilidades políticas. En los próximos dos años los republicanos tienen la responsabilidad de demostrar con hechos, no con retóricas ideológicas, que son capaces de adelantar fórmulas y planes de gobierno que beneficien al pueblo norteamericano. Si no lo hacen , corren el alto riesgo de perder escaños en el Congreso en el 2016 y, peor aún, extender una alfombra roja a Hillary Clinton para que gane la Casa Blanca y termine de implantar la agenda populista de su socio Barack Obama con el Obamacare como buque bandera.

Alfredo Cepero
alfredocepero@bellsouth.net
@AlfredoCepero

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sábado, 8 de noviembre de 2014

ALBERTO LÓPEZ NÚÑEZ, LA VICTORIA REPUBLICANA, CASO ESTADOS UNIDOS, DESDE COLOMBIA,

ALBERTO LÓPEZ NÚÑEZ
La victoria del Partido Republicano en las elecciones de “ mid-term” en  los Estados Unidos, ha causado un verdadero terremoto político. Aunque es normal que el gobierno pierda estas elecciones y ya estaba prevista la derrota demócrata  por las encuestas, la inusitada intensidad del triunfo republicano fue muy por encima de lo previsto, fue una verdadera paliza demócrata.

Tres factores fueron los principales en ocasionar este resultado:

1)      La crisis económica que vivió los Estados Unidos en los últimos años, que aunque comienza su recuperación, los efectos de ésta no son percibidos aún por la gran mayoría.

2)      La moderación del liderazgo republicano, que logró deslastrarse del Tea Party y por lo tanto vuelve a presentarse con una cara presentable ante el electorado.

3)      En sentido contrario, la radicalización izquierdista del Partido Demócrata.

En definitiva lo que acusa estas elecciones es el repudio popular a la falta de liderazgo de Obama, su pusilanimidad selló la derrota demócrata, pues como se sabe, estas elecciones son un referendo acerca del gobierno y en particular del Presidente.

Es obvio que como toda elección, éstas tengan unas consecuencias importantes tanto a corto como mediano plazo.

La primera es la observación de un nuevo fenómeno de realineamiento del electorado norteamericano. Luego de unos 3 lustros de predominancia demócrata se avizora un nuevo período de victorias republicanas.  La más inmediata  repercusión de esta primera consecuencia, el  previsible triunfo republicano en las próximas elecciones presidenciales. Si bien aún no cuaja un candidato triunfador dentro de este partido, es una consecuencia inexorable de tal paliza electoral demócrata, que el candidato que salga llevará el hándicap de un Presidente repudiado y de un partido opositor revigorizado por este triunfo. Será casi imposible para el candidato demócrata separarse del efecto Obama, máxime si como se avizora el candidato será una alta figura del gobierno: Hillary Clinton. La principal área en donde la pusilanimidad de Obama se observó fue en la Política Exterior, y la ejecutora de ésta fue Hillary, luego es casi imposible, que un demagógico discurso de oposición a ésta por la candidata, sea creído por el electorado, por lo tanto su derrota es muy previsible.

Una segunda consecuencia de esta victoria republicana es precisamente en Política Exterior. El Congreso  republicano impondrá una línea de acción enérgica  en función de la defensa de los tradicionales intereses de los Estados Unidos: la libertad, la justicia y la democracia. En este campo su acción más previsible es que el Estado norteamericano tome una línea de defensa férrea de estos principios frente a las amenazas del terrorismo, en sus dos versiones predominantes en el mundo actual: la islámica y la castrochavista. En nuestra área de acción latinoamericana ésta es una gran noticia, habrá endurecimiento de la línea contra los Castro, Maduro y el farcsantismo.

Finalmente en política interior, el triunfo republicano significará una política económica pro mercado, en donde  persistirán las necesarias regulaciones, pero se dejará al mercado funcionar sin trabas que lo distorsionen. Esto sin duda redundará en una revigorización económica, con los sabidos beneficios para la población.
El lunar que significa la política antiinmigración republicana, deberá ser resuelto pues el liderazgo republicano no puede cometer el error fatal de alienarse el electorado latino, que pudiese frenar su derrota en las próximas elecciones. Por lo tanto, preveo que habrá un acuerdo bipartidista al respecto, como el planteado por el Senado latino  Republicano Marco Rubio.

En conclusión, son todas buenas noticias el triunfo republicano, siendo lógicamente la que más me entusiasma que el castrochavismo ya no contará con el visto bueno del establishment gringo, al menos así lo espero, habrá que ver si los republicanos siguen fiel a su plataforma y no se desvía de la misma, como otras veces ha ocurrido, como cuando Bush, los intereses de las petroleras superaron al interés nacional, hoy en día ese peso no está presente, por lo tanto soy optimista sobre este tema.

Alberto López Núñez 
alopezn62@hotmail.com
@alopeznunez

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domingo, 19 de octubre de 2014

ALFREDO M. CEPERO, SE GANA EL SENADO O SE PIERDE AMÉRICA, CASO ESTADOS UNIDOS, ELECCIONES PARA EL SENADO

Lo que está en juego es nada menos que el destino de los Estados Unidos como primera potencia militar, factor de estabilidad en el mundo y motor de la economía mundial.

REPUBLICANOS VS DEMOCRATAS
En menos de tres semanas tendrá lugar una batalla gigantesca por el control del senado de los Estados Unidos. Los demócratas disfrutan en este momento de una mayoría de 55 a 45 sobre los republicanos. Sin embargo, los republicanos llegan a esta batalla con un favorable mapa electoral para las parciales de 2014, pues necesitan solamente una ganancia neta de seis escaños para lograr el control de la Cámara Alta. Los demócratas tienen que ir a la reelección o dejan vacantes escaños senatoriales en siete estados que fueron ganados por Mitt Romney en las elecciones presidenciales de 2012 (Alaska, Arkansas, Luisiana, Montana, Carolina del Norte, Dakota del Sur y Virginia Occidental).

En caso de que los republicanos sean capaces de ganar todas esas contiendas, además de reelegir a sus actuales senadores y ganar escaños vacantes en estados tradicionalmente conservadores, lograrían una mayoría de 53 a 47 sobre los demócratas en el Senado. Afortunadamente para el partido del elefante, hay muy pocos escaños republicanos en peligro de cambiar de manos.

En Georgia, el senador republicano Saxby Chamblis ha decidido no aspirar a la reelección. Pero, a pesar de ser un estado conservador, la contienda es muy apretada con el republicano David Purdue superando por solo 3 por ciento a la demócrata Michelle Nunn, hija del influyente ex- senador Sam Nunn. En Kentucky, el veterano Mitch McConnell, actual líder de la minoría republicana en el Senado, supera a su retadora demócrata, Alison Grimes, por sólo 3 puntos porcentuales. Finalmente, en Kansas, el republicano aspirante a la reelección, Pat Roberts, aventaja al independiente Greg Orman únicamente por 2 puntos porcentuales. Sin embargo, tanto McConell como Roberts han estado ganando terreno en los últimos tres días. Todas estas cifras han sido proporcionadas por la prestigiosa encuestadora Real Clear Politics.

Pero, además de las estadísticas, es importante tomar en cuenta la calidad de los aspirantes republicanos. La mayoría de ellos muestran conocimiento y seguridad a la hora de abordar temas de crecimiento económico como la reforma tributaria y la reducción de regulaciones gubernamentales. Han sido igualmente efectivos en sus propuestas para reducir gastos excesivos, sustituir el plan de salud de Obamacare y promover políticas energéticas como la construcción del oleoducto de Keystone. Y, si tenemos en cuenta que entre estos candidatos hay cuatro veteranos de las fuerzas armadas, no hay duda alguna de que serán capaces de presentar programas encaminados al fortalecimiento de una defensa nacional que ha sido debilitada por la ideología, la cobardía y la incapacidad de Barack Obama. Este tema ha ganado importancia en los últimos cuatro meses con la arremetida de los bárbaros de ISIS contra comunidades religiosas cristianas en Siria e Irak.

La confluencia de estos factores ha contribuido a desplazar el favor de la opinión pública nacional hacia los republicanos. En una encuesta de la empresa Gallup del pasado 7 de septiembre, los norteamericanos, por un margen de 49 a 40, opinaron que los republicanos harían un trabajo mejor que los demócratas en lo referente a la prosperidad nacional. Esto es un punto por encima de una encuesta sobre el mismo tema durante las parciales del 2010, donde los demócratas recibieron una paliza a manos de los republicanos.

Volviendo a la encuesta Gallup de este 7 de septiembre, los norteamericanos, por un margen de 55 a 32, opinaron que los republicanos harían un trabajo mejor que los demócratas en la protección del país contra el terrorismo y las amenazas militares. Esta es una mejoría de 10 puntos por encima de la encuesta sobre el mismo tema antes de las parciales de 2010. Para los demócratas, el panorama es tan tenebroso que numerosos eruditos en asuntos electorales vaticinan que los republicanos tienen el 70 por ciento de probabilidades de ganar en tres semanas el control del Senado.

Pero quizás las cifras que mantienen despierto a Obama porque son un puñal en su corazón narcisista son sus bajos niveles de popularidad personal. Según Real Clear Politics, su nivel de popularidad a nivel nacional es de 41 por ciento, el más bajo de su presidencia. Pero lo peor es que esta impopularidad del presidente se traduce en una reducción de respaldo para los aspirantes demócratas en estas parciales de 2014. Sobre todo cuando tenemos en cuenta los bajos niveles de popularidad de Obama en muchos de los estados donde los aspirantes demócratas se muestran más vulnerables. Según ha admitido el mismo presidente, él no estará en las boletas pero sus políticas si lo estarán. Por lo tanto, no quepa duda alguna de que los electores molestos con estas políticas castigarán a los candidatos demócratas.

Para complicar las cosas, la popularidad de Obama en los estados más vulnerables está muy por debajo de la que arrojan las encuestas a nivel nacional. En Alaska, Arkansas, Dakota del Sur, Virginia Occidental, Montana, Kentucky, Kansas y New Hampshire, la popularidad de Obama oscila entre el 24 por ciento en Virginia Occidental y el 36 por ciento en New Hampshire. Solamente en Colorado, Iowa y Carolina del Norte el presidente logra un nivel de aprobación de 40 por ciento. Según datos de los últimos 30 años, los candidatos del partido en el gobierno nunca han obtenido una votación que supere en más del 5 por ciento al nivel de aprobación de su hombre en la Casa Blanca en las parciales de su segundo período presidencial.

Estas cifras explican la renuencia de los candidatos demócratas a ser vistos con Barack Obama. Necesitan el dinero que les pueda recaudar el presidente para escalar la cuesta empinada de la falta de popularidad del mandatario pero no quieren verle la cara. Huyen hasta de su sombra como del ébola o de la peste bubónica. Algunos como Alison Grimes llegan al extremo de negarse a decir si votaron por él.

Los republicanos por su parte no pueden reducir su marcha ni bajar la guardia. Lo que está en juego es nada menos que el destino de los Estados Unidos como primera potencia militar, factor de estabilidad en el mundo y motor de la economía mundial. Se gana el Senado o se pierde América. Barack Obama, Harry Reid y Nancy Pelosi se encargaron de debilitarla en lo económico, dividirla en lo social y desprestigiarla en lo internacional. Ya nadie la admira, la respeta, ni la teme. Y es siempre un peligro ser próspero y no ser temido.

Harry Reid, con su "veto de facto", le dio al presidente el pretexto para acusar al Congreso de obstruccionista a pesar de que la Cámara Baja en control republicano aprobó 200 proyectos de ley solamente en el 2013. Todos murieron al llegar al Senado ante la negativa de Reid de someterlos a votación. Entre ellos, asuntos que habrían sido aprobados en forma bipartidista como el oleoducto de Keystone y sanciones más enérgicas contra los fanáticos clérigos iraníes.

Al mismo tiempo, Reid le dio a Obama la oportunidad de lograr la aprobación de sus nombramientos más controversiales por un Senado que redujo de 60 a 51 votos la posibilidad de detener cualquier objeción por parte de la minoría (filibuster), en lo que fue calificada como la "opción nuclear". Y lo peor, le dio la excusa de gobernar por decreto a la manera del rey de una monarquía constitucional.

Por desgracia, todavía nos queda la amenaza de que, en la legislatura entre las elecciones de noviembre y la toma de posesión de los nuevos senadores, Obama tenga la osadía de someter el nombre de su compañero de fechorías, Eric Holder, como candidato a magistrado del Tribunal Supremo de Justicia. Un regalo de vitriolo de izquierda y de racismo que contaminaría el alto tribunal por los años de vida que puedan quedarle a éste ideólogo disfrazado de jurista.

Volviendo al panorama electoral, los republicanos disfrutan de ventaja en las contiendas de 8 escaños en manos de los demócratas en estos momentos. Tienen menos de tres semanas para consolidar sus ventajas. Una tarea que no será fácil porque los demócratas están desesperados y con las arcas llenas del dinero que les ha recaudado Barack Obama. Necesitan extender sus ventajas en esta recta final y, para ello, no pueden darse el lujo de ser cautelosos, tímidos o indecisos.

Alfredo M. Cepero
alfredocepero@bellsouth.net      
@AlfredoCepero

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jueves, 10 de abril de 2014

RICARDO VALENZUELA, SIN CONFIANZA, NO HAY VIDA, REFLEXIONES LIBERTARIAS, DESDE MEXICO

“Tu puedes ser engañado si confías demasiado, pero si no confías en nada, vivirás en un tormento. Sin confianza no hay nada. Frank Crane

El Presidente Truman en los años 50 hizo mundialmente famosa la frase: “Yo nunca les dibujé un infierno, solo les dije la verdad.” El significado de ella iba mucho mas allá de su simple semántica; era la primera señal clara para el pueblo americano de que había esperanza para recuperar algo muy importante y que durante mucho tiempo se había permanecido perdido en la vorágine del Siglo XX: la confianza.

En uno de sus famosos libros el autor Fukuyama afirma el que la vida económica de los pueblos es esculpida por la cultura y depende y se fundamenta en ese vínculo moral que es la confianza. Esto, subraya, es un contrato moral no escrito entre ciudadanos que facilita la convivencia, las transacciones, promueve la creatividad individual, y justifica alguna acción colectiva. En la lucha global que se desarrolla en estos momentos por lograr la predominancia económica, el capital social representado por la confianza será tan importante como el capital físico o intelectual.

Desde la formación de los EU como nación, el pegamento que amalgamara la construcción de una nueva sociedad tan bien descrita por Toqueville en el Siglo XIX, fue sin lugar a dudas la combinación de dos elementos; libertad y la confianza de sus ciudadanos en las instituciones que en esos momentos construían y, sobre todo; confianza en su novel gobierno emanado de las brillantes mentes de sus fundadores, quienes plasmaban sus visiones en la Declaración de Independencia en la cual de forma tajante se describía cómo el poder debía residir en la gente. Sin embargo, Jefferson pronunciaría también una profética frase: “El precio de la libertad es su eterna vigilancia.”

La libertad y confianza durante los primeros 70 años de vida de los EU como nación independiente, fueron el combustible para catapultar a ese pequeño grupo de colonias que se tímidamente asomaban al Atlántico, en una poderosa nación de emprendedores, exploradores, arriesgados y visionarios hombres de negocios que expandían su territorio para ahora conectar los dos océanos. Sin embargo, con el estallido de la guerra civil en la cual el gobierno federal ilegalmente y con la fuerza de las armas, le negaba a los Estados del sur su derecho constitucional de separarse de la Unión, se iniciaba un lento proceso de erosión de esos dos elementos fundamentales responsables de la producción del milagro del siglo XIX; los EU como la nueva potencia mundial.

Este proceso de descomposición siguió desarrollándose y se arreció con motivo de la Primera Guerra Mundial y así a principios del Siglo XX—el siglo de la agresión en contra de la libertad—el gobierno federal en una renovada avanzada, logra apretar las cadenas sobre los Estados mediante el establecimiento del anticonstitucional Impuesto Sobre la Renta, argumentando ser una fórmula transitoria para financiar los gastos de el conflicto. Al finalizar la confrontación mundial, esa carga impositiva jamás sería revocada.

El derrumbe de ese gran edificio de la confianza siguió su lento proceso cuando las erróneas políticas gubernamentales y la torpeza del Fondo de la Reserva Federal, provocaron la gran depresión de 1929 que postró no solo a los EU sino al mundo entero sobre sus rodillas. Por primera vez los americanos se enfrentaban a un fenómeno que los azotaría durante 11 dolorosos años, mismo en el cual el desempleo alcanzaría niveles hasta de un 20%. Sin embargo el impacto más importante de esta depresión—aun más que esa grave erosión de la confianza del ciudadano en su gobierno—fue la creencia generalizada de que el elemento utilizado por ese inepto gobierno para la carnicería; eran los mercados libres.

La historia de los EU a partir de esos momentos tomaba un rumbo totalmente diferente al contemplado por sus fundadores mediante el proceso de socialización liderado por Roosevelt y su New Deal que para su fortuna coincidiría con el estallido de la Segunda Guerra mundial, lo cual crearía el espejismo de lo exitoso de sus políticas. El desempleo se reducía; si, pero con la conscripción de 11 millones de soldados.

Los años 60 y 70 fueron la culminación de ese proceso de pérdida de confianza con los tristes capítulos del asesinato de Kennedy, el de Martin Luter King, la guerra de Viet Nam y sus casi 60,000 muertos, el Watergate de Nixon, pero sobre todo el arribo a la Presidencia de ese gran país de un hombre inepto y timorato como Carter. La década de los 70 se despedía abrazando a los EU con una depresión inflacionaria nunca antes vista. Los norte americanos perdían su orgullo y su confianza al mismo ritmo que sus ahorros.

Estos acontecimientos llevarían a la Presidencia a Ronald Reagan quien dedicaría gran parte del inicio de su administración a recuperar esa confianza extraviada en los senderos de la demagogia y la mentira. Después de 8 años de prosperidad recuperada, de haber destruido el comunismo, Reagan abandonaba ese recinto casi sagrado; la Casa Blanca, ante una ciudadanía que de nuevo creía en su líder y en su gobierno a pesar inclusive de las dudas en el Irán--Contras.

Pero en 1992 llegaba a ese mismo recinto el carismático Presidente Bill Clinton, la personificación del engaño y la mentira. Durante 8 años este hombre se dedicó a engañar a su pueblo que no solo lo aceptaba, lo festejaba porque “la economía prosperaba.” El “Yo no tuve relaciones sexuales con esa mujer;” el mentir bajo juramento, el recibir aportaciones para su campaña de gobiernos como el de China, el convertir $1,000 dólares en $100,000 en futuros de ganado, se identificó en el nuevo juego. La contabilidad del gobierno federal ahora se sabe estaba mas amañada que la de Enron y los superávit eran espejismos.

¿Qué sucede en estos momentos? La confianza se ha perdido, la gente no cree en su gobierno, en sus empresas, en sus contabilidades, en sus iglesias. El precepto bíblico de “ten fe y te salvarás;” parece ausente de la vida de los americanos. Confianza es el lubricante de los sistemas sociales; sin ella, la maquinaria del sistema se atora. Por ello en estos momentos mientras los economistas se rascan la cabeza tratando de adivinar lo que sucede; el mercado parece gritarles; la mula no era bronca.

Ricardo Valenzuela
chero13704@gmail.com
@elchero

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jueves, 16 de enero de 2014

RICARDO VALENZUELA, ES EL CAPITAL HUMANO, REFLEXIONES LIBERTARIAS, CASO ESTADOS UNIDOS, DESDE MEXICO

Estados Unidos está transitando por uno de los periodos más difíciles de su historia moderna, en el cual se ha puesto a prueba y tienen que demostrar el verdadero material de su tejido social. Los ataques terroristas del mes de Septiembre 2001, iniciaron la gestación de una recesión que se antojaba pasajera y se veía más bien como una sacudida del árbol para que operara la famosa creativa destrucción de los mercados. Pero cuando millones alrededor del mundo atestiguaron el horror de las naves secuestradas penetrar cual filoso cuchillo el corazón del Centro Financiero del país, el mundo repentinamente había cambiado.


Tal vez el cambio más visible sería el arreciar de una recesión ya iniciada y magnificada por el temeroso comportamiento del consumidor quien ahora llevaba sobre sus espaldas, no-solo ese miedo para salir a los Malls esgrimiendo sus tarjetas de crédito en el caso de los individuos, las empresas para invertir, sino además endeudamientos récord en ambos sectores producto de una glotonería del consumidor sin precedentes. Pero además, el fenómeno se repetía en una economía globalizada que ya en aquellos momentos experimentaba el efecto dominó, recorriendo el mundo en una singular cascada de extinción de valores, sueños y realidades.

Los EEUU tal vez se haya recuperado de las pérdidas materiales producto de aquel cobarde acto de agresión, sin embargo, la recuperación de su actitud de lucha y el espíritu guerrero de su gente, parecen todavía perdidas en ese mar de la demagogia política que en estos momentos ha llegado a niveles casi nunca vistos. Pero si revisamos la historia económica del país desde el ataque, podremos entender el derrotismo de la sociedad estadounidense cuando, ausente de líderes visionarios, se entregan de nuevo a la Malasie que les heredara Jimmy Carter.

Cuando el país se sacudía los estragos del ataque terrorista, en el año 2008 le explotaba una debacle financiera que asomaba a otra gran depresión. El país se había ya involucrado en dos guerras que lo desangraban aun más, Afganistán e Irak. Cuando la media anuncia la quiebra de Lehman Brothers aquel triste año del 2008, la avalancha de quiebras se adueñaba de las primeras planas de todos los diarios del mundo. Las irresponsables acciones del FED en sociedad con políticos progresistas, finalmente pasaban la factura y el mundo entero se estremecía ante un posible apocalipsis.

Durante los siguientes meses, un activista Bush I inicia una escandalosa agenda de rescates con la maquina impresora del FED trabajando 24 horas al día, 7 días a la semana. La gente montada en ese pánico que provoca luego las expectativas racionales, en medio de tal locura eligen un nuevo líder a quien identifican casi como Cristo Salvador. Barak Obama emergía como el primer presidente negro en la historia de un país, que durante muchos años se identificara por su racismo. Lo que muchos de los votantes ignoraban, es la agenda con la que Obama iniciaría la segunda gran ola de socialización de su país que llevara la deuda nacional, por primera vez en la historia, a niveles superiores del PIB.

Durante el Siglo XIX, John Stuart Mill abordó el tema de la recuperación de los países ante los desastres y las guerras. Mill afirmaba que las naciones se pueden recuperar si mantienen dos elementos fundamentales: El conocimiento y las habilidades de su población, los motores básicos del desarrollo económico. Los EU mantienen ambos representados por su valioso capital humano, lo que nos sugiere contrariamente a lo que gritaban las aves de mal agüero, el ataque de Septiembre del 2001 no debía ser un serio problema económico en el mediano y largo plazo.

Pongámosle números a la magnitud de aquel desastre. La destrucción de las torres gemelas se estima entre 4 a 5 billones de dólares. La pérdida de activos de las empresas localizadas en las torres y el costo de limpia del lugar, se estima en otros 10 billones de dólares. Incluyendo el daño a los edificios contiguos a las torres y el Pentágono, los aviones perdidos y la pérdida de la capacidad productiva de los masacrados en la tragedia, el costo se eleva a un estimado de entre 45 a 60 billones de dólares. Para tener una perspectiva, el total de los activos físicos de los EU se estima en unos 50 Trillones de dólares, y el total de los activos productivos incluyendo el capital humano, nos llevan a unos 120 Trillones. Entonces, aun una pérdida de 60 Billones solo representa menos del 0.2% de los activos físicos y el 0.06% del total de los activos productivos de EEUU.

En ese contexto el problema para los EEUU no debió ser el vía crucis que tanto cantaban sus enemigos. Sin embargo, repito; el mundo ha cambiado y ese cambio es algo que directamente afecta a México. Bush, antes de los ataques terrorista había declarado que para EEUU “no había relación más importante que la de México.” Well, not any more. De inmediato México se relegó al sótano de las prioridades y preocupaciones de la Casa Blanca. Durante los últimos doce años, México ha estado ausente de la agenda primordial de la Casa Blanca.

Ahora ¿Cuál es el panorama para ambos países en este nuevo año 2014?

Los EEUU le apuestan a su capital humano desperdiciado en estos momentos ante un líder que, lejos de unificar a su pueblo, se ha dedicado a promover y revivir el odio de clases y la división social mientras continua obstaculizando el desarrollo de los negocios vía impuestos, mandatos, regulaciones, prohibiciones etc.

Crecimiento económico se logra cuando aumenta la producción de bienes y servicios. El crecimiento económico va acompañado de una mejora de las condiciones de vida. Ese crecimiento puede lograrse aumentando la cantidad de factores productivos (trabajo y capital físico), mejorando la calidad de dichos factores y aumentando la eficiencia con la que éstos se combinan en los procesos creativos.

El concepto de capital humano fue esbozado a mediados del siglo pasado por Theodore Schultz y Gary Becker, ambos laureados con el premio Nobel de economía. De acuerdo con el trabajo de estos autores, gran parte del crecimiento económico de las sociedades occidentales podía explicarse si se introducía una variable llamada capital humano, correlacionada con el nivel de formación especializada que tenían los agentes económicos o individuos de una sociedad.

Los estadounidenses ante un país confrontado y experimentando la recuperación más raquítica de su historia, un país que ya no figura entre los diez primeros en el índice de libertad económica y endeudado como nadie se imaginó, le apuestan a las elecciones de medio término en Noviembre de este año, a la elección presidencial del 2016, le apuestan a su capital humano.

¿Y México? Quien sabe que ocurrencias desenfundaran nuestros líderes, porque ideas trascendentes nunca han tenido.


Ricardo Valenzuela
@elchero
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lunes, 28 de octubre de 2013

ANDRÉS OPPENHEIMER, LA CRISIS POLÍTICA DE EEUU, EL INFORME OPPENHEIMER

El gobierno de Estados Unidos, que suele dar cátedra a otros países sobre cómo deben manejar sus asuntos, haría bien en aprender algunas lecciones de otras naciones para poder evitar situaciones como su bochornoso cierre parcial del gobierno de la semana pasada.

Se que esto será un anatema para los legisladores ultraderechistas del Tea Party que provocaron el cierre del gobierno y casi causaron un default de la deuda de Estados Unidos, pero Washington podría aprender algunas lecciones valiosas de México, uno de los países que los extremistas del Tea Party aborrecen con mayor pasión.

De manera semejante a lo que ocurre en Estados Unidos, México venía sufriendo desde hace tiempo una parálisis política que le impedía aprobar cualquier ley medianamente importante en el congreso.

En el caso de México, era un problema estructural debido al hecho de que el país tiene un sistema de tres partidos políticos, en el que todas las iniciativas del partido que estaba en el gobierno eran sistemáticamente bloqueadas por los dos partidos que estaban en la oposición. Los actores cambiaban, pero el sistema de "dos contra uno" mantenía al país paralizado.

Eso fue así hasta diciembre de 2012, cuando bajo la presión de una opinión pública cada vez más frustrada, los tres partidos políticos más grandes de México firmaron el “Pacto por México”, un acuerdo de 95 puntos destinado a quebrar la parálisis estructural del Congreso y aprobar varias reformas fundamentales.

Entre los objetivos más importantes del Pacto por México estaban las reformas educativa, de telecomunicaciones, fiscal y energética. Las dos primeras ya han sido aprobadas, y la semana pasada, la cámara baja del Congreso aprobó una muy debatida reforma fiscal.

Es cierto que el Pacto por México aún está a mitad de camino, y que muchos están descontentos con algunas de sus reformas. Incluso es posible que el pacto pueda morir cuando el congreso se decida a votar la reforma energética, quizás la más peleada de todas.

Pero aun cuando el Pacto por México desapareciera hoy, ya habrá logrado mucho más de lo que ha conseguido el Congreso de Estados Unidos en los últimos años, que es prácticamente nada.

La semana pasada, el acuerdo en el congreso estadounidense para reabrir el gobierno solo pateó el problema para adelante, hasta un nuevo plazo que vence el 15 de enero.

Estados Unidos podría necesitar urgentemente un pacto político parecido al de México, o - si eso no es posible - una reforma política más de fondo.

Washington tiene un problema político estructural: su normas electorales han degenerado en un sistema que recompensa a los extremistas, y castiga a los moderados.

Bajo el actual sistema de primarias presidenciales, por ejemplo, los republicanos empiezan su proceso de selección de candidatos presidenciales en Iowa, donde una población relativamente pequeña de votantes ultraconservadores hace que todos los candidatos republicanos se deban hacer campañas de ultra-derecha. ¿Por qué no hacer primarias el mismo día en todos los estados del país, para tener así una mayor representación geográfica?

De la misma manera, bajo el actual proceso de elección de diputados en el congreso, gracias a un proceso conocido como “gerrymandering” (manipulación de los distritos electorales), casi todos los distritos parlamentarios del país son uniformemente de un solo partido.

Como resultado, casi todas las bancas del Congresos son “seguras”, y hay poca competencia política entre los dos partidos, lo que permite que los extremistas dentro de cada partido - que son los más activos políticamente - tengan un peso desmesurado en la elección de los congresistas. ¿Por qué no rediseñar los distritos para que haya una mayor competencia política?

El ex presidente chileno Ricardo Lagos, uno de los más analistas políticos más inteligentes que conozco, me dijo en una conversación telefónica que Estados Unidos podría beneficiarse de una reforma política como la del Pacto de Moncloa de España en 1977.

“En España, el Congreso que se iba se hizo el harakiri y dijo que el próximo parlamento va a ser constituyente", me dijo Lagos. En el caso de Estados Unidos, el Congreso podría hacer eso, o podría designar una comisión autónoma de alto nivel para rediseñar los distritos electorales, agregó.

“Cuando en 200 anos se escriba sobre el inicio del fin de Estados Unidos, puede que se acuerden de lo que pasó la semana pasada”, dijo Lagos. “Si no hay una reforma política, vamos a tener el mismo espectáculo el 15 de enero”.

Mi opinión: Estoy de acuerdo. Contrariamente a la opinión generalizada, el cierre del gobierno de la semana pasada no fue un problema de personalidades despistadas, sino que fue causado por reglas electorales que generan candidatos despistados, o que los obligan a serlo.

Si no hay un pacto político o una reforma fundamental para terminar con distritos electorales unipartidarios y elecciones primarias geográficamente arbitrarias, me temo que veremos el mismo espectáculo vergonzoso —y potencialmente catastrófico— el 15 de enero, y muchas veces más.


http://www.elnuevoherald.com/2013/10/19/1595095/la-crisis-politica-de-eeuu.html

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domingo, 18 de noviembre de 2012

CARLOS VILCHEZ NAVAMUEL, ¿SEPARATISMO EN LOS EEUU?

Wikipedia nos informa que “El separatismo es una ideología que promueve la disgregación de una o varias partes de una entidad. Agrega además que  “Los movimientos separatistas consisten en unos  movimientos sociales de carácter político que aspiran a la  autonomía  respecto a una institución política bajo la que está sometido un grupo concreto de ciudadanos. Las razones para la separación pueden ser regionales, étnicas, lingüísticas, culturales, religiosas, sexistas, o la combinación de algunas de éstas.”
Como sabemos, en Europa algunos países han sufrido desgarradoras separaciones, esto no es nuevo, la historia sobre la geografía de los países cambia constantemente, la antigua Unión Soviética sufrió cambios importantes a finales de los 80 del siglo XX, y este tipo de cambios se han experimentado constantemente, lo vimos cuando la antigua Checoslovaquia se dividió y quedó conformada en República Checa y Eslovaquia en 1993,  lo mismo sucedió en Yugoslavia cuando se convirtió en 6 estados soberanos a saber: Bosnia y Herzegovina, Croacia, Eslovenia, República de Macedonia, Montenegro y Serbia, como resultado los mapas de esta región tuvieron que ser reformados. En España por ejemplo existen  grupos separatistas en Galicia, Cataluña y Vasconia, sinónimo del país Vasco-Navarro.
En todos los continentes nos encontramos con grupos de  diferentes países que pretenden estos cambios, África, Asia no son la excepción, como no lo es nuestra región,  por ejemplo en Bolivia, Ecuador y México nos encontramos con grupos separatistas.
Por consiguiente, no es de extrañar que aparezcan grupos de ciudadanos en  Estados Unidos de América que quieran separarse del gobierno central.  Recién aparece una información que empieza a “rodar” por la red que ha puesto feliz a los “enemigos del imperio” la información  fechada el 13 de noviembre de 2012  nos dice que ciudadanos estadounidenses de más de 30 estados han hecho una petición a la administración Obama para que sean separados de los Estados Unidos a través de un sitio conocido como “We the people” En la petición solicitan el permiso para separarse de la Unión.
En la misma información se nos dice que "Un número masivo de peticiones están circulando actualmente en  Change.org,  un sitio web diseñado para llamar a la acción por parte del gobierno federal o por instituciones privadas en causas particulares, llamando a los estados particulares que se haya concedido autorización para separarse", informó The Blaze.”  La primera petición fue iniciada por "Michael E" de Slidell, Luisiana, y le pidió permiso para Louisiana a la secesión. La petición tiene ahora 26.488 firmas, más que los 25.000 que requieran la acción de la Casa Blanca.”     http://www.examiner.com/article/citizens-over-30-states-petition-for-secession-from-united-states
Mientras esto sucede con algunos grupos en los EEUU, en Puerto Rico sucede lo contrario, hace unas semanas en una doble consulta no vinculante los ciudadanos puertorriqueños decidieron convertirse en el estado número 51 de EEUU según nos informa “La Voz de Barcelona el 07-11-12, la información dice que “Según la ‘consulta de status’, la mayoría de los puertorriqueños, el 53,99%, ha votado en contra de mantener la actual relación entre los dos países. En la misma consulta -era doble, sobre la situación actual y sobre la deseada-, el 61,23% ha optado por convertir Puerto Rico en un estado más de los EEUU.” 
http://www.vozbcn.com/2012/11/07/133783/puertorico-unirse-eeuu-consulta/
¿Llegó el separatismo a los EEUU?  No lo creemos, las cifras hasta el momento las vemos muy bajas, al punto que podríamos decir son insignificantes, sin embargo sería interesante saber ¿Cuantas personas? de las 310 millones que existen en EEUU estarían de acuerdo en ver dividido a ese país. 
carlosvilcheznavamuel@gmail.com

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sábado, 8 de septiembre de 2012

AFP, PRENSA CREE QUE OBAMA DECEPCIONÓ EN DISCURSO DE ACEPTACIÓN, SEGÚN LOS MEDIOS. CASO ESTADOS UNIDOS

Washington (AFP). La primera dama Michelle Obama cautivó; el expresidente Bill Clinton, entusiasmó; y el vicepresidente Joe Biden, conmovió; pero, en el último día de la convención demócrata, el discurso del presidente Barack Obama decepcionó.
Bill Clinton, con brillo propio en la convención
Vía para recuperación de EUA no será ‘fácil’, advierte Obama
Hoy los medios de prensa estadounidenses y muchos observadores subrayan el contraste entre el desempeño del candidato demócrata ayer y los discursos que pronunció en 2008, que marcaron a las masas dentro y fuera de Estados Unidos.
Joe Klein, especialista político para la revista Time, considera que la intervención de Obama fue mejor que la de su rival republicano, Mitt Romney, cuya falta de carisma quedó nuevamente de manifiesto durante la convención republicana en Tampa (Florida, sudeste).
Pero, en concordancia con muchos comentaristas, lamentó la ausencia de una nueva visión o de nuevas propuestas más allá de un llamado a la paciencia ("Necesitaremos más que algunos años para resolver problemas que se acumularon durante décadas").
"Reconoció errores. Pero no fue a fondo. El discurso me decepcionó y no sé exactamente por qué. Tal vez fue por la ausencia de elementos concretos", escribió Klein.
"Yo esperaba que dijera: esto es lo que funcionó, esto es en lo que debemos progresar, estos son los puntos en los que debemos trabajar de otra manera y esto es lo que espero poder hacer", agregó.
Michael Tomasky, periodista político del sitio Daily Beast y del diario británico The Guardian, dijo que Obama piensa notoriamente que encabeza la campaña y que simplemente debe evitar cometer errores. "Pero cuando un equipo de fútbol toma esta decisión, a menudo resulta ser una catástrofe y el cuadro acaba perdiendo", advirtió.
En el sitio de la publicación mensual The Atlantic, Molly Ball considera que el presidente saliente está a la defensiva con un discurso "chato".
"El presidente, gran orador capaz de arengar a las masas en general y las convenciones políticas en particular, entregó un refrito", estimó al recordar que las expectativas eran muy grandes.
En la convención demócrata de 2004 en Boston, que permitió al demócrata John Kerry tomar fuerza -aunque insuficiente- frente a su rival republicano George W. Bush, quien terminó reelecto, Barack Obama había hecho irrupción en la escena nacional al defender un acercamiento consensuado de la política que resultó seductora.
Cuatro años más tarde, luego de un ascenso acelerado y con 47 años, Obama se instaló en la Casa Blanca.
Dos meses antes de las elecciones, Obama y Romney están a la par en las intenciones de voto.

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FERNANDO MIRES – ¿POR QUÉ NOS INTERESAN LAS ELECCIONES DE LOS EE UU?, DESDE ALEMANIA, CASO ESTADOS UNIDOS,

La pregunta del título ha de parecer ociosa porque la respuesta es obvia. EE UU aún en crisis es una potencia económica y militar. De ahí que lo que sucede en los EE UU incide en la suerte del mundo que habitamos.
Sin embargo, no faltan las opiniones que aseguran que en las elecciones norteamericanas es muy poco lo que se decide pues los dos principales partidos se diferencian como la Coca Cola de la Pepsi Cola. El chiste malo es de Fidel Castro y delata la falta de sensibilidad política del anciano déspota. Y es obvio: si para Castro los EE UU son un imperio, da lo mismo quien será el emperador y luego, entre un Romney y un Obama no habría ninguna diferencia.
Algo más lúcido, Putin sabe que entre Romney y Obama sí hay diferencias. Los jerarcas chinos lo saben todavía mejor e incluso, los autócratas de América Latina añoran los bellos tiempos cuando se lucían insultando (su deporte favorito) a Bush. Espectáculo que no pueden escenificar en contra de Obama entre otras cosas porque Obama es más popular y respetado que ellos, aún en los países que dicen gobernar.
El discurso de Obama ha desactivado, en cuatro años, el de muchos autócratas y dictadores.
La política exterior de Obama no prioriza la superioridad bélica. Todo lo contrario: la pone al servicio del principio de la hegemonía política. Las rebeliones árabes, es el ejemplo más notorio, han contado con el apoyo explícito e implícito de los EEUU. Las diferencias políticas entre Obama y Bush -las que no puede percibir un antidemócarata como Castro- eran, para decir lo menos, enormes. Y ellas se proyectan, sin duda, en la relación negativa que establecen Obama y Romney; este último tan marcado por el pasado “bushista”, que a veces se tiene la impresión de que más que diferenciarse de Obama busca diferenciarse de Bush.
No obstante, en un punto tiene razón el dictador cubano.
Si bien las diferencias en los temas internos han sido y son enormes (sistema impositivo, subsidios, y hoy las migraciones, la energía, la educación  y la salud), en materia de política internacional existió hasta el fin de la Guerra Fría un consenso pactado entre republicanos y demócratas, uno que estaba signado por la existencia del mismo enemigo: la URSS. Sólo después de la desaparición del “enemigo común” han surgido diferencias con relación al “mundo externo”; y ellas han pasado a ser parte del debate electoral.
En todo caso, la visión de los demócratas como palomas y los republicanos como halcones no tiene asidero. ¿Habrá que recordar que la guerra del Vietnam fue iniciada por un demócrata, Kennedy, y terminada por un republicano, Nixon? ¿O que la Guerra Fría comenzó con un demócrata, Truman, y terminada con un republicano, Reagan? ¿O que los bombardeos a Irak los comenzó el demócrata Clinton y los terminó el republicano Bush Sr. al negar el avance a Bagdad?
En breve, no sólo había en los EE UU una política internacional consensuada. Además, los roles entre republicanos y demócratas estaban entrecruzados. Por supuesto había halcones y palomas. Pero las dos aves volaban en cada uno de los partidos, y a veces, sobre la cabeza de las mismas personas. Aún hoy, la “paloma” Obama no titubeó cuando llegó la hora de liquidar a Osama Bin Laden: “Mátenlo” – fue la orden escueta del presidente.
No obstante, independientemente a las diferencias entre los dos partidos, las elecciones norteamericanas han sido siempre, y no sólo ahora, seguidas con extraordinario interés desde el extranjero. Por eso es legítimo sospechar que, más que las diferencias, lo que concita interés mundial es el modo como ellas son transferidas a la escena pública. Efectivamente, las elecciones norteamericanas son un espectáculo mundial.
¿Política como espectáculo? En ningún caso. Se trata de algo que suena parecido pero a la vez es muy distinto. Se trata, para decirlo en breve, del espectáculo de la política. ¿Cuál es la diferencia entre la política como espectáculo y el espectáculo de la política? Para explicarme, deberé recurrir a ejemplos.
Sabido es que la mayoría de los dictadores y autócratas hacen de la política un espectáculo. No voy a referirme a los despliegues de fuerzas militares en Corea o Irán. Ni a las masas vestidas con un sólo color frente a las cuales vociferan enloquecidos tiranos. Me refiero solamente a quienes –escondidos en sus cubículos mediales- utilizan los mecanismos del poder para montar escenificaciones que excluyen voces y opiniones contrarias. En suma, se trata de la conversión de la política en una representación unipersonal de acuerdo a la cual “el enemigo” es mencionado, insultado y vilipendiado, pero nunca directamente confrontado.
La diferencia entre la política del espectáculo y el espectáculo de la política reside entonces en que la primera suprime el debate y con ello, en tanto la política es debate, suprime a la política. En cambio, en la segunda, el espectáculo proviene del debate, es decir, de la propia política. Esa es evidentemente una de las razones por las cuales los dictadores y autócratas no soportan el espectáculo que brinda la política norteamericana en tiempos electorales. Pues allí, desde el comienzo hasta el día de la elección, hay un debate sostenido entre los postulantes
Primero, el debate tiene lugar mediante primarias y convenciones al interior de los partidos.
Segundo, es un debate abierto. Los partidos, en esos momentos, se abren, debatiendo hacia afuera sus posiciones internas.
Tercero, escuchada la voz del elector, sobreviene el momento de la unidad, y ese es cuando la fracción vencida se une a la vencedora para enfrentar al enemigo común. A partir de ese momento el debate adquiere otra connotación. De ahora en adelante se tratará del debate entre dos fuerzas no sólo contrarias sino, además, adversarias.
Cuarto, el momento final ocurre cuando el debate es personalizado, casi siempre entre dos contrincantes. Es el momento culminante: Dos adversarios debaten de acuerdo a reglas pre-establecidas. Se dan duro, pero nunca se escucha un insulto o una descalificación personal. Pocos días después, el elector, el soberano, hará uso de la palabra escrita (el voto) y elegirá.
Desde otros países, los que nos ocupamos de la política, observamos ese proceso electoral con sumo interés. A su vez, quienes viven bajo una dictadura o una autocracia, sentirán algo parecido a una legítima envidia. ¿Por qué en mi país no ocurre algo parecido?
Pero los dictadores y autócratas, cuando presencian en las pantallas los debates norteamericanos, experimentan, sin duda, un miedo atroz. Es el miedo a la contra-dicción. Ellos, más que a los EE UU, odian el debate, o lo que es igual a la dicción contraria: a la contra-dicción.
Gobernantes de los EE UU como casi todos los del planeta han cometido grandes barbaridades, nadie lo puede negar. Pero la política norteamericana siempre ha encontrado la posibilidad de la rectificación a través del debate y la palabra contra-dicha. Esa rectificación a partir del debate contra-dictorio es la que jamás podrán aceptar dictadores y autócratas. Ahí reside el secreto de su supuesto antiimperialismo.
fernando.mires@uni-oldenburg.de

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